Necrónimo

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Un necrónimo, del griego νεκρος (transliterado nekros, "muerte") y ὀνομα (ónoma, "nombre"), se refiere a la utilización del nombre de una persona que ya ha fallecido.

En las diferentes culturas

Las diferentes culturas poseen distintas tradiciones al respecto, llegando hasta el extremo de ser un tema tabú en algunas de ellas. Las prácticas relativas a los necrónimos varían desde el extremo de nunca más hacer mencionar a dicha persona por el nombre que tenía en vida (usando algún circunloquio para referirse a ella) hasta, por el contrario, bautizar incesantemente a otros individuos -y hasta animales y cosas- con su necrónimo. Por ejemplo, en algunas culturas es común que un bebé recién nacido reciba el nombre (necrónimo) de un pariente que ha recientemente fallecido, mientras que otras, la reutilización de tal nombre sería totalmente inapropiado, y hasta prohibido. No obstante suele variar según los distintos países, el uso de necrónimos es algo relativamente común. En la cultura del judaísmo askenazí, es costumbre nombrar a un niño en honor de un amado que ha fallecido. Frecuentemente el niño compartirá el mismo nombre hebreo que la persona fallecida, aunque no su nombre de pila.

Algunos problemas históricos

La práctica de otorgar los nombres de familiares fallecidos ha sido en algunos casos fuente de confusión para los historiadores. Ésta usualmente deriva de la dificultad de diferenciar las partidas de nacimiento de dos hermanos casi seguidos, usualmente la de un hijo que nació posteriormente a la temprana muerte de uno anterior. Uno de los casos relativamente famosos de este tipo es el del japonés Shigechiyo Izumi (¿1865?-1986) y quien ese año fue reconocido por el usualmente exigente Libro Guinness de récords mundiales como la persona que más había vivido en el mundo, con 120 años y 237 días. Sin embargo, a partir de documentos oficiales nipones, se sospecha que habría nacido en 1880 y que por lo tanto habría fallecido a los 105 años de edad.

Uso de necrónimos durante la Guerra Fría

Por otro lado, durante el largo período de la Guerra Fría (aproximadamente 1947-1989) el régimen comunista soviético también solía hacer uso de necrónimos, para así ocultar la verdadera identidad de sus agentes de inteligencia, particularmente la de aquellos que trabajaban como residentes (rezidenti) ilegales en los principales países de Occidente (es decir, sin la protección brindada por una cubierta o fachada diplomática). Por ejemplo, el agente del KGB soviético Konon Molody durante varios años sólo sería conocido como Gordon Lonsdale por parte de los principales servicios de inteligencia occidentales como la CIA estadounidense y el MI6 británico (el auténtico Lonsdale había sido un ciudadano canadiense que había nacido dos años después que Molody, pero que había fallecido en 1943 en los Estados Unidos cuando sólo tenía 19 años, probablemente víctima de un homicidio). Molody adoptó su alias cuando tenía 32 años, 11 años después de la muerte del verdadero Lonsdale.

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