Los orígenes de la identidad visual del Atlético Bucaramanga se remontan a sus primeros pasos en el fútbol profesional colombiano, donde la creación de su primer uniforme fue un proceso marcado por la colaboración y la singularidad. Surgido en un contexto peculiar, el primer atuendo de la escuadra búcara reflejaba una mezcla de esfuerzos comunitarios y un trasfondo inesperado que generó debate en la sociedad de la época.
El nacimiento del primer uniforme del Atlético Bucaramanga fue el fruto de una colaboración única: pantaloneta blanca, medias grises y una camiseta amarilla que simbolizaba el espíritu de la escuadra en sus inicios. Esta indumentaria, confeccionada con la destreza de las novias de los jugadores, desencadenó un debate en la sociedad de aquel entonces. La elección de blanco y amarillo, aunque representativos del equipo, generó una férrea oposición por parte del obispo de la época, quien asoció los colores a los del Vaticano[1], desencadenando una controversia inusual en la comunidad. Hubo, incluso, un breve periodo en 1960 donde se experimentó con un uniforme azul con una franja amarilla en el pecho, similar al del Boca Juniors de Argentina, propuesto por Abraham González. Sin embargo, esta iniciativa no fue bien recibida por la afición y tuvo una presencia efímera en los partidos del equipo.[2]
Desde ese momento, el Atlético Bucaramanga adoptó el amarillo y blanco como sus colores distintivos. No obstante, fue en la década de los años setenta y principios de los ochenta, cuando la institución incorporó los vivos verdes en su indumentaria, en armonía con los colores de la bandera de Bucaramanga.
A mediados y finales de la década de 2010 y principios del 2020, el club ha vestido indumentarias de las marcas santandereanas Deporte Total[3], New Victory,[4]Siendo remplazada esta por la firma italiana Lotto, marca que durante el 2023 también vistió a la institución[5].