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Usuario:Txally96/Taller

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Las rutas comerciales más activas se situaron a lo largo de la Altiplanicie Mexicana, la cual está centrada en el Valle de México. El transporte de mercancías por medio de barcos, resultaba mucho más fácil y barato que cualquier otro medio y, por esta razón, los lagos situados en esa zona del país fueron el factor principal por el cual todos aquellos comerciantes decidieron establecerse ahí.[1]​ El sistema de red de comercio y el mercado más grande de toda Mesoamérica, fueron desarrollados por los Mexicas, quienes traían y después comercializaban mercancías exóticas y de gran valor de tierras muy lejanas como el jade, algodón, cacao y diferentes metales preciosos. La plaza principal de Tenochtitlan, que hoy en día corresponde a la zona de la Zócalo, era el mercado principal de la ciudad en aquel momento. Debido a la gran demanda, se volvió insuficiente y, después de haber tomado Tlatelolco, el mercado principal fue trasladado allá debido a su fácil acceso al lago y al canal de transporte: "La Lagunilla".[2]​ Los mercados más importantes estaban localizados en Tenochtitlan, Tlatelolco, Azcapotzalco y Tacubaya. El más grande era el de Tlatelolco seguido por el de Tenochtitlan, en éste último no sólo ocurrían actividades comerciales, sino también políticas.[3]​ El mercado de Tlatelolco estimaba entre 20,000 a 25,000 compradores y vendedores al día y cada 5 días se conmemoraba como el "día del mercado" en dónde se esperaban alrededor de 40,000 a 45,000 personas ya que se vendían una mayor variedad de productos a mejores precios. Estos mercados solían vender absolutamente todo, desde alimentos y productos básicos para esclavos, hasta productos exóticos traídos de tierras lejanas, como el oro, para aquellas personas que pertenecían a la alta sociedad.[3]

En el pasado, los mercados mexicanos tradicionales solían reflejar la cultura local tanto en lo que vendían como en la forma en la que los productos eran vendidos, y eso no ha cambiado en la actualidad.[1]​ Muchos de los elementos prehispánicos continúan existiendo hoy en día. Un "tianguis" es un conjunto de puestos ambulantes que normalmente se instalan durante la mañana y se desinstalan en la tarde-noche. Muchos tianguis son establecidos de manera periódica, usualmente por una semana, pero la mayoría son situados y retirados el mismo día. Los pequeños negocios y comercios aún pueden ser encontrados agrupados en determinadas zonas de las ciudades, como es el caso del Mercado de Sonora, que aún sigue existiendo.[2][4]​ Los mercados prehispánicos solían tener, dentro de ellos, diferentes tipos de altares dedicados a los Dioses, esa práctica continúa en los mercados de hoy en día a diferencia que, en la actualidad, la gente pone altares dedicados a la Virgen de Guadalupe o a Jesús.[1]​ Si bien estas prácticas son más utilizadas en las antiguas zonas de Mesoamérica, los tianguis y otras prácticas de comercio pueden ser encontrados en varias partes de México.[5]

Periodo colonial y el establecimiento de mercados fijos[editar]
Modelo de un mercado colonial en el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán.
Leña y otros productos básicos en un tianguis semanal ubicado a un costado del mercado municipal de Villa de Zaachila, Oaxaca

La Conquista de México no tuvo ningún efecto de cambio en los patrones de comercio de Mesoamérica. Tenochtitlan, renombrada como Ciudad de México, permaneció siendo el centro de la economía y los comerciantes seguían trayendo mercancía de las mismas regiones que antes, sin tener algún tipo de alteración. Los mercados se mantuvieron como asuntos externos, con puestos individuales e independientes establecidos dentro de las plazas. Los granos de cacao seguían siendo utilizados como forma de moneda hasta el comienzo del sigo XIX.[2][3]​ Dentro del Valle de México, los lagos y canales permanecieron como los principales medios por los cuales hacían llegar los bienes y productos, especialmente los de origen agrícola, que eran transportados hasta los centros de las ciudades; y se mantuvo de esa manera hasta que desaparecieron debido al drenaje de éstos a finales del siglo XIX.[2]​ Una excepción fue el gran mercado de Tlatelolco que nunca se recuperó de la conquista y eventualmente desapareció. Fue reemplazado por el mercado de San Juan, que fue situado por primera vez donde actualmente se encuentra el Palacio de Bellas Artes, y luego fue trasladado a la plaza principal de la ciudad reconstruida, hoy en día conocido como Zócalo.[2][4]

