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El término travesti es utilizado en países latinoamericanos —sobre todo sudamericanos— para designar a personas a las que se les ha asignado sexo masculino al nacer, pero desarrollan una identidad de género según diferentes expresiones de feminidad. Si bien sigue siendo común el uso del término travestismo,[1][2]​ algunos autores contemporáneos lo rechazan para evitar la confusión con la práctica de vestirse con ropas del "sexo contrario",[3][4]​ además del uso del sufijo "-ismo", el cual proviene de las ciencias médicas y es considerado patologizador.[3]​ Como respuesta a esto, desde la segunda mitad de los años dos mil se ha masificado el uso del término travestilidad (portugués: travestilidade) en la literatura académica de Brasil,[5]​ y ha sido adoptado por algunos autores hispanohablantes,[3][6]​ mientras que otros han optado por la palabras travestidad[4]​ o travestividad.[6]

La definición del término es cuestionada.[7]

El término travesti se extendió en los años sesenta para referirse principalmente a los artistas transformistas, https://www.academia.edu/424560/Issues_concerning_the_informality_and_outdoor_sex_work_performed_by_travestis_in_S%C3%A3o_Paulo_Brazil

Las travestis han concentrado la atención de la opinión pública latinoamericana desde los años noventa, cuando irrumpieron en el espacio público de la mano de discursos biomédicos, policiales, sociológicos, jurídicos, políticos y periodísticos.[8]

El término travesti es utilizado en la región desde antes que

TALLER DE ARRIBA[editar]

Sin embargo, el uso del término travesti precede al de transgénero

Es un concepto emic que es ampliamente utilizado en la región,[3]​ y que posee una especificidad sociopolítica, ya que une una condición generalizada de vulnerabilidad social, una asociación con el trabajo sexual, la exclusión de los derechos básicos y el reconocimiento de la misma como identidad política.[9][10]

Las subjetividades travesti son heterogéneas, múltiples y plurales, por lo que resulta paradójico reducirlas a explicaciones universales.[3][11]

El uso original de la palabra refiere al acto de travestirse, es decir, a personas que visten y se caracterizan como alguien del "sexo contrario".[12]

Sin embargo, las personas travesti no solo eligen vestirse de manera contraria a su sexo asignado, sino que adoptan nombres y pronombres femeninos y a menudo se someten a prácticas cosméticas, terapias de sustitución hormonal, inyecciones y cirugías estéticas para obtener rasgos corporales femeninos, aunque generalmente sin modificar su genitalidad.[11][13][14]

Por lo tanto, no deben ser confundidas con las nociones de transformista, drag queen o crossdresser.[3][11]


Si bien puede ser pensada como un subconjunto de las identidades transgénero,

la noción de travesti es distinta de la de mujer trans y transexual, aunque esta diferenciación es compleja y puede variar dependiendo del contexto.[3][11]​ Las travestis


.también ha sido pensada como un

El término travesti, originalmente de carácter peyorativo, fue reapropiado por el activismo argentino y peruano como una identidad política,[15]​ qur

Dado que son excluidas del sistema educativo y laboral, estigmatizadas y reificadas como objetos de crítica teórica o de consumo mediático, una de las principales luchas del activismo travesti es la creación subjetividades políticas propias.[9]​ La activista argentina Lohana Berkins explicó en 2006: "Nosotras sostenemos la identidad travesti no sólo recurriendo al regionalismo lingüístico, sino a circunstancias y características que hacen del travestismo un fenómeno diferente de la transgeneridad norteamericana y europea".[8]

Terminología[editar]

Las travestis somos otra mismidad: no somos hombres, no somos mujeres. No somos hombres que se transforman en mujeres ni mujeres que se transforman en hombre; tienen que dejar de pensar en esa dicotomía egocéntrica con la que se creen que son el eje del mundo: el hombre como sujeto primordial de la humanidad. (...) La idea es que nos reconozcan en nuestra travestidad. Y es travestidad, no travestismo. El travestismo es una práctica y nosotras tenemos una identidad que es la travestidad; somos otra manera de transitar la humanidad.
Marlene Wayar, 2020.[4]

Luego de un largo período de criminalización, los "desvíos sexuales" pasaron a ser objeto de estudio de las ciencias médicas y sexuales, las cuales establecieron distintas formas de desviación.[16]​ En un primer período, comprendido entre los años 1870 y 1920, se produjo una gran cantidad de información acerca de personas que se travestían y/o deseaban adoptar el rol adscripto al sexo opuesto.[16]​ En 1910, el reconocido sexólogo alemán Magnus Hirschfeld acuñó el término travesti, introducido en su texto Travestis: una investigación del deseo erótico por disfrazarse (en alemán: Die Transvestiten: ein Untersuchung über den erotischen Verkleidungstrieb).[17]​ Hirschfeld utilizó el término para describir a "aquellas personas que sienten compulsión por usar ropas del sexo opuesto" y rechazó la idea de que las travestis fueran una variante dentro de la homosexualidad, la cual por entonces era una concepción muy extendida dentro de la sexología.[17]​ Entre 1920 y 1950, los términos travestismo y eonismo fueron incorporados a la literatura, aunque en general se realizaron informes que solo complementaron los de años anteriores.[18]​ Durante los años cincuenta el término transexual, utilizado por primera vez por el sexólogo estadounidense David Oliver Cauldwell, ganó relevancia a medida que surgieron las clínicas de identidad sexual y la cirugía de cambio de sexo.[18][19]​ Así, entre fines de los años sesenta y durante los años setenta, el travestismo fue abandonado como tema de interés médico.[18]

