San Guinefort
San Guinefort fue un perro lebrel que vivió en la Francia del siglo XIII, y sería objeto de devoción como santo después de muerto. Su santidad no fue reconocida por la Iglesia Católica, que varias veces prohibió expresamente el culto a este animal.[1]
Historia que cuenta la tradición
La historia, consignada por Esteban de Borbón hacia 1250, es en esencia como sigue:
Un día, el dueño de Guinefort, que era un caballero que vivía en un castillo en Villars-les-Dombes, lo dejó con su hijo de pocos meses. Cuando regresó el caballero, vio sangre en el hocico del perro, e inmediatamente lo mató.
Luego se percató de que su hijo estaba vivo, y entonces encontró a su lado una serpiente muerta.
El caballero, arrepentido, le hizo al perro una tumba cubierta de piedras y con plantas alrededor.
Después, considerado Guinefort como un santo que protegía a los niños, el emplazamiento de la tumba se convirtió en lugar de devoción.
Culto posterior
Su festividad era el 22 de agosto. Su culto persistió hasta 1930. [cita requerida]
Referencias
Enlaces externos
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