Diferencia entre revisiones de «Teoría del desarrollo»

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Las '''teorías del desarrollo''', entendidas en su sentido actual, pretenden identificar las condiciones socioeconómicas y las estructuras económicas necesarias para hallar una senda de desarrollo humano y crecimiento económico sostenido (productivo o no). Normalmente el campo no se refiere al análisis de países del Norte, sino que se estudian directamente las economías del Sur (sin embargo, no debe olvidarse que algunos economistas ortodoxos actuales consideran a veces a los modelos neoclásicos y keynesianos de crecimiento del Norte también como teorías de desarrollo).
Las '''teorías del desarrollo''', entendidas en su sentido actual, pretenden identificar las condiciones socioeconómicas y las estructuras económicas necesarias para hallar una senda de desarrollo humano y crecimiento económico sostenido (productivo o no). Normalmente el campo no se refiere al análisis de países del Norte, sino que se estudian directamente las economías del Sur (sin embargo, no debe olvidarse que algunos economistas ortodoxos actuales consideran a veces a los modelos neoclásicos y keynesianos de crecimiento del Norte también como teorías de desarrollo).

Revisión del 18:03 22 ago 2009

Las teorías del desarrollo, entendidas en su sentido actual, pretenden identificar las condiciones socioeconómicas y las estructuras económicas necesarias para hallar una senda de desarrollo humano y crecimiento económico sostenido (productivo o no). Normalmente el campo no se refiere al análisis de países del Norte, sino que se estudian directamente las economías del Sur (sin embargo, no debe olvidarse que algunos economistas ortodoxos actuales consideran a veces a los modelos neoclásicos y keynesianos de crecimiento del Norte también como teorías de desarrollo).

Podemos dividir las visiones del desarrollo económico en cinco fundamentales: la conservadora, seguida principalmente por los economistas neoclásicos; la reformista, seguida por los keynesianos; la revolucionaria productiva, por el marxismo tradicional; la revolucionaria humana, en torno a economistas del desarrollo humano e izquierdistas actuales (alter-globalistas, ecologistas y feministas); y la revolucionaria personal, por un heterogéneo conjunto de economistas perennes o transpersonales con antecedentes teóricos en el anarquismo político clásico. Estas visiones responden las cuestiones básicas de la economía, el desarrollo y la desigualdad Norte-Sur a partir de la siguiente: ¿cómo conseguir el desarrollo para los diferentes países y personas? Estos son los planteamientos:

El desarrollo como crecimiento productivo en la vía capitalista: la visión conservadora de los neoclásicos.

Supongamos que existe una situación previa que puede tildarse de “subdesarrollo” desde la que se puede pasar a una situación de “desarrollo”, y que representar como un camino de una a otra. Este desplazamiento fue realizado, en una vía capitalista, por los países que hoy son primeras potencias. La primera posibilidad es que todos los países repitan lo que hicieron históricamente los países actualmente más desarrollados: llegar a un mayor nivel de vida material por medio del capitalismo. Gráficamente, implicaría que ese camino del subdesarrollo al desarrollo se da por medio de los modelos capitalistas de los países del “Primer Mundo”.

Las aportaciones relacionadas con este enfoque, que podemos englobar bajo el epígrafe de visión conservadora, suelen estar muy relacionados con las primeras teorías modernas del desarrollo. Cuando los economistas empezaron a preocuparse con intensidad de la situación de los países del Sur, tras la segunda guerra mundial, creyeron que los países subdesarrollados seguirían sin excepción, tarde o temprano, el mismo camino capitalista que habían recorrido los países entonces “ricos” hacia el desarrollo. El capitalismo, facilitando a quien lo asumiera diferentes fases en el camino, era la vía para el “progreso” y la riqueza. La teoría de las fases sucesivas de Rostow (Walter Witman Rostow, 1916-2003) fue el mayor exponente de este criterio: los diferentes países capitalistas acabarían llegando, siguiendo determinadas etapas y cada cual según sus especificidades, al desarrollo y al progreso.

