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Usuario:FranciscoRF/Taller

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El P. Eugenio de San José, hacia 1930, localización desconocida. Archivo familiar. Puede consultarse otra foto, unos años más joven, tomada probablemente durante su estancia en Chile (1916-1921) en la Colección Elna von Harpe.

Eugenio de san José O.C.D.[editar]

FranciscoRF/Taller

Eugenio de san José es el nombre religioso del carmelita descalzo español Sabino Fernández Velasco, nacido en Mieres (Asturias) en 1891, y asesinado por milicianos cerca del Puente de Porto, ya en tierras gallegas (muy cerca de Vegadeo, Asturias) el 29 de julio de 1936, en los primeros días de la Guerra Civil española, convirtiéndose así en la primera víctima de la Contienda en el occidente asturiano. Especialista en literatura mística carmelitana, fue profesor del Colegio Internacional de los Carmelitas Descalzos en Roma, y predicador muy apreciado en España. En el momento de su muerte era prior del convento de la Orden Carmelitana en Calahorra. No se debe confundir con el fraile franciscano homónimo de finales del siglo XVII.

Primeros años y estudios de filosofía en Burgos y de teología en Palestina (1891-1916)[editar]

Sabino Fernández Velasco nació en Mieres del Camino, (Principado de Asturias), el 17 de junio de 1891[1]​. Fue hijo de David Fernández y de Pilar Velasco, prósperos comerciantes mierenses, con negocios de distribución y venta de comestibles, vinos, ropas, etc. Fueron hermanos suyos José, Manuel (que también ingresó en el Carmelo, posteriormente se integró en el clero diocesano), Severiano, Cipriano, Antonio, Alfredo (también carmelita, con el nombre de Alfredo María de Jesús crucificado, también escritor y predicador, fundador, entre otras iniciativas, de la Sección de Hermanos Nazarenos de Nuestra Señora de la Piedad, dentro de la Cofradía de la Santísima Virgen del Carmen, de Burgos) y David; y hermanas Julia, Leonor, Vicenta y María del Amor. Su familia era "profundamente piadosa, y de honda tradición católica"[2]​. Según el P. Silverio de Santa Teresa, Sabino:

Con la leche (materna) aprendió la devoción a la Santísima Virgen del Carmen, de la que toda la familia era muy devota, singularmente su santa y abnegada madre, que en medio de un ambiente social relajadísimo, consiguió dar a sus hijos una educación netamente cristiana y muy a la usanza española[3]​.

Como tantos jóvenes de familias católicas de la zona, él y sus hermanos probablemente estudiaron las primeras letras en el Colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Mieres, en donde ya destacaba por su inteligencia, bondad, humildad, y por su piedad religiosa.

Aún sin convento propio, ya desde 1897 era frecuente en Asturias la presencia de predicadores carmelitas, especialmente la del P. Constancio del Sagrado Corazón de Jesús, quien difundió enormemente en la región la devoción al santo escapulario de la Virgen del Carmen. En 1901 se compraron los primeros terrenos para establecer una comunidad estable en Oviedo[4]​, y los primeros carmelitas descalzos se establecieron en 1906[5]​, seguida de la construcción del convento en el entonces llamado Campo de Maniobras, hoy calle de Santa Susana 33, al que los carmelitas se trasladaron en 1910. Esta actividad pastoral supuso la atracción de numerosos jóvenes asturianos a la vida del Carmelo, algunos "muy valiosos y muy meritorios"[6]​, entre los que se contaron primero sus dos hermanos Manuel y Alfredo, a los que siguió poco después Sabino.

Convento de Nuestra Señora del Carmen de Villafranca. Detalle de la cúpula con san Juan de la Cruz

Antes aún del establecimiento de una comunidad estable de carmelitas en Oviedo, a la vista de su inclinación hacia la vida religiosa, Sabino fue enviado, con doce o trece años, a estudiar humanidades en el Colegio y Seminario Menor que la Orden Carmelitana tenía en Villafranca (Navarra), desde donde entró, con quince años, al Noviciado que tenía la Orden (hoy centro de espiritualidad) en Larrea (Amorebieta, Vizcaya): vistió el hábito el 1 de agosto de 1906. El 8 de octubre de 1907, con apenas 16 años, pronunció los votos religiosos simples, en la misma ceremonia en que su hermano Alfredo María de Jesús Crucificado hacía la profesión solemne[2]​. Sus parientes recordaban que, de aquellos años en el País Vasco, conservó un buen conocimiento de la lengua vasca, que se había esforzado por aprender, y que hablaba y leía con cierta facilidad.

De 1907 a 1910, estudió filosofía en el centro del Carmen de Burgos. Para evitar ser reclutado para el servicio militar obligatorio, dado que no era aún sacerdote, fue enviado por los superiores, en 1910, a Palestina, al Monte Carmelo, en Haifa, para iniciar los estudios de teología. Por entonces, Haifa estaba aún en poder del Imperio Otomano. En Palestina realizó los cuatro primeros años de teología, pudiendo ya recibir las órdenes sagradas, además de obtener el bachillerato o grado eclesiástico. Tocaba ahora la especialización o licencia, que hubiera realizado también en Palestina, de no haberlo impedido las circunstancias políticas: el estallido de la Primera Guerra Mundial (1914), estaba causando una constante alteración de la vida estudiantil en el Monte Carmelo. Para evitar estas molestias, y poder concluir los estudios teológicos con tranquilidad, en 1916 se toma la decisión de enviar al P. Eugenio a Santiago de Chile.

Estudios de teología en Chile, ordenación y actividad pastoral (1916-1921)[editar]

Eugenio de San José llega a Chile en 1916, para continuar los estudios teológicos que había iniciado en el centro carmelita del Monte Carmelo (Haifa, Palestina), y que había debido interrumpir al estallar la Gran Guerra, que afectó también a Tierra Santa.

Lázaro de la Asunción, cronista de los primeros años de la Orden carmelitana en Chile (los carmelitas llegaron a ese país en 1899), recuerda al P. Eugenio como uno de los “125 apóstoles” que han enriquecido la orden del Carmelo:

En  estos 37  años  que lleva  la  Orden en  Chile  ha traído  para  evangelizarle y  cooperar  a su  progreso  y civilización  125  apóstoles de  la  católica y  legendaria  Hispania; ha  hecho  nueve Fundaciones:  las  de  Santiago,  Valdivia, Valparaíso,  Chillán, Viña  del  Mar,  Illapel,  Santa Sofía,  San  Fernando y  San  José de  Chuchunco,  sobresaliendo siempre  en  la construcción  de  estas Casas  e  Iglesias algún  Religioso  de cerebro  potente  y de  dinámico  corazón ; ha  fundado  una Revista:  "El  Carmelo y Praga";  dos  Semanarios: "El  Amigo  del Hogar"  y  "El Carmelo",  de  Viña del  Mar;  dos periódicos:  "La  Aurora'', de  Valdivia, y  "La Opinión  del  Norte", de  Illapel;  ha tenido  escritores  brillantes y  meritorios,  como entre  otros,  los Padres  Valentín  de  la  Asunción, hoy  Arzobispo  de Santiago  de  Cuba, Samuel  de  Santa Teresa,  Eugenio de  San José  y  Nicolás del  P.  Corazón de  María; músicos  de gran  talla,  como el  P.  Leonardo, premiado,  con  otros varios,  en  lides artísticas;  los  cuales, como  otros  Padres más,  han  dado a  las  prensas obras  piadosas,  literarias, sociológicas, científicas, teológicas,  de  Derecho y  musicales;  ha creado  y  sostenido en  buen  pie cinco  Centros  de Obreros;  abierto  Escuelas   de  trabajos  manuales para  las  clases humildes,  como  en Santiago, Santa  Sofía  y Viña  del  Mar; Escuelas  nocturnas,  como en  Viña  y Valdivia;  administra  actualmente cinco  Parroquias,  y años  atrás  cuatro más;  ha  dado más  de  18.000 misiones,  predicado  más  de  650.000 sermones;  administrado  más  de  cuatro millones  de  Comuniones, más  de  Confesiones y  un  buen número  de  Confirmaciones y  Bautismos; ha  enseñado  Religión y  Moral  en Liceos;  atendido  sin interrupción  la  Dirección espiritual  de  varias Comunidades de  Religiosas,  Colegios y  Centros  de Enseñanza;  además  de haber  cooperado  fervientemente  a  la  propagación y  arraigamiento  en  el  pueblo  de la  devoción  nacional de  la  Virgen del  Carmen,  ha brindado  a  Chile con  una  nueva devoción — la  del  Milagroso Niño  Jesús  de Praga — con  la  cual los  Padres  Carmelitas han  sido  los divinos  instrumentos  de salud  para  los  enfermos, que  de  otra manera no  la  hubieran recobrado,  y  de paz  y  alegría a  muchos  hogares, y de  aumento  de la  piedad  en toda  la  República; finalmente,  y  dejando para  el  cuerpo de  la  Historia otras  muchas  actividades, ha  abierto  en San  José  de Chuchunco  un  Colegio de  vocaciones  chilenas a la  Orden  Carmelitana para  que  los nobles  hijos  de este  católico país  se incorporen  a  ella y  sigan  siendo con  los  actuales Carmelitas los  apóstoles  natos de  la  devoción sin  par  a la  Virgen  del Carmen  y  los más  elocuentes,  y fervorosos  panegiristas  de sus  límpidas  e imperecederas  glorias[7]​.

Durante sus estudios, las actas de la Comunidad carmelita anotan las excelentes notas del P. Eugenio, así como los exámenes para las Órdenes menores y para el Presbiterado. Allí, en Chile, se ordenó sacerdote el 24 de diciembre de 1916, en la víspera de la Nochebuena, y tuvo su primera misa cantada. Recuerda el P. Lázaro:

Como era la primera de la Orden en Chile y el Padre (Eugenio) era muy benemérito tanto en inteligencia como en virtud, se le dio a la ceremonia un gran esplendor y solemnidad[8]​.

Iglesia del Niño Jesús de Praga en Santiago de Chile, construida durante la estancia en Chile del P. Eugenio.

Ya sacerdote, el P. Eugenio asiste y apoya, con sus predicaciones y escritos, la financiación y construcción del nuevo Templo de la Orden en Santiago, la Iglesia del Niño Jesús de Praga, fruto de la labor predicadora y del crecimiento intenso de la devoción a la Virgen del Carmen y al Niño Jesús de Praga, a quien ya se le atribuían milagros en Santiago. La primera piedra fue colocada el 22 de abril de 1916, y la obra ya estaba techada dos años después. En octubre del año 1920, ya a punto de inaugurarse, el P. Eugenio escribía en la revista “El Carmelo y Praga” (1920, p. 184 y 208):

El Templo del Niño Jesús de Praga, aunque todavía inconcluso, va asumiendo los caracteres de una obra-milagro. Grandes, sorprendentes han sido, sin duda, los prodigios que el gran Pequeñín de Praga ha venido realizando en el curso de los cuatro años últimos: pero creemos firmemente que no es el menor prodigio ni el menos sorprendente, la construcción de esta Iglesia. La rapidez asombrosa con que se edifica: la oportunidad con que llega el recurso cuando la necesidad del momento lo reclama; la hermosura de la misma obra, considerada por los peritos como obra maravillosa; la felicidad con que se efectúa, pues desde sus comienzos apenas ha ocurrido accidente alguno desagradable, éstas y otras circunstancias favorables nos hacen ver sensiblemente la mano de Dios, influyendo en su obra de una manera particularísima.

Las limosnas se fueron sucediendo desde entonces hasta ahora, con proporción y oportunidad admirables, casi diríamos milagrosas. Milagrosas, sí, pues, empezando a edificar con escasísimos fondos sin grandes esperanzas en los cálculos humanos y debiendo en ciertos tiempos desembolsar cuantiosa suma de por junto, en manera alguna habíamos podido afrontar las situaciones emergentes, sin particular auxilio de la Providencia, la cual nos ha suministrado y suministra mayor o menor cantidad de recursos pecuniarios, según la mayor o menor necesidad del momento.

Podemos decir con toda verdad, que nunca nos ha faltado ni sobrado plata; nunca, ni en los mejores tiempos de la edificación hemos dispuesto de fondos superiores al consumo de los quince días. Como parece que Jesús ha querido aunar en su Templo lo humano y lo divino, y en lo humano reunir y amistar los más difíciles extremos, ha dispuesto que contribuyan a la edificación de su obra, todas las edades, todas las clases de individuos. El pobre y el rico han dejado caer como una incesante gota su cinquito; el rico, con mayor o menor generosidad, ha proporcionado limosnas mayores; el piadoso, después de orar fervorosamente ante el altar y ante la Imagen del Niño, deposita en su alcancía su tanto, que es prenda de esperanza o testimonio de gratitud, y hasta el malo, el impío, que tal vez ayer vociferó contra Dios y contra sus ministros, hoy, movido por no sé qué fuerza interior, manda en sobre, cuidadosamente cerrado y prohibiendo su publicación, su tributo al Niño Jesús de Praga. En suma, nuestro Templo ha sido costeado por el público, compuesto de todas las clases, edades y colores político-religiosos[9]​.

El P. Eugenio, no sin sentido del humor, concluía con un cariñoso homenaje al hermano carmelita que había sido el arquitecto de la obra:

¿Quién ha realizado la obra? Parecerá superflua esta pregunta después de lo que llevamos dicho y repetido hasta la saciedad. ''La obra ha sido hecha, se nos dirá a coro, por el Gran Pequeñín, en unión con sus devotos". No nos referimos a este Obrero principal: nos referimos a la persona visible e instrumental que, agraciada sin duda por el supremo Arquitecto, ha llevado a cabo tan insigne monumento. Debemos decirlo, aunque se ofenda la modestia del interesado: ello redunda en honor y gloria de la Religión en general y de la Orden Carmelitana en particular. El único arquitecto y el único maestro de obras que ha levantado nuestro Templo, el magnífico Templo del Niño Jesús de Praga, es uno de nuestros religiosos, y por más señas, es uno de nuestros hermanitos legos: el Hermano Rufo de San José. El genio puede albergarse bajo los pliegues de un tosco sayal[10]​.

En diciembre del mismo año de 1920, en la festividad del Niño Jesús de Praga (que en Chile entonces era el día 28), el P. Eugenio narra las celebraciones:

Abiertas bien de madrugada las lujosas puertas del templo, los innumerables devotos del Gran Bienhechor corrieron a prestarle sus homenajes y a recibirle en sus pechos, envuelto en las especies eucarísticas. Puede decirse que las comuniones no se interrumpieren desde las primeras horas de la mañana hasta iniciarse la Misa Solemne, y que en las horas posteriores hubimos de dar repetidas veces la Comunión. De nuevo pontificó el ilustrísimo señor Armengol Valenzuela, Arzobispo de Gangra, cantándose en el Coro la Misa de Sancho Marraco con un coro y orquesta imponentes.

