Estiva
Una estiva (del latín aestīvus, «estival, propio del verano») es, fundamentalmente en Aragón, un prado de alta montaña de relieve poco abrupto, con abundantes inclinaciones, sin muchos desniveles, que a menudo mantiene- una vegetación de hierba baja y ballicas hasta lugares en donde ésta no sería más favorable ecológicamente, y resultando de la pastura cotidiana del ganado doméstico que consume las plantas de árboles y matorrales superiores antes de que crezcan más. Ese paisaje de las estivas hacen un ecosistema artificial mantenido por el hombre por muchas generaciones, hasta el extremo que cuando los pueblos o las actividades ganateras que las mantenían se abandonan, la vegetación local de árboles y arbustos suele tener problemas para repoblarlas.
Las estivas, por la altitud en donde se suelen encontrar, permanecen bajo la nieve durante los meses fríos, y de ahí su uso estacional, en los meses más calidos.
Las estivas eran importantes en la cultura ganadera de las cordilleras europeas, como los Pirineos o los Alpes, pues daban pastizales al ganado así como riqueza a los pueblos que recibían los rebaños transhumantes de otros lugares, cuando venía el buen tiempo. En el Alto Aragón, el ganado se solía soltar para puerto (eso es, la dicha soltada) a finales de mayo o primeros de junio, y se hacía recoger para abajo para Todos los Santos (al principio de noviembre).
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