Usuario:Libertad 17/Taller

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Prueba 1[editar]

Los alumnos cursan cuatro (o cinco, si existe lengua cooficial) materias comunes (en marrón en el cuadro) y tres de modalidad: una obligatoria (en verde en el cuadro) y dos a elegir entre las materias con fondo blanco en el cuadro (los alumnos del Bachillerato General eligen dos materias de las otras modalidades de Bachillerato que existan en el centro, además de Economía, Emprendimiento y Actividad Empresarial).

1º DE BACHILLERATOo
Artes Plásticas, Imagen y Diseño Música y Artes Escénicas Ciencia y Tecnología Humanidades y Ciencias Sociales General
Lengua Castellana y Literatura I y, si la hubiese, Lengua Cooficial y Literatura I Lengua Castellana y Literatura I y, si la hubiese, Lengua Cooficial y Literatura I Lengua Castellana y Literatura I y, si la hubiese, Lengua Cooficial y Literatura I Lengua Castellana y Literatura I y, si la hubiese, Lengua Cooficial y Literatura I Lengua Castellana y Literatura I y, si la hubiese, Lengua Cooficial y Literatura I
Filosofía Filosofía Filosofía Filosofía Filosofía
Primera Lengua Extranjera I Primera Lengua Extranjera I Primera Lengua Extranjera I Primera Lengua Extranjera I Primera Lengua Extranjera I
Educación Física Educación Física Educación Física Educación Física Educación Física
Dibujo Artístico I Análisis Musical I o Artes Escénicas I Matemáticas I Matemáticas Aplicadas a las Ciencias Sociales I o Latín I Matemáticas Generales
Cultura Audiovisual Análisis Musical I Biología, Geología y Ciencias Ambientales Economía Economía, Emprendimiento y Actividad Empresarial
Dibujo Técnico Aplicado a las Artes Plásticas y al Diseño I Artes Escénicas I Dibujo Técnico I Griego I
Proyectos Artísticos Coro y Técnica Vocal I Física y Química Historia del Mundo Contemporáneo
Volumen Cultura Audiovisual Tecnología e Ingeniería I Latín I
Lenguaje y Práctica Musical Literatura Universal
Matemáticas Aplicadas a las Ciencias Sociales I

Los alumnos cursan cuatro (o cinco, si existe lengua cooficial) materias comunes (en marrón en el cuadro) y tres de modalidad: una obligatoria (en verde en el cuadro) y dos a elegir entre las materias con fondo blanco en el cuadro (los alumnos del Bachillerato General eligen dos materias de las otras modalidades de Bachillerato que existan en el centro, además de Movimientos Culturales y Artísticos).

2º DE BACHILLERATO
Artes Plásticas, Imagen y Diseño Música y Artes Escénicas Ciencia y Tecnología Humanidades y Ciencias Sociales General
Lengua Castellana y Literatura II y, si la hubiere, Lengua Cooficial y Literatura II Lengua Castellana y Literatura II y, si la hubiere, Lengua Cooficial y Literatura II Lengua Castellana y Literatura II y, si la hubiere, Lengua Cooficial y Literatura II Lengua Castellana y Literatura II y, si la hubiere, Lengua Cooficial y Literatura II Lengua Castellana y Literatura II y, si la hubiere, Lengua Cooficial y Literatura II
Historia de España Historia de España Historia de España Historia de España Historia de España
Historia de la Filosofía Historia de la Filosofía Historia de la Filosofía Historia de la Filosofía Historia de la Filosofía
Primera Lengua Extranjera II Primera Lengua Extranjera II Primera Lengua Extranjera II Primera Lengua Extranjera II Primera Lengua Extranjera II
Dibujo Artístico II Análisis Musicial II o Artes Escénicas II Matemáticas II o Matemáticas Aplicadas a las Ciencias Sociales II Latín II o Matemáticas Aplicadas a las Ciencias Sociales II Ciencias Generales
Dibujo Técnico Aplicado a las Artes Plásticas y al Diseño II Análisis Musical II Biología Empresa y Diseño de Modelos de Negocio Movimientos Culturales y Artísticos
Diseño Artes Escénicas II Dibujo Técnico II Geografía
Fundamentos Artísticos Coro y Técnica Vocal II Física Griego II
Técnicas de Expresión Gráfico-Plástica Historia de la Música y de la Danza Geología y Ciencias Ambientales Historia del Arte
Literatura Dramática Química Latín II
Tecnología e Ingeniería II Matemáticas Aplicadas a las Ciencias Sociales II

Plantilla socialismo[editar]

Discurso de la infamia[editar]

Mr. Vice President, Mr. Speaker, members of the Senate and the House of Representatives: Yesterday, December 7th, 1941 — a date which will live in infamy — the United States of America was suddenly and deliberately attacked by naval and air forces of the Empire of Japan.

The United States was at peace with that nation, and, at the solicitation of Japan, was still in conversation with its Government and its Emperor looking toward the maintenance of peace in the Pacific. Indeed, one hour after Japanese air squadrons had commenced bombing in the American island of Oahu, the Japanese Ambassador to the United States and his colleague delivered to our Secretary of State a formal reply to a recent American message. And while this reply stated that it seemed useless to continue the existing diplomatic negotiations, it contained no threat or hint of war or of armed attack.

It will be recorded that the distance of Hawaii from Japan makes it obvious that the attack was deliberately planned many days or even weeks ago. During the intervening time the Japanese Government has deliberately sought to deceive the United States by false statements and expressions of hope for continued peace.

The attack yesterday on the Hawaiian Islands has caused severe damage to American naval and military forces. I regret to tell you that very many American lives have been lost. In addition American ships have been reported torpedoed on the high seas between San Francisco and Honolulu.

Yesterday the Japanese Government also launched an attack against Malaya.
Last night Japanese forces attacked Hong Kong.
Last night Japanese forces attacked Guam.
Last night Japanese forces attacked the Philippine Islands.
Last night the Japanese attacked Wake Island.
And this morning the Japanese attacked Midway Island.

Japan has, therefore, undertaken a surprise offensive extending throughout the Pacific area. The facts of yesterday and today speak for themselves. The people of the United States have already formed their opinions and well understand the implications to the very life and safety of our nation.

As Commander-in-Chief of the Army and Navy, I have directed that all measures be taken for our defense.

But always will our whole nation remember the character of the onslaught against us. No matter how long it may take us to overcome this premeditated invasion, the American people in their righteous might will win through to absolute victory.

I believe that I interpret the will of the Congress and of the people when I assert that we will not only defend ourselves to the uttermost but will make it very certain that this form of treachery shall never again endanger us.

Hostilities exist. There is no blinking at the fact that our people, our territory and our interests are in grave danger.

With confidence in our armed forces—with the unbounding determination of our people—we will gain the inevitable triumph—so help us God.

I ask that the Congress declare that since the unprovoked and dastardly attack by Japan on Sunday, December 7th, 1941, a state of war has existed between the United States and the Japanese Empire.
Señor Vicepresidente, Señor Portavoz del Congreso, miembros del Senado y de la Cámara de Representantes: Ayer, 7 de diciembre de 1941 —una fecha que vivirá en la infamia— Estados Unidos de América fue atacado repentina y deliberadamente por fuerzas navales y aéreas del Imperio de Japón.

Estados Unidos estaba en paz con esa nación, y, a petición de Japón, estaba todavía llevando a cabo conversaciones con su gobierno y su Emperador buscando el mantenimiento de la paz en el Pacífico. De hecho, una hora después de que los escuadrones aéreos japoneses hubieran comenzado a bombardear la isla estadounidense de Oahu, el embajador japonés en Estados Unidos y su colega entregaron al secretario de Estado una respuesta formal a un reciente mensaje estadounidense. Aunque esta respuesta afirmaba que parecía inútil continuar las negociaciones diplomáticas existentes, no contenía amenaza alguna ni aludía a la guerra o a un ataque armado.

Hay que constatar que la distancia de Hawái desde Japón pone en evidencia que el ataque fue deliberadamente planeado hace muchos días o incluso semanas atrás. Durante ese tiempo el gobierno japonés ha buscado deliberadamente engañar a Estados Unidos mediante declaraciones falsas y expresiones de esperanza a favor de la continuidad de la paz.

El ataque de ayer sobre las islas de Hawái ha causado grandes daños a las fuerzas militares y navales estadounidenses. Lamento decirles que muchas vidas estadounidenses se han perdido. Además se ha sabido que barcos estadounidenses han sido torpedeados en alta mar entre San Francisco y Honolulú.

Ayer el gobierno japonés también lanzó un ataque contra Malasia.
La pasada noche fuerzas japonesas atacaron Hong Kong.
La pasada noche fuerzas japonesas atacaron Guam.
La pasada noche fuerzas japonesas atacaron las Islas Filipinas.
La pasada noche fuerzas japonesas atacaron la isla Wake.
La pasada noche fuerzas japonesas atacaron la isla Midway.

Japón, por lo tanto, ha emprendido una ofensiva sorpresa por toda el área del Pacífico. Los hechos de ayer y de hoy hablan por sí mismos. El pueblo de Estados Unidos ya se ha formado sus opiniones y comprendido bien las implicaciones para la vida y seguridad de nuestra nación.

Como Comandante en Jefe del Ejército y de la Marina, he decretado que se tomen todas las medidas para nuestra defensa.

Pero toda nuestra nación siempre recordará el carácter del ataque contra nosotros. No importa cuanto tiempo nos tome superar esta invasión premeditada, el pueblo estadounidense con su honrada fuerza triunfará hasta la victoria absoluta.

Creo que interpreto la voluntad del Congreso y del pueblo cuando afirmo que no sólo nos defenderemos al máximo sino que conseguiremos que esta forma de traición nunca más nos ponga en peligro.

Las hostilidades existen. No hay que cerrar los ojos al hecho de que nuestro pueblo, nuestro territorio y nuestros intereses están en grave peligro.

Con confianza en nuestras fuerzas armadas —con la ilimitada determinación de nuestro pueblo— obtendremos el inevitable triunfo, con la ayuda de Dios.

Pido que el Congreso declare que desde el ataque no provocado y vil de Japón el domingo 7 de diciembre de 1941 existe el estado de guerra entre Estados Unidos y el Imperio japonés.

Prueba 3[editar]

Coincidencias y diferencias entre el franquismo y los regímenes fascistas, según Ismael Saz.
Coincidencias Diferencias
La dictadura franquista se basaba en la misma alianza antidemocrática y contrarrevolucionaria que la italiana o alemana, era tan represiva ―y en cierto sentido incluso más― que aquellas; La correlación de fuerzas en el seno de la alianza contrarrevolucionaria no fue nunca favorable al sector fascista; su política represiva y aniquiladora de la oposición obrera y democrática sólo fue parcialmente acompañada de un esfuerzo de removilización o articulación de un consenso activo; hubo algo de política de plaza pero bastante más de cárcel, iglesia y cuartel;
Se estructuraba sobre la base de un partido único y en el principio del caudillaje; El partido único fue realmente un partido unificado desde arriba y desde fuera; el caudillo no era la expresión, plasmación o concreción, de alguna forma de supuesta voluntad popular, sino en todo caso de la voluntad divina —por la gracia de Dios— y militar;
Tenía la misma concepción centralizada y uniformadora del Estado; copió buena parte de las instituciones esenciales del régimen fascista italiano; El Estado franquista era menos intervencionista y más respetuoso de la sociedad civil que el fascista, pero estaba también mejor estructurado, carecía, es decir, de las connotaciones anárquicas y darwinistas, propias, en mayor o menor grado, de los regímenes fascistas;
Adoptó algo parecido a una ideología oficial; La ideología oficial podía ser o no una ideología pero desde luego no era una ideología fascista;
Instauró unas estructuras pretendidamente supraclasistas o corporativas y se refugió en la autarquía económica; Nadie creyó nunca al sindicalismo del Sindicato Vertical, y la autarquía más que obedecer a la lógica interna de los regímenes fascistas... conectaba perfectamente con las tendencias autárquicas, defensivas, de un capitalismo que más que en expansión hacia fuera buscaba protección frente al exterior;
Anunció, como las dictaduras fascistas, su propósito de durar. Quiso durar con mucho de la retórica e instrumentos del modelo fascista mientras existiese el dictador, para dejar paso después a una monarquía más o menos tradicional pero que, desde luego, poco tendría que ver ya con el fascismo.
Régimen totalitario Régimen autoritario (según Linz)
Presencia de un poder hegemónico, personificado e individualizado en un líder carismático, un Führer o un Duce, que ejerce su autoridad absoluta de modo monopolístico y sin autonomía apreciable para mandos intermedios. El dictador (o a veces un pequeño grupo) «ejerce su poder dentro de límites formalmente mal definidos, pero en realidad bastante predecibles».
Existencia de un partido único de masas que forma parte integral del aparato del Estado y que responde a una ideología precisa y definida. El régimen carece de «una ideología elaborada y directora, pero con mentalidades características».
Pretensión de control absoluto de todas las actividades políticas y sociales, con la reducción al mínimo o supresión simple de la esfera de la vida social privada El partido único ve frenada su pretensión de dominio omnímodo del Estado por la resistencia efectiva de otras instituciones (el Ejército y la Iglesia)
Mantenimiento de un alto grado de movilización política de la población a través de canales y vías de encuadramiento oficial: sindicatos, organismos juveniles, grupos de mujeres, etc. Descarta la necesidad de la «movilización política extensa e intensa» («excepto en algunos momentos de su desarrollo») en favor de la «apatía», la desmovilización y el conformismo pasivo de la población.
Control policiaco y represión intensa y activa de toda oposición latente o patente y de cualquier grado de libertad de prensa y de comunicación. Existencia de un «pluralismo político limitado» dentro de sus propias filas internas.
Régimen autoritario (según Linz) Despotismo moderno (según Giner y Sevilla Andrés)
El dictador (o a veces un pequeño grupo) «ejerce su poder dentro de límites formalmente mal definidos, pero en realidad bastante predecibles». «Un modo de dominación de clase en el cual el poder está ejercido por la clase dominante y, en su nombre, por un déspota o una reducida elite».
El régimen carece de «una ideología elaborada y directora, pero con mentalidades características». «Una fórmula política de gobierno que incluye una fachada ideológica y la tolerancia de un cierto grado de pluralismo ideológico entre las facciones que componen la coalición de fuerzas dominantes».
El partido único ve frenada su pretensión de dominio omnímodo del Estado por la resistencia efectiva de otras instituciones (el Ejército y la Iglesia) «Una serie de colectividades de servicio ―policía, funcionarios, miembros de un partido único, clérigos― que obedecen siempre al jefe o jefes».
Descarta la necesidad de la «movilización política extensa e intensa» («excepto en algunos momentos de su desarrollo») en favor de la «apatía», la desmovilización y el conformismo pasivo de la población. «Una mayoría popular a la que se exige obediencia pasiva y que es explotada económicamente por las clases dominantes».
Existencia de un «pluralismo político limitado» dentro de sus propias filas internas. «Un pluralismo político restringido de clase dentro de las colectividades de servicio» ―policía, funcionarios, miembros de un partido único, clérigos―.
Niceos
 
