Diferencia entre revisiones de «Teoría de la herencia dual»

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Contenido eliminado Contenido añadido
Línea 49: Línea 49:
=== Procesamiento de los alimentos ===
=== Procesamiento de los alimentos ===
[[Archivo:Natural_History_Museum_053_(8043308217).jpg|miniaturadeimagen|500x500px|Australopiteco. Natural History Museum]]
[[Archivo:Natural_History_Museum_053_(8043308217).jpg|miniaturadeimagen|500x500px|Australopiteco. Natural History Museum]]
La cultura ha impulsado cambios en los sistemas digestivos humanos que hacen que muchos órganos digestivos, como nuestros dientes o estómago, sean más pequeños de lo esperado para primates de un tamaño similar, [28] y se han atribuido a una de las razones por las cuales los humanos tienen cerebros tan grandes en comparación con otros grandes simios. [29] [30] Esto se debe al procesamiento de los alimentos. Entre los primeros ejemplos de procesamiento de los alimentos se incluyen el apaleado, el marinado y, en particular, la cocción. La carne picada rompe las fibras musculares, por lo tanto, elimina parte del trabajo de la boca, los dientes y la mandíbula. [31] [32] El marinado emula la acción del estómago con altos niveles de ácido. Cocinar parcialmente descompone los alimentos haciéndolos más fácilmente digeribles. Los alimentos ingresan al cuerpo de manera efectiva, parcialmente digeridos, y como tal, el procesamiento de alimentos reduce el trabajo que el sistema digestivo tiene que hacer. Esto significa que existe una selección de órganos digestivos más pequeños, ya que el tejido es energéticamente caro [28], aquellos con órganos digestivos más pequeños pueden procesar su comida pero a un costo energético menor que aquellos con órganos más grandes. [33] La cocción es notable porque la energía disponible de los alimentos aumenta cuando se cocinan y esto también significa que se gasta menos tiempo en buscarlos. [29] [34] [35]
La cultura ha impulsado cambios en los sistemas digestivos humanos que hacen que muchos órganos digestivos, como nuestros dientes o estómago, sean más pequeños de lo esperado para primates de un tamaño similar,<ref>{{Cita publicación|url=https://www.journals.uchicago.edu/doi/10.1086/204350|título=The Expensive-Tissue Hypothesis: The Brain and the Digestive System in Human and Primate Evolution|apellidos=Aiello|nombre=Leslie C.|apellidos2=Wheeler|nombre2=Peter|fecha=1995-04|publicación=Current Anthropology|volumen=36|número=2|páginas=199–221|fechaacceso=2018-10-03|idioma=en|issn=0011-3204|doi=10.1086/204350}}</ref> y se han atribuido a una de las razones por las cuales los humanos tienen cerebros tan grandes en comparación con otros grandes simios.<ref>{{Cita publicación|url=http://www.pnas.org/content/109/45/18571|título=Metabolic constraint imposes tradeoff between body size and number of brain neurons in human evolution|apellidos=Fonseca-Azevedo|nombre=Karina|apellidos2=Herculano-Houzel|nombre2=Suzana|fecha=2012-11-06|publicación=Proceedings of the National Academy of Sciences|volumen=109|número=45|páginas=18571–18576|fechaacceso=2018-10-03|idioma=en|issn=0027-8424|doi=10.1073/pnas.1206390109|pmid=23090991}}</ref><ref>{{Cita publicación|url=https://www.scientificamerican.com/article/cooking-up-bigger-brains/|título=Cooking Up Bigger Brains|apellidos=Gorman|nombre=Rachael Moeller|fecha=2008-01|publicación=Scientific American|volumen=298|número=1|páginas=102–105|fechaacceso=2018-10-03|idioma=en|issn=0036-8733|doi=10.1038/scientificamerican0108-102}}</ref> Esto se debe al procesamiento de los alimentos. Entre los primeros ejemplos de procesamiento de los alimentos se incluyen el apaleado, el marinado y, en particular, la cocción. La carne picada rompe las fibras musculares, por lo tanto, elimina parte del trabajo de la boca, los dientes y la mandíbula.<ref>{{Cita publicación|url=https://www.cambridge.org/core/journals/british-journal-of-nutrition/article/effect-on-digestibility-of-methods-commonly-used-to-increase-the-tenderness-of-lean-meat/ADFFB847F84D78FB91CB2B39C22A265A|título=The effect on digestibility of methods commonly used to increase the tenderness of lean meat|apellidos=Farrell|nombre=J. H.|fecha=1956/05|publicación=British Journal of Nutrition|volumen=10|número=2|páginas=111–115|fechaacceso=2018-10-03|idioma=en|issn=1475-2662|doi=10.1079/BJN19560019}}</ref><ref>{{Cita libro|apellidos=Patrick,|nombre=Henrich, Joseph|título=The secret of our success : how culture is driving human evolution, domesticating our species, and making us smarter|url=https://www.worldcat.org/oclc/930040859|fechaacceso=2018-10-03|isbn=9780691166858|oclc=930040859}}</ref> El marinado emula la acción del estómago con altos niveles de ácido. Cocinar parcialmente descompone los alimentos haciéndolos más fácilmente digeribles. Los alimentos ingresan al cuerpo de manera efectiva, parcialmente digeridos, y como tal, el procesamiento de alimentos reduce el trabajo que el sistema digestivo tiene que hacer. Esto significa que existe una selección de órganos digestivos más pequeños, ya que el tejido es energéticamente caro<ref>{{Cita publicación|url=https://www.journals.uchicago.edu/doi/10.1086/204350|título=The Expensive-Tissue Hypothesis: The Brain and the Digestive System in Human and Primate Evolution|apellidos=Aiello|nombre=Leslie C.|apellidos2=Wheeler|nombre2=Peter|fecha=1995-04|publicación=Current Anthropology|volumen=36|número=2|páginas=199–221|fechaacceso=2018-10-03|idioma=en|issn=0011-3204|doi=10.1086/204350}}</ref>, aquellos con órganos digestivos más pequeños pueden procesar su comida pero a un costo energético menor que aquellos con órganos más grandes.<ref>{{Cita libro|apellidos=1948-|nombre=Wrangham, Richard W.,|título=Catching fire : how cooking made us human|url=https://www.worldcat.org/oclc/972834623|fechaacceso=2018-10-03|fecha=2010|editorial=Profile|isbn=9781846682858|oclc=972834623}}</ref> La cocción es notable porque la energía disponible de los alimentos aumenta cuando se cocinan y esto también significa que se gasta menos tiempo en buscarlos.<ref>{{Cita publicación|url=https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0047248409001262|título=The energetic significance of cooking|fecha=2009-10-01|publicación=Journal of Human Evolution|volumen=57|número=4|páginas=379–391|fechaacceso=2018-10-03|idioma=en|issn=0047-2484|doi=10.1016/j.jhevol.2009.02.011}}</ref><ref>{{Cita publicación|url=https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3228431/|título=Energetic consequences of thermal and nonthermal food processing|apellidos=Carmody|nombre=Rachel N.|apellidos2=Weintraub|nombre2=Gil S.|fecha=2011-11-29|publicación=Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America|volumen=108|número=48|páginas=19199–19203|fechaacceso=2018-10-03|issn=0027-8424|doi=10.1073/pnas.1112128108|pmc=PMC3228431|pmid=22065771|apellidos3=Wrangham|nombre3=Richard W.}}</ref>
[[Archivo:Homo_erectus_endocast_-_Smithsonian_Museum_of_Natural_History_-_2012-05-17.jpg|miniaturadeimagen|374x374px|Homo erectus. Capacidad craneal - Smithsonian Museum of Natural History ]]
[[Archivo:Homo_erectus_endocast_-_Smithsonian_Museum_of_Natural_History_-_2012-05-17.jpg|miniaturadeimagen|374x374px|Homo erectus. Capacidad craneal - Smithsonian Museum of Natural History ]]
Los humanos que viven con dietas cocinadas pasan solo una fracción de su día masticando en comparación con otros primates existentes que viven con dietas crudas. Las niñas y los niños actuales gastan en promedio el 8 y 7 por ciento de su día masticando respectivamente, en comparación con los chimpancés que pasan más de 6 horas al día masticando. [36] Esto libera tiempo que se puede utilizar para la caza. Una dieta cruda significa que la caza está limitada, ya que el tiempo dedicado a la caza es el tiempo que no se gasta comiendo y masticando material vegetal, pero la cocción reduce el tiempo necesario para obtener los requisitos energéticos del día, lo que permite realizar más actividades de subsistencia. [37] La digestibilidad de los carbohidratos cocidos es aproximadamente en un 30% más alta que la digestibilidad de los carbohidratos no cocidos. [34] [38] Esta mayor ingesta de energía, más tiempo libre y los ahorros en el tejido utilizado en el sistema digestivo permitieron la selección de genes para hacer el tamaño del cerebro más grande.
Los humanos que viven con dietas cocinadas pasan solo una fracción de su día masticando en comparación con otros primates existentes que viven con dietas crudas. Las niñas y los niños actuales gastan en promedio el 8 y 7 por ciento de su día masticando respectivamente, en comparación con los chimpancés que pasan más de 6 horas al día masticando.<ref>{{Cita libro|apellidos=|nombre=|enlaceautor=|título=Wrangham, Richard (2010-08-06). Catching Fire: How Cooking Made Us Human (Main ed.). Profile Books. p. 140.|url=|fechaacceso=|año=|editorial=|isbn=|editor=|ubicación=|página=|idioma=|capítulo=}}</ref> Esto libera tiempo que se puede utilizar para la caza. Una dieta cruda significa que la caza está limitada, ya que el tiempo dedicado a la caza es el tiempo que no se gasta comiendo y masticando material vegetal, pero la cocción reduce el tiempo necesario para obtener los requisitos energéticos del día, lo que permite realizar más actividades de subsistencia.<ref>{{Cita libro|apellidos=1948-|nombre=Wrangham, Richard W.,|título=Catching fire : how cooking made us human|url=https://www.worldcat.org/oclc/972834623|fechaacceso=2018-10-03|fecha=2010|editorial=Profile|isbn=9781846682858|oclc=972834623}}</ref> La digestibilidad de los carbohidratos cocidos es aproximadamente en un 30% más alta que la digestibilidad de los carbohidratos no cocidos.<ref>{{Obra citada|título=CARTA: The Evolution of Human Nutrition -- Richard Wrangham: Fire Starch Meat and Honey|apellidos=University of California Television (UCTV)|url=https://www.youtube.com/watch?v=VnN-QeMgJ_U|fechaacceso=2018-10-03|fecha=2013-03-21}}</ref> Esta mayor ingesta de energía, más tiempo libre y los ahorros en el tejido utilizado en el sistema digestivo permitieron la selección de genes para hacer el tamaño del cerebro más grande.


