Esmeralda Tena

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Instantánea de una esmeralda procedente de los yacimientos del municipio de Muzo

La Esmeralda Tena es la esmeralda más valiosa del mundo, debido no tanto a su tamaño sino a su color verde oscuro, fue hallada en el año 1999 junto a la esmeralda más grande del mundo conocida como Esmeralda Fura en una mina situada en las montañas de Muzo, municipio colombiano, localizado en la provincia de occidente del departamento de Boyacá, muy conocido por sus yacimientos esmeraldíferos. Se encuentra a 170 km de Tunja la capital del departamento y a 90 km de Chiquinquirá la capital de la provincia.[1]

Simbologia

La leyenda de Fura y Tena hace parte del patrimonio cultural de la zona de explotación de esmeraldas de Colombia y las dos montañas que los representan con 840 mt (Tena) y 500 mt (Fura) de altura, sobre el rio Minero Guaquimay, Carare o Zarbi como lo describe la leyenda y que los divide en dos, son un orgullo y una muestra de la riqueza natural de la región conformada por un bosque nativo de una impresionante variedad silvestre entre las que se destacan las 3000 variedades de mariposas que también hacen parte de la historia.

Estas montañas fueron lugar de culto de los indios Muzos, considerado asiento de sus dioses y altar de sacrificios. La leyenda es parte de los relatos precolombinos que se han conservado en el tiempo gracias a la tradición oral de los habitantes de la región y que han sido recopilados por varios escritores, plasmados en varios escritos de mitos y leyendas de la zona.

A continuación podrán leer una de las versiones más completas de la Leyenda de Fura y Tena:

“Fue Are el supremo dios, creador del territorio y pueblo de los Muzos, como una inmensa sombra inclinada asomó por los lados del Gran Río (Magdalena) atravesando en lento vuelo la inmensidad del espacio y al vaivén de su paso columpiante, según la mayor o menor detención del movimiento, iban surgiendo las montañas y los valles como agradecida salutación a su creador.

Se detuvo después a orillas del sagrado río minero y de un puñado de tierra formó los ídolos que llamó Fura (mujer) y Tena (Hombre), que arrojó después a la corriente, en donde, purificados por los besos de la espuma tomaron aliento y vida, siendo ellos, los dos primeros seres del linaje humano. Are les señaló los límites de sus dominios, les enseñó a cultivar la tierra, fabricar la loza, tejer las mantas y a luchar bravíamente para defenderse de las fieras y de los seres extraños que llegaron a sus territorios; les dio normas de salud y de vida, inculcándoles la libertad sin limitaciones de ninguna especie, les puso el sol, la luna y las estrellas y para que eternamente gozaran de la tierra les concedió el privilegio de una perpetua juventud, pero el amor debía ser único y exclusivo entre los dos, regla de vida que violada por la infidelidad, traería para ambos la vejez y la muerte. Así Fura y Tena fueron formando el mundo de los Muzos; pasaban años y siglos, generaciones y generaciones, pero el tiempo no llegaba hasta ellos; siempre en perpetua juventud y progresiva fecundidad veían como su descendencia descuajaba las montañas y poblaba los dominios. Cada Muzo, cumplidos los veinte años, escogía parcela y formaba su hogar, plenamente libre, sin sometimiento a régimen de gobierno alguno, sin otra obligación que la de venerar a los sagrados progenitores, Fura y Tena. Fura y Tena Fueron así surgiendo en las montañas los labrantíos de Turtur, Tununguá, Pauna, Canipe, Misuncha, Quípama, Oquima, Cubache, Sacán, Terama, Corauche, Acoque, Chánares, Bunque, Ibacapí, Macaguay, Cóquira, Quipe, Chungaguta, Maripi, muzo, Cuacha, Guaquimay, Sosque, Isabí, Miabe, Boquipí, Purí, Quibuco, Pistoraque, Coper, Surapí,Itoco, Yanaca, Ancanay, Otanche, como tributo de veneración a los dos primeros seres, que tan fructíferamente cumplían el mandato del supremo Are, dios creador que en su marcha al sol, hacía mucho tiempo se había sumergido en la sagrada corriente del Carare. Tranquila y dulce dentro del trabajo rudo, se deslizaba la vida de los Muzos y pasados muchos siglos la muerte rondaba al fin la juventud de Fura y Tena.