 
 
 
 
Homoiousianos
 
 
Arrianos
 
 
 
 
 
 
 
 
Heterousianos
 
 

Prueba 4[editar]

La existencia de una llamada «Operación Cataluña» —el conjunto de investigaciones sobre líderes independentistas catalanes llevadas a cabo por un grupo de policías sin autorización judicial «durante el mandato de Jorge Fernández Díaz como ministro del Interior» del gobierno de Mariano Rajoy[1]​ fue confirmada en julio de 2016 por uno de sus protagonistas, el comisario José Manuel Villarejo. Este reveló en sede judicial que trabajó en conjunto con Marcelino Martín Blas, exjefe de la Unidad de Asuntos Internos, para poner en marcha un grupo de policías que se dedicaba a buscar información comprometedora sobre políticos de CDC y ERC con el objetivo de frenar el proceso independentista.[2][3]​ Cuando se procedió al registro de su domicilio se encontraron documentos y grabaciones que confirmaban su participación en la «Operación Cataluña».[4][5][6]​ El 11 de febrero de 2019 el diario La Vanguardia informaba que el comisario José Manuel Villarejo, según reconoció él mismo en unas grabaciones, habría recibido fondos reservados para financiar sus actuaciones en la llamada «Operación Cataluña».[7]​ Los que serían conocidos como los audios de Villarejo fueron publicados por el diario El País y otros medios a lo largo de 2022.[8]

La reunión que «prácticamente da el pistoletazo de salida a la “Operación Cataluña”», según desveló en noviembre de 2021 El Periódico de España, perteneciente a Prensa Ibérica, fue la que mantuvieron en Madrid el 26 de octubre de 2012 el comisario Villarejo y la secretaria general del Partido Popular María Dolores de Cospedal, y a la que también asistió su marido Ignacio López del Hierro. El diario se basaba en el contenido de las agendas de Villarejo, a las que había tenido acceso.[9]

Diez días después, el 6 de noviembre de 2012 —en el inicio de la campaña de las elecciones catalanas de 2012—, Villarejo se reunía con Alicia Sánchez Camacho, líder del Partido Popular de Cataluña, en su casa de Barcelona. El comisario, como era su costumbre,[8]​ grabó la conversación, cuyo contenido desvelará El Món diez años después, el 10 de junio de 2022. La entrevista duró dos horas, y según el resumen que hizo El Món, durante la misma «se trazó un plan de trabajo sobre como detener el procés». Sánchez Camacho le dice a Villarejo que entre en contacto con Vicky Álvarez antigua «amante» de Jordi Pujol Ferrusola, el hijo mayor de Jordi Pujol, expresidente de la Generalitat de Cataluña. Le recuerda al excomisario la comida que tuvo con ella en el restaurante La Camarga y que grabó la conversación que mantuvieron. Según El Món esta reunión fue la que inició la «Operación Cataluña»,[10]​ valoración en la que coincide la periodista de La Vanguardia Lola García: «Es justo en noviembre de 2012 cuando Sáchez-Camacho, alineada con el sector del PP que lidera Cospedal, habla con Villarejo de controlar a Mas, a Duran Lleida y a Jaume Giró, entonces director general de la Fundació La Caixa, y que después sería conseller de Economía dentro de la cuota de Junts».[11]

El viernes 16 de noviembre de 2012, nueve días antes de que se celebraran las elecciones catalanas, el diario El Mundo publicaba en portada un artículo firmado por los periodistas Eduardo Inda y Esteban Urreitztieta cuyo titular a toda página decía: «La policía vincula cuentas en Suiza de Pujol y Mas con la corrupción de CiU». La fuente de la noticia era un supuesto informe de la UDEF. Cuando otros diarios cuestionaron la veracidad de la información de El Mundo —la UDEF aclaró que el informe no era suyo—, el ministro del Interior Fernández Díaz aseguró que abriría una investigación para averiguar de dónde había salido. Unos meses más tarde el banco Lombard Odier desmentirá por escrito que Mas o los Pujol hubieran tenido alguna relación con la entidad. En las elecciones Artur Mas no sólo no logró la mayoría absoluta que pretendía, sino que perdió doce de los setenta y dos escaños que tenía. Según uno de los audios de Villarejo publicados en 2022 la información de que Jordi Pujol tenía una cuenta en el banco suizo Lombard procedía del empresario Javier de la Rosa. «De hecho, De la Rosa iba explicando ese asunto a todo aquel que quería escucharle desde hacía tiempo, pero ningún periodista había reunido pruebas que le permitieran publicarlo», puntualiza Lola García.[12]​ En una grabación de 2015 de Villarejo, conocida en 2022, este le reconoció al director de El Mundo Pedro J. Ramírez su «mérito» en la tarea de desprestigiar al independentismo.[13][14]

Un mes después, el 16 de diciembre de 2012, se reunían el ministro del Interior Fernández Díaz con los policías Eugenio Pino y José Manuel Villarejo, un encuentro que no fue conocido hasta diez años después cuando el diario El País en su edición del 22 de junio de 2022 publicó la grabación que había hecho Villarejo de la reunión y que según el diario demostraba que, en contra de lo que había manifestado ante la comisión de investigación del Congreso de los Diputados, Fernández Díaz sí había estado implicado en la «Operación Cataluña» y sí que conocía al excomisario Villarejo, del que había dicho en el Parlamento: «Durante los casi cinco años en los que he ejercido la responsabilidad de ministro del Interior, jamás he despachado nada con el señor Villarejo».[15][16]​ En la reunión Villarejo informó al ministro de que ya estaba preparada la querella que se iba a presentar contra Jordi Pujol y contra Artur Mas y de que ya había contactado con los jueces de la Audiencia Nacional Fernando Abreu y Pablo Ruz. «Nos hace falta la declaración de la antigua amante [de Jordi Pujol Ferrusola, hijo mayor de Jordi Pujol], que están ahora en Barcelona cerrando el tema», le dijo Villarejo. «¿Y eso cómo va a ir?», le preguntó Fernández Díaz. Villarejo le contestó: «Pues, en principio, va bien. He hablado con ella a las diez de la mañana, antes de ver al DAO [Director Adjunto Operativo de la Policía], y la chica [Victoria Álvarez] está motivada».[15]​ La conversación continuó así:[15]

Jorge Fernández Díaz: Para su información, esta conversación no ha existido, ¿vale?
Villarejo: No ha existido, por supuesto.
Jorge Fernández Díaz: Esta conversación no ha existido, ¿está claro? El ministro no sabe nada del tema…
Villarejo: No sabe nada, eso…
Jorge Fernández Díaz: Y estamos entre caballeros, por tanto… ¿Está claro? (…) Por tanto, esta conversación no ha existido. A partir de ahí, ¿estamos en condición de judicializarlo en la Audiencia Nacional?
Villarejo: Yo creo que sí.
Jorge Fernández Díaz: El ministro no sabe nada, ¿eh? Esta claro, ¿verdad? Y digo esto porque sé que estoy hablando con servidores del Estado. Está claro, ¿verdad? Por tanto, yo negaré incluso bajo tortura que esta reunión ha existido. [Villarejo y el exDAO Pino se ríen].

«Efectivamente, [Fernández Díaz] lo negaría más adelante en sede parlamentaria y ante el juez. Incluso después de las filtraciones, el ministro lo niega en una nota a los medios de comunicación», apostilla Lola García.[12]

El 3 de marzo de 2014 el diario La Razón publicó las fotografías de «treinta y tres jueces» favorables a la consulta del 9-N. Al día siguiente se reunieron Villarejo, Pino, el exjefe de información en Catalunya Pedro Esteban y el exjefe de Asuntos Internos Marcelino Martín Blas, preocupados por eliminar rastros de la filtración, según los audios publicados por El País en 2022.[16]

El lunes 7 de julio de 2014, El Mundo publicaba una captura de pantalla con las cuentas de Jordi Pujol en la Banca Privada d'Andorra. El artículo titulado «La familia Pujol ingresó 3,4 millones en un mes en un banco de Andorra» iba firmado por Fernando Lázaro. Dos semanas después, el 25 de julio, el expresidente de la Generalidad reconoció en un comunicado enviado a varios medios[17]​ haber ocultado a la Hacienda Pública durante 34 años «un dinero ubicado en el extranjero», procedente de su padre Florenci Pujol. En el comunicado Pujol lamentaba no haber encontrado nunca el «momento adecuado» para la regularización de esas cantidades y pedía perdón a la opinión pública.[18]​ Según varios medios, se trataría de en torno a cuatro millones de euros, ubicados en Andorra,[19]​ que se habrían beneficiado de la amnistía fiscal (o regularización extraordinaria) promovida por el Gobierno de España en 2012.[20]​ La confesión de Jordi Pujol generó una gran controversia política.[21][22]

Cómo llegó la información bancaria de los Pujol al diario El Mundo fue desvelado en 2022 gracias a las grabaciones y a las «notas informativas» del excomisario Villarejo que fueron publicadas por algunos medios. Según una de las grabaciones, el directivo de la BPA Joan Pau Miquel fue requerido por parte del agregado de Interior de la embajada de España, Celestino Barroso, para que diera los datos bancarios que tuviera su entidad no sólo de Pujol, sino también de Artur Mas y de Oriol Junqueras, o de lo contrario el banco recibiría un «hachazo».[23]​ Por otro lado, en una de las «notas informativas» que el comisario Villarejo redactó para el DAO Eugenio Pino se relataba el encuentro que tuvo lugar en el hotel Villamagna entre el jefe de Asuntos Internos de la policía española Marcelino Martín-Blas y Joan Pau Miquel en el que este le reclamaba medio millón de euros para facilitar información sobre los Pujol (una información que fue desmentida por fuentes de los servicios secretos, según El Periódico de España).[24]​ La BPA cerró a causa de la investigación abierta por Estados Unidos, a instancias del ministerio del Interior español según los directivos de la BPA, sobre su supuesta implicación en la financiación del terrorismo. Una juez de Andorra inició una investigación sobre el presunto «chantaje» sufrido por los responsables de la BPA por parte de la policía española y en la que incluyó al presidente del gobierno español Mariano Rajoy.[23][nota 1]

El entonces alcalde de Barcelona Xavier Trias (CiU) en septiembre de 2014. Un mes después el diario El Mundo aseguró en portada que estaba siendo investigado por una cuenta de 12,9 millones que tenía en un banco suizo, lo que se demostró falso.[25]

El lunes 27 de octubre de 2014, a poco más de una semana de la celebración de la consulta del 9-N, el diario El Mundo publicó en portada que el alcalde de Barcelona y candidato a la reelección por CiU Xavier Trias estaba siendo investigado por una cuenta de 12,9 millones de euros que tenía en Suiza —el artículo titulado «Investigan una cuenta de 12,9 millones del alcalde de Barcelona en Suiza» lo firmaban Inda, Urreitztieta y Lázaro—.[16]​ El banco suizo desmintió esa información.[25][26]

El Món fue el medio que publicó en julio 2022 la grabación de Villarejo en la que este relataba el asunto de la «cuenta de Trías» durante una comida en el reservado de un restaurante de Madrid que tuvo lugar el 4 de noviembre de 2014, poco después de que Trías presentara un certificado del banco suizo —en que el que supuestamente tenía la cuenta—, en el que se decía que Trías no tenía ninguna cuenta en la entidad y que ni siquiera el número de cuenta que se había publicado existía. Compartían mesa con Villarejo, el juez Fernando Abreu, entonces titular del juzgado central de instrucción nº 4; Adrián de la Joya, presidente de La Razón; Mauricio Casals; y el comisario José Luis Olivera. Al principio de la comida Villarejo recibe una llamada telefónica del secretario de Estado de Seguridad Francisco Martínez Vázquez preocupado por cómo estaba saliendo el asunto y Villarejo intenta tranquilizarlo: «Ahora llueve pero después escampa. Esto es un juego de niños comparado con historias del pasado». Durante la comida, preguntado por el juez Abreu, cuenta cómo se ha urdido «lo de la cuenta de Trías».[27]

Fernando Abreu: ¿Quién le ha dado a El Mundo la cuenta de Trías?
Villarejo: El Gordo [el comisario Enrique García Castaño]... Es falsa, es falsa... [risas]
F.A.: Pero al Gordo qué le han dicho: acaba con El Mundo. Aunque no hace falta con lo que venden...
V: Ese no es el problema. El problema es que el ministro [Jorge Fernández Díaz] está muy mosqueao... Se ha tirado a la piscina a muerte y lo han pillado... El problema es que las prisas son malas consejeras. Yo llevaba un tiempo... oye vamos a ir con calma... Había prisas porque al hermano del ministro en el Ayuntamiento [de Barcelona] le estaban dando... Dame algo para este y tal... La mentira tiene unas patas muy cortas.
FA: ¿Quién le da esa información al Gordo?
V: Esa es otra [riéndose].
FA:¿Un periódico puede dar un número de cuenta...?
V: Le han enseñado papeles...
FA: Pero el banco dice que esa numeración si tiene 20 cifras la suya tiene 27.
V: Le venden la burra a los periodistas y publican eso y a partir de ahí se acojonan porque el Trías responde y se van rápidamente a ver a Pino [Eugenio Pino, jefe del DAO de la policía], a tu amigo Pino, y Pino les enseña un informe que habían hecho Asuntos Internos de esa cuenta... Un informe de Asuntos Internos absurdo con cinco páginas en francés... Y los periodistas toman nota del número de cuenta y con eso se van tan tranquilos. [...] Claro, al día siguiente dice Trías: ya os he pillado.

