Usuaria:Abigaillujanavaro/Taller

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Otro aspecto importante es no preguntar, nunca, «por qué» se hace algo, ya que da respuestas simples que no ayudarían en la representación. En vez de esto, se debería preguntar «para qué» se hace algo.Esta pregunta vendrá acompañada de una nueva diana, que se irá modificando y transformando con cada respuesta, ya que no se puede cambiarla. Es la diana la que se transforma sola, es la que cambia a los personajes, la que los atrae con su fuerza.

También propone que se formule la siguiente pregunta

¿Qué es lo que la diana me obliga a hacer?
Donellan, El Actor y la Diana, 2007, p.32

Es más recomendable para el actor pensar que lo que estoy haciendo es porque la diana me obliga a hacerlo. Otro dato muy importante es la concentración, siempre se pide que se concentren, pero eso hace que se encierren en ellos mismos y se pierda la atención de lo que pasa a su alrededor. Pero, la conexión con el personaje y los de la escena, o con la obra en la que se está trabajando, la atención, está directamente relacionada con la diana y es a ella a la que los personajes deben agarrarse.

El miedo[editar]

Por otro lado, está el gran enemigo: el miedo. Se teme a fracasar, pues porque se piensa en el futuro, o en cometer los mismos errores. Para combatirlo, lo mejor se debe pensar en el «ahora» y confiar en la atención.

Romeo y Julieta

El personaje no tiene miedo, son quienes interpretan al personaje, y el intentar siempre ver desde fuera, aunque resulte ser algo imposible. Se juzgan de una forma muy cruel y eso hace que los paralicen o intenten buscar un mejor camino, que acaba peor aun, y todo se termina convirtiendo en un bucle. Donnellan toma una de las reconocida obra de William Shakespeare: Romeo y Julieta, por lo que la produjo juntos a los los actores Irina y Sergei en toda la obra, para poder explicar la resolución con ayuda actoral, y el personaje desde un punto de vista. Por otro lado, está el tema de buscar en el interior de cada uno. Ya que las dianas no se encuentran dentro de nosotros, debe de haber distancia, entre la distancia y la persona, para así poder visualizarla. Tampoco la inventó, pues esa diana ya existe, solo se tiene que verla. El autor nos dice que el personaje que se interpreta no tiene nada que ver con nosotros, por lo que debe haber una distancia entre el personaje y el actor. Resulta ser muy interesante pensar en las apuestas, pues a menudo pueden ser reveladoras, al igual que el ser humano, los personajes siempre tienen algo que ganar y algo que perder cuando hacen una acción o dicen algo. Cuando se hace o se dice algo, se intenta que sea para mejorar la situación. Por eso es interesante responder siempre en positivo y en negativo, pero desde los ojos del personaje.

Esto también sirve cuando no se sabe quiénes somos. A menudo esta pregunta atormenta y bloquea y, entonces Donnellan propone de nuevo usar el opuesto: quienes no queremos llegar a ser. Por supuesto, se debe olvidar que se llegará a ser el personaje que se interprete. El actor presta su cuerpo al personaje para darle vida, pero no se puede castigarlo por no llegar a ser ese personaje. Por mucho que se quiera, el mundo interno es totalmente distinto al del personaje y no se lo puede cambiar, aunque sí se puede olvidar por unos momentos. Solo se puede hacer lo que el personaje hace y ver lo que el personaje ve.

El trabajo invisible es muy útil para ponerse en los ojos del personaje. Se debe mirar a nosotros mismos (como personajes) y buscar qué es lo que nos gustaría que fuera distinto en nosotros. Podemos también intentar ver el mundo imaginario que tiene nuestro personaje pues todos lo poseemos, aunque no hablemos de él. Donnellan propone algunos ejercicios para que todo esto se interiorice en el personaje, cómo es interpretar con un propósito extremo dado o interpretar el opuesto del personaje buscando en la literatura, el cine, etc. Esto hará que se creen nuevas dianas y que ese trabajo invisible impregna al personaje.

También se analiza la identidad del personaje, la manera en que se ven a ellos mismos. Pero por mucho que se visualicen de una u otra forma, lo que los define realmente son las acciones pues como dice el refrán “por sus acciones los conoceréis”. Pero todos esconden un anti-nosotros que temen que salga a la luz y esto también hay que tomarlo en cuenta pues forma parte de la identidad del personaje. Los personajes se componen de lo que son, pero también de lo que no son. La máscara es otro aspecto del que los actores suelen olvidarse. Los personajes llevan ropas, maquillajes, etc. El actor no suele llevar en su vida cotidiana pero que a la hora de interpretar será de gran utilidad. Solo utilizando los zapatos del personaje el actor comenzará a moverse como tal, pero tiene que intentar no cotidianizarlo y solo usarlo cuando interprete a ese personaje.

Los actores siempre buscan racionalidad en las interpretaciones sin pensar que, en la vida misma, se hacen cosas que no tienen coherencia pero que no se cuestionan el por qué. Cada ser humano es un mundo, no se puede conocerlos a todos ni siquiera conocerse a uno mismo completamente. Otro aspecto importante es conocer el espacio en el que el personaje se mueve. Este espacio pone obstáculos al personaje y hace que actúe de una u otra manera (no en términos de interpretación sino de acción). Esto es de gran ayuda también para el apartado de «no sé cómo debería moverme». Al mirar el espacio a través de los ojos del personaje los movimientos tomarán mucho más sentido pues la escenografía desde los ojos del actor no tiene nada que ver con la del personaje. Se debe recordar que siempre que el personaje se mueva, debe de haber una justificación para ello y esto siempre será una reacción a otra cosa. Es bueno imaginar que es el espacio el que nos incita o nos impide hacer algo.

Se debe intentar no dirigir los movimientos, pues aquí vuelve a ser el intelecto el que se pone en funcionamiento y este es un falso amigo del actor. Algo que casi todos están hartos de ver es a actores intentado expresar emociones. Esto resulta totalmente falso a la vista del espectador pues al igual que ocurre siempre, las emociones se expresan a través del cuerpo. A veces puede resultar hasta ridículo ver como un actor se sale de su personaje porque está intentando llorar o sentirse muy alegre. Por lo que siempre surge la misma cuestión: el actor trabaja en un teatro, puede que los de la primera fila le vean el rostro, pero no los de la última. Si se limitan a expresar únicamente con la cara y no con el cuerpo a aquellos espectadores que están en la última fila y que han venido a ver lo mismo que los de la primera se perderán más de la mitad de la obra (sobre todo si es realista) porque los cuerpos no expresan nada.

En general no se debe intentar hacer lo que se hace, fingir las emociones (a no ser que el director así lo quieran), y querer tener todo bajo control porque se creará un caos dentro del actor que impedirá salir al personaje. Si se intenta hacerlo todo magníficamente bien, seguramente se conseguirá todo lo contrario, pues se estará centrado en cosas que no tienen importancia y se olvidará ver a través de nuestro personaje. Directamente nos olvidaremos de él y saldremos a interpretarnos a nosotros mismos. Donnellan trabaja con otros autores, de que para él lo más importante son las acciones y no tanto el mundo psicológico, ya que estas mismas acciones serán las que lo creen. La acción es vital para el ser humano pues como dice Donnellan, si no se mueven los personajes o los actores, es que estamos muertos.

Bibliografía[editar]

Donnellan, D. (2007) “El actor y la diana”. Editorial Fundamentos.

https://en.wikipedia.org/wiki/Declan_Donnellan

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