Diferencia entre revisiones de «Cañari»

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* [http://www.exploringecuador.com/museum_bce/cari.htm Cañari]
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[[Categoría:Pueblos indígenas de Ecuador]]
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Los Cañaris (en kichwa: Kañari) eran los antiguos pobladores del territorio de las provincias de Azuay y de Cañar en el territorio del Ecuador. Eran un conjunto de tribus unidas y confederadas entre sí, formando un solo pueblo; el cual habitaba desde las cabeceras del nudo del Azuay hasta Saraguro, desde las montañas de Gualaquiza hasta las playas de Naranjal y las costas del canal de Jambelí.

El gobierno general de los Cañaris era una monarquía federativa. Cada Curaca o Régulo gobernaba independientemente su propia tribu; pero, en los casos graves relativos al bien general, todos los jefes se juntaban a deliberar en asamblea común, presidida por el señor o régulo de Tomebamba, quien ejercía indudablemente cierta jurisdicción sobre los demás.

Los Régulos practicaban la poligamia y el primer hijo varón sucedía al padre en el gobierno de la tribu. Todos los jefes no eran iguales en poder y riquezas; por lo cual entre todos ellos se aliaban, protegiéndose los unos contra la opresión de los ótros.

Túpac Yupanqui conquista a los Huancabambas, los más meridionales de sus aliados.

El origen Cañari

La palabra cañari etimológicamente viene de Kan = culebra y de Ara = Guacamaya. Para algunos lingüistas significa descendiente de la culebra y de la guacamaya. La verdad es que estos animales fueron considerados sagrados y existen leyendas y decoraciones que así lo demuestran. Dentro de la gran familia Cañari existieron parcialidades con culturas propias. Una de éstas fue la de los Peleusis que se radicaron en el sitio de la actual ciudad de Azogues y ejercieron hegemonía sobre tribus vecinas.

Existen una antigua leyenda de que este asiento de los Pelusis fue fundado por los caciques Tenemaza y Carchipulla, apellidos que todavía existen en la provincia.

Conquista Inca

Túpac Yupanqui

El Inca traía un ejército numeroso, aguerrido y bien disciplinado; y los Huancabambas huyeron despavoridos a los montes y a los cerros, donde algunos se dejaron morir de hambre antes que sujetarse a la obedencia del Inca.

El triunfo sobre los Paltas fue todavía más completo, porque ellos mismos se rindieron y pudieron ser incorporados al Imperio de los Incas. No obstante tanta docilidad, Túpac Yupanqui sacó algunos millares de ellos y los mandó lejos de su territorio a las provincias remotas del Collao, y pobló de mitimaes traídos de otras provincias la tierra de los Paltas. Las fortalezas, que habían preparado en las alturas de Saraguro, de nada les sirvieron, porque la presencia de las tropas del Inca en el valle les hizo comprender que era inútil toda resistencia.

Vencidos y sujetos los Paltas, Túpac Yupanqui se aprestó a la conquista de los Cañaris. Los Cañaris eran numerosos, y estaban desde mucho tiempo atrás haciéndose notar en silencio para la defensa de sus tierras y de su independencia: habían celebrado una junta de todos sus régulos y elegido por jefe a Dumma y tenían además a punto un ejército considerable. Túpac Yupanqui reconoció que no debía perder tiempo ni darles a los Cañaris espacio para forticarse más: precipitóse, pues con sus tropas y atacó a los enemigos, esperando vencerlos, si los tomaba de sorpresa; pero se equivocó, porque los Cañaris estaban sobre aviso, y tenían ocupados todos los pasos difíciles. El combate fue, pues, reñido y el Inca retrocedió precipitadamente hasta Saraguro, viendo que no era tan hacedera como se había imaginado, la conquista de unas tribus tan astutas como belicosas. La derrota del Inca les infundió nuevo brio a los Cañaris y, combinando el valor con las estratagemas, se entendieron secretamente con los Paltas, animándolos a deshacerse del Inca: empresa tan arriesgada acobardó a los Paltas y, después de consultar con sus hechiceros lo que debían hacer, resolvieron dar aviso a Túpac Yupanqui de la propuesta de los Cañaris. El orgullo de Túpac Yupanqui se sintió ofendido con semejantes intentos, y formó la resolución de no regresar al Cuzco sin haber sujetado primero a su obedencia a los Cañaris. Pidió tropas de refuerzo a todo el imperio; y mientras éstas le llegaban, se puso a construir una fortaleza entre los límites de los Paltas y de los Cañaris.

Sabiendo éstos los preparativos del Inca y viendo las obras o aprestos de guerra que había comenzado, decayó el ánimo, y el vigor con que resistieron a la primera acometida, se trocó en desaliento. Comenzaron a discurrir sobre las ventajas de la paz y, al fin, concluyeron por enviar emisarios al Inca, encargados de ofrecerle la obediencia y sumisión a su imperio. Los Cañaris tenían fama de hombres doblados y muy volubles, por lo que el Inca no se fió de ellos al principio, sino que tomó medidas para su seguridad y exigió, como una de ellas, que Dumma y los otros régulos entregaran a sus propios hijos en rehenes, lo que se verificó. Asegurando Túpac Yupanqui con esta medida, se puso en camino para la provincia del Azuay; pero antes de entrar en ella personalmente, hizo que se adelantara el jefe de su mayor confianza, para que le dispusiera alojamiento digno de su persona, y también para que sondeara el ánimo de los Cañaris y descubriera si meditaban alguna traición.