A pesar de sus beneficios, el tejido cerebral requiere una gran cantidad de calorías, por lo tanto, una de las principales limitaciones para la selección de cerebros más grandes es la ingesta de calorías. Una mayor ingesta de calorías puede soportar mayores cantidades de tejido cerebral. Se argumenta que esto explica por qué los cerebros humanos pueden ser mucho más grandes que otros simios, ya que los humanos son los únicos simios que participan en el procesamiento de alimentos. [29] La cocción de alimentos ha influido en los genes en la medida en que, según las investigaciones, los humanos no pueden vivir sin cocinar. [39] [29]
A pesar de sus beneficios, el tejido cerebral requiere una gran cantidad de calorías, por lo tanto, una de las principales limitaciones para la selección de cerebros más grandes es la ingesta de calorías. Una mayor ingesta de calorías puede soportar mayores cantidades de tejido cerebral. Se argumenta que esto explica por qué los cerebros humanos pueden ser mucho más grandes que otros simios, ya que los humanos son los únicos simios que participan en el procesamiento de alimentos.<ref>{{Cita publicación|url=http://www.pnas.org/content/109/45/18571|título=Metabolic constraint imposes tradeoff between body size and number of brain neurons in human evolution|apellidos=Fonseca-Azevedo|nombre=Karina|apellidos2=Herculano-Houzel|nombre2=Suzana|fecha=2012-11-06|publicación=Proceedings of the National Academy of Sciences|volumen=109|número=45|páginas=18571–18576|fechaacceso=2018-10-03|idioma=en|issn=0027-8424|doi=10.1073/pnas.1206390109|pmid=23090991}}</ref> La cocción de alimentos ha influido en los genes en la medida en que, según las investigaciones, los humanos no pueden vivir sin cocinar.<ref>{{Cita publicación|url=https://www.karger.com/Article/Abstract/12770|título=Consequences of a Long-Term Raw Food Diet on Body Weight and Menstruation: Results of a Questionnaire Survey|apellidos=Koebnick|nombre=C.|apellidos2=Strassner|nombre2=C.|fecha=1999|publicación=Annals of Nutrition and Metabolism|volumen=43|número=2|páginas=69–79|fechaacceso=2018-10-03|idioma=english|issn=0250-6807|doi=10.1159/000012770|apellidos3=Hoffmann|nombre3=I.|apellidos4=Leitzmann|nombre4=C.}}</ref>