El diccionario de la Real Academia Española define la palabra travesti como: "Persona, generalmente hombre, que se viste y se caracteriza como alguien del sexo contrario".[20]

Travesti es un concepto emic que es ampliamente utilizado en América Latina.[3]​ Ya que las identidades travestis son heterogéneas, múltiples y plurales, puede resultar paradójico intentar explicarlas con una definición universal.[3]

Tanto el artista chileno Pedro Lemebel como la activista argentina Lohana Berkins describieron a las travestis como "traidoras del patriarcado".[21]

En su pionero libro Cuerpos desobedientes de 2004, Josefina Fernández escribió:

La paradoja del travestismo —si la hay— no reside en las representaciones de género sino en las identidades logradas a través de difíciles procesos de transición en los que los puntos de llegada no suelen ser estables ni únicos. Sea que se lo conciba como un complejo proceso de feminización, como refugio de una masculinidad rechazada, o como una práctica identitaria que siempre deja traslucir su alteridad irreductible, el travestismo parece más bien dar testimonio de su fuerza en tanto que paradigma, así como de los conflictos que genera.[22]

Kulick224

Por su parte, la filósofa Diana Maffía consideró en 2010 que:

Las travestis, al nombrarse como tales, no sólo rechazan el valor denigratorio que se le había dado a ese término y lo revierten en identidad en un gesto de subversión semiótica, sino que también rechazan la pretensión académica de subsumirlas en una categoría abarcadora como la de "transgénero".[23]

https://books.google.com.ar/books?id=BbGzCgAAQBAJ&pg=PA61&dq=%22travesti%22+%22berkins%22&hl=es&sa=X&ved=0ahUKEwie6KCUtOPpAhVqK7kGHYV7DvwQ6AEIVTAH#v=onepage&q=%22travesti%22%20%22berkins%22&f=false


PROSTITUCIÓN

Las travestis muchas veces adoptan las prácticas de género propias de la prostitución como el modelo de feminidad a la que recurrir en el momento de la transición genérica.[24]​ Como indica Josefina Fernández: "la prostitución es también el único espacio 'permitido' para actuar el género que han elegido para el resto de sus vidas. En este sentido, el escenario prostibular tendrá una participación importante en la construcción de la identidad travesti".[25]​ El antropólogo Don Kulick definió a las personas travesti como "prostitutas tránsgenero".

maricon, cochon, joto, marica, pajara,

loca, KULICK231

Historia y cultura[editar]

Argentina[editar]

He nacido en Madrid, en el año 1880. Siempre me he creído mujer, y por eso uso vestido de mujer. Me casé en Sevilla y tuve dos hijos. El varón tiene 16 años y sigue la carrera militar en París. La niña tiene 15 y se educa en el Sacré-Coeur de Buenos Aires. Son muy bonitos, parecidos a su papá. Mi esposo ha muerto y soy viuda. (...) Soy una mujer que me gusta mucho el placer y por eso lo acepto bajo todas sus fases. Algunos dicen que por todo esto soy muy viciosa, pero yo les he escrito el siguiente verso, y se lo digo siempre a todos:

Del Buen Retiro a la Alameda
los gustos locos me vengo a hacer.
Muchachos míos ténganlo tieso
que con la mano gusto os daré.

Con piragüitas y cascabeles
y hasta con guante yo os las haré,
y si tú quieres, chinito mío,
por darte gusto la embocaré.

(...) Me subyuga pasear por Palermo, porque el pasto es más estimulante para el amor que la mullida cama. Esta es mi historia, y tengo el honor de regalarle al doctor Veyga algunos retratos con mi dedicatoria.

Tras recoger testimonios de travestis mayores de setenta años, Josefina Fernández encontró en 2004 que: "A juicio de ellas, el primer período del gobierno peronista es el que más claramente inició la persecución de gays y travestis, ejercieran o no la prostitución callejera".[26]​ En esos años, las travestis (identificadas en ese entonces como mariconas) se convertieron en "huéspedes asiduas de la cárcel de Villa Devoto, en calidad de contraventoras de índole sexual".[27][28]​ La cárcel era un punto de encuentro recurrente para ellas y siguió siéndolo hasta entrado el nuevo milenio.[29]​ A pesar de sus aspectos represivos, el espacio carcelario les daba la posibilidad de generar estrategias de solidaridad y trazar vínculos que luego se extenderían en el exterior.[29]​ Llegaron incluso a desarrollar un argot propio conocido como carrilche, nutrido por la jerga carcelaria.[28]​ Según explica la antropóloga María Soledad Cutuli: "Hoy en día este código se conoce como el teje. El mismo consiste en retomar elementos de la jerga carcelaria o "lunfardo canero", deformar algunas sílabas de ciertas palabras, y también emplear términos inventados como cirilqui para referirse a la policía, o incluso el polisémico teje, que puede significar, dependiendo el contexto, "mentira, historia, argumento, asunto". Decir que alguien es una tejedora implica una forma sutil de calificarla como mentirosa; preguntar ¿qué están tejiendo? refiere a suponer que un encuentro o conversación puede tener segundas intenciones".[29]

