Diferencia entre revisiones de «Leonardo Infante»

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Merced a sus brillantes servicios en las Queseras y otras jornadas, entró a comandar un regimiento de caballería, con el cual ayudó a hacer la campaña en Nueva Granada.
Merced a sus brillantes servicios en las Queseras y otras jornadas, entró a comandar un regimiento de caballería, con el cual ayudó a hacer la campaña en Nueva Granada.


Dando rienda suelta a su valor y amor patrio, peleó en Gámeza el 11 de julio del año de 1819 con su genial bravura; en Bonza el 20, con heroísmo sorprendente; en Pantano de Várgas el 25 con tanto ímpetu que fue el primero en romper con su lanza el cerco que diezmaba las tropas republicanas. En Boyacá, el 7 de agosto, Infante lanceó sin piedad a sus adversarios en la lucha, infundiendo el terror por todas partes.
Dando rienda suelta a su valor y amor patrio, peleó en Gámeza el 11 de julio del año de 1819 con su genial bravura; en Bonza el 20, con heroísmo sorprendente; en Pantano de Várgas el 25 con tanto ímpetu que fue el primero en romper con su lanza el cerco que diezmaba las tropas republicanas. En Boyacá, el 7 de agosto, Infante lanceó sin piedad a sus adversarios en la lucha, infundiendo el terror por todas partes. Después de esta acción se le concedió el título de Coronel efectivo del Ejército Patriota.


Vencedores los republicanos en esta cruenta batalla, el Libertador, acompañado de Infante a quien profesaba una cordial estimación y de otros de sus servidores, hizo su entrada en Bogotá el 9 de agosto, y el 11, habiendo ocupado la plaza el General José Anzoátegui con la división de su mando, se resolvió la persecución de las huestes realistas de Sámano que huyen amedrentadas en dirección al Sur. Infante fue destinado a perseguir las partidas realistas que tomaron la vía de Honda, cumpliendo su cometido con gran habilidad e incomparable audacia. De regreso a Bogotá se le vitoreó y festejó espléndidamente.
Después de esta acción se le concedió el título de Coronel efectivo del Ejército Patriota.

Vencedores los republicanos en esta cruenta batalla, el Libertador, acompañado de Infante a quien profesaba una cordial estimación y de otros de sus servidores, hizo su entrada en Bogotá el 9 de agosto, y el 11, habiendo ocupado la plaza el General José Anzoátegui con la división de su mando, se resolvió la persecución de las huestes realistas de Sámano que huyen amedrentadas en dirección al Sur.

Infante fue destinado a perseguir las partidas realistas que tomaron la vía de Honda, cumpliendo su cometido con gran habilidad
e incomparable audacia. De regreso a Bogotá se le vitoreó y festejó espléndidamente.


En los años de 20 a 24 estuvo guerreando en Pasto y el Ecuador, unas veces a las órdenes del Libertador y otras a las del General Juan José Flores; batiéndose en todas partes con su acostumbrado heroismo y ralizando las más rudas faenas, recibiendo en la acción de Quilcacé varias heridas que pusieron en peligro su vida.
En los años de 20 a 24 estuvo guerreando en Pasto y el Ecuador, unas veces a las órdenes del Libertador y otras a las del General Juan José Flores; batiéndose en todas partes con su acostumbrado heroismo y ralizando las más rudas faenas, recibiendo en la acción de Quilcacé varias heridas que pusieron en peligro su vida.


== Regreso a Bogotá y Enjuiciamiento ==
== Regreso a Bogotá y Enjuiciamiento ==
Concluida la campaña del Sur, volvió a la capital de Colombia, en la que fijó su residencia y en donde se le esperaba la triste suerte de lavar con su sangre las horribles gradas del patíbulo, ese andamio infame condenado por la moral y la filosofía cristiana. A Infante se le acusó de haber asesinado al Teniente Francisco Perdomo. Instruido el proceso, bajo la Presidencia del General Santander, no resultó la prueba requerida por las leyes para llamar a juicio al acusado; no obstante esto, fue juzgado y condenado a muerte. Para que dictara este fallo la Corte marcial, se tuvo que apelar a infinidad de abusos que menoscabaron la dignidad de aquella institución violándose leyes vigentes a fin de poder fusilar a uno de los mas meritorios entre los libertadores de la Patria.