En estas visiones, el desarrollo se suele asimilar al crecimiento de la producción, esto es, a lo que normalmente se entiende por “crecimiento económico”: logrando crecimiento productivo es como los países deben desarrollarse. Con ello, el crecimiento de la producción resulta condición suficiente para el desarrollo: logrando un mayor acceso a los bienes producidos es como la población de los diferentes países logrará desarrollarse. De tal manera que crecimiento de la producción y desarrollo son siempre compatibles, por ser más o menos iguales. En este contexto, es normal que se ordene a los países en base a su renta o producto per-cápita para saber su grado de desarrollo. Con frecuencia, en estudios de organismos multilaterales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial ha llegado a trazarse como criterio una línea o franja en un puesto determinado de la lista, entendiéndose como desarrollados los países que quedan por encima y como subdesarrollados a lo que quedan por debajo.

Estas visiones del desarrollo conforman una visión conservadora en lo que respecta al capitalismo, pues se asume que el capitalismo es bueno para todos. En la actualidad sigue manteniéndose bastante esta idea en muchas instituciones nacionales e internacionales, así como en variados grupos sociales (liberales, tecnócratas, gente de la calle...) del Norte y también del Sur. Llamar a los países del Sur "países en vías de desarrollo" o “atrasados” implica, por ejemplo, aceptar implícitamente esta idea de benignidad del capitalismo para llevar a todos los países al desarrollo, aunque sea en diferentes velocidades. Estos autores comulgan mucho también con los términos de Primer Mundo y Tercer Mundo.

A pesar de sus limitaciones para delimitar un especial estado económico -el desarrollo- que actualmente se entiende de una manera mucho más amplia, los autores que publicaron escritos en estas coordenadas pusieron las bases que luego derivarían en la subdisciplina que actualmente conocemos como “Economía del Desarrollo”. Es cierto que el problema del desarrollo económico de las naciones había ocupado un lugar central en los economistas clásicos que comenzaron a escribir a fines del s. XVIII. La obra de Adam Smith “La Riqueza de las naciones” (1776) fue una investigación sobre la naturaleza y causas de los niveles de producción de las naciones (lo que suponía era su “riqueza”) y, como rezaba su título más extenso, explicitaba los factores según el autor relevantes: la división del trabajo, la acumulación de capital, la tecnología o la reforma desde el Estado intervencionista al libre comercio. En general, no sólo él sino también el resto de los economistas clásicos estudiaron el objetivo de crecimiento productivo en el largo plazo. Sin embargo, estos temas perdieron peso en el interés de la corriente central de la ciencia económica con el análisis “marginalista” de los neoclásicos, iniciado alrededor de 1870. Gracias a que en los cincuenta siglo XX, tras la II Guerra Mundial, se trató de orientar intervenciones estatales y multilaterales a los países del denominado “tercer mundo”, los economistas que nos ocupan ahora trataron de entender las razones de su atraso y la Economía del Desarrollo tuvo un impulso original nada desdeñable.

En los cincuenta y la posterior década se describieron la estructura y del comportamiento de las economías con bajo nivel de renta per-cápita siguiendo un guión básico: la pregunta básica era ¿cómo romper los círculos viciosos de pobreza? y para ello, ¿cómo iniciar un proceso de crecimiento productivo sostenido? Con ello, la Economía del Desarrollo se fue asentando como subdisciplina diferenciada, pero no se separó claramente de los esquemas tradicionales que las teorías económicas usuales utilizaban para entender el crecimiento productivo de los países ricos. Las teorías del desarrollo y las teorías del crecimiento, precisamente porque el desarrollo se enfocaba como una cuestión de mero crecimiento productivo, eran también algo así como la misma cuestión. Implicaba por tanto una forma muy productivista de tratar la cuestión: crecimiento económico era igual a crecimiento productivo, y ello era igual también a desarrollo de los países y de las personas.

El desarrollo como crecimiento estructural en una vía capitalista reformada: la visión progresista de los keynesianos.

Otra posibilidad es que el capitalismo no lleve tan fácilmente a todos los países al desarrollo. Puede que tenga defectos que dificultan el paso al bienestar de los países más pobres, por lo que son necesarias determinadas reformas estructurales u “obras” en los propios países subdesarrollados o incluso en el orden económico mundial. Gráficamente, implicaría una serie de desperfectos (como “baches” y otros defectos) en la calzada capitalista, y las consiguientes “obras” que las soslayen.