Tengo para mí, que el leit motiv de travestis que integraron las murgas fue el de sacar desde el fondo de su alma el indio reprimi­do durante el resto del año. Todo el mundo los vio y los aplaudió, pero no supo entender que tras esa fachada brillante se escondía un deseo, el deseo de ser reconocido y aceptado para poder vivir en libertad.
—Malva Solís, El Teje, 2011.[30]

El carnaval fue históricamente la fiesta popular de las travestis, ya que era la única época del año en la que podían expresarse libremente en la vía pública sin sufrir la persecución policial.[31]​ Según recuerda una travesti de Buenos Aires: "Eran 6 días de libertad y 350 de cárcel. No exagero. Así era para nosotras. Así fue antes y después de la dictadura, incluso peor después de la dictadura. Esos días era algo mágico: porque de que nos discriminaran pasábamos a ser como las divas. Si no había travestis en un corso, era como que faltaba algo".[31]​ En los años cuarenta y cincuenta, las murgas incorporaron a hombres vestidos de "mujer mamarracho" con el propósito de divertir a la gente, modalidad que más tarde dio paso a la figura del transformista, es decir, el "maricón lujosamente ataviado", constituyéndose en una atracción para el público.[30]​ Según Malva Solís, Cualo y Pepa "La Carbonera" —travestis del corso de La Boca— con sus "vestidos deslumbrantes", fueron pioneras de la figura de la "'vedette' de la murga", innovación que comenzó hacia 1961.[30]​ Este poco documentado "movimiento carnavalesco" travesti marcó un hito en los corsos barriales de los años sesenta y setenta, y contó con la participación de maquilladores, vestuaristas y coreógrafos del teatro de revista porteño, todos ellos maricones.[30][29]​ Una crónica de 1968 de Primera Plana sobre el carnaval porteño decía: "Quienes se resisten a desaparecer son los travesti [sic], que empezaron exagerando los encantos femeninos y terminaron en un peligroso refinamiento. Las pelucas y la cosmética moderna los convirtieron en sugestivas vedettes, cuya identidad sexual ya no fue tan simple de captar".[32]​ El autor menciona una troupe carnavalesca del interior de la provincia de Buenos Aires integrada exclusivamente por travestis, liderada por Catalina la Grande, apodada La Emperatrice, y con una primer figura llamada Bambi.[32]

Vanessa Show, famosa vedette de la Avenida Corrientes, retratada en 1976.

En 1963, la célebre Coccinelle —una de las primeras transexuales de los cabarets parisinos— llegó a Buenos Aires para presentarse en el Teatro Maipo, maravillando a las maricas locales.[33]​ Además de aparecer en el teatro de revistas y los periódicos, la Coccinelle tuvo una participación corta en la película Los viciosos, del director Enrique Carreras.[33]

Durante muchos años, el escenario fue el único lugar donde las travestís podían aparecer montadas como mujeres, porque en la calle estaba prohibido.[34]​ Como señala María Belén Correa, en las décadas del sesenta y setenta existió "otra forma de hacer activismo, por ejemplo desde el escenario", mencionando a artistas como Evelyn, Vanessa Show, Brigitte Gambini y Ana Lupe Chaparro.[27]​ Esta época es caracterizada como un "destape travesti artístico" y comenzó con la llegada al país de una travesti brasilera que actuó por primera vez en un conocido teatro porteño.[26]

Según Evelyn —una de las primeras personas en popularizar el transformismo en el teatro porteño— las "primeras travestis en aparecer en Buenos Aires" fueron el grupo Les Girls en 1972, seguidas por Vanessa Show y Ana Lupez.[35]​ Las travestis de la "siguiente época" fueron Graciela Scott, Claudia Prado y ella, quien debutó en 1977 y llegó a la Calle Corrientes con la producción de Leo Vanés y luego de Gerardo Sofovich.[35]

Hacia 1964, las artistas travestis —entonces llamadas lenci, en referencia a la tela paño lenci, porque "eran como las muñequitas de trapo"— se reunían en la Avenida Callao 11, donde ensayaban cuadros musicales y se preparaban para ir a las discotecas o teatros de Buenos Aires.[34]​ Ya que todavía no se había extendido el uso de la silicona, estas travestis recurrían al uso de hormonas femeninas para "poder mostrar los senos en escena lo más estéticamente posible".[34]​ Según relata Daniela Vizgarra: "Si no tení­as un Anovlar 21 en tu cartera de maquillaje, al parecer no existías".[34]

En 1975 se estrenó la película de comedia Mi novia el..., protagonizada por Alberto Olmedo y Susana Giménez. Originalmente titulada Mi novia el travesti, debió cambiar su nombre tras la intervención de la Acción Católica.[36]​ Según relata Evelyn, ella iba a ser la protagonista original de la película, pero debido a la censura el rol fue para Susana Giménez.[35]

