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Migración de las 400 familias

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La Diáspora Tlaxcalteca

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Los antecedente histórico de las primeras migraciones de tlaxcaltecas hacia el occidente del país se debieron al proceso de colonización y de expansión del dominio de los españoles (incluyendo la pacificación de los indígenas del norte y la culminación de la Guerra Chichimeca), hacia el norte de la Nueva España; territorio rico en yacimiento de minerales, hacia 1531.

Muchos pequeños grupos de los pueblos del sur (cholultecas, aztecas o mexicas, tarascos, huejotzingas y otomíes) habían ido al norte, básicamente atraídos por mejores pagas y otras oportunidades en las tierras limítrofes, donde la mano de obra siempre era insuficiente. Y, además de tales migraciones en grupo, muchos indios, se habían trasladado a la frontera para comerciar o bien para trabajar como empleados, mercaderes, en fuerzas militares organizadas o simplemente en busca de aventuras.

Algunos de los indios que se dirigieron al norte planeaban dedicarse a la minería. El 6 de febrero de 1585, los funcionarios del poblado minero de San Martín pidieron al virrey que enviara de dos mil a cuatro mil indios casados de Tlaxcala, Xochimilco, Cholula y Huejotzingo así como de otros lugares, como Michoacán. Esta propuesta tenía como objetivos aumentar la resistencia a los ataques chichimecas y obtener mano de obra para las minas.

Por primera vez, se llevaría a cabo una migración en masa: el traslado de 400 familias tlaxcaltecas que habían de establecerse en ubicaciones estratégicas de la zona chichimeca cuando llegaban a su fin las hostilidades. El capitán Caldera y otros fronterizos importantes quedaron complacidos con este plan. Otros, incluso algunos de los tlaxcaltecas, tenían graves dudas que prolongaron y dificultaron las negociaciones para gran ventaja, al fin, no sólo de los inmigrantes, sino también de quienes se quedaron en Tlaxcala.

El hecho de que la paz aún estuviese en pie al terminar la sequía de 1590 y 1591 hizo posible que el virrey de Velasco concluyera las negociaciones con los tlaxcaltecas. Los peligros de vivir en la Gran Chichimeca eran notorios; los capitanes tlaxcaltecas se mostraban reacios a enviar a su gente a lo que bien podría resultar un suicidio en masa, a manos de los "desnudos y crueles salvajes del norte".

Esta renuencia de los tlaxcaltecas fue fomentada por los franciscanos que vivían entre ellos y que los protegían. Gerónimo de Mendieta, el cronista, fue notable, pues temía que no durara la paz y que los tlaxcaltecas fueran sacrificados por los chichimecas. Mendieta dio su opinión al virrey, pero una segunda temporada de secas en plena paz chichimeca debilitó sus argumentos.

Para entonces los tlaxcaltecas, con experiencia y ayuda de los franciscanos conocían bien los medios y los caminos para obtener mediante negociaciones privilegios para sí mismos; muestra de ello es la carta que les otorgó el virrey Velasco como condición para su migración en masa.

Un elemento importante de esta emigración, implícito pero no declarado en el acuerdo formal, fue la protectoría. Todas las nuevas colonias tlaxcaltecas quedaron bajo el amparo de los capitanes así como los recién pacificados y ubicados chichimecas. La protección general de las dispersas colonias tlaxcaltecas fue específicamente responsabilidad de Miguel Caldera.

El virrey decidió apelar a los indios amigos de Tlaxcala para usarlos como intermediarios para lograr la paz. De inmediato estableció negociaciones con Gregorio Nacianceno, jefe de la República de Tlaxcala, para que proporcionase cuatrocientos indios casados, para que con sus familias fuesen a poblar las tierras del norte de la Nueva España.[1]

Antes de la partida, el virrey también tuvo el cuidado de proteger los intereses tlaxcaltecas. Entre las medidas tomadas estuvo la garantía de que las posesiones de los colonos en Tlaxcala no serían arrebatadas a sus herederos y que las propiedades de los capitanes tlaxcaltecas escogidos para escoltar a su pueblo hasta el norte no serían dañadas ni arrebatadas en su ausencia. Todavía para entonces unos cuantos tlaxcaltecas se mostraron recalcitrantes y trataron de convencer a otros de que se negaran a emprender el viaje; estos disidentes fueron castigados por órdenes del virrey.