Estatua original del Niño Jesús de Praga

Cantó las bondades del divino Infante de Praga el señor Aníbal Carvajal. Apenas podía el ilustre orador contener la emoción que embargaba su alma, cuando, después de referir a grandes rasgos la historia de la devoción divino-infantil, y de contar algunos prodigios obrados por el Niño de Praga, se detuvo a referir un caso que tenía a la vista. En el presbiterio, delante del altar del Niño, hallábase en efecto un honrado matrimonio, cuya hijita, allí también presente, había entrado ciega en el Templo y, al hincarse ante la imagen milagrosa, se había sentido sana repentinamente. El público que llenaba de bote en bote las espaciosas naves, participó de la emoción del orador sagrado.

Durante toda la mañana una inmensa concurrencia, que naturalmente iba renovándose, ocupó el hermoso Templo.

A las cinco de la tarde, salió la Procesión que recorrió la espaciosa Avenida Borgoño y honrada con la presencia del ilustrísimo señor Armengol Valenzuela, que la presidía. Destacábase el Niño milagroso y la Santísima Virgen del Carmen con sus preciosos estandartes.

La nota final de la fiesta fueron los fuegos artificiales, que ardieron durante una hora de la noche. Creemos no equivocarnos al decir que los presenciaban de quince a veinte mil personas. Variadas figuras, entre otras, el Escudo de la Orden, una Vistosa Palmera, un Letrero, donde se veían con grandes letras de colores: Gloria al Niño Jesús de Praga; petardos, cohetes y figurillas de todos los sonidos y de los colores más caprichosos tuvieron entretenida gratamente a la muchedumbre.

Las fiestas, pues, inaugurales sobrepasaron en pompa, brillo y esplendor al cuadro más bello que nuestra fantasía podría imaginarse.

¡Gloria y honor al milagroso Niño Jesús de Praga, Rey de todos los corazones! Gracias también, al pueblo chileno, entusiasta cultivador y propagandista incansable de las grandes devociones carmelitanas” (El Carmelo y Praga, Año 1920, pág. 233)[11]​.

El P. Eugenio fue, en esos años, director de la revista “El Carmelo y Praga”, sucediendo en el cargo al fundador en 1917 y primer director, P. Samuel de santa Teresa. Son numerosos los artículos de su pluma en dicha revista[12]​, así como en otras como "El Monte Carmelo", "Ecos del Carmelo y Praga", las dos editadas en Burgos, y en "Analecta Ordinum Carmelitarum Discalceatorum" de Roma. Comienza en sus obras a profundizar en los estudios de mística e históricos de la orden carmelitana. Publica por entonces diversas obras impresas, como "Cervantes y la España de su Época" (1916), "Conferencias sobre la Vida Interior" y “Teresianismo y la Mujer moderna". La primera de estas obras, "Cervantes y la España de su época", fue premiada en los Juegos Florales de Valparaíso con medalla de oro (y 500 pesetas de oro), en el Tricentenario de Cervantes. Está disponible para su descarga en la Biblioteca Digital Hispánica. Muestra tanto la erudición, como la sensibilidad literaria e histórica del joven P. Eugenio. Sobre ella, recoge el P. Lázaro la opinión de “Jetró”, pseudónimo del crítico de la Unión de Valparaíso (2 de octubre de 1916):

De la incertidumbre y desgano con que comenzamos la lectura, pasamos en breve a una agradable sorpresa y de allí al franco aplauso, con que se recibe siempre un libro bien hecho, de forma impecable, de sólida erudición, de filosofía de buena ley. Manteniéndose en el justo medio, el autor de este estudio cervantesco nos ha conducido paso a paso y como de la mano a la España del siglo de oro, a esa España magna ante quien muda se postró la tierra; y, sin deslumbramientos ni aragonescas exageraciones, nos ha ido señalando punto por punto las diferentes fases de esa civilización poderosa y única que se llamó el siglo de oro. Preparado el camino, conocido el medio en que va a figurar el personaje, nos es más fácil abarcar la grandeza del Ingenio y de su obra y comprender en todo su alcance lo que se propone probar: Cómo Cervantes encarna en su compleja personalidad los esplendores jamás igualados del siglo en que vivió. El Ingenio español ha salido triunfante de la prueba; su carácter religioso-moral, la pureza de su vida, la grandeza de su concepción artística, cobran nuevo vigor, después de la serie de capítulos en que se estudia su figura moral; y de tal manera que, luego de conocerle en mayor intimidad, comprendemos también la majestad y la valía de esa raza, que tuvo en Cervantes el prototipo más acabado. El estilo fluye caudaloso y lleno de armonía, llevando la idea con él y desenvolviéndola con la claridad y la limpieza, con que lo hacían los maestros del siglo de oro[13]​.

Concluidos sus estudios teológicos, volvió en 1921 el P. Eugenio a España, dejando tras de sí un recuerdo imborrable, como recuerda el P. Lázaro:

En el corto espacio que vivió en Chile, el P. Eugenio de San José conquistó la triple palma de misionero, escritor y orador de talla. Han transcurrido cerca de tres lustros y no perece su recuerdo en las mentes de los que tuvieron la dicha de oírle y tratarle[14]

Primeros años en Oviedo (1921-1926)[editar]

El P. Eugenio, al decir del su buen amigo, el P. Silverio de Santa Teresa, que fue luego General de la Orden, especialista en mística y gran historiador carmelitano, era

de notable talento y noble corazón... no sólo se hallaba dotado de una inteligencia nada común y de incansable afición al estudio, sino que poseyó relevantes dotes de cátedra y de elocuencia, y en ambos actividades hizo señalados servicios a la Orden.

El mismo P. Silverio describe cómo las muchas cualidades del P. Eugenio le hacían más difícil elegir su dedicación futura. También Francisco Vega señala que

En el p. Eugenio se dan una fuerte atracción por lo intelectual, a la par que una pasión por la labor pastoral directa. Se intuye una lucha interna por conjugar las dos. Necesitaba el contacto con la gente apostólicamente y esto restó un tanto a su producción literaria. Su prematura muerte nos privó de saber cual de los dos predominaría en él[15]​.

Los estudios de teología los iba completando, ya desde Chile, con una lectura intensa y autodidacta de los clásicos carmelitanos y de la literatura secundaria, en el marco de una formación personal, autodidacta. El P. Eugenio no fue enviado a completar los estudios a un centro especializado, como el Teresianum de Roma, lo que hace más notable la competencia erudita y madurez intelectual que dejó en sus obras:

[...] tuvo como una innata vocación a la Teología Espiritual, entonces llamada Ascética y Mística. Y en esta materia podemos decir que es un autodidacta, ya que no frecuentó universidad alguna para cursar materias de especialidad, y su formación académica en este campo no pasó de lo que era habitual en los colegios de la Orden. Sus maestros no fueron otros que un estudio profundo y concienzudo, continuo, de las obras de los santos fundadores Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, así como de los primeros que desarrollaron dicha Escuela, como Tomás de Jesús, Juan de Jesús María, etc. Todo lo que tenía referencia con la tradición de la familia teresiana ejercía sobre él una fuerte atracción. Esta formación autodidacta, perfeccionada por su dedicación a la cátedra, al principio lenta y paulatina, llegaba a su plenitud cuando cayó víctima de una guerra fratricida, que se llevó consigo tantas promesas en el campo intelectual[15]​.

De su primera estancia en Oviedo, dejó, además de su fama de predicador, ya muchos testimonios de su trabajo intelectual. Ejercía de profesor de Teología espiritual, o de "Ascética y mística", como se llamaba entonces, en el Seminario Conciliar de Oviedo. Allí pronunció el discurso inaugural del curso 1925-1926, con el título "La vida interior y su aplicación a la vida sacerdotal". En esos años editó los tratados del venerable P. Tomás de Jesús: "De contemplatione acquisita" ("Sobre la contemplación adquirida") y "Vía brevis et plana orationis mentalis" (Método breve y sencillo de oración mental). En el campo de los estudios históricos carmelitanos, escribió "Dissertatio de sacro Scapulare Caermelítico" (Estudio sobre el sagrado escapulario carmelita), publicado primero en la revista "Analecta Ordinum Carmelitarum Discalceatorum", y luego, en Roma, como separata.