Los principales cambios, ocurridos en el comercio mesoamericano por la conquista española, inicialmente fueron la introducción de la rueda, la cual amplió las rutas comerciales y la variedad de tamaños de productos que los comerciantes podían ofrecer. La moneda, los cultivos, los animales entre otros productos traídos desde Europa tuvieron de igual manera grandes efectos en el comercio mexicano.[1][2]​ En 1541 los pueblos indígenas ya comenzaban a cultivar, vender y consumir cultivos como el rábano, la lechuga, la granada, el durazno, membrillo, la manzana y el higo.[5]​ Muchas tecnologías artesanales, como la cerámica vidriada, también fueron fabricadas y vendidas, sin embargo, los productos más preciados y valiosos eran fabricados y traídos desde España.[2]​ Otro gran cambio fue la introducción de nuevas técnicas agrícolas que minimizaban el trabajo humano. Esto creó una clase indígena y una mestiza de comerciantes en carpintería, cerámica, fabricación de canoas, cerrajería, herrería, entre muchas cosas más. Como solían hacerlo en los antiguos mercados, todos estos nuevos artesanos se situaron juntos en ciertas zonas de la ciudad. Los carpinteros, cerrajeros y herreros normalmente se encontraban en la calle de Tacubaya. Las pieles de oveja eran manufacturadas y preparadas para venderse en el barrio La Palma y, por otra parte, los curtidores se encontraban en San Hipólito y en San Sebastián, mientras que los alfareros se encontraban en la calle de Santa María. No obstante, no todos los negocios estaban agrupados; los sastres, carniceros, zapateros, albañiles, panaderos y los bares que vendían pulque tendían a dispersarse.[1]

Lo que en la actualidad son los mercados tradicionales públicos con venta al menudeo, son el resultado de los esfuerzos por regular y reemplazar los tianguis con formas más modernas de comercialización. El primer paso que regularizó esto se hizo en 1580, cuando se les prohibió a los productores de grano vender directamente productos al mercado. En su lugar, se les exigía venderle al gobierno colonial, que almacenaba los granos en grandes almacenes llamados pósitos o alhóndigas para después venderlos al mercado en general.[2][3]

El establecimiento del Zócalo como la principal zona de mercado significó el comienzo del desarrollo comercial de México, para luego expandirse hacia el exterior del país.[4]​ Por lo tanto se puede decir que fue una zona muy concurrida, con mucho caos por el número de puestos establecidos, con varios intentos de ser eliminados durante el periodo colonial y con poco éxito a largo plazo.[6]​ Esto se debe a que a pesar de todos los intentos por parte de las autoridades civiles y religiosas para controlar los mercados, el comercio indígena jamás desapareció.[2][4]​ A finales del siglo XVI, se les fue permitido, a una serie de mercados indígenas, establecerse para que pudieran vender sus productos, especialmente en áreas fuera y por lo tanto lejos de la Ciudad de México, como lo es Tacubaya. Eventualmente, comenzaron a vender en la plaza principal de la Ciudad de México, primero de manera semanal y después a diario.[5]

Los intentos por regular los tianguis en el Zócalo, conllevaron al establecimiento de varios mercados formales, sin embargo estos comercios nunca eliminaron a los tianguis en la plaza principal.[4]​ El primer mercado formal establecido fue El Parián en el año de 1703, después de que ocurriera un gran incendio en la ciudad. El Parián fue creado originalmente para ser un mercado común, con todos los vendedores que se encontraban en el Zócalo en el interior de él. Sin embargo, el edificio no era lo suficientemente grande, y los requisitos de espacio estructural obligaron a los comerciantes que sobraron a establecerse en la zona de la catedral y en la del gobierno.[4]​ Entonces, este mercado se convirtió en el espacio de los distintos gremios de la ciudad para comercializar sus productos.[1]​ A finales del siglo XVIII se convirtió en el mercado para las clases superiores españolas y criollas, pues vendían mercancía importada en el "Galeón de Manila" y así de grande llegó a ser hasta que eventualmente fue decayendo y finalmente fue demolido en 1843.[5][4]

