Batalla de Belascoáin

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La batalla de Belascoáin (o acción de Belascoáin) fue un choque militar entre tropas carlistas y tropas cristinas que tuvo lugar el 28 de enero de 1838 en la localidad navarra de Belascoáin. Como resultado del duro enfrentamiento, que duró cuatro horas con graves pérdidas humanas, las tropas comandadas por Diego de León destruyeron los fuertes carlistas de Belascoáin y Ciriza, al mismo tiempo que se hicieron con el control del estratégico puente de Belascoáin sobre el río Arga que comunicaba la Cuenca de Pamplona con Valdizarbe y Tierra Estella.

Contexto

Habíase encargado á don Diego León la comandancia general de Navarra, cuya situación era tan poco satisfactoria como el estado dé las tropas que se ponian á sus órdenes, las cuales regresaban de perseguir á la espedicion de don Carlos, cansadas, desnudas y con bastantes bajas. Procuró el nuevo jefe remediar tan aflictivos males, y poner su gente en estado de combatir con éxito á los carlistas que hablan estendido prodigiosamente su dominio en Navarra, fortificando puntos, cortando caminos y ejecutando obras que les prometían ser dueños esclusivos de aquel país.

La batalla

Las primeras operaciones del jefe liberal, no fueron infructuosas; pero siendo una de las más apremiantes necesidades el abastecimiento de la plaza de Pamplona, á lo cual oponían grande obstáculo los carlistas por ser dueños de Belascoain, resolvió apoderarse de este punto tan importante y bien fortificado. Participó su idea al general Alaix virrey de Navarra, la consideró temeraria y la desaprobó. No por esto desistió León: tomó sobre sí la responsabilidad de tan atrevida empresa, y para distraer á los carlistas y darles lugar á que verificasen una incursión en el Carrascal, ejecutó un movimiento estratégico en dirección opuesta á la del enemigo, y los resultados fueron como los previo el jefe liberal. Situados los enemigos en Legarda, Oztegarda, Muzo, Baznon y Obanos vieron pronto á los liberales, á quienes creyeron distantes, y trabaron con ellos una porfiada lucha que hizo á León dueño de Legarda y del monte del Perdón. Notició á Alaix tan importante acontecimiento, y su propósito de atacar al dia siguiente, 28 de Enero, el puente de Belascoain, para lo que le pedia la artillería gruesa que necesitaba. Aguijoneado por su impaciencia, corrió sin esperar la contestación el citado dia hacia Belascoain, defendido por numerosas fuerzas carlistas que ocupaban las casas aspilleradas y fuertes, los reductos y tres líneas atrincheradas para impedir el paso de un vado próximo.

No contó verdaderamente León el número de los enemigos, ni paró mientes en las posiciones que habia de defender é toda costa: aconsejado por su temerario arrojo embistió á su contrario, y la valerosa resistencia de éste, avivaba más y más su empeño. Unos y otros combatientes conocían la importancia del sitio porque bregaban, y en cuatro horas de sostenido y horroroso fuego, ni los sitiados cedian ni los sitiadores se desalentaban por las pérdidas que mutuamente se causaban. No podia prolongarse aquella lucha: conoce León ser necesario un acto de arrojo, y manda cargar á la bayoneta sobre el pueblo ; desprecian aquellos valientes las balas que les diezmaban y se apoderan de él aclamando á Isabel IL Aun se necesitaba otro esfuerzo para apoderarse del puente, que era el punto de importancia, más le faltaba la artillería de grueso calibre que esperaba le enviase Alaix, y en el momento de deber comenzar el ataque al puente para poder aprovechar el efecto moral que en unos y otros combatientes debió producir la ocupación del pueblo, se le presentó el mensajero que envió á Pamplona á anunciarle la negativa del virey. Encolerizóse León, y es fama que en uno de sus raptos exclamó en presencia de sus edecanes: ya hay complot de generales contra mi.

