Discusión:Wilfred Bion

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  La teoría de Bion acerca de un pensamiento salvaje inconsciente fue el resultado de la mirada particulár de él como persona. No es casual que quienes defiendan sus puntos de vista compartan con Bion la agresividad, intolerancia y exacerbación. 

Como ha indicado Rorty, se pueden ver dos sentidos del concepto inconsciente, que aquí los llamaré como el inconsciente coprolálico (el de Bion) y el sofisticado. El inconsciente coprolálico equivale a una enorme masa de energías instintivas incapaces de expresarse, una ‘reserva de libido’ para la cual es irrelevante la congruencia. Por eso, muchos psicoanalistas enmarcados en esta línea tradicional. Hay que decir que fue el propio Freud quien en varios momentos interpretó al ello como irracionalidad absoluta; así tenemos por ejemplo que hay pasajes en que el ello fue concebido como fueron consideradas las pasiones de Platón, vale decir, como despojadas de coherencia:

 “[El ello] es la parte oscura e inaccesible de nuestra personalidad: lo poco que de él sabemos lo hemos averiguado mediante el estudio de la elaboración onírica y de la producción de síntomas neuróticos, y en su mayor parte tiene carácter negativo, no pudiendo ser descrito sino como antitético al yo. (…) Carece de organización, no genera una voluntad conjunta (…), en él no son válidas las leyes lógicas del pensamiento, y menos que ninguna, el principio de la contradicción. Impulsos contradictorios coexisten en él (…). No hay en el ello nada equivalente a la negación y (…) no hay nada que corresponda a la representación del tiempo; no hay reconocimiento de un decurso temporal. (…) No conoce valoración alguna: no conoce el Bien ni el Mal, ni moral ninguna. (…) Todo lo que el ello contiene son cargas de instinto que demandan derivación. (…) Sirviéndonos del léxico corriente, podemos decir que el yo representa en la vida anímica la razón y la reflexión, mientras que el ello representa las pasiones indómitas.” 
  En contra de Bion, creo que si el inconsciente sólo hubiese sido equiparable al ello, entonces se hubiera postulado su conceptualización al credo quia absurdum est. De esto es responsable el mismo Freud cuando en algunos pasajes de su obra se refiere a todo lo inconsciente como un conjunto caótico e incoherente. Así, por ejemplo, dice: “los contrarios se encuentran muy próximos unos de otros en la asociación, e incluso llegan a confundirse, como ya sabemos, en lo inconsciente.”  El problema también reside en que muchos psicoanalistas asumen sin sentido crítico cualquier afirmación de Freud porque, empleada confusamente, la noción del inconsciente sirve de panacea. Esto sucede también porque –como lo ha expresado Wittgenstein- “estamos dispuestos a creer un montón de cosas porque son misteriosas” .

En cambio, el inconsciente sofisticado (ni místico ni misterioso) es el que equivale a sistemas de creencias y deseos bien articulados, dialógicos y dotados de tanta congruencia interna como las creencias y deseos conscientes del adulto. Si se asumiera el primer sentido expuesto, el inconsciente hubiese sido sólo otro nombre para designar a ‘las pasiones’, es decir, lo que la tradición platónica asumió como la parte inferior del alma, el yo mismo malo y falso. Sin embargo, “si este hubiese sido el único sentido que dio Freud al término, su obra hubiese dejado sustancialmente intactas nuestras estrategias de desarrollo del carácter y nuestra autoimagen.” El segundo sentido del inconsciente que se ha explicitado aquí va de la mano con lo nuevo en la concepción freudiana de la mente y está claramente en la segunda tópica en la medida en la que lo inconsciente pasa a ser una cualidad de cada una de los tres interlocutores que constituyen al sujeto. El ello, yo y superyó presentan, cada uno, creencias coherentes al interior de sí mismo. Esa es la razón por la cual el campo psíquico tiende a concebirse ahora según el modelo de las relaciones intersubjetivas y los sistemas se representan como personas relativamente autónomas. Freud mismo, por momentos, quebró la tradición esencialista cuando afirmaba: “El psicoanálisis no ve en la conciencia la esencia de lo psíquico sino tan sólo una cualidad de los psíquico, que puede sumarse a otras o faltar en absoluto.” Sin embargo, por momentos también parece que Freud sólo invirtió la ubicación de la esencialidad de la psique para decir que estaba en el ello. No obstante, la pretendida esencia de lo psíquico se difumina en las interacciones de las tres estructuras del yo, ello y superyó porque –siguiendo también a Davidson - se postula que dichas partes de la mente son como personas en la medida en la que tienen creencias y deseos como rasgos psicológicos, logrando que se combinen en la acción intencional. En tal sentido, opino –junto con Rorty- que hay que dejar de creer que nuestro ello es el magma de pulsiones pre-lingüísticas, para pasar más bien a interpretar a ese ello como dotado de coherencia entre sus creencias, deseos y acciones.

  “Esta aplicación –opina Rorty- rompe el vínculo entre la distinción platónica entre razón y pasión y la distinción consciente e inconsciente. Sustituye así la tradicional imagen de un ‘intelecto’ que lucha con una multitud de brutos ‘irracionales’ por una imagen de complejas transacciones entre dos o más ‘intelectos’. (...) Un inconsciente ingenioso es necesariamente un inconsciente lingüístico. Además, si “racional” significa “capaz de urdir redes complejas de creencias, dotadas de coherencia interna” en vez de “capaz de contemplar la realidad tal cual es”, entonces un inconsciente ingenioso es también un inconsciente racional –es decir- que, al igual que la consciencia, no puede tolerar las incongruencias. Tenemos que distinguir así entre el inconsciente como “los estratos más profundos de nuestra mente, compuestos de impulsos instintivos”, estratos que no conocen “nada negativo, ni negación”, en los cuales “coiciden los contrarios”, y el inconsciente como el interlocutor sensible y excéntrico de la trastienda que nos proporciona nuestros mejores versos.”  
  Héctor Ponce 
  heaponce@yahoo.es

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