Un estudio en 513 individuos que consumían dietas crudas a largo plazo encontró que a medida que aumentaba el porcentaje de su dieta que estaba compuesta por alimentos crudos y / o la duración que habían estado en una dieta de alimentos crudos, su [[Índice de masa corporal|IMC]] disminuyó. [39] Esto es a pesar del acceso a muchos procesos no térmicos, como moler, golpear o calentar a 48 grados centígrados. [39] Con aproximadamente 86 mil millones de neuronas en el cerebro humano y 60 a 70 kg de masa corporal, una dieta exclusivamente cruda cercana a la de los primates existentes no sería viable, ya que, cuando se modela, se argumenta que requeriría un nivel no viable de más de nueve horas de alimentación todos los días. [29] Sin embargo, esto es impugnado, con modelos alternativos que muestran que se podrían obtener suficientes calorías en un plazo de 5 a 6 horas por día. [40]
Un estudio en 513 individuos que consumían dietas crudas a largo plazo encontró que a medida que aumentaba el porcentaje de su dieta que estaba compuesta por alimentos crudos y / o la duración que habían estado en una dieta de alimentos crudos, su [[Índice de masa corporal|IMC]] disminuyó. Esto es a pesar del acceso a muchos procesos no térmicos, como moler, golpear o calentar a 48 grados centígrados.<ref>{{Cita publicación|url=https://www.karger.com/Article/Abstract/12770|título=Consequences of a Long-Term Raw Food Diet on Body Weight and Menstruation: Results of a Questionnaire Survey|apellidos=Koebnick|nombre=C.|apellidos2=Strassner|nombre2=C.|fecha=1999|publicación=Annals of Nutrition and Metabolism|volumen=43|número=2|páginas=69–79|fechaacceso=2018-10-03|idioma=english|issn=0250-6807|doi=10.1159/000012770|apellidos3=Hoffmann|nombre3=I.|apellidos4=Leitzmann|nombre4=C.}}</ref> Con aproximadamente 86 mil millones de neuronas en el cerebro humano y 60 a 70 kg de masa corporal, una dieta exclusivamente cruda cercana a la de los primates existentes no sería viable, ya que, cuando se modela, se argumenta que requeriría un nivel no viable de más de nueve horas de alimentación todos los días.<ref>{{Cita publicación|url=http://www.pnas.org/content/109/45/18571|título=Metabolic constraint imposes tradeoff between body size and number of brain neurons in human evolution|apellidos=Fonseca-Azevedo|nombre=Karina|apellidos2=Herculano-Houzel|nombre2=Suzana|fecha=2012-11-06|publicación=Proceedings of the National Academy of Sciences|volumen=109|número=45|páginas=18571–18576|fechaacceso=2018-10-03|idioma=en|issn=0027-8424|doi=10.1073/pnas.1206390109|pmid=23090991}}</ref> Sin embargo, esto es impugnado, con modelos alternativos que muestran que se podrían obtener suficientes calorías en un plazo de 5 a 6 horas por día.<ref>{{Cita publicación|url=https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4842772/|título=Human Brain Expansion during Evolution Is Independent of Fire Control and Cooking|apellidos=Cornélio|nombre=Alianda M.|apellidos2=de Bittencourt-Navarrete|nombre2=Ruben E.|fecha=2016-04-25|publicación=Frontiers in Neuroscience|volumen=10|fechaacceso=2018-10-03|issn=1662-4548|doi=10.3389/fnins.2016.00167|pmc=|pmid=27199631|apellidos3=de Bittencourt Brum|nombre3=Ricardo|apellidos4=Queiroz|nombre4=Claudio M.|apellidos5=Costa|nombre5=Marcos R.}}</ref>


Algunos científicos y antropólogos señalan la evidencia de que el tamaño del cerebro en el linaje Homo comenzó a aumentar mucho antes del advenimiento de la cocina debido al mayor consumo de carne [28] [40] [41] y que el procesamiento básico de alimentos (rebanado, picado) explica el tamaño reducción de los órganos relacionados con la masticación. [42] Cornélio et al. argumenta que la mejora de las habilidades cooperativas y la variación de la dieta para obtener más carne y semillas mejoraron la eficiencia de forrajeo y caza. Esto es lo que permitió la expansión del cerebro, independientemente de la cocción, lo que argumentan llegó mucho más tarde, consecuencia del complejo conocimiento que se desarrolló. [40] Sin embargo, este es todavía un ejemplo de un cambio cultural en la dieta y la evolución genética resultante.
Algunos científicos y antropólogos señalan la evidencia de que el tamaño del cerebro en el linaje Homo comenzó a aumentar mucho antes del advenimiento de la cocina debido al mayor consumo de carne<ref>{{Cita publicación|url=https://www.journals.uchicago.edu/doi/10.1086/204350|título=The Expensive-Tissue Hypothesis: The Brain and the Digestive System in Human and Primate Evolution|apellidos=Aiello|nombre=Leslie C.|apellidos2=Wheeler|nombre2=Peter|fecha=1995-04|publicación=Current Anthropology|volumen=36|número=2|páginas=199–221|fechaacceso=2018-10-03|idioma=en|issn=0011-3204|doi=10.1086/204350}}</ref><ref>{{Cita web|url=https://www.berkeley.edu/news/media/releases/99legacy/6-14-1999a.html|título=06.14.99 - Meat-eating was essential for human evolution, says UC Berkeley anthropologist specializing in diet|fechaacceso=2018-10-03|sitioweb=www.berkeley.edu}}</ref> y que el procesamiento básico de alimentos (rebanado, picado) explica el tamaño reducción de los órganos relacionados con la masticación.<ref>{{Cita publicación|url=https://www.nature.com/articles/nature16990|título=Impact of meat and Lower Palaeolithic food processing techniques on chewing in humans|apellidos=Zink|nombre=Katherine D.|apellidos2=Lieberman|nombre2=Daniel E.|fecha=2016-03|publicación=Nature|volumen=531|número=7595|páginas=500–503|fechaacceso=2018-10-03|idioma=En|issn=0028-0836|doi=10.1038/nature16990}}</ref> Cornélio et al. argumenta que la mejora de las habilidades cooperativas y la variación de la dieta para obtener más carne y semillas mejoraron la eficiencia de forrajeo y caza. Esto es lo que permitió la expansión del cerebro, independientemente de la cocción, lo que argumentan llegó mucho más tarde, consecuencia del complejo conocimiento que se desarrolló.<ref>{{Cita publicación|url=https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4842772/|título=Human Brain Expansion during Evolution Is Independent of Fire Control and Cooking|apellidos=Cornélio|nombre=Alianda M.|apellidos2=de Bittencourt-Navarrete|nombre2=Ruben E.|fecha=2016-04-25|publicación=Frontiers in Neuroscience|volumen=10|fechaacceso=2018-10-03|issn=1662-4548|doi=10.3389/fnins.2016.00167|pmc=|pmid=27199631|apellidos3=de Bittencourt Brum|nombre3=Ricardo|apellidos4=Queiroz|nombre4=Claudio M.|apellidos5=Costa|nombre5=Marcos R.}}</ref> Sin embargo, este es todavía un ejemplo de un cambio cultural en la dieta y la evolución genética resultante.