Por los mismos lados de occidente, por donde apareciera Are, llegó un mancebo de extraña raza en busca de una flor privilegiada y milagrosa, que tenía en sus perfumes el alivio a todos los dolores y en sus esencias el remedio a todas las enfermedades. Curiosamente recorría las montañas, cruzaba los ríos, trepaba los árboles y esperaba la aurora en los más altos picachos escrutando en vano por todas partes la planta que ostentara la codiciada flor. Zarbi era el nombre de este raro personaje, vagó muchos días y muchas noches en busca de la flor y convencido de la inutilidad de su empeño acudió a Fura con la esperanza de hallar en ella un firme apoyo a sus propósitos, relatándole las maravillosas propiedades de la planta. Tanta fuerza de convicción puso Zarbi a sus palabras que la compasiva Fura se ofreció a ayudarle a descubrir la flor y en busca de ella se fueron los dos a la montaña, pero el sentimiento iba cambiando y el primitivo impulso de compasión se fue extinguiendo para surgir el amor; en busca de la flor misteriosa, encontraron al amparo de la selva, la propicia ocasión para la infidelidad, venenosa flor que llevaba la muerte en sus secretos. La acusación de la conciencia, palabra de Are que hablaba desde la intimidad del alma tornó a Fura triste y con la tristeza diariamente le llegaba la vejez, prueba irrefutable de infidelidad y anuncio seguro de la muerte. Comprendió entonces Tena que la sagrada ley del único y exclusivo amor que les impusiera Are, había sido violado por Fura y que debían morir. Pero la infiel, en castigo, tendría que sostener en las rodillas, durante ocho días el cadáver del esposo engañado, para así regar con lágrimas los despojos de la inocente víctima y mirar y sufrir todo el horroroso proceso de la descomposición humana. Cuidadosamente afiló Tena su macana, a manera de puñal y recostado en las rodillas de Fura, se atravesó el corazón. La sangre comenzó a manar a borbotones de la herida, cubriendo en movediza manta de púrpura los pies de Fura, mientras su alma iniciaba la marcha al sol, el astro que Are había puesto para animar la vida, pero antes de la ausencia eterna buscó su venganza y en lejanas tierras convirtió a Zarbi en un desnudo peñasco, para así poder flagelarlo con ramales de rayos desde la mansión solar, el cielo de los Muzos.

Zarbi dentro de su pétrea inmovilidad pudo sin embargo, pudo luchar, defenderse y vengarse, se desgarró las entrañas transformando toda la sangre que le animara en vida, en un torrente de agua, que despedazando la maleza fue a inundar la tierra de los Muzos y al contemplar a Fura con el cadáver de Tena en las rodillas, más tormentosas se volvieron esas aguas que enfurecidas se estrellaron contra los esposos, aislándolos para siempre y dejándolos frente a frente, convertidos en dos peñones que cortados a tajos se miran todavía, separados por la atropellante corriente del río. Sus gritos de dolor al perforar en ecos la quietud de la selva, reventaron convertidos en bandadas de multicolores mariposas Inmenso fue el dolor de Fura, las pocas horas que sostuvo en las rodillas el cadáver de Tena fueron siglos de amargura, sus lamentaciones y sus lágrimas viven y vivirán en la historia de los muzos, sus gritos de dolor al perforar en ecos la quietud de la selva, reventaron convertidos en bandadas de multicolores mariposas y sus lágrimas, sus torrentes de lágrimas que en vano quiso contener el hijo mimado Itoco, se fueron transformando al beso del sol, en una cordillera de montañas, montañas de esmeraldas.

La triste suerte de Fura y Tena conmovió sin embargo el corazón de Are que desde su trono del sol los perdonó, poniendo para vigilar los sagrados peñones, una guardia permanente de tempestades, de rayos y serpientes y permitiendo que sean siempre las aguas del Río Minero, sangre de Zarbi, las que descubran, clarifiquen, laven y abrillanten las esmeraldas de Muzo, lágrimas de la infiel y arrepentida Fura.

Por eso y desde entonces, los Muzos tienen además de su gran templo en el bífido peñón de Furatena, las más ricas minas de esmeraldas, las más venenosas serpientes y las más bellas mariposas”.[2]

Características

Véase también

Referencias

  1. a b http://www.elmundo.es/america/2011/06/18/colombia/1308408420.html Artículo de el diario español El Mundo en su edición digital publicado el día 18-06-2011, (Consultada el 19-06-2011)
  2. http://www.minadepiedras.com/es/la-esmeralda/leyenda-de-fura-y-tena.html

Enlaces externos