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Trabajo no clásico[editar]

Definición[editar]

Se entiende por Trabajo no clásico la relación laboral en la que la intervención del cliente es indispensable para que se lleve a cabo la producción y se tenga el producto final. En general, hay dos motivos para que se de este tipo de relación: en primer lugar, porque se generan símbolos que son transmitidos al cliente como el producto (cognitivos, emocionales, morales, estéticos, etcétera); en segundo lugar porque la interacción es el producto como tal.

Dicha intervención del cliente implica su interacción con trabajadores clásicos y, en algunos casos, con diversos actores que parecen ajenos a la realización del trabajo. Esto supone intercambios simbólicos entre los diversos actores. La interacción es la principal condición para producir y, al mismo tiempo, lo más importante del producto. [1]

Evolución del concepto[editar]

El concepto de trabajo clásico se relaciona con la Revolución Industrial. Este implicaba una separación espacial y temporal entre la producción, la circulación y el consumo; lo que implica que la intervención del cliente se da en el mercado y en el consumo del producto, pero no directamente en el proceso productivo.

Hasta mitad del siglo pasado, el capitalismo era casi un sinónimo de industrialización. Se dividía en distintas etapas históricas de desarrollo: comenzando por el trabajo de oficio, pasando por el trabajo subordinado a las máquinas y, posteriormente, con la introducción del Taylorismo y el Fordismo, se completaría la total subsunción del obrero al capital, no solo a las máquinas sino también a la organización del trabajo como un obrero masa.

En esa misma época, en países occidentales (EEUU y Europa) comenzó un paulatino crecimiento del sector servicios, que cada vez representaba mayor parte del PIB y del empleo en dichos territorios. Una de las principales explicaciones a este fenómeno fue mediante el concepto de trabajo informal, que se centraba en el cumplimiento (o no) de protecciones de las leyes laborales y otros factores sociodemográficos.

Frente a la heterogeneidad (y superficialidad) del contenido del concepto de informalidad surgieron nociones alternativos y complementarios para darle un vínculo más complejo con las teorías sociales. [2]​ Entre estos conceptos alternativos podemos encontrar: trabajo decente, comprende las dimensiones de derecho laboral, seguridad social y diálogo social (derechos colectivos de asociación y huelga); trabajo atípico, pone el acento en las relaciones laborales inestables y desprotegidas en el tiempo; trabajo inestable, se fija en la perdida de sociabilidad y disminución o debilitamiento de las redes sociales; lo anterior se emparenta con el concepto de exclusión, al no participar en las redes sociales y simbólicas; y con el trabajo no estructurado, en el que se rompen redes y reglas y rige la fluidez; finalmente, en el concepto de trabajo precario se combinan las cinco dimensiones anteriores: inestabilidad, volatilidad, flexibilidad, desprotección social, y vulnerabilidad social y económica. [3]

En ninguno de los conceptos anteriores se hace referencia al tema de las relaciones sociales de producción ni se problematiza respecto al significado de la relación laboral en relación con la actividad específica del trabajo. Esto deriva en una problemática analítica puesto que las variables sociodemográficas (salario, jornada laboral, edad, escolaridad, calificación) para analizar el mundo laboral adquieren sentido dependiendo de las relaciones sociales de producción (empresa formal, micro-negocio, autoempleo, agricultura, servicios).

De esta situación surge la necesidad de algunos autores como Enrique de la Garza para generar una nueva dimensión de análisis laboral. El Trabajo no clásico busca ser un concepto ampliado, en el que no solo se busca entender qué es trabajar y quién es el que trabaja, sino también cómo es el control sobre el trabajo (considerando que no solo el patrón ejerce el control, sino que el cliente lo hace mediante su interacción con el proceso productivo, además de otros factores y agentes que pueden favorecer u obstaculizar el trabajo).

La primera inspiración para el concepto de Trabajo no clásico viene de la idea de producción inmaterial de Marx. Hace referencia a un producto inmaterial (símbolos) que adquiere una existencia separada de su productor y es subjetivado por el cliente. Un tipo de trabajo en la que la producción, la circulación y el consumo están comprimidos en un mismo acto. [4]​ Es importante recalcar que toda producción simbólica está asociada con algo físico material, no obstante su valor proviene de su contenido simbólico.