Estas teorías podemos etiquetarlas como una visión reformista del desarrollo. Comenzaron un poco más adelante en el tiempo que las teorías conservadoras de crecimiento productivo dentro del capitalismo como garantía del desarrollo; pero ya a partir de los cincuenta fue quedando claro que éstas resultaban un tanto escasas, dado que esta vía no parecía garantizarse el objetivo de desarrollo. Especialmente, podía constatarse que diversos países con un buen ritmo de crecimiento de la producción no acababan de desarrollarse. Por ello, terminó por admitirse que además del crecimiento productivo eran necesarios ciertos cambios económicos estructurales para lograr el objetivo de desarrollo. Se aceptó que la anterior era una visión algo reduccionista del problema, y se agregaron al concepto de desarrollo los cambios económicos considerados necesarios y vitales.

De todas formas, en las visiones de este tipo, el desarrollo sigue basándose en tener las mismas características económicas que tienen los países del Norte, aunque no tan reducidas a un mero crecimiento de la producción: debe procurarse un extenso y saneado mercado interior, debe existir una buena presencia de los tres sectores macroeconómicos (agrario, industrial y de servicios) y un equilibrio aceptable entre ellos, deben lograrse los flujos económicos monetarizados, etc. En consecuencia, el crecimiento de la producción sigue siendo condición necesaria para el desarrollo aunque no sea suficiente para ello. Y, con ello, crecimiento y desarrollo siguen siendo compatibles.

Estas visiones se han erigido, principalmente, de la mano de autores keynesianos. Su talante político es de índole progresista y a menudo socialdemócrata, lo que propicia un marco para sus ideas reformistas respecto al capitalismo. El enfoque sigue teniendo bastante presencia en la actualidad. Por ejemplo, muchos manuales actuales de economía presentan al día de hoy, en el tema dedicado al desarrollo, una lista de las características económicas de los países desarrollados que no se encuentran en los países del Sur, y asumen que son esas carencias las que provocan el subdesarrollo en los países pobres.

En todo caso, los keynesianos y los autores con este enfoque siguen aceptando que dentro del capitalismo todos los países tienen la oportunidad de lograr el desarrollo, siendo algo que conseguirán tarde o temprano según su predisposición y especifidades. Por eso, también acostumbran a utilizar para los países del Sur los términos de "economías en vías de desarrollo" o “atrasadas”.

El desarrollo como crecimiento estructural en la vía socialista: la visión revolucionaria económica de marxistas y socialistas.

al practicar ciertos cambios estructurales en los países del Sur e incluso en el orden económico mundial, es probable que el capitalismo no lleve a los países al desarrollo ni siquiera con esas reformas u “obras” estructurales. En otras palabras, puede que sea imposible para los países del Sur repetir los pasos dados por el Norte; y simplemente, porque el avance de los países pobres era impedido por los países ricos. En nuestro ejemplo gráfico, los países que ya se han desarrollado interponen una especie de “Prohibido el paso” para asegurarse de que los países del Sur no les sigan.

La conclusión derivada es obvia: si se desea llegar al desarrollo, debe construirse otro sistema económico, otra vía o “calzada” diferente. Los autores que nos ocupan propusieron un sistema económico socialista en sus diferentes variantes; más cercano al socialismo real que ensayaba de la Unión Soviética o al comunismo teórico que habían anteriormente propuesto Marx y otros autores.

Esta visión revolucionaria económica fue el estandarte de los autores marxistas y otros estructuralistas, originada a partir de finales de los sesenta cobró fuerza en los setenta para ir luego debilitándose en los ochenta y especialmente en los noventa. En dicha visión se asume que los países del Norte se desarrollaron históricamente subdesarrollando al Sur, es decir, que mejoraron su economía explotándolo por medio de la expoliación colonialista e imperialista que se mantiene en la actualidad con renovadas formas. Siguiendo esta lógica resulta asumido que el antiguo colonialismo se mantiene con renovadas formas en un neo-imperialismo que sigue impidiendo desarrollarse a los países del Sur. Una vez desarrollados, los países ricos siguen interesados en impedir que los países pobres no progresen social y económicamente para seguir así manteniendo su bienestar y niveles de consumo a costa de que ellos lo mantengan bajo.