Las travestis reproducían una figura contorneada, que enfatizaba senos y glúteos, a través de rellenos que llamaban truquis,[29]piu-piú o colchón, primero utilizando telas de algodón y más tarde la goma espuma.[33]​ Si bien los rellenos se utilizaban al menos desde los años cincuenta, la llegada en los sesenta de la lycra les permitió "armar contornos físicos más realistas".[33]​ El ideal de belleza persona impulsado por la televisión norteamericana también incluía narices pequeñas y respingadas, pero las cirugías eran muy costosas, así que la mayoría de las travestis se conformaba con arreglos temporarios, recurriendo al uso del pegamento y de objetos que pudieran emular una prótesis.[33]

La llegada de la silicona industrial a Buenos Aires transformó radicalmente los cuerpos y subjetividades travestis.[33]​ Era traída de Francia a Brasil, y de allí a los países limítrofes.[37]​ Con la aparición de la silicona, surge una nueva "jerarquización entre los cuerpos" de las travestis, diferenciando entre las que tienen o no tienen siliconas, pero también cuánta silicona y cómo es el resultado final.[33]

Moria Casán, famosa actriz del teatro de revistas, cine y televisión, fue un modelo para las travestis argentinas de los años ochenta, no solo por su cuerpo voluptuoso, sino también por su desenfado sexual.[33]​ Este modelo corporal contorneado empezó a cambiar en los años noventa, cuando se impusieron "formas femeninas más estilizadas y andróginas".[33]

La ruta Panamericana, que separa la Ciudad de Buenos Aires de distintos distritos del conurbano bonaerense y a éstos entre sí, se convirtió en los años ochenta en la zona más importante en la que las travestis ejercían la prostitución.[33]​ Era común que llegaran a la ruta con un espolverino (tapado largo) y con bikini o "ropa muy sugerente" abajo, para así lucir sus "cuerpos nuevos siliconados".[33]​ Según explica Ana Grabiela Álvarez: "La llegada de la silicona industrial las acerca a una construcción genérica femenina y fija tanto transformaciones corporales como un nicho de prostitución particular".[33]

La poeta y música Susy Shock tocando en vivo en Ciudad de México en 2013.

Las travestis irrumpieron en la opinión pública argentina en los años noventa.[38]

La Casa Mutual Giribone en Buenos Aires, que funcionó entre 2001 y 2009, fue un "espacio de arte, militancia y resistencia cultural" concurrido por artistas y activistas.[39]​ Entre 2001 y 2004, Giribone tuvo sede en el barrio de Chacarita, y luego en 2005 se trasladó a La Paternal.[40]​ En esa casa cultural –y en otras muy transitadas como el Asentamiento 8 de Mayo de José León Suárez– se construyó y adquirió visibilidad la obra artística de Susy Shock, reconocida militante travesti.[39]​ En noviembre de 2007 se publicó el primer número de El Teje, el primer periódico escrito por travestis de América Latina, en una iniciativa conjunta entre activistas y el Centro Cultural Ricardo Rojas.[41][42]​ En la jerga travesti, teje es una palabra comodín que proviene de la prostitución, según explicó la directora Marlene Wayar: "Es la palabra cómplice entre nosotras, de lo que no queremos que el otro se entere: traeme el teje, por la cocaína; o mira el teje, es cuando tiene la billetera con dinero. Y es ese el nombre de la revista".[43]

En los últimos años, la comunidad travesti de Buenos Aires y sus alrededores ha ganado reconocimiento por sus aportes creativos y artísticos, insertándose en la escena contracultural queer, un circuito de teatros, bares y centros culturales como Casa Brandon, Tierra Violeta, MU Trinchera Boutique y, más recientemente, Feliza y Maricafé.[44]​ Según señala Patricia Fogelman en 2020: "En este conjunto de espacios, se ve cada vez, con mayor asiduidad a las travestis interpretando teatro, monólogos de stand up, recitando poesía, haciendo performances, acompañando bandas musicales, etc. Por otro lado, dentro de la misma comunidad ampliada hay un claro interés por incorporarlas y destacarlas como personajes centrales de novelas, obras teatrales y canciones. Así, podríamos decir que en torno de la figura de las travestis hay un reconocimiento y un intento contundente de ponerlas en lugares de visibilidad, especialmente, por autoras lesbianas de novelas y música para jóvenes alternativos".[44]

Brasil[editar]

México[editar]

Paraguay[editar]

En el marco conocido como el caso Palmieri, en los años ochenta, surgió el apresamiento de veinte travestis, entre ellas las conocidas Carla y Liz Paola.[45]​ Un adolescente de 14 años, Mario Luis Palmieri, había aparecido asesinado y la hipótesis que manejó la policía fue la de crimen pasional homosexual, desatando "la mayor tempestad que se conoce en Paraguay sobre personas homosexuales y por extensión sobre personas que salieran de los cánones de la virilidad paraguaya".[45]

Las travestis paraguayas utilizan un lenguaje secreto llamado jeito —proveniente del ámbito de la prostitución— el cual es imprescindible para protegerse de los clientes, la policía o cualquier persona extraña a la parada donde trabajan y que atente contra la seguridad del grupo.[46]​ Algunas de sus palabras son rua (calle),[47]odara (la travesti jefa de la parada),[48]alibán (policía) y fregués (clientes).[49]