Otras críticas provienen de la controversia de la evidencia arqueológica disponible. Algunos afirman que hay una falta de evidencia del [[Dominio del fuego por los primeros humanos|control del fuego]] cuando los tamaños del cerebro comenzaron a expandirse. [40] [43] Wrangham sostiene que la evidencia anatómica en el momento del origen del [[Homo erectus]] (hace 1,8 millones de años) indica que se produjo el control del fuego y, por lo tanto, de la cocción. [34] En este momento, se produjeron las mayores reducciones en el tamaño de los dientes en la totalidad de la evolución humana, lo que indica que los alimentos más blandos se hicieron frecuentes en la dieta. También en este momento ocurrió un estrechamiento de la pelvis que indica un intestino más pequeño y también hay evidencia de que hubo una pérdida de la capacidad de ascenso que Wrangham argumenta que indica el control del fuego, ya que dormir en el suelo necesita fuego para alejar a los depredadores. [44]
Otras críticas provienen de la controversia de la evidencia arqueológica disponible. Algunos afirman que hay una falta de evidencia del [[Dominio del fuego por los primeros humanos|control del fuego]] cuando los tamaños del cerebro comenzaron a expandirse.<ref>{{Cita publicación|url=https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3069174/|título=On the earliest evidence for habitual use of fire in Europe|apellidos=Roebroeks|nombre=Wil|apellidos2=Villa|nombre2=Paola|fecha=2011-03-29|publicación=Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America|volumen=108|número=13|páginas=5209–5214|fechaacceso=2018-10-03|issn=0027-8424|doi=10.1073/pnas.1018116108|pmc=|pmid=21402905}}</ref> Wrangham sostiene que la evidencia anatómica en el momento del origen del [[Homo erectus]] (hace 1,8 millones de años) indica que se produjo el control del fuego y, por lo tanto, de la cocción.<ref>{{Cita publicación|url=https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0047248409001262|título=The energetic significance of cooking|fecha=2009-10-01|publicación=Journal of Human Evolution|volumen=57|número=4|páginas=379–391|fechaacceso=2018-10-03|idioma=en|issn=0047-2484|doi=10.1016/j.jhevol.2009.02.011}}</ref> En este momento, se produjeron las mayores reducciones en el tamaño de los dientes en la totalidad de la evolución humana, lo que indica que los alimentos más blandos se hicieron frecuentes en la dieta. También en este momento ocurrió un estrechamiento de la pelvis que indica un intestino más pequeño y también hay evidencia de que hubo una pérdida de la capacidad de ascenso que Wrangham argumenta que indica el control del fuego, ya que dormir en el suelo necesita fuego para alejar a los depredadores.<ref>{{Cita libro|apellidos=|nombre=|enlaceautor=|título=Wrangham, Richard (2010-05-27). Catching Fire: How Cooking Made Us Human (Main ed.). London: Profile Books. pp. 98–102. ISBN 9781846682865.|url=|fechaacceso=|año=|editorial=|isbn=|editor=|ubicación=|página=|idioma=|capítulo=}}</ref>


Los aumentos propuestos en el tamaño del cerebro debido al procesamiento de alimentos habrán conducido a una mayor capacidad mental para una mayor innovación cultural en el procesamiento de alimentos, que habrá aumentado la eficiencia visual lo que proporciona más energía para obtener mayores ganancias en el tamaño del cerebro. [45] Se argumenta que este circuito de retroalimentación positiva condujo a los rápidos aumentos de tamaño cerebral observados en el linaje Homo. [46] [40]
Los aumentos propuestos en el tamaño del cerebro debido al procesamiento de alimentos habrán conducido a una mayor capacidad mental para una mayor innovación cultural en el procesamiento de alimentos, que habrá aumentado la eficiencia visual lo que proporciona más energía para obtener mayores ganancias en el tamaño del cerebro. Se argumenta que este circuito de retroalimentación positiva condujo a los rápidos aumentos de tamaño cerebral observados en el linaje Homo.<ref>{{Cita libro|apellidos=|nombre=|enlaceautor=|título=Wrangham, Richard (2010-05-27). Catching Fire: How Cooking Made Us Human (Main ed.). London: Profile Books. pp. 98–102. ISBN 9781846682865.|url=|fechaacceso=|año=|editorial=|isbn=|editor=|ubicación=|página=|idioma=|capítulo=}}</ref>


== Ver también ==
== Ver también ==

Revisión del 07:51 3 oct 2018

Bisonte Magdaleniense polícromo. Altamira
Rainbow Gathering 2009
Steve Jobs y Bill Gates, modelos culturales divergentes
Johannes Vermeer - Google Art Project

La teoría de la herencia dual (THD), también conocida como coevolución gen-cultura o evolución biocultural, se desarrolló desde los años 60 hasta los primeros 80 para explicar que el comportamiento humano es un producto de dos diferentes e interaccionados procesos evolutivos: la evolución genética y la evolución cultural.[1]​ Los genes y la cultura continuamente interaccionan en un bucle de retroalimentación, los cambios en genes pueden dirigir a cambios en la cultura, los cuáles entonces pueden influir en la selección genética, y viceversa.[2]​ Una de las reclamaciones centrales de la teoría es que la cultura evoluciona en parte a través de un proceso darwiniano de selección, al cual los teóricos de la herencia dual a menudo describen por analogía con la evolución genética.[3]

Visión de la cultura

'Cultura', en este contexto, se define como 'comportamiento socialmente aprendido', y 'aprendizaje social' se define como copiar comportamientos observados en otros o adquirir comportamientos aL ser enseñados por otros. La mayor parte del modelado realizado en el campo se basa en la primera dinámica (copia), aunque puede extenderse a la enseñanza. El aprendizaje social en su forma más simple implica la copia a ciegas de los comportamientos de un modelo (alguien observó como se comportan), aunque también se entiende que tiene muchos sesgos potenciales, incluido el sesgo del éxito (copiar de aquellos que se perciben como mejores), el sesgo de estado (copiar de aquellos con un estatus más alto), homofilia (copiar de aquellos que más nos gustan a nosotros mismos), sesgos conformistas (captar de manera desproporcionada los comportamientos que más personas realizan), etc. Comprender que el aprendizaje social es un sistema de replicación de patrones y comprender que existen diferentes tasas de supervivencia para diferentes variantes culturales aprendidas socialmente establece, por definición, una estructura evolutiva: la evolución cultural.[4]

Debido a que la evolución genética es relativamente bien entendida, la mayor parte del THD examina la evolución cultural y las interacciones entre la evolución cultural y la evolución genética.