Dos meses antes, el 22 de mayo de 2022, el excomisario Villarejo, en aquel momento en libertad condicional a la espera de juicio tras haber pasado tres años y medio en prisión, había afirmado en el programa Preguntes freqüents de TVE-Cataluña que «ante las intenciones del independentismo hicimos lo que teníamos que hacer. Algunas cosas más o menos ortodoxas, porque el concepto de legalidad es muy etéreo». Durante la entrevista situó el inicio de la «Operación Cataluña» en noviembre de 2012 con el informe «no verificado» en el que se afirmaba que Jordi Pujol, el líder histórico de CiU, y Artur Mas, en aquel momento presidente de la Generalidad de Cataluña, tenían cuentas en Suiza.[28]

Comisiones de investigación[editar]

El 27 de abril de 2017 el Parlamento de Cataluña constituyó una comisión de investigación sobre la Operación Cataluña, con los votos en contra del Partido Popular y la abstención de Ciudadanos.[29]​ El dictamen final de la comisión se redactó el 29 de agosto de 2017 exclusivamente con la participación de los dos grupos independentistas, Junts pel Sí y CUP, y el constitucionalista de Catalunya Sí que es Pot, ya que el resto de grupos constitucionalistas (Ciudadanos, Partido Popular y Partit dels Socialistes de Catalunya, PSC) habían abandonado la comisión en diferentes momentos.[30][31]​ El dictamen final de la comisión fue aprobado por el pleno del Parlamento de Cataluña el 7 de septiembre de 2017. Votaron a favor los dos grupos independentistas y Catalunya Sí que es Pot y en contra el Partido Popular, mientras que el PSC y Ciudadanos se abstuvieron.[32]​ El dictamen concluía que la Operación Cataluña se trataría de una «maniobra planificada y ejecutada por ciertas estructuras esenciales del Estado español [···] a través de prácticas alegales e ilegales».[33][34][35][nota 2]

De forma paralela el Congreso de los Diputados también constituyó una comisión de investigación en la que no aparecía el término Operación Cataluña para investigar la actuación del ministro Jorge Fernández Díaz. En su dictamen final del 20 de julio de 2017, la comisión determinó que existió una operación de espionaje hacia políticos independentistas en Cataluña encabezada por el entonces Ministro del Interior. La resolución contó con el apoyo de los partidos de la oposición: PSOE, Podemos, PNV, ERC y el PDeCAT.[36]

Una nueva comisión de investigación del Congreso de los Diputados se aprobó el 15 de septiembre de 2022, a la vista de las informaciones publicadas por diversos medios en los meses anteriores, basadas en gran parte en los llamados audios de Villarejo. Esta vez se la denominó comisión de investigación sobre la «Operación Cataluña», a diferencia de la anterior comisión de investigación sobre la actuación del ministro Jorge Fernández Díaz en que no se empleó el término, lo que sí había hecho el Parlamento de Cataluña en su comisión de investigación sobre el mismo tema. La petición la habían presentado en junio ERC, Junts, PDeCAT, la CUP, Bildu y el BNG para que se investigara «la presunta intromisión en la soberanía del Principado de Andorra por parte de responsables políticos españoles, así como de entramados parapoliciales en el marco de la denominada "Operación Cataluña"». La solicitud se hizo efectiva tras conocerse que estaban siendo investigados por la justicia de Andorra el expresidente Mariano Rajoy y los exministros Cristóbal Montoro, de Hacienda, y Jorge Fernández Díaz, de Interior, por su presunta relación con los intentos de conocer «mediante vías ilegales» información bancaria secreta de líderes políticos independentistas. En cuanto a Fernández Díaz era la segunda comisión de investigación que se abría durante esa Legislatura sobre su actuación al frente del Ministerio del Interior. La anterior se había referido al Caso Kitchen.[37]

Procesos judiciales[editar]

La única causa judicial abierta en relación con la Operación Cataluña la lleva un juzgado del Principado de Andorra que inició una investigación —que a finales de 2022 aún no había concluido— sobre el presunto «chantaje» sufrido por los responsables de la Banca Privada d'Andorra por parte de un grupo de policías españoles para conseguir datos bancarios de la familia Pujol y en la que incluyó al presidente del gobierno español Mariano Rajoy.[23]​ En su instrucción la jueza andorrana ha utilizado las «notas informativas» que el comisario José Manuel Villarejo redactaba para el entonces Director Adjunto Operativo (DAO), Eugenio Pino, y que el juez español que instruye el sumario contra el excomisario ha declarado secretas.[24]​ A principios de noviembre de 2022 el Tribunal Superior de Justicia de Madrid rechazaba el recurso presentado por los abogados del expresidente Mariano Rajoy para que se le eximiera de tener que declarar ante la juez andorrana.[38]​ Previamente la fiscalía había solicitado que se le denegara esa petición.[39]​ Sin embargo, a mediados de diciembre de 2022 el mismo tribunal decidía suspender cautelarmente la comisión rogatoria demandada por la jueza andorrana para que el expresidente Rajoy y los dos exministros de su gobierno Jorge Fernández Díaz y Cristóbal Montoro declararan sobre su papel en la Operación Cataluña.[40]

El 4 de agosto de 2022 la fiscalía de Cataluña abrió diligencias por la Operación Cataluña a partir de la denuncia presentada el 26 de julio por el exjefe superior del Cuerpo Nacional de Policía en Cataluña Narciso Ortega contra la exministra de Defensa Dolores de Cospedal, el exministro de Interior Jorge Fernández Díaz, el ex secretario de estado de Seguridad Francisco Martínez Vázquez y el excomisario José Manuel Villarejo. La fiscalía consideró que los hechos denunciados «podrían ser constitutivos de delito» y remitió el caso a la fiscalía de Madrid.[41]​ En la denuncia presentada por los abogados de Narciso Ortega se acusa a los cuatro implicados de varios delitos. En ella se hace referencia a las informaciones aparecidas en diversos medios de información durante las semanas anteriores sobre la Operación Cataluña. En el escrito se recoge que Ortega fue cesado en 2014, poco antes de que se celebrara la consulta del 9-N, y trasladado a Zaragoza «por sus supuestas connivencias con el independentismo y vínculos con personas de la extinta Convergència Democràtica de Catalunya (CDC)». En la denuncia se hace referencia a una reunión que mantuvieron el 6 de noviembre de 2012, poco antes de celebrarse las elecciones catalanas del 25 de noviembre, el comisario Villarejo y la entonces líder del PP de Cataluña Alicia Sánchez Camacho. Según los audios que se adjuntan a la denuncia en la entrevista Sánchez Camacho le advirtió a Villarejo que Ortega tenía «un montón de connivencias» con el independentismo, pues era amigo «íntimo» del exconseller de Interior Felip Puig. En la denuncia se dice también que fue sometido a una vigilancia «ilegal», puesto que «no estaba inmerso en ninguna causa judicial y por tanto no podían existir órdenes de seguimiento autorizadas por algún juzgado».[42]

Notas[editar]

  1. En mayo de 2022 el Tribunal Superior de Justicia de Madrid condenó a un año de prisión a Eugenio Pino por revelación de secretos en el caso Pendrive relacionado con la manipulación de pruebas en el caso Pujol. «Los jueces consideraron que el excomisario facilitó al Centro Nacional de Inteligencia (CNI), a la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía y al juzgado que investigaba el caso Pujol, una unidad de memoria con información del primogénito del político cuyo origen era ilícito» (García, 2022, pág. 64)
  2. Pocos días después de constituirse la comisión de investigación del Parlamento de Cataluña TV3 emitió un reportaje en el programa 30 minuts titulado «Operació Catalunya». Ese mismo año Jaume Roures dirigió y produjo el documental Las cloacas de Interior que fue emitido por las televisiones autonómicas, incluida TV3. El guion era de Jaume Grau que al año siguiente publicó un libro en catalán (Editorial Catedral) en el que amplió el contenido del documental.

Referencias[editar]

  1. García, 2022, p. 65-66.
  2. «El comisario Villarejo revela ante el juez la existencia de una ‘Operación Catalunya’». La Vanguardia. Consultado el 24 de agosto de 2017. 
  3. «Villarejo admite que existía una "operación Catalunya"». El Periódico. 6 de julio de 2016. Consultado el 24 de agosto de 2017. 
  4. «Documentos hallados en el domicilio de Villarejo confirman su participación en la ‘Operación Catalunya’». La Vanguardia. Consultado el 14 de diciembre de 2018. 
  5. «Villarejo cobró “mucha pasta” de Interior por la operación Catalunya». La Vanguardia. 11 de febrero de 2019. 
  6. CCMA. «Operació Catalunya». Consultado el 24 de agosto de 2017. 
  7. «Villarejo cobró “mucha pasta” de Interior por la operación Catalunya». La Vanguardia. 11 de febrero de 2019. 
  8. a b García, 2022, p. 59.
  9. «Una reunión con Cospedal fue el origen de la "Operación Cataluña", según las agendas de Villarejo». El Periódico de España. 20 de noviembre de 2021. 
  10. «Una reunió entre Sánchez-Camacho i Villarejo va iniciar l’Operació Catalunya». El Món. 10 de junio de 2022. Consultado el 13 de octubre de 2022. 
  11. García, 2022, p. 60.
  12. a b García, 2022, p. 61.
  13. García, 2022, p. 62.
  14. «Villarejo, a Pedro J. Ramírez: “L’Operació Catalunya també és mèrit teu”». El Món. 29 de junio de 2022. Consultado el 14 de octubre de 2022. 
  15. a b c «El exministro Fernández Díaz dirigió la supuesta 'Operación Catalunya' contra Pujol». HuffPost. 22 de junio de 2022. Consultado el 13 de octubre de 2022. 
  16. a b c «Operación Catalunya: ¿quién es quién?». Ara. 7 de julio de 2022. Consultado el 13 de octubre de 2022. 
  17. «Comunicado del señor Jordi Pujol y Soley». El Mundo. 25 de julio de 2014. 
  18. El País, ed. (26 de julio de 2014). «Pujol reconoce que su familia tuvo en el extranjero una fortuna sin declarar». Consultado el 26 de julio de 2014. 
  19. La Vanguardia, ed. (25 de julio de 2014). «Jordi Pujol anuncia la regularización fiscal de las cuentas de su familia en el exterior». Consultado el 26 de julio de 2014. 
  20. Ara, ed. (25 de julio de 2014). «Pujol demana perdó per haver tingut fins ara diners sense regularitzar a l'estranger». 
  21. La Vanguardia, ed. (26 de julio de 2014). «La confesión de Jordi Pujol sacude la política catalana». 
  22. García, 2022, p. 62-63.
  23. a b c García, 2022, p. 63.
  24. a b «Las notas de Villarejo sobre la "Operación Cataluña": secretas en España y en dos juzgados de Andorra». El Periódico de España. 21 de junio de 2022. Consultado el 13 de octubre de 2022. 
  25. a b García, 2022, p. 64.
  26. «Trias exige el cese del juez Andreu tras publicarse que sabía que la cuenta suiza era falsa». La Vanguardia. 14 de julio de 2022. Consultado el 16 de octubre de 2022. 
  27. «La policia patriòtica va comentar com van enfangar Trias a un jutge de l’Audiència Nacional». El Món. 12 de julio de 2022. Consultado el 16 de octubre de 2022. 
  28. «José Manuel Villarejo: "En la operación Catalunya se hicieron cosas chungas"». La Vanguardia. 22 de mayo de 2022. Consultado el 13 de octubre de 2022. 
  29. «El Parlament abre una investigación por la 'Operación Catalunya' con los votos en contra del PP». eldiario.es. Consultado el 24 de agosto de 2017. 
  30. «Dictamen de la Comissió d’Investigació sobre l’Operació Catalunya. BOPC nº 498» (en catalán). 1 de septiembre de 2017. Consultado el 13 de abril de 2018. 
  31. «La Operación Catalunya, vista para 'sentencia'». El Nacional.cat. 2 de agosto de 2017. Consultado el 3 de mayo de 2018. 
  32. «Aprobadas conclusiones comisión de investigación ‘Operación Cataluña’». La Vanguardia. 7 de septiembre de 2017. Consultado el 3 de mayo de 2018. 
  33. Payero López, Lucía (2021). «La constitución territorial en crisis: cómo afrontar los conflictos de articulación nacional en España». Anuario de filosofía del derecho XXXVII: 257-279. ISSN 0518-0872. Consultado el 28 de julio de 2023. 
  34. Dictamen de la comisión de investigación sobre la Operación Catalunya en el Butlletí Oficial del Parlament de Catalunya Consultado el 28 de julio de 2023.
  35. «“Es repugnante”: así funcionan las 'cloacas' del Ministerio del Interior». El Español. Consultado el 24 de agosto de 2017. 
  36. «La oposición concluye que existió la Operación Catalunya». La Vanguardia. Consultado el 24 de agosto de 2017. 
  37. «El Congreso dará vía libre este jueves a una nueva comisión de investigación sobre la 'Operación Cataluña'». elDiario.es. 15 de septiembre de 2022. Consultado el 13 de octubre de 2022. 
  38. «La justicia rechaza la petición de Rajoy de parar la investigación de Andorra sobre la Operación Cataluña». El País. 2 de noviembre de 2022. 
  39. «La Fiscalía rechaza la maniobra de Rajoy para frenar la investigación de Andorra sobre su papel en la 'Operación Cataluña'». elDiario.es. 26 de octubre de 2022. 
  40. «La Justicia suspende la investigación de Andorra sobre la 'operación Catalunya' que afecta a Mariano Rajoy». elDiario.es. 15 de diciembre de 2022. 
  41. «Fiscalía abre diligencias por Operación Cataluña tras denuncia exjefe Policía». elDiario.es. 6 de agosto de 2022. Consultado el 13 de octubre de 2022. 
  42. «Exjefe de policía denuncia a Fernández Díaz y Cospedal por Operación Cataluña». elDiario.es. 26 de julio de 2022. Consultado el 13 de octubre de 2022. 

