Diferencia entre revisiones de «Cenote sagrado de Chichén Itzá»

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He contado las leyendas del cenote sagrado,por que me parece muy interesante que se conozca esta parte de la historia tambien.Lo encontre en: http://www.mexicodesconocido.com.mx/ritos-y-leyendas-del-cenote-sagrado.html
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Por siglos aquellas leyendas entretejieron un halo de misterio sobre la ciudad abandonada, que fue cubierta por la vegetación, y no sería sino hasta los inicios del siglo XX cuando Edward Thompson, valiéndose de su calidad diplomática, pues estaba acreditado como cónsul de los Estados Unidos, adquirió el predio que albergaba las ruinas de un hacendado yucateco que consideraba el lugar impropio para la siembra y por ello le adjudicaba escaso valor.
Por siglos aquellas leyendas entretejieron un halo de misterio sobre la ciudad abandonada, que fue cubierta por la vegetación, y no sería sino hasta los inicios del siglo XX cuando Edward Thompson, valiéndose de su calidad diplomática, pues estaba acreditado como cónsul de los Estados Unidos, adquirió el predio que albergaba las ruinas de un hacendado yucateco que consideraba el lugar impropio para la siembra y por ello le adjudicaba escaso valor.

Al paso de los años se a visto que los cenotes fueron importantes para los mayas, han servido para estudiar su cultura, creencias, hasta su gran conocimiento medicinal, así como también en sus estudios arquitectónicos entre otros aspectos de importancia y relevancia . Aunque aún falta más exploración creemos que con el paso de los años y la tecnología será mucho más fácil su investigación,nos dará más conocimientos para agregar a la historia de esta gran cultura maya. Participó: Elva Eduarda Reyna Alfaro y Blanca Guadalupe Muñiz Montiel.

Revisión del 03:28 21 ene 2016

Cenote Xtoloc en Chichén Itzá.

El Cenote Sagrado es un cenote del tipo abierto (a cielo abierto), que se muestra como una depresión circular rellena de agua midiendo 60 m de diámetro, con paredes verticales que miden 15 m del nivel del acceso a la supeficie de agua. Se encuentra al norte de la pirámide de Kukulcán y conectado con ella mediante una calzada de unos 300 m de longitud. Como en el caso general de los cenotes, a nivel del manto freático, está conectado con otros flujos laminares subterráneos, que finalmente van a dar al océano. Dicese que los Itzáes, fundadores de Chichén Itzá, y más tarde los Xiues , que dominaron la región hacia el período posclasico de la cultura maya, lo utilizaban para hacer sacrificios animales y humanos, como tributo a sus dioses. También arrojaban cerámica y joyas al fondo, en ofrendas y rituales religiosos.[1]

Los cenotes

Un cenote (del maya ts'ono'ot:caverna con agua), es una dolina inundada de origen kárstico que se encuentra en algunas cavernas, como consecuencia de haberse derrumbado el techo de una o varias cuevas. Ahí, como se menciona arriba, se juntan las aguas subterráneas, formándose estanques más o menos profundos. Existen varios tipos de cenotes: a cielo abierto, semiabiertos y subterráneos o en gruta. Esta clasificación está directamente relacionada con la edad del cenote, siendo los cenotes maduros, como en el caso del "Cenote Sagrado", aquellos que se encuentran completamente abiertos y los más jóvenes los que todavía conservan su cúpula o bóveda intacta, aún no afectada por la erosión que va paulatinamente deteriorando la capa calcárea que la forma.[2]

Cenotes en Chichén

En el caso de Chichén Itzá, dos cenotes importantes se encuentran en el sitio (es posible que haya más, no detectados), que son de importancia. El denominado Xtoloc (en lengua maya, el iguano) y el conocido por el cenote sagrado. El primero era para abastecer de agua a la población y el segundo utilizado sólo para fines rituales en el nombre de Chaac,[3]​ dios de la lluvia para los mayas.[4]

Exploración y dragado del cenote sagrado

En el cenote sagrado que nos ocupa, de 13 m de profundidad y cuyo fondo tiene una gran cantidad de fango, se encuentra del lado sur un pretil que afirman las tradiciones fue utilizado para lanzar a las doncellas ricamente ataviadas y enjoyadas. Esto, en el siglo XIX, despertó la codicia de Edward Herbert Thompson[5]​ quien se hizo nombrar cónsul de los Estados Unidos en Mérida, compró la hacienda Chichén Itzá en 1893 e instaló una draga en 1904 en la orilla del cenote. De esta forma, extrajo Thompson del cenote gran cantidad de objetos como esqueletos humanos y de animales, así como joyas y piezas arqueológicas elaboradas en jade y onix, que trasladó a su país para vender, realizando esta tarea durante 30 años, hasta que fue denunciado y la hacienda expropiada. La mayor parte de las piezas así obtenidas fueron adquiridas por el Museo Peabody,[6]​ de los Estados Unidos que finalmente, después de la intervención del gobierno mexicano, aceptó devolver a México la mitad del lote en 1970 y otras cuantas más recientemente, en 2008.[7][8]