Infante conservó hasta el último instante de su suplicio la entereza de alma que lo caracterizaba, entereza que le sirvió de punto de apoyo para formarse la merecida reputación de que goza entre sus compatricios. Fue fusilado el 26 de marzo de 1826, dando por resultado este atentado, la separación de las tres grandes repúblicas que componían la antigua Colombia.
Herido y derrotado por el capitán José María Obando, quien ordenó que tratasen a los prisioneros "como si fueran su propia persona", durante la campaña del Sur, escapó con la pierna destrozada, y volvió a la capital de Colombia, en donde fijó su residencia. Distinguiéndose por continuos excesos, más tarde a Infante se le acusó de haber asesinado al teniente Francisco Perdomo. Daniel Florencio O' Leary describió al coronel Infante como un: “…hombre de color que por su extraordinario valor había sido ascendido al rango que tenía y que por su notoria mala conducta se había hecho odioso”. Según el comisionado de Su Majestad Británica ante el Gobierno de Colombia: "El coronel Infante había sido esclavo en Venezuela; al estallar la revolución civil él huyó de su amo y entró al servicio de Colombia. Debido a su valor había sido elevado al rango de coronel. Mientras estuvo al servicio de los lanceros de corps bajo el mando del general Bolívar, su disposición feroz lo convirtió en el terror de todos los lugares donde había sido estacionado, y en particular, en el del cuartel de la ciudad de Bogotá, donde residía hacía un tiempo. Se decía comúnmente que el coronel tenía una cuadrilla de malhechores negros como él, que a toda hora estaban listos para actuar como instrumentos de su venganza contra cualquier persona que tuviera la desgracia de incitar su disgusto. Se suponía generalmente que Infante había estado en la capital bajo la vigilancia de su gobierno […] aunque tenía fama de valiente guerrillero, era, por lo demás, sanguinario y sin principios, y a ser cierta la mitad siquiera de lo que llegó a mis oídos, debía habérsele ejecutado mucho tiempo antes". Por si fuera poco, el propio Libertador decidió protegerlo cuando recomendó al doctor venezolano Miguel Peña, que fue presidente de la corte, que evitara una acusación formal pero también agregó: "Dígale Ud. que nadie lo amaba ni estimaba más que yo; pero que tampoco nadie era más feroz que él; que mil veces había dicho antes que su instinto único y universal era matar a los vivientes y destruir a lo inanimal; que si veía un perro, o un cordero, le daba un lanzazo, y si a una casa, la quemaba. Todo en mi presencia. Tenía una antipatía universal. No podía ver nada parado. A Rondón, que valía mil veces más que él, lo quiso matar mil veces".

Acostumbrado a la guerra, con una experimentada hoja de servicios y frustrado por una carrera militar afectada por sus lesiones físicas, el coronel Infante sentía un gran resentimiento por sus compañeros que eran ascendidos al rango de general. En un incidente con una quinceañera vendida por su madre, que se había negado a pagar azotando a la madre cuando fue a reclamar el dinero y prentendida por un joven oficial venezolano, fue acusado de asesinar al teniente Francisco Perdomo, que estaba atrincherado en la residencia de su amada, y sin poder penetrar la fortaleza, el coronel Infante regresó acompañado por su amigo Jacinto Riera, que recibió la orden de subirse al mostrador de la tienda. El atacante gritó que saliera a luchar, y que si no tenía un arma, entonces que ofrecía una; el defensor respondió suplicando que no lo matara. El coronel desenvainó su sable y ordenó que el teniente fuera sacado de su refugio; la orden fue cumplida: "...con cariños, con persuasiones y promesas de que Infante no le haría nada y que primero lo mataría a él mismo". Aparentemente cumplió su promesa, pues los tres hombres salieron hacia el puente de San Francisco; temiendo por su vida, el teniente Perdomo llamó a su medio hermano materno, el oficial venezolano Tiburcio Sáenz, quien alcanzó a salir de la residencia que estaba alojándolo pero temeroso volvió a cerrar la puerta. Pocos segundos después, el indefenso teniente recibió un sablazo en la cabeza. Un testigo con rango de teniente declaró que: "...sintió que la carrera llegó hasta el puente donde se pararon, que allí oyó unas voces que no distinguió y que más de 5 minutos después oyó una risotada del coronel Infante en el puente". El cadáver fue arrojado en el río.