Profesor en Roma, y retorno a España (1926-1931)[editar]

En 1926 es destinado al Colegio Internacional de los Carmelitas Descalzos en Roma, en el que residirá, investigará y enseñará hasta 1931, año en que vuelve a España.

En Roma, ocupó las cátedras de Ascética y Mística, de Historia de la Orden, y de griego, lengua esta última en la que era un gran especialista, además, por supuesto, del latín[2]​. Su talento, su cultura, su amor profundo a los santos reformadores Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, y su capacidad para entender y exponerlos, le hacía muy querido por sus alumnos, hasta el punto de ser "uno de los más aventajados profesores que tuvo en sus primeros años nuestro Colegio de Santa Teresa en la Ciudad Eterna"[16]​. De esa época son algunos de sus mejores estudios, como el que estudia el Cántico Espiritual. Todo apuntaba a que el P. Eugenio se convertiría en uno de los grandes autores carmelitanos de la primera mitad del siglo XX.

En abril de 1931 es enviado, como socio de la provincia carmelitana de Burgos, a su querido Monte Carmelo (Palestina), para participar en el capítulo general de la Orden, El viaje lo realiza con su amigo Silverio de Santa Teresa, con quien tenía una gran afinidad espiritual e intelectual. Al acabar el capítulo general, de modo algo sorprendente, el P. Eugenio deja su cátedra romana y vuelve a España. Las palabras del P. Silverio ilustran bien sus motivos, en los que el talante pastoral del P. Eugenio pesó más en su espíritu que su amor a la pura investigación científica:

[el P. Eugenio] estaba persuadido sinceramente de que haría mayor bien mediante la predicación de la divina palabra y otras actividades perentorias del moderno apostolado. Soy buen testigo de ello, y en más de una ocasión sostuvimos larga y empeñada polémica sobre este extremo, dentro de la caridad fraterna y apacible e inalterable amistad que nos unía[17]​.

En su ánimo, a decir de su amigo el P. Silverio de Santa Teresa, ardía el deseo, quizás algo ingenuo, de apoyar con su palabra a una Iglesia, la española, que se veía cada vez más amenazada por el devenir de la política:

continuamente [el P. Eugenio] me estaba recordando la urgencia de llega a ella [España] para el mes de julio [de 1931], sin que le arredraran las noticias espeluznantes que de ella nos llegaban respecto de la situación anárquica de la República, que en abril del mismo año se había proclamado entre incendios de iglesias, asesinatos de religiosos y orgías carnavalescas [...] Nada era capaz de menguar la sencilla alegría que el P. Eugenio sentía en pisar tierra española, ni su optimismo ingenuo sufrió desengaño alguno por aquel futuro, hosco y tinto en sangre que dodos columbraban. Él se metió en la boca del lobo con la inocencia de un niño...[18]

Hay noticias también de cierta fragilidad en su salud[2]​, que le habrían motivado en su decisión de tornar a la Patria:

Todo hace suponer que su salud no andaba bien en Roma. Así lo da a entender en carta al General de la Orden cuando, ya en Oviedo, escribe diciéndole que se encuentra mejor al no tener una labor tan intensa en lo referente a la cátedra[15]

También hay sospechas, no confirmadas, de ciertas desavenencias teológicas entre los carmelitas profesores en el Teresianum. Manuel Diego Sánchez, en su biografía del P. Crisógono de Jesús Sacramentado (1904-1945), sospecha que similares motivos pesaron en el extraño cambio de destino de éste, que, de estar destinado al Teresianum tras su doctorado en Lovaina, fue sorprendentemente destinado a Salamanca[19]​:

Nada sabemos de las verdaderas razones [por las que Crisógono de J. S. no fuera destinado a Roma], pero no debieron ser otras distintas a las antes aducidas, incluso añadiendo posibles influjos de ciertos profesores OCD que habían provocado en ese mismo año (1931) la salida de Roma y vuelta a España de otro Carmelita Descalzo español insigne, Eugenio de San José (1891-1936).

Lo cierto es que el P. Eugenio de San José pertenecía a una escuela teológica firmemente defensora de la llamada "contemplación adquirida", que es una vía intermedia, enraizada en la doctrina carmelitana, entre la contemplación llamada "científica" (o puramente natural) y la contemplación infusa (debida exclusivamente a la gracia)[20]​. Compartía escuela en este punto con el gran especialista Claudio de Jesús Crucificado (1885-1964), contra las tesis del dominico P. González Arintero (1860-1928) y del francés Auguste Saudreau (1859-1946). Era también el P. Eugenio uno de los mayores defensores, y el más solvente desde el punto de vista teológico, de la autoría de San Juan de la Cruz de las dos redacciones del Cántico Espiritual:

El P. Eugenio tomó parte activa en esta apasionada defensa de la autenticidad sanjuanista de las dos redacciones del Cántico. Tomó parte en el debate que apasionó los espiritualistas de los años veinte y treinta, poniéndose al lado del grupo liderado por Silverio de Santa Teresa, Claudio de Jesús Crucificado, Florencio del Niño Jesús, etc. Se pude afirmar que en este debate la voz del P. Eugenio aparece como la voz del teólogo, mientras otros aparecen más como historiadores. Nadie osó refutar ni contestar los argumentos del p. Eugenio[15]​.

La temprana muerte del P. Eugenio no solo interrumpió la producción científica de quien se estaba ya revelando como una autoridad en el campo de los estudios sanjuanistas y teresianos, sino que provocó también un cierto olvido, tanto de su persona como de su obra. Sorprende, por ejemplo, que haya sido olvidada su muerte en el catálogo de los carmelitas asesinados durante la Guerra Civil en el libro....

Su teresianismo, desarrollado ampliamente en artículos de variada calidad, tiene su punto más alto en sus "Breves comentarios al Castillo Interior de santa Teresa". Si bien él mismo nos dice que su intento no es otro que escribir sobre dicho libro "para la generalidad de los lectores" y que lo hará en modo "claro, breve y sencillo"; lo cierto que, sin haber sido tenido en cuenta por los especialistas de la materia posteriormente, en algunos aspectos se puede calificar de no superado[15]​.

Oviedo (1931-1936)[editar]

Llegado a Asturias, el P. Eugenio se entregó por completo a actividades pastorales, con una dedicación intensa a la predicación. Su figura era admirada por muchos, ganándose el cariño y la amistad de muchos ovetenses. Suscitaba también recelos y animadversión en sectores anticlericales. Realizó también misiones populares, de una de las cuales, en Grandas de Salime en 1933, dejó un recuerdo escrito[21]​. Continuó con su producción literaria, pero generalmente con artículos más breves y pastorales. Prueba del gran aprecio de sus compañeros carmelitas es que, en el Capítulo Provincial de 1933, fue elegido consejero o definidor del P. Provincial.

La revolución de Asturias (1934) y su priorato en Calahorra (1936)[editar]

El P. Eugenio estaba en el convento de Oviedo cuando estalló la revuelta o revolución de Asturias, que fue acompañada de una ola de violencia anticlerical en la que fueron asesinados 34 miembros del clero, entre ellos el beato Eufrasio del Niño Jesús, superior del convento carmelita.

