La secretina es una hormonagastrointestinal. Su descubrimiento en 1902 por Ernest Starling y William Bayliss condujo a la acuñación del término «hormona» para designar a aquellas sustancias que son secretadas a la sangre y actúan sobre órganos alejados. La secretina, por tanto, se considera la primera hormona descubierta.[1]
Se produce en las células S, presentes en la mucosa del duodeno, el yeyuno proximal y el íleon, aunque también se encuentran en el cerebro. En su liberación influyen varios factores: el grado de acidificación del quimo que llega al duodeno (pH de 4,5 o inferior), la presencia de productos proteícos y la cantidad de ácidos en la mucosa. Se excreta a través del riñón.[2]
Sus acciones son puramente endocrinas.[2] La secretina hace que el páncreas segregue un jugo digestivo rico en bicarbonato y bajo en enzimas. Éste estimula al estómago para que produzca pepsinógeno, que es un zimogeno (precursor de la pepsina), esta misma digiera proteínas; y al hígado para que produzca la secreción de la bilis con más agua y bicarbonato.
La mayoría de agentes que estimulan la secreción ácido gástrico estimulan también la secreción de pepsinógeno, no sucede esto con la secretina, que inhibe la secreción ácida, pero estimula la secreción de pepsinógeno.