Se ha definido la palabra "cultura" para describir a un gran conjunto de fenómenos distintos.[5][6]​ Una definición que resume lo que se entiende por "cultura" en la THD es:

"La cultura es información socialmente aprendida almacenada en el cerebro de los individuos que es capaz de afectar el comportamiento."[7]

Este punto de vista de la cultura enfatiza el pensamiento de la población centrándose en el proceso por el cual la cultura es generada y mantenida. También considera a la cultura como una propiedad dinámica de los individuos, en contraposición a una visión de la cultura como una entidad superorgánica que los individuos deben cumplir.[8]​ La principal ventaja de este punto de vista, es que conecta a nivel individual los procesos a los resultados a nivel de población.[9]

Bases teóricas

La THD sostiene que la evolución genética y la cultural interactuaron en la evolución del Homo sapiens. La THD reconoce que la selección natural de genotipos es un componente importante de la evolución del comportamiento humano y que los rasgos culturales pueden verse limitados por imperativos genéticos. Sin embargo también reconoce que la evolución genética ha dotado a la especie humana con un proceso evolutivo paralelo de evolución cultural. La THD hace tres afirmaciones principales:[10]

Las capacidades culturales son adaptaciones.

La capacidad humana para almacenar y transmitir la cultura surgió de mecanismos psicológicos evolucionados genéticamente. Esto implica que, en algún momento durante la evolución de la especie humana, un tipo de aprendizaje social que condujo a una evolución cultural acumulativa fue evolutivamente ventajoso.

La cultura evoluciona

Los procesos de aprendizaje social dan lugar a la evolución cultural. Los rasgos culturales se transmiten de manera diferente a los genéticos y, por lo tanto, producen diferentes efectos a nivel de la población en la variación del comportamiento.

Los genes y la cultura coevolucionan.

Los rasgos culturales alteran los entornos sociales y físicos en los que opera la selección genética. Por ejemplo, las adopciones culturales de la agricultura y la producción de leche en humanos han provocado la selección genética de los rasgos para digerir el almidón y la lactosa, respectivamente.[11][12][13][14][15][16]

Por otro lado es probable que una vez que la cultura se adaptó, la selección genética provocó un refinamiento de la arquitectura cognitiva que almacena y transmite información cultural. Este refinamiento puede haber influido aún más en la forma en que se almacena la cultura y los sesgos que gobiernan su transmisión.

La THD también predice que, en ciertas situaciones, la evolución cultural puede seleccionar rasgos genéticamente inadaptados. Un ejemplo de esto es la transición demográfica, que describe la caída de las tasas de natalidad dentro de las sociedades industrializadas. Los teóricos de la herencia dual plantean la hipótesis de que la transición demográfica puede ser el resultado de un sesgo de prestigio, donde los individuos que renuncian a la reproducción para ganar más influencia en las sociedades industriales tienen más probabilidades de ser elegidos como modelos culturales.[17][18]

Gorilla

Influencia genética en la evolución cultural.

Los genes afectan la evolución cultural a través de predisposiciones psicológicas en el aprendizaje cultural.[19]​ Los genes codifican gran parte de la información necesaria para formar el cerebro humano. Los genes restringen la estructura del cerebro y, por lo tanto, la capacidad del cerebro para adquirir y almacenar la cultura. Los genes también pueden dotar a los individuos con ciertos tipos de sesgos de transmisión (que se describen a continuación).

Influencias culturales en la evolución genética.

La cultura puede influir profundamente en las frecuencias genéticas de una población.

Persistencia de la lactasa

Uno de los ejemplos más conocidos es la prevalencia del genotipo para la absorción de la lactosa en adultos en poblaciones humanas, como el norte de Europa y algunas sociedades africanas, con una larga historia de cría de ganado para la leche. Hasta hace unos 7.500 años,[20]​ la producción de lactasa se detuvo poco después del destete,[21]​ y en sociedades que no desarrollaron la lechería, como los asiáticos orientales y los amerindios, esto sigue siendo cierto hoy en día.[22][23]​ En áreas con persistencia de lactasa, se cree que al domesticar animales, se obtuvo una fuente de leche para los adultos y, por lo tanto, una fuerte selección de la persistencia de la lactasa. En una población escandinava, el coeficiente de selección estimado fue de 0.09- 0.19.[24]

Esto implica que la práctica cultural de criar ganado primero para la carne y luego para la leche llevó a la selección de los rasgos genéticos para la digestión de la lactosa.[25]​ Recientemente, el análisis de la selección natural en el genoma humano sugiere que la civilización ha acelerado el cambio genético en los seres humanos durante los últimos 10.000 años.[26]

Procesamiento de los alimentos

Australopiteco. Natural History Museum

La cultura ha impulsado cambios en los sistemas digestivos humanos que hacen que muchos órganos digestivos, como nuestros dientes o estómago, sean más pequeños de lo esperado para primates de un tamaño similar,[27]​ y se han atribuido a una de las razones por las cuales los humanos tienen cerebros tan grandes en comparación con otros grandes simios.[28][29]​ Esto se debe al procesamiento de los alimentos. Entre los primeros ejemplos de procesamiento de los alimentos se incluyen el apaleado, el marinado y, en particular, la cocción. La carne picada rompe las fibras musculares, por lo tanto, elimina parte del trabajo de la boca, los dientes y la mandíbula.[30][31]​ El marinado emula la acción del estómago con altos niveles de ácido. Cocinar parcialmente descompone los alimentos haciéndolos más fácilmente digeribles. Los alimentos ingresan al cuerpo de manera efectiva, parcialmente digeridos, y como tal, el procesamiento de alimentos reduce el trabajo que el sistema digestivo tiene que hacer. Esto significa que existe una selección de órganos digestivos más pequeños, ya que el tejido es energéticamente caro[32]​, aquellos con órganos digestivos más pequeños pueden procesar su comida pero a un costo energético menor que aquellos con órganos más grandes.[33]​ La cocción es notable porque la energía disponible de los alimentos aumenta cuando se cocinan y esto también significa que se gasta menos tiempo en buscarlos.[34][35]

Homo erectus. Capacidad craneal - Smithsonian Museum of Natural History

Los humanos que viven con dietas cocinadas pasan solo una fracción de su día masticando en comparación con otros primates existentes que viven con dietas crudas. Las niñas y los niños actuales gastan en promedio el 8 y 7 por ciento de su día masticando respectivamente, en comparación con los chimpancés que pasan más de 6 horas al día masticando.[36]​ Esto libera tiempo que se puede utilizar para la caza. Una dieta cruda significa que la caza está limitada, ya que el tiempo dedicado a la caza es el tiempo que no se gasta comiendo y masticando material vegetal, pero la cocción reduce el tiempo necesario para obtener los requisitos energéticos del día, lo que permite realizar más actividades de subsistencia.[37]​ La digestibilidad de los carbohidratos cocidos es aproximadamente en un 30% más alta que la digestibilidad de los carbohidratos no cocidos.[38]​ Esta mayor ingesta de energía, más tiempo libre y los ahorros en el tejido utilizado en el sistema digestivo permitieron la selección de genes para hacer el tamaño del cerebro más grande.

