Ningún escocés verdadero

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"Ningún escocés verdadero" (No true Scotsman) es una frase creada por Antony Flew en su libro de 1975, Thinking About Thinking. Se refiere a un argumento que toma la siguiente forma:

A: "Ningún escocés echa azúcar en su avena."
B: "Pero a mi tío Angus, que es escocés, le gusta echar azúcar en su avena."
A: "Ah, sí, pero ningún escocés verdadero echa azúcar en su avena."

Cuando se considera este argumento en el contexto de la lógica retórica, esto es una falacia si el predicado ("ponerle azúcar a la avena") no es realmente contradictorio con la definición aceptada del sujeto ("escocés"), o si la definición del sujeto se cambia tácitamente para que la contestación funcione.

Algunos elementos o acciones sí son contradictorios con el sujeto, y por lo tanto no son falacias. Un ejemplo de esto es "Ningún vegetariano verdadero comería carne", que no es falacia porque sigue la definición aceptada de vegetariano: comer carne, por definición, descalifica a alguien de ser vegetariano.

El término "ningún escocés verdadero" es adaptado frecuentemente a discusiones acerca de la identificación con movimientos políticos y religiosos. Cuando el asunto en cuestión es subjetivo, frases como "ningún liberal verdadero apoyaría el alza de impuestos" podrían en realidad tratar de explicar un punto de vista particular, más que intentar redefinir los términos para vencer en la discusión.

Uso en la política

Esta es una falacia usada comúnmente en política para excluir o incluir adeptos a sus ideas. Se da en casos de nacionalismos, por ejemplo:

Todos los españoles son así

Antonio es español pero no piensa así

Luego Antonio no es un verdadero español.[1]

Pero lo mismo es aplicable a cualquier ideología, por ejemplo:

Todos los socialistas pensamos así

Tú no piensas como nosotros

Luego tú no eres un verdadero socialista.

Es una de las técnicas de manipulación de masas más usadas y efectivas. Su fuerza consiste en que quien quiere rebatirlo intenta descalificar la primera proposición, afirmando que es falsa: "no todos los españoles / socialistas piensan así", con lo que "demuestra" que él mismo no piensa así, y por tanto su oponente vuelve a esgrimir el mismo argumento pero de manera personal:

A: Todos los españoles piensan así.
B: No, eso no es cierto.
A: Ah, entonces tú piensas que eso no así. Luego tú no eres un verdadero español.

La manera correcta de enfrentarse a esta falacia no es negar la mayor, sino realizar afirmaciones contrarias a la conclusión que se pretende dar por verdadera.

"Yo soy un verdadero español, un patriota". El oponente sólo puede decir: "no, tú no eres un verdadero español, un patriota", y se ha de responder: "no, eres tú el que no es un verdadero patriota". El oponente argüirá entonces: "no, tú no eres un verdadero patriota porque no piensas así", a lo que correctamente hay que responder "no, eres tú el que no es un verdadero patriota porque no piensas asá". No se debe entrar en la trampa de intentar definir qué es patriota, o si las ideas que definen al patriota son así o asá. "Te equivocas, los verdaderos españoles pensamos así" / "No, eres tú el equivocado: es asá como pensamos los verdaderos españoles", etc.

En definitiva, lo que se ha de hacer no es negar las acusaciones, sino devolverlas en los mismos términos que el oponente plantee hasta dejar claro lo que deseamos: que el término "verdadero" es puramente subjetivo. Los dos oponentes y su posible audiencia tendrán que llegar necesariamente a esta conclusión: que el término "verdadero" es irrelevante.

Notas

  1. En ocasiones, se sustituye el término "verdadero" por uno similar: por ejemplo, "patriota".

Véase también