Bibliografía[editar]

Véase también[editar]

Prueba 5[editar]

Los estatutos de limpieza de sangre: ¿antijudaísmo o antisemitismo?[editar]

Retrato de Juan Martínez Silíceo, arzobispo de Toledo, por Francisco de Comontes. Nombrado en 1546, Martínez Silíceo, que se sentía muy orgulloso de ser un cristiano viejo, se opuso al nombramiento de un converso —cuyo padre había sido condenado por la Inquisición— para una canonjía vacante de la catedral. Silíceo logró que el papa revocara el nombramiento —en una carta le dijo que si se le admitía convertiría la sede toledana en una «nueva sinagoga»— y a continuación, el 23 de julio de 1547, convocó una reunión del cabildo en la que por 24 votos contra 10 se aprobó un estatuto de limpieza de sangre. Dos meses después el estatuto fue suspendido, debido al rechazo que suscitó entre varios eclesiásticos de la diócesis toledana, pero en 1555 el papa lo aprobó y a continuación el rey Felipe II lo ratificó.[1]

Los estatutos de limpieza de sangre fueron el mecanismo de discriminación legal en la Monarquía Hispánica (y el Reino de Portugal)[2]​ hacia la minoría judeoconversa (que junto con los miembros de la minoría morisca constituían los cristianos nuevos). Consistían en exigir al aspirante a ingresar en las instituciones que lo adoptaban el requisito de descender de «cristiano viejo», es decir, de no tener ningún antepasado judío. Su principal problema, y que causó el rechazo de determinados sectores eclesiásticos, era el hecho de que presuponían que ni siquiera el bautismo lavaba los pecados de los individuos, algo completamente opuesto a la doctrina cristiana. El primer estatuto de limpieza de sangre fue la "Sentencia-Estatuto" aprobada en 1449 en la ciudad de Toledo.[3]

Las instituciones que exigían pruebas de sangre eran relativamente pocas, pero los conversos vieron muy limitadas sus posibilidades de ascenso social al no poder acceder a algunas de ellas, sobre todo a los colegios mayores, ya que la exclusión de los mismos significaba tener cerrado el paso a ocupar los altos cargos eclesiásticos y estatales, y a las órdenes militares, porque las encomiendas eran una de las formas de acceder a la nobleza. «El panorama, evidentemente, era negro para los conversos», ha afirmado Henry Kamen.[1]

Los estatutos de limpieza de sangre se basaban en «la idea de que los fluidos del cuerpo, y sobre todo la sangre, transmitían del padre y la madre a los hijos un cierto número de cualidades morales» y en la de que «los judíos, en tanto que pueblo, eran incapaces de cambiar, a pesar de su conversión».[4]​ Como dijo fray Prudencio de Sandoval del «santo y prudente» estatuto de limpieza de sangre de la catedral de Toledo de 1555, que sirvió de modelo a todos los posteriores,[3]

¿Quién podrá negar que en los descendientes de los judíos se perpetúa y dura la inclinación al mal de su antigua ingratitud y desconocimiento, como en los negros el accidente inseparable de su negritud? Incluso si se unen mil veces con mujeres blancas, sus hijos nacen con el color castaño de su padre. Así, el judío puede descender por tres lados de gentilhombres o de viejos cristianos, un único mal linaje lo infecta y lo echa a perder, porque por sus acciones, en todos los sentidos, los judíos son dañinos.
Ejecutoria o Proceso de limpieza de sangre de la familia Crespo López (Granada, Palacio de los Olvidados). Los que pretendían acceder a determinados cargos debían demostrar que entre sus antecesores no había habido nadie condenado por la Inquisición o que era judío o musulmán. Si las pruebas genealógicas que presentaba no eran consideradas suficientes, se nombraba una comisión que visitaba las localidades donde podía obtener información y tomar declaraciones juradas a testigos acerca de los ascendientes del pretendiente. El proceso podía durar años y eran frecuentes los sobornos y el perjurio para demostrar que se era «cristiano viejo».[5]

El historiador francés Jean-Frédéric Schaub ha atribuido los estatutos de limpieza de sangre a la competencia para el acceso a los cargos y a las dignidades que para los cristianos, que pronto se llamarán a sí mismos «cristianos viejos», suponían los «cristianos nuevos», liberados por fin de las numerosas restricciones que como judíos padecían antes de la conversión. Además, «eclesiásticos y magistrados temían el debilitamiento de la ortodoxia católica romana» que podía suponer la entrada en la comunidad cristiana de estos nuevos miembros.[6]

Según Henry Kamen, «fue sin duda la Inquisición la que, a partir de 1480, dio mayor impulso a la propagación de la discriminación [contra los conversos]. El antagonismo social, del que ya muchos españoles eran conscientes, fue aumentando en ese momento con el espectáculo de miles de judaizantes, a los que se había hallado culpables de prácticas heréticas y a los que se había condenado a la hoguera. Parecía como si la religión verdadera debiera ser protegida excluyendo a los conversos de todos los cargos importantes».[7]

La nueva división entre «cristianos viejos» y «cristianos nuevos» (y no-cristianos), que había sustituido a la medieval entre cristianos y no-cristianos, se tradujo en un interés generalizado por la genealogía. «Por todas partes, las familias se dedicaron a establecer su ascendencia para afirmar mejor su posición social. Los viejos cristianos deseaban probar que no estaban mezclados con los convertidos. Los nuevos cristianos, mediante el recurso a la falsificación, intentaban borrar las huellas del pasado de sus ancestros».[8]

Sigue siendo objeto de debate si los estatutos de limpieza de sangre ibéricos son el origen del racismo europeo moderno. Según Jean-Fréderic Schaub «la contribución de los estatutos de pureza de sangre ibéricos a la formación de las categorías raciales se sitúa en el punto de unión entre exclusión personal y estigmatización colectiva».[4]​ Según Max Sebastián Hering Torres, «por primera vez en la historia europea se utilizan los criterios "raza" y "sangre" como estrategia de marginación. Moralistas como Torrejoncillo no duda en afirmar [en Centinela contra judíos] que el judaísmo se define con base en la "sangre", sin importar que la conversión al cristianismo hubiera tenido lugar hace veintiuna generaciones».[9]

Según Henry Kamen «lo que comenzó como una discriminación social [hacia los judeoconversos], se convirtió más tarde en antagonismo social y en racismo» porque no se basaba en la religión, sino en la pertenencia al «linaje de los judíos». Así los estatutos serían una forma de antisemitismo, en sentido estricto del término ―el que nace en la segunda mitad del siglo XIX― al identificar a los judíos con una «raza» y no con una religión ―el cristiano de origen judío seguía siendo judío aunque se hubiera bautizado―.[10]​ En aquella época se consideraba que la infamia que recaía sobre una persona y sobre un linaje era perpetua, y ni siquiera el bautismo la podía borrar. Esta doctrina ―«básicamente racista», según Kamen― fue fomentada por la Inquisición con su costumbre de colgar en un lugar visible los sambenitos una vez que los condenados habían finalizado el período de castigo «para que siempre haya memoria de la infamia de los herejes y de su descendencia».[11]​ Juan Aranzadi, citado por Gonzalo Álvarez Chillida, prefiere, en cambio, utilizar la expresión «protorracismo religioso prerracialista» al referirse a los estatutos de limpieza de sangre, «al no estar basado en una concepción científica o pseudocientífica del concepto de raza, inexistente en aquellos siglos, sino en elementos ideológicos y religiosos».[12]

Por el contrario, el hispanista francés Joseph Pérez considera que la discriminación de los «cristianos nuevos» mediante la creación de los estatutos de limpieza de sangre, no «se refería a supuestas características biológicas de los judíos; fue un concepto social y no racial: aludía al linaje, no a la raza; fue una reacción de plebeyos contra hidalgos, una especie de compensación ideológica: uno puede comprar la hidalguía si tiene dineros para ello, pero no puede comprar la limpieza [de sangre] que viene a ser, por lo tanto, una nobleza natural superior a la otra». Joseph Pérez entiende que la palabra «sangre» en el siglo XVI es equivalente a linaje, por lo que la expresión «pureza de sangre» (pureté de sang en Francia) equivaldría a la ausencia de herejía entre los ascendientes de una familia.[13]​ Tampoco los consideran una forma de «racismo» Julio Caro Baroja o Christiane Stallaert, «recordándonos que las diferencias de linaje [...] no significaban diferencias de caracteres biológicos o somáticos hereditarios».[14]

Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, se opuso con gran firmeza a los estatutos de limpieza de sangre

Por otro lado, los estatutos de limpieza de sangre fueron criticados. Una de las personas que mostró una oposición más firme fue Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, por lo que los jesuitas admitieron a los conversos, y precisamente el sucesor de Ignacio de Loyola como general de la Compañía en 1556 fue un converso, Diego Laínez, lo que suscitó la oposición entre ciertos sectores de la Iglesia.[15]

En 1599 se publicó el alegato más rotundo que se había escrito nunca contra los estatutos y que causó una gran conmoción porque su autor había sido miembro de la Inquisición y además era un prestigioso teólogo dominico de 76 años. Se trataba de Agustín Salucio, quien en su Discurso planteó dos críticas a los estatutos: que ya no tenían vigencia porque ya no había conversos que judaizaran y que habían traído más males que bienes ―«de la paz dicen que no la puede aver estando dividida la república en dos vandos», afirmaba―. Y concluía: «Gran cordura sería assigurar la paz del reyno limitando los estatutos, de manera que de chistianos vejos [sic] y moriscos y confessos, de todos se venga a hazer un cuerpo unido y todos sean christianos viejos y seguros».[16]

Al libro de Salustio le siguieron otros que criticaban los estatutos, algunos de ellos escritos por miembros destacados de la Inquisición. En 1623 una Junta de Reformación formada a instancias del valido de Felipe IV, el Conde-Duque de Olivares, decretó nuevas normas que modificaban la práctica de los estatutos —entre otras se prohibía la difusión de las obras en las que aparecían listados de familias de origen judío, como el Libro Verde de Aragón—, sin embargo, los «consejos, tribunales, colegios mayores y comunidades con estatutos» a los que iba dirigida la reforma parece que la incumplieron.[17]

Los libros donde se recogían los alegatos y las leyendas antijudías continuaron publicándose. Uno de los más famosos fue el Centinela contra judíos impreso en 1674 y cuyo autor era el fraile extremeño Francisco de Torrejoncillo.[18]​ En el siglo XVIII los ministros ilustrados del reformismo borbónico criticaron los estatutos aunque no los abolieron. El conde de Floridablanca los condenó porque «se castiga la más santa acción del hombre, que es su conversión a nuestra santa fe, con la misma pena que el mayor delito, que es apostatar de ella».[19]​ La abolición de los estatutos, sin embargo, no se produjo hasta el siglo XIX con la promulgación de la Real orden del 31 de enero de 1835, en el marco de la Revolución liberal española que puso fin al Antiguo Régimen, aunque hasta 1859 se mantuvo para los oficiales del ejército y hubo que esperar a 1865 para que se abolieran las pruebas de limpieza de sangre para los matrimonios y para ciertos cargos civiles y militares.[19]

Referencias[editar]

  1. a b Kamen, 2011, p. 231. Error en la cita: Etiqueta <ref> no válida; el nombre «FOOTNOTEKamen2011231» está definido varias veces con contenidos diferentes
  2. Schaub, 2014, p. 39. "Un dispositivo que acabó por imponerse entre 1450 en la mayor parte de las instituciones de Castilla, de Aragón y de Reino de Portugal
  3. a b Schaub, 2014, p. 39.
  4. a b Schaub, 2014, p. 41.
  5. Kamen, 2011, pp. 234-235.
  6. Schaub, 2014, p. 39-40.
  7. Kamen, 2011, pp. 225-226.
  8. Schaub, 2014, p. 40.
  9. Hering Torres, 2003. "[Para] ser enemigos de Christianos [...] no es necessario ser de padre, y madre Iudios, uno solo basta: no importa que no lo sea el padre, basta la madre, y esta aun no entera, basta la mitad, y ni aun tanto, basta un quarto, y aun octavo, y la Inquisicion Santa ha descubierto en nuestros tiempos que hasta distantes veinte un grados se han conocido judaizar"
  10. Kamen, 2011, p. 224.
  11. Kamen, 2011, pp. 235-236.
  12. Álvarez Chillida, 2002, pp. 43-44.
  13. Pérez, 2009, pp. 87.
  14. Álvarez Chillida, 2002, pp. 43.
  15. Kamen, 2011, pp. 237-239.
  16. Kamen, 2011, pp. 240.
  17. Kamen, 2011, pp. 243. "[La limpieza de sangre] nunca se aceptó oficialmente en el derecho español, ni en la mayor parte de las instituciones, iglesias ni municipios de España. El daño más profundo fue el que hizo, como sucede con otras discriminaciones raciales, en el ámbito del estatus, el rango social y la promoción. Pero en ningún momento llegó a convertirse en una obsesión nacional. [...] A finales del siglo XVII, los pocos estatutos que aún perduraban estaban siendo abiertamente ignorados y contravenidos a cada paso"
  18. Álvarez Chillida, 2002, pp. 45.
  19. a b Kamen, 2011, p. 245.

Prueba 6[editar]

El cristianismo primitivo es el nombre que recibe el cristianismo de los tres primeros siglos de su historia. Su final suele situarse en el reinado del emperador romano Constantino el Grande (306-337) que tras su conversión en 312 no solo pone bajo la protección del Estado a la nueva religión lícita sino que intenta poner fin a las disputas internas con la celebración en 325 del Concilio de Nicea, el primer concilio ecuménico de la Iglesia cristiana.[1]​ Por eso este período también ha sido llamado preniceno, precedido a su vez por el denominado por la tradición cristiana como el «período apostólico» que abarcaría desde la crucifixión de Jesús de Nazaret (c. año 30 d.C.) hasta la muerte del último de sus discípulos directos (los «apóstoles») en torno al año 100.