A pesar de sus beneficios, el tejido cerebral requiere una gran cantidad de calorías, por lo tanto, una de las principales limitaciones para la selección de cerebros más grandes es la ingesta de calorías. Una mayor ingesta de calorías puede soportar mayores cantidades de tejido cerebral. Se argumenta que esto explica por qué los cerebros humanos pueden ser mucho más grandes que otros simios, ya que los humanos son los únicos simios que participan en el procesamiento de alimentos.[39]​ La cocción de alimentos ha influido en los genes en la medida en que, según las investigaciones, los humanos no pueden vivir sin cocinar.[40]

Un estudio en 513 individuos que consumían dietas crudas a largo plazo encontró que a medida que aumentaba el porcentaje de su dieta que estaba compuesta por alimentos crudos y / o la duración que habían estado en una dieta de alimentos crudos, su IMC disminuyó. Esto es a pesar del acceso a muchos procesos no térmicos, como moler, golpear o calentar a 48 grados centígrados.[41]​ Con aproximadamente 86 mil millones de neuronas en el cerebro humano y 60 a 70 kg de masa corporal, una dieta exclusivamente cruda cercana a la de los primates existentes no sería viable, ya que, cuando se modela, se argumenta que requeriría un nivel no viable de más de nueve horas de alimentación todos los días.[42]​ Sin embargo, esto es impugnado, con modelos alternativos que muestran que se podrían obtener suficientes calorías en un plazo de 5 a 6 horas por día.[43]

Algunos científicos y antropólogos señalan la evidencia de que el tamaño del cerebro en el linaje Homo comenzó a aumentar mucho antes del advenimiento de la cocina debido al mayor consumo de carne[44][45]​ y que el procesamiento básico de alimentos (rebanado, picado) explica el tamaño reducción de los órganos relacionados con la masticación.[46]​ Cornélio et al. argumenta que la mejora de las habilidades cooperativas y la variación de la dieta para obtener más carne y semillas mejoraron la eficiencia de forrajeo y caza. Esto es lo que permitió la expansión del cerebro, independientemente de la cocción, lo que argumentan llegó mucho más tarde, consecuencia del complejo conocimiento que se desarrolló.[47]​ Sin embargo, este es todavía un ejemplo de un cambio cultural en la dieta y la evolución genética resultante.

Otras críticas provienen de la controversia de la evidencia arqueológica disponible. Algunos afirman que hay una falta de evidencia del control del fuego cuando los tamaños del cerebro comenzaron a expandirse.[48]​ Wrangham sostiene que la evidencia anatómica en el momento del origen del Homo erectus (hace 1,8 millones de años) indica que se produjo el control del fuego y, por lo tanto, de la cocción.[49]​ En este momento, se produjeron las mayores reducciones en el tamaño de los dientes en la totalidad de la evolución humana, lo que indica que los alimentos más blandos se hicieron frecuentes en la dieta. También en este momento ocurrió un estrechamiento de la pelvis que indica un intestino más pequeño y también hay evidencia de que hubo una pérdida de la capacidad de ascenso que Wrangham argumenta que indica el control del fuego, ya que dormir en el suelo necesita fuego para alejar a los depredadores.[50]

Los aumentos propuestos en el tamaño del cerebro debido al procesamiento de alimentos habrán conducido a una mayor capacidad mental para una mayor innovación cultural en el procesamiento de alimentos, que habrá aumentado la eficiencia visual lo que proporciona más energía para obtener mayores ganancias en el tamaño del cerebro. Se argumenta que este circuito de retroalimentación positiva condujo a los rápidos aumentos de tamaño cerebral observados en el linaje Homo.[51]

