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yoel cabrito

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Catedral de Lima

Amarilis, poetisa anónima peruana de finales del siglo XVI. Se cree que nació en Huánuco. No se sabe si fue hombre o mujer aunque se cree fue mujer. Poco se conoce de su vida, tan sólo datos que se desprenden del análisis de su obra, donde afirma que es monja. Era admiradora de la obra de Lope de Vega. Su poema Epístola a Belardo, fue publicado en 1621 en La Filomena de Félix Lópe de Vega. Desde el punto de vista formal, su poema reposa en las concepciones propias del Siglo de oro.

Hipótesis de identidad

María de Rojas y Garay

Algunos autores proponen que su nombre real era María de Rojas y Garay (1594-1622). Huérfana, proveniente de dos familias inquisidoras ilustres que fundaron la ciudad de León - Huánuco. Pupila seglar del beaterio de las Agustinas Recoletas de Lima, donde recibiría una estricta y amplia formación renacentista. Maria de Rojas se exclaustraría en 1617 para no contraer matrimonio. Falleció en 1622, poco antes de que llegasen al Perú las primeras copias de La Filomena de Lope de Vega.

Gerónima de Garay Muchuy

Según la tesis de licenciatura de Carlos Milla-Batres, presentada en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Amarilis era el seudónimo de Gerónima de Garay Muchuy, viuda de Don Diego de Acuña. La hipótesis de Milla es sustentada con una investigación bibiográfica de documentos del período correspondiente en la ciudad de Huánuco.

Fragmento de la Epístola a Belardo

En su Epistola a Belardo, Amarilis escribe:

Tanto como la vista, la noticia

de grandes cosas suele las más veces
al alma tiernamente aficionarla,
que no hace el amor siempre justicia,
ni los ojos a veces son jueces
del valor de la cosa para amarla:
mas suele en los oídos retratarla
con tal virtud y adorno,
haciendo en los sentidos un soborno
que los inflama a todos
y busca luego aficiosos modos,
con el que pueda entenderse
el corazón, que piensa entretenerse,
con dulce imaginar para alentarse
sin mirar que no puede
amor sin esperanza sustentarse.

El sustentarse amor sin esperanza,
es fineza tan rara, que quisiera
saber su en algún pecho se ha hallado,
que las más veces la desconfianza
amortigua la llama que pudiera
obligar con amar lo deseado;
mas nunca tuve por dichoso estado
amar bienes posibles,
sino aquellos que son más imposibles.
A éstos ha de amar un alma osada;
pues para más alteza fue criada
que la que el mundo enseña;
y así quiero hacer una reseña
de amor dificultoso,
que sin pensar desvela mi reposo,
amando a quien no veo y me lastima:
ved qué extraños contrarios,
venidos de otro mundo y de otro clima.

Al fin de éste, donde el Sur me esconde
oí, Belardo, tus conceptos bellos,
tu dulzura y estilo milagroso;
vi con cuánto favor te corresponde
el que vio de su Dafne los cabellos
trocados de su daño en lauro umbroso
y admirando tu ingenio portentoso,
no puedo reportarme
del descubrirme a ti, y a mí dañarme.
Mas ¿qué daño podría nadie hacerme
que tu valer no pueda defenderme?
Y tendré gran disculpa,
si el amarte sin verte, fuera culpa,
que el mismo que lo hace,
probó primero el lazo en que me enlace,
durando para siempre las memorias
de los sucesos tristes,
que en su vergüenza cuentan las historias.

Esto mi voluntad te da y ofrece
y ojalá yo pudiera con mis obras
hacerte prendas de mayor estima:
mas dionde tanto se merece, < br> de nadie no recibes, sino cobras
lo que te debe el mundo en prosa y rima.
He querido, pues viéndote en la cima
del alcázar de Apolo,
como su propio dueño, único y solo,
pedirte un don, que te agradezca el cielo,
para bien de tu alma y mi consuelo.
No te alborotes, tente,
que te aseguro bien que te contente,
cuando vieres mi intento,
y sé que lo harás con gran contento,
que al liberal no importa para asirle,
significar pobrezas,
pues con que más se agrada es con pedirle.

Yo y mi hermana, una santa celebramos,
cuya vida de nadie ha sido escrita,
como empresa que muchos han tenido:
el verla de tu mano deseamos;
tu dulce Musa alienta y resucita,
y ponla con estilo tan subido
que sea dondequiera conocido
y agradecido sea
de nuestra santa virgen Dorotea.
¡Oh, qué sujeto, mi Belardo, tienes
con que de lauro coronar tus sienes,
podrás, si no emperezas,
contando de esta virgen las grandezas,
que reconoce el cielo,
y respeta y adora todo el suelo:
de esta divina y admirable Santa
su santidad refiere,
y dulcemente su martirio canta!
Ya veo que tendrás por cosa nueva
no que te ofrezca censo un mundo nuevo,
que a ti cien mil que hubiera te le dijeran;
mas que mi Musa rústica se atreva
a emprender el asunto a que me atrevo,
hazaña que cien Tassos no emprendiera,
ellos, al fin, son hombre y temieran;
mas la mujer, que es fuerte,
no teme alguna vez la misma muerte.
Pero si he parecídote atrevida,
a lo menos parézcate rendida,
con fines desiguales
Amor los hace con su fuerza iguales:
y quédote debiendo
no que me sufras, mas que estés oyendo
con singular paciencia mis simplezas,
ocupado continuo
en tantas excelencias y grandezas.

Versos cansados, ¿qué furor os
lleva a ser sujetos de simpleza indiana
y a poneros en brazos de Belardo?
Al fin, aunque amarguéis, por fruta nueva,
os vendrán vuestro gusto bronco y tardo;
el ingenio gallardo,
en cuya mesa habéis de ser honrados,
hará vuiestros intentos deisculpados:
navegad, buen viaje, haced la vela

guiad un alma, que sin alas vuela.
Amarilis, Epistola a Belardocolor

Referencias

  • Lohmann Villennne, Guillermo. Amarilis Indiana: identificación y semblanza. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú. 1993.
  • Menéndez y Pelayo, Marcelino. Historia de la poesía hispanoamericana. Madrid: C.S.I.C. 1948.
  • Sánchez, Luis Alberto. La literatura peruana. Lima: s/e. 1929.
  • Tamayo Vargas, Augusto. Literatura Peruana. Lima: Universidad Nacional Mayor de San Marcos. 1965.
  • Tauro, Alberto. Amarilis Indiana. Lima: Palabra. 1945.

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