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Hombre del saco

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Que viene el Coco (Goya, grabado, 1797).

El hombre del saco, (también llamado: viejo del saco, viejo del costal, el hombre de la bolsa, el viejo de la bolsa), es un personaje del folclore infantil hispánico. Se le suele representar como un hombre que vaga por las calles cuando ya ha anochecido en busca de niños extraviados para llevárselos metidos en un gran saco a un lugar desconocido. Este personaje es caracterizado como un asustador de niños, y se utiliza como argumento para asustar a los niños y obligarlos a que regresen a casa a una hora temprana. Es similar al coco y al sacamantecas.

Infanticidas

La figura imaginaria del Hombre del saco tiene su correlato real en numerosos criminales tristemente famosos por secuestrar y matar niños. En algunos de ellos se ha querido ver el origen del personaje, aunque en realidad éste no se basa en ningún suceso en particular (aunque puede verse 'confirmado' por todos ellos).

1910. Gádor, Almería. Francisco Ortega el Moruno era un enfermo de tuberculosis que buscaba desesperadamente una cura para su enfermedad. Para ello acudió a la curandera Agustina Rodríguez, quien a su vez le envió al barbero y curandero Francisco Leona. Al parecer, Leona ya tenía antecedentes criminales y, a cambio de 3000 de los antiguos reales, le reveló "la cura": beber la sangre que emanara del cuerpo de un niño y untarse en el pecho mantecas calientes.

Leona y Julio Hernández el tonto, hijo de la curandera Agustina, se ofrecieron a encontrar al niño. Y así fue como, en la tarde del 28 de junio de 1910, secuestraron a Bernardo González Parra, de 7 años y natural de Rioja. Metiendo al niño en un saco, los criminales lo trasladaron hasta un cortijo aislado en Araoz que Agustina tenía preparado.

Un hermano de Julio Hernández el Tonto, José, fue a avisar al cliente el Moruno, dejando a su mujer Elena haciendo la cena.

El asesinato del pequeño Bernardo fue así: después de haberlo sacado aturdido del saco, a Bernardo se le hizo un corte en la axila, de la cual emanó la sangre que bebió el Moruno mezclada con azúcar. Tras ello llevaron al niño hasta el lugar conocido como Las Pocicas, donde Leona lo mató aplastándole el cráneo con una roca. Después le extrajo grasa y el epiplón para confeccionar una compresa que aplicar al pecho de Francisco Ortega.

Acabado el ritual, ocultaron el cuerpo sin vida en una grieta, tapado con hierbas y piedras sin ser enterrado, situada en un lugar conocido como Las Pocicas.

A la hora de repartir los 3000 reales que había pagado el Moruno por los servicios, el curandero Leona intentó engañar a su cómplice Julio el Tonto sin obtener buenos resultados. Dándose cuenta de las intenciones de Leona y para vengarse de él, Julio le contó a la Guardia Civil que había visto el cuerpo de un niño cuando perseguía a unos pollos de perdiz.

Cuando las fuerzas de la Guardia Civil llegaron al lugar, todo el pueblo delató a Leona, pues antes o después había cometido muchas irregularidades, tal vez alguna de ellas de tipo delictivo. Detenido, a la hora de prestar declaración inculpó a Julio y viceversa. Finalmente, tras mil y una excusas, ambos confesaron el crimen. Cuando el cuerpo fue encontrado, éste estaba boca abajo con el cráneo completamente destrozado.

El curandero Leona fue condenado al garrote vil, pero murió en la cárcel. El cliente, Ortega, y Agustina, la curandera, fueron ejecutados. José, uno de los hijos de Agustina, fue condenado a 17 años de cárcel. La mujer de éste, Elena, fue absuelta. Y Julio el Tonto finalmente fue condenado a muerte también, pero resultó indultado por ser considerado demente.

Todavía viven personas en pueblos como Rioja o Gádor, que son capaces de recordar las coplas que corrieron en esos tiempos, ensalzando la figura del Cabo Mañas, que capturó a los despiadados autores.

Referencias

  • Revista de la Sociedad de Estudios Almerienses, (Almería, enero y marzo de 1911. 2 vols). Excelentísima Diputación Provincial de Almería.
  • «El Vampiro de Gádor» (1928).
  • Revista PORQUE (5 fascículos publicados en los años sesenta).
  • Coplas populares, transmitidas por tradición oral popular, que manifestaban su profundo dolor por el niño Bernardito, relataban los hechos y ensalzaban a la Guardia Civil.

Véase también

Enlaces externos