La Isabelina

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Eugenio de Aviraneta, litografía de Imp. d'Aubert & Cie. Bibliothèque nationale de France.
José Ribelles, Alegoría de España con la reina María Cristina e Isabel II, Madrid, Museo del Romanticismo.

La Isabelina o Confederación general de los guardadores de la Inocencia fue una sociedad secreta fundada por Eugenio de Aviraneta,[1]​ en la que se integraron en su mayor parte funcionarios y militares liberales como el general José de Palafox, duque de Zaragoza, Cayetano Cardero, Juan Van Halen, Juan Romero Alpuente, Álvaro Flórez Estrada, Lorenzo Calvo de Rozas o Juan Palarea y Blanes, muchos de ellos también masones, como lo era el propio Aviraneta, o antiguos carbonarios,[2]​ llegando el número de sus afiliados, según Antonio Pirala, hasta diez mil solo en Madrid.[3]

La Isabelina comenzó a organizarse en los últimos días del reinado de Fernando VII para asegurar la sucesión al trono en la persona de Isabel II, de solo tres años, y proclamar una Constitución liberal, dotándose de una estructura clandestina en la que «los afiliados formaban triángulos para ayudarse mutuamente y escalar las más altas posiciones».[4]​ Muerto Fernando VII un pequeño grupo de afiliados protagonizó un improvisado atentado contra Cea Bermúdez, frustrado al cambiar el cochero el camino que le conducía de vuelta de palacio.[5]​ En enero de 1834 Aviraneta fue detenido en Guadalajara, cuando iba camino de Barcelona, acusado de conspirar contra el gobierno de Cea Bermúdez, y fue desterrado a Santiago de Compostela, pero logró escapar de la diligencia que lo conducía antes de llegar a Valladolid y regresó clandestinamente a la corte para reanudar la actividad conspirativa.[6]

El 1 de marzo de 1834 se firmó el acta de constitución de la asociación, dirigida por un directorio formado por siete miembros.[7]​ Contrarios al Estatuto Real aprobado como carta otorgada en abril de 1834, los isabelinos presentaron a la reina gobernadora un proyecto de Constitución, según Pirala inspirado en la belga, redactado por Juan de Olavarría,[8]​ y conspiraron para promover una insurrección el 24 de julio, el mismo día en que estaba prevista la apertura de las cámaras.[9]​ El plan consistía en que los procuradores afiliados a la Isabelina apoyados desde las tribunas del público, cuyos asientos habrían sido copados por los afiliados a la sociedad, presentasen una moción para que el Estamento de procuradores se constituyese en Cortes presuntas. Inmediatamente, secundando el paso dado por los procuradores, se formarían barricadas en las calles por los elementos civiles de la sociedad y los militares comprometidos se levantarían en armas al mando del general Palafox, que se proclamaría capitán general de Madrid.[10]​ Uno de los militares conjurados, el capitán F. Civat, que se decía edecán de Espoz y Mina y emigrado en 1823, al finalizar el Trienio Liberal, y que había logrado ganarse la confianza de los dirigentes de la sociedad, que lo habían enviado a Barcelona a organizar allí la conspiración, resultó ser, sin embargo, un infiltrado de la policía, más tarde pasado a las filas carlistas. La víspera de la insurrección, delatado por Civat, Aviraneta fue detenido en su refugio y a continuación lo fueron también de madrugada Palafox, Romero Alpuente, Calvo de Rozas y Olavarría, entre otros, y, fuera de Madrid, José María Orense.[11]

Solo unos días antes había tenido lugar en Madrid el asesinato de varias decenas de frailes, a los que la población de los barrios bajos, los más afectados por la enfermedad, acusaba de haber extendido el cólera, y el gobierno de Martínez de la Rosa, creyendo ver un fin político en esos desórdenes, acusó a la Isabelina de estar detrás de los tumultos.[12]​ Aviraneta siempre rechazó esta acusación y sostuvo que la matanza de frailes no convenía a sus objetivos, que se habían visto al contrario perjudicados al alarmar y poner en guardia a la policía contra ellos.[13]