De aquí proviene la idea de que el trabajo no clásico es eminentemente interactivo. Puesto que la interacción es crucial para la producción, circulación y consumo del producto. Hay que tener en cuenta que toda interacción entre sujetos es simbólica, pues “implica la generación e intercambio de símbolos que son transformados en significados en la subjetividad de los involucrados.[5]​ Los símbolos que se intercambian dependen de configuraciones concretas que dependen no solo del trabajador y de la actividad realizada, sino también del consenso con el cliente y otros actores. Es por eso que la Sociología del Trabajo ha venido aceptando desde la década de los ochentas conceptos como trabajo emocional, trabajo estético y trabajo cognitivo, ya que son elementos necesarios para la comprensión de un intercambio simbólico.

Ejemplos[editar]

El trabajo no clásico por excelencia son los servicios. Estos comúnmente combinan un producto material con uno inmaterial, aunque dándole mayor peso a la parte simbólica e interactiva. Un servicio se puede definir como: producción eminente de símbolos y/o producción de interacciones con los clientes y otros actores. Algunos de los trabajos no clásicos “típicos” pueden ser: cuidado de bebés o ancianos, educación tradicional, cuidado en hospitales, ventas, trabajo en call centers, comida rápida, taxista, entre otros.

En la producción interactiva encontramos distintas acepciones: productos intangibles objetivados, como el diseño de software, en donde el programa existe al margen de su creador, y puede ser intervenido por los clientes y a partir de la demanda; los programas pueden ser almacenados y revendidos; y durante el proceso de trabajo son usados símbolos y algoritmos del lenguaje de programación. Las operaciones más importantes se dan en la subjetividad del grupo programador, lo que supone acuerdos de cuál camino conviene más seguir. Por lo que se puede deducir que, en este tipo de producción simbólica, las habilidades subjetivas y la creatividad del trabajador no puede reducirse a simples rutinas.

Existen producciones inmateriales que en sus servicios que ofrecen un producto tangible, como lo pueden ser los restaurantes.  Si bien la base de la experiencia del consumo es el producto tangible (la comida que se ofrece), existen elementos interactivos que tienen mucho peso en la satisfacción que pueda llegar a tener el cliente; elementos emocionales como que se de un trato amable, eficaz y no discriminatorio dentro del local, o elementos estéticos como la limpieza del restaurante y de sus platos, así como de la imagen que den los trabajadores del lugar.

El diseño automotriz podría clasificarse como producción tangible con fases intangibles. En este, el producto final es tangible (un automóvil), sin embargo, fuera de los elementos prácticos que hacen funcionar a un vehículo, existen elementos simbólicos en su producción que ayudan a darle cierto estatus al producto: el color característico de una marca; el diseño de su logo; la forma característica que tienen algunos coches deportivos, que funge como un símbolo que ayuda a identificar con mayor facilidad qué empresa lo produce; o los elementos estéticos del interior del coche.

Finalmente, tenemos la producción de intangibles observables, como lo puede ser un concierto o una obra de teatro. En ellas, el espectáculo (entendido como símbolos que adquieren significado para los espectadores) sucede en un solo acto, a la vez que es comprado y consumido por los clientes. En otras palabras, la producción simbólica (la obra o el concierto) termina subjetivándose por el cliente/espectador, y no puede ser almacenada ni vendida, por lo que el producto no se objetiva sino que se subjetiva.


  1. De la Garza Toledo, Enrique (mayo-agosto 2013). «Trabajo no clásico y flexibilidad». Caderna CRH. 
  2. Pacheco, de la Garza, Reygadas, coords. (2011). Trabajos atípicos y precarización del empleo. México: UAM. 
  3. De la Garza Toledo, Enrique (mayo-agosto 2013). «Trabajo no clásico y flexibilidad». Caderna. 
  4. De la Garza Toledo, Enrique (2017). «¿Qué es el trabajo no clásico?». Revista Latinoamericana de Estudios del Trabajo. 
  5. De la Garza Toledo, Enrique (mayo-agosto 2013). «Trabajo no clásico y flexibilidad». Caderna.