Batalla de Caporetto

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Batalla de Caporetto
Frente Italiano en la Primera Guerra Mundial
Parte de Batallas del Isonzo y Primera Guerra Mundial
Fecha 24 de octubre - 9 de noviembre, 1917
Lugar Caporetto (hoy Kobarid, Eslovenia)
Coordenadas 46°12′52″N 13°38′33″E / 46.214444444444, 13.6425
Conflicto Mapa del frente del río Isonzo/Soča
Resultado Victoria decisiva de los Imperios Centrales
Beligerantes
Imperio austrohúngaro
Imperio alemán
Reino de Italia
Comandantes
Otto von Below Luigi Cadorna
Fuerzas en combate
35 divisiones (350,000 soldados) 41 divisiones (400,000 soldados)
Bajas
70.000 muertos y heridos 40.000 muertos y heridos
275.000 prisioneros

La batalla de Caporetto, también conocida como batalla de Kobarid, duodécima batalla del Isonzo o batalla de Karfreit por los Imperios Centrales, tuvo lugar desde el 24 de octubre hasta el 9 de noviembre de 1917. El combate se libró en las cercanías de Kobarid (Eslovenia) en la frontera austroitaliana, donde se encontraba el Frente Italiano durante la Primera Guerra Mundial.

Antecedentes

El estancamiento de la lucha en el frente ítalo-austriaco estaba simbolizado por los fracasos de las fuerzas italianas en las sucesivas batallas del Isonzo, las cuales habían logrado pequeñas ganancias territoriales para Italia, pero obtenidas a costa de serias pérdidas de tropas y material. Las fuerzas del Imperio Austrohúngaro estaban también agotadas en sus posiciones defensivas, viéndose obligadas a sostener en simultáneo una lucha contra Rusia en el frente oriental y mantener numerosas unidades desplegadas en la región del Trentino para impedir nuevas ofensivas italianas.

A mediados de 1917 Austria-Hungría recibió apoyo militar del Imperio Alemán en su lucha contra los italianos, ayuda expresada en la llegada de divisiones alemanas al teatro de operaciones de los Alpes. Para esa fecha los dos bandos de la contienda habían desarrollado «tácticas de infiltración» para destruir las líneas enemigas mediante el empleo de fuerzas de choque especialmente preparadas (Sturmtrupen en alemán), destinadas a lanzar un primer asalto frontal de gran violencia e infiltrarse de inmediato tras las líneas enemigas para sembrar el caos, tras lo cual avanzaría la infantería de línea para aprovechar la breve ruptura de la defensa enemiga, empleando en esta fase los gases, cañoneo intermitente y ametralladoras. El general alemán Oskar von Hutier había sido un especialista en la planificación y empleo de estas tácticas y fue enviado en ayuda de sus colegas austrohúngaros para lanzar una ofensiva definitiva sobre las líneas italianas.

El combate utilizó nuevas formas de teoría militar elaboradas por los estrategas alemanes y aplicadas por primera vez contra los italianos. Esas elucubraciones preveían concentrar pequeños grupos de soldados que rompieran la línea del frente enemigo en una distancia máxima de uno o dos kilómetros (usualmente las ofensivas se desarrollaban en unos treinta kilómetros) y que penetraran rápidamente en la retaguardia enemiga, y ya en esas posiciones amenazaran las tropas que no se habían movido desde el frente, considerando que en el montañoso teatro de combate (los Alpes) era inviable desplegar grandes masas de tropas en un solo ataque. Para ello, la táctica alemana postulaba no atacar por la línea del río Isonzo, situada en el llano, sino aprovechar las alturas alpinas para caer sobre las líneas italianas.

La batalla

Ofensiva austroalemana

Las tropas austrohúngaras lideradas por el general Otto von Below, reforzadas con efectivos alemanes del general Oskar von Hutier, lanzaron su ofensiva en la mañana del 24 de octubre de 1917 sobre las posiciones italianas cercanas a la localidad eslovena de Kobarid (en italiano Caporetto), y prontamente rompieron el frente italiano y dispersaron a las fuerzas italianas que defendían la posición.

El alto mando italiano había repartido máscaras antigás pero de mala calidad, así como escasa munición de artillería, lo cual causó que al momento del ataque los defensores italianos no pudieran reorganizarse tras el primer impacto. El mismo día 24 los alemanes y austrohúngaros aprovecharon la brecha abierta en Caporetto y se lanzaron hacia las llanuras para destruir a las fuerzas italianas allí estacionadas, avanzando 25 kilómetros e invadiendo territorio de Italia propiamente dicho, por primera vez desde el inicio de la guerra.

Para colmo, el general italiano Luigi Cadorna, jefe del mando supremo del Segundo Ejército Italiano instalado en la zona, prohibió toda retirada e insistió en que los oficiales mantuvieran la resistencia a ultranza, aun cuando desde el día 25 las posiciones italianas empezaron a ser cercadas o destruidas por tropas austroalemanas más numerosas. Cadorna ordenó que las fuerzas bajo su mando lanzaran contraataques a nivel local, aunque el Regio Esercito no disponía prácticamente de reservas móviles para apoyar tales contraataques y menos todavía para liberar a las unidades atrapadas en el masivo cerco austroalemán, siendo que sólo una retirada general pero organizada podría evitar un desastre. A pesar de ello, el propio Cadorna amenazó con fusilar a los oficiales que permitieran una retirada, lo cual terminó de desmoralizar a las fuerzas italianas.