Condiciones de vida[editar]

Llegar a la vejez es para una travesti por poco pertenecer a un club exclusivo, porque los siniestros que acompañan la vida marginal —que llevan a una muerte considerada siempre prematura en términos de estadística poblacional— son las consecuencias perennes de una identidad perseguida.
Lohana Berkins, 2015[50]

Las travestis son una población históricamente vulnerada y criminalizada, víctimas de "violencia y exclusión social, política y económica estructural y sistemática".[50]​ La discriminación, el hostigamiento, las detenciones arbitrarias, la tortura y el asesinato son una constante a lo largo y ancho de América Latina.[9]​ Sectores del activismo LGBT denuncian que la violencia y muerte temprana a la que es sometida la población travesti constituye un auténtico genocidio.[51][52]​ Un estudio llevado a cabo en el año 2011 en Centroamérica reveló —por ejemplo— que más de un 80% de la población encuestada se siente con derecho a agredir a las personas trans y travestis por su forma de ser.[53]​ En su pionera investigación de la población travesti de Salvador, Bahía en los años noventa, el antropólogo Don Kulick encontró que es "uno de los grupos más marginados, temidos y despreciados de la sociedad brasileña".[54]​ Según la investigación La revolución de las mariposas, editada en 2017 por el Ministerio Público de la Defensa de Argentina, el 74,6% de las mujeres trans y travestis de Buenos Aires dijo haber sufrido algún tipo de violencia, un número muy alto, aunque menor al registrado en 2005, que fue del 91,9%.[50]​ El mismo estudio señaló que las integrantes del colectivo fallecen en promedio a los 32 años, muy por debajo de la esperanza de vida media del país.[50]​ Se ha extendido el concepto de travesticidio (junto al de transfemicidio o femicidio trans)[55][56]​ para referirse al crimen de odio entendido como el asesinato de una travesti por su condición de género.[57][58]​ Según Blas Radi y Alejandra Sardá-Chandiramani:

El travesticidio/transfemicidio es el extremo de un continuum de violencias que comienza con la expulsión del hogar, la exclusión del sistema educativo, del sistema sanitario y del mercado laboral, la iniciación temprana en la prostitución/el trabajo sexual, el riesgo permanente de contagio de enfermedades de transmisión sexual, la criminalización, la estigmatización social, la patologización, la persecución y la violencia policial. Esta trama de violencias constituye el espacio de experiencia de travestis y mujeres trans y se espeja en su menguado horizonte de expectativas. En él, la muerte no tiene nada de extraordinario, por el contrario, al decir de Octavio Paz "vida y muerte son inseparables y cada vez que la primera pierde significación, la segunda se vuelve intranscendente".[55]

El acceso a la vivienda es una de las problemáticas que más afecta al colectivo travesti.[59]​ El 65,1% de las mujeres trans y travestis de Buenos Aires viven en cuartos de alquiler de hoteles, casas particulares, pensiones o departamentos, ya sean habilitados por el organismo competente o "tomados" por quienes los gestionan irregularmente.[50]

La exclusión del sistema educativo y del mercado de trabajo hace que la mayoría de las travestis recurran al trabajo sexual para sobrevivir.

Las condiciones de vida de las travestis están marcadas por su exclusión del sistema educativo formal y del mercado de trabajo. En este contexto, la prostitución se constituye como la "única fuente de ingresos, la estrategia de supervivencia más extendida y uno de los escasísimos espacios de reconocimiento de la identidad travesti como una posibilidad de ser en el mundo".[8]La revolución de las mariposas reveló que en la ciudad de Buenos Aires, el 88% de las mujeres trans y travestis nunca tuvo un empleo formal, mientras que el 51,5% nunca tuvo un empleo de algún tipo.[50]​ El 70,4% de las encuestadas dijo vivir de la prostitución, y de este grupo, el 75,7% lo hace desde una edad inferior o igual a 18 años. El 87,2% de las mujeres trans y travestis encuestadas que hoy ejercen la prostitución desean dejar esta actividad si tuvieran acceso a un empleo.[50]​ La expulsión de las travestis del sistema educativo es un elemento necesario para comprender el recurso a la prostitución como salida casi exclusiva de sustento, ya que las "circunstancias hostiles que marcan la experiencia de escolarización de la mayoría de las niñas y adolescentes travestis condicionan severamente las posibilidades de estas sujetas en términos de inclusión social y de acceso a un empleo de calidad en la adultez".[8]


Most travestis in Salvador "fell into the life" with the advice and help of older and more experienced travestis.[60]

La calle (a rua o a pista)[61]


Travestis, however, have either been expelled from their families or left them of their own accord, which means that the majority of them are unable to count on any aid of thikind.[62]