A los ocho días o poco después la mayor parte de los detenidos habían sido puestos en libertad,[14][15]​ gracias, al parecer, a las contradictorias y confusas declaraciones de Aviraneta, que tan pronto acusaba a los infantes Luisa Carlota y Francisco de Paula de estar implicados en la conjura como afirmaba que todo eran proyectos fantásticos imaginados por él o amenazaba con sacar a la luz documentos comprometedores, enmarañando de tal modo la investigación que el fiscal no pudo probar nada.[16]

Aviraneta permaneció hasta mediados de agosto de 1835 en la Cárcel de Corte, donde los presos políticos eran todos o en su mayor parte carlistas, «trabucaires catalanes y valencianos, curas, frailes, abogados y guerrilleros de la Mancha» que, contando con la connivencia del alcaide, absolutista fanático, controlaban la prisión.[17]​ Incómodo y desilusionado con sus antiguos amigos, que no hacían nada por aliviar su situación,[18]​ escribió al Gobierno denunciando una conspiración carlista en la cárcel y, aunque no se le diera entero crédito, logró la detención del alcaide y el traslado de los presos carlistas a la cárcel de la villa, ganando así en tranquilidad el tiempo que aún estuvo preso. El 16 de agosto, aprovechando un conato de motín, pudo finalmente fugarse y escapar a Zaragoza.[19]​ La Isabelina no se extinguió por ello. En 1836, ahora dirigida por Antonio Nogueras, la sociedad se encontraba implantada en Andalucía occidental y Aviraneta, desterrado a las Canarias, extendió la sociedad a las islas.[20]​ Su fin llegó con el triunfo del motín de los sargentos de La Granja —en el que es dudosa la participación de la Isabelina— que, con la restauración de la Constitución de 1812, dejó a la sociedad sin objetivos definidos, enfrentada a la masonería y dividida por rencillas internas.[21]

Referencias[editar]

