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Montonera

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En algunos países de América Central y Meridional se conoce como montoneros a las formaciones militares irregulares constituidas generalmente por individuos de una misma localidad que brindan su apoyo armado a una determinada causa o caudillo. Surgidas inicialmente durante la guerra de independencia frente a España estas agrupaciones de civiles en armas han tenido un papel importante en la historia de algunos paises hispano-americanos durante el siglo XIX.

Es generalmente compartida por diversos filólogos la idea que el término montonero se debe a que estos hombres marchaban "en montón" es decir desorganizados, se agrupaban y dispersaban "en los montes" y generalmente luchaban "montados".[1][2][3]​ El hecho de que las montoneras aparecían espontaneamente en las localidades sublevadas, atacando a guarniciones realistas aisladas y dispersándose inmediatamente al enfrentar a una fuerza superior para volverse a reunir y actuar de nuevo ha llevado a algunos autores a compararlas con el fenómeno social de la guerrilla aparecida durante la guerra de independencia española esto debido a que, a decir del historiador español Manuel Ovilo y Otero, operaban bajo el mismo sistema de guerrillas que se planteó en España contra las tropas de Napoleón desde 1808 a 1814, perfectamente entendido y aun mejorado en mucho por aquellos naturales.[4]

Por su parte el oficial inglés Guillermo Miller, que sirvió en el ejército del general Wellington durante su campaña en España, señalaba que "los montoneros en el Perú, como las guerrillas en la guerra peninsular, brindaban un incalculable servicio como fuerza auxiliar."[5]

En Argentina

En la historia argentina, se llamó montoneras a las unidades militares de extracción rural, generalmente de caballería, conducidas por los caudillos locales, que participaron en las guerras civiles argentinas del siglo XIX.

Características

Las montoneras eran unidades relativamente inorgánicas, de extracción rural, y que generalmente operaban en ámbitos rurales. Generalmente se las asocia con el concepto de milicias rurales; la diferencia esencial entre éstas es que se llamaba milicias a las fuerzas que contaban con el apoyo del gobierno provincial, mientras que “montoneras” eran las que se alzaban contra el mismo. Lógicamente, cuando una montonera lograba cambiar una situación provincial, pasaban automáticamente a ser consideradas “milicias rurales”. De igual manera, muchas milicias rurales pasaron a ser montoneras cuando perdieron el apoyo del gobierno provincial.[6]

Las provincias con capitales más populosas, sobre todo Buenos Aires y, en menor medida, Córdoba, contaban además con importantes fuerzas de milicias urbanas, que servían únicamente para defender las ciudades.

Su grado de organización dependía fuertemente de las circunstancias. Por ejemplo, las montoneras organizadas por Blas Basualdo en la provincia de Entre Ríos en 1814 parecen haber sido amontonamientos de hombres sin disciplina, que lograron algunos éxitos merced solamente a su valor y audacia. Las que se organizaron en esa misma provincia pocos años más tarde, mandadas por Francisco Ramírez, disponían de una disciplina, organización y mando notables, que les permitieron vencer repetidamente a fuerzas muy superiores en número, de tropas "de línea".[7]

Sus tácticas de combate eran rudimentarias, pero se adaptaban a las condiciones predominantes en el campo abierto en la Argentina. En efecto, generalmente debían recorrer grandes distancias sin población alguna entre pueblos y ciudades, y combatir en lugares elegidos por características geográficas naturales, eligiendo sitios en donde la cercanía de cursos de agua o montes de árboles les podía dar alguna ventaja. No obstante, tratándose de tropas casi exclusivamente de caballería, preferían espacios abiertos.

Generalmente, las tropas ansiaban entrar en contacto con el enemigo y combatir cuerpo a cuerpo. Sus jefes, en cambio, preferían llevar adelante una estrategia de guerrillas, con la que desgastaban a las tropas regulares y les dificultaban sus maniobras, además de derrotar a cualquier grupo que se alejara del grueso del ejército enemigo. Se suele citar al caudillo de la provincia de Santa Fe, Estanislao López, como el más capaz en el desarrollo de estrategias de desgaste. Efectivamente, de esta manera logró mantener la autonomía de su provincia ante los ejércitos enemigos, venciendo a jefes tan capaces como Juan Ramón Balcarce, Manuel Dorrego, Juan Lavalle y José María Paz. Esta misma estrategia terminó también por darle la victoria sobre su ex aliado Francisco Ramírez, confirmando que, en esas condiciones, la disciplina valía menos que las tácticas apropiadas.

