Discusión:Carlos Salomón
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[editar]Controversias[cita requerida]
[editar]Ante el caótico frenesí provocado por la reciente pandemia los habitantes sometidos a cuarentena se han resignado a entregarse enteramente a las labores de ocio. Tal es la fuerza de dicho fenómeno que henos aquí a mi compañero Mouzon y yo Mena, dando cuenta del presente informe...
Todo comenzó hace dos días, el 18 de abril del presente año, cuando Mouzon escuchó en la radio aquella canción que aún evoca a su infancia, peces de ciudad interpretada por Joaquín Sabina. A primera instancia el hecho pasó desapercibido y no fue hasta esta misma mañana que la memoria reverberó en su consciente debido a una publicación en un estado de la presente; «¿Quién fue Carlos Solomon?» estipulaba la entrada de la forma más inocente posible. Tras varios minutos de cuestionamiento interno, mi compañero finalmente se decidió por contestar aquella inquietante pregunta. Claro es, que debido al antecedente de la tonadilla en la radio y la nostalgia de los recuerdos de antaño Mouzon deliberó anticipadamente que Carlos Solomon no podía ser nadie más que aquel poeta que la melodía le recordaba. Antes de continuar he de aclarar que algunos meses con anterioridad había yo adquirido la mala costumbre de traducir deliberadamente los nombres de los escritores con el afán de burlarme un poco del lenguaje, en resumidas cuentas, el autor de quien trataba la entrada era en realidad Carl Solomon, aquel afortunado a quien se le hubo dedicado el Aullido de Ginsberg; y tras una breve confrontación, ambos, Mouzon y yo llegamos a la misma conclusión: Salomón, el poeta, nunca existió.
Las canciones siempre se han servido de los personajes ficticios para llegar a generar una empatía en el receptor, alguien que exalte las cualidades que todos queremos escuchar. Con base en este minúsculo detalle no nos ha sorprendido tan escandalosa revelación, pero tras la indagación y la inevitable sed de curiosidad que emerge al haber encontrado el hilo negro de cualquier asunto mi compañero y yo llegamos a límites insospechados. El primero de todos los indicios que nos han conducido hasta este momento fue el hecho de que nadie lo recordara. Aparte de la intransitada calle que lleva su nombre, Salomón solo existe entre las sombras. Fue aún más curioso caer en cuenta de que a decir verdad, pese a que nadie recordase la viva imagen y legado del poeta, la mayoría de los ciudadanos reconocieran su nombre como el de alguien indispensable. Todo estaba fuera de su sitio, y las incógnitas se agigantaban cada paso que dábamos ¿Por qué toda esa gente respondía ante el marginado nombre de Carlos Salomón? Y peor aún, ¿por qué Carl Solomon parecía la sombra de aquel otro hombre?
Tras una extenuante consulta a diversas bases de datos que resguardan hasta las histéricas costumbres de los escritores dimos en el blanco. El resultado era fatal. Todas y cada una de las entradas aparecidas bajo la búsqueda de «Carlos Salomón» habían sido publicadas en las mismas fechas, curiosamente coincidentes con la sospechosa desaparición de los pájaros y las aves del área limítrofe. ¿Era acaso Carlos Salomón una cortina de humo para disipar asuntos más escalofriantes? Y de ser así, ¿que papel jugaba Carl Solomon en este meollo? ¿Estaba Ginsberg tratando de advertirnos sobre algo en un aullido desesperado? Recientes estudios han demostrado que ante la colectividad y la presión de las masas la comunicación sufre alteraciones que desembocan en un gran teléfono descompuesto. A esta circunstancia se le ha denominado «efecto Mandela». Muchos son los ejemplos a los que uno puede aludir sobre dicho aspecto. Sin embargo, por más inofensivo que parezca, en este caso específico ha sido determinante y esencial para el incubrimiento de asuntos que definitivamente pertenecen a nuestro interés e índole. Comprometiendo mediante el presente la seguridad tanto de mi compañero como mía, ambos nos disponemos a sacar a la luz una de las verdades más enterradas por el gobierno no sólo de nuestra ciudad, sino de nuestra nación y con algo de infortunio, del mundo entero.
Durante casi treinta años, desde la muerte del «poeta olvidado», los funcionarios del gobierno han utilizado la leyenda de aquel hombre para disimular el mantenimiento que cada cierto tiempo estos dan a nuestros pájaros. Todo este tiempo hemos sido engañados, y Ginsberg lo sabía.
Contemporáneo de Salomón, supo prever lo que se avecinaba, y varios años antes de que comenzara a ocurrir dedicó el canto más crudo, sarcástico y revolucionario a Carl Solomon, esperando a que una madrugada serena, dos mentes brillantes se dieran a la tarea de testimoniar tan legendario descubrimiento.
(Traslado este texto del artículo por si hay algo aprovechable). Atokru.