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Neuropolítica

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Neuropolítica es la denominación de una reciente rama del conocimiento que investiga las implicaciones de la neurociencia en el ámbito de la política. Además de la propia neurociencia y de la ciencia política, implica a una gran variedad de campos de otras ciencias sociales y naturales, como la psicología, la genética conductual, la primatología y la etología. La investigación neuropolítica toma prestados métodos de la neurociencia cognitiva para investigar cuestiones clásicas como la toma de decisiones políticas, las actitudes políticas[1]​ e ideológicas, la evaluación de los candidatos y la interacción en las coaliciones políticas. Otras líneas de investigación consideran la perspectiva contraria: el papel que la competición política y ha tenido en el desarrollo evolutivo del cerebro en el ser humano y en otras especies. Otros campos de estudio confluyentes son la genopolítica,[2]​ la fisiología política,[3]​ la neuroeconomía y el neuroderecho.[4]

Historia

Filósofos como Platón y John Locke teorizaron sobre la naturaleza del pensamiento humano, utilizando su teorías como base de su filosofía política. Para Locke, la mente del hombre entra en el mundo como una tabula rasa, y los gobiernos se forman como resultado de las necesidades impuestas por el estado de naturaleza. Aunque Locke tenía formación en medicina, era escéptico acerca del valor de los estudios anatómicos del cerebro, y concluyó que no se podían extraer de su estudio consecuencias útiles para entender facultades mentales.[5]

En 1979 el grupo de Roger Sperry desarrolló y publicó el primer experimento neuropolítico, con pacientes que tenían el cerebro dividido[6]​ por un daño grave en el cuerpo calloso, lo que trastorna la comunicación entre los hemisferios cerebrales.[7]​ Los investigadores mostraban separadamente fotos de figuras políticas a cada uno de los ojos de los pacientes (lo que implicaba que las imágenes se transmitían a distintos hemisferios cerebrales) y les solicitaban una evaluación positiva o negativa levantando o bajando el dedo pulgar. Así por ejemplo, dado el contexto de los sujetos (la prueba se realizó antes de estallar el escándalo Watergate), Hitler o Fidel Castro recibían una evaluación negativa, Winston Churchill recibía una evaluación positiva y Richard Nixon recibía una evaluación neutra. Curiosamente, cada hemisferio intentaba comunicar claves sobre la identidad de las figuras al otro hemisferio. El estudio demostró que la aproximación neurológica podía aplicarse al entendimiento de las actitudes políticas.

El primer libro de Frans de Waal (Chimpanzee Politics,[8]​ 1982, en español La política de los chimpancés: el poder y el sexo entre los animales),[9]​ sugirió que los cerebros de primates no humanos como los chimpancés le permitió a ellos (chimpancés) llevar a cabo la manipulación estratégica de terceros. Esta "inteligencia política" facilitó la formación de coaliciones y dinámicas políticas con muchas similitudes a las vistas en política humana. Investigaciones más recientes desarrolladas por Robin Dunbar sugirieron una correlación entre el tamaño del neocórtex de un animal y la medida del grupo social que exitosamente podría dirigir. Mientras que la Política de Aristóteles comparó las facultades mentales de humanos con otros animales en un intento de establecer una base para entender las políticas de humanos, el trabajo sistemático de de Waal y Dunbar trajo métodos rigurosos para aclarar la relación existente entre el cerebro y política, incluso a través de especies lejanas.

Neuroimagen

Con el descubrimiento de la imagen por resonancia magnética funcional la neurociencia adquirió nuevas herramientas que podían emplearse para investigar cuestiones hasta entonces difíciles o imposibles de abordar. Los primeros estudios neuropolíticos la usaron para detectar las diferencias de actividad cerebral entre personas a las que se preguntaban cuestiones políticas. Siguiendo la tradición de trabajo de Philip Converse y John Zaller, se encontró que los políticamente informados tenían elevados niveles de actividad en la red neuronal por defecto mientras que los no informados tenían disminuida la actividad en las mismas áreas del cerebro.[10][11]

Un estudio subsecuente, del grupo de Drew Westen, confirmó la elevada falta de actividad en la red neuronal por defecto en los políticamente sofisticados, y sugería diferencias entre republicanos y demócratas sobre cómo piensan sobre cuestiones políticas.[12]​ Westen expandió más tarde las implicaciones de sus hallazgos a las campañas políticas en su libro The Political Brain.[13]

El grupo de David Amodio[14]​ medía potencial relacionado a evento (event-related potential, ERP)[15]​ para un conjunto de participantes de orientación liberal y conservadora mientras ejecutaban una tarea go/no go, encontrando que una tendencia más liberal se asociaba con un mayor conflicto relacionado con la actividad en el cortex del cíngulo anterior. En 2011, el grupo de Ryota Kanai en University College London encontró diferencias en el tamaño de regiones cerebrales particulares que se correspondían con la adscripción liberal o conservadora de los participantes en el estudio.[16]

