Rina Fort

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Rina Fort
Información personal
Nombre completo Caterina Fort
Apodo «la Belva di via San Gregorio» («la bestia de la calle San Gregorio»)
Nacimiento 28 de junio de 1915 Ver y modificar los datos en Wikidata
Budoia (Italia) Ver y modificar los datos en Wikidata
Fallecimiento 2 de marzo de 1988 Ver y modificar los datos en Wikidata (72 años)
Florencia (Italia) Ver y modificar los datos en Wikidata
Causa de muerte infarto
Nacionalidad italiana
Información profesional
Ocupación Dependienta Ver y modificar los datos en Wikidata
Información criminal
Cargos criminales asesinato
Condena cadena perpetua , Indultada en 1975

Caterina Fort, conocida como Rina Fort, (Santa Lucia di Budoia, 28 de junio de 1915 - Florencia, 2 de marzo de 1988) fue una asesina italiana que cometió un nombrado delito en la segunda mitad del siglo XX.[1]​ Caterina Fort fue condenada a cadena perpetua e Indultada en 1975 por el Presidente de la República Italiana, después de casi treinta años de reclusión.[1]​ Las víctimas del asesinato fueron Franca Pappalardo, de 40 años; Giovanni Ricciardi, de siete años; Antonio Ricciardi, de diez años; Giuseppina Ricciardi, de cinco años y Antonio Ricciardi de 10 meses. Los periódicos de la época la apodaron la «Belva di via San Gregorio» (la bestia de la calle San Gregorio).[2][3]

Antecedentes[editar]

Rina Fort tuvo una vida difícil, marcada por la tragedia. Su padre falleció accidentalmente mientras ambos recogían setas en la montaña. El padre resbaló y, aunque ella intentó sujetarlo, nada pudo hacer para evitar que cayera por un barranco. Su novio murió de tuberculosis poco antes de que se casaran. Poco tiempo después descubrió que era estéril. Con 22 años se casó con un paisano suyo, Giuseppe Benedet, que ya el día de la boda dio muestras de su desequilibrio mental destinado a convertirse en locura, hasta el punto de tener que ser internado en un hospital siquiátrico, donde murió. Obtenida la separación y recuperado su apellido de soltera, Rina Fort se trasladó a la casa de su hermana en Milán. En 1945 conoció a Giuseppe (Pippo) Ricciardi, un siciliano propietario de un negocio de tejidos en la calle Tenca, que la contrató como dependienta y acabó por convertirse en su amante, sin saber todavía que estaba casado. Giuseppe tenía esposa, Franca, y tres hijos que vivían en Catania; a pesar de lo cual, la relación entre ambos se mantuvo sin contratiempos, hasta el punto de que Ricciardi presentaba a Fort entre sus amistades y conocidos como su esposa. Ocurrió entonces que, por medio de vecinos de Ricciardi naturales de la misma ciudad siciliana donde vivía su familia, la historia de traición llegó a oídos de su mujer y esta decidió reunirse con su marido en Milán adonde llegó con sus hijos en octubre de 1946. Rina Fort fue despedida de la tienda y volvió a la pastelería en la que trabajaba antes de conocer a Pippo. Aunque la relación entre ambos continuó, la llegada de Franca Pappalardo y sus hijos a Milán los fue separando poco a poco. Además, Franca había quedado embarazada de su cuarto hijo, lo que desencadenó en Rina una gran frustración y recelo hacia su “rival”.[4]

El caso[editar]

El 29 de noviembre de 1946, Rina Fort asesinó a la mujer de su amante, Franca Pappalardo, y a los tres hijos de ambos. En su primera y única confesión, efectuada una semana después, tras extenuantes interrogatorios y sometida a tortura en la comisaría central de Milán,[5]​ la asesina fue detallando minuciosamente y con una aparente frialdad los pasos seguidos en el crimen:[6]

Aquella noche vagaba sin rumbo, cuando, a la altura de la calle Tenca, automáticamente giré a la derecha y entré en el portal número 40 de la calle San Gregorio; lo atravesé y subí al primer piso despacio y llamé a la puerta de la familia Ricciardi. La señora preguntó quién era y luego abrió la puerta. Entré dándole la mano y ella me saludó cordialmente. Recuerdo que llevaba en brazos al pequeño Antoniuccio. Me llevó a la cocina y nos sentamos, mientras dos de los niños jugaban. Apenas me senté noté un leve malestar, tan evidente que la señora Pappalardo me dio un vaso de agua y limón. Extrañada por mi visita quiso aclarar las cosas y me dijo:«Querida señora, debería tranquilizarse y dejar en paz a Pippo, que tiene una familia con hijos. Tiene que olvidar esta historia. Porque soy buena y amable, pero si me irrita más, haré que se tenga que volver a su pueblo».