El 5 de octubre de 1934 se proclamó la huelga revolucionaria en Asturias. Al día siguiente, ya Oviedo había sido ocupada por obreros y mineros. Los 26 carmelitas de la ciudad se refugiaron en casas de amigos. Su convento fue saqueado, mientras muchos edificios de la ciudad, entre ellos monumentos de extraordinario valor como la Cámara Santa, fueron dinamitados o incendiados por los revolucionarios. Los religiosos y sacerdotes de la ciudad eran activamente buscados por los milicianos de casa en casa y encarcelados, con la intención, o al menos amenazas, de ser fusilados.

El P. Eugenio de San José, junto con algunos otros padres y un grupo de once estudiantes carmelitas fueron apresados el domingo 7 de octubre, y llevados primero a la cárcel de la calle de Martínez Marina. Allí fueron repetidamente intimidados y amenazados con fusilamientos y torturas. El día 11 fueron divididos en tres grupos, el primero de ellos, en el que estaba el P. Eugenio, se suponía sería el de los condenados a muerte. Este grupo fue trasladado al Instituto Nacional, antigua residencia de los jesuitas, donde estaba instalada la Junta superior revolucionaria, donde los juntaron con otros presos:

Aquí, en una de las aulas, les amontonaron a todos, siempre con una porción de centinelas revolucionarios a la vista y con sus fusiles cargados, que a cada paso molestaban a los presos con blasfemias y frases de mal gusto, como las siguientes: "pronto iréis a ver a Cristo"; "veremos no tardando, si vuestro Dios os salva de la muerte", y otras parecidas[22]​.

Durante tres días, ocho desde su captura, estuvieron maltratados, sin más alimento que agua de mala calidad; hacinados, sin ninguna higiene posible, ignorantes de lo que sucedía en la ciudad, y convencidos de que en breve serían asesinados. Se animaban, con todo, unos a otros, mostrándose dispuestos a dar la vida por Cristo. La angustia de alguno, no clérigo, fue tal que se tiró por la ventana, y, herido, fue rematado a tiros por los guardias.

Cuando la situación era ya desesperada, el día 13 de octubre dos bombas del ejército destrozaron buena parte del Instituto, sin destruir la habitación donde estaban apresados, pero sí reventando parte de uno de sus muros. El fuego y el caos hizo huir a los guardias, además de la presencia en el edificio de un almacén de dinamita. Los detenidos rápidamente, viendo el peligro en que estaban, y la oportunidad, se descolgaron por un boquete y huyeron, poco antes de que el edificio volara por los aires. Unos días antes, el prior Eufrasio del Niño Jesús, tras repartir a los suyos por casas de familias amigas, se había herido al huir saltando la tapia del convento, quedando impedido. Fue trasladado el día 12 al Hospital General, en camilla, pero allí fue apresado por los revolucionarios, condenado a muerte, y fusilado, no si antes haber suplicado por su vida y haber perdonado a sus asesinos.

Sofocada la revuelta, el P. Eugenio fue nombrado prior del convento carmelita de Oviedo, en sustitución del asesinado beato Eufrasio. Se esforzó enormemente durante ese año y medio en restaurar la vida comunitaria y apostólica del convento, animando con energía a sus compañeros. Continuó el P. Eugenio con sus valientes predicaciones, que aunaban la defensa de la fe cristina y de la Iglesia con la preocupación por la cuestión social, apoyando los movimientos católicos que fomentaban la doctrina social de la Iglesia. Recuerda el P. Silverio que estas predicaciones enfadaban a los sectores de izquierda, que veían en la propuesta social católica un claro adversario. El ambiente cargado de tensión en la Asturias de 1936 aconsejó a la Orden enviar al P. Eugenio fuera de Asturias, como prior del convento de Calahorra, donde, sin embargo, parece que las cosas tampoco estaban precisamente tranquilas.

Circunstancias de su muerte (julio de 1936)[editar]

En carta manuscrita fechada el 28 de mayo de 1936, justo dos meses antes de su muerte, desde el convento de Calahorra, a la religiosa Inés de San Juan de la Cruz, que vivía en el convento de la Orden en Segovia, anunciaba el P. Eugenio su llegada al destino actual y sus planes para los meses futuros:

Aquí estoy, en Calahorra, a donde me ha destinado la Santa Obediencia en el último capítulo provincial, para que lleve por tres años (si Dios no dispone otra cosa) la cruz de este priorato. Ya oiría que quisieron quemarnos la iglesia y de hecho empezó a arder la puerta. No permitió la Patrona que su casa se quemara. Hay bastantes viejos y enfermos en este convento, de modo que en un caso de apuro el Señor si quiere dejarnos con vida, tendrá que darnos energías extraordinarias.  Hágase su santísima voluntad.

Yo voy a Madrid primero (el 6 ó 7 del que viene) y luego a Barcelona a predicar el Triduo de la Semana Devota. Espero estar de vuelta el 16. A ver cómo encuentro a esos dos Babilonias.

Yo estoy bien y conforme. Apenas hay confesonario, pero en cambio tengo más tiempo para el estudio. El mes de julio debo pasarlo en Asturias, donde tengo compromisos de predicación, desde el 5 al 25.

¿Cómo está Segovia? ¿Es cierto que pusieron dos petardos a los padres hace cosa de un mes? Aprovecharse bien de esta prueba y pedir todos al Señor por su Madre Santísima nos dé fidelidad a Él hasta la muerte.

Recuerdos a toda la comunidad, en especial a las M.M. priora y subpriora [¿] y a Teresita[23]​.

El P. Eugenio llegó a Asturias el día 5 de julio de 1936. Allí se encontró con su hermano Alfredo María de Jesús Crucificado, del que se despidió al día siguiente para predicar la novena del Carmen en la parroquia de san José en Gijón, mientras Alfredo partía para lo mismo en Reinosa (Cantabria). Fue la última vez que los dos hermanos se vieron. Alfredo pasó los primeros meses de la Guerra Civil en la Oviedo cercada por los milicianos, y se enteró de la muerte de su hermano, acaecida un mes antes, por un periódico de Burgos, "El Castellano", lanzado, junto con otros pertrechos, en paracaídas por las tropas nacionales sobre la ciudad.

Tras predicar en Gijón, el P. Eugenio viajó a Vegadeo (Asturias), donde predicó Triduo del Carmen en aquella parroquia, concluyendo el domingo 19 de julio, mismo día en que el coronel Aranda en Oviedo (y luego el coronel Pinilla, en Gijón) se sumó al alzamiento contra las autoridades republicanas. Previniendo sucesos desagradables, de los cuales había ya conocido muchos apenas dos años antes, el P. Eugenio, junto con el párroco de Castropol, D. Manuel Díez Menéndez, y su coadjutor, D. Enrique Rodríguez Álvarez, pasaron la ría el martes 21 de julio hacia el vecino pueblo, en Galicia, de Ribadeo. Por si acaso, iban vestidos como seglares. El jueves 23 toda la zona de Galicia, incluyendo Lugo, estaba ya dominada por el ejército sublevado, por lo que los sacerdotes no tenían ya que temer por su vida. Tras informaciones erróneas, como se vio enseguida, de que en la zona asturiana "no quedaba un rojo"[24]​, el día 24 de julio, el párroco Manuel Díez animó al P. Eugenio a volver a Castropol para predicar la fiesta de Santiago Apóstol, como tenían en un principio previsto. A pesar de las muchas voces que intentaron disuadirles, empezando por el Comandante Militar de la plaza de Ribadeo, los tres sacerdotes volvieron a atravesar la ría, esta vez en sentido inverso.

Nada más poner pie en la orilla, fueron capturados por milicianos armados y encarcelados en el ayuntamiento por orden del "Comité" local de Castropol. Intervino al día siguiente, sábado 25 de julio, el Juez Municipal en favor de los detenidos, y se les concedió libertad provisional, pero con la obligación de presentarse cada día ante del Comité. Se alojaron entonces en el Hotel o Fonda Guerra del mismo Castropol, en donde el año anterior se había hospedado, entre otros, Luis Cernuda, como parte de las misiones pedagógicas de la Segunda República.