  1. La documentación es escasa y casi toda ella tiene a Aviraneta como fuente, comenzando por Antonio Pirala, que trabajó sobre manuscritos proporcionados por aquel, y Pío Baroja, pariente lejano, por lo que no se puede descartar que el protagonista principal de las Memorias de un hombre de acción se otorgara un papel más destacado del que realmente le pudiera haber correspondido. La utilización hecha por Baroja de la documentación manuscrita fue ya criticada por José Luis Castillo Puche en Memorias íntimas de Aviraneta o Manual del Conspirador (Réplica a Baroja). Véase sobre todo ello, Busquets (1990), p. 79.
  2. Busquets, pp. 79-80.
  3. Pirala, t. I, p. 442. La cifra resulta «difícil de creer» para Claude Morange (estudio preliminar a Olavarría, p. 130), para quien el número de conspiradores, al contrario, debió de ser muy pequeño, recordando al respecto la opinión de Fermín Caballero, que reducía la grandísima conspiración a la reunión de un puñado de jóvenes románticos como Espronceda, sin programa y sin probabilidades de éxito, utilizada por el Gobierno para desviar la atención de la opinión pública tras la matanza de frailes del 17 de julio de 1834 en Madrid.
  4. Baroja (1947), p. 131.
  5. Baroja (1947), p. 133.
  6. Baroja (1947), pp. 136-137.
  7. «Les sociétés secrètes en Espagne», Revue de Paris, t. XXXV (1836), p. 228-294. El artículo, sin firma, presentaba a los Isabelinos como una de las más influyentes de las nuevas sociedades secretas españolas, organizada en decurias, centurias y legiones y la decía relacionada con la Joven España de José de Espronceda, a la que pertenecían también gran parte de sus miembros. Para el articulista eran sus principales cabezas, Aviraneta, su fundador, Olaverría (sic), a quien tenía por hombre de talento, y el general Palafox, calificado, al contrario, de «mediocre», p. 292.
  8. Claude Morange en el estudio preliminar a las Reflexiones a las Cortes de Olavarría, pp. 130-131, advierte, sin embargo, mayores semejanzas con la francesa de 1830 y con el Acta constitucional redactada en 1819 posiblemente por el propio Olavarría con el seudónimo de Beitia. El «Proyecto de Constitución para "La Isabelina" (1834)», tomado de Pirala, se encuentra reproducido en las páginas 401-407.
  9. Pirala, t. I, p. 443 y nota 2.
  10. Pirala, t. I, p. 444.
  11. Pirala, t. I, pp. 443-445; Busquets, pp. 83-84. El Journal des débats politiques et littéraires del 6 de agosto de 1834 publicaba una nota fechada en Madrid el 27 de julio con una relación de los más significados de los detenidos por su implicación en la conspiración ultra liberal encabezada por Palafox, citando con él al general Llanos, José García de Villalta, Alejandro O'Donnell, Van Halen, Calvo de Rozas, Olavarría, Romero Alpuente y Avilaneta: Journal des débats, 6 de agosto de 1834, Gallica, BnF. Sobre la detención de Orense, véase el comunicado redactado por él mismo y publicado en El Eco del Comercio del 17 de enero de 1835, en el que, al ser puesto en libertad provisional tras cinco meses de prisión, protestando por la injusticia y dureza de la detención, afirmaba que los «cargos que acaban de hacérseme versan sobre declaraciones de un tal Aviraneta, a quien no conocía ni de nombre, ni de vista, y que dicen ser el gefe de una conspiración que debía estallar el 24 de julio»: El Eco del Comercio, 17 de enero de 1835, p. 2.
  12. El presidente del Consejo de Ministros, interpelado por la detención de Palafox, declaró en la cámara que «después de los tristísimos sucesos del 17 y 18 de julio, los ministros creyeron ver en ellos un síntoma, un anuncio de los medios que se practican en todas las revoluciones: vislumbraron en aquellos desórdenes un fin político, sospecharon que no habían sido más que un ensayo, al que no se había podido dar toda la estensión necesaria por no haber parecido oportuna la ocasión y las circunstancias. En vista de esto, sin duda, los conspiradores eligieron el mismo día en que iba a abrirse el santuario de las leyes para conseguir su criminal intento». Pirala, t. I, p. 445.
  13. Baroja (1947), p. 140; Busquets, p. 83. Pirala, p. 442, afirma, sin embargo, que la matanza de los frailes no fue preparada por la Isabelina, pero que luego esta sociedad trató de aprovecharse de ella. Le Courrier Français del lunes 4 de agosto de 1834, informando de las detenciones de «un certaine Aviraneta, secrétaire général de la société des Isabelinos», Palafox, Palarea, Van Halen, Calvo de Rozas, O'Donnell y otros, quienes habrían intentado proclamar la Constitución de 1812 aprovechando la reunión de las cámaras estamentales, se hacía eco también de la información publicada en la Gazette de France en la que se relacionaba a las sociedades secretas constituidas en España en el último año y las detenciones de los isabelinos con la «masacre» de los conventos, responsabilizando a Van Halen como «l'agent le plus actif». Le Courrier Français, n.º 216, 4 de agosto de 1834, Gallica. BnF.
  14. Pirala, t. I, p. 446.
  15. Según Baroja (1947), p. 142, seguido por Busquets, «a las dos o tres semanas no quedaban en la cárcel más que Beraza, Romero Alpuente y Aviraneta»; Beraza, que tenía una elevada posición en el Gran Oriente, salió poco más tarde, y Romero Alpuente, conocido por su radicalismo pero de muy avanzada edad, podría haber permanecido algún tiempo más. A ellos ha de añadirse a Orense, que pasó cinco meses en prisión.
  16. Baroja (1947), p. 142.
  17. Baroja (1947), p. 141.
  18. En El escuadrón del Brigante, p. 28, Baroja pone en palabras de Aviraneta, preso en la cárcel de Corte, una amarga queja dirigida contra el general Palafox, al que tachaba de ser «hombre que une la ineptitud con la ambición, [y] cuya vida pública y privada ha sido sospechosa» por su «conducta artera», tanto al comienzo de la guerra de la Independencia como en su relación con la Isabelina, acusándolo de falta de compromiso: «Sabía lo que pasaba, dejaba que los demás se comprometiesen. ¿Salía el movimiento bien? Pues el duque se aprovechaba. ¿Salía mal? Él no tenía nada que ver».
  19. Baroja (1947), pp. 144-145.
  20. Busquets, p. 86.
  21. Busquets, p. 87.

Bibliografía[editar]