El cristianismo en el siglo I[editar]

Jesús de Nazaret[editar]

Judea y Galilea en la época de Jesús (Yeshúa en hebreo).

Hacia el año 30 d.C., en tiempos del emperador romano Tiberio,[2]​ el reformador judío[3][4][5]Jesús de Nazaret (Yeshúa en arameo y en hebreo)[nota 1]​ fue ajusticiado en Jerusalén, la ciudad sagrada del judaísmo, por orden del prefecto de la provincia romana de Judea Poncio Pilato, a partir de una denuncia presentada por los sacerdotes saduceos que gobernaban el Templo.[6][7][8]​ Fue ejecutado mediante el infamante procedimiento de la crucifixión reservado en el derecho romano a los rebeldes, a los alteradores del orden público y a los bandidos (que no tenían la ciudadanía romana).[9][10][11]​ Durante el año anterior —o los tres años anteriores—[nota 2]​ Jesús había recorrido Galilea anunciando la inminente llegada del «reino de Dios»[12][13]​ y algunos de sus seguidores —un reducido grupo de gente humilde de Galilea, en el que también había mujeres y que estaba encabezado por «los doce», que serían conocidos como los apóstoles— lo consideraban el Mesías (el 'ungido'; en hebreo mashíaj), aunque él nunca se presentó como tal.[14][2][15][16][nota 3]

La primera comunidad: los judeocristianos de Jerusalén[editar]

Según el teólogo católico Juan Antonio Estrada, «el propósito de Jesús no era fundar una iglesia separada» sino que «pretendía renovar a Israel con el anuncio de la llegada cercana de Dios... Jesús y sus discípulos esperaban la pronta llegada de ese reinado de Dios. Es decir, defendían una "escatología" cercana. [...] Por eso, no había gran interés por organizar el grupo y prepararlo para la misión. Se esperaba a Dios y a su reino, y se ponía el acento en la conversión de las personas... En ese marco, tampoco había interés por las misiones fuera de Israel ni intencionalidad alguna de constituirse en una religión aparte del judaísmo... La comunidad cristiana era un camino dentro del judaísmo y fue llamada secta de los nazarenos».[17]​ Tras la muerte de Jesús (y la asunción de la creencia en que había resucitado y vuelto junto al Padre), «la proclamación del reino de Dios fue desplazada por el anuncio de la llegada del "reino de Cristo"... La parusía del Crucificado, la segunda venida del Cristo triunfante, desbancó la esperanza primera de un reinado de Dios sobre Israel y desde ahí sobre toda la humanidad», ha afirmado también Juan Antonio Estrada. [18]

La primera comunidad de seguidores de Jesús tras su muerte se formó en Jerusalén. Han sido denominados judeocristianos porque siguieron cumpliendo los preceptos de la Ley judaica (el sabbat, la circuncisión, las reglas alimenticias khóser, etc.) y frecuentando el Templo. En este sentido eran una secta judía, que solo se diferenciaba de las demás en que reconocían a Jesús como El Mesías. Su cohesión se vio reforzada con la llegada a Jerusalén de Santiago, «el hermano del Señor», que pronto se convirtió en su líder, junto con los apóstoles Simón Pedro, Santiago y Juan.[19][20][21]​ A esta comunidad se unieron judíos de otros lugares, e incluso de fuera de Judea, que solían acudir en peregrinación a Jerusalén y que decidieron quedarse. Estos «helenistas», como se los denomina en los Hechos de los Apóstoles, se reunían por separado de los «hebreos» porque su lengua no era el arameo sino el griego. Las relaciones entre ambos grupos no estuvieron exentas de conflictos, como el causado por la queja de los «helenistas» de que sus viudas no recibían el alimento diario que les correspondía.[22][23][24]​ Sin embargo, coincidían en su creencia en la «parusía», la inminente llegada del reino de Dios y a causa de ello muchos de ellos abandonaron su vida habitual, sus familias y sus trabajos, y compartieron sus bienes. Pronto quedaron arruinados y solo consiguieron sobrevivir gracias a las ayudas de otras comunidades de seguidores de Jesús.[25]

Mucho más conflictivas fueron las relaciones de los «helenistas» con las autoridades religiosas judías a causa de sus incumplimientos y críticas de la Ley. De hecho su figura más destacada, Esteban, fue víctima de un linchamiento popular y muerto a pedradas (la lapidación era una de las formas judías, no romanas, de ejecución). Después muchos «helenistas» abandonaron Jerusalén.[26]​ Algunos se marcharon a Antioquía.[23][24]

Más tarde los «hebreos» también fueron objeto de persecución por las autoridades religiosas judías. En 62 el sumo sacerdote Ananías ben Ananías, a pesar de la opinión en contra del Sanedrín en el que tenían mayoría los fariseos, condenó a Santiago y a algunos otros «por transgresión de la Ley» a muerte por lapidación. Finalmente Ananías sería destituido tras las protestas de «los más escrupulosos cumplidores de la Ley», según relató Flavio Josefo.[27][28]​ La comunidad judeocristiana de Jerusalén desaparecería pocos años después tras la derrota de la Gran revuelta judía de 66-70 que también supuso el fin de la teocracia judía y la destrucción del Templo, y que dio paso al judaísmo rabínico.[29][30][31]

El fin de la comunidad judeocristiana de Jerusalén dejó «el campo abierto al predominio del cristianismo helenístico y paulinista cada vez más alejado de la ortodoxia judía y mas preocupado por la expansión entre los gentiles [lo no judíos] que por sus raíces en Israel», ha señalado Jesús Mosterín.[32]​ Una valoración que es compartida por Ramón Teja: «Esta desaparición de la escena de los judeo-cristianos y la profunda confusión que causaron los acontecimientos subsiguientes a la represión romana, que muchos cristianos esperaban que fuera el inicio de la Parusía anunciada por Jesús, dejó la vía libre para la expresión y consolidación de las corrientes cristianas más influidas por el helenismo, la preconizada por Pablo entre ellas».[28]​ De esta forma se produjo la definitiva separación del cristianismo primitivo y el judaísmo rabínico.[33]​ El teólogo Juan Antonio Estrada ha destacado, por su parte, otro efecto: la «superación del templo, en favor de la comunidad». «La comunidad se veía como nuevo lugar de la presencia de Dios... [como] la alternativa al templo destruido».[34]

El cristianismo entre los no judíos: el cristianismo paulino[editar]

Tras la lapidación de Esteban algunos de los «helenistas» que abandonaron Jerusalén emigraron a la vecina provincia romana de Siria en cuyas ciudades más importantes, como Antioquía, la capital, y Damasco, existían comunidades judías de la diáspora casi totalmente helenizadas. Allí consiguieron formar grupos de seguidores de Jesús, al que reconocieron como 'el ungido' (mashíaj en arameo) que en griego tradujeron como kristós (Cristo) por lo que pasaron a llamarse «cristianos» (según los Hechos de los Apóstoles fue en Antioquía donde se usó este término por primera vez).[35][23]​ En el seno de estas nuevas comunidades —cuyos miembros no habían tenido ningún contacto directo con Jesús— se produjo su glorificación definitiva como Mesías al fraguarse la creencia en su milagrosa resurrección corroborada por la «evidencia» de la tumba vacía.[36][37]

A las comunidades cristianas no solo se sumaron personas de ascendencia judía sino también antiguos «gentiles» (es decir, no judíos) que se habían convertido al judaísmo aceptando todas sus normas, incluida la circuncisión, por lo que eran conocidos como prosélitos (prosélytos), y los llamados «temerosos de Dios» (en griego phoboúmenoi, y en latín metuentes) que asistían a la sinagoga pero no eran considerados legalmente judíos porque no estaban circuncidados ni aceptaban todas las reglas de conducta establecidas por la Ley de Moisés como la observancia estricta del sabbat.[38]

La figura más destacada de los «helenistas» era Pablo de Tarso, un fervoroso judío de la diáspora que se había convertido al cristianismo tras experimentar una revelación cuando se dirigía a Damasco y cuya lengua era el griego —según los Hechos de los Apóstoles antes de convertirse presenció la lapidación de Esteban—.[39]​ Tras su conversión desplegó una intensa labor de difusión del cristianismo por Siria, Asia Menor, Macedonia y Grecia. Aunque no fue discípulo directo de Jesús, por lo que no formaba parte de «los doce» apóstoles (del griego apóstolos, 'emisario', 'comisionado'), se autoproclamó «apóstol de los gentiles» y viajó a Jerusalén, donde conoció a Santiago, «el hermano del Señor», y a Simón Pedro.[40][41]

Pedro y Pablo, representados en un grabado del siglo IV con sus nombres en latín y el crismón.

En Jerusalén defendió la admisión en el seno de las comunidades cristianas de los «temerosos de Dios», gentiles que asistían a la sinagoga sin estar circuncidados, a lo que se oponían los judeocristianos jerosolimitanos. El encuentro mantenido hacia el año 49, en el que el tema central fue la controversia de la circuncisión, fue conocido como el anacrónico nombre de «Concilio de Jerusalén».[42][28][43]​ Se alcanzó un compromiso (los no circuncidados podían formar parte de las comunidades cristianas si comprometían a cumplir algunas normas establecidas en la Ley), pero poco después Pablo acusaría a Simón Pedro de no ser congruente con lo acordado durante una visita que hizo éste a Antioquía. Pablo le dijo, según relató él mismo en la Epístola a los Gálatas (escrita hacia el año 56):[44][45][nota 4]

Nosotros éramos judíos de nacimiento, no como esos paganos pecadores, pero comprendimos que ningún hombre es rehabilitado por observar la Ley, sino por la fe en Jesús el Mesías. Por eso también nosotros hemos creído en Jesús el Cristo, para ser rehabilitados por la fe en el mesías y no por la observancia de la ley. (Gálatas 2:1-16)

Al eliminar como requisito para formar parte de las comunidades cristianas la circuncisión y otros preceptos de la Ley judía el cristianismo se abrió a los no judíos, al mismo tiempo que «la figura de Jesús nazareno iba siendo sustituida por la del Cristo redentor universal», ha afirmado Jesús Mosterín. «Como cristianos da lo mismo estar circuncidados o no estarlo; lo que vale es una fe que se traduce en caridad», escribió Pablo en la epístola a los gálatas (Gálatas 5:2-6).[46]​ En sus cartas Pablo anuncia que «la antigua ley judía había quedado superada por la fe [pístis] en Cristo. Jesús ya no era un santón rebelde ni un rabino con opiniones interesantes. Jesús era el Cristo, el protagonista divino del drama cósmico de la salvación universal. [...] Pablo llevó a cabo la transmutación del mesías liberador de los judíos en el Cristo redentor universal... del presunto pecado hereditario de toda la humanidad».[47]​ Y en esa «transmutación» el dogma central lo constituía la creencia en la resurrección de Jesús, cuyo testimonio más antiguo son precisamente las cartas de Pablo escritas antes que los Evangelios.[48]

¿Fue Pablo el verdadero fundador del cristianismo?[editar]

Diferentes estudiosos han defendido la tesis de que el verdadero fundador del cristianismo no fue Jesús de Nazaret sino Pablo. El filósofo e historiador de las ideas Jesús Mosterín afirma que «varias importantes tesis del cristianismo son inventos paulinos, como la resurrección de Jesús, el pecado hereditario y la redención de toda la humanidad por la muerte expiatoria de Cristo». Además, «fue Pablo el que introdujo la noción de la eucaristía como repetición del sacrificio expiatorio de Cristo». Y también la de la encarnación, de que Cristo era Dios Hijo hecho hombre, una idea que a Jesús y a sus discípulos directos, según Mosterín, le «habría parecido una blasfemia». Tras referirse a Adolf von Harnack y a otros «expertos actuales» que han considerado que «la imagen paulina de Cristo tenía poco que ver con el Jesús histórico», Mosterín concluye que «no es a Jesús sino a Pablo a quien se deben las creencias centrales de la teología cristiana. En este sentido, puede decirse que Pablo fue el auténtico fundador del cristianismo».[49]

Al parecer uno de los primeros estudiosos en plantear esta tesis fue el teólogo luterano alemán William Wrede quien en un libro sobre Pablo publicado en 1904 lo consideró el «segundo fundador del cristianismo». Según José Miguel García, «Wrede considera que Pablo, aunque tenga una base común con Jesús, es esencialmente un fenómeno nuevo; mientras que Jesús se halla dentro del judaísmo, Pablo, por su pertenencia al mundo helenístico, introduce un cambio radical en el cristianismo. En concreto, Pablo incorpora una imagen nueva de Jesús, diferente del que fue históricamente: lo convierte en un ser trascendente, preexistente, divino. Por eso, Pablo puede ser considerado el segundo fundador del cristianismo; y dado que esta concepción cristológica fue la que se impuso con el tiempo, se podría denominarle como el verdadero generador de la fe cristiana».[50]

Por el contrario, el sacerdote y teólogo católico José Miguel García sostiene que «la concepción de Jesús como ser preexistente y divino» no fue una invención de Pablo ya que se formó en la comunidad de Jerusalén en los cuatro o cinco años que siguieron a la muerte de Jesús (los «acontecimientos pascuales»), antes, pues, de la conversión de Pablo. «Toda la reflexión de la comunidad cristiana de Jerusalén consistió en tomar conciencia de las consecuencias de las pretensiones divinas que manifestó Jesús durante su vida terrena y del acontecimiento extraordinario de su resurrección. De hecho, la investigación exegética ha puesto en evidencia el carácter arameo y tradicional de las fórmulas y confesiones de fe que encontramos en las cartas de Pablo: lo que él transmite lo ha recibido como traición (1Cor 15:3). [...] Todos estos datos indican a Jesús de Nazaret como verdadero fundador del cristianismo y a Jerusalén como lugar en que se formuló por primera vez la cristología».[51]

El historiador Ramón Teja no se pronuncia sobre si Pablo fue el verdadero fundador del cristianismo, pero señala que «la figura de Pablo reviste una importancia histórica decisiva, más que por su gran actividad misionera, que no debió diferir mucho de la de otros discípulos, porque defendió una interpretación de la figura y de la muerte de Jesús que sería la que en líneas generales terminaría por imponerse».[52]

El también historiador Miguel Pérez Fernández se limita a exponer la cuestión «hoy discutida apasionadamente»: «Pablo es considerado por muchos el autor del mito de Jesús: suele decirse que Pablo transformó al predicador en predicado y cambió el mensaje del reino de Dios que Jesús predicó por la cristología y la eclesiología. Esta cuestión es hoy discutida apasionadamente, pues para muchos, en la Iglesia confesional, Pablo sigue siendo el mejor intérprete de Jesús, quien mejor ha "visto" a Jesús. El tema es teológico...».[53]

Los Evangelios[editar]

Hasta el aplastamiento por los romanos de la Gran revuelta judía de 66-70, los cristianos, considerados como una secta judía más, vivían bajo la protección legal de la institución de la sinagoga, lo que les otorgaba ciertos privilegios legales como el poderse reunir libremente, un derecho reconocido en la Lex Iulia de collegiis. Durante ese tiempo los cristianos aceptaron la Tanaj (o Biblia judía) como su libro sagrado, ya fuera en su versión hebrea o en la traducción griega (Septuaginta). La situación cambió tras el Sitio de Jerusalén del año 70. El Segundo Templo de Jerusalén fue destruido, se puso fin a la teocracia hebrea y los judíos perdieron todos sus privilegios legales. También desapareció la comunidad judeocristiana de Jerusalén, produciéndose a partir de entonces la separación definitiva del cristianismo del tronco judío.[54]

Esquema que representa la formación de los evangelios sinópticos. Al final del esquema se sintetiza una de las teorías más reconocidas que buscó explicar dicha formación: la teoría de las dos fuentes. La misma supuso que los evangelios sinópticos eran el resultado de dos documentos o fuentes comunes: el Evangelio de Marcos y una colección de dichos y breves discursos de Jesús conocidos como la fuente Q.

