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Diferencia entre revisiones de «Batalla naval de Guinea»

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Revisión del 22:02 21 oct 2007

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La batalla naval de Guinea fue el enfrentamiento que tuvo lugar en 1478 en la Mina de Oro (sobre la costa atlántica de Guinea) entre una flota portuguesa y otra castellana en el marco de la Guerra de Sucesión Castellana.

Los reyes de Castilla habían preparado dos flotas: una para comerciar en la Mina de Oro y la otra destinada a la conquista de Gran Canaria. Las dos navegaron juntas desde Sanlúcar de Barrameda hasta las Islas Afortunadas y allí se separaron. La llegada de una escuadra portuguesa puso en fuga a la mayor parte de la flota de Canarias, que no pudo por ello conquistar la isla. Los portugueses, por su parte, tampoco fueron capaces de desembarcar en Gran Canaria y decidieron retirarse a la Península pero entonces tuvieron la suerte de capturar varios barcos castellanos cargados de víveres, por lo que cambiaron de planes y se dirigieron a Guinea.

La otra flota castellana llegó a la Mina sin problemas y obtuvo grandes cantidades de oro a cambio de objetos diversos. Sin embargo, el exceso de codicia del representante comercial de la Corona les hizo permanecer allí varios meses y ello dio tiempo a que llegara la flota portuguesa. Los castellanos, que estaban debilitados por las enfermedades tropicales y la inactividad, fueron atacados por sorpresa, derrotados y llevados prisioneros a Lisboa.

Gracias al oro conseguido con esta victoria, el rey portugués Alfonso V pudo relanzar la guerra por tierra contra Castilla, donde además la noticia de la derrota provocó desánimo y críticas al rey Fernando. Al firmarse la paz el año siguiente, el resultado de la batalla naval de Guinea fue probablemente decisivo para que Portugal obtuviese un reparto del Atlántico muy favorable, logrando el control exclusivo de toda Guinea, entre otros territorios atlánticos.

Prolegómenos

Preparativos castellanos

Isabel I de Castilla

A principios de 1478, los Reyes Católicos comenzaron a preparar en el puerto de Sanlúcar dos flotas: una para comerciar y hostigar a los portugueses en la Mina de Oro y la otra destinada a la conquista de la isla de Gran Canaria. Según el cronista castellano Alfonso de Palencia la flota de la Mina estaba compuesta por 11 barcos y la de Canarias por 25. Las dos armadas partieron juntas de Andalucía para protegerse mutuamente y solo se separaron al llegar a las Islas Afortunadas.[1]​ El otro cronista castellano que menciona la expedición, Hernando del Pulgar, afirma que la flota de la Mina de Oro la formaban 35 carabelas,[2]​ pero quizás confunde la cifra con la de la suma de las dos flotas, debido a que al salir del puerto ambas iban juntas.

Los jefes militares encargados de la conquista de Gran Canaria eran Juan Rejón y Juan Bermúdez.[1]​ El comandante de la flota de la Mina parece haber sido el barcelonés Juanoto Boscá,[3]​ y no Pedro de Covides como afirma del Pulgar. Los reyes además nombraron a Francisco Bonaguisa y Berenguer Graner como sus representantes en la expedición, con autoridad máxima en todo lo tocante al comercio en Guinea. Justo antes de partir las flotas, la reina Isabel decretó que las carabelas de la Corona tendrían prioridad sobre todas las otras de la expedición a la Mina de Oro a la hora de vender sus conchas y de "rescatar" (comerciar) en el Río de los Esclavos.[4]

Reacción portuguesa

El príncipe Juan de Portugal

El príncipe Juan, enterado de los planes castellanos, preparó una flota superior en número para sorprender a sus enemigos en cuanto desembarcasen en Gran Canaria. No podía sin embargo enviar la flota hasta la Mina porque no disponía de víveres suficientes. El rey Fernando se enteró a su vez de estos preparativos y envió un pequeño esquife para avisar a los andaluces.[5]Rui de Pina afirma que el mando de la flota portuguesa se repartía entre Jorge Correa y Mem Palha,[6]​ mientras que de Palencia dice que era Jorge Correa el comandante.

