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Vegetación terrestre[editar]

En el área se han identificado 3 formaciones vegetales nativas: Matorral y pradera psamófila: caracterizada por espina de la cruz (Colletia paradoxa) y molles rastreros (Schinus engleri var. uruguayensis), donde se incluyen numerosas cactáceas de los géneros Opuntia y Cereus. Se da en lomadas costeras, sobre suelos arenosos. La pradera psamofila está asociada principalmente al período estival. Pajonales: en estas asociaciones de gramíneas perennes, a veces de alto porte, se destaca la paja brava (Panicum prionitis), paja penacho (Cortadeira selloana) y la paja estrelladora (Erianthus angustifolius), y otras de porte medio como paja mansa (Paspalum cuadrifarium), caraguatales (Eryngium pandanifolium). Se desarrollan dispuestos en franjas alternas en los cordones litorales y crestas de playa, ubicados entre el océano y las lagunas. Formaciones psamófilas pioneras: se presentan sobre dunas móviles, con especies con sistema radicular muy desarrollados. En el cordón dunar más costero las especies típicas son el pasto dibujante (Panicum racemosum), redondita de agua (Hydrocotyle bonariensis) y senecio de flores amarillas (Senecio crassiflorus). En las depresiones posteriores al primer cordón dunar, de mayor hidromorfismo, se encuentra el junco de copo (Androtrichum trigynum), Ischaemum urvilleanum) y la campanilla rosada (Calystegia soldanella).

El Cerro Verde constituye un ambiente muy destacado desde el punto de vista botánico e incluso biogeográfico, ya que constituye un área relictual, principalmente en el caso del matorral psamófilo, debido a que su vegetación habría sobrevivido a cambios eustáticos ocurridos en el Holoceno (Alonso & Bassagoda, 2003). Debido a su fisonomía y variedad de sustratos, da lugar a varias formaciones vegetales (pradera y matorral psamófilo, pajonales y comunidades de afloramientos rocosos). Hasta el momento se han identificado 121 especies, en un total de 50 familias (Alonso & Bassagoda, 2003). En la Isla Verde, la vegetación esta compuesta por un cañaveral de caña de castilla Arundo donax y un tapiz de gramilla (Cynodon dactylon, Cakile maritima, Atriplex montevidensis) (Fagúndez com.pers.).[1]

Vegetación acuática[editar]

En una investigación realizada por Bayssé et. al. (1989) próxima a la zona de estudio se registraron un total 36 especies fitoplanctónicas, siendo la diatomea Asterionella glaciales la especie dominante. En el área se presenta también una gran diversidad de algas marinas, muchas de las cuales representan la principal fuente de alimento de las tortugas verdes (López-Mendilaharsu et al. 2003).[1]

Fauna marina[editar]

Dentro del área marina se han registrado un gran número de de cetáceos, tanto visitantes como residentes. Se destacan la tonina (Tursiops truncatus), el delfín Franciscana (Pontoporia blainvillei), la orca (Orcinus orca) y la Ballena Franca austral (Eubalaena australis). En las islas de la Coronilla se han identificado, colonias del lobo común (Otaria flavescens), individuos de lobo fino (Arctocephalus australis) y ocasionalmente ejemplares de elefante marino (Mirounga leonina) (PROBIDES, 1999). La tortuga verde (Chelonia mydas) es una especie altamente móvil que utiliza el área costera como “área de alimentación y desarrollo” (López-Mendilaharsu et al. 2003). A su vez, los ambientes costeros como las zonas de rompiente son áreas de refugio y alimentación de juveniles y adultos de varias especies de peces cartilaginosos como el gatuso (Mustelus schmitti y M. fasciatus), la sarda (Odontaspis taurus) y el martillo (Shpyrna zygaena y S. bigelowi).

Las poblaciones de aves migratorias neárticas y neotropicales utilizan las áreas costero-marinas con fines de refugio, reproducción, alimentación y parada migratoria. En este grupo son relevantes los chorlos y playeros provenientes de la Región Neártica, representada por 20 especies, entre los que son particularmente frecuentes el chorlo pampa (Pluvialis dominica), el chorlito de rabadilla blanca (Calidris fuscicollis) y el chorlo patas amarillas (Tringa spp.). Aunque presentes en la zona pero en menor frecuencia se citan: el playero rojizo (Calidris canutus), la gaviota cangrejera (Larus atlanticus) y la paloma Antártica (Chionis alba) (PROBIDES, 1999 & Azpiroz, 2003). La fauna de invertebrados costeros también es muy importante, incluyendo varios grupos taxonómicos, tales como cnidarios, poríferos, anélidos, moluscos, crustáceos y equinodermos entre otros. Algunas de las especies presentan importancia particular, tal es el caso de la oliva albina (Olivancillaria teaguei) cuya distribución mundial está restringida a esta zona y a la zona inmediata riograndense (Scarabino F. com. pers.). El mejillón (Mytilus edulis) y la cholga (Perna perna) dominantes en esta zona, forman importantes bancos que proporcionan hábitat para numerosas especies de invertebrados, además de ser explotados artesanalmente.[1]

Fauna terrestre[editar]

En el ambiente terrestre, el sapito de Darwin (Melanophryniscus montevidensis), habita los ambientes psamófilos de zonas costeras del Río de la Plata y océano Atlántico. Es importante destacar que es uno de los anfibios de los cuales se conoce con certeza el impacto negativo que ha causado la urbanización a sus poblaciones (Maneyro et al, 1995). El escuerzo grande (Ceratophrys ornata) es un anfibio que habita suelos arenosos de la costa atlántica. Se caracteriza por sufrir explosiones poblacionales y luego desaparecer por varios años (Achaval & Olmos, 2003). El pez Cynolebias cf. adloffi es una especie que habita en los charcos anuales del sureste de nuestro país, interesante por presentar un ciclo de vida que se completa en un año (García et. al, 2003). Su alto grado de endemismo, hace que esta especie sea objeto de diversas investigaciones y se considere un objetivo puntual de conservación. Dentro de los mamíferos es importante destacar la presencia del margay (Leopardus wiedii), el gato montés (Oncifelis geoffroyi), el mano pelada (Porción cancrivorus), habitante de cuevas en los montes cercanos a cursos de agua y el hurón (Galictis cuja), especie que habita en praderas, médanos costeros y utiliza el monte indígena como refugio (Soutullo et al, 2003; Gonzalez, 2001a).[1]

Referencias[editar]