Las comunidades cristianas antes del año 70 no se platearon escribir ningún libro, pero lo que sí hicieron fue intercambiar cartas entre ellas.[55][56]​ La mayoría no se han conservado porque estaban escritas en papiro (un material que se degrada fácilmente por efecto de la humedad), salvo las que fueron copiadas una y otra vez, como ocurrió con las epístolas paulinas, que son los escritos cristianos más antiguos conocidos (las atribuidas sin ninguna duda a Pablo fueron redactadas entre el año 50 y el 62).[57]​ Después del año 70, conforme el cristianismo se desgajaba del judaísmo, pareció necesario recopilar por escrito las tradiciones orales que circulaban entre las comunidades cristianas sobre la vida y la predicación de Jesús. En el siglo II los cristianos llamaron a estos escritos Evangelios porque transmitían la «buena noticia» (del griego evangélion, la 'buena noticia', la 'buena nueva') de la promesa de salvación para todos los humanos.[58]

Aunque se escribieron muchos más (al parecer unos cien, pero casi todos se han perdido),[59]​ el canon cristiano sólo admitió cuatro: el evangelio de Marcos (escrito poco después del año 70), el evangelio de Mateo y el evangelio de Lucas (ambos escritos entre los años 80 y 90; incorporan gran parte del texto de Marcos, sobre todo el de Mateo), y el evangelio de Juan (escrito hacia el año 100). Fueron escritos en griego y no se sabe nada de sus autores. Los tres primeros (los de Marcos, Mateo y Lucas) constituyen los llamados evangelios sinópticos, por las grandes similitudes que presentan entre ellos («se repiten con frecuencia los mismos textos en el mismo orden»).[60]​ El evangelio de Marcos «ve a Jesús como Mesías y como Hijo de Dios»; el de Mateo, «el más judío de los evangelios», añade que es hijo de David; y en el de Lucas, «el predicador ya se ha convertido en predicado»: Jesús es el Cristo.[61]

El Evangelio de Juan presenta notables diferencias con los sinópticos. «Es mucho más abstracto, simbólico y teológico en su formulación y contenido que los otros. Estos rasgos son especialmente acusados en el prólogo [Juan 1:1-5] y el epílogo, que delatan la obvia influencia gnóstica temprana y la del pensador judío helenizado Filón de Alejandría, manifestada en la personalización del Logos o palabra de Dios... lo que sería uno de los puntos de partida de la posterior especulación trinitaria. Aquí se expresa por primera vez en la literatura cristiana conservada la idea de que Jesús el Cristo es Dios y que ya existía desde toda la eternidad, antes de encarnarse y nacer», ha señalado Jesús Mosterín.[62]​ También Miguel Pérez Fernández ha destacado que «es el [evangelio] que presenta una cristología más desarrollada: Jesús es el Hijo de Dios, uno con el Padre, preexistente, por quien todo fue hecho, enviado por el Padre a los suyos, que no le recibieron, y vuelto a su Padre por la exaltación gloriosa para preparar un lugar a los que le sigan».[63]

Según Jesús Mosterín, «los evangelios no son textos unitarios, sino escritos de aluvión, en los que se superponen diversos estratos procedentes de fuentes y fechas diferentes. Por ejemplo, en la presentación de Jesús y en la narración de su nacimiento , se aprecian claramente textos procedentes de cuatro estadios sucesivos de elaboración: 1) Jesús (Yeshúa) como humilde santón o profeta galileo, procedente de una familia pobre judía piadosa e inconformista; 2) Jesús (Yeshuá) como elevado al final de su vida a la categoría de mesías israelita, descendiente del rey David; 3) Jesús (el Cristo) como hijo de Dios, nacido milagrosamente de una virgen, sin padre humano; 4) Jesús (el Cristo), divinizado, Dios desde el principio, en el prólogo del evangelio de Juan».[64]

La propagación inicial del cristianismo[editar]

La propagación inicial del cristianismo se produjo entre las comunidades judías de la diáspora muy extendidas en las ciudades de la mitad oriental del Imperio romano, como Antioquía, Éfeso, Alejandría, Corinto, Tesalónica, etc. De ahí que sea en ellas donde se constituyan las primeras comunidades cristianas, en especial gracias a los viajes misioneros de Pablo (ellas fueron las destinatarias de sus cartas). La propagación se vio facilitada por la pax romana, que permitió viajar de forma segura de un lugar a otro por mar y por tierra, y por la existencia de una lengua común, el griego helenístico o koiné (aunque también se utilizaron las lenguas propias de cada territorio: el arameo y el siriaco para la Siria interior y Mesopotamia; el copto para Egipto).[65][66]​ Asimismo se extendió, aunque en menor medida, por las ciudades de la mitad occidental del Imperio, incluida la capital Roma. En esta parte del Imperio también se utilizó el griego para difundir el mensaje cristiano —el latín solo se impondrá en Occidente a lo largo del siglo III—.[65][67]​ Sin embargo, el cristianismo apenas se extendió por las zonas rurales, de ahí que los cristianos llamaran a los no cristianos «paganos» (en latín pagani, campesinos o aldeanos, de pagus, aldea).[68]

Las primeras comunidades cristianas: organización y liturgia[editar]

Cuando se separaron de la sinagoga las comunidades cristianas formaron las suyas propias, que se denominaron «iglesias» (del griego ekklesía, 'asamblea', 'comunidad'), una por localidad, normalmente una ciudad.[69]​ Sus miembros se reunían semanalmente y celebraban un culto que imitaba al de la sinagoga (lectura y comentario de la sagrada escritura, cánticos colectivos) al que se añadía la eucaristía (en griego, eukharistía, 'acción de gracias') o «comida del Señor», que en principio era una comida comunitaria pero que irá adquiriendo progresivamente un carácter simbólico (o «sacramental»: remitía al significado martirial de la vida de Jesús). Las reuniones semanales tenían lugar en casas particulares y solo en la segunda mitad del II comenzaron a celebrarse en edificios específicos.[70][71]​ Como ha señalado Juan Antonio Estrada, «el cristianismo surgió como una religión sin templos».[72]

Estrada ha destacado asimismo que el cristianismo «fue también una religión de laicos, aunque hubiera cargos y funciones».[73]​ «El sacerdocio dejó de ser una dignidad y se transformó en una forma de ser y de vivir que afectaba a todos... Ya no había mediadores ni sacerdotes dentro de la comunidad, ni siquiera inicialmente una consagración sacerdotal aparte de la del bautismo». Así pues, «toda la comunidad era laica y sacerdotal al mismo tiempo... Como movimiento comunitario, carismático y laico, no había templos ni sacerdotes, porque la comunidad era ambas cosas».[74]​ La concepción «asamblearia y asambleísta del cristianismo se tradujo en una teología de la cogestión y corresponsabilidad de todos, que dinamizó la comunidad y reforzó la conciencia de identidad y pertenencia».[75]​ «Estas características, que cambiaron progresivamente desde la segunda mitad del siglo II, explican el rechazo que inicialmente produjeron los cristianos tanto en los judíos como entre los ciudadanos del Imperio romano. Se les acusaba de ateos, de gente sin religión y de impíos precisamente por la ruptura que presentaban con las tradiciones religiosas de la época», concluye Juan Antonio Estrada.[76]​ Por otro lado también explica que cada «iglesia» tuviera «su teología, su concepción comunitaria, su liturgia y su cuerpo jurídico», diferenciado de las demás.[77]

Los cultos eran dirigidos por los «presbíteros» (del griego presbýteroi, 'los más ancianos') que eran los miembros de la comunidad que conocían mejor los escritos sagrados, de ahí que también fueran ellos los que los comentaran y explicaran. Junto a los «presbíteros» se encontraban los «diáconos», encargados de los asuntos materiales de la comunidad, como atender a los pobres, a las viudas y a los cristianos de otras comunidades que los visitaban. En ocasiones sus actividades eran supervisadas por un «obispo» (del griego epískopos, 'vigilante', 'inspector') que más adelante llegaría a representar a la comunidad ante otras comunidades o ante las autoridades políticas. Las comunidades grandes llegaron a tener varios obispos, pero en el siglo II se impondrá el modelo de un único obispo cuando éste se convierta en jefe de la comunidad bajo la forma organizativa que se ha llamado «monarquía episcopal» (el obispo se situará por encima de la «asamblea», ekklesía). [78]

El cristianismo en el siglo II[editar]

El proceso «sacerdotalización» e institucionalización de las comunidades cristianas: el «episcopado monárquico»[editar]

Según Juan Antonio Estrada a lo largo del siglo II en las comunidades cristianas se produjo un proceso que él ha denominado de «sacralización, sacerdotalización y rejudaización» o de «institucionalización y eclesialización». «Se pasó de la comunidad a los ministros, se creó un clero y una jerarquía no sólo diferenciada de la comunidad sino, en la práctica, superior a ésta, y se acumularon privilegios y funciones en analogía al sacerdocio judío y pagano del Imperio... Perdió protagonismo la comunidad en su conjunto, y los laicos en particular, en favor de una creciente sacerdotalización de los ministerios, cada vez más influidos por los modelos del Antiguo Testamento y de las religiones del Imperio».[79]

Otros autores también se han referido a ese proceso de institucionalización y «eclesialización» destacando que se fue imponiendo el sistema organizativo de la «monarquía episcopal», así llamado por la concentración de todos los poderes (espirituales, económicos y jurídicos) en la figura del «obispo» (episkopos), lo que a su vez será determinante en el proceso de unificación de creencias y de ritos —el bautismo y la eucaristía, como fundamentales— a causa de los contactos, inicialmente epistolares, que mantendrán los obispos entre sí.[80][81]

El poder del obispo se situó por encima del de la «asamblea de creyentes» (ekklesía) al asumir «las funciones de censura y de guía doctrinal sobre las opiniones y predicaciones de los «presbíteros» de su iglesia» (que eran quienes dirigían el culto semanal y comentaban las sagradas escrituras).[82]​ Como ha señalado Ramón Teja, «frente a la variedad de instituciones que figuraban en las iglesias primitivas, presbíteros, diáconos, obispos, profetas, hombres carismáticos, etc. el siglo II vio la consolidación y generalización de la institución del episcopado monárquico. La figura del obispo se fue rodeando pronto de los atributos y características de los magistrados y altos funcionarios, estableciéndose como una jerarquía paralela a la civil. Ello trajo consigo la consolidación y profundización de la división entre clero y laicado que era ajena al cristianismo de los primeros tiempos».[83]

Para legitimar su autoridad se elaboraron listas, falsas en su mayoría, de sucesiones ininterrumpidas de obispos que enlazaban con alguno de «los doce» apóstoles (lo que algunas iglesias cristianas denominarán «sucesión apostólica» para legitimarse a sí mismas).[83]

Diversos escritos de finales del siglo I y primera mitad del siglo II reflejan este proceso de institucionalización y de jerarquización de las comunidades cristianas, como la Didaché o Doctrina de los doce apóstoles (que sirvió de modelo para los Cánones apostólicos), la carta de Clemente de Roma a los corintios («es el primer escrito que delimita las competencias de la jerarquía respecto de los laicos»), las cartas de Ignacio de Antioquía (famosas por su defensa de la autoridad de los obispos), la Epístola de Bernabé, los fragmentos de los escritos de Papías de Hierápolis y la epístola de Policarpo a los Filipenses.[84]

La fijación del canon bíblico: el «Nuevo Testamento» y el «Antiguo Testamento»[editar]

Los Evangelios de Marcos, de Mateo, de Lucas y de Juan, compuestos durante la segunda mitad del siglo I, no fueron los únicos que se escribieron porque las comunidades cristianas eran muy heterogéneas. «Precisamente porque Jesús no fundó ni determinó con detalle cómo debería ser la Iglesia, hubo un gran espacio para la creatividad de las comunidades y los redactores de los textos al establecer la identidad y las señales referenciales del cristianismo», ha afirmado Juan Antonio Estrada.[56]​ Diversos autores compusieron otros, «en parte originales, en parte copias unos de otros» y los pocos que se han conservado (en su inmensa mayoría sólo fragmentos) serán llamados evangelios apócrifos (del griego apokryphos, 'oculto', 'escondido') y no serán reconocidos por las Iglesias cristianas como inspirados por Dios (a diferencia de los que serán llamados canónicos: los de Marcos, Mateo, Lucas y Juan).[85][86]​ El primer evangelio «apócrifo» encontrado (en 1886) fue el Evangelio de Pedro (del que se ha conservado el fragmento dedicado a la Pasión de Cristo). Los escritos en arameo se consideran pertenecientes a la tradición judeocristiana («en ellos Jesús no era considerado hijo de Dios»), y no a la «helena» o «paulina» de la que proceden los que serían considerados como canónicos. Otros reflejan las ideas del gnosticismo cristiano.[87]​ De todos los apócrifos los más importantes son el Evangelio de los hebreos (del que solo se han conservado fragmentos dispersos del siglo III), el Evangelio de Tomás y el Evangelio de Felipe.[88]

