Congreso de Verona

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El Congreso de Verona, celebrado el 22 de noviembre de 1822 en Verona, la Cuádruple Alianza, así como las potencias que formaban parte de la Santa Alianza, Rusia, Austria y Prusia deciden la reinstauración del absolutismo en España reclamada por el mismo rey, tras el pronunciamiento llevado a cabo por Rafael del Riego que consiguió cercar políticamente a Fernando VII, jurando la Constitución de Cádiz e iniciando el Trienio Liberal que tuvo un gran efecto en el resto de los países europeos.

El 7 de abril de 1823 se produce la invasión de España por parte de los Cien Mil Hijos de San Luis, penetrando con escasa resistencia hasta Cádiz. Comienza así la Década Absolutista, conocida como la Década Ominosa por los liberales.

Condena de la Santa Alianza

La Santa Alianza condenó la deriva revolucionaria del trienio liberal en España, pero en la práctica conjuntamente sólo se realizaron notas de protesta por parte de cada embajador. Sin embargo, un periódico inglés, el Morning Chronicle, publicó poco después de la celebración del congreso un supuesto tratado de Verona, que condenaba cualquier régimen liberal, la libertad de prensa y sancionaba la invasión francesa. Solamente la historiografía española consideró este tratado como verdadero, al menos hasta 2011.[1]

Acuerdos de Verona

Los infrascritos plenipotenciarios [...] han convenido en los artículos siguientes:
  • Las altas partes contratantes, plenamente convencidas de que el sistema de gobierno representativo es tan incompatible con el principio monárquico, como la máxima de la soberanía del pueblo es opuesta al principio del derecho divino, se obliga del modo más solemne a emplear todos sus medios y unir todos sus esfuerzos para destruir el sistema de gobierno representativo de cualquier Estado de Europa donde exista y para evitar que se introduzca en los Estados donde no se conoce.
  • Como no puede ponerse en duda que la libertad de imprenta es el medio más eficaz que emplean los pretendidos defensores de los derechos de las naciones, para perjudicar a los de los príncipes, las altas partes contratantes prometen recíprocamente adoptar todas las medidas para suprimirla, no sólo en sus propios Estados, sino también en todos los demás de Europa.
  • Estando persuadidos de que los principios religiosos son los que pueden todavía contribuir más poderosamente a conservar las naciones en el estado de obediencia pasiva que deben a sus príncipes, las altas partes contratantes declaran que su intención es la de sostener cada esté autorizado a poner en ejecución para mantener la autoridad de los príncipes [...]
  • Como la situación actual de España y Portugal reúnen, por desgracia, todas las circunstancias a que hace referencia este tratado, las altas partes contratantes, confiando a la Francia el cargo de destruirlas, le aseguran auxiliarla del modo en que menos pueda comprometerla con sus pueblos y con el pueblo francés, por medio de un subsidio de veinte millones de francos anuales a cada una, desde el día de la ratificación de este tratado, y por todo el tiempo de la guerra [...]
  • Para restablecer en la Península el estado de cosas que existía antes de la revolución de Cádiz [...] las altas partes contratantes se obligan mutuamente a que se expidan las órdenes más ternimantes para que se establezca la más perfecta armonía entre las cuatro partes contratantes.
Verona, 22 de noviembre de 1822


Notas

  1. del Torre del Río, Rosario (2011). «El falso tratado secreto de Verona». En Universidad Complutense, ed. Revista de Historia Contemporánea. Consultado el 23 de diciembre de 2011.