Diferencia entre revisiones de «Los siete infantes de Lara»

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Contenido eliminado Contenido añadido
Sin resumen de edición
Revertidos los cambios de 79.151.228.194 a la última edición de
Línea 6: Línea 6:
==Descripción de la leyenda==
==Descripción de la leyenda==


Según la versión transmitida por la leyenda contenida en la versión [[Sancho IV de Castilla|sanchina]] de la ''Estoria de España'', que podría recoger un antiguo cantar de gesta compuesto hacia el año [[990]], en el transcurso de las bodas entre Doña Lambra —natural de [[Bureba]]— ola
Según la versión transmitida por la leyenda contenida en la versión [[Sancho IV de Castilla|sanchina]] de la ''Estoria de España'', que podría recoger un antiguo cantar de gesta compuesto hacia el año [[990]], en el transcurso de las bodas entre Doña Lambra —natural de [[Bureba]]— y Rodrigo Velázquez de Lara (también llamado Ruy o Roy Blásquez) —hermano de Sancha Velázquez, madre de los infantes—, se enfrentan los familiares de la novia con los de Lara. De ese enfrentamiento resulta muerto Álvar Sánchez, primo de Doña Lambra, a manos de Gonzalo González, el menor de los siete infantes de Lara.

Más adelante Gonzalo González es visto por Doña Lambra mientras se bañaba en paños menores, suceso que Doña Lambra, al considerarlo como una provocación sexual a propósito, interpreta como una grave ofensa. Doña Lambra, aprovechando este lance para vengar la muerte de su primo Álvar Sánchez que no había sido satisfecha aún, responde con otra afrenta al ordenar a su criado arrojar y manchar a Gonzalo con un pepino relleno de sangre ante la risa burlesca de sus hermanos. Gonzalo reacciona matando al criado de doña Lambra, que había ido a refugiarse bajo la protección del manto de su señora, que quedó asimismo salpicado de sangre.


Estos sucesos provocan la sed de venganza de Doña Lambra. Por ello, su marido Ruy Velázquez urde un plan por el que Gonzalo Gustioz, señor del enclave de [[Salas de los Infantes|Salas]], es enviado a [[Almanzor]] con una carta cuyo contenido indica que sea matado el portador de la misiva. El padre de los infantes desconoce el contenido de la carta porque está escrita en árabe. Almanzor se apiada de Gonzalo y se limita a retenerlo preso, pues considera excesivo el sufrimiento de su cautivo, que es aliviado por una hermana suya. De ambos nace un hijo llamado [[Mudarra]], quien más adelante sería adoptado por Sancha Velázquez. Años más tarde este hijo, aunque [[bastardo]], vengaría matando a Ruy Velázquez el crimen cometido a sus hermanastros, ya que los siete hermanos de Lara habían sido dirigidos hacia una emboscada ante tropas musulmanas en la que, a pesar de su valía guerrera, son decapitados y sus cabezas remitidas a Córdoba, donde son contempladas dolorosamente por su padre Gonzalo Gustioz en uno de los [[planto]]s más emotivos de toda la [[epopeya]] castellana.<ref>Carlos Alvar y Manuel Alvar (1997), págs. 175-176.</ref>
Estos sucesos provocan la sed de venganza de Doña Lambra. Por ello, su marido Ruy Velázquez urde un plan por el que Gonzalo Gustioz, señor del enclave de [[Salas de los Infantes|Salas]], es enviado a [[Almanzor]] con una carta cuyo contenido indica que sea matado el portador de la misiva. El padre de los infantes desconoce el contenido de la carta porque está escrita en árabe. Almanzor se apiada de Gonzalo y se limita a retenerlo preso, pues considera excesivo el sufrimiento de su cautivo, que es aliviado por una hermana suya. De ambos nace un hijo llamado [[Mudarra]], quien más adelante sería adoptado por Sancha Velázquez. Años más tarde este hijo, aunque [[bastardo]], vengaría matando a Ruy Velázquez el crimen cometido a sus hermanastros, ya que los siete hermanos de Lara habían sido dirigidos hacia una emboscada ante tropas musulmanas en la que, a pesar de su valía guerrera, son decapitados y sus cabezas remitidas a Córdoba, donde son contempladas dolorosamente por su padre Gonzalo Gustioz en uno de los [[planto]]s más emotivos de toda la [[epopeya]] castellana.<ref>Carlos Alvar y Manuel Alvar (1997), págs. 175-176.</ref>

Revisión del 11:01 22 ene 2010

Portaleyo de Gonzalo de Berceo en el Monasterio de San Millán de Suso, con los los que pasan por ser los sarcófagos de los siete infantes de Lara de la leyenda.