Ver también

Referencias

  1. O'Neil, Dennis. «Glossary of Terms». Modern Theories of Evolution. Consultado el 28 October 2012. 
  2. «Exploring gene–culture interactions: insights from handedness, sexual selection and niche-construction case studies». Philosophical Transactions of the Royal Society B: Biological Sciences (en inglés) 363 (1509): 3577-3589. 12 de noviembre de 2008. ISSN 0962-8436. PMC 2607340. PMID 18799415. doi:10.1098/rstb.2008.0132. 
  3. Not By Genes Alone: How Culture Transformed Human Evolution. University of Chicago Press. 2005. 
  4. Silvert, Kalman H.; Barringer, Herbert R.; Blanksten, George I.; Mack, Raymond W. (1967-06). «Social Change in Developing Areas: A Reinterpretation of Evolutionary Theory.». Social Forces 45 (4): 591. ISSN 0037-7732. doi:10.2307/2575913. Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  5. Kroeberm A. and C. Kluckhohn. 1952. Culture; A Critical Review of Concepts and Definitions. Cambridge, MA: Harvard University.
  6. Fox, R. and B. King. 2002. Anthropology Beyond Culture Oxford: Berg.
  7. Brothwell, Don (2005-12). «Does Man Make Himself? and what have we done?Peter J. Richerson & Robert Boyd. Not by Genes Alone: How Culture Transformed Human Evolution. x+332 pages, 8 figures, tables. 2005. Chicago: University of Chicago Press; 0-226-71284-2 hardback $30.». Antiquity 79 (306): 954-956. ISSN 0003-598X. doi:10.1017/s0003598x0011508x. Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  8. Richerson, P.J. and R. Boyd. 2001. Culture is Part of Human Biology: Why the Superorganic Concept Serves the Human Sciences Badly. In Science Studies: Probing the Dynamics of Scientific Knowledge, In S. Maasen and M. Winterhager, Ed. Bielefeld: Verlag.[1]
  9. Richerson, P. and R. Boyd. 2005. Not By Genes Alone: How Culture Transformed Human Evolution Chicago: University of Chicago Press. pg 7.
  10. Henrich, Joseph; McElreath, Richard (5 de abril de 2007). «Dual-inheritance theory: the evolution of human cultural capacities and cultural evolution». Oxford Handbooks Online. doi:10.1093/oxfordhb/9780198568308.013.0038. Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  11. Simoons, F (1970). "Primary adult lactose intolerance and the milking habit: A problem in biologic and cultural interrelations: II. A culture historical hypothesis". The American Journal of Digestive Diseases. 15: 695–710. doi:10.1007/bf02235991. 
  12. Simoons, Frederick J. (1969-12). «Primary adult lactose intolerance and the milking habit: A problem in biological and cultural interrelations». The American Journal of Digestive Diseases (en inglés) 14 (12): 819-836. ISSN 0002-9211. doi:10.1007/bf02233204. Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  13. Weiss, Kenneth M. (1995). «History and geography of human genes. By L.L. Cavalli-Sforza, P. Menozzi, and A. Piazza. 1,032 pp, figures, tables and maps of worldwide allele frequencies, and scientific bibliography. Princeton, NJ: Princeton University Press. 1994. $150.00 (cloth)». American Journal of Human Biology 7 (1): 93-97. ISSN 1042-0533. doi:10.1002/ajhb.1310070112. Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  14. Holden, Clare; Mace, Ruth (2009-12). «Phylogenetic Analysis of the Evolution of Lactose Digestion in Adults». Human Biology 81 (5-6): 597-619. ISSN 0018-7143. doi:10.3378/027.081.0609. Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  15. Ghiselin, Michael T. (1993-02). «Coevolution: Genes, Culture, and Human Diversity. William H. Durham, Stanford, CA: Stanford University Press, 1991, 629 pp. US$69.50 cloth. ISBN 0-8047-1537-8. Stanford University Press, Stanford University, Stanford, CA 94305, USA.». Politics and the Life Sciences 12 (01): 123-124. ISSN 0730-9384. doi:10.1017/s0730938400011436. Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  16. Perry, George H; Dominy, Nathaniel J; Claw, Katrina G; Lee, Arthur S; Fiegler, Heike; Redon, Richard; Werner, John; Villanea, Fernando A et al. (9 de septiembre de 2007). «Diet and the evolution of human amylase gene copy number variation». Nature Genetics 39 (10): 1256-1260. ISSN 1061-4036. doi:10.1038/ng2123. Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  17. Barner-Barry, Carol (1986-08). «Culture and the Evolutionary Process Robert Boyd and Peter J. Richerson Chicago: University of Chicago Press, 1985». Politics and the Life Sciences 5 (01): 149. ISSN 0730-9384. doi:10.1017/s0730938400001763. Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  18. Brothwell, Don (2005-12). «Does Man Make Himself? and what have we done?Peter J. Richerson & Robert Boyd. Not by Genes Alone: How Culture Transformed Human Evolution. x+332 pages, 8 figures, tables. 2005. Chicago: University of Chicago Press; 0-226-71284-2 hardback $30.». Antiquity 79 (306): 954-956. ISSN 0003-598X. doi:10.1017/s0003598x0011508x. Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  19. Sasaki, Joni Y. (2013). "Promise and Challenges Surrounding Culture–Gene Coevolution and Gene–Culture Interactions". Psychological Inquiry. 24: 64–70. doi:10.1080/1047840X.2013.764814. 
  20. Itan, Yuval; Powell, Adam; Beaumont, Mark A.; Burger, Joachim; Thomas, Mark G. (28 de agosto de 2009). «The Origins of Lactase Persistence in Europe». PLoS Computational Biology (en inglés) 5 (8): e1000491. ISSN 1553-7358. PMID 19714206. doi:10.1371/journal.pcbi.1000491. Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  21. Malmström, Helena; Linderholm, Anna; Lidén, Kerstin; Storå, Jan; Molnar, Petra; Holmlund, Gunilla; Jakobsson, Mattias; Götherström, Anders (2010). «High frequency of lactose intolerance in a prehistoric hunter-gatherer population in northern Europe». BMC Evolutionary Biology (en inglés) 10 (1): 89. ISSN 1471-2148. PMID 20353605. doi:10.1186/1471-2148-10-89. Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  22. «Maps». www.ucl.ac.uk (en inglés). Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  23. Gerbault, Pascale; Roffet-Salque, Mélanie; Evershed, Richard P.; Thomas, Mark G. (2013-12). «How long have adult humans been consuming milk?». IUBMB Life (en inglés) 65 (12): 983-990. ISSN 1521-6543. doi:10.1002/iub.1227. Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  24. Bersaglieri, Todd; Sabeti, Pardis C.; Patterson, Nick; Vanderploeg, Trisha; Schaffner, Steve F.; Drake, Jared A.; Rhodes, Matthew; Reich, David E. et al. (2004-6). «Genetic Signatures of Strong Recent Positive Selection at the Lactase Gene». American Journal of Human Genetics 74 (6): 1111-1120. ISSN 0002-9297. PMID 15114531. Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  25. Fleischman, Diana S. (2012-03). «A review of Kevin N. Laland and Gillian R. Brown (2011)Sense and Nonsense. Evolutionary perspectives of human behaviour». Journal of Evolutionary Psychology 10 (1): 43-46. ISSN 1789-2082. doi:10.1556/jep.10.2012.1.3. Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  26. Hunley, Keith (2009-12). «The 10,000 Year Explosion: How Civilization Accelerated Human Evolution. Gregory Cochran , Henry Harpending». Journal of Anthropological Research 65 (4): 643-644. ISSN 0091-7710. doi:10.1086/jar.65.4.25608265. Consultado el 2 de octubre de 2018. 
  27. Aiello, Leslie C.; Wheeler, Peter (1995-04). «The Expensive-Tissue Hypothesis: The Brain and the Digestive System in Human and Primate Evolution». Current Anthropology (en inglés) 36 (2): 199-221. ISSN 0011-3204. doi:10.1086/204350. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  28. Fonseca-Azevedo, Karina; Herculano-Houzel, Suzana (6 de noviembre de 2012). «Metabolic constraint imposes tradeoff between body size and number of brain neurons in human evolution». Proceedings of the National Academy of Sciences (en inglés) 109 (45): 18571-18576. ISSN 0027-8424. PMID 23090991. doi:10.1073/pnas.1206390109. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  29. Gorman, Rachael Moeller (2008-01). «Cooking Up Bigger Brains». Scientific American (en inglés) 298 (1): 102-105. ISSN 0036-8733. doi:10.1038/scientificamerican0108-102. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  30. Farrell, J. H. (1956/05). «The effect on digestibility of methods commonly used to increase the tenderness of lean meat». British Journal of Nutrition (en inglés) 10 (2): 111-115. ISSN 1475-2662. doi:10.1079/BJN19560019. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  31. Patrick,, Henrich, Joseph. The secret of our success : how culture is driving human evolution, domesticating our species, and making us smarter. ISBN 9780691166858. OCLC 930040859. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  32. Aiello, Leslie C.; Wheeler, Peter (1995-04). «The Expensive-Tissue Hypothesis: The Brain and the Digestive System in Human and Primate Evolution». Current Anthropology (en inglés) 36 (2): 199-221. ISSN 0011-3204. doi:10.1086/204350. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  33. 1948-, Wrangham, Richard W., (2010). Catching fire : how cooking made us human. Profile. ISBN 9781846682858. OCLC 972834623. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  34. «The energetic significance of cooking». Journal of Human Evolution (en inglés) 57 (4): 379-391. 1 de octubre de 2009. ISSN 0047-2484. doi:10.1016/j.jhevol.2009.02.011. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  35. Carmody, Rachel N.; Weintraub, Gil S.; Wrangham, Richard W. (29 de noviembre de 2011). «Energetic consequences of thermal and nonthermal food processing». Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America 108 (48): 19199-19203. ISSN 0027-8424. PMC 3228431. PMID 22065771. doi:10.1073/pnas.1112128108. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  36. Wrangham, Richard (2010-08-06). Catching Fire: How Cooking Made Us Human (Main ed.). Profile Books. p. 140. 
  37. 1948-, Wrangham, Richard W., (2010). Catching fire : how cooking made us human. Profile. ISBN 9781846682858. OCLC 972834623. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  38. University of California Television (UCTV) (21 de marzo de 2013), CARTA: The Evolution of Human Nutrition -- Richard Wrangham: Fire Starch Meat and Honey, consultado el 3 de octubre de 2018 .
  39. Fonseca-Azevedo, Karina; Herculano-Houzel, Suzana (6 de noviembre de 2012). «Metabolic constraint imposes tradeoff between body size and number of brain neurons in human evolution». Proceedings of the National Academy of Sciences (en inglés) 109 (45): 18571-18576. ISSN 0027-8424. PMID 23090991. doi:10.1073/pnas.1206390109. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  40. Koebnick, C.; Strassner, C.; Hoffmann, I.; Leitzmann, C. (1999). «Consequences of a Long-Term Raw Food Diet on Body Weight and Menstruation: Results of a Questionnaire Survey». Annals of Nutrition and Metabolism (en english) 43 (2): 69-79. ISSN 0250-6807. doi:10.1159/000012770. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  41. Koebnick, C.; Strassner, C.; Hoffmann, I.; Leitzmann, C. (1999). «Consequences of a Long-Term Raw Food Diet on Body Weight and Menstruation: Results of a Questionnaire Survey». Annals of Nutrition and Metabolism (en english) 43 (2): 69-79. ISSN 0250-6807. doi:10.1159/000012770. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  42. Fonseca-Azevedo, Karina; Herculano-Houzel, Suzana (6 de noviembre de 2012). «Metabolic constraint imposes tradeoff between body size and number of brain neurons in human evolution». Proceedings of the National Academy of Sciences (en inglés) 109 (45): 18571-18576. ISSN 0027-8424. PMID 23090991. doi:10.1073/pnas.1206390109. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  43. Cornélio, Alianda M.; de Bittencourt-Navarrete, Ruben E.; de Bittencourt Brum, Ricardo; Queiroz, Claudio M.; Costa, Marcos R. (25 de abril de 2016). «Human Brain Expansion during Evolution Is Independent of Fire Control and Cooking». Frontiers in Neuroscience 10. ISSN 1662-4548. PMID 27199631. doi:10.3389/fnins.2016.00167. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  44. Aiello, Leslie C.; Wheeler, Peter (1995-04). «The Expensive-Tissue Hypothesis: The Brain and the Digestive System in Human and Primate Evolution». Current Anthropology (en inglés) 36 (2): 199-221. ISSN 0011-3204. doi:10.1086/204350. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  45. «06.14.99 - Meat-eating was essential for human evolution, says UC Berkeley anthropologist specializing in diet». www.berkeley.edu. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  46. Zink, Katherine D.; Lieberman, Daniel E. (2016-03). «Impact of meat and Lower Palaeolithic food processing techniques on chewing in humans». Nature (en inglés) 531 (7595): 500-503. ISSN 0028-0836. doi:10.1038/nature16990. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  47. Cornélio, Alianda M.; de Bittencourt-Navarrete, Ruben E.; de Bittencourt Brum, Ricardo; Queiroz, Claudio M.; Costa, Marcos R. (25 de abril de 2016). «Human Brain Expansion during Evolution Is Independent of Fire Control and Cooking». Frontiers in Neuroscience 10. ISSN 1662-4548. PMID 27199631. doi:10.3389/fnins.2016.00167. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  48. Roebroeks, Wil; Villa, Paola (29 de marzo de 2011). «On the earliest evidence for habitual use of fire in Europe». Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America 108 (13): 5209-5214. ISSN 0027-8424. PMID 21402905. doi:10.1073/pnas.1018116108. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  49. «The energetic significance of cooking». Journal of Human Evolution (en inglés) 57 (4): 379-391. 1 de octubre de 2009. ISSN 0047-2484. doi:10.1016/j.jhevol.2009.02.011. Consultado el 3 de octubre de 2018. 
  50. Wrangham, Richard (2010-05-27). Catching Fire: How Cooking Made Us Human (Main ed.). London: Profile Books. pp. 98–102. ISBN 9781846682865. 
  51. Wrangham, Richard (2010-05-27). Catching Fire: How Cooking Made Us Human (Main ed.). London: Profile Books. pp. 98–102. ISBN 9781846682865. 