Aclaro que antes de darme el vaso de agua, la señora puso al bebé en la trona y después de haberme hablado me llevó una botella de licor y me ofreció una copa. Tuvo que ir al salón porque no encontraba el sacacorchos en la cocina. En ese momento cogí la botella, rompí el cuello, me llené un vaso hasta arriba y me lo bebí. Afectada por el alcohol y ciega de celos por lo que me había dicho antes la señora Pappalardo, me levanté y me fui a buscarla. Nos encontramos en el pasillo y al verme se asustó, retrocediendo. Entonces, me abalancé sobre ella golpeándola repetidas veces con una barra de hierro que había cogido en la cocina. La señora Pappalardo cayó al suelo medio muerta y yo continué golpeándola con la barra. Mientras la golpeaba, el pequeño Giovannino se aferró a mis piernas para defenderla. Entonces lo empujé con fuerza hacia el pasillo y comencé a golpearlo también a él. Algunos golpes dieron en la pared y otros en su cabeza. Después entré en la cocina y golpeé a Pinuccia; y a Antoniuccio, que estaba sentado en la trona y al que le di un solo golpe en la cabeza. Mientras tanto, Giovannino se estaba levantando del rincón donde lo había dejado, así que me fui hacia él y volví a golpearlo hasta que cayó con la cabeza junto a la puerta de la cocina. Pinuccia estaba como muerta en el suelo de la cocina junto a la mesa. Aterrorizada por la horrible escena salí de la casa y bajé las escaleras, sentándome dentro del portal delante de la puerta de acceso a un bajo comercial. En el interior se escuchaban los ladridos rabiosos de un perro. Quise volver a subir al piso pero me equivoqué de camino y aparecí bajo los escalones que conducían al sótano.

Me quedé sentada un rato en el primer escalón para recobrar el aliento y después volví a subir al apartamento, donde las luces estaban encendidas, como las había dejado. La señora Pappalardo y sus tres hijos continuaban vivos. Entré en el dormitorio, me quité los zapatos y me puse unos de Ricciardi. Por encima del abrigo me coloqué una chaqueta y después abrí unos cuantos cajones cogiendo una cantidad imprecisa de billetes y algunas joyas de oro. Revolví toda la casa, no sé muy bien por qué. Aún estaban vivos. El pequeño respiraba; la madre se movía; Pinuccia jadeaba. La Pappalardo me miraba con los ojos fuera de sus órbitas y me decía casi sin voz «¡Desgraciada!, ¡Desgraciada! Te perdono porque Giuseppe te quiere.» Luego añadió: «Te lo ruego, los niños, los niños...»

Me pedía ayuda la señora, mientras seguía moviéndose. Gemía. Después dejó caer la cabeza. Entonces me dirigí de nuevo al dormitorio pasando por encima de ella y pisándola con todo el peso de mi cuerpo. Ya no hablaba pero seguía respirando. Sin darme cuenta de lo que estaba haciendo derramé un líquido (amoniaco) [4]​ en la cara de las víctimas, y antes de irme les metí en la boca pañales empapados en el mismo líquido. Luego dejé los zapatos en la mesilla de noche y la chaqueta donde la había encontrado. Las víctimas agonizaban todavía cuando cerré la puerta y bajé las escaleras. Me fui a mi casa y me comí dos huevos fritos con colines. Al día siguiente fui al trabajo como si tal cosa...

Las pesquisas[editar]