La apreciación histórica del término

En la historiografía argentina, el término montonera suele ser citado de manera despectiva. Especialmente por los historiadores liberales, que se identifican con los gobiernos de esa tendencia de Buenos Aires.[8]

Tanto es así, que los historiadores liberales suelen evitar por todos los medios llamar "montoneros" a los combatientes de la llamada Guerra Gaucha, eficaz defensa del norte del país durante la guerra de independencia, aunque la estrategia y tácticas que llevaron adelante Martín Miguel de Güemes y sus seguidores eran idénticas a las que utilizaban los caudillos federales.

Por su parte, los historiadores de la corriente revisionista suelen exaltar estas formaciones militares como auténticas defensoras del federalismo provincial contra el centralismo porteño.[9]

El nombre fue utilizado por un movimiento guerrillero del último tercio del siglo XX, la organización Montoneros. Su ideología y metodología, sin embargo, debían muy poco a los montoneros del siglo XIX.

Evolución del armamento y táctica

Las armas que se utilizaban eran, con mucha frecuencia, combinaciones de lanza con otra u otras. En un principio, parecen haber conseguido armas de fuego, y adaptado sus tácticas de combate para esa combinación. Sin embargo, avanzando el siglo XIX, éstas parecen haber sido más costosas, y el aumento del número de combatientes exigió simplificar el armamento: combinaban lanzas con sables, y en su defecto armas más primitivas, como las indígenas boleadoras.

Un caso especial de la estrategia militar lo presentó la provincia de Santiago del Estero, cuyo gobernador Juan Felipe Ibarra prefirió siempre defenderse por la estrategia de “tierra arrasada”. Dado que las fronteras de la provincia eran especialmente difíciles de controlar, cada vez que la provincia era invadida, dejó a sus enemigos ocupar la capital provincial y la privó de agua y alimentos, hasta obligar a los invasores a abandonar la provincia.

Desde 1828 en adelante, algunas provincias comenzaron a contar con ejércitos formales, especialmente Buenos Aires y, en menor medida, Córdoba. El general José María Paz llevó la formalidad militar a esta última provincia, pero en los años que siguieron a su caída, las milicias rurales de Córdoba volvieron a preferir una organización de estilo montonero. La provincia de Buenos Aires, en cambio, prefirió organizar ejércitos profesionales, limitando la acción de las milicias rurales a la defensa contra los indígenas. Durante la guerra contra la Coalición del Norte fue la superioridad de este ejército profesional porteño el que decidió la lucha; máxime cuando enfrentaban al ejército del general Lavalle, que intentaba hacerse popular organizando montoneras.[10]

Iniciado el período llamado de la "Organización Nacional", es decir, posterior a la sanción de la Constitución Argentina de 1853, las luchas entre grupos políticos continuaron siendo dirimidas por medio de combates entre tropas regulares y montoneras.

A partir de la batalla de Pavón, éstas comenzaron a perder posibilidades operativas frente al armamento cada vez más moderno de la infantería de línea. Aún así, la primera de estas guerras civiles, dirigida contra el gobierno nacional por Ángel Vicente Peñaloza, se resolvió en contra de éste, pero por la mejor capacitación y equipamiento de las tropas nacionales de caballería “de línea”.

En las siguientes luchas, en cambio, la superioridad de la infantería decidió en todos los casos las luchas: el último de los caudillos federales, Ricardo López Jordán, fue derrotado repetidamente por esta razón.[11]​ Sorprendentemente, el último caudillo unitario, el ex presidente Bartolomé Mitre, también fue derrotado por la superioridad de la infantería frente a sus montoneras. Por cierto, en esa época, la palabra "montonera" se le aplicaba únicamente a los federales, pero la organización de las tropas que apoyaron a Mitre en 1874 fue de ese tipo.[12]

En Perú

En Perú se llamaron “montoneras” a distintos cuerpos guerrilleros que combatieron contra las fuerzas españolas durante la independencia aunque hubo algunas partidas que se unieron a los realistas.