Política en otras especies

A pesar de los riesgos de antropomorfizar el comportamiento animal, se investiga el comportamiento político de ciertas especies de animales sociales. Además del trabajo de de Waals con los chimpancés, hay estudios de dinámica de coaliciones en hienas, delfines, elefantes y otros animales. En la hiena manchada, por ejemplo, las interacciones sociales se caracterizan por una sociedad de fisión-fusión[17]​ en la que se forman y disuelven grupos sobre una base regular. La gran complejidad de la dinámica política en el caso de esta especie parece requerir un mayor neocortex que el de especies relacionadas que tienen estructuras sociales más simples.[18]​ Los delfines han demostrado tener alianzas políticas de diferentes niveles que parecen colocar demandas sustanciales en su cognición social.[19]​ Por otro lado, los elefantes, muestran diversas dinámicas de coalición en los diferentes niveles jerárquicos de su organización social.[20]​ Considerar las relaciones entre la neuroanatomía, las funciones mentales y la dinámica política de otras especies puede ayudarnos a comprender la política en humanos y el rol que cumple nuestro cerebro en ellas.[21][22]

Véase también

Notas

  1. Camelia Florela Voinea, Political Attitudes: Computational and Simulation Modelling, John Wiley & Sons, 2016. Judith V. Torney-Purta, The Development of Political Attitudes in Children, 2017.
  2. Fowler, James H.; Darren Schreiber (7 November 2008). "Biology, Politics, and the Emerging Science of Human Nature". Fuente citada en en:genopolitics
  3. Political Physiology Lab - University of Nebraska-Lincoln
  4. Ienca, Marcello, & Roberto Andorno (2017). "Towards New Human Rights in the Age of Neuroscience and Neurotechnology", fuente citada en en:neurolaw.
  5. Zimmer, Carl (2005). Soul Made Flesh. p. 246. 
  6. en:split-brain
  7. Sperry, Roger; Eran Zaidel; Dahlia W Zaidel (1979). «Self recognition and social awareness in the deconnected minor hemisphere» (PDF). Neuropsychologia 17 (2): 153-166. doi:10.1016/0028-3932(79)90006-X. 
  8. de Waal, Frans (1982). Chimpanzee Politics: Power and Sex among Apes. 
  9. Traducción española editada por Alianza, 1993
  10. Schreiber, Darren (2005). Evaluating politics: A search for the neural substrates of political thought (Ph.D.). University of California, Los Angeles. 
  11. Fowler, James; Darren Schreiber (2008). «Biology, Politics, and the Emerging Science of Human Nature» (PDF). Science 322 (5903): 912-914. PMID 18988845. doi:10.1126/science.1158188. 
  12. Westen, Drew; Pavel S. Blagov; Keith Harenski; Clint Kilts; Stephan Hamann (2006). «Neural Bases of Motivated Reasoning: An fMRI Study of Emotional Constraints on Partisan Political Judgment in the 2004 U.S. Presidential Election» (PDF). Journal of Cognitive Neuroscience 18 (11): 1947-1958. PMID 17069484. doi:10.1162/jocn.2006.18.11.1947. 
  13. Westen, Drew (2008). The Political Brain: The Role of Emotion in Deciding the Fate of the Nation. Archivado desde el original el 4 de julio de 2007. 
  14. Amodio, David; John T Jost; Sarah L Master; Cindy M Yee (2007). «Neurocognitive correlates of liberalism and conservatism» (PDF). Nature Neuroscience 10 (11): 1246-1247. PMID 17828253. doi:10.1038/nn1979. 
  15. Steven J. Luck: An Introduction to the Event-Related Potential Technique, Second edition. Cambridge, Mass.: The MIT Press, 2014. Fuente citada en en:event-related potential (
  16. R. Kanai (5 de abril de 2011). «Political Orientations Are Correlated with Brain Structure in Young Adults». Current Biology 21 (8): 677-80. PMC 3092984. PMID 21474316. doi:10.1016/j.cub.2011.03.017. 
  17. en:fission-fusion society
  18. Sakai, Sharleen; Bradley M. Arsznov; Barbara L. Lundriga; Kay E. Holekamp (2011). «Brain Size and Social Complexity: A Computed Tomography Study in Hyaenidae». Brain, Behavior, and Evolution (PDF) 77 (2): 91-104. doi:10.1159/000323849. 
  19. Connor, Richard; Jana J. Watson-Capps; William B. Sherwin; Michael Krützen (2011). «A new level of complexity in the male alliance networks of Indian Ocean bottlenose dolphins (Tursiops sp.)» (PDF). Biology Letters 7 (4): 623-626. PMC 3130209. PMID 21047850. doi:10.1098/rsbl.2010.0852. 
  20. de Silva, Shermin; Ashoka DG Ranjeewa; Sergey Kryazhimskiy (2011). «The dynamics of social networks among female Asian elephants» (PDF). BMC Ecology 11 (17): 1-15. doi:10.1186/1472-6785-11-17. 
  21. Proctor, Darby (1 de enero de 2001). «Chapter 2: Political Primates: What Other Primates can Tell Us about the Evolutionary Roots of Our Own Political Behavior». En Hatemi, Peter, ed. Man Is by Nature a Political Animal: Evolution, Biology, and Politics. University Of Chicago Press. pp. 100-110. 
  22. Schreiber, Darren (1 de enero de 2001). «Chapter 10: From SCAN to Neuropolitics». En Hatemi, Peter, ed. Man Is by Nature a Political Animal: Evolution, Biology, and Politics. University Of Chicago Press. pp. 100-110. 
  23. en:Biology and political science
  24. en:Biology and political orientation