El asesinato lo descubrió al día siguiente la nueva dependienta de Ricciardi, Pina Somaschini, que se había acercado a la vivienda de la calle San Gregorio para pedirle a la señora Pappalardo las llaves de la tienda. Los cadáveres de las víctimas yacían en el suelo en medio de inmensos charcos de sangre, trozos de cerebro esparcido y restos de vómitos.[4]​ La señora Pappalardo y el hijo mayor en la entrada del piso y los dos hijos menores en la cocina. La portera de la finca dijo que había cerrado el portal a las nueve de la tarde en punto como hacía siempre, aunque sin el cerrojo, que estaba estropeado, por lo que se podía entrar sin dificultad.[1]​ La investigación del caso le fue asignada al comisario Mario Nardone, conocido como el Maigret italiano, famoso por la contundencia en abordar los casos, a los que aplicaba los métodos expeditivos habituales en la época.[6][7]​ Para la policía el asesino era alguien conocido de la víctima, pues la señora le había abierto la puerta y le había ofrecido una bebida. Podrían incluso haber sido dos, ya que se encontraron tres vasos en la cocina, uno de ellos con marcas de carmín. Se comprobó que faltaban algunas piezas de plata de escaso valor, sin duda para simular un robo que acabó en asesinato. Los investigadores, sin embargo, descartaron de inmediato la hipótesis del robo, pues la familia se encontraba en condiciones económicas precarias y el negocio de Ricciardi estaba al borde de la quiebra, con numerosas deudas e impagos. Todo apuntaba a un crimen pasional, en especial por haber sido asesinados los niños, que para unos ladrones nunca habrían sido unos testigos peligrosos. Entre los dedos de la víctima se encontraron cabellos de mujer, lo que significaba que entes de morir había luchado con su asesina. Además, en el escenario del delito se encontró rota en pedazos una fotografía de la boda de los Ricciardi. La jornada del asesinato Giuseppe Ricciardi se encontraba en Prato por trabajo. Localizado e informado de lo sucedido, se le interrogó, saliendo a relucir el nombre de Rina Fort, su empleada y amante desde septiembre de 1945. La policía fue a buscarla a su casa en la calle Mauro Macchi 89 y después a la pastelería donde trabajaba en la calle Settala 43. Fue arrestada mientras desayunaba en un bar frente a la pastelería,[1]​ y llevada a la comisaría. El interrogatorio comenzó el 30 de noviembre de 1946, casi 24 horas después del cuádruple homicidio. Rina Fort admitió haber trabajado para Ricciardi, pero negó que fueran amantes y dijo desconocer dónde se encontraba. Negó también haber participado en los hechos. Interrogada por el comisario Di Serafino, después de 17 horas cedió, admitiendo su relación con Ricciardi hasta la llegada de su mujer. Más adelante reconoció su participación en el crimen acusando a Ricciardi y a un socio que llamó «Carmelo» de ser los instigadores, añadiendo que la intención de los tres fue la de simular un robo para intimidar a Franca Pappalardo y hacerle creer que Milán era una ciudad muy peligrosa y que lo mejor sería que volviese a Catania; sin embargo, según Rina Fort, ya en el domicilio la situación se precipitó a causa de un cigarrillo drogado que «Carmelo» le ofreció.[4]

El juicio[editar]

El 10 de enero de 1950 la sala de lo penal del Tribunal de Milán inició el proceso contra Caterina Fort, bajo la acusación de masacre. Fort, defendida por el abogado Antonio Marsico, acudió a todas las audiencias luciendo al cuello una vistosa bufanda amarilla que le valió el apodo de «la bestia de la bufanda amarillo canario». Entre las sesiones habló a la prensa presentándose como ajena a la causa juzgada por hechos tan atroces, llegando a preguntarle a una periodista si pensaba que estando tan tranquila podría estar cargando sobre su conciencia el asesinato de aquellos niños. Giuseppe Ricciardi confirmó su coartada: estaba en Prato ralizando unas compras de material para su negocio.[3]​ Negó además, cualquier relación con una trama homicida contra su propia familia, constituyéndose como parte civil contra la examante. Rina no reconoció en la sala de la de la audiencia a Zampulla, el tal «Carmelo» al que acusó de cómplice. Durante el proceso quedó reflejado a partir de la línea acusatoria del fiscal Giovanni De Matteo que Franca fue asesinada por «18 golpes en la cabeza con una barra metálica, mientras que los dos hijos mayores recibieron entre siete y nueve golpes. Solamente uno fue necesario para acabar con la vida del pequeño Antonio.»[2]​ Al término del juicio oral Rina Fort declaró ante la sala:

Puedo decir que no temo a la sentencia. Será lo que quieran los jueces. ¿De qué sirve que me condenen a cinco años o a cadena perpetua? ¡Ahora ya soy la Fort!

Rina Fort fue trasladada de la cárcel de San Vittore en Milán a la de Perugia. El 9 de abril de 1952 fue condenada a cadena perpetua, mientras que Zampulla, que pasó veinte meses de prisión y murió de un ataque al corazón,[3]​ y Ricciardi fueron absueltos de cualquier acusación, si bien las observaciones de los investigadores sobre el escenario del crimen presentaron numerosas lagunas y permaneció la duda de que una mujer sin ayuda hubiese podido cometer un asesinato de aquellas dimensiones con tanta violencia. El último recurso presentado al tribunal de casación confirmó el 25 de noviembre de 1953 la pena a cadena perpetua. Rina Fort rechazó durante el proceso ser la única culpable de la masacre. En una carta a su abogado se reafirmaba en su inocencia acerca de la muerte de los niños:

No es la dimensión de la pena lo que me asusta. Hay una parte del delito que no he cometido y no estoy conforme.