Unos estaban montados en mulas, otros en caballos, algunos llevaban gorras de piel de oso, otros cascos, otros morriones, y muchos tenían sombreros gachos de lana de vicuña: algunos tenían plumas; pero la mayor parte no llevaban plumaje. Sus trajes no eran menos variados; chaquetas de húsar, casacas de infantería, y pellizas encarnadas, quitadas a los realistas muertos, estaban entremezclados con los uniformes patriotas. A esto debe añadirse pantalones de mameluco, otros ajustados, con campana y cuchillas corridas de piel, calzones cortos, sandalias, y sin zapatos; pero todos estaban uniformados en una prenda. Cada individuo tenia un poncho que llevaba en la forma usual, o liado alrededor de la cintura, en forma de faja, o colgado fantásticamente del hombro; tampoco había ninguno que dejase de llevar su lazo. Sus armas tenían la misma diversidad: fusiles, carabinas, pistolas, espadas, bayonetas, sables, grandes cuchillos y lanzas o picas, eran las armas con que el azar había armado ya a uno, ya a otro de ellos; pero las cuales manejaban en el combate con terrible efecto. E1 comandante de ellos, el capitán ..., que había sido nombrado en consideración a sus particulares hazañas, iba armado con una pistola, una carabina y una larga espada recta que le había quitado a un coronel español, a quien mató en combate singular. Memorias del General Miller[13]

El término “montoneras” volvió a utilizarse el años siguientes para referirse a las fuerzas irregulares que combatieron durante las guerras civiles peruanas y posteriormente contra la ocupación chilena, durante la Guerra del Pacífico.

En Ecuador

En Ecuador, las “montoneras” fueron un fenómeno militar inorgánico, surgido después de la Independencia, en la zona agrícola de la costa de ese país. Se trataba del brazo armado – de caballería – de un movimiento de oposición popular frente a las violencias cometidas por hacendados o autoridades del nuevo poder republicano, e incluía a peones de las haciendas, pequeños propietarios y trabajadores sueltos. Con el tiempo, se transformaron en la fuerza de choque del partido liberal, liderados por Eloy Alfaro, en la década de 1880.

Referencias

  1. Martha Hildebrandt, "Peruanismos", pág. 249
  2. Bruno Rosario Candelier, "La ficción montonera: las novelas de las revoluciones", pág. 14
  3. Carlos Molina Massey, "La montonera de Ahuancruz: novela de ambiente histórico de la época de Rosas", 263
  4. "Historia de las Cortes de España, y examen histórico-crítico de las mismas desde el casamiento de S. M. la reina Doña Isabel II. Libro de los diputados célebres", Biografía del teniente general José Santos de la Hera, pág. 103
  5. "Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru", Volumen 2, Publicado por John Miller, edición de 1829, pág. 138
  6. El caso más típico al respecto es el de las milicias de la provincia de La Rioja comandadas por el Chacho Peñaloza, que perdieron el favor del gobierno provincial después de la batalla de Pavón, y continuaron la guerra contra los invasores porteños transformados en montoneras.
  7. Paz, José María, Memorias póstumas. Ed. Hyspamérica, Bs. As., 1988. ISBN 950-614-762-0
  8. Sarmiento, Domingo Faustino, Facundo, civilización y barbarie. Ed. Emecé, Bs. As., 1999.
  9. Rosa, José María, La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas, Ed. Hyspamérica, 1986. ISBN 950-614-362-5
  10. Ruiz Moreno, Isidoro J., Campañas militares argentinas, Tomo II, Ed. Emecé, Bs. As., 2006. ISBN 950-04-2794-X. También en Beverina, Juan, Las campañas de los ejércitos libertadores 1838-1852, Bs. As., 1923.
  11. Ruiz Moreno, Isidoro J., Campañas militares argentinas, Tomo III, Ed. Emecé, Bs. As., 2008. ISBN 978-950-620-245-3
  12. López Mato, Omar, 1874: Historia de la revolución olvidada, Ed. Olmo, s/f.
  13. "Memoirs of General Miller: in the service of the republic of Peru", Volumen 2, Publicado por John Miller, edición de 1829, pág. 140

Bibliografía

  • Academia Nacional de la Historia, Partes de batalla de las guerras civiles, Bs. As., 1977.
  • Aráoz de Lamadrid, Gregorio, Memorias, Bs. As., 1895.
  • Cárcano, Ramón J., El general Quiroga. Ed. Emecé, Bs. As., 1947.
  • Quesada, Ernesto, Pacheco y la campaña de Cuyo, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1965.
  • Ruiz Moreno, Isidoro J., Campañas militares argentinas, Tomo I, Ed. Emecé, Bs. As., 2004. ISBN 950-04-2675-7