Los siete infantes de Lara es una leyenda conocida a partir de textos conservados en crónicas medievales, cuyo testimonio más antiguo figura en la versión ampliada de la Estoria de España compuesta durante el reinado de Sancho IV de Castilla antes de 1289 que fue editada por Ramón Menéndez Pidal con el nombre de Primera Crónica General.[1]​ A partir del relato de las crónicas (también figura en la Crónica de 1344 o Segunda Crónica General y en una interpolación a la Tercera Crónica General cuya copia data de 1512) Ramón Menéndez Pidal encontró indicios de la existencia de un antiguo cantar de gesta desaparecido que reconstruyó parcialmente y dató hacia el año 1000, y que sería, junto con el Cantar de mio Cid y el Poema de Fernán González, uno de los más importantes cantares de gesta de la literatura castellana y el ejemplo más primitivo de épica española. La tradición ha elaborado la leyenda también en el romancero.

Los infantes de Lara eran hijos de Gonzalo Gustioz (o Gustios) y Sancha Velázquez. La historia gira en torno a una disputa familiar entre la familia de Lara y la familia de Ruy Velázquez y su hermana doña Sancha. El motivo más destacable es el de la venganza, principal motor de la acción.

Descripción de la leyenda

Según la versión transmitida por la leyenda contenida en la versión sanchina de la Estoria de España, que podría recoger un antiguo cantar de gesta compuesto hacia el año 990, en el transcurso de las bodas entre Doña Lambra —natural de Bureba— y Rodrigo Velázquez de Lara (también llamado Ruy o Roy Blásquez) —hermano de Sancha Velázquez, madre de los infantes—, se enfrentan los familiares de la novia con los de Lara. De ese enfrentamiento resulta muerto Álvar Sánchez, primo de Doña Lambra, a manos de Gonzalo González, el menor de los siete infantes de Lara.

Más adelante Gonzalo González es visto por Doña Lambra mientras se bañaba en paños menores, suceso que Doña Lambra, al considerarlo como una provocación sexual a propósito, interpreta como una grave ofensa. Doña Lambra, aprovechando este lance para vengar la muerte de su primo Álvar Sánchez que no había sido satisfecha aún, responde con otra afrenta al ordenar a su criado arrojar y manchar a Gonzalo con un pepino relleno de sangre ante la risa burlesca de sus hermanos. Gonzalo reacciona matando al criado de doña Lambra, que había ido a refugiarse bajo la protección del manto de su señora, que quedó asimismo salpicado de sangre.

Estos sucesos provocan la sed de venganza de Doña Lambra. Por ello, su marido Ruy Velázquez urde un plan por el que Gonzalo Gustioz, señor del enclave de Salas, es enviado a Almanzor con una carta cuyo contenido indica que sea matado el portador de la misiva. El padre de los infantes desconoce el contenido de la carta porque está escrita en árabe. Almanzor se apiada de Gonzalo y se limita a retenerlo preso, pues considera excesivo el sufrimiento de su cautivo, que es aliviado por una hermana suya. De ambos nace un hijo llamado Mudarra, quien más adelante sería adoptado por Sancha Velázquez. Años más tarde este hijo, aunque bastardo, vengaría matando a Ruy Velázquez el crimen cometido a sus hermanastros, ya que los siete hermanos de Lara habían sido dirigidos hacia una emboscada ante tropas musulmanas en la que, a pesar de su valía guerrera, son decapitados y sus cabezas remitidas a Córdoba, donde son contempladas dolorosamente por su padre Gonzalo Gustioz en uno de los plantos más emotivos de toda la epopeya castellana.[2]

Un probable cantar de gesta perdido

Las prosificaciones de la leyenda existentes en las crónicas alfonsíes utilizaron como fuente un cantar de gesta, hipótesis que se deduce de la abundancia de rimas asonantes y otros rasgos de estilo propios de la literatura épica que permanecen en los relatos en prosa de los relatos cronísticos. La existencia de un Cantar de los siete infantes de Lara perdido concita el consenso de los filólogos, pues los versos de la epopeya no fueron excesivamente alterados. De ahí que se hayan podido escribir reconstrucciones bastante fiables a lo que pudo ser el cantar original.

El Cantar de los siete infantes de Lara o de Salas tiene como marco temporal una situación histórica que remite a la Castilla de hacia 990, lo que ha servido para datar el poema, si bien no toda la crítica acepta que el Cantar fuera compuesto hacia el año 1000, al objetarse que antecediera a los grandes ciclos de la épica francesa, de la que podría ser deudor.

