La música clásica occidental es un tipo de música académica que se basa principalmente en la música producida o derivada de las tradiciones de la música litúrgica y profana en Occidente, teniendo como foco mayoritario Europa Occidental. Posee un referente de transmisión fundamentalmente de tipo escrito (véase Historia de la notación en la música occidental) lo cual suele vincularse al carácter riguroso de su reproducción e interpretación. Aunque de forma amplia abarca un periodo de tiempo que va aproximadamente desde el siglo XI hasta la actualidad, es frecuente que se restrinja su uso para referirse a la música académica anterior al siglo XX. A pesar de que la música clásica del siglo XX posee estilísticamente diferencias substanciales con la producida en siglos anteriores, es está considerada el resultado del mismo proceso evolutivo. Si bien, las principales características del género fueron codificadas principalmente entre 1550 y 1900, que es habitualmente considerado como el período característico de producción de la música clásica, su desarrollo se extiende a todo el siglo XX y XXI.
La Sinfonía n.º 8 en mi bemol mayor de Gustav Mahler es una de las obras corales de mayor escala del repertorio orquestal clásico. Debido a que requiere una enorme cantidad de instrumentistas y coralistas, con frecuencia se la denomina «Sinfonía de los mil», aunque la obra a menudo se interpreta con menos de mil intérpretes y el propio Mahler no aprobó dicho sobrenombre. La pieza fue compuesta en un único periodo de inspiración, en Maiernigg (villa) en el sur de Austria en el verano de 1906. Fue la última obra que Mahler estrenó en vida y contó con un gran éxito de crítica y público cuando la dirigió en el estreno absoluto en Múnich, el 12 de septiembre de 1910.
La fusión de la canción y la sinfonía había sido una característica de las primeras obras de Mahler. En su período «medio» de composición a partir de 1901, un cambio de rumbo lo llevó a producir tres sinfonías puramente instrumentales —la 5.ª, 6.ª y 7.ª—. La Octava, que marca el final del período «medio», vuelve a una combinación de orquesta y voz en un contexto sinfónico. La estructura de la obra no es convencional; en lugar de seguir la estructura normal en varios movimientos, la obra se divide en dos partes. La primera parte se basa en el texto latino de un himnocristiano del siglo IX para Pentecostés, Veni Creator Spiritus («Ven, Espíritu Creador»), y la segunda parte es un arreglo de las palabras de la escena final del Fausto de Goethe. Las dos partes están unificadas por una idea común, la de la redención a través del poder del amor, unidad transmitida mediante temas musicales comunes.
Mahler estaba convencido desde el principio de la importancia de la obra, al renunciar al pesimismo que había marcado gran parte de su música, ofreció la Octava como una expresión de confianza en el eterno espíritu humano. En el período tras la muerte del compositor, las interpretaciones fueron relativamente poco comunes. Sin embargo, desde la mitad del siglo XX en adelante, la sinfonía ha sido programada con regularidad en las salas de conciertos de todo el mundo y se ha grabado en muchas ocasiones. Sin dejar de reconocer su amplia popularidad, los críticos modernos tienen opiniones contrapuestas sobre la obra, algunos encuentran su optimismo poco convincente y consideran que es artística y musicalmente inferior a otras sinfonías de Mahler. Sin embargo, también ha sido comparada con la Novena Sinfonía de Beethoven como una declaración de la definición humana de su siglo.
Vivió durante toda su vida en Austria y desarrolló gran parte de su carrera como músico de corte para la rica y aristocrática familia Esterházy de Hungría. Aislado de otros compositores y tendencias musicales, hasta el último tramo de su vida, estuvo, según dijo: «forzado a ser original». En la época de su muerte, era uno de los compositores más célebres de toda Europa.
La Novena fue el primer ejemplo de un compositor importante que incluyó partes vocales en una sinfonía. El movimiento final, el cuarto, de la sinfonía presenta cuatro solistas vocales y un coro en la paralela tonalidad de re mayor modulada, conocida comúnmente como la «Oda a la alegría». El texto fue adaptado de «An die Freude», un poema escrito por Friedrich Schiller en 1785 y revisado en 1803, con texto adicional escrito por Beethoven.