Amaneciendo, los ciudadanos avisaron a la policía apenas descubrieron el cadáver. El cómplice, que fue condenado a la muerte, escapó de la cárcel y desapareció para siempre; el victimario, que fue capturado el mismo día del asesinato, negó cualquier responsabilidad en el crimen. Teniendo en cuenta la condición de militar del coronel Infante, la justicia castrense tenía competencia; el acusado fue juzgado por un consejo de guerra con parte de los mejores oficiales que podía ofrecer la Unión y que fue reconformado porque el tribunal militar estaba integrado por coroneles, y según las disposiciones legales vigentes para el juicio de un coronel, se requería la presencia de dos generales y por este error de procedimiento, la Corte Marcial declaró nulo el primer consejo de guerra. El segundo consejo de oficiales pronunció su veredicto: nuevamente, la condena del coronel Infante era la muerte; en este fallo salvó su voto el coronel venezolano Judas Tadeo Piñango, pues consideró que el único tribunal competente era la Alta Corte de Justicia reunida en calidad de Alta Corte Marcial, y que no había pruebas suficientes para un veredicto condenatorio. La sentencia fue consultada ante la Alta Corte de Justicia en calidad de Alta Corte Marcial. El presidente de la Alta Corte de Justicia a quien le correspondía el turno era el doctor Miguel Peña. En un juicio con formalidades en que fue defendido por un veterano militar español pero sin tecnismos jurídicos a pesar de la oposicón del doctor Peña, fue juzgado, encontrado culpable y condenado a muerte.

Por su parte, el coronel Infante mandó un oficio para el Vicepresidente Santander: "Excelentísimo Señor: Leonardo Infante, coronel de los ejércitos de la República, preso y condenado a muerte por el consejo de oficiales generales, hago a V.E. presente: que teniendo comprometida mi palabra de casamiento a Ma. Dolores Caicedo, vecina de Popayán y residente en esta capital, deseoso de cumplírsela y efectuar el matrimonio, a V.E. suplico me conceda el correspondiente permoso... Bogotá, 13 de septiembre de 1824... Exmo. señor… A ruego del coronel Leonardo Infante… Lorenzo Ley… Al margen: enviada al comandante general de Cundinamarca". El permiso fue concedido; el novio y la novia recibieron la bendición nupcial por parte del fraile franciscano Angel Ley, un hermano del teniente coronel Lorenzo Ley, abogado defensor. Este dirigió un memorial para el propio Santander, y describiendo la experimentada hoja de servicios del coronel venezolano, añadía que el acusado había sido condenado solamente por evidencia circunstancial y sin pruebas suficientes; por esta razón, solicitaba que se le conmutara la pena capital. El oficio del coronel Ley tiene escrito al margen una anotación del Vicepresidente Santander que dice: "Marzo 23 de 1825. Véase mañana mismo en el Consejo de Gobierno. Bogotá, 24 de marzo de 1825. Oído el dictamen del Consejo de Gobierno y resultando que lejos de haber el grave motivo que exige el artículo 127 de la Constitución para conmutar las penas capitales a favor de la humanidad, los hay muy notables para no dejar impune un homicidio premeditado y alevoso cometido en un oficial, buen servidor de la República, y por un jefe que por su conducta en la sociedad se ha granjeado el odio público e inspira un fundado temor a todos los ciudadanos pacíficos, decreto: que el Poder Ejecutivo no tiene por justo y conveniente proponer a los jueces que han conocidode la causa contra el coronel Leonardo Infante la conmutación de la pena capital que solicita el defensor de dicho coronel. Comuníquese al intendente general del departamento para su conocimiento, y al mismo defensor. Santander. P. Gual".


== Muerte ==
== Muerte ==
El acusado estaba prisionero en capilla en las piezas altas del ala occidental del edificio del Hospicio, entonces cuartel y futura escuela militar, y después de la confesión y últimos sacramentos, su mujer, embarazada, heredó el dinero adeudado a su cónyuge. Un sábado 26 de marzo de 1825, en una caravana hacia la plaza, estaba el condenado, aunque degradado, con su uniforme con sombrero galoneado y plumaje, las charreteras y la banda encarnada, en la mano derecha cargaba el bastón, en la izquierda un crucifijo y estaba acompañado por su confesor y los frailes del convento de San Francisco. En la Plaza Mayor, soldados de la guarnición formaron un cuadro bajo el sonido de las campanas de la catedral y los tambores de la banda marcial. En el banquillo, poco antes de morir fusilado, solicitó permiso para pronunciar las últimas palabras; concedido, declaró que: "Infante muere, pero no por la muerte de Perdomo". Según un testigo presencial: "En seguida se sentó en el banquillo, y con ademán resuelto, dio la señal de fuego a los soldados, dejando caer el pañuelo que llevaba en la diestra. Permaneció rígido, sin caer por algunos instantes, aunque varias balas lo habían atravesado. Al ver esto, avanzó inmediatamente el pelotón de relevo y le dio el golpe de gracia".