Los autores socialistas llevaron a la teoría del desarrollo la discusión sobre las imposibilidades estructurales del capitalismo mundial. Neoclásicos y keynesianos suelen centrar sus análisis en las cuestiones unilaterales o concretas del crecimiento y del desarrollo, obvian las desiguales estructuras internacionales que llevan a ello. En cambio, la nueva visión asume la existencia de un "Norte" o “Centro”, impulso de acumulación e innovación n pero también de explotación económica internacional, y un "Sur" o “Periferia” desestructurado por los mecanismos impuestos por el Norte para perpetuar un “desarrollo desigual”.

Estructuralistas no marxistas y el enfoque de la Dependencia marxista han construido una teoría global de las causas del subdesarrollo que contempla estos factores internacionales de negación del desarrollo. Dependiendo de los matices más o menos radicales de unos u otros, se asumen las relaciones de explotación entre un “centro” avanzado, impulso de acumulación e innovación pero también de imposición de los mecanismos de la desigualdad, y una “periferia” atrasada y desestructurada que sufre la parte negativa de estos mecanismos. Dado que según este enfoque el subdesarrollo como consecuencia de los países ricos, espacialmente los marxistas propusieron una vía hacia el desarrollo diferente a la del capitalismo: la vía socialista, que en nuestro gráfico es representada por un camino diferente hacia el desarrollo.

En lo que respecta al crecimiento, en esta visión el desarrollo se sigue basando en tener las mismas características económicas que tienen los países del Norte, aunque ahora sea por medio de una vía diferente; la socialista. El crecimiento productivo sigue siendo condición necesaria para el desarrollo; y siguen siendo por ello compatibles, aunque no sea una condición suficiente.

Estos autores suelen preferir los términos de "economías subdesarrolladas" más que el de “en vías de desarrollo”. Y debe reconocerse además al respecto que son estos enfoques los que han conseguido popularizar los términos de "Norte" y “Sur” y los de “Centro” y “Periferia”. De todas formas, se sigue manteniendo dentro de la lógica de esta visión el término de “atrasados” y los términos de Primer Mundo y Tercer Mundo.

La herencia de la visión marxista y estructuralista, al menos en este enfoque sobre las causas del subdesarrollo, sigue presente en buena parte de los sectores críticos con la estructura capitalista mundial. Se asume que el Norte sigue explotando al Sur mediante un neo-imperialismo que se da mediante múltiples formas de explotación económica y política. Por ejemplo, cuando los críticos con el capitalismo atacan la contratación barata llevada a cabo por las multinacionales (explotando mano de obra barata y expoliando los recursos naturales de los países del Sur para vender luego en el Norte), las políticas de ajuste exigidas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, o las nuevas desigualdades impuestas por la Organización Mundial del Comercio, están asumiendo este enfoque izquierdista.

El desarrollo como aumento de las oportunidades humanas: la visión social y humana de los críticos e izquierdistas actuales.

Resulta curioso observar que las visiones anteriores, a pesar de parecer muy distintas y ser incluso antagónicas en lo que respecta al sistema económico elegido, adolecen del mismo “vicio” en su enfoque. En todas “falla” algo, en el sentido de no haber atendido a una determinada faceta del desarrollo: la que corresponde a sus objetivos. Los anteriores análisis han debatido sobre la vía, sobre cómo llegar a ello, pero no sobre el destino, sobre qué es concretamente el desarrollo. Concretando, lo que estas visiones entienden por “desarrollo” no tiene por qué ser necesariamente la única meta posible. El desarrollo realmente deseable puede ser otro, y no el tradicionalmente asumido como tal.

Este enfoque, una visión humana que sigue teniendo un enfoque izquierdista fuertemente crítico con el capitalismo, mantiene que son necesarios cambios económicos radicales en el sistema, ya sea según un modelo socialista revolucionario o algún otro, pero incide en que lo fundamental parte de una mejora en los valores humanos, y hacia ello hay que caminar. Si en los años cincuenta y sesenta del siglo XX se pudo constatar que el crecimiento productivo de un país no implica que su economía pueda funcionar mejor a largo plazo, hacia los ochenta quedó ya en evidencia que una economía que crece productivamente y que mejora adaptándose a cambios estructurales en torno a esta esfera productiva no garantiza necesariamente que sus pobladores dispongan de un mayor bienestar, que es lo que en última instancia importa.