Leer también

Libros

  • Lumsden, C. J. and E. O. Wilson. 1981. Genes, Mind, and Culture: The Coevolutionary Process. Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press.
  • Cavalli-Sforza, L. L. and M. Feldman. 1981. Cultural Transmission and Evolution: A Quantitative Approach. Princeton, New Jersey: Princeton University Press.
  • Boyd, R. and P. J. Richerson. 1985. Culture and the Evolutionary Process. Chicago: University of Chicago Press.
  • Durham, W. H. 1991. Coevolution: Genes, Culture and Human Diversity. Stanford, California: Stanford University Press. ISBN 0-8047-1537-80-8047-1537-8
  • Tomasello, M. 1999. The Cultural Origins of Human Cognition. Cambridge, Massachusetts: Cambridge University Press.
  • Shennan, S. J. 2002. Genes, Memes and Human History: Darwinian Archaeology and Cultural Evolution. London: Thames and Hudson.
  • Laland, K. N. and G. R. Brown. 2002. Sense & Nonsense: Evolutionary Perspectives on Human Behavior. Oxford: Oxford University Press.
  • Boyd, R. and P. J. Richerson. 2005. The Origin and Evolution of Cultures. Oxford: Oxford University Press.
  • Richerson, P. J. and R. Boyd. 2005. Not By Genes Alone: How Culture Transformed Human Evolution. Chicago: University of Chicago Press.

Artículos

Enlaces externos

Investigadores principales

  • Rob Boyd, Departamento de Antropología, UCLA
  • Marcus Feldman, Departamento de Ciencias Biológicas, Stanford
  • Joe Henrich, Departamentos de Psicología y Economía, Universidad de la Columbia Británica
  • Richard McElreath, Departamento de Antropología, UC Davis
  • Peter J. Richerson, Departamento de Política y Ciencia Medioambientales, UC Davis

Otros investigadores

  • Liane Gabora, Departamento de Psicología, Universidad de la Columbia Británica
  • Russell Gray Instituto Max Planck para la Ciencia de Historia Humana, Jena, Alemania
  • Herb Gintis, Emeritus Profesor de Economía, Universidad de Massachusetts & Santa Fe Institute
  • Kevin Laland, Escuela de Biología, Universidad de St. Andrews
  • Ruth Mace, Departamento de Antropología, Londres University
  • Alex Mesoudi Evolución Biológica y Cultural Humana, Universidad de Exeter, Reino Unido
  • Michael Tomasello, Departamento de Psicología del desarrollo y Comparativa, Instituto Max Planck para Antropología Evolutiva
  • Peter Turchin Departamento de Ecología y Biología Evolutiva, Universidad de Connecticut
  • Mark Collard, Departamento de Arqueología, Universidad Simon Fraser, y Departamento de Arqueología, Universidad de Aberdeen