Combate en Canarias

Las dos flotas castellanas partieron juntas de Sanlúcar probablemente en abril de 1478. Tras una escala en Cádiz, navegaron hasta llegar a "las costas de Mauritania" el 4 de mayo y de allí a Gran Canaria, donde atracaron en puerto seguro.[1]

La flota de la Mina continuó su viaje unida pero la de Canaria se dispersó al poco de llegar a su destino. Mientras una parte de la expedición se dedicaba a buscar esclavos y orchilla por las islas vecinas, sólo 300 soldados llegaron a desembarcar en Gran Canaria. Cuando llegó el barco con el mensaje del rey Fernando avisando del peligro portugués, el grueso de la flota, con los 1000 soldados restantes, levó anclas y huyó a alta mar.[5]

Los portugueses llegaron finalmente con 20 barcos y unos 1600 soldados y se dispusieron a desembarcar en el puerto de Sardina (Gran Canaria) para, en cooperación con los indígenas canarios, derrotar a los castellanos que se encontraban en la isla. Pero el 27 de julio se desató un temporal que impidió el desembarco y a continuación los andaluces desplegaron una intensa actividad defensiva que finalmente impidió la maniobra portuguesa. A los cinco días los lusos desistieron y se retiraron. Al pasar por las islas vecinas apresaron a los castellanos que andaban dispersos buscando esclavos, haciendo unos 200 prisioneros que enviaron a Portugal en cinco barcos. También tuvieron la suerte de capturar varios barcos de víveres, lo que les permitió modificar sus planes y dirigirse hacia el sur, a la Mina de Oro, en busca de la segunda flota castellana.[5]

Los castellanos de Gran Canaria sobrevivieron pero quedaron reducidos a la inactividad hasta que una nueva flota llegó a la isla a finales del año siguiente.

Combate en la Mina

Negligencia castellana

Moneda napolitana de oro de mediados del siglo XV

Alonso de Palencia,[7]​ el cronista que más detalles aporta sobre la batalla, explica que la flota castellana destinada a la Mina llegó allí sin problemas y obtuvo gran cantidad de oro de los indígenas a cambio de ámbar, objetos de latón, conchas de púrpura, tejidos de lino y de lana y joyas falsas.[8]​ El comandante Boscá habría deseado emprender el regreso pasados 30 días. Sin embargo, el producto más apreciado por los naturales resultaron ser los esclavos, así que el comisario real Berenguer Granel decidió enviar dos barcos a buscar esclavos a otras regiones costeras ("in ulteriores aethiopum oras") para conseguir aun más oro. Esto obligó a alargar la estancia durante al menos un mes más. Boscá se opuso pero tuvo que ceder finalmente ante Granel, que era el representante de la Corona en todo lo concerniente al comercio.

La larga inactividad y las enfermedades tropicales fueron mermando a los castellanos y dejando a la mayor parte de los tripulantes fuera de combate. Los barcos fueron anclados y cubiertos con lienzos en un puerto situado a un día de navegación de la Mina de Oro. El lugar donde se encontraban estaba separado de alta mar por un angosto paso llamado estrecho de Tres Puntas.

Llegan los portugueses

Reconstrucción actual de una carabela portuguesa.

Hacía dos meses que los castellanos languidecían en la Mina cuando apareció la flota portuguesa con 11 buques. El comandante portugués, Jorge Correa, envió por delante un barco ligero de reconocimiento que al alba detectó a los enemigos en el interior del puerto. A continuación el grueso de la flota se situó frente al estrecho de Tres Puntas, bloqueándolo, y atacó a los castellanos.

La resistencia fue muy débil. Solo una de las naves castellanas, llamada "Candona", trató de luchar pero fue rápidamente dominada por dos barcos portugueses. Toda la flota castellana, con sus tripulantes y su rico cargamento de oro, cayó en manos de Correa. Incluso los dos barcos que regresaban cargados de esclavos fueron capturados también. La victoria portuguesa fue total y al parecer sin sufrir bajas.[9]

Retorno a la Península

Correa llevó a sus prisioneros a la Mina y los exhibió ante el rey local. Tras pasar tres días comerciando, ordenó el regreso. Dictaminó que la flota se separase en el camino de vuelta, para evitar ser capturada en su totalidad.

Un hecho curioso citado por Palencia es que Correa ordenó liberar a los prisioneros de origen vasco, dándoles dos barcos ligeros de los más deteriorados y unos pocos víveres para que volviesen por su cuenta a Castilla. Al parecer, retenerlos habría contravenido un pacto existente entre portugueses y vascos ("...quos retinere censeretur ex pacto nefas...").

Los barcos fueron llegando a Lisboa uno tras otro, sin pérdidas en el camino de vuelta. Los prisioneros fueron encerrados en mazmorras hasta el final de la guerra.