Ello ha llevado a una progresiva humanización del concepto de desarrollo, dado que éste entra en conflicto frecuente con el objetivo de crecimiento productivo. El crecimiento productivo y la atención reducida a variables aceptadas tradicionalmente como económicas puede generar contaminación, desigualdades, malestar personal, etc., e hipotecar o imposibilitar el desarrollo social de un país. Por ello, según estas visiones resulta inexcusable que el concepto de desarrollo se humanice.

Siguiendo este criterio, las teorías actuales sobre el subdesarrollo revolucionan todas las teorías anteriores; ponen en entredicho no ya las vías a un determinado tipo de desarrollo asumido sin crítica, sino el hecho mismo de qué tipo de desarrollo desean los pueblos para su bienestar. Además del crecimiento de la producción y de los cambios económicos tenidos en cuenta por los anteriores enfoques debe existir una mejora social y humana. Sin ello, no hay desarrollo real.

Y esta aspiración, según estas visiones, implica romper con los modelos tradicionales seguidos por los países del Norte. No es necesario ni apropiado para los países del Sur seguir los mismos modelos de crecimiento llevados a cabo en el pasado por los países del Norte, y que tan graves deficiencias han tenido a nivel social y ecológico. En nuestra analogía gráfica, se trata no ya de buscar una vía diferente para el mismo desarrollo conseguido por los países más “adelantados”, sino caminar hacia otros modelos de desarrollo diferentes.

En tal sentido, desde diferentes plataformas críticas se va llegando actualmente al consenso de la necesidad superar el desarrollo tradicional basado en la industrialización y el crecimiento productivo con un concepto más amplio, el de “desarrollo humano”. En ciencia económica, dicho concepto lo sistematiza actualmente en la teoría de desarrollo humano, con aportaciones de autores como Amartya Sen, Paul Streeten, Manfred Max-Neef o Martha Nussbaum y siendo apoyado de manera vital por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). En este contexto se entiende por desarrollo el aumento de las oportunidades socioeconómicas de las personas de un país, en otras palabras, el aumento de las capacidades humanas de sus habitantes. Este vendría dado por la consideración de aspectos tales como:

- Requisitos mínimos materiales en torno a la disponibilidad de productos, la longevidad y la educación. La disponibilidad de productos (medible con índices de crecimiento productivo) se toma como criterio de una mejora material del nivel de vida, lo que ayuda a tener más oportunidades socioeconómicas. La longevidad (medible por la esperanza de vida) se toma como criterio de bienestar y sanidad, lo que garantiza tener igualmente más oportunidades socioeconómicas. El acceso a la educación (medible con tasas de alfabetización y escolarización) se toma como criterio de cultura e información, entendiendo que ayuda a conocer y aprovechar mejor las oportunidades. Son éstos los criterios incluidos en el Índice de Desarrollo Humano o IDH propuesto por el PNUD, y con los índices mencionados.

- Garantías humanas frente al presente en relación a los derechos humanos, tales como derechos humanos mínimos (a la vida, a la libertad, etc.), participación popular, equidad social, acceso al trabajo productivo, etc. Su medición internacional es más difícil, por lo que no se han incluido de momento en el IDH.

- Garantías humanas frente al futuro dadas por la sustentabilidad (es la sostenibilidad, es decir, la permanencia o mejora en el tiempo del estado de una variable económica). En la sustentabilidad del desarrollo tienen importancia la sustentabilidad ambiental (el medioambiente en el que se desenvuelve una comunidad garantice su sostenimiento futuro), la sustentabilidad social (que la comunidad pueda mantener su estructura social) o la sustentabilidad cultural (que la cultura en la que se inserta la comunidad tenga garantizada su permanencia). Tampoco vienen incluidas en el actual IDH.

La base social de esta renovación es variada, y parte de una amalgama de diferentes plataformas alternativas aglutinadas bajo el eslogan “otro mundo es posible”; especialmente:

- La crítica social: es el frente crítico más tradicional, el más presente en la historia del capitalismo. Aduce que el crecimiento de la producción se da a menudo a costa de la explotación de los más débiles, como muestra el aforismo “los ricos cada vez más ricos, a costa de que los pobres sean cada vez más pobres”. Su formulación actual más presente es la de los movimientos denominados como “anti-globalización” (por hallarse en contra de la globalización actual) o “alter-globalización” (por proponer una globalización diferente). En ellos no se admite que el crecimiento del sistema favorezca a sólo unos países o, incluso, a sólo unas élites ricas, en detrimento de la mayoría de la población mundial.

