Discusión:Ébora

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EL TESORO DEL CORTIJO DE ÉBORA (SANLUCAR DE BARRAMEDA) DE 1958-1959

Hoy 11 de Diciembre de 2008, a los 50 años de aquel hallazgo, esta es mi declaración para los que al parecer aun tienen algunas dudas y para demostrar mi inocencia y la de mis padres con respecto a como me lo encontré y lo que hicimos con él.

Yo Francisco Bejarano Ruiz, nacido en Sanlucar de Barrameda en 1950 hijo de Francisco y de Carmen. Criado en el cortijo de Ébora hasta los 18 años.

Mi padre trabajaba en el cortijo de Ébora como vaquero. Al poco tiempo, 3 ó 2 años, pasó a ser el pastor que cuida de las ovejas. Yo a los 5 ó 6 años de edad me fui con mi padre a cuidar el ganado, aunque yo me crié en el cortijo junto con mis hermanos y mis padres.

Yo, un niño en aquel cortijo, no tenía juguetes. Para jugar me entretenía yendo a buscar nidos de pájaros por las marismas en las que había muchas clases de animales. Entonces llovía mucho y me dedicaba a hacer figuras con el barro de las marismas, en cada isleta o veta, como nosotros las llamábamos. Yo tenía mi propio corral de figurillas con las que jugaba.

Otras veces recogía piedras o chapas que me gustaban para jugar con ellas, hasta que encontrase otras más bonitas que las cambiaba por las que me gustaban menos. Siempre llevaba los bolsillos llenos de cosas, y mi madre siempre me regañaba porque siempre tenía los bolsillos rotos, y ella tenía que coserlos.

También me dedicaba a coger cojinetes de las máquinas que usaba como bolindres (canicas).

Yo en estos años no sabía que era un chatarrero, porque hasta los 16 años no volví a pisar el pueblo, hasta entonces vivía con los animales y mis propios juguetes, que como ya he dicho antes me buscaba o hacía yo. Digo esto, porque ahora siendo un hombre de 58 años estoy escuchando muchas cosas, y he leído en un libro que me regalaron mis hijos y en Internet cosas con las que no estoy de acuerdo.

En ese libro: “El tesoro y las primeras excavaciones de Ébora, de J. De M. Carriazo” cuando se habla de que vendía piezas al chatarrero a cambio de caramelos. Es evidente que si no volví al pueblo hasta los 16 años desconociera su existencia, por lo que jamás vendí nada. También se dice que mi padre y el tractorista vendían parte de las piezas, es del todo mentira, el único que se llevó parte de las piezas y debió de vender algunas fue el tractorista Sr. Vernal.

Yo los primeros caramelos que comí fue unos meses o un año antes, que me partí un brazo y mi madre me llevaba a Jerez a curarmelo y cuando salíamos del médico me compraba alguno. También se dice que el tesoro estaba dentro de alguna vasija, no es cierto, estaba simplemente encima de la tierra .

En cuanto a la fecha tuvo que ser 1 o´2 meses antes de lo que pone en el libro, tubo que ser en el mes de Septiembre o a primeros de Octubre. Digo esto porque desde Mayo, hasta Octubre más o menos, es cuando estaban los carneros separados de las ovejas, aunque las fechas no tienen mucha importancia. Lo que quiero es que quede claro de que tanto mis padres como yo entregamos todas las piezas, a Luis Ruiz Sumavías el aperador. y a Don Antonio León y Manjón . dueño del cortijo . De Ëbora.

Ahora voy a contar como me lo encontré. Mi padre entonces estaba de pastor cuidando las ovejas, y él tenía la costumbre de separar los carnero los machos de las ovejas, sobre el mes de Mayo o Junio hasta el mes de Octubre más o menos. Yo era el que me encargaba de cuidarlos, de sacarlos a comer y recogerlos. Esa tarde yo salí como todas las tardes para que pastaran por el campo, y regresaba para encerrarlos, en el corral que esta justo al lado de donde estaba el tesoro. Cuando iba a encerrarlos vi encima de la tierra unas piezas que brillaban, que había levantado el tractor que en ese momento estaba arando por allí, había dos tractoristas uno era Miguel el Mico, y el otro era Vernal.

Yo como siempre iba cogiendo todo lo que me gustaba para jugar, pues cuando vi aquello que brillaba pues empecé a coger y echarme a los bolsillos, así estuve hasta que se hizo de noche y dejaron de salir piezas, a todo esto yo había escarbado con las manos un buen agujero.

Entonces me fui a mi casa y cuando mi madre me vio empezó a reñirme “cuidado el niño este siempre con los bolsillos llenos de cacharros así los tiene siempre rotos, a ver que traes ahora”. Yo le respondí: “no mama mira lo que me he encontrado”, ella dijo “a ver échalo aquí” y extendió su delantal donde yo eché todo lo que llevaba en los bolsillos.

A ella todo aquello le pareció muy bonito, pero no tenía ni idea de lo que era y menos del valor que tenía. Entonces esperamos a mi padre, pero el cuando vio aquellas piezas tampoco supo lo que eran y esperamos a que viniese el tractorista Miguel el Mico. Este cuando vio las piezas ya se quedo en dudas y dijo que no sabía lo que era aquello, y este hombre ya no intervino en nada mas, el entonces dijo, esperamos a que venga Vernal que este es mas joven y sabrá mejor que nosotros lo que puede ser esto.