Conforme fue pasando el periodo colonial, más mercados y tianguis fueron establecidos a las fueras del Zócalo, incluyendo el de Santa Catarina y La Lagunilla.[4]​ Incluso, dentro de la plaza del Zócalo, existían muchos más centros comerciales y mercados: Portales de Mercaderes, Portales las Flores y Portales la Diputación, que eran tiendas adheridas a varios de los principales edificios que rodeaban al Zócalo. Sin embargo, el Zócalo permaneció lleno de vendedores hasta el siglo 20.[2]​ A finales de la época colonial, mercados y tianguis de la ciudad se agruparon en tres categorías. Uno correspondía a la zona que abarcaba el Zócalo y sus alrededores. El segundo grupo más importante, estaba situado en la periferia del primero grupo. Habían grupos de puestos fijos hechos de madera en lugares como las plazas de Santa Catarina Mátir, La Cruz del Factor y Las Vizcanías. El tercer y último grupo consistía en puestos no permanentes que se encontraban incluso más lejos del centro de la ciudad. Estos incluyen los tianguis de Jesús, La Cal, Santa Ana, Carbonero, Mixcalco y otros. Durante el último siglo de dominación colonial, "Estanco" o monopolios gubernamentales se establecieron sobre la producción y comercialización de determinados productos como: el tabaco, la pólvora, juegos de cartas, los cueros curados, la sal, el mercurio y el huelo (que era traído por medio de mulas desde los volcanes Popocatepetl e Iztaccihuatl).[1]

Se establecieron prácticas de mercado tradicional para México y se desarrollaron mejor en el Distrito Federal. Después de la Conquista, otras áreas en Mesoamérica continuaron sus patrones de comercio tradicional, con las autoridades españolas y así regulándolos y construyendo estructuras fijas. En áreas fuera de Mesoamérica, como Jalisco, no existía un sistema de mercado mayor, por lo que el de la Ciudad de México, debió haber sido "transplantado" a nuevas áreas. La historia del mercado de Guadalajara comenzó en la plaza de Teatro Degollado, cuando se estableció el mercado general de la ciudad en 1606, siguiendo la tradición mesoamericana del "día de mercado" cada cinco días como un tianguis. Después de haber ocurrido un incendio en 1795, los puestos de venta cubiertos llamados "portales" fueron reconstruidos con adobe y piedra para el mercado. Más tarde, un mercado "Parián", muy parecido a los que se localizaban en la Ciudad de México, fue demolido con los portales en 1855. Al igual que en la Ciudad de México, los distintos mercados y comerciantes fueron a menudo separados por distrito: con los productores de jabón en Zacoalco, los productores de botas en Sayula, los productores de sillas y tapices en Atoyac y los productores de queso en Tizapán. Eventualmente, los comerciantes adoptaron el sistema de mercados fijos, como el de la Ciudad de México, con el fin de hacerse más visibles para el público. Nuevos mercados modernos fueron construidos en la ciudad a finales del siglo 19 y a principios del siglo 20, incluyendo el Mercado Corona en 1891, el Mercado Libertad, también llamado San Juan de Dios en 1896; Mercado Alcalde en 1897, Mercado Mexicaltzingo en 1900 y el Mercado Sebastián Allende en 1905. Otros más fueron construidos después, como el Mercado Zalatitlan en 1920 y el Mercado IV Centenario en 1941. Sin embargo, esta ciudad abandonó el modelo de mercados tradicionales demasiado temprano ya que los supermercados y los almacenes de cadena los sustituyeron. Los viejos mercados fijos fueron construidos de nuevo en 1960 y solamente en los nuevos barrios creados por el crecimiento de la zona metropolitana.[7]

De la independencia a la actualidad[editar]

Tras el final de la Independencia de México en 1821, los mercados inicialmente tuvieron un impulso muy grande al ser levantadas las restricciones en importaciones y otros medidas para liberar el mercado. Sin embargo, durante gran parte del siglo 19, la inestabilidad política del país obstaculizó el desarrollo del mercado y la distribución de alimentos, vendiendo los restos y sobras de productos en pequeños tianguis y lo demás en mercados formales situados en las grandes ciudades.[2][3]​ La situación económica empezó a estabilizarse a finales del siglo 19, especialmente en las últimas décadas bajo el régimen de Porfirio Díaz. Este gobierno tomó medidas para comenzar a regular y modernizar el sistema de distribución de alimentos, mediante el establecimiento de monopolios oficiales llamados "tendajones" o "estanquillos".[2]