- La crítica ecologista: es quizá, en la actualidad, la más emergente. Los ecologistas realizan una contra-argumentación lógica y de fondo a la importancia dada por los capitalistas y los economistas tradicionales a la producción, al aducirles que es insostenible como criterio de crecimiento económico. Como el crecimiento de la producción se ha dado tradicionalmente a costa de saquear y destrozar el medioambiente, podremos con ello tener crecimiento hoy, pero no pasado mañana; y con ello se niega la posibilidad de crecer a las generaciones venideras, a nuestros hijos y nietos. El planeta no resistiría que todos los países llevaran a cabo el mismo modelos de desarrollo que ha practicado el Norte. Un reflejo de dicha visión es, por ejemplo, que deberían tenerse en cuenta las externalidades negativas de las empresas (contaminación, etc.) en las mediciones del PIB.

- La crítica feminista: tiene también una importante presencia. Las autoras feministas aducen que el actual concepto de crecimiento es una visión masculina y machista que no tiene en cuenta a las mujeres, colectivo mayoritario de la población mundial. Por ejemplo, la economía sería insostenible si las amas de casa no formaran un amplio sector tomado siempre como "no productivo" pero que, de hecho, sostiene toda la labor tradicionalmente vista como productiva, y que no es sino el trabajo masculino en los centros de producción (un reflejo es en este caso que el trabajo de las amas de casa se incluya en el PIB y en las prestaciones sociales). Relacionado con ello, determinados colectivos femeninos acostumbran a ser unos de los más perjudicados cuando la economía entra en recesión -sobre todo en el Sur- en un fenómeno que se suele denominar como feminización de la pobreza. Finalmente, apuntar que la escuela feminista en teoría económica, la feminist economics, amplía sus críticas a la propia visión del ser humano de los economistas ortodoxos. Los economistas neoclásicos suponen que el agente económico es netamente egoísta, que sigue literalmente su propio interés en sus decisiones sin tener en cuenta a los demás. Las feministas afirman que esta visión no considera las facetas femeninas del ser humano, como, por ejemplo, el cuidado y la atención a los demás, algo que queda claro con respecto a los hijos.

En su globalidad, sean economistas del desarrollo humano, alter-globalistas, ecologistas o feministas, todos ellos propugnan modelos de desarrollo menos economicistas y más humanos. Intentan impregnar el concepto de desarrollo, el camino hacia él y la propia sociedad actual, de valores que eliminen las rigideces en el bienestar generadas por la industrialización y la sociedad moderna. Siguiendo este criterio, las teorías actuales sobre el subdesarrollo revolucionan todas las teorías anteriores; ponen en entredicho no ya las vías a un determinado tipo de desarrollo asumido sin crítica, sino el hecho mismo de qué tipo de desarrollo desean los pueblos para su bienestar.

En este enfoque actual se asumen con naturalidad los términos de "economías subdesarrolladas", o simplemente "Norte" y “Sur”, pero no tanto el de países “en vías de desarrollo”. Sin embargo, se sigue manteniendo dentro de la lógica del núcleo de su teoría la valoración de “atrasados” para estos países, pues muchos de ellos (no todos, a decir verdad) ciertamente tienen, tal como se suele tipificar por ejemplo en las listas del IDH, un desarrollo humano menor que en los países “avanzados”. Sin embargo, los autores de esta tendencia gustan menos de los términos excesivamente valorativos de “Primer” y “Tercer” Mundo.

El desarrollo como crecimiento personal y autorrealización: la visión amorosa del Sur según los economistas perennes.

Hasta aquí parecen agotadas todas las posibilidades respecto al desarrollo pero, no obstante, queda un matiz más que contemplar. Todas las visiones comentadas hasta el momento adolecen, nuevamente, de un mismo condicionamiento analítico: son todas ellas productos intelectuales del Norte, y no tienen en cuenta que el propio punto de partida, el supuesto estado de “subdesarrollo”, no es el mismo para la cultura occidental moderna propia del Norte que para la llamada “filosofía perenne” propia del Sur. El nuevo enfoque parte por tanto de una crítica transcultural realizada desde las visiones del mundo de los países del Sur.