Y cuando vino el tal Vernal y vio las piezas, dijo: “pues Carmen no estoy muy seguro, posiblemente no tenga nada de valor, ¿dónde lo as encontrado?”, “mi hijo se lo a encontrado en esa esquina del cortijo” y fuimos para que viera donde me lo había encontrado. Ya bastante de noche con una candileja, que era la luz que teníamos en aquéllos años, estuvimos mirando sin escarbar ni nada parecido, pero allí ya no había nada más .

Entonces fue cuando le dijo a mi madre, “carmen me voy a llevar unas cuantas piezas para que las vea un amigo, que este me dirá si esto tiene valor o no” y se llevó algunas piezas el resto las guardó mi madre en una alacena, pero antes de guardarlas había unas perlitas de color verdes y otras tirando a violetas y dijo mi madre, “¡bueno esto lo tiro!”, y dijo vernal, “no lo tires que esto es lo que mas valor puede tener”. Claro entonces pues no caímos en aquellas palabras, pero ahora si y deduzco que sí que sabía lo que era aquello o al menos de que se trataba de oro .

Entonces cogió y se llevó unas piezas a Sanlucar y otras se llevó a Jerez, en Jerez al parecer vendió algunas piezas, porque a mi, me trajo una boina y a mi padre una botella de aguardiente, pero aun así, le dijo a mi madre que aquello no tenía gran valor. Mi madre ya se quedó un poco mosca y empezó a sospechar algo. Aun así consiguió llevarse algunas piezas más y las escondió en la casa máquina, es donde se encierran los tractores.

Si esto fue en domingo, como pones en el libro, el lunes cuando vino el aperador Luis Ruiz Sumavia, mi madre fue y le dijo: “luis mira lo que se ha encontrado mi hijo Paco”. Es evidente que este hombre no era tan ignorante cómo nosotros, que jamás habíamos pisado un colegio. Ni mis padres, ni nosotros claro. Luis tenía muchos libros de todas clases.

En seguida que vio las piezas, las pocas que nos quedaban, supo que se tratabas de oro y de algo grande, y preguntó si allí estaban todas, mi madre le dijo que no, que Vernal se había llevado parte de ellas para comprobar lo que era eso, y entonces Luis preguntó donde me las había encontrado, fuimos y le señalamos el sitio. Lo que ya nose si escarbó o no, ni si encontró nada más. Lo que si hizo fue irse a Sanlúcar y avisar a Don Antonio León y Manjón, y contarle lo que sucedía, esto fue durante el Lunes, el Martes, Don Antonio se presentó en el cortijo y a mi me quitó la boina que me avía traído Vernal y a mi madre los dos anillos que llevaba puestos.

Entonces buscó a Vernal para sacarle dónde tenía las piezas, y pudo sacarle las que había llevado a Jerez y a sanluisero. Las de Sanlúcar y las de Jerez las recuperó todas, aunque en Jerez ya habían fundido algunas, según se supo después. A Vernal lo detuvieron, porque no decía donde tenía las de más piezas. Mis padres tuvieron que ir varias veces a declarar a la casa de Don Antonio y al cuartel de la Guardia Civil, yo también estuve en dos ocasiones declarando como me las había encontrado y de que allí no estaba todo. Mis padres las veces que estuvieron también decían lo mismo, sobre todo mi madre, porque a mi padre cuando le decían que tenía que presentarse para declarar se le descomponía la tripa. Mi madre si sabía que allí faltaban y hasta las que eran, porque hoy en día se acuerda.

Por fin, a Vernal le sacaron donde había escondido las demás piezas, como bien dice en el libro, las tenía en el garaje, osea en la casa máquina, que es como llamábamos nosotros a aquel sitio donde encerraban los tractores y las máquinas. Allí las tenía, escondidas para hacerle unas alajas a su novia. También las recuperó Don Antonio, lo que nose, si consiguió recuperar todas o no, como tampoco sabemos si recuperó el oro de las que habían fundido en Jerez.

Ahora, yo reconozco, que en hacer la primera entrega tardaría 18 días, porque esos días se fueron en averiguar dónde estaban y recuperar las piezas. Pero en lo que no estoy muy de acuerdo es porque tardó 8 meses en hacer la segunda entrega. Como verán 8 meses dan para mucho, y más siendo el dueño del cortijo, y de medio Sanlúcar.

Cómo bien dicen en el libro, que las gentes juzguen.

De todo esto que estoy declarando, tengo testigos. Los hijos del guarda y los del yegüero (el que estaba al cargo de cuidar las yeguas). Mis hermanos y mi madre que aun viven, gracias a dios. Y yo, que estoy dispuesto a ir al cortijo y señalarles el sitio con los ojos vendados y con todo detalle de como ocurrió todo, mejor de lo que lo cuento en estas páginas.

Tras todo ello, se llevó a cabo una campaña arqueológica dirigida por Juan de Mata Carriazo y Arroquía, que comprobó la existencia de numerosos estratos que atestiguaban el poblamiento en la zona en diversas épocas. Hoy en día el Tesoro de Ébora se conserva en el Museo Arqueológico Provincial de Sevilla

Queda a vuestra disposición, “el niño” Francisco Bejarano Ruiz.

Fdo. Antonio (discusión) 17:40 8 jul 2009 (UTC)[responder]