Se concertaron las capitulaciones, que fueron aprobadas por el rey Felipe II. Los tlaxcaltecas que iban a la norte serían considerados como caballeros e hidalgos, antepondrían a su nombre el título de “Don”; asimismo, podrían montar a caballo y usar armas; estarían exentos de tributos y servicio personal, establecerían sus poblaciones separados de los españoles, los pueblos tendrían ayuntamiento propio, con exclusión de otros indios y españoles, se les daría aperos de labranza, etc. Estas capitulaciones se publicaron el 14 de marzo de 1591.4[1]

Asimismo, debe tenerse en consideración que la presencia tlaxcalteca en el norte novohispano no se limitó a la fundación de las colonias originales de 1591, sino que, como diversos investigadores han demostrado, fue un proceso de expansión que se prolongó a lo largo de los siglos XVI y XVIII y territorialmente abarcó los actuales estados de San Luis Potosí, Zacatecas, Durango, Jalisco, Nuevo León, Coahuila y en territorio estadounidense Texas y Nuevo México.[2]

Los migrantes, que incluyeron tanto pillis como macehuales, lograron conservar, para sí y sus descendientes, todas las prerrogativas que la corona había concedido a la muy noble y leal ciudad de Tlaxcala, privilegios que mantuvieron durante 3 siglos, hasta el movimiento de independencia.[3]

La larga caravana de carretas partió ruidosamente de Tlaxcala en los primeros días de junio de 1591. A mediados del mes se encontraban en las cercanías de la Ciudad de México y, el 18 de junio, el virrey Velasco visitó en persona a los emigrantes.

Para el 6 de julio, la caravana tlaxcalteca había llegado al río San Juan, a mitad del camino entre Jilotepec y el centro otomí de Querétaro; mientras acampaban allí, se levantó un censo oficial. Los emigrantes viajaban bajo la guía y protección de un teniente general especialmente comisionado, Agustín de Hinojosa Villavicencio, con los respectivos gobernadores y capitanes de los cuatro contingentes que representaban las cuatro principales divisiones de la nación tlaxcalteca.

Aquel 6 de julio la cuenta arrojó un total de 932 colonos; 690 de ellos casados, con 187 niños, y 55 solteros o viudos. Viajaban en cerca de 100 vehículos, entre carros y carretas.

Los tlaxcaltecas llegaron a Cuicillo antes del 5 de agosto, cuando los destinados a Charcas quedaron al cuidado del capitán Juan de la Hija. En este punto estratégico, donde se unían las carreteras de Michoacán, de la Ciudad de México y de los asentamientos recién organizados de San Luis Potosí, los tlaxcaltecas fueron recibidos por el general Rodrigo del Río de Loza —gobernador de la Nueva Vizcaya—, por el capitán y justicia mayor Miguel Caldera y por algunos otros funcionarios y capitanes. Fue allí donde Del Río y Caldera tomaron las decisiones finales sobre procedimientos y sitios para ubicar a los tlaxcaltecas. El capitán Caldera escribió: "y en el ojo caliente que llaman Cuisilique los repartí, y unos los dejé en Tequisquiapan [San Luis] y otros en Mexquitic, y otros a Las Charcas, otros a Saltillo, otros a San Andrés Chalchihuites, y los que me quedaron tlaxcaltecas dejé en la frontera de San Luis Colotlán".

A esta época pertenece el asentamiento tlaxcalteca en la congregación de guachichiles de San Sebastián Agua del Venado o Mazatepec, pues fue una de las cuatro poblaciones primeramente acordadas y se hizo en 1591. Entre los guachichiles de allí había muchos de los llamados negritos. Pero la tierra asignada a este pueblo fue corta para sembrar y escasa el agua; por esta razón, poco después salieron algunos indios que fueron a poblar a San Jerónimo del Agua Hedionda (hoy Moctezuma) y al valle de San Antonio.

Desde luego, el general Rodrigo del Río tenía más alto grado que Caldera, y presidió esta distribución. Pero el general estaba viejo y enfermo y Caldera contaba con un íntimo conocimiento de la situación total de la tierra. Por esto, así como por sus propias palabras, parece claro que él quedó de inmediato a cargo de distribuir y ubicar a los tlaxcaltecas.

El asentamiento de los colonos en Saltillo quedó en manos del capitán protector Francisco de Urdiñola. Los otros asentamientos de los tlaxcaltecas estuvieron conectados de manera más directa con la carrera de Miguel Caldera.

Mexquitic, ubicado en un sitio inexpugnable de aquellas tierras, se llamaba ahora San Miguel Mexquitic, evidentemente en honor del capitán. Sin duda, hace honor a la importancia de Miguel Caldera al transformar aquel bastión de guerreros hostiles en la sede de su programa de pacificación.

San Luis era un sitio cercano a unas rancherías guachichiles, en campo raso, en el borde oriental de las sierras, donde pronto surgiría la ciudad española de San Luis Potosí. También estos campamentos guachichiles quedaron desde el principio bajo la protección de Caldera.

La instalación de tlaxcaltecas en Mexquitic era de gran importancia estratégica, pues era el centro de los chichimecas más belicosos y estaba cerca del camino México-Zacatecas. Era tan importante esta colonización, que el virrey Velasco envió a un emisario especial, un mestizo que era mitad tlaxcalteca, Diego Muñoz Camargo, para hacerse cargo directamente del establecimiento oficial. Es posible que los nuevos colonos mostraran cierto temor ante aquella ubicación tan peligrosa o que quizás riñeran entre ellos, o acaso el virrey sólo deseó mostrarles una consideración especial. Sea como fuere, el cambio causó un retraso: la división general de los tlaxcaltecas se había efectuado en el Cuicillo a principios de agosto, pero su aposentamiento en Mexquitic comenzó hasta el 2 de noviembre.