Si entendemos la esencia de las grandes tradiciones culturales no occidentales, denominada como “filosofía perenne”, y la intentamos comprender desde esquemas occidentales, llegaremos pronto a la conclusión de que nos hallamos ante una visión amorosa del desarrollo centrada en el crecimiento personal y en la autorrealización, en el denominado “progreso interior”. Según estas filosofías la persona se desarrolla según un progreso interior que es un movimiento de unidad y amor hacia adentro de nosotros mismos (nuestra esencia interior es de felicidad y amor y haciéndola consciente es como nos realizamos) y hacia fuera en el entorno (todo camino hacia adentro debe complementarse con una interrelación sana con nuestros semejantes y con la naturaleza).

En consecuencia, siguiendo el enfoque, la verdadera revolución no se refiere tanto al mundo externo de la economía, sino al mundo interno del ser humano. No nos hallamos ante el deseo de una revolución principalmente económica, como en el caso del marxismo y el socialismo radical, sino ante una profundización de la visión humana de la teoría moderna del desarrollo que desemboca en algo cualitativamente más intenso: el deseo de una revolución en el propio ser humano, englobando como consecuencia (y no teniendo como origen) a lo económico.

Esta crítica transcultural carece de momento de una llamativa presencia social pero está resultando ser un motivador semillero para escuelas económicas alternativas. En diferentes aportaciones de diversa índole, variados economistas del Sur y también del Norte critican que la visión de la producción y de la economía asentada en la teoría económica tradicional parte de una seria limitación previa: pertenece de hecho a una minoría de la población mundial, la minoría "occidental" (que, debe recordarse, sólo compone su séptima u octava parte). Las teorías económicas actualmente oficiales han sido ideadas en Francia, Gran Bretaña o Estados Unidos, o en países del Sur pero de la mano de autores con una educación occidental moderna, sin tener cuenta que su importante sesgo occidental no se corresponde con lo que opina sobre la existencia la mayoría del planeta.

Por ello, conviene que una alternativa propia del Sur logre construir una ciencia económica que no esté basada en la visión del mundo occidental, sino en la esencia de las grandes tradiciones culturales del Sur, que se ha dado en llamar “filosofía perenne”. En este empeño los que podemos denominar como economistas perennes (por aplicar o reflejar la filosofía perenne en sus escritos) o economistas transpersonales (dado que aplican en economía la misma lógica que la psicología transpersonal emplea en su área) se nutren de diversas corrientes alternativas como la gandhian economics o la buddhist economics.


Bibliografía básica de consulta

Algunos análisis del orden político internacional desde la estructura norte-sur

  • Nassau A. Adams, Worlds Apart: The North-South Divide and the International System, Zed Books, Londres, 1993 (historia de las relaciones Norte-Sur desde 1945, incluyendo la actualidad en que el Sur debe aceptar por su debilidad económica políticas impuestas por el Norte con el apoyo del FMI y el Banco Mundial, perpetuando su estado de subdesarrollo).
  • Noam Chomsky, El nuevo orden mundial (y el viejo), ECOE, Madrid, 1993. (analiza la política internacional desde el punto de vista de los derechos humanos y del impacto negativo del concepto occidental de democracia liberal y su defensa del poder corporativo).
  • Robert Chambers, Whose Reality Counts: Putting the First Last, IT Publications, Londres, 1997 (en el desarrollo se han pasado por alto temas esenciales debido a intereses de los poderosos, por lo que debe haber un cambio personal, profesional e institucional para atender a los habitantes de los medios rurales y urbanos, que nunca han dejado de expresar localmente sus realidades).
  • Michel Chossudovsky, The Globalisation of Poverty: Impacts of IMF and World Bank Reforms, Zed Books y Third World Network, Londres, 1997 (el Banco Mundial y el FMI posibilitan que el orden financiero se alimente de la pobreza humana y de la destrucción del medio ambiente, generando apartheid social, conflictos étnicos y explotación de la mujer, lo que desemboca en una globalización de la pobreza).
  • John Cavanagh, Daphne Wysham y Marcos Arruda (eds.): Alternativas al orden económico global: más allá de Breton Woods, Icaria, Barcelona, 1994. (versión española de Beyond Bretton Woods: Alternatives to the Global Economic Order). (critica la actual estructura político-económica internacional y propone cambios para lograr una más justa)

Algunos análisis del desarrollo y de sus teorías.