El acusado estaba prisionero en capilla en las piezas altas del ala occidental del edificio del Hospicio, entonces cuartel y futura escuela militar, y después de la confesión y últimos sacramentos, su mujer, embarazada, heredó el dinero adeudado a su cónyuge. Un sábado 26 de marzo de 1825, en una caravana hacia la plaza, estaba el condenado, aunque degradado, con su uniforme con sombrero galoneado y plumaje, las charreteras y la banda encarnada, en la mano derecha cargaba el bastón, en la izquierda un crucifijo y estaba acompañado por su confesor y los frailes del convento de San Francisco. En la Plaza Mayor, soldados de la guarnición formaron un cuadro bajo el sonido de las campanas de la catedral y los tambores de la banda marcial. En el banquillo, poco antes de morir fusilado, solicitó permiso para pronunciar las últimas palabras; concedido, declaró que: "Infante muere, pero no por la muerte de Perdomo". Según un testigo presencial: "En seguida se sentó en el banquillo, y con ademán resuelto, dio la señal de fuego a los soldados, dejando caer el pañuelo que llevaba en la diestra. Permaneció rígido, sin caer por algunos instantes, aunque varias balas lo habían atravesado. Al ver esto, avanzó inmediatamente el pelotón de relevo y le dio el golpe de gracia". Una vez verificada la muerte según el protocolo español, los tambores tocaron a marcha; acompañado por un capitán que servía como ayuda de campo suyo, el Vicepresidente Santander llegó montando su caballo, luego cruzó la gran plaza, y finalmente, dirigió el siguiente discurso a la tropa: "¡Soldados de la República! Ved ese cadáver: las leyes han ejecutado este acto de justicia. Mientras que el coronel Infante empleó su espada contra los enemigos de la República y las sirvió con fidelidad y bizarría, el Gobierno le colmó de honores y recompensas; pero la ley descargó sobre él todo su vigor en el día en que, olvidando sus deberes, sacrificó alevosamente a un ciudadano, oficial también de la República. Este es el bien que ha conseguido Colombia después de sus gloriosos sacrificios; mi corazón está partido de dolor con la vista de semejante espectáculo y necesito toda la fuerza de mis principios para hablaros delante de este cadáver... ¡Soldados! Estas armas que os ha confiado la República no son para que las empleéis contra el ciudadano pacífico ni para atropellar las leyes; son para que defendáis su independencia y libertad, para que protejáis a vuestros ciudadanos y sostengáis invulnerables las leyes que ha establecido la Nación. Si os desviáis de esta senda contad con el castigo, cualesquiera que sean vuestros servicios".

En el barrio de San Victorino, donde Infante había establecido su residencia con su compañera que había traído de Popayán, aparecieron unos letreros pintados que decían: "¡San Victorino libre!". No obstante, el juicio y la posterior muerte del coronel venezolano fue aprovechada por la nueva tendencia separatista en Venezuela, la rebelión del general Páez y que terminó en la disolución de la Unión Colombiana. Algunos historiadores lo han considerado el primer origen de la separación de las tres grandes repúblicas que componían la antigua Colombia.


== Véase también ==
== Véase también ==

Revisión del 06:02 26 may 2010

Leonardo Infante
Información personal
Apodo Negro Infante Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacimiento 1785 Ver y modificar los datos en Wikidata
Parroquia Chaguaramal (Venezuela) Ver y modificar los datos en Wikidata
Fallecimiento 1825 Ver y modificar los datos en Wikidata
Bogotá (Colombia) Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad Venezolana
Información profesional
Ocupación Militar Ver y modificar los datos en Wikidata
Años activo desde 1812
Lealtad VenezuelaBandera de Venezuela Venezuela
Archivo:BanderaGranColombia.pngGran Colombia
Rango militar Coronel
Conflictos

Guerra de independencia de Venezuela Independencia de Colombia

Campañas del Sur
Distinciones

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Este combatiente de la independencia, conocido vulgarmente con el nombre de "El negro Infante," nació en Venezuela, en la antigua provincia de Maturín, hácia el año de 1795.

