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Discusión:Mascaraque

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Página de Mascaraque

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Si esta interesado en tener una visión lo más completa posible de la localidad toledana de Mascaraque, debe visitar las siguientes páginas que, juntas, conforman la estructura de documentación/información disponible de la Villa de Mascaraque.


--Caminante-en-la-mancha 17:17 7 sep 2007 (CEST)

Etiqueta en desarrollo 2-X-07

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Pienso reestructurar el artículo y reorganizar la información eliminando datos duplicados o superfluos. Dada la gran cantidad de datos históricos, de algunos monumentos y de personalidades pienso que lo mejor es hacer un resumen con los datos principales y crear artículos parciales, como Historia de Mascaraque o a cada monumento, así como enlaces a las personalidades. digigalos 20:27 2 sep 2007 (CEST)

Ya sé que va en cuestión de gustos, pero el artículo lo veo demasiado verboso, con pocos elementos que den estructura (tablas, imágenes, diagramas, listas, enlaces, etc). Veo que ya has comenzado la reestructuración del artículo. Bajo mi punto de vista era necesario hacerlo. Un saludo —Chusete 00:45 3 sep 2007 (CEST)

Todo este texto debería ser añadido a los artículos existentes de Juan de Padilla y María Pacheco

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Don Juan de Padilla

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D. Juan de Padilla nació en Toledo en 1490. Era hijo mayor de D. Pero López de Padilla, Regidor de la ciudad y nieto de Sancho de Padilla, que fue quien inició la construcción del Castillo de Mascaraque. Tuvo dos hermanos: Gutierre López de Padilla y Pedro López de Padilla y una hermana, María de Padilla.

Se casó en 1511 con María de Pacheco en la Alambra, de la que era gobernador el padre de María, D. Iñigo López de Mendoza, Conde de Tendilla. Con el apoyo de su tío Gutierre López de Padilla, Comendador Mayor de Calatrava, fue nombrado alcaíde de la fortaleza de Cazorla en Jaén. En 1517, junto con María y su hijo Pedro se traslado a Toledo al ser nombrado Capitán de Milicias. Antes, en 1514, su padre, reuniendo todos sus bienes, entre los que se encontraba el Castillo de Mascaraque, instituyó Mayorazgo a su favor.

En 1520, constituida la comunidad Toledana, siendo ya Regidor, capitaneó las tropas comuneras que acudieron a defender y ayudar a Juan Bravo de los ataques a Segovia de las tropas reales. Nombrado en Ávila jefe del ejército comunero, se trasladó con sus comuneros toledanos a Tordesillas y se entrevistó con la Reina Juana, pero regresó a Toledo al ser nombrado Pedro Girón, Capitán General de la Junta, cediéndole el mando.

Al pasar D. Pedro al bando real, volvió a tomar el mando por decisión popular, volviendo con sus tropas a Valladolid el 31 de diciembre de 1520, siendo aclamado.

En 1521, conquistó Ampudia, Simancas, Mucientes y Torrelobatón el 28 de febrero. El 23 de abril, en Villalar, fue derrotado por las tropas reales del Conde de Haro y el Prior de San Juan. Esa noche escribió dos cartas verdaderamente extraordinarias y emocionantes a su esposa Doña María de Pacheco y a la ciudad de Toledo y que reflejan la nobleza, lealtad, generosidad, desprendimiento y caballerosidad de un verdadero y gran hombre.

Al día siguiente, 24 de abril de 1521, fue ajusticiado junto con Juan Bravo y Francisco Maldonado. Antes de subir al cadalso y ante la protesta de Juan Bravo porque le llamaban traidor, le dijo la frase que ha pasado a la historia: “Señor Bravo, ayer era día de pelear como caballeros, hoy lo es de morir como cristianos”. También ha pasado a la historia la frase de Juan Bravo, al pedir ser ejecutado antes que D. Juan de Padilla “para no ver la muerte del mejor caballero que queda en Castilla”.

En 1522, sus restos se trasladaron al Monasterio de la Mejorada en Olmedo. Este Monasterio fue “desamortizado”, vendido varias veces y profanadas sus tumbas, perdiéndose todo rastro del héroe comunero.

Carta de D. Juan de Padilla la noche del 23 de Abril de 1521 a su esposa Doña Maria Pacheco, la víspera de ser ejecutado.

Señora: Si vuestra pena no me lastimara más que mi muerte, yo me tuviera enteramente por bienaventurado, que siendo a todos tan cierta, señalado bien hace Dios al que la da tal, aunque sea de muchos plañida, y del recibida en algún servicio. Quisiera tener más espacio del que tengo para escrebiros algunas cosas para vuestro consuelo; ni a mí me lo dan, ni yo querría más dilación a la corona que espero. Vos, señora, como cuerda llorad vuestra desdicha y no mi muerte, que siendo ella tan justa, de nadie debe ser llorada. Mi ánima, pues ya otra cosa no tengo, dejo en vuestras manos; vos, señora, lo haced con ella como con la cosa que más os quiso. A Pero López, mi señor, no escribo porque no oso, que aunque fui su hijo en osar perder la vida, no fui su heredero en la ventura. No quiero más dilatar por no dar pena al verdugo que me espera, y por no dar sospecha que por alargar la vida alargo la carta. Mi criado Sosa, como testigo de vista e de lo secreto de mi voluntad, os dirá lo demás que aquí falta; y así quedo dejando esta pena, esperando el cuchillo de vuestro dolor y de mi descanso.

Carta de D. Juan de Padilla la noche del 23 de Abril de 1521 a la Ciudad de Toledo, su patria.