Los Cañaris recibieron al enviado del Inca con grandes agasajos, y en muy corto tiempo construyeron un palacio en el que hospedar al nuevo soberano; y cuando éste se presentó, al fin, en sus tierras, le salieron al encuentro, dándole públicas y solemnes manifestaciones de acatamiento sincero y de fiesta y regocijo. Túpac Yupanqui se mantuvo largo tiempo en la provincia de Azuay, mandó sacar un número considerable de sus naturales y llevarlos a alCuzco; hizo tender puentes en los ríos y dispuso la construcción de varios edificios, tanto religiosos como profanos, deseando ganarse el afecto de los Cañaris y tenerlos sujetos. Túpac Yupanqui embelleció la ciudad de Tumipamba donde nació su hijo Huayna Cápac.

Dio orden de que se construyeran dos fortelezas: una en Achupallas, y ótra en Pumallacta; hizo edificar en lo más agreste de la cordillera una casa de hospedería para la comodidad del ejército y sojuzgó, sin dificultad ninguna, a los Quillacos, que vivían en el valle de Guasunos y Alausí. Así terminó la conquista de los Cañaris y la incorporación de sus territorios al Imperio Inca.

Huáscar y Atahuallpa

Durante la guerra civil entre Huáscar y Atahuallpa, los cañaris tomaron partido por Huáscar y fueron reprimidos duramente por Atahuallpa, quedando solo 12 mil cañaris de los 50 mil que eran.[1]

Conquista Española

Cuando Francisco Pizarro arribó a Tumbes, tuvo noticias que los cañaris eran contrarios al gobernante Atahuallpa. Los cañaris esperaban que los españoles los libraran del poder cuzqueño y Pizarro incorporó a los cañari como parte de sus tropas para enfrentarse con Atahuallpa y la resistencia Inca.[1]

En 1583, cañaris y españoles derrotaron a los incas en la Batalla de Sacsayhuamán.

Mitología y Religión

Los Cañaris consideraban el diluvio como el origen de su raza, relativamente como una tradición religiosa. Decían en tiempos muy antiguos que habían perecido todo los hombres en una espantosa inundación, que cubrió todo la tierra. La tierra de Cañaribamba estaba ya poblada, pero todos sus habitantes se ahogaron, logrando salvarse solamente dos hermanos varones en la cumbre de un monte, el cual, por eso, se llamaba Huacay-ñan o camino de llanto. Conforme crecía la inundación, se levantaba también sobre las aguas este cerro; los antiguos moradores, que, huyendo de la inundación, habían subido a los otros montes, perecieron todos, porque las aguas cubrieron todos los demás montes, dejándolos sumergidos completamente.

Los dos hermanos, únicos con vida después de la inundación, de la cueva en que se habían guarecido salieron a buscar alimento; mas cuál no fue su sorpresa, cuando, volviendo a la cueva encontraron en ella manjares listos y aparejados, sin que supiesen quien lo había preparado. Esta escena se repitió por tres días, al cabo de los cuales, deseando descubrir quién era el ser misterioso que les estaba proveyendo de alimento, determinaron los dos que el uno saldría en busca de comida, como en los días anteriores, y que el otro se quedaría escondido en la misma cueva. Como lo pactaron, así lo pusieron por obra. Mas he aquí que, estando el mayor en acecho para descubrir el enigma, entran de repente a la cueva dos guacamayas, con cara de mujer; quiere apoderarse de ellas el índigena, y salen huyendo. Esto mismo pasó el primero y el segundo día.

Al tercero, ya no se ocultó, el hermano mayor sino el menor: éste logró tomar á la guacamaya menor, se casó con ella y tuvo seis hijos, tres varones y tres hembras, los cuales fueron los padres y progenitores de la nación de los Cañaris. La leyenda no dice nada respecto de la suerte del hermano mayor, pero refiere varias particularidades relativas a las aves misteriosas: las guacamayas tenían cabello largo y lo llevaban atado, a uzanza de las mujeres cañaris: las mismas aves fueron quienes dieron las semillas a los dos hermanos, para que sembran y cultivaran la tierra.

Estimulados por esta tradición religiosa, los Cañaris adoraban como a una divinidad particular al cerro de Huacay-ñan, y una laguna que se halla hacia los términos de la provincia del Azuay en la gran Cordillera oriental sobre el pueblo de Sígsig, porque suponían que de allí habían salido sus progenitores, y le hacían sacrificios, arrojando a ella oro en polvo y otras cosas, en varias épocas del año.

Tenemos, pues, aquí indicadas dos razas o parcialidades diversas: los unos se creían descendientes de uno de los dos hermanos que sobrevivieron a la destrucción general de los pobladores de la tierra; los otros decían que sus progenitores habían salido o brotado de la laguna del Sígsig. La nación Cañari, según las leyendas, no procedía del mismo origen: la nación estaba compuesta de gentes venidas de puntos distintos, y que no habían llegado al Azuay y Cañar al mismo tiempo, sino en épocas diversas.

Los Cañaris adoraban como dios principal a la Luna, y además á los árboles grandes y á las piedras jaspeadas. Del culto que los Cañaris tributaban a las guacamayas teniéndolas como aves sagradas, encontramos una prueba en los objetos de arte que se ha extraído de los sepulcros. En una población llamada Guapan, cerca de la ciudad de Azogues, capital de la provincia del Cañar, se descubrió un sepulcro, del cual se sacaron muchísimas hachas de cobre, con figuras grabadas en ellas, y entre esas figuras una de las más repetidas era la de la guacamaya. La guacamaya o papagayo de las que se habla aquí son las aves conocidas con los nombres de Aras ó Macrocércidos en las clasificaciones zoológicas.

Referencias

Enlaces externos