El martes 28 de julio de 1936, a primera hora, las habitaciones de los sacerdotes fueron registradas, y se les ordena dirigirse al ayuntamiento. Allí fueron cacheados y despojados de sus pertenencias, excepto de los rosarios. Al P. Eugenio le confiscaron su reloj, su pluma estilográfica y todo el dinero que llevaba en la cartera: 200 pesetas que le habían pagado por sus predicaciones recientes. Son encerrados en el calabozo, donde un detenido les dice que la noche anterior había sido fusilado un detenido: esta información se reveló luego falsa, aunque llevó a todos al convencimiento de que estaban a punto de ser todos fusilados. A las seis de la tarde llegan tres prisioneros más, formándose en total un grupo de siete.

Durante aquellas horas de prisión que siguieron, el P. Eugenio confesó a sus compañeros, y les exhortaba a ser valientes y a sufrir, si era preciso, el martirio, como narró luego su hermano:

Al contemplar a uno de ellos muy compungido, le animaba diciendo que, puesto que tantas veces habían pregonado las glorias del martirio, era llegada la hora de ponerlo en práctica, y que nadie desmayase, toda vez que morían por la religión de Jesucristo. El coadjutor D. Enrique Rodríguez asevera que, gracias a las palabras confortadoras que Ies dirigía a cada momento el P. Eugenio, hallábanse animados a soportar cuantos tormentos viniesen.[25]

El mismo párroco Manuel Díaz, compañero del P. Eugenio en aquella situación, testimonia que:

el P. Eugenio era el encargado de animarnos a todos con sus palabras de consuelo y con su continua sonrisa. "Lo más que Dios nos puede pedir" -decía él- "es la vida; debemos dársela y morir por El y por España, cuyo resurgir estamos presenciando y es lo que nos debe hacer morir tranquilos[26]​.

A las doce de la noche del día 28, el párroco Manuel Díaz es sacado de la cárcel del ayuntamiento de Castropol y, creyendo que va a ser fusilado, es, inesperadamente, liberado. Su liberación fue debida, según testimonios orales, a la intermediación de algún miliciano amigo o paisano.

Escapulario de la Virgen del Carmen que llevaba el P. Eugenio de San José O.C.D. el día de su martirio, que durante años guardó su hermano Alfredo. Hoy conservado por su familia.


Poco después, a las dos de la mañana del miércoles 29, sacan al P. Eugenio. Con el pretexto de tener órdenes de llevarlo ante el Comité de Vegadeo, le montaron en un coche. Llegado a Vegadeo, fue conducido al Ayuntamiento, siempre de noche, y allí sentenciado a muerte. Dejando sus maletas en el ayuntamiento, le dicen que debe abandonar Asturias por el puente de Porto. Apenas atravesado, a unos 30 metros del puente, sobre las cuatro de la madrugada, le disparan por la espalda, dándole luego un tiro de gracia. Envuelto en una manta de soldado, fue llevado precipitadamente su cuerpo a Vegadeo y sepultado en el cementerio civil, en una fosa mandada cavar en el momento. Ese mismo día 30, las tropas del ejército nacional entran en Vegadeo. El sábado 1 de Agosto, durante un entierro, los asistentes observan la tierra removida recientemente. Al despejarla, se encuentra el cadáver del P. Eugenio:

Inmediatamente llamose a un practicante para proceder a la limpieza del cadáver del P. Eugenio. Las gentes pasaban ansiosas sus rosarios y medallas sobre el cuerpo del mártir carmelita y suplicaban una reliquia de sus vestidos. [...] Le despojan de la chaqueta que un buen amigo de Castropol, compañero de prisión le había prestado; le quitan la corbata, que hoy conserva, en un marco como preciosa reliquia una persona piadosa de Vegadeo, el escapulario interior que llevaba sobre sus carnes, y que hoy conservo en mi poder. Sobre la camisa ensangrentada le colocan otra camisa limpia y le visten el hábito carmelitano. Ante el insistente requerimiento de la multitud, el Sr. Párroco vióse obligado a cortar un gran pedazo del escapulario exterior para distribuirlo y acallar así la ansiedad de las gentes. Le revisten con los ornamentos sacerdotales, y telefónicamente avisan a Castropol, distante nueve kilómetros de aquel lugar, anunciando que en aquel momento se organizaba el cortejo fúnebre para conducirlo al cementerio de esa villa. Acompañaron al mártir los sacerdotes de Vegadeo y Castropol y numeroso gentío.

Al día siguiente, domingo 2 de Agosto, se celebran solemnes exequias, y el católico pueblo de Castropol que tantas veces había saboreado la elocuente palabra evangélica del carmelita, fue a rendirle póstumo homenaje, llenando totalmente las naves del templo parroquial. Después, escoltado por enorme multitud que lloraba de emoción, fue conducido al cementerio...[27]

Algunas pertenencias del P. Eugenio fueron recuperadas por el párroco de Castropol el mismo día 30, en el ayuntamiento de Vegadeo, como su breviario, sotana, hábito (con el que se le enterró) y sandalias. Acabada la guerra, su cuerpo fue trasladado a Mieres, para ser enterrado en el panteón familiar. El mismo día, según tradición familiar, entraron en Mieres con el mismo fin los cadáveres de tres hermanos, los tres muertos durante el conflicto: además del P. Eugenio, su hermano David, quien, capturado por los milicianos, murió obligado a trabajar en labores de fortificación, y Severiano, víctima de un bomba republicana en Oviedo, cerca de la antigua Estación del "Vasco". Tras la Guerra, las autoridades pidieron la familia los nombres de los causantes de la muerte del P. Eugenio: aunque ya para entonces eran conocidos, ante la falta de seguridad total, su padre rehusó dar nombres, diciendo que "más vale que queden libres culpables a que sean ejecutados inocentes".

Obras[28][editar]

Teología espiritual[editar]

Tomás de Jesús. De Contemplatione acquisita (opus ineditum) et Via brevis et plana orationis mentalis. Edidit et annotavit P. Eugenius a Sancto Joseph eiusdem Ordinis. Milano: Lega Eucaristica, 1922.

"Concepto tradicional de la Mística". Mensajero de Santa Teresa 1 (1923): 419-428.

"Notas al Congreso Ascético Vallisoletano". Monte Carmelo 28 (1924): 555-559.

"Características del estado místico". Mensajero de Santa Teresa 3 (1925): 162-169.

"La Ascética y la Mística, su mutua diferencia". Mensajero de Santa Teresa 3 (1925): 3-8.

La vida interior y su aplicación a la vida sacerdotal (Discurso leído en la apertura del curso 1925-1926 en el Seminario Conciliar de Oviedo). Oviedo: Imprenta La Económica, 1925.

"Las tres vías". Mensajero de Santa Teresa 3 (1925): 43-48.

"Consultatio et responsio de conteplatione acquisita". Analecta OCD 2 (1927): 240-248.

"Delineamenta physiognomica Sancti, Mystici ac Doctoris (Conferencia pronunciada en el Colegio Internacional O.C.D. de Roma en la velada literario-musical con motivo del II Centenario de la Canonización de S. Juan de la Cruz)". Analecta OCD 2 (1927): 163-169.

"Los místicos de los Países Bajos y la Literatura española del siglo XVI". Monte Carmelo 33 (1929): 306-313.

La vida interior (colección póstuma de los escritos del P. Eugenio de S.J.). Colección de Ascética y Mística, 4. Burgos: Monte Carmelo, 1952.

