Usuario:Victoriasilva
TECNODEPENDENCIA
Podemos definir a la tecnodependencia como la "adicción" de los ciudadanos actuales a determinada "dosis" de ciertas tecnologías que, en realidad, no son (estrictamente hablando) necesarias para la vida, la salud o el bienestar de las personas La tecnología es vista muchas veces como el camino para un mundo mejor, a la liberación del trabajo y la fuente del ocio y placeres. Hoy en día la tecnodependencia es un problema de un mundo cada vez más globalizado. El desarrollo tecnológico de los países del primer mundo, en especial el de la gran potencia estadounidense, es comercializada con los países del tercer mundo (y prácticamente en el mundo entero). Pero que aquellas caretas de generosidad y felicidad no engañen al mundo, esta transferencia tecnológica no es para el avance de desarrollo de los sectores subdesarrollados, los supuestos “favorecidos”, haya que más que el llamado de caridad es lo que el capitalismo mundial considera económicamente conveniente. La caridad para el tercer mundo En el momento que la tecnología se vuelve una herramienta de dependencia (que claro esta, difiere de lo que debería ser su objetivo: asegurar un futuro ”mejor”) los efectos sociales de este tipo de economía mundial, que podríamos llamar una economía imperialista, se ven plasmados en la idiosincrasia de cada pueblo y cultura. Es importante destacar que la diversidad cultural en nuestro mundo va desapareciendo, formando una gran cultura global a causa de la propia globalización. Por ejemplo, las culturas de oriente medio y lejano, así como también la propia latinoamericana, se han visto, aunque en diferentes periodos históricos, influenciadas por la cultura occidental, la cultura de los países ”desarrollados”. Archivo:C:\tencodependencia.JPG
Desarrollo tecnológico y globalización
Hoy en día la tecnodependencia es un problema de un mundo cada vez más globalizado. El desarrollo tecnológico de los países del primer mundo, en especial el de la gran potencia estadounidense, es comercializada con los países del tercer mundo (y prácticamente en el mundo entero). Pero que aquellas caretas de generosidad y felicidad no engañen al mundo, esta transferencia tecnológica no es para el avance de desarrollo de los sectores subdesarrollados, los supuestos “favorecidos”, haya que más que el llamado de caridad es lo que el capitalismo mundial considera económicamente conveniente.
Seres inseguros al fin, los humanos solemos tener una relación contradictoria con los objetos tecnológicos. Medios extraordinarios para nuestra expansión, éstos pueden devenir en factores alienantes.
La alienación es el fenómeno, de naturaleza psicológica y mental, por el cual la persona suprime la personalidad, o el señorío sobre sí mismo, haciéndose dependiente de lo dictado por alguien o algo.
En sentido general, podría ocurrir que los productos o medios producidos por el hombre lo dominen, de suerte que de alguna manera pasen ellos a tener el control sobre su creador.
La alienación humana en los objetos, la anulación del libre albedrío y sujeción a algo externo a los individuos, ha sido un tópico muy estudiado por los antropólogos.
Parece claro que los objetos son creados para satisfacer una necesidad. Como mercancías, en el intercambio, se introducen en el mundo de la utilidad y son usados. Es decir, tienen un valor de uso.
Así, el vestido se utiliza como abrigo, los frutos como alimento, el hogar como residencia. La antropología ha demostrado, sin embargo, que ciertas formas de consumo de las sociedades primitivas –las suntuarias- no tenían nada que ver con la satisfacción de necesidades básicas.
En realidad, esos objetos estaban cargados de significados añadidos, más allá del valor de uso. Servían para marcar el poder de un grupo, la pertenencia a una tribu, o para suscitar valores mágicos.
En las actuales sociedades de consumo, también hay un uso del valor simbólico de los objetos. Los automóviles, por ejemplo, no sólo son adquiridos por ser medios de transporte -valor de uso- sino porque marcan el estatus social de un individuo.
Siempre se dijo que el cigarrillo, antes de ser una adicción, se consumía como medio de socialización. La verdad es que los nuevos dispositivos tecnológicos no escapan a la contradictoria lógica del consumo humano.
La antropóloga Rosalía Winocur, una argentina residente en México, analiza los usos de estos aparatos. Estuvo en Buenos Aires presentando su último libro “Robinson Crusoe ya tiene celular”.
En declaraciones a la prensa, Winocur consideró que los usuarios de estos aparatos (cuya ventaja objetiva -valor de uso- es que acortan tiempo y distancia) pueden devenir en adictos, que es una forma de dependencia o alienación.
“La angustia de la desconexión es una adicción. Hasta los ‘90, en las películas, todos los personajes fumaban. Ahora, casi ninguno; la mayoría tiene un celular”, dijo.
“De la misma manera en que el cigarrillo funcionaba como ansiolítico socialmente aceptado, el celular también es un ansiolítico. Entonces las redes (tecnológicas) controlan la ansiedad y se vuelven redes de sometimiento. Para mí es una nueva forma de sometimiento social”, explicó.
¿Visión apocalíptica acaso? Es difícil ser categórico en este tema. Porque en principio la relación del hombre con las cosas, a la largo de la historia, siempre fue de algún modo tormentosa, y algo alienante.
Siempre existe la duda, en un punto, de quién domina a quién. Por un lado, los objetos reflejan la soberanía humana sobre el entorno, pero a veces da toda la impresión que ellos toman el control de la situación.
Por lo pronto, con respecto a los celulares, es dable observar en algunos casos un uso patológico. Se ha descubierto, por ejemplo, que muchos jóvenes duermen con ellos bajo de la almohada y contestan llamadas y mensajes a la hora que sea.
Eso provoca interrupciones del sueño, que les impiden tener un descanso adecuado. Además, existe un síndrome ligado al excesivo uso del pulgar para escribir mensajes, que provoca dolores por la inflamación de los tendones.