Consecuencias

El quinto del oro conseguido fue entregado a la Corona portuguesa como impuesto, según la práctica habitual. Del Pulgar afirma que los ingresos así obtenidos por Alfonso V le permitieron lanzar una ofensiva por tierra contra Castilla.[10]

De Palencia dice que cuando la noticia de la grave derrota llegó a Andalucía (probablemente en enero de 1479) cundió el desánimo y se empezó a criticar mucho al rey Fernando.[11]​ El año 1479 fue duro para los reyes de Castilla porque se sublevaron simultáneamente varios nobles y las tropas portuguesas irrumpieron en Extremadura, reactivándose así la guerra por tierra hasta la firma del tratado de paz en septiembre, en el cual los castellanos tuvieron que ceder a Portugal el control exclusivo de todos los territorios del Atlántico con la única excepción de las Canarias.

Las fuentes portuguesas, por su parte, afirman que tanto los prisioneros de la batalla de Guinea como gran parte del oro capturado fueron devueltos a Castilla tras la firma de la paz.[12]

Textos

Versión de Hernando del Pulgar (castellano)

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Versión de Rui de Pina (portugués)

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Referencias

Crónicas contemporáneas:

Bibliografía:

  • ÁLVAREZ DE TOLEDO, Luisa Isabel (2006). «África versus América (2ª ed.)». Sanlúcar de Barrameda: Fundación Casa Medina-Sidonia. sitio web. 
  • BLAKE, John W. (1941). «Europeans in West Africa, 1450-1560». Londres: The Hakluyt Society. ISBN-13 978-1406728897. 

Citas en línea:

  1. a b c Alfonso de PALENCIA, Cuarta Década, libro 31, cap. 9
  2. Ansimesmo en aquellos dias partiéron de la cibdad de Sevilla é de los otros puertos del Andalucia fasta treinta é cinco caravelas para la mina del oro.. Hernando del PULGAR, Crónica..., parte 2, cap. 76.
  3. ...de aquí adelante seáis nuestro capitán mayor de la flota que nos hemos mandado o mandaremos armar para la Guinea y Mina de Oro Carta de los Reyes Católicos a John Boscán fechada a 6 de febrero de 1478 en Sevilla, transcrita en ÁLVAREZ DE TOLEDO 2006. De Palencia también dice que Boscá era el capitán.
  4. ...vos mando que no consintades ni dedes lugar que los personas que llevan las dichas conchas las vendan ni despachen, hasta que las conchas que así van por mi en la dicha armada sean primeramente despachadas y vendidas (...), e otrosi vos mando que no consintades ni desde lugar que carabelas e naos algunas vayan al dicho Río de los Esclavos sin que primero vayan las mis carabelas e así mismo que no rescaten otras algunas primero que las mías Provisión Real fechada a 29 de abril de 1478 en Sevilla, transcrita en ÁLVAREZ DE TOLEDO 2006.
  5. a b c Alfonso de PALENCIA, Cuarta Década, libro 32, cap. 3
  6. ...por uma vez foi capitão mór Jorge Corréa, comendador do Pinheiro, e da outra Mem Palha, homens honrados e bons cavalleiros.Rui de PINA, Chronica..., cap. 208
  7. Salvo donde se indique lo contrario, todo este capítulo está tomado de Alfonso de PALENCIA: Década IV, libro 33, cap. 5
  8. Del Pulgar corrobora en parte esta lista: "...trocáron á pedazos de oro las conchas é cosas de latón é ropas viejas, é las otras cosas que llevaban." Crónica... Parte 2, cap. 88
  9. ...muito a seu salvo lhes tomaram sua frota... según Rui de Pina
  10. ...é tomaron todas treinta é cinco naos con todo el oro que traian, é prendieron á todos los que iban en ellas, é del oro que el Rey de Portogal ovo del quinto que le pertenecia de aquella presa, tovo dinero para pagar sueldo, é fornecer la gente que fué desbaratada por el Maestre de Santiago. É fuéron trocados muchos de los Portogueses que fuéron presos en la batalla, con los Castellanos que fuéron presos en las naos : é ansí fuéron libres los presos de la una parte é de la otra. Hernando del PULGAR, Crónica..., parte 2, cap. 88.
  11. Alfonso de PALENCIA, Cuarta Década, libro 33, cap. 6
  12. ...e trouxeram suas pessoas presos e captivos a Lisboa, que por condição das pazes foram soltos, e o ouro que foi muita soma assi como vinha em joias e arrieis foi levado a Beja, de muita parte do qual o Principe fez mercé aos embaixadores de Castella, que depois a Moura vieram sobre o concerto das terçarias. Rui de PINA, Chronica..., cap. 208