Diferencia entre revisiones de «Endecasílabo»

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El endecasílabo es un verso de once sílabas de origen italiano que se adoptó en la lírica española durante el primer tercio del siglo XVI, durante el Renacimiento, gracias al poeta toledano Garcilaso de la Vega, quien lo introdujo junto con su amigo Juan Boscán convencido en Granada por el embajador veneciano Andrea Navagiero de que introdujese la métrica italiana en la castellana.

La adaptación tuvo éxito y arrinconó, a causa de su ritmo más flexible, el uso del verso de doce sílabas o dodecasílabo, que hasta ese momento dominaba la expresión del arte mayor para los temas importantes y solemnes. Don Íñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, había intentado introducirlos ya en el siglo XV, pero su intento no había tenido éxito.

Ritmos y acentos

El verso endecasílabo posee un ritmo particular articulado en torno a tres ejes rítmicos o acentos; de ellos, dos al menos son obligatorios, en la sexta y décima sílaba (endecasílabo propio), aunque también son correctos los endecasílabos con acentos en cuarta, octava y décima sílaba (endecasílabos sáficos).

En rigor, el único acento obligatorio en el endecasílabo es el de la décima sílaba. Efectivamente, un endecasílabo puede definirse como «aquel verso cuyo último acento cae en la décima sílaba». Como en castellano la mayor parte de las palabras son graves (o llanas), la mayor parte de las veces el verso constará de once sílabas. Pero esto no es esencial.

Los versos cuya última palabra es aguda («amor, amor, un hábito vestí»), y que manifiestamente tienen diez sílabas, son a pesar de todo endecasílabos por derecho propio, lo cual no constituye una excepción ni una licencia. En el caso inverso, de última palabra esdrújula, el endecasílabo contará con doce sílabas. En cualquier caso, llamar endecasílabos a versos de diez o doce sílabas puede parecer engañoso. Lo realmente esencial es que el último acento caiga en la décima sílaba.

Equivalentes en otros idiomas

El verso preponderante entre los isabelinos fue llamado por los ingleses pentámetro yámbico, de diez sílabas, que se corresponde rítmicamente con un endecasílabo castellano.

Lo mismo sucede obviamente en una lengua oxitónica como el francés, donde el equivalente de nuestro endecasílabo constará en la inmensa mayoría de los casos de diez sílabas. Por la misma razón, el verso alejandrino francés consta de doce sílabas y el castellano con catorce: en ambos casos, lo esencial es que en cada uno de los hemistiquios el último acento caiga en la sexta sílaba.

Estrofas

Sólo de versos endecasílabos en la métrica castellana se pueden componer son la octava real, el soneto y los tercetos encadenados.