En la situación que se hallaba el jefe liberal, no podia retroceder sin mengua. Así lo comprendió, y decidido á vencer ó á conseguir una muerte gloriosa en el campo de batalla, espoleó á su brioso animal, y recorrió las filas anunciando á sus tropas que se iba á atacar el puente porque en él estaba el premio de la victoria.

No era posible apoderarse de él á viva fuerza ; situado en el vértice de un ángulo entrante que forma el Arga, cuyo rio se desliza al pié de elevadas montañas, parecía inespugnable, y le hacían tal por su frente las obras con que le hablan fortificado sus poseedores.

Era menester vadear el rio y tomar por la espalda el reducto que defendía el puente. La operación era difícil, pero se ofreció á ella el coronel don Manuel de la Concha, y León se la confió contento, poniendo á sus órdenes los batallones de Castilla y 1." de Zaragoza, con la compañía de tiradores, escuadrón de Guias y 2.° de Húsares. Destináronse al- gunas fuerzas á proteger el paso del Arga, á cuyo fin dirigían dos pie- zas de artillería sus certeros disparos sobre las fuerzas que los carlistas reconcentraban para impedirlo ; otras dos piezas batian el reducto, y alguna infantería amagaba con oportunidad pasar el puente, para distraer la atención del enemigo.

El fuego de fusilería y de cañón se habia generalizado y era horroroso. El paso del Arga se efectuaba en tanto con increible arrojo, llegando el agua á la cintura y pereciendo algunos. Gana Concha la opuesta mar- gen con las compañías del 1.° de Castilla, y la caballería, y desaloja á los contrarios de sus primeros atrincheramientos.

León, amigo del mayor peligro, echa pié á tierra y se precipita en el rio con su estado mayor, siguiéndole el primer batallón de Zaragoza, que al ver el heroísmo de su jefe le aclama con entusiasmo, y toda la división aclama también á aquellos valientes, anhelando todos el puesto de más compromiso.

Nada era ya capaz de detener aquellas tropas, que se cuidaron más del triunfo que de la vida : les alentaba la emulación y no veian el peligro. Así se posesionaron de los parapetos y fortificaciones esteriores; abandonaron los carlistas el reducto al ver lo inútil de su valiente resistencia, y los batallones de la Guardia y Zaragoza pasaron el puente. Sus defensores se declararon vencidos.

Las tropas liberales hablan conseguido un triunfo de gran valía, en premio del cual les esperaba el hambre. León envió á su jefe de estado mayor á Pamplona á pedir pólvora para destruir los fuertes conquistados, y raciones para alimentar á su desfallecida tropa. El virey envió la primera; pero no las segundas, porque no las tenia, dijo. Nuevo conflicto para León, que no podia dar de comer á los que tan importante servicio acababan de prestar á la patria ; á los que acababan de derramar su sangre en dos días de heroicos y repetidos combates ; á los que habían conseguido un triunfo calificado por todos de temerario si no imposible, con los elementos de que pudieron disponer.

Y en premio de todo esto, ¡la miseria, el hambre! ¡Ni un rancho que dar á aquellos valientes!

A media legua de Belascoain, tenían los carlistas bien guarnecido el fuerte de Ciriza, y en él un depósito de víveres, que se propuso León sirviera para alimentar á sus tropas. La alternativa era terrible ; ó desfallecer ó pelear de nuevo para conquistar el preciso alimento. Escalonó sus fuerzas, marchó con dos batallones, la artillería y caballería sobre aquel punto, que abandonaron sus guarnecedores al aproximarse los victoriosos liberales, y le ocuparon estos hallando en el raciones para cinco dias.

A pesar de la modestia con que León redactó el parte de tan glorioso hecho de armas, le fué premiado con la gran cruz de San Fernando, que no estimó en tanto como la satisfacción que le ocasíohó aquella brillante jornada, á la que contribuyeron los milicianos nacionales de Puente la Reina.

Consecuencias

Pamplona se comunicó ya con el resto de la provincia, que comprendió en breve lo que debia al intrépido León y á sus bizarras tropas.


Véase también

Referencias

Bibliografía

Enlaces externos