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Crisis económica en Paraguay de 2002

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La crisis económica en Paraguay de 2002 ocurrido durante el gobierno de González Macchi, fue la peor caída de la economía paraguaya de los últimos años (fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI).

El PIB sufrió una fuerte recesión, registrando un -2.2% para el 2002. El crecimiento entre 1996 y 2002 fue apenas del 0,2%. Se registraron los niveles de cotización más elevados jamás alcanzados, con el dólar a más de 7.000 guaraníes -teniendo en cuenta que el promedio de la época rondaba apenas los 3.000 guaraníes-.

Causas

Este problema ya venía arrastrando de la crisis financiera del año 1995 -en el que quebraron gran parte de los servicios financieros del país- y la crisis política del año 1999, conocida como el "Marzo Paraguayo" -época de varios golpes de estados fallidos (como el de 1996 y 2000) y gran inestabilidad política-.

Según el informe del Ministerio de Hacienda del año 2003, las causas indicaron: condiciones climáticas desfavorables, que afectaron significativamente al sector agrícola en algunos rubros principales como la soja, el algodón y el maíz.

En el sector de la construcción se presentaron dificultades para el financiamiento de las obras públicas, mientras que el sistema financiero y cambiario se vieron afectados por la inestabilidad regional que redujo las posibilidades de colocación de los productos nacionales en el exterior. En el sector privado las inversiones han sido afectadas por el fracaso de los acuerdos "stand by" con el Fondo Monetario Internacional (FMI) debido a las expectativas negativas que eso generó en los agentes económicos.

Consecuencias

No solo la economía tuvo una fuerte recesión, sino que el déficit fiscal creció de manera preocupante y las reservas monetarias internacionales cayeron a las más bajas de los últimos años.

A inicios de 2003, el pago de la deuda externa llegó a representar el 44,2% del Producto Interno Bruto (PIB), con las reservas internacionales cayendo a USD 600 millones, con un ingreso per cápita inferior a los USD 1.000 y sin dinero suficiente para pagar sueldos de funcionarios públicos, que en algunas instituciones inclusive tenían atrasos salariales de 3 meses. La Pobreza en general representaba el 49.7% de la población.

La depreciación acumulada de la moneda nacional llegó al 51% (pérdida del valor de la moneda, fundamentalmente frente al dólar), la más elevada en los últimos 17 años. Esto se traduce a la alta cotización del dólar. En enero de 2002, la cotización del dólar era de 4.637 Gs. Para finales del año 2002 y principios del 2003, precisamente en el mes de enero de 2003, el dólar llegó hasta los 7.434 Gs -récord máximo del guaraní hasta hoy día-.

El documento puntualiza que el saldo de reservas a finales del 2002 había llegado a 646,1 millones de dólares (al 30 de abril de 2003 es de 780 millones de dólares), mientras que la tasa de inflación nuevamente alcanzó los dos dígitos (14,6%). El déficit fiscal confirmado fue de G.976.642 millones de guaraníes, cifra que supera a los G.318.139 millones que había sido registrada en el 2001.

El 13 de febrero de 2003, la S&P rebajó la calificación de Paraguay y lo declaró en default selectivo (cesación de pagos de algunas de sus cuentas). El organismo había advertido en aquella ocasión que las rebajas en las notas seguirán al fracaso del gobierno del Paraguay en satisfacer las condiciones fijadas sobre las obligaciones en dólares por un monto de US$ 20 millones, correspondiente a los bonos del Tesoro que vencieron a finales de diciembre del 2002.

En este periodo fueron muchas las empresas estatales que tuvieron un proceso de privatización muy irregular, suscitando fuertes sospechas sobre hechos de corrupción. Entre ellas fueron liquidados la Flota Mercante, Líneas Aéreas Paraguayas, El Ferrocarril y Acepar.

Reforma y estabilidad económica

Ante esta situación, y a partir de su asunción al mando en agosto de 2003, Nicanor Duarte Frutos impulsó una serie de reformas que iniciaron el despegue de la economía paraguaya.[1]​ En primer lugar planteó una reforma tributaria conocida, como el “triple 10”, reduciendo el impuesto a la renta de las empresas del 30% al 10%, continuando con el IVA a 10% e introduciendo el Impuesto a la renta personal (IRP) del 10%, impuesto este que iba a ser abonado solo por lo que ganacen más de 120 salarios mínimos anuales, es decir, un impuesto que pagarían los que más ganen.[2]​ Luego, inicia la despolitización del Banco Central del Paraguay[1]​ y recupera la confianza hacia el sistema financiero, el cual había sufrido la quiebra de varios bancos en el país, años anteriores a su asunción. Al respecto, es importante mencionar que la desconfianza en el sistema financiero paraguayo había llevado a que las tasas de intereses bancarios se dispararan a 58% inclusive.

Véase también

Referencias