Esta proliferación de escritos sobre la vida y la predicación de Jesús (y de sus discípulos directos: los «apóstoles») planteó el problema de cuáles eran auténticos y cuáles no. Así, a lo largo del siglo II las comunidades cristianas se dedicaron a la lenta y difícil tarea de establecer la lista de los escritos «revelados» aceptados por todas ellas.[83][89]​ Al final del siglo ya se había alcanzado un cierto consenso,[83]​ pero hasta el siglo IV (sínodo de Laodicea) no se estableció la lista canónica definitiva.[90]​ A los cuatro evangelios de Marcos, de Mateo, de Lucas y de Juan (declarados canónicos) se añadieron las catorce epístolas paulinas (las siete auténticas y las siete apócrifas), siete epístolas de otros (Santiago, Pedro, Juan y Judas), los Hechos de los Apóstoles (escrito por el evangelista Lucas) y el libro del Apocalipsis (atribuido al evangelista Juan).[91]​ Hay que advertir que el canon cristiano fue escrito y leído desde el principio en una multiplicidad de lenguas —en Occidente en latín, gracias a la traducción de Jerónimo conocida como la Vulgata; en Siria traducida al siriaco, la Peshitta; etc.—, por lo que carece de lengua sagrada, a diferencia de la Biblia judía, escrita en hebreo, o del Corán, escrito en árabe.[92]

Antes del establecimiento de la lista canónica definitiva ya se había difundido la idea de que los escritos cristianos constituían una nueva alianza (diathéke) con Dios (el llamado «Nuevo Testamento»), mientras que la Biblia (en su versión griega de la Septuaginta, que se diferenciaba de la Biblia hebrea en que incluía los libros deuterocanónicos) constituía la antigua alianza (el «Antiguo Testamento»).[93][nota 5]​ Se considera que fue el apologeta cristiano Tertuliano quien a principios del siglo III introdujo las expresiones vetus testamentum ('antiguo testamento') y novum testamentum ('nuevo Testamento').[94]

«Ortodoxia» y «herejía»[editar]

Como ha destacado Juan Antonio Estrada, «las comunidades no tenían homogeneidad doctrinal ni uniformidad organizativa, tampoco un órgano centralizado que impusiera su propia teología. De ahí la pluralidad de corrientes y escritos, así como la imprecisión inicial en la que se movían las fronteras entre ortodoxia y heterodoxia, iglesia y secta, pluralidad y cisma».[56]

Todo esto comenzó a cambiar con la consolidación a lo largo del siglo II del «monarquismo episcopal» como forma organizativa de las «iglesias» en las que el «obispo» se convierte en rector de las mismas y en máximo garante de la «ortodoxia» (del griego orthodoxía, 'la opinión correcta'). Esta «ortodoxia» fue contestada por algunos movimientos cuyas doctrinas acabarían siendo calificadas como «herejías» (del griego haíresis, 'elección'). «Una herejía era una opinión cristiana discrepante con la ortodoxia consensuada por los obispos. Ser hereje significaba hacer uso de la propia capacidad de decisión individual. Ser ortodoxo significaba renunciar a decidir por sí mismo para atenerse a lo que decidiera el obispo», ha afirmado Jesús Mosterín.[95][96]​ Las principales «herejías» del siglo II fueron el gnosticismo, el marcionismo y el montanismo.[97]

El gnosticismo, en realidad, «nunca fue un movimiento unitario ni organizado, sino una pluralidad de escuelas, sectas, maestros y pensadores... Muchos gnósticos, pero no todos, eran además cristianos».[98]​ Nacido al margen, y en parte antes, del cristianismo, el gnosticismo defendía la existencia de un conocimiento superior o gnosis que era el que proporcionaba la salvación. Gracias a este conocimiento superior, sólo al alcance de una minoría, el alma se liberaba del aprisionamiento a la que le tenía sometida la materia y se acercaba a la esfera de lo divino (pléroma). En ese proceso de liberación intervenía un ser mítico, el Salvador, que descendía al mundo y ascendía al Padre llevando consigo a todos aquellos que habían alcanzado la gnosis. Los gnósticos cristianos identificaban al Salvador con Cristo y rechazaban integrarse en la sociedad romana y adoptar una organización jerárquica.[99][100]​ Además muchos de ellos practicaban el ascetismo con el fin de alejarse de su propio cuerpo.[101]​ Algunos evangelios apócrifos reflejaron las ideas del gnosticismo cristiano, como el Evangelio de Tomás, que forma parte de los Manuscritos de Nag Hammadi hallados en 1945 cerca de esta localidad egipcia, y el Evangelio de Judas, también encontrado en el desierto egipcio y que fue dado a conocer por la National Geographic Society en 2006 (se ha especulado sobre su posible procedencia de la secta gnóstica de los setianos).[102]​ Los más destacados gnósticos cristianos, o que al menos aludían en ocasiones a Cristo, fueron Valentín, probable autor del Evangelio de la Verdad,[103]Basílides y Claudio Ptolomeo.[104]

En el marcionismo su líder Marción, que dio nombre al movimiento, se presentaba como el verdadero seguidor de Pablo por lo que sólo aceptaba como escrituras sagradas las cartas paulinas y el evangelio de Lucas, debidamente expurgado de todos los pasajes que enlazaban con la tradición judía, al considerarlo inspirado por aquél. Marción diferenciaba al Dios del Antiguo Testamento, un ser hostil responsable de los males del mundo, del Dios del Nuevo Testamento, el dios bueno revelado a los apóstoles que envió a su Hijo para salvar a todos los hombres del dios cruel del Antiguo Testamento. Así fue como fundó su propia Iglesia que conoció una rápida y enorme expansión.[105][106]​ Sobreviviría hasta el siglo IV.[107]

Una segunda «herejía» del siglo II fue el montanismo que predicaba la inminente llegada de la parusía que tendría lugar en Frigia, la región natal de Montano, el líder del movimiento. Para que los creyentes estuvieran preparados para esta segunda venida de Jesús debían abstenerse de todos los placeres carnales y mundanos y practicar un rígido ascetismo.[108]​ Montano anunció el comienzo de una nueva era en la Iglesia, la «Era del Espíritu», que dijo que le había sido anunciada directamente por el Espíritu Santo. El apologeta Tertuliano acabaría adhiriéndose al movimiento, aunque finalmente lo abandonó para fundar su propia secta.[109]

Como efecto paradójico las «herejías» reforzaron la figura de los obispos. «Se fue imponiendo la idea de que sólo la unión con el obispo, que se consideraba la garantía de transmisión de las creencias y prácticas tradicionales, podía proporcionar un criterio seguro para distinguir la enseñanza verdadera de la falsa», ha indicado Ramón Teja.[110]​ Y hacia finales del siglo II los obispos de las ciudades más importantes, como Alejandría, Antioquía o Roma extendieron su autoridad a los obispos de su región, dándose el caso de Alejandría en el que su obispo nombraba a los obispos de toda la provincia romana de Egipto, «que le quedaban completamente subordinados, lo que confirió una gran cohesión administrativa y doctrinal a las iglesias de esa zona».[111]

La difusión del sentimiento anticristiano y la apologética cristiana[editar]

En muchas ciudades del Imperio se fue extendiendo un sentimiento popular anticristiano. Según Ramón Teja, «en cierta medida fue una versión nueva del antijudaísmo agravada por el radicalismo con que los cristianos rechazaban a los demás dioses y religiones».[112]​ La acusación más extendida lanzada contra ellos fue la de «ateísmo», es decir, la de despreciar los cultos tradicionales romanos, a la que se unían los bulos y rumores que circulaban sobre las supuestas depravaciones que llevaban a cabo durante sus ritos (secretos y nocturnos) en los que participaban hombres y mujeres de forma indiscriminada.[113][114]​ El historiador romano Tácito escribió a principios del siglo II que los cristianos eran «aborrecidos por su ignominia», que su secta era una «execrable superstición» y los acusó de «odio al género humano». Por la misma época Suetonio los calificó como «secta de gentes que seguían una superstición reciente y maléfica».[115]​ El apologista cristiano Tertuliano ironizó sobre la mala fama de los cristianos a los que la gente le atribuía todos los males: «Si el río Tíber se desborda o si el río Tíber no lleva suficiente agua para regar los campos, si el cielo no se mueve o si lo hace la tierra, si hay hambruna o si hay plaga, la gente grita inmediatamente: "¡los cristianos a los leones!"».[94]

El cristianismo también fue criticado por diversos pensadores, que solían retratar a los cristianos como fanáticos ignorantes e intolerantes ansiosos por llegar al martirio.[116]​ El escritor Luciano de Samósata en su obra satírica Sobre la muerte de Peregrino los retrataba así:[116]

Los desgraciados están convencidos de que serán inmortales y de que vivirán siglos sin fin, y en consecuencia desprecian la muerte, e incluso los más se entregan ellos mismos voluntariamente a la muerte. Además, su primer legislador los convenció de que todos ellos eran hermanos, una vez que se han apartado de los dioses griegos y han renegado de ellos, y adoran a aquel sofista suyo crucificado y viven conforme a sus leyes. Desprecian por igual todos los bienes, y los consideran propiedad colectiva, y aceptan estos preceptos sin ningún testimonio probado. Si se presenta, pues, ante ellos, algún pícaro embaucador..., se hace rico sin tardar, mofándose de estas sencillas gentes.

Mayor profundidad tuvo la crítica del filósofo platónico Celso que en 170 escribió un libro sobre la secta cristiana que sería refutado por Orígenes en el siglo siguiente. En uno de sus pasajes describía cómo eran reclutados sus creyentes entre la gente más inculta:[117]

Bien a las claras manifiestan que no quieren ni pueden persuadir más que a necios, plebeyos y estúpidos, a esclavos, mujerzuelas y chiquillos.

Estas críticas fueron respondidas por autores cristianos constituyendo la que se conoce como apologética cristiana (del griego apología, 'defensa'). Estos apologetas «también fueron los primeros e incipientes teólogos, pues, en el intento de defender la doctrina cristiana, se vieron obligados a precisarla y fijarla, aunque fuera a su manera, ya que aún no había una ortodoxia eclesiásticamente definida».[118]​ Destacaron los apologetas griegos, buenos conocedores de la filosofía griega, que para rebatir los argumentos de sus oponentes recurrieron a sus mismos instrumentos filosóficos y retóricos. Los primeros fueron los atenienses Cuadrato y Arístides, seguidos de Justino (que fue martirizado) y su discípulo Taciano, a los que hay que sumar Clemente de Alejandría y, en Occidente, Ireneo de Lyon e Hipólito de Roma. Todos escribieron en griego. Sólo al final del siglo II aparecen apologistas de lengua latina, como Tertuliano y Minucio Félix.[119][108]​ El objetivo de todos ellos fue presentar a los cristianos como ciudadanos normales respetuosos con el régimen imperial y al cristianismo como una religión compatible con la sociedad grecorromana.[110]

Justino (c. 100-165), quien antes de convertirse recibió una esmerada educación y una sólida formación filosófica, recurrió a nociones del estoicismo para defender filosóficamente el monoteísmo cristiano. Ireneo de Lyon (c. 130-202), educado en Esmirna, se ocupó de refutar el gnosticismo en su obra Contra las herejías (Katà airéseon). Hipólito de Roma (170-235), tal vez el más prolífico de los apologetas cristianos, también criticó el gnosticismo en su obra más famosa Refutación de todas las herejías (Katà pasôn hairéseon élenkhos), en la que también afirmó que el origen de las «herejías» había que buscarlo en la influencia de la filosofía griega.[nota 6]​ Por su parte Clemente de Alejandría (c. 150-215), gran impulsor de la Escuela catequística de Alejandría y maestro de Orígenes, está considerado como el primer teólogo cristiano en sentido estricto (también se ocupó en refutar el gnosticismo). A diferencia de Hipólito de Roma, Clemente consideró a la filosofía griega como una propedéutica de la verdad cristiana —según Clemente, el cristiano podía llegar a conocer el logos con la ayuda de la filosofía, alcanzando así un estadio superior al de la fe común (pístis)—.[120]

El cristianismo en el siglo III y principios del siglo IV[editar]

Según Ramón Teja, «con los instrumentos de una rígida organización jerárquica, con el obispo a la cabeza y el Canon de escritos aceptados por todos como autoridad en materia doctrinal, a finales del siglo II el cristianismo está ya plenamente consolidado en forma de Iglesia, amplía su expansión geográfica y acoge en su seno a personas de todos los grupos y clases sociales. De simple secta religiosa desgajada del judaísmo ha pasado a ser una Iglesia de carácter universalista. Como indica el autor anónimo de la Epístola a Diogneto, obra preciosa de finales del siglo II, los cristianos constituyen ya en el mundo una nación nueva, aunque continúa la hostilidad popular y el recelo de la autoridades políticas».[121]

En el siglo III el Imperio romano vivió una grave crisis económica, política, militar y cultural. Según Teja, se produjo «el hundimiento de la escala de valores en que se basaba la cultura greco-romana» lo que proporcionó «un ambiente favorable a la difusión de nuevas religiones, que prometen, frente a los males de este mundo, una salvación y una vida feliz ultraterrena. El cristianismo se va convirtiendo así en una religión de masas y en muchas ciudades orientales comienza a ser mayoritaria».[122]​ No se tienen datos sobre el número de cristianos en el Imperio romano pero se calcula que a finales del siglo constituirían entre un 5 % y un 10 %, todavía una minoría, pero un porcentaje que podría dar la medida de la notable expansión del cristianismo.[123]