La condena[editar]

Rina Fort cumplió parte de su condena en Perugia hasta 1960 cuando, por motivos de salud, fue transferida a la cárcel de Trani donde el clima era más favorable. Después sería trasladada a la cárcel delle Murate de Florencia. Pidió y obtuvo el perdón de la familia Pappalardo, y el 12 de septiembre de 1975 se benefició del indulto otorgado por el presidente de Italia Giovanni Leone. Ese mismo año moría Giuseppe Ricciardi, que había rehecho su vida, se había casado nuevamente y tenía un hijo. A partir de 1975 Rina Fort retomó el apellido de casada Benedet, de su exmarido fallecido Giuseppe Benedet, viviendo una vida reservada junto a una familia que la acogió tras su excarcelación hasta su muerte por infarto el 2 de marzo de 1988.[3]

Referencias[editar]

  1. a b c d Colombo, Mauro. «Storia di Milano». Rina Fort, la belva di via San Gregorio (en italiano). Consultado el 20 de enero de 2024. 
  2. a b Giangrande, Antonio (2020). Il Mistero di Rina Fort, la "belva di San Gregorio" (en Anno 2021. La giustizia. Decima parte) (en italiano). ‎ StreetLib. Consultado el 23 de enero de 2024. 
  3. a b c d Vergani, Guido (3 de marzo de 1988). «È morta Caterina Fortmregina della cronaca nera» (en italiano). Milán: La Repubblica. Consultado el 23 de enero de 2024. 
  4. a b c d Madeo, Liliana (26 de octubre de 2023). Donne “cattive”. CInquant'anni di vita italiana (en italiano). Miraggi Edizioni. ISBN 9788833862422. Consultado el 22 de enero de 2024. 
  5. Colombo, Mauro (5 de enero de 2004). «Rina Fort, la belva di via San Gregorio». Storia di Milano (en italiano). Consultado el 23 de enero de 2024. «L’interrogatorio fu condotto dal commissario dott. Di Serafino, e durò diciassette ore filate. Secondo quanto la Fort raccontò poi al suo avvocato difensore, mentre le venivano poste le domande un agente continuava a schiaffeggiarla, mentre un altro spesso la sferzava a manganellate. Alla fine, stremata ed affamata, umiliata e minacciata (“Ti facciamo fucilare”), si decise a confessare il suo orribile gesto.» 
  6. a b Davini, Mariachiara (3 de octubre de 2013). «82». 101 storie sul Friuli che non ti hanno mai raccontato (en italiano). Newton Compton Editori. ISBN 9788854159266. Consultado el 22 de enero de 2024. «Interrogata per ore dal commissario Mario Nardone -il Maigret italiano, lo chiameranno per l'abilità dimostrata in diversi casi celebri- confesa di aver ucciso Franca, ma non i tre piccoli.-». 
  7. Ramacci, Sabrina; Boccianti, Emanuele (2 de mayo de 2013). Italia Giallo e Nera (en italiano). Newton Compton Editori. ISBN 9788854153240. Consultado el 22 de enero de 2024. 

Bibliografía[editar]

  • Buzzati, Dino. Cronache nere (págs.16-96) 2ª edición (1989). Editorial Theoria. Isbn 88-241-0057-0
  • Fasanotti, Pier Mario; Gandus, Valeria. La Medea di Porta Venezia (en Mambo italiano 1945-1960. Tre lustri di fatti e misfatti, págs. 74-96). Editor Marco Tropea (2000). Isbn 88-438-0193-7
  • Besozzi, Tommaso. La quinta vittima di Rina Fort (en Nera, maledetta nera). Editorial RCS Periodici. Milán 2004.
  • Polidoro, Massimo, Cronaca Nera. Ed. Piemme, 2005
  • Luccarelli, Carlo; Picozzi, Massimo. La nera. Storia fotografica di grandi delitti italiani dal 1949 a oggi. Ed. Mondadori. Milán, 2008. Isbn 9788804575405.
  • Rizzotto, Max (texto); Vivaldo, Andrea (ilustraciones), Il caso Rina Fort, Editorial BeccoGiallo, 2006. Isbn 978-8885832152.
  • Giuseppe, Grazzini; Tramballi, Gualtiero. Cronaca nera: da Rina Fort a Bozano da Cavallero a Crucio. Trent'anni di storia criminale italiana. Ed. A. Mondadori. Milán, 1975.

Enlaces externos[editar]