La fuerte estigmatización hacia las travestis y el trabajo sexual que ejercen generalmente condiciona el servicio que reciben por parte del personal médico.[63]​ El miedo al rechazo por parte de los trabajadores de salud a menudo las conduce a la automedicación y a acudir a los servicios de salud cuando las afecciones o enfermedades ya se encuentran en niveles muy avanzados.[64]​ Debido al fuerte estereotipo de las travestis en relación a la prostitución y el VIH, suelen ser derivadas automáticamente al centro de diagnóstico de VIH/sida cada vez que asisten a un centro médico, ignorando sus otras necesidades en salud.[65][66]​ Si bien es real la alta prevalencia del VIH en las travestis, es resultado de un proceso de exclusión social que "termina encarnando en los cuerpos travestis y confirmando el estereotipo".[66]​ Las travestis se encuentran en una situación extremadamente vulnerable en lo que se refiere dicha enfermedad.[65]​ Según un estudio de 2016 publicado en Global Public Health, hay una prevalencia del VIH del 30% en la población travesti de Lima, Perú.[67]​ Algunos sistemas de salud siguen incluyendo a las travestis bajo la categoría epidemiológica de "hombres que tienen sexo con hombres" (HSH), con poca consideración de su situación y necesidades únicas.[65][67]​ Estudios recientes señalan la necesidad de campañas de prevención de VIH multinivel que prioricen la población travesti.[67]

Estudio académico[editar]

Las travestis han sido estudiadas por diversas disciplinas, especialmente la antropología, que ha documentado ampliamente el fenómeno tanto en las etnografías clásicas como en otras más recientes.[68]​ Siendo el país con la población más numerosa de travestis (donde incluso son invocadas como iconos culturales),[69][54]​ Brasil es el país con mayor trayectoria en el estudio de estas identidades,[3]​ y los trabajos escritos en y sobre Brasil superan númericamente a los de cualquier otro país latinoamericano.[1]​ La investigadora María Soledad Cutuli ha clasificado las etnografías más recientes bajo cinco ejes principales de análisis: "identidad de género", "corporalidad y subjetividad", "salud y sexualidad", "prostitución y sociabilidad" y, en menor medida, "organización política".[1]

Frente al fenómeno, los investigadores generalmente han propuesto una de tres hipótesis: que las travestis constituyen un tercer género, que las travestis refuerzan uno de los dos géneros disponibles en nuestra sociedad (masculino o femenino), o la perspectiva de autores que afirman que las travestis ponen en desafío a la noción de binariedad, pero "lejos de ser su propuesta la de géneros supernumerarios o géneros múltiples, lo que hace es buscar la deconstrucción de la categoría misma de género".[70][71]

Una gama muy amplia de estudios antropológicos ha investigado a las travestis a partir de una hipótesis que afirma que deben ser interpretadas como expresión de un tercer género,[3][72]​ a la manera de los berdache de América del Norte,[73]​ las hijras de la India y las muxe de México.[74]​ A partir de la revisión de las etnografías clásicas, las antropólogas Kay Martin y Barbara Voorhies presentaron en 1978 a las travestis bajo esta perspectiva, en igual dirección que autores posteriores como Will Roscoe, Hilda Habychain y Anne Bolin a mediados de los años noventa.[70]

Una parte fundamental de la bibliografía existente fue producida por las propias travestis, como es el caso de la activista Lohana Berkins, cuyos artículos, conferencias, entrevistas a la prensa y compilaciones son el pilar para el estudio de esta comunidad en Argentina.[44]​ En los últimos años se habla de una «teoría travesti latinoamericana»,[10][75]​ la cual propone la construcción de un paradigma, de una epistemología y de una ontología propios, a través de los cuales se puedan desarticular los discursos establecidos y producir nuevos conocimientos y ejes de acción sobre la realidad travesti, desde una óptica regional y descolonizadora.[76][77]​ Una contribución fundamental al campo ha sido Travesti / Una teoría lo suficientemente buena, un abordaje sobre la vida travesti compilado por la activista argentina Marlene Wayar en 2018 bajo la editorial Muchas Nueces.[44]​ Wayar explicó:

Lo que estamos proponiendo es que travesti es esa mirada, esa posición en el mundo y lo analizamos desde Latinoamérica porque es en el mundo en donde estamos. Creemos que todas la teorías previas y contemporáneas están buenísimas, ahora nosotras las tenemos que pasar por el cuerpo y por nuestro territorio para saber si nos dan buenos a malos resultados, (...) tiene que ser una teoría que no baje de ningún territorio iluminado sino que se construya en dialogo.[78]

Activismo[editar]

Movimiento argentino[editar]

La identidad travesti tiene una historia importante de movilización política en Argentina, donde es reivindicada con orgullo como "locus político por excelencia" de resistencia a las políticas del binarismo de género y el cisexismo.[55]​ Las travestis argentinas empezaron a juntarse entre fines de los años ochenta y comienzos de los noventa, en repudio a la persecución, maltrato y violencia policial, así como a los edictos policiales vigentes en ese momento.[1]​ La lucha política se inició de manera organizada con la fundación de la Asociación de Travestis Argentinas (ATA), en 1991[2]​ o 1993.[79][80]​ Previo a esta organización, Kenny de Michelis se había convertido en la primera travesti en aparecer en un medio masivo de comunicación, participando en varios programas de televisión abierta con el objeto de visibilizar al colectivo.[2][81]​ En mayo de 1993, fundó Travestis Unidas (TU) junto a tres amigas.[80]

María Belén Correa recordaba su acercamiento con Carlos Jáuregui:

Carlos decía que nosotras habíamos traído un aire nuevo al activismo. Ellos estaban con la unión civil y nosotras estábamos diciendo "no podemos vivir, no podemos caminar, no podemos ir al supermercado". Literalmente así eran las cosas. Él fue el primero que vino a nuestras reuniones (...) Nos hacía nuestros comunicados de prensa, nuestros discursos, porque nosotras no sabíamos hacerlos. (...) Él nos empezó a decir que nosotras éramos activistas y nos enseñó a comportarnos como tales. Ni siquiera entendíamos el concepto de ser transexuales (...) nosotras nos volvimos activistas casi sin darnos cuenta.[82]

Entre el año 1995 y 2005 las agrupaciones travesti se fortalecieron trabajando con otras organizaciones, relacionándose con la academia y articulándose con distintos partidos políticos.[83]​ La irrupción de las travestis en el ambiente académico argentino se dio a través del Colectivo Universitario Eros (CUE),[84]​ un colectivo pionero de la teoría queer de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) que se mantuvo desde 1993 hasta 1996.[85][86]​ En 1997, miembros de este grupo formaron el Área de Estudios Queer (AEQ) dentro del Centro Cultural Ricardo Rojas (también de la UBA) y,[86]​ al poco tiempo, se sumaron las travestis Lohana Berkins, Marlene Wayar y Nadia Echazú.[85]​ Según Berkins: "Nuestra aparición en el campo académico fue a través del 'Grupo Eros', en el que estaban Flavio Rapisardi, Silvia Delfino, Mabel Bellucci, y que después se terminó. Luego formaron el Área Queer, donde a nosotras también nos sentaban en mesas junto a un intelectual y empezábamos a discutir, en nuestros términos, con nuestras capacidades, pero empezábamos a discutir".[84]

El acercamiento con el movimiento feminista local fue "un antes y un después", ya que puso al activismo travesti frente a una serie de preguntas vinculadas a su identidad.[2]​ Según Berkins, su encuentro con el feminismo se dio a partir del lesbofeminismo de Alejandra Sarda, Ilse Fulkova, Chela Nadio y Fabiana Tron.[87]​ También destacó la importancia de su encuentro con las activistas por el derecho al aborto: "Hacia 1995, cerca de la Facultad de Ciencias Sociales, hubo unas jornadas que hicieron un grupo de jóvenes y nosotras participamos de manera espontánea. Una de las personas que habló fue Pastora Campos, integrante de la Comisión por el Derecho al Aborto. En esa ocasión, escuchamos un discurso claro con argumentos sólidos sobre el aborto ilegal y sus consecuencias. Por primera vez, alguien explicaba con tanta consistencia y profundidad el tema. Allí fue que consideramos que esta cuestión tenía que ser discutida en el interior de nuestra comunidad y, siendo una demanda de las mujeres, nos preguntábamos si podría ser nuestra también. A partir de ese momento comenzamos a participar de las reuniones que se organizaban vinculadas al aborto".[85]

Lohana Berkins, una de las figuras más destacadas e influyentes del activismo travesti, retratada en 2014.

Una temática que enfrentó y fracturó la conformación de estas organizaciones fue el debate en torno al trabajo sexual.[88]​ Producto de este debate, en 1995 ATA se dividió y se creó la Organización de Travestis de la República Argentina (OTRA), liderada por Nadia Echazú, disuelta tras su muerte en 2004, y la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti (ALIT), liderada por Lohana Berkins.[2][88]​ Tanto ATA como OTTRA sostenían el discurso del "trabajo sexual" al cual ALIT se opuso desde una concepción abolicionista de la prostitución.[83]​ En 2004, la Asociación de Travestis Unidas de Córdoba (ATUC) se convirtió en la primera organización travesti en obtener su personería jurídica en el país, alcanzando la categoría que ya había sido otorgada a la CHA y a Sigla, entidad que defiende los derechos de gays y lesbianas. [89][90]​ Le siguió ALITT, reconocida legalmente en 2006.[91]

En 2011 surgió el Bachillerato travesti trans Mocha Celis, la primera escuela secundaria pública y gratuita dirigida a personas trans y travestis del mundo. Ubicada en el barrio porteño de Chacarita, cuenta con más de doscientos egresados y permite el ingreso de todas las identidades, ya sean transgénero o no.[92][93]

El 9 de mayo de 2012, el Senado argentino sancionó la ley 26.743,[94]​ con cincuenta y cinco votos a favor, ninguno en contra y solo una abstención.[82]​ Conocida como la Ley de Identidad de Género, es una norma de vanguardia única en el mundo, ya que garantiza que las personas accedan a la modificación de sus datos registrales o a intervenciones médicas, sin la necesidad de un diagnóstico médico o psicológico ni una autorización judicial.[95][96]​ Emiliano Litardi, uno de los redactores de la ley, explicó: "A diferencia de las legislaciones pioneras, como la española o la sueca, que son bastante restrictivas, nuestra ley despatologiza las identidades trans, además de desjudicializarlas, descriminalizarlas y desestigmatizarlas".[96]​ La Ley de Identidad de Género es considerada un triunfo fundamental del movimiento.[97]

Desde 2013 se realiza cada 28 de junio —la fecha de los disturbios de Stonewall— se realiza la Marcha contra los Travesticidios, desde Plaza de Mayo hacia el Congreso.[98]