La actitud del Imperio romano hacia los cristianos: las persecuciones[editar]

La imagen tradicional de la hostilidad de las autoridades del Imperio romano hacia los cristianos desde sus inicios no se corresponde con la realidad.[124][125]​ El cristianismo era considerado «una más de las religiones mistéricas procedentes del Oriente que prometían la salvación personal» y, aunque sus cultos eran vistos como bárbaros y absurdos, eran toleradas mientras no alteraran el orden público.[126]​ De hecho, hasta mediados del siglo III no tuvo lugar la primera persecución generalizada. La persecución de Nerón del año 64 fue un hecho aislado motivado por la decisión del emperador de culpar a los cristianos del Gran incendio de Roma.[112][127]​ Fue la primera vez en que las autoridades romanas distinguían a los cristianos de los judíos.[117]​ Posteriormente, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo II, hubo actuaciones puntuales de algunas autoridades provinciales y locales que respondían a las denuncias presentadas contra los cristianos, movidas por el creciente sentimiento popular anticristiano que se fue extendiendo en muchas ciudades del Imperio y que en alguna ocasión dio lugar a estallidos de violencia como en Lyón, Cartago o Alejandría.[113][128]​ Por otro lado, se considera exagerado el número de mártires de los dos primeros siglos que la tradición cristiana recogió en las Actas de los mártires.[129]

A principios del siglo II el emperador Trajano tuvo que ocuparse de los cristianos al ser preguntado por el gobernador de Bitinia y Ponto Plinio el Joven sobre cómo debía tratarlos tras comprobar su «locura, pertinacia y obstinación inflexible». Trajano le respondió que solo debía castigarlos si había denuncias escritas y firmadas contra ellos y no actuar ni de oficio ni por denuncias anónimas («pues es cosa de pésimo ejemplo e impropia de nuestro tiempo») y además abría la posibilidad de perdonar, «en gracia a su arrepentimiento», «a quien negare ser cristiano y lo ponga de manifiesto por obra, es decir, rindiendo culto a nuestros dioses, por más que ofrezca sospechas por lo pasado».[130]

Al parecer, el primer emperador que consideró a los cristianos como una amenaza a su autoridad fue Septimio Severo, lo que explicaría que en 202 promulgara un decreto para frenar el proselitismo cristiano (y judío). En aplicación del mismo muchos centros de culto y escuelas cristianas fueron cerradas y se produjo un incremento del número de mártires, sobre todo en Oriente y en el norte de África. Sin embargo, los sucesores de Septimio Severo se mostraron tolerantes e incluso uno de ellos, Filipo el Árabe (244-249), fue abiertamente filocristiano (si es que no llegó a convertirse).[122]

La situación cambió radicalmente con el emperador Decio, el inmediato sucesor de Filipo el Árabe. En 250 decretó la primera persecución generalizada de los cristianos —los culpó de causar la peste con su ritos de magia negra[131]​, a la que siguió la decretada por Valeriano en 257 dirigida específicamente al clero cristiano. En ambos casos se trató de obligar a los cristianos a cumplir con los rituales públicos del culto al emperador y del culto a los dioses romanos tradicionales. Fueron muchos los cristianos que se negaron y sufrieron por ello el martirio, aunque fueron muchos más los que cedieron. Le siguió una nueva etapa de tolerancia religiosa durante la cual se produjo una división en el seno de las comunidades cristianas sobre la cuestión de si debían volver a ser admitidos en su seno a aquellos que habían apostasiado (lapsi) aunque lo hubieran hecho solo para salvar sus vidas y hubieran mantenido su fe.[132][133]​ El conflicto más agudo se planteó en la provincia del África proconsular, dando lugar al donatismo, que sería declarado «herético» y cuyo antecedente más inmediato fue el novacianismo.[134]

A principios del siglo IV tuvo lugar la «Gran Persecución» ordenada por el emperador Diocleciano en 303 agravada en sucesivos decretos. Fue la persecución más cruenta y duradera que sufrieron los cristianos durante el Imperio romano y se enmarca en la política de este emperador de reestructurar y consolidar las bases políticas del Imperio mediante el sistema de la Tetrarquía —poniendo fin a los turbulentos años de la Anarquía militar (235-284)— y que estuvo acompañada de un intento de restauración del culto tradicional romano. Tras la abdicación de Diocleciano en 305 la persecución se suavizó en Occidente bajo el reinado de Constancio Cloro pero continuó en Oriente bajo Galerio, hasta que este en 311, en su lecho de muerte, promulgó un edicto de tolerancia que acabó con la persecución.[135][136]​ Sería confirmado por el «Edicto de Milán» de 313.[137]​ Finalmente la conversión al cristianismo en 312 del emperador Constantino el Grande, hijo de Constancio Cloro, «cambió completamente el rumbo de la historia de Roma y del cristianismo». Con él el cristianismo pasó a ser la religión protegida por el Estado hasta que bajo Teodosio (Edicto de Tesalónica de 380) se convirtió en la religión oficial del Imperio romano.[138][139]

La apologética cristiana: Tertuliano y Orígenes[editar]

Tertuliano y Orígenes están considerados como los más importantes apologetas cristianos del siglo III y probablemente de toda la Antigüedad.[140]​ Ambos se ocuparon del tema de la «trinidad»,[141]​ un término griego (triás) introducido por el apologeta Teófilo de Antioquía en 170 para referirse a la unión de las tres hipóstasis divinas (Dios Padre, el Logos (Dios Hijo) y la Sabiduraía divina). La única referencia evangélica a la «trinidad» se encuentra al final del Evangelio de Mateo: «Id y haced discípulos de todas las naciones y bautizados para consagrarlos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo». Sin embargo, Jesús Mosterín sostiene que «se trata de algo burdamente añadido en las revisiones posteriores del texto» porque «en la predicación de Jesús no aparece otra idea de Dios distinta de la judía tradicional» que «siempre ha mantenido la unicidad de Dios» (en el Deuteronomio se dice: «Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es solamente uno»).[142]

Tertuliano (155-230) se convirtió al cristianismo a una edad muy avanzada, a los cuarenta y cuatro años, y fue presbítero de la iglesias de Cartago, aunque la acabaría abandonando al considerarla poco acorde con su concepción rigorista del cristianismo para finalmente derivar hacia el montanismo (aunque finalmente también se apartó de él para fundar su propia secta).[140]​ Tertuliano rechazaba de plano la filosofía porque consideraba que «todas las herejías en último término tienen su origen» en ella. «Es el miserable Aristóteles el que les ha instruido en la dialéctica... siempre dispuesta a reexaminarlo todo, porque jamás admite que algo esté suficientemente probado. [...] Quédese para Atenas esta sabiduría humana y adulteradora de la verdad... No tenemos necesidad de curiosear, una vez vino Jesucristo, ni hemos de investigar después del Evangelio. Creemos, y no deseamos nada más allá de la fe», escribió en De Praescriptione haereticorum.[143]​ Además criticó con extrema vehemencia los espectáculos romanos (las carreras de carros, los combates de gladiadores, las obras de teatro, las competiciones deportivas) porque derivaban en la idolatría y agitaban los ánimos (se regocija de que los comediantes, los atletas, los aurigas, los gladiadores, los autores de obras de teatro, etc. arderán todos ellos «en la oscuridad más profunda»).[144]

Tertuliano, considerado como el creador de la teología en latín, fue el primer autor que desarrolló la doctrina de la «trinidad» que se acabará imponiendo en el siglo siguiente aunque con alguna diferencia. Considera a Cristo el Logos de Dios y por tanto Dios, pero no lo sitúa exactamente al mismo nivel que el Padre porque no es coeterno, comenzó a existir solo cuando este lo engendró («Hubo un tiempo en el que ni el pecado existía frente a Él, ni tampoco el Hijo; el primero lo constituyó de Señor en Juez y el último en Padre», escribió en Adversus Hermogenem).[145]​ A pesar de estos matices Tertuliano sentó las bases de la doctrina trinitaria además de ser el primero en usar la palabra latina trinitas (trinidad). Para Tertuliano la «Trinidad» es la unión de tres personas distintas (el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo) en una única sustancia o esencia o entidad: tres pesonae, una substantia (en griego, tres hypostáseis, homooúsios). «Los tres son uno, por el hecho de que los tres proceden de uno, por unidad de esencia», escribió en Adversus Praxeam, una obra dedicada a refutar el modalismo, doctrina defendida por Práxeas que afirmaba que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo eran tres modos diferentes de presentarse Dios. Según Tertuliano, Dios es uno y trino a la vez. En cuanto al Hijo afirmó que en él había una sola persona, pero dos esencias o substancias: la divina y la humana.[146]

Orígenes (c. 185-254) nació en el seno de una familia cristiana (su padre murió mártir durante la persecución de 202, bajo el emperador Septimio Severo). Sucedió a su maestro Clemente al frente de la famosa Escuela catequística de Alejandría. Su profundo interés por la Biblia le llevó a editar la Hexapla, una edición en seis columnas paralelas del texto hebreo original acompañado de una transliteración al griego y de cuatro traducciones distintas a esa misma lengua, una de ellas la Septuaginta. Entre sus numerosísimas obras —escritas gracias a que pudo contar con un numeroso grupo de ayudantes, entre «taquígrafos», escribanos, correctores y copistas— se encuentra Sobre los primeros principios, considerada el primer tratado sistemático de teología cristiana (en griego), y la obra apologética Contra Celso (Katà Kélsou).[147]​ Fue expulsado de Alejandría acusado de «herejía», entre otras razones por defender que los demonios también se salvarían, encontrando refugio en Cesarea de Palestina, donde había sido ordenado presbítero por su obispo. A pesar de todas estas vicisitudes Orígenes siguió atrayendo discípulos y se convirtió en el «sabio más erudito y admirado de la cristiandad, el primer teólogo profesional», según Jesús Mosterín.[148]

Contrariamente a Tertuliano, Orígenes afirmó que el Hijo, y el Espíritu Santo, engendrados por el Padre, existían desde toda la eternidad, por lo que eran iguales, concepción de la Trinidad que sería la aceptada por la ortodoxia posterior establecida en el Concilio de Nicea de 325. También a diferencia de Tertuliano valorará positivamente las herramientas racionales que proporciona la filosofía para explicar el mensaje cristiano. En este sentido se ha afirmado que «la espiritualidad de Orígenes es intelectualista». Esto se refleja en su propuesta de cómo debía abordarse la «lectura» de la Biblia —consideró que debía ser interpretada alegóricamente, a partir de un cierto esfuerzo hermenéutico, para mostrar así el mensaje divino subyacente—. También en su concepción de que Dios es pura inteligencia y de que el alma es eterna, idea tomada de Platón —ya existía antes de nacer, unida a Dios, y seguirá existiendo después de morir, volviendo a unirse a Dios—. A diferencia de los gnósticos Orígenes no piensa que mundo material sea malo, sino un instrumento creado por Dios para ayudar a las almas caídas a limpiarse y acercarse de nuevo a Él.[149]​ «Esta grandiosa concepción de Orígenes, en la que un Dios que es el Bien mismo acaba salvando a todas sus criaturas, incluso a los demonios, no fue apreciada por los cristianos más fanáticos y mediocres, que en vida lo envolvieron en continuas controversias y tras su muerte trataron de quemar o destruir todas sus obras, cosa que desgraciadamente casi consiguieron», ha afirmado Jesús Mosterín.[150]

Orígenes, como otros muchos cristianos, se negó a cumplir el decreto del emperador Decio de 249 que obligaba a realizar un sacrificio a los dioses por la seguridad del Imperio. Fue encarcelado y cruelmente torturado, dejándolo inválido e incapacitado para cualquier actividad. Fue puesto en libertad lo que le privó de la condición de mártir. Sus últimos años de vida fueron una miserable, oscura y lenta agonía hasta que murió en 254. En el siglo VI el emperador bizantino Justiniano convocó el Segundo Concilio de Constantinopla que condenó todos sus escritos y se dio la orden de que fueran destruidos. «La ingente obra de Orígenes fue reducida a cenizas», ha señalado Mosterín.[151]

La «herejía» arriana[editar]

En la discusión sobre la «Trinidad» todos los participantes estaban de acuerdo en que tanto Dios Padre como Dios Hijo eran Dios. La discrepancia venía en torno a si ambos lo eran en el mismo sentido, constituyendo una misma sustancia (homooúsios), o lo eran solamente en un sentido meramente parecido, constituyendo sustancias semejantes (homoioúsios). El problema de fondo era resolver la cuestión de la naturaleza de Jesús/Cristo.[152]

Arrio, presbítero de Alejandría, predicó que el Hijo (el Logos) estaba subordinado al Padre en cuanto que era una creación de éste (no era, pues, eterno) y por tanto no eran de la misma sustancia (no eran homooúsios). En 318 se enfrentó dialécticamente con su obispo Alejandro de Alejandría que defendía la posición contraria. Este convocó un sínodo de obispos de Egipto que condeno a Arrio como hereje, lo que no impidió que su posición teológica (conocida como arrianismo) alcanzara una gran difusión.

Para intentar poner fin a la «disputa arriana» el emperador Constantino el Grande, convertido al cristianismo en 312, convocó el Concilio de Nicea (325), al que asistieron tanto Arrio como Alejandro, este último acompañado de su joven secretario Atanasio. El sínodo resultó tumultuoso —Arrio fue agredido por Nicolás de Mira— y finalmente la doctrina de Arrio fue condenada como herejía y se aprobó que el Padre y el Hijo eran de la misma sustancia (eran homooúsios). Constantino ordenó el destierro de Arrio y la quema y destrucción de sus libros, incluida su obra principal Thalía. Sin embargo, el arrianismo no desapareció y el propio Constantino reconsideró su postura —probablemente influido por el obispo Eusebio de Nicomedia, valedor del arrianismo— y rehabilitó a Arrio (y al mismo tiempo desterró a Atanasio, quien, como nuevo obispo de Alejandría tras la muerte de Alejandro, se había convertido en el principal impugnador de la doctrina arriana). Arrio murió de forma