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Urselia Díaz

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Urselia Díaz Báez
Información personal
Nacimiento 21 de febrero de 1939
Cuba Cuba, Guanabacoa
Fallecimiento 3 de septiembre de 1957
(18 años)
Nacionalidad Cubana
Información profesional
Ocupación Ama de casa Ver y modificar los datos en Wikidata

Urselia Díaz Báez (Guanabacoa, La Habana, 21 de febrero de 1939-3 de septiembre de 1957)

Contexto

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En el momento que el Movimiento 26 de Julio dirigido por Fidel Castro desde Sierra Maestra la otra alternativa, el Directorio 13 de Marzo, estaba un tanto centrado en la Universidad de La Habana.

Pronto el Movimiento 26 de julio se concentró en el terrorismo. Estos grupos tenían baja participación de elementos universitarios, que se agrupaban bajo el Directorio 13 de Marzo, y se centraban en captar elementos de los preuniversitarios y jóvenes trabajadores.

Ursulina

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En el Instituto de La Habana Urselia formó filas en las brigadas estudiantiles y en los grupos de acción, allí desarrolló una intensa actividad, no solo en la lucha clandestina, sino en talleres martianos, profundizando en la obra del Maestro.

Urselia se dedicaba a poner bombas por la ciudad para el Movimiento 26 de Julio en un momento en el que el terrorismo se había convertido en una preocupación de los órganos policiales que estaban dispuestos a utilizar cualquier método para terminar con el terrorismo. Eso unido a que en aquella época no existía la preocupación que existe hoy por los Derechos Humanos a nivel internacional.

Un testigo de la última misión de Urselia, el 3 de septiembre de 1957:[cita requerida]

Llega al café El Cristo, en Teniente Rey y Bernaza. Allí le esperan Sonia Oliver, Aurelio Peña, Manolito Gil, Yolanda de Armas, Antonio Sánchez, Newton Briones y otros. Después de distribuirse el trabajo, cuando las sombras comienzan a levantarse sobre la vieja ciudad, Urselia Díaz Báez va a realizar la operación en el América. Es la primera vez que dan bombas tipo reloj. No se sabe si funcionan bien.

Tomó su bomba y la fijó a su muslo con cinta adhesiva y se digió al cine América en Galiano y Concordia. Llegó al cine y entró y se sentó a ver la película. Sin darse cuenta, el tiempo pasó y de pronto se percató de que se había entretenido demasiado en la sala.

Entró en pánico, no sabía donde dejar la bomba, si en la sala, repleta de público, o en los baños. Se dirigió a los baños. Urselia fue hallada muerta en el baño, con el explosivo entre las manos.[1]