A ti, corona de España y luz de todo el mundo, desde los altos godos muy libertada; a ti, que por derramamientos de sangres extrañas, como de las tuyas, cobraste libertad para ti e para tus vecinas ciudades: tu legítimo hijo, Juan de Padilla, te hago saber como la sangre de mi cuerpo se refrescan tus victorias antepasadas. Si mi ventura no me dejó poner mis hechos entre tus nombradas hazañas, la culpa fue en mi mala dicha y no en mi buena voluntad, la cual como a madre te quiero me recibas, pues Dios no me dio más que perder por ti de lo que aventuré. Más me pesa de tu sentimiento que de mi vida; pero mira que son veces de la fortuna que jamás tiene sosiego. Sólo voy con un consuelo muy alegre, que yo el menor de los tuyos muero por ti, e que tú has criado a tus pechos a quien podría tomar enmienda de mi agravio. Muchas lenguas habrá que mi muerte contarán, que aún yo no la sé aunque la tengo bien cerca; mi fin te dará testimonio de mi deseo. Mi ánima te encomiendo como patrona de la cristiandad: del cuerpo no digo nada, pues ya no es mío. Ni puedo más escribir porque al punto que ésta acabo tengo a la garganta el cuchillo, con más pasión de tu enojo que temor de mi pena.


Doña María Pacheco

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Doña María Pacheco es sin duda un personaje de leyenda, tanto por su matrimonio con el comunero D. Juan de Padilla, como por méritos propios en la defensa de la ciudad de Toledo, siendo conocida por el pueblo con los apelativos de “Leona de Castilla”, “Brava Hembra”, “Centella de Fuego” y “El último Comunero”.

Doña María de Pacheco nació en Granada en 1496. Perteneciente a la alta nobleza (se opuso en principio a casarse con D. Juan de Padilla, por ser de inferior rango), era hija por parte paterna de D. Iñigo López de Mendoza, segundo Conde de Tendilla y primer Marqués de Mondéjar y biznieta del Marqués de Santillana. Por parte de su madre, Francisca de Pacheco, era nieta de D. Juan Pacheco, Marqués de Villena y primer Duque de Escalona.

Tuvo ocho hermanos, entre ellos Luis Hurtado de Mendoza y segundo Marqués de Mondejar; Francisco de Mendoza, obispo; Antonio de Mendoza, Virrey en las Indias; Diego Hurtado de Mendoza, embajador y gran poeta.

Escogió el apellido materno por tener dos hermanas de su mismo nombre.

En 1511 se casó con Juan de Padilla y en el año de 1516 nació su único hijo, Pedro, que murió niño. En ese año murió su padre, Iñigo de Mendoza, murió también el rey Fernando el Católico y es nombrado rey de Castilla y Aragón el futuro Carlos V.

Todos los cronistas coinciden que era una mujer noble, ilustrada y fuerte. Sabia en lengua latina y griega y docta en sagradas escrituras e historia, muy entendida en matemáticas. Dicen el cronista Martín Gamero en su Historia de la ciudad de Toledo que “el pueblo la veneraba por ser buena esposa, solícita madre y esposa excelente”.

María, que había gobernado Toledo en ausencia de Juan de Padilla, se hizo definitivamente con el mando tras la ejecución de su marido el 24 de abril de 1521. Tras la rendición de todas las ciudades, la penúltima Madrid el 7 de mayo, sólo resistía Toledo y Maria de Pacheco logró mantener la causa comunera nueve meses más.

Ocupando el Alcázar, dirigió la resistencia a las tropas del Emperador mandando instalar artillería, nombrando capitanes, implantando contribuciones. Para mantener el orden llegó a apuntar los cañones del Alcázar contra los toledanos. Se apoderó de parte del tesoro de la Catedral de Toledo para pagar a sus soldados. Siguió la lucha en diversos combates sangrientos contra las tropas reales mandadas por el Prior de San Juan D. Antonio de Zúñiga.

El 16 de octubre, tras una derrota, firmó una tregua, el llamado armisticio de la Sisla, evacuando el Alcázar y retirándose a las Casas de Padilla, que fortificó, manteniendo el control parcial de la ciudad.

Una sublevación fracasada de sus partidarios el 3 de febrero de 1522, la obligó, ayudada por su hermana la Condesa de Monteagudo y su cuñado Gutierre López de Padilla, a huir de Toledo disfrazada de moza campesina. Es el fin de las Comunidades de Castilla.

Después de solicitar ayuda en Escalona a su tío, el segundo Marqués de Villena y segundo Duque de Escalona, que le fue denegada, llegó a Portugal donde fue acogida por el Arzobispo de Braga y luego por el obispo de Oporto.

No incluida en el perdón imperial del 8 de octubre de 1522 y condenada a muerte en octubre de 1524 por el emperador Carlos V, vivió muy enferma hasta su muerte en Oporto en marzo del año 1531 a los 35 años de edad.

El epitafio en el túmulo donde fue enterrada en la Seo de Oporto decía:

María, de altos reyes derivada, De su esposo Padilla vengadora, Honor del sexo, yace aquí enterrada. Muriendo en proscripción se vio privada De ir, cual quiso, a la tumba de su esposo Pero Sousa y Picorhoo sus criados Le procuraron sepulcral reposo. Luego que el cuerpo consumido fuere Bajo una losa deben verse unidos Los restos de consortes tan queridos.

Su hermano menor, el gran poeta Diego Hurtado de Mendoza, escribió este otro:

Si preguntas mi nombre, fue María, Si mi tierra, Granada; mi apellido De Pacheco y Mendoza, conocido El uno y el otro más que el claro día Si mi vida, seguir a mi marido; Mi muerte en la opinión que él sostenía España te dirá mi cualidad Que nunca niega España la verdad.