Desastre en las líneas italianas

Tropas austrohúngaras tras cruzar el río Isonzo, octubre de 1918.

Con el paso de los días la situación de los italianos empeoraba al advertirse la gran velocidad del avance austroalemán y la falta de reservas móviles para detenerlo, más aún por cuanto el Estado Mayor italiano no había previsto el empleo de tácticas de infiltración en las alturas alpinas, y el envío de refuerzos implicaba debilitar otros puntos del frente, hasta hacerlo totalmente inestable. El 28 de octubre las líneas italianas se habían derrumbado ante la presión y los austroalemanes tomaban la ciudad italiana de Udine. Recién ese día el general Luigi Cadorna autorizó la retirada hacia el río Tagliamento, mientras que sus pasadas amenazas, lejos de mantener el orden, desmoralizaron más a los soldados italianos cercados que empezaron a rendirse masivamente a los austroalemanes antes que sostener una lucha tan desesperada como inútil.

El plan italiano era mantener una línea de defensa con base en dicho río, pero la rapidez y violencia de la infiltración austroalemana hizo imposible cumplir tal proyecto, más aún porque la escasez de medios de transporte hacía que casi todos los batallones italianos debieran retirarse y luchar en simultáneo, sin poder destinar una cantidad específica de tropas para la retaguardia. Así, al llegar los italianos al Tagliamento, sus retaguardias seguían siendo hostigadas por los austroalemanes, por lo que el 30 de octubre el general Cadorna autorizó a sus tropas el cruce del río para evitar una aniquilación completa. Hacia el 2 de noviembre los italianos terminaron de cruzar el Tagliamento, abandonando armas, material bélico y numerosos prisioneros; precisamente en esa misma fecha los austroalemanes llegaban a la orilla norte del Tagliamento y establecían sus cabezas de puente.

Retirada italiana

Las unidades del Regio Esercito que habían sobrevivido a la ofensiva estaban agotadas, desordenadas y carentes de la mayor parte de sus equipos bélicos, por lo cual no podrían mantener una línea de defensa organizada. Ante ello Cadorna se vio obligado a ordenar que la retirada continuase hacia el sudoeste del Tagliamento, seguidos los soldados por una masa de decenas de miles de refugiados civiles italianos.

El 6 de noviembre los italianos se retiraron hacia el río Livenza, dejando todavía más territorio en poder de los austroalemanes. En esa misma fecha Cadorna fue retirado del mando por orden directa del primer ministro Vittorio Emanuele Orlando y fue reemplazado por el general Armando Diaz, quien logró reorganizar las fuerzas en retirada pese a los ataques austroalemanes y formó una nueva línea de defensa en el río Piave el 12 de noviembre, deteniendo la ofensiva austroalemana que ya había sobrepasado sus líneas de abastecimiento.

Consecuencias

El botín de la ofensiva austroalemana fue cuantioso, y la derrota del ejército italiano una de las peores de toda la Gran Guerra. Más de 270 000 italianos fueron capturados por los austriacos, y otros 300 000 italianos que lograron huir del desastre tuvieron que ser reorganizados y reequipados al abandonar casi todo su bagaje militar. Las fuerzas austroalemanas sufrieron serias bajas conforme la resistencia italiana se endurecía durante la retirada, pero al final lograron avanzar más de 100 kilómetros e invadieron el propio territorio italiano en dirección a Venecia. Los austrohúngaros fueron detenidos finalmente en el río Piave, donde los italianos habían establecido una nueva línea defensiva, que se mantuvo durante el resto de la guerra hasta la Batalla de Vittorio Veneto. Durante esta batalla, el batallón alemán mandado por Theodor Sproesser y en el que Erwin Rommel era Oberleutnant desempeñó un importante papel. En Roma, el gobierno presidido por Paolo Boselli cayó el 29 de octubre como resultado de la grave derrota de Caporetto y fue reemplazado por un nuevo gabinete encabezado por Vittorio Emmanuele Orlando, quien mantendría el cargo hasta junio de 1919.

Preocupados por la situación italiana, los Aliados convocaron una conferencia en Rávena, donde el rey Víctor Manuel III les aseguró que el ejército italiano iba a mantener sus posiciones sin problema alguno. Y así fue: hasta el final de la guerra en 1918, el frente italiano se estabilizó en la línea del río Piave, desde el cual el Regio Esercito lanzó el 30 de octubre de 1918 la ofensiva que derrotó al Imperio Austrohúngaro, lo que aceleró notablemente el fin de la guerra europea.

Los sangrientos resultados de la Batalla de Caporetto fueron vívidamente descritos por Ernest Hemingway en su novela Adiós a las armas (A Farewell to Arms).

Entre los generales italianos, dirigidos por Luigi Cadorna, se encontraba también el futuro mariscal de Italia Pietro Badoglio, de participación destacada en la Segunda Guerra Mundial. El término «Caporetto», tras esta batalla, cobró un significado especial en Italia y designaba una terrible derrota. Así, la fallida huelga general de 1922 por parte de los socialistas, fue bautizada por Mussolini como «el Caporetto del socialismo italiano».

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