Dos dragados adicionales se han hecho desde entonces, el primero de los cuales por la Sociedad Mexicana de Geografía e Historia,[9]​ con magros resultados y el segundo, mucho más completo y fructífero, por varias dependencias del gobierno mexicano, encabezadas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia. Lo obtenido por estas incursiones en el cenote sagrado se encuentra principalmente en el Museo de Antropología e Historia de la Ciudad de México.[10]

Referencias

RITOS Y LEYENDAS DEL CENOTE SAGRADO

Fray Diego de Landa, misionero franciscano y cronista del siglo XVI en Yucatán, celoso de su misión evangelizadora recorrió varios lugares de la península donde se sabía existían ruinas de los antiguos pobladores. 48 2 3

Foto: María Valdéz Me gusta Subir Fotos o Video Agregar a Mis Viajes


MÉXICO DESCONOCIDO

Uno de estos periplos lo llevó a la afamada ciudad capital de Chichén Itzá, de la que se conservaban impresionantes construcciones, mudos testigos de una grandeza pasada que según las historias de los ancianos había llegado a su fin después de las guerras entre los Itzáes y los Cocom. Al término del conflicto, Chichén Itzá fue abandonada y sus habitantes emigraron hacia las tierras selváticas del Petén.

En su estadía por las ruinas, los guías indígenas de fray Diego lo llevaron al famoso cenote, pozo natural formado por el derrumbe de la techumbre que cubría un río subterráneo, permitiendo a los hombres aprovechar el agua para su sustento.

Esta inmensa cavidad tenía para los antiguos mayas un carácter sagrado, pues era el medio de comunicación con Chaac, la deidad acuática por excelencia, patrono de la lluvia que regaba los campos y favorecía el crecimiento de la vegetación, particularmente del maíz y otras plantas que alimentaban a los hombres.

Diego de Landa, inquisitivo, a través de las versiones de los ancianos que habían sido educados en los tiempos anteriores a la conquista, se enteró de que el Cenote Sagrado era uno de los sitios más importantes en los rituales que se celebraban en la antigua capital. En efecto, a través de sus informantes conoció las leyendas que corrían de boca en boca y que describían los fabulosos tesoros, constituidos por joyería de oro y jade, así como las ofrendas de animales y de hombres, especialmente de jóvenes mujeres vírgenes.

Una de las leyendas contaba la historia de una pareja de adolescentes que cobijaban sus amores en la selva, en contra de la prohibición de los padres de la joven de conocer varón, porque desde pequeña su destino había sido marcado por los dioses: algún día, cuando fuera mayor, sería ofrendada a Chaac, lanzándola desde el altar sagrado que se hallaba al borde del cenote, dando su vida para que siempre hubiera abundantes lluvias sobre los campos de Chichén Itzá.

Así llegó el día de la fiesta principal y los jóvenes enamorados se despidieron con angustia, y fue en ese momento cuando el gallardo adolescente prometió a su amada que no moriría ahogada. La procesión se dirigió al altar, y después de un interminable transcurrir de oraciones mágicas y alabanzas al dios de la lluvia, llegó el momento culminante en el que arrojaron la preciosa joyería y con ella a la joven, que dio un estremecedor grito mientras caía al vacío y su cuerpo se hundía en el agua.

El joven, mientras tanto, había bajado hasta un nivel cercano a la superficie acuática, oculto a los ojos de la muchedumbre, lanzándose presto a cumplir su promesa. No faltó quién advirtiera el sacrilegio y avisara a los demás; el enojo fue colectivo y en tanto se organizaban para detener a los fugitivos, éstos huyeron.

El dios de la lluvia castigó a toda la ciudad; fueron varios años de sequías que despoblaron a Chichén, uniéndose a la hambruna las más tremendas enfermedades que diezmaron a los atemorizados pobladores, que culpaban a los sacrílegos de todas sus desgracias.

Por siglos aquellas leyendas entretejieron un halo de misterio sobre la ciudad abandonada, que fue cubierta por la vegetación, y no sería sino hasta los inicios del siglo XX cuando Edward Thompson, valiéndose de su calidad diplomática, pues estaba acreditado como cónsul de los Estados Unidos, adquirió el predio que albergaba las ruinas de un hacendado yucateco que consideraba el lugar impropio para la siembra y por ello le adjudicaba escaso valor.

Al paso de los años se a visto que los cenotes fueron importantes para los mayas, han servido para estudiar su cultura, creencias, hasta su gran conocimiento medicinal, así como también en sus estudios arquitectónicos entre otros aspectos de importancia y relevancia . Aunque aún falta más exploración creemos que con el paso de los años y la tecnología será mucho más fácil su investigación,nos dará más conocimientos para agregar a la historia de esta gran cultura maya. Participó: Elva Eduarda Reyna Alfaro y Blanca Guadalupe Muñiz Montiel.