Fue descendiente de una pobre familia acostumbrada al rigor de la servidumbre, pero él, por una especie de inspiración sublime, tributó desde su infancia tanto odio a la opresión como amor a la libertad.

Criado en la llanura, gozaba de una complexión sana y robusta, era esforzado, infatigable y ágil.

Para Infante no había estaciones; hacia faena sin que su constitución se alterara, ni bajo los rayos abrasadores del sol tropical, ni bajo la lluvia mas inclemente.

No tuvo nunca escuela, así que, la civilizacion jamas penetró profundamente en su indomito espíritu; pero al salir de la vida nómada que llevara en su infancia para entrar en otro mundo mejor constituido, su ánimo abandonó la cerril corteza que lo cubria, y admirando los grandes hechos que acontecian en su epoca, se adhiere y rinde honores a los grandes hombres de su tiempo.

Entrada a la Vida Militar

La revolución de 1810 operó en aquella alma una transfiguración. De repente el campesino, el llanero se convirtió en un guerrero sin igual!

A los quince años de edad, Infante, con toda la energía y decisión de su carácter y juventud, se manifestó adicto a la revolución que aseguraría las libertades individuales y públicas.

Deseoso de servir en aquella terrible cruzada contra el despotismo de tres centurias, ofreció su cooperación al ínclito general Mariño en 1812 y empezó su carrera militar desde soldado raso.

Pocos como este defensor de la libertad pelearon en favor del derecho humano, proclamado en 1793 en Francia influenciado por el espíritu filosófico de Condorcet Genio luminoso de Voltaire.

Del año de 12 al de 24, Infante estuvo en combates: Tucupido, Corozal, Lozana, Altagracia, Bocachico, Cuajaral, Arao, Carabobo, La Puerta, Aragua, Maturín, Magueyes, Urica, La Mesa, Chiribital, Bendición, Guaicara, Quebrada-honda, Alacranes, Juncal, San Félix, Mata de Miel, Achaguas, Calabozo, Mision-de-abajo, Oriza, Sombrero, Enea, Negritos, Ortiz, Cañafístolo, Beatriz, Rincón de los Toros, Queseras de Enmedio, Mantecal, Llano de Carácas, Gámeza, Bonza, Pantano de Várgas, Boyacá, Magdalena, Mucuchíes, Quilcacé, Bomboná, Taindalá, Pasto, Ibarra, Catambuco etc., y en todas estas batallas, aquel hombre fuerte que parecía animado del espíritu de Rustan, dió grandes pruebas de astucia y de valor heroico.

El comportamiento de Infante en la acción de Carabobo le mereció las más vivas simpatías del Libertador y el grado de Comandante, destinándosele a servir en la " Caballería Ligera " por sus brillantes aptitudes para el manejo de la lanza.

Con este grado entró a formar parte de la famosa división que al mando del General Zaraza hizo la campaña en 1818 hacia el oriente de Venezuela, batiendo en el sitio de Beatriz, con un escuadrón de cien hombres, el 17 de julio del año citado, dos cuerpos volantes de a doscientos jinetes cada uno, dependientes de la división que dirigía el español Mórales.

Este encuentro, que, según los historiadores, presentó todos los aspectos de las grandes batallas, por el encarnizamiento de los combatientes, es para Infante una de sus mayores glorias guerreras. Aquel hombre formidable que, "cabalgando en cerril alazán, cuchillo al cinto y en la diestra la desnuda lanza, imponía terror al soldado hispano," solo escaparon veintiocho individuos, eliminando al enemigo más de la mitad de sus tropas y llevando a Zaraza setenta prisioneros como resultado de su triunfo.

En 1819, reunido a las fuerzas del General Páez, se halló, según queda dicho, en la jornada de las Queseras del Medio, y fue tal su faena en este duelo (que para algunos constituye parte importante de la Lucha Libertadora), que Páez le obsequió su caballo y un famoso trabuco; mientras Bolívar lo ascendió a Teniente Coronel, concediéndole al mismo tiempo la Cruz de los " Libertadores de Venezuela."

Aquí es de observar que el mayor servicio que Infante prestó a su causa y a la Patria, lo hizo el año 1818 en Rincón de los Toros. Debido a una sorpresa ejecutada con suprema audacia por los españoles, el Libertador estuvo a punto de ser asesinado en el mencionado sitio; mas en medio de la confusión de los patriotas, Infante, conservando su ánimo sereno y eliminando al Coronel Raimundo López, que comandaba la fuerza enemiga, dió a Bolívar su caballo para que se salvara, exponiéndose él a ser asesinado.