Ese día se celebró el encuentro de guachichiles y tlaxcaltecas con las ceremonias correspondientes. Los primeros estaban representados por Juan Tenzo, nombrado "señor natural de estas tierras"; por Miguel Caldera, llamado así en honor del mestizo, y por Pedro de Torres, ladino que servía de intérprete. Los tlaxcaltecas, procedentes de la zona de Tepetícpac de Tlaxcala, iban encabezados por su gobernador, don Francisco Vázquez Coronado, y por un buen número de jefes, acompañados por su dirigente y consejero espiritual, fray Ignacio de Cárdenas. Asimismo, participaban el guardián del convento franciscano de Charcas —donde ya estaban ubicados unos tlaxcaltecas— y un soldado de Mexquitic, Andrés de Fonseca, también labrador, de parte de los cercanos maticoyas.

Muñoz partió de Mexquitic y llegó a un valle de más de una legua de longitud donde había una corriente; cedió la mitad del valle a los tlaxcaltecas y la mitad a los guachichiles, conduciéndolos de la mano a sus respectivas porciones. San Miguel Mexquitic, el centro más populoso, se convirtió en cabeza de esta zona de colonización, llamada provincia de Mexquitic. Un grupo de tlaxcaltecas pronto fue a vivir con los guachichiles en San Luis.

Mientras los tlaxcaltecas estaban dispersándose rumbo a sus nuevos hogares en la frontera, fueron incorporados al proceso de proveeduría del rey. En la caja real de Zacatecas, el 16 de septiembre de 1591 el jefe abastecedor de la frontera, Antonio López de Zepeda, recibió mil pesos para comprar carretas, bueyes, arados y otras cosas para los nuevos colonos. Y aun después del tiempo estipulado en su carta de privilegios, recibieron ayuda real siempre que tuvieron dificultades.

Este asentamiento tlaxcalteca en la Gran Chichimeca fue un elemento básico en la consolidación de la paz de la frontera, pues casi en todos aspectos la empresa cubrió o superó las esperanzas de quienes la habían planeado. La presencia de los tlaxcaltecas fomentó la imitación entre los chichimecas de sus modos de vida aculturizados. Este programa fue tan eficaz que los seis asentamientos tlaxcaltecas originales pronto estuvieron mandando colonos a otras partes de la frontera, hasta el Río Grande y después dentro de Nuevo México y Texas, con el mismo propósito.

Los tlaxcaltecas hicieron su gran contribución mientras conservaban los privilegios que habían recibido; así, vivieron de manera un tanto autónoma con su propio gobierno, de acuerdo con los lineamientos que habían conocido en su nativa Tlaxcala. En esto fueron protegidos por los capitanes de la frontera, como Caldera y Urdiñola, y por los padres franciscanos que los atendían.

Las familias tlaxcaltecas se fueron con todo, con su cultura, sus formas de organización productiva-económica, política y social, dando inicio a una expansión amplia y divergente en el norte que hoy conocemos. Sin lugar a dudas la transferencia de la tecnología y conocimientos sobre las actividades agropecuarias fue fundamental en este proceso de consolidación de territorios nómadas. Los tlaxcaltecas fueron fieles aprendices de los conocimientos de la agricultura medieval europea, que al mezclarse con los conocimientos locales dio origen al nuevo florecimiento de estos territorios, que posteriormente les permitió ir avanzando a la colonización de nuevos territorios cada vez más alejados de su origen.[4]

Referencias

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  1. a b Piñera Ramírez, David (1994). UABC, ed. Visión histórica de la frontera norte de México. p. 102. ISBN 9789687326016. 
  2. JOSÉ CARLOS AVENDAÑO (6 de junio de 2014). «La diáspora tlaxcalteca, 418 años después». Consultado el 17 de noviembre de 2016. 
  3. Collin Harguindeguy, Laura. «Identidad regional y fronteras étnicas: la historia de la conquista según los Tlaxcaltecas». Scripta Ethnologica. Consultado el 17 de noviembre de 2013. 
  4. Romo, Adrián González; Bárcenas, Roberto Estrada (5 de diciembre de 2014). «Los nuevos migrantes de Tlaxcala: cambios, transformaciones y nuevos escenarios del fenómeno migratorio». Boletín Científico de las Ciencias Económico Administrativas del ICEA 3 (5). ISSN 200704913 |issn= incorrecto (ayuda). Consultado el 18 de noviembre de 2016. 

Enlaces externos

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  • Biblioteca Digital ILCE [1].
  • EUMED [2].