En marzo de 2019, la jueza porteña Myriam Cataldi falló a favor del reclamo de la activista travesti Lara María Bertolini, ordenando que se consigne el género "femineidad travesti" en el campo reservado para el sexo de su DNI.[99]​ El fallo judicial fue celebrado por el movimiento travesti-trans.[100]​ Sin embargo, fue revocado en enero de 2020 por los jueces Carlos Belucci, Gastón Polo Olivera y Carlos Carranza de la Cámara de Apelaciones, basándose en las definiciones de "travesti" y "sexo" del diccionario de la Real Academia Española.[101]

El 4 de septiembre de 2020, el gobierno argentino estableció el cupo laboral para travestis, transexuales y transgénero en el sector público, mediante un decreto firmado por el presidente Alberto Fernández, el jefe de Gabinete Santiago Cafiero y la ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta.[102]

Movimiento brasilero[editar]

Algunas militantes travestis conocidas son Amara Moira e Indianara Siqueira.[11]

Movimiento chileno[editar]

El 22 de abril de 1973, un grupo de jóvenes travestis se reunieron en la Plaza de Armas de Santiago, realizando la primera protesta de la diversidad sexual en la historia de Chile.[103]

Una figura clave del movimiento y de la escena cultural travesti de Chile es la poeta Claudia Rodríguez, quien inició su trayectoria activista en la década del noventa.[104][105]

Movimiento paraguayo[editar]

Yren Rotela, una de las figuras más reconocidas del activismo trans paraguayo.

Paraguay es uno de los países más restrictivos de la región respecto a los derechos de las personas transgénero.[106]​ Las primeras manifestaciones de travestis y mujeres trans se dieron a finales de los años noventa y comienzos de los dos mil, fundalmente para defender sus paradas (los lugares donde se ejerce el trabajo sexual) y para denunciar el maltrato policial y el asesinato de sus compañeras.[45]

Yren Rotela es una de las mayores referentes del movimiento paraguayo por los derechos de las personas travestis, transgénero y transexuales, fundando la asociación Panambí en 2009, la cual presidió hasta 2017.[107][108]​ Yren Rotela también inauguró en el 2019 Casa Diversa que además de hogar, es un centro comunitario para la diversidad sexual.[108]​ Cuando se le preguntó acerca de sus referentes locales, contestó: "Yo no me puedo olvidar de las sobrevivientes de la dictadura que me enseñaron mucho: Liz Paola, Peter Balbuena, Carla. Pero por sobre todo, siempre son mis compañeras asesinadas mis grandes líderes, mis grandes ejemplos de lucha".[108]

Otras de las activistas más activas en la actualidad son Alejandra Grange, Fabu Olmedo y Reny Davenport.[108]​ A nivel internacional, las principales referentes del movimiento son argentinas, incluyendo a Diana Sacayán, Lohana Berkins, Marlene Wayar, Marcela Romero, Diana Zurco, Camila Sosa Villada, Susy Shock y Alma Fernández.[108]​ En una entrevista con el medio independiente mexicano Kaja Negra en 2020, Alejandra Grange —fundadora de la organización Transitar y del programa Radio Travesti— declaró:

Para mí es importantísimo decir que yo soy una travesti porque es una palabra que nace en el contexto latinoamericano que estamos resignificando porque era un término médico, hombre que se viste de mujer para llegar a tener una satisfacción sexual y todas esas cosas. Pero no es eso. Para mí, cuando yo te digo que soy travesti te estoy diciendo que esto es resistencia, para mí esto es felicidad, es lucha, estar con mis amigas, es una forma de decirle japiró al sistema,[se pronuncia yapiró, es una expresión en guaraní de enojo y rabia] vayánse a la mierda, porque yo puedo existir dentro de todo esto.[108]

Movimiento uruguayo[editar]

El activismo travesti uruguayo surgió en la década de los noventa, durante las presidencias neoliberales de Luis Alberto Lacalle y Julio María Sanguinetti, las cuales "promovieron un modelo de integración subordinante de la disidencia sexual anclado en la noción de tolerancia".[109]​ En ese contexto, los reclamos de la Mesa Coordinadora Travesti y luego la Asociación Trans del Uruguay, se centraron en la conquista de "derechos negativos": el fin de la discriminación y el fin de la persecución policial.[109]​ En 2002 se aprobó la ley sobre el trabajo sexual, legalizando la actividad y socavando la vigilancia policial en las calles.[109]​ Durante los gobiernos progresistas del Frente Amplio, se dio la conquista de "derechos positivos": en 2009 se aprobó una ley que permite cambiar el género y el nombre en los documentos identificatorios y, en 2018, se aprobó la Ley Integral para Personas Trans.[109]​ Escribiendo para la Diaria, Diego Sempol y Karina Pankievich señalaron que "los debates sobre la ley integral marcaron a fuego el imaginario social y formatearon en el ámbito público las memorias trans", dándose la aparición de una serie de testimonios que "rompieron un silencio prolongado y pusieron en discusión el pasado reciente uruguayo y los relatos oficiales sobre las violencias estatales [durante la dictadura cívico-militar]".[109]

Véase también[editar]

Referencias[editar]

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