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Refranero

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Se denomina refranero a la colección de enunciados breves sentenciosos populares o popularizados. Tal repertorio constituye el compendio de la sabiduría de un pueblo. De ahí que habitualmente se diga el refranero popular. Los refraneros se suelen clasificar por zonas geográficas, lenguas o temáticas.

Miguel de Cervantes, en su obra Don Quijote de la Mancha, nos define lo que es un refrán: "los refranes son sentencias breves, sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios" (Segunda parte, capítulo LXVII).

En lengua castellana, ha habido diversos recopiladores de estas paremia, que componían refraneros, ya que estas sentencias populares necesitan de autores cultos para transmitirse (especialmente en las épocas en las que son las personas cultas las que saben escribir). Así, uno de los refraneros más antiguos que conservamos es Refranes que dicen las viejas tras el fuego, del Marqués de Santillana.

Además, muchas de las más importantes obras de los Siglos de Oro incorporan numerosos refranes: Libro de Buen Amor, El Corbacho, El lazarillo de Tormes, Don Quijote de la Mancha.

Ediciones de refraneros

La primera colección conocida de refranes se atribuye a don Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana, bajo el título de Refranes que dizen las viejas tras el fuego. El racionero de la Catedral de Toledo Blasco de Garay escribió después dos Cartas en refranes (Toledo, 1541) que carecen del propósito exhaustivo de una compilación pero pretenden ser un agradable pasatiempo cortesano. La primera era exclusivamente de refranes y la segunda de sentencias, pero en posteriores ediciones se añadieron otras dos anónimas, una de Juan Vázquez de Ayora y otra, sumamente deturpada, que provenía de un impreso sevillano. Así aparecieron junto al Processo de cartas de amores de Juan de Segura y el Diálogo de mujeres de Cristóbal de Castillejo, recortado y moralizado, por cierto, por Blasco de Garay.

Pedro de Vallés imprimió la tercera colección, Libro de refranes copilado por el orden A. B. C. (Zaragoza, Juana Millán, 1549. Después vinieron tres cuyo carácter era profundamente humanístico. La cuarta realizada por el Comendador griego, es decir, Hernán Núñez(1478-1553) catedrático de Salamanca, Refranes o proverbios en romance, Salamanca, Juan de Canova, 1555, con un prólogo de León de Castro. El sevillano Juan de Mal Lara, discípulo de ambos, publicó otra, La Philosophia vulgar, Sevilla, Hernando Díaz, 1568. Por otra parte, Sebastián de Horozco, quien también estudió en Salamanca, escribió una Recopilación de refranes y adagios que consta de 8.311 ordenados alfabéticamente, pero cuyo manuscrito ha perdurado acéfalo, falto de aquellos que debían reunirse en las letras A, B, C y D. Lo que queda fue impreso en 1916 con el título de Teatro universal de los proverbios. Por ultimo Gonzalo Correas reunió en un largo manuscrito que tituló Vocabulario de refranes y frases proverbiales un verdadero tesoro idiomático que no llegó a comentar debidamente ni se vio impreso hasta siglos más tarde. Ya en el siglo XVII publicaron otros refraneros eruditos como Juan Sorapán de Rieros y Jerónimo Martín Caro y Cejudo, entre otros.

En los últimos decenios están publicándose muchos refraneros, ya sean en una o en varias lenguas de trabajo.

Referencias

  • Sevilla Muñoz, Julia y Jesús Cantera Ortiz de Urbina (Eds.) (2000 (2ª edición)). 877 refranes españoles con su correspondencia catalana, gallega, vasca, francesa e inglesa [en su forma original]. Madrid: Eiunsa. ISBN 84-8469-005-9. 

Véase también

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