A este respecto, Carlos y Manuel Alvar hacen notar que muchos de los motivos del Cantar de los infantes de Lara primitivo se relacionan más con los de la epopeya escandinava y germánica (como el Cantar de los nibelungos) que con los de los cantares de gesta románicos. Entre ellos destacan la importancia de los vínculos sanguíneos, la crueldad de las venganzas como modo de imponer una justicia individual no apoyada en instituciones sociales ni en un corpus de derecho, o la agresividad de las relaciones pasionales, que conllevan una importante carga sexual. Erich von Richtofen, en sus estudios sobre este poema épico ha advertido numerosas analogías con la epopeya del centro y norte de Europa.[3]

Según Ramón Menéndez Pidal el poema tuvo diversas versiones, algunas muy posteriores a la original. El nombre del cantar sería Los siete infantes de Salas, puesto que no se menciona el nombre de «Lara». En él doña Lambra está casada con Ruy Velázquez. Este estudioso, en fin, no asevera que los personajes sean históricos.

Alan Deyermond señala que el trasfondo argumental trasluce motivos universales y habituales del folclore, como la carta que ordena la muerte del mensajero (lugar común coincidente con el de Hamlet), el amor de una joven por el prisionero hecho cautivo por su hermano o la ascendencia misteriosa del protagonista.[4]

El crítico anglosajón aprecia que el Cantar de los siete infantes de Lara o Salas reúne un gran valor por la antigüedad y prioridad en su género y por cuanto refleja la que sería la edad heroica del nacimiento y formación de Castilla, periodo que es a su vez el momento de la gestación de la épica en los pueblos. Además, ensalza la enérgica pintura de algunos pasajes, como aquel en que Mudarra amenaza a doña Lambra y esta intenta buscar protección:

La mala de doña Lambra para el conde ha adeliñado
en sus vestidos grandes duelos, los rabos de las bestias tajados;
llegado ha a Burgos, entrado ha en el palacio,
echose a los pies del conde e besole las manos:
«¡Merced, conde señor, fija so de vuestra prima!
[de] lo que Rodrigo fizo yo culpa non habría,
e non me desamparedes, ca pocos serían los mis días».
El conde dixo: «¡Mentides, doña alevosa sabida!
ca todas estas traiciones vos habedes bastecidas;
vos de las mis fortalezas érades señora e reína.
Non vos atreguo el cuerpo de hoy en este día;
mandaré a don Mudarra que vos faga quemar viva
e que canes espedacen esas carnes malditas,
e, por lo que fezistes, el alma habredes perdida».

Sarcófagos y sepulcros

La exhibición de reliquias de los siete infantes de las leyendas y obras literarias ha sido desde antiguo empeño de varios monasterios, pues la vinculación con prestigiosos héroes (ya fueran reales o ficticios) proporcionaba a estos establecimientos eclesiásticos un aumento de los recursos económicos y los peregrinos atraídos por los mismos. Así, los pretendidos sarcófagos de los siete infantes de Lara se muestran en el Monasterio de San Millán de Suso, aunque los restos que pretenden ser los de los hermanos asesinados han sido disputados por otros monasterios, como el de San Pedro de Arlanza; también la iglesia de Santa María de Salas de los Infantes afirma guardar sus cabezas, y exhibió mucho tiempo siete cráneos que eran tenidos por los de los siete hermanos; por otro lado, en la Catedral de Burgos se dice que se halla el sepulcro de Mudarra. La disputa por la posesión de reliquias de célebres héroes, conocidos legendariamente, ha sido habitual desde la Edad Media hasta nuestros días.

Referencias

  1. Carlos Alvar y Manuel Alvar (1997), pág. 175.
  2. Carlos Alvar y Manuel Alvar (1997), págs. 175-176.
  3. Cfr. Alvar y Alvar (1997), págs. 176-177.
  4. Alan D. Deyermond, (2001), pág. 79

Fuentes

  • ALVAR, Carlos y Manuel Alvar, Épica medieval española, Madrid, Cátedra, 1997. ISBN 978-84-376-0975-1. Cfr. especialmente el capítulo «Siete Infantes de Lara», págs. 175-270.
  • DEYERMOND, Alan D., Historia de la literatura española, vol. 1: La Edad Media, Barcelona, Ariel, 2001 (1ª ed. 1973), págs. 78-81. ISBN 84-344-8305-X
  • MENÉNDEZ PIDAL, Ramón; Poesía juglaresca y juglares; Espasa-Calpe Argentina; Buenos Aires - México; 1948 (2a. edición); pp. 195-196.

Enlaces externos