  • Samir Amin, Maldevelopment: Anatomy of a Global Failure, Zed Books, Londres 1990 (analiza el fracaso del desarrollo integrando factores económicos, políticos, sociales y culturales; y propone un «desarrollo alternativo» nacional y popular que persiga la cooperación Sur-Sur para reemplazar a las grandes potencias).
  • John Martinussen, Society, State and Market: A Guide to Competing Theories of Development, Zed Books, Londres, 1997. (explicación multidisciplinar de la teoría del desarrollo desde 1945 culminando en enfoques y debates actuales).
  • Charles P. Oman y Ganeshan Wignaraja, The Post-War Evolution of Development Thinking, Macmillan y el Centro de Desarrollo de la OECD, Londres, 1991 (estudio crítico del pensamiento sobre el desarrollo tanto ortodoxo como alternativo).
  • Meier, Gerald M. Y Joseph E. Stiglitz, eds., 'Frontiers of Development Economics: The future in perspective', Banco Mundial, Washington, D.C., 2000. (35 economistas analizan la teoría del desarrollo, evalúan los problemas futuros y debaten las medidas necesarias).
  • Marshall Wolfe, Elusive Development, Zed Books, Londres, 1996 (tratando las políticas y acciones derivadas de ellos se hace un repaso crítico a mitos y teorías del desarrollo).

Algunos análisis del desarrollo desde una perspectiva humana.

  • Pedro Ibarra, y Koldo Unceta (coords.) Ensayos sobre el desarrollo humano, Icaria, Barcelona, 2001. (trata las condiciones económicas, políticas, sociales y culturales que pueden aumentar las oportunidades de desarrollo de países y personas incluyendo algunos estudios de caso).
  • Majid Rahnema con Victoria Bawtree (eds.), The Post-development Reader, Zed Books, Londres, 1997 (40 artículos de diversos teóricos y activistas que evalúan el paradigma dominante del desarrollo y presentan alternativas más humanas y respetuosas hacia las culturas y el medio ambiente).
  • Mehrotra, Santosh y Richard Jolly, eds., 'Development with a Human Face: Experiences in social achievement and economic growth', Oxford University Press, Oxford, 1997. (presenta a 10 países que superaron su crecimiento económico siendo ello, según los autores, gracias a que invirtieron en servicios humanos).
  • Jeremy Seabrook, Pioneers of Change: Experiments in Creating a Humane Society, Zed Books, Londres, 1993 (ideas y acciones de los destinatarios del Right Livelihood Award, conocido como “Premio Nobel Alternativo”, otorgado a actores pioneros en los ámbitos de la paz, el desarrollo sostenible, la integridad medioambiental, la justicia social y los derechos humanos).
  • Max-Neff, Manfred. Desarrollo a escala humana: una opción para el futuro. Icaria, Barcelona, 1994.

Algunos análisis del desarrollo desde una perspectiva humana enfatizando las visiones propias del sur.

  • Wolfgang Sachs (ed.), The Development Dictionary: A Guide to Knowledge as Power, Zed Books, Londres, 1992 (las ideas clave del discurso del desarrollo resaltan ciertos aspectos de la realidad excluyendo otros en beneficio de las actitudes “civilizadas”, y ésta se ve diferente desde las culturas no occidentales).
  • Ozay Mehmet, Westernising the Third World: The Eurocentricity of Economic Development Theories, Routledge, Londres, 1995 (partiendo de que las teorías económicas y las del desarrollo son eurocéntricas e inadecuadas para el desarrollo, trata problemas presentes y anticipa debates futuros).
  • Raff Carmen, Autonomous Development: Humanising the Landscape – An Excursión into Radical Thinking and Practice, Zed Books, Londres, 1996 (el desarrollo es un acto de descolonización de la mente y creación humana; no se trata de proporcionar a la población aquello de lo que carece, sino de potenciar los valores culturales, sociales, educativos, éticos, etc. que ya tienen previamente).
  • Xabier Renteria, “¿Es posible un desarrollo económico basado en el amor? una propuesta desde las visiones del mundo del sur.” (Universidad de Guadalajara, México).