Santa Teresa de Jesús[editar]

"Algo de mística Teresiana (1ª parte)". El Carmelo y Praga 1 (1917): 7-9, 11-12, 26-27, 51-53, 93-95, 114-115, 180-181.

"Algo de mística Teresiana (2ª parte)". El Carmelo y Praga 1 (1918): 12-13, 30-32,49-50, 66-67,92-94, 179-180, 232-234.

"Entre nobles y contra villanas". Tercer Centenario de la Canonización de Santa Teresa (Revista Quincenal) 1 (1921-1923): 224-226.

"Luchas de santa Teresa". Tercer Centenario de la Canonización de Santa Teresa (Revista Quincenal) 1 (1921-1923): 180-184.

"Santa Teresa de Jesús en la arena del combate". Tercer Centenario de la Canonización de Santa Teresa (Revista Quincenal) 1 (1921-1923): 119-121, 126-130.

"Santa Teresa en Roma". Tercer Centenario de la Canonización de Santa Teresa (Revista Quincenal) 1, n.º 15 (1921-1923): 247-249.

"Breves comentarios al Castillo Interior de santa Teresa (1)". Monte Carmelo 26 (1922): 346-349, 390-394, 511-514.

"El Tricentenario de santa Teresa en Roma". Monte Carmelo 26 (1922): 182-185.

"Breves comentarios al Castillo Interior de santa Teresa (2)". Monte Carmelo 27 (1923): 68-74, 334-337, 420-426.

"Breves comentarios al Castillo Interior de santa Teresa (3)". Monte Carmelo 28 (1924): 20-24, 157-161, 207-211, 354-358.

"Breves comentarios al Castillo Interior de santa Teresa (4)". Monte Carmelo 29 (1925): 77-83.

"La inspiración en los escritos teresianos". Monte Carmelo 29 (1925).

San Juan de la Cruz[editar]

"San Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia universal". Boletín Oficial del Obispado de Oviedo 63, n.º 22 (1926): 440-455.

"Pro doctoratu sancti Joannis a Cruce (1)". Analecta OCD 1 (1926-1927): 90-198, 277-283.

"El nuevo Doctor y la orientación de los estudios místicos.". En Nel Secando Centenario della Canonizazione di san Giovanni della Croce, 100-102. Milán: Curia Arch. Mediolani, 1927.

"La paternidad espiritual de san Juan de la Cruz en la Reforma Teresiana". En Nel Secondo Centenario della Canonizazione di san Giovanni della Croce, 51-55. Milán: Curia Arch. Mediolani, 1927.

"Algunos reparos a un artículo de Fr. Ph. Chevalier, O. S. B., sobre el Cántico Espiritual de san Juan de la Cruz". Mensajero de Santa Teresa 5 (1927-1928): 103-113, 142-146.

"¿Fue san Juan de la Cruz teólogo?". Mensajero de Santa Teresa 5 (1927-1928): 38-44, 79-88.

"Pro doctoratu sancti Joannis a Cruce (2)". Analecta OCD 2 (1927-1928): 36-43.

"La contemplación de fe, según la Subida del Monte Carmelo (1ª parte)". Monte Carmelo (1928): 9-16, 54-60, 105-115, 152-161, 205-219, 246-262, 297-309, 353-363, 397-404, 450-457, 507-516, 538-550.

"Pro doctoratu sancti Joannis a Cruce (3)". Analecta OCD 3 (1928-1929): 55-62, 116-122, 187-194, 281-285.

"La contemplación de fe, según la Subida del Monte Carmelo (2ª parte)". Monte Carmelo (1929): 11-22, 60-71, 110-121.

"La Subida del Monte Carmelo. Estudios sanjuanistas (1)". Monte Carmelo 33 (1929): 536-543.

"El desposorio espiritual en la mística de san Juan de la Cruz". Mensajero de Santa Teresa 7 (1929-1930): 309-320.

"Pro doctoratu sancti Joannis a Cruce (4)". Analecta OCD 4 (1929-1939): 124-128.

"La Subida del Monte Carmelo. Estudios sanjuanistas (2)". Monte Carmelo 34 (1930): 20-27, 68-76, 147-154, 195-203, 295-300, 400-407.

"El Cántico Espiritual de san Juan de la Cruz, doctor de la Iglesia, editado por Dom Chevalier, O.S.B.: algunos reparos". Mensajero de Santa Teresa 8 (1930-1931): 366-371.

"El Cántico espiritual". Monte Carmelo 35 (1931): 301-309, 353-361, 387-412.

"La Nueva edición del Cántico Espiritual por Dom Chevalier, O.S.B., estudio y crítica". Archivo Carmelitano número único (1931): 1015-1121.

"La Subida del Monte Carmelo. Estudios sanjuanistas (3)". Monte Carmelo 35 (1931): 107-119, 167-175, 207-215.

"La Subida del Monte Carmelo. Estudios sanjuanistas (4)". Monte Carmelo 36 (1932): 105-109, 259-263, 531-536.

"La Subida del Monte Carmelo. Estudios sanjuanistas (5)". Monte Carmelo 38 (1934): 68-74.

"Voto-Estudio para el doctorado sanjuanista". En Monumenta Sanjuanistica (Monumenta Historica Carmeli Teresiani, 12), editado por Eulogio Pacho, 287-356. Roma: Teresianum, 1991.

Temas Carmelitanos en general[editar]

"Belén y Praga". El Carmelo y Praga 2 (1917): 167-168.

"Los dos grandes privilegios del Escapulario del Carmen". El Carmelo y Praga 1 (1917): 66-67.

"Sección canónica". El Carmelo y Praga 1 (1917): 14-15, 32-33, 105-106, 126.

"Sección canónica". El Carmelo y Praga 2 (1918): 19, 39-40, 75-76, 99, 118-119.

"Chile y el Niño Jesús de Praga". El Carmelo y Praga 3 (1919): 203-208, 238-240.

"El Escapulario del Carmen y sus prerrogativas". El Carmelo y Praga 3 (1919): 81-83, 106-107, 186-188,245-247.

"La madre Margarita de san Juan de la Cruz, esbozo biográfico". El Carmelo y Praga 3 (1919): 190-193, 248-249.

"La Orden del Carmen, esbozo histórico". El Carmelo y Praga 3 (1919): 123-128.

"La venerable sor Teresa del Niño Jesús". Monte Carmelo 25 (1921): 325-328.

"Un gran hijo de santa Teresa". Monte Carmelo 26 (1922): 428-431.

"Fisonomía espiritual de la beata Teresa [de Lisieux]". Monte Carmelo 27 (1923): 257-260.

"El Niño Jesús de Praga: providencialidad y universalidad de su devoción". Ecos del Carmelo y Praga 11 (1928): 373-381.

"Un milagro de santidad en el siglo XIX (1)". Ecos del Carmelo y Praga 11 (1928): 52-54, 80-82, 121-122, 150-151, 299-300, 330-331.

"Beatificación de la venerable Teresa Margarita del Sagrado Corazón, carmelita descalza". Ecos del Carmelo y Praga 12 (1928-1929): 209-214.

"La beatificación de la venerable Teresa Margarita del Sagrado Corazón, carmelita descalza". Monte Carmelo 33 (1929): 291-295.

"La espiritualidad del Carmelo". Mensajero de Santa Teresa 7 (1929): 373-382.

"Un milagro de santidad en el siglo XIX (2)". Ecos del Carmelo y Praga 12 (1929): 41-44, 85-87, 117-118, 151-152, 241-243, 310-311, 375-376.

"Disertatio historica de sacro Scapulare Carmelitico". Analecta OCD (1929-1930): 169-191.

Disertatio historica de sacro Scapulare Carmelitico. Extractum ex Analecta OCD. Roma: Tipografía Poliglota Cuore di Maria, 1930.