Referencias

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viernes, 28 de junio de 2019 La fecha señalada es la que avisté el asunto y preparé una respuesta. Sobre el párrafo en rojo quisiera decir algo. Ese día Urselia y yo nos vimos en el Instituto de la Habana. Fuimos hasta el café El cristo a ver a Antonio Sánchez el que nos daría la encomienda del día. Antonio no estaba y nos regresamos para el Instituto. Urselia me dijo, vete para Guanabacoa, donde vivía ella y también yo. ¡Te aviso si hay alguna tarea! Por la noche se apareció en mi casa Aurelio Peña y me dijo: a Urselia le explotó la bomba y la mato, debemos decírselo a su madre, el más indicado eres tú, por ser hermano de su novio Antonio Briones. Así lo hicimos, aunque no le dijimos toda la verdad a la familia, dejamos una puerta abierta de esperanza, está herida, dijimos. Aunque ese era el último adiós a Urselia, también había un comienzo. En el Instituto de La Habana nos fuimos uniendo en contra del gobierno de Fulgencio Batista. Hicimos nuestro grupo de manera informal. Hasta la llegada de Gladis Valdez Pórtela, quien no sito para una reunión en casa de Urselia. Firmamos un documento como miembros del 26 de julio. A partir de ahí comenzaron nuestras andanzas. Tengo en mi poder las cartas de Tony mi hermano y Urselia durante su noviazgo y exilio en New York. sust:Aviso PA|Urselia Díaz|noneutral|referencias} 3/sept/1997 Familiares de Urselia Díaz Báez. Compañeras y compañeros. Hace 40 años, una mañana como hoy, La Habana se movía a su ritmo habitual. Ómnibus atestados de pasajeros transitaban por las estrechas calles de la parte vieja de la ciudad. Tiendas recién abiertas recibían a sus primeros clientes. Y los transeúntes apurados se detenían momentáneamente para tomar una taza de café frente al Instituto de La Habana. El estridente timbre del centro docente penetraba en las aulas y en los pasillos anunciando un receso momentáneo de las actividades. Los alumnos Urselia Díaz Báez, Yolanda de Armas y otro compañero descendían las escaleras del plantel para dirigirse al Parque Cristo. Una cita hecha de antemano con Antonio Sánchez llevaba a los tres estudiantes al lugar previsto. Recibir orientaciones para el desarrollo de una actividad revolucionaria era el propósito del encuentro. Urselia con su dulce sonrisa de miel y azúcar era un miembro más de una célula del movimiento 26 de julio. Meses atrás en su casa de Guanabacoa un grupo de compañeros que no sobrepasaban la cifra de seis y los 16 años de edad habían ingresado oficialmente en las filas de la organización. Les encomendaron arriesgadas tareas con el propósito de demostrar a la tiranía de Fulgencio Batista la inconformidad popular y en especial de los jóvenes cubanos contra su régimen. Papeles engomados para ser pegados en los postes eléctricos u otros lugares visible de Guanabacoa dieron inicio al trabajo del grupo. -¡Abajo Batista!- -!Viva el 26 de julio¡- podía leerse en su reducido espacio. Provocar el corte de la luz eléctrica mediante hondas que unieran los cables de los postes era otra de las acciones. Lanzar cocteles molotov en las principales tiendas de La Habana. La rotura de las vidrieras de los importantes centros comerciales o el grito a viva voz de -¡Abajo Batista!- en pleno Parque Central de La Habana completaban por el momento las acciones de las cuales Urselia participaba con orgullo. Con el temor contenido y una naturalidad espontánea arriesgaba su vida en estas misiones. El odio a la tiranía de Fulgencio Batista que desde 1952 usurpaba el poder estaban entre las motivaciones por los cuales corrían estos riesgos. El dictador regía por la fuerza los destinos del país con arrogancia, prepotencia y mano de hierro. Imponía sus condiciones omnímodas silenciando a la fuerza o matando a los que se atrevían a desafiarlo. Esto hacia crecer el odio y el temor a la vez, paradoja impuesta a la vida de los hombres. También el tirano tenía sus motivaciones: el poder y la gloria eran sus metas. Y pensaba que ofreciendo y engañando podía mantenerse en su privilegiada posición. Prometía resolver la miseria de nuestros campesinos y el empleo pleno de los trabajadores, o la independencia económica y política de la nación, aunque él era un aliado de EEUU. Utilizaba gastados procedimientos y estos no resolvían el problema existente. Era necesario una revolución que modificara la situación social. Por eso Urselia arriesgaba su vida. Ella se había formado en la escuela de su madre Ofelia que ya había luchado con anterioridad contra Machado y Batista. Las enseñanzas y lecturas de José Martí de quien ella era una ferviente devota estaban incluidas entre los elementos que la impulsaban a la acción. Desde hacía 10 meses Fidel Castro combatía a la tiranía en la Sierra Maestra, de sus acciones, palabras y ejemplo emanaban motivos suficientes para arriesgarse y desafiar al dictador. Urselia había leído La Historia me Absolverá a escondida y cantaba bajito el himno del 26 de julio. Trincheras de ideas, como había señalado Martí, valían tanto o más que los policías con sus armas y sus porras, sus perseguidoras tratando de amedrentar a los jóvenes que como Urselia se oponían a que siguieran ocurriendo desmanes y arbitrariedades. Por su edad le correspondía pensar más en bailes y fiestas, pero tenía puesta su atención en cómo conseguir una patria mejor. Quizás entres sus sueños como joven estaba terminar su carrera. Tener hijos con su novio Toni, ahora exiliado. Destacarse en las ciencias o en las letras en un futuro no lejano. En fin, conseguir una patria con todos y para el bien de todos, donde sus hijos no tuvieran que luchar contra otro dictador. Sin embargo, iba con sus compañeros de instituto y de organización para recibir orientaciones de la próxima a acción a realizar. Antonio Sánchez les dijo que el asunto, la encomienda como la calificó, no había llegado, que volvieran por la tarde. Urselia le dijo al compañero, ¡vete no te preocupes! Yo tengo que quedarme en La Habana y si la cosa va yo te aviso. A lo mejor prefirió excluirlo de esta manera tan cariñosa, porque la casa de él se utilizaba para esconder revolucionarios y no quería comprometerlos. O porque como era el hermano de su novio no quería que le pasara nada, cuanta generosidad de su parte. Tarde en la noche dos miembros de la célula tocaron en casa del compañero que se había quedado esperando. Venían con cara entristecida. ¡A Urselia le explotó la bomba! Te venimos a buscar para comunicárselo a los familiares, preferimos que seas tú. Expresada la dolorosa noticia, Ofelia Báez, madre de Urselia, con gran coraje soltó dos lágrimas, ella sabía perfectamente lo que hacía su hija, y más importante aún, estaba de acuerdo y la apoyaba. Y aunque el compañero no lo dijo, pensó: Urselia se marchó de la vida en los momentos en que el sol iba a salir. Tampoco pudieron ver el amanecer, Antonio Sánchez ni Manolito Domínguez, ambos del mismo grupo. Para los nuevos y viejos combatientes estamos obligados a construir una patria mejor. La sangre de los que se sacrificaron nos obliga a ello. Muchas gracias.