Primer Cargo de Comando y Grado de Coronel

Merced a sus brillantes servicios en las Queseras y otras jornadas, entró a comandar un regimiento de caballería, con el cual ayudó a hacer la campaña en Nueva Granada.

Dando rienda suelta a su valor y amor patrio, peleó en Gámeza el 11 de julio del año de 1819 con su genial bravura; en Bonza el 20, con heroísmo sorprendente; en Pantano de Várgas el 25 con tanto ímpetu que fue el primero en romper con su lanza el cerco que diezmaba las tropas republicanas. En Boyacá, el 7 de agosto, Infante lanceó sin piedad a sus adversarios en la lucha, infundiendo el terror por todas partes. Después de esta acción se le concedió el título de Coronel efectivo del Ejército Patriota.

Vencedores los republicanos en esta cruenta batalla, el Libertador, acompañado de Infante a quien profesaba una cordial estimación y de otros de sus servidores, hizo su entrada en Bogotá el 9 de agosto, y el 11, habiendo ocupado la plaza el General José Anzoátegui con la división de su mando, se resolvió la persecución de las huestes realistas de Sámano que huyen amedrentadas en dirección al Sur. Infante fue destinado a perseguir las partidas realistas que tomaron la vía de Honda, cumpliendo su cometido con gran habilidad e incomparable audacia. De regreso a Bogotá se le vitoreó y festejó espléndidamente.

En los años de 20 a 24 estuvo guerreando en Pasto y el Ecuador, unas veces a las órdenes del Libertador y otras a las del General Juan José Flores; batiéndose en todas partes con su acostumbrado heroismo y ralizando las más rudas faenas, recibiendo en la acción de Quilcacé varias heridas que pusieron en peligro su vida.

Regreso a Bogotá y Enjuiciamiento

Concluida la campaña del Sur, volvió a la capital de Colombia, en la que fijó su residencia y en donde se le esperaba la triste suerte de lavar con su sangre las horribles gradas del patíbulo, ese andamio infame condenado por la moral y la filosofía cristiana. A Infante se le acusó de haber asesinado al Teniente Francisco Perdomo. Instruido el proceso, bajo la Presidencia del General Santander, no resultó la prueba requerida por las leyes para llamar a juicio al acusado; no obstante esto, fue juzgado y condenado a muerte. Para que dictara este fallo la Corte marcial, se tuvo que apelar a infinidad de abusos que menoscabaron la dignidad de aquella institución violándose leyes vigentes a fin de poder fusilar a uno de los mas meritorios entre los libertadores de la Patria.

Infante conservó hasta el último instante de su suplicio la entereza de alma que lo caracterizaba, entereza que le sirvió de punto de apoyo para formarse la merecida reputación de que goza entre sus compatricios. Fue fusilado el 26 de marzo de 1826, dando por resultado este atentado, la separación de las tres grandes repúblicas que componían la antigua Colombia.

Muerte

El acusado estaba prisionero en capilla en las piezas altas del ala occidental del edificio del Hospicio, entonces cuartel y futura escuela militar, y después de la confesión y últimos sacramentos, su mujer, embarazada, heredó el dinero adeudado a su cónyuge. Un sábado 26 de marzo de 1825, en una caravana hacia la plaza, estaba el condenado, aunque degradado, con su uniforme con sombrero galoneado y plumaje, las charreteras y la banda encarnada, en la mano derecha cargaba el bastón, en la izquierda un crucifijo y estaba acompañado por su confesor y los frailes del convento de San Francisco. En la Plaza Mayor, soldados de la guarnición formaron un cuadro bajo el sonido de las campanas de la catedral y los tambores de la banda marcial. En el banquillo, poco antes de morir fusilado, solicitó permiso para pronunciar las últimas palabras; concedido, declaró que: "Infante muere, pero no por la muerte de Perdomo". Según un testigo presencial: "En seguida se sentó en el banquillo, y con ademán resuelto, dio la señal de fuego a los soldados, dejando caer el pañuelo que llevaba en la diestra. Permaneció rígido, sin caer por algunos instantes, aunque varias balas lo habían atravesado. Al ver esto, avanzó inmediatamente el pelotón de relevo y le dio el golpe de gracia".

Véase también

Referencias


La Biblioteca Luis Ángel Arango: http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/rasgos/rasgos29.htm