"Un milagro de santidad en el siglo XIX (3)". Ecos del Carmelo y Praga 13 (1930): 36-137, 184-185, 328-329.

"La Beata Teresa Margarita del Sagrado Corazón Redi". Monte Carmelo 35 (1931): 467-469.

"La beata Teresa Margarita del Sagrado Corazón Redi: prodigio por su intercesión". Ecos del Carmelo y Praga 14 (1931): 299-301.

"Un milagro de santidad en el siglo XIX (4)". Ecos del Carmelo y Praga 14 (1931): 26-27, 49-51, 78-79, 105-106, 141-143, 210-212, 268-270, 313-315.

"Un milagro de santidad en el siglo XIX (5)". Ecos del Carmelo y Praga 15 (1932): 75-78, 169-171, 242-244, 313- 315.

"Un milagro de santidad en el siglo XIX (6)". Ecos del Carmelo y Praga 16 (1933): 76-77, 165-167, 358-361.

"Un milagro de santidad en el siglo XIX (7)". Ecos del Carmelo y Praga 17 (1934): 261-262, 394-396.

"Un milagro de santidad en el siglo XIX (8)". Ecos del Carmelo y Praga 18 (1935): 80-82, 177-178, 301-302.

"Un milagro de santidad en el siglo XIX (9)". Ecos del Carmelo y Praga 19 (1936): 52-54.

Escritos de tema vario[editar]

Cervantes y la España de su época: Estudio histórico-crítico premiado con medalla de oro y quinientas pesetas oro en los Juegos Florales de Valparaíso (Abril 1916). Santiago de Chile: Imprenta Chile, 1916.

"Los fueros de la mujer". El Carmelo y Praga 2 (1918): 108-110,134-138,162-164,174-176.

"Plan sobre el objeto de la devoción al Niño Jesús en el plan de la divina providencia". El Carmelo y Praga 2 (1918): 90-91, 112-113.

"Al son de mi vihuela". El Carmelo y Praga 3 (1919): 166-168.

"El libro del Congreso Femenino y la Virgen del Carmen". El Carmelo y Praga 3 (1919): 7-10.

"El templo del Niño Jesús de Praga". El Carmelo y Praga 3 (1919): 65-67.

"Congreso Eucarístico". Monte Carmelo 25 (1922): 310-316.

"Los últimos momentos y las últimas palabras de Benedicto XV". Ecos del Carmelo y Praga 5 (1922): 48-50.

"Crónica Carmelitano-Teresiana". Mensajero de Santa Teresa 5 (1927): 26-29.

"Crónica desde Roma". Mensajero de Santa Teresa 5 (1927): 103-113, 121-123, 142-146.

"Festa Biscentenaria Segoviensia in honorem s. p. n. Joannis a Cruce". Analecta OCD (1927): 114-116.

"Las fiestas centenarias de n. p. s. Juan de la Cruz en Roma". Ecos del Carmelo y Praga 10 (1927): 373-375.

"Las fiestas centenarias de san Juan de la Cruz en Segovia". Monte Carmelo 31 (1927): 511-516.

"Lo que es el nuevo sepulcro". Monte Carmelo 31 (1927).

"Una gran velada en honor de san Juan de la Cruz en Roma". Monte Carmelo 32 (1928): 35-36.

"Gran homenaje al Doctor de la Gracia". Monte Carmelo 34 (1930): 254-260, 352-364.

"Huellas del drama divino. Recuerdos de una visita". Ecos del Carmelo y Praga 13 (1930): 99-102.

"La Reforma Teresiana ante su Santidad Pío XI". Ecos del Carmelo y Praga 13 (1930): 36-39.

"Las revistas y los niños". Ecos del Carmelo y Praga 15 (1932): 18-19.

"En el gran escenario cristiano". Ecos del Carmelo y Praga 16 (1933): 121-127.

"Una misión… como en los mejores tiempos". Ecos del Carmelo y Praga 16 (1933): 307-311.

"Los Carmelitas de Oviedo y la revolución extremista, por un testigo víctima". Ecos del Carmelo y Praga (1934): 337-353.

Referencias[editar]

  1. «Ficha de Eugenio de San José en el Catálogo de la BNE». 
  2. a b c d Fray Cirilo de San José (1939). «Provincia de San Juan de la Cruz de Burgos». El Monte Carmelo 43: 181-182. 
  3. Silverio de Santa Teresa (1952). Historia del Carmen Descalzo en España, Portugal y América. Vol. XV (1927-1951). Burgos: El Monte Carmelo. p. 612. 
  4. Silverio de Santa Teresa (1946). Historia del Carmen Descalzo en España, Portugal y América. Vol. XIII (1812-1926). Burgos: El Monte Carmelo. p. 716. 
  5. «STJ 500». Consultado el 20 de marzo de 2022. 
  6. «STJ 500». Consultado el 20 de marzo de 2022. 
  7. Historia de la Orden del Carmen Descalzo en Chile. Vol. I (1899-1935). Santiago de Chile: Imprenta Chile. 1936. p. XIX-XX. 
  8. Lázaro de la Asunción O.C.D. Ibíd. p. 136. 
  9. Lázaro de la Asunción O.C.D. Ibíd. p. 136-137. 
  10. Lázaro de la Asunción O.C.D. Ibíd. p. 166. 
  11. Lázaro de la Asunción O.C.D. Ibíd. p. 172-178. 
  12. Lázaro de la Asunción O.C.D. Ibíd. p. 204. 
  13. Lázaro de la Asunción O.C.D. Ibíd. p. 209-210. 
  14. Lázaro de la Asunción O.C.D. Ibíd. p. 324-325. 
  15. a b c d e Vega, Francisco (1994). «Bibliographía del P. Eugenio de San José O.C.D. (1891-1936)». Archivum Bibliographicum Carmeli Teresiani 29: 147-167. 
  16. Silverio de Santa Teresa (1952). Historia del Carmen Descalzo XV. Burgos: El Monte Carmelo. p. 614. 
  17. Silverio de Santa Teresa. Ídem. p. 615. 
  18. Eugenio de Santa Teresa. Ídem. p. 616. 
  19. Diego Sánchez, Manuel (1995). «Crisógono de Jesús Sacramentado (1904-1945). 50º aniversario de su muerte». Teresianum 46: 239-251, 242. 
  20. García, Ciro (2001). «La "cuestión mística" y la escuela carmelitana». Teresianum 52: 141-167. 
  21. Eugenio de San José (1933). «Una misión… como en los mejores tiempos». Ecos del Carmelo y Praga 16: 307-311. 
  22. Silverio de Santa Teresa (1946). Historia del Carmen Descalzo XIII. Burgos: El Monte Carmelo. p. 723. 
  23. Carta del P. Eugenio de San José a la Hª Inés de San Juan de la Cruz (28-5-1936). Archivo familiar
  24. «Carta de D. Manuel Díaz, párroco de Castropol, del 5 de agosto de 1936 al P. Vicario de Calahorra». El Monte Carmelo: 183-184. Octubre-Diciembre de 1939. 
  25. Alfredo María de Jesús Crucificado (1937). «Nuestra odisea en Oviedo y la muerte del P. Eugenio de San José». Monte Carmelo 41: 79-84, p. 81. 
  26. Carta de D. Manuel Díaz, párroco de Castropol, del 5 de agosto de 1936 al P. Vicario de Calahorra. p. 183. 
  27. Eugenio María de Jesús Crucificado. Ídem. p. 84. 
  28. Vega, Francisco (1994). «Bibliographia del P. Eugenio de San José O.C.D (1891-1936)». Archivum Bibliographicum Carmeli Teresiani (Roma: Teresianum): 147-167. 

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