En 1844, un nuevo edificio fue construido para el mercado El Volador, para después ser destruido por un incendio en 1870.[4]​ Varios de los principales mercados en la Ciudad de México fueron establecidos o formalizados para este tiempo. En 1850, el nuevo mercado de San Juan, también llamado Iturbide, fue inaugurado. La primera estructura permanente, ahora conocida como La Merced, fue construía alrededor de 1861 y 1880. Esta estructura fue construida para albergar una gran parte de la actividad comercial que había tenido lugar en esta área, así como darle una nueva área de trabajo a los vendedores de El Volador, que había sido destruida. Hoy en día,el area se encuentra todavía junto a un canal llamado La Viga, el cual estaba lleno de muelles para recibir mercancía traída desde Xochimilco, Chalco y Texcoco.[1][2][5]​ En 1887 hubo nuevo mercados principales en la capital. En el norte, estaban los mercados de Santa Catarina, Santa Ana y Guerrero; en el sur, el mercado de San Juan; en el este La Merced y San Lucas y en el oeste Dos de Abril y San Cosme.[1]​ A finales de siglo, se les unió el mercado de La Lagunilla en 1893, el mercado de Loreto en 1889 y el de Martínez de la Torre en 1895.[1][2]​ De igual manera, durante ese tiempo nuevas formas más modernas de comercio fueron comenzando a aparecer en México como el establecimiento de tiendas departamentales, como Liverpool y El Palacio de Hierro que aún existen hoy en día.[3]

El mercado de Juárez fue inaugurado en 1912, el último gran mercado que fue abierto antes de que la Revolución mexicana hiciera que el comercio decayera.[1]​ La guerra interrumpió la producción y distribución de comida, con el abandono de haciendas, la falta de mano de obra en el sector agrícola y la interrupción de los sistemas de transporte.[2]​ Con excepción de el Mercado Abelardo L. Rodríguez en 1934, no hubo nuevas construcciones de mercados en la Ciudad de México, solamente unos cuantos pequeños construidos dentro de pequeños barrios de reciente creación en la ciudad por el crecimiento de ésta.[1][2]​ Afuera de la Ciudad de México, los mercados formales todavía se podían introducir para reemplazar a los tianguis mayores. La instalación de estructuras fijas para reemplazar a los tianguis no siempre salía bien. En Xalapa, Veracruz un nuevo y moderno mercado fue construido y promovido en la década de 1940 para reemplazar el mercado semanal en la Plazuela del Carbón. Sin embargo, al principio nada iba a comprar ahí, por lo que fue un fracaso. Tardaron aproximadamente quince años para hacer que el mercado fuera aceptado y rentable.[8]

En la década de 1950, el gobierno comenzó a reemplazar una serie de mercados que eran puestos hechos de madera y laminado, por edificios modernos. Durante el periodo de presidencia de Adolfo López Mateos (1958 - 1964) ochenta y ocho mercados fueron construidos en la Ciudad de México.[1][2]​ Los "mercados sobre ruedas" fue un concepto inventado en 1969, para dar a los productores agrícolas un medio para vender sus productos directamente a los consumidores. La idea principal era que una asociación de productores pudieran solicitar permisos para vender sus productos en un lugar y día de la semana determinado. Sin embargo, los intermediarios terminaron vendiendo más que los propios productores agrícolas ya que no podía estar tantos días vendiendo su mercancía.[2]​ En la actualidad un "mercado sobre ruedas" se refiere a los vendedores ambulantes informales que venden en grupos grandes que en general pueden ser encontrados, no sólo los "días de mercado", pero todos los días también. De acuerdo con el INEGI, alrededor del 23 por ciento de la población gana dinero en la economía informal, que incluye a los "mercados sobre ruedas" y a los tianguis.[1]

Durante el resto del siglo 20, los patrones de comercialización de alimentos y otros productos básicos se vieron fuertemente afectados por los Estados Unidos, con la introducción de nuevos conceptos tales como supermercados y tiendas de conveniencia.[4]​ La situación actual de venta en las ciudades mexicanas varía ampliamente. En un extremo hay un gran número de pequeñas tiendas de barrio, llamados: misceláneas, expendios de abarrotes o tienditas. Por otro lado, se encuentran las principales cadenas de supermercados y almacenes como la Comercial Mexicana, Wal-Mart, Liverpool, entre otros.[1][2]​ Estos tipos de mercados representan en la actualidad el ochenta por ciento de las ventas de alimentos en la Ciudad de México.[4]​ La aparición de los supermercados ha disminuido las ventas en muchos mercados. Por ejemplo, las ventas en el mercado de la Colonia Industrial, fueron cortadas por la mitad, cuando un supermercado fue inaugurado a mediados de 2009. A pesar de que los mercados suelen tener mejores precios y productos más frescos, las condiciones degradadas que muchos tienen es uno de los factores por el cual muchos consumidores prefirieron ir a los supermercados.[9]

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  5. a b c d e Martha Delfín Guillaumin (Noviembre 2010). «Un breve comentario sobre la historia de los tianguis y los mercados de México». Historiadores de la Cocina. España: Grupo Gastronautas. Consultado el 25 de marzo de 2011. 
  6. Enciclopedia de Mexico 16. Mexico City: Encyclopædia Britannica. 2000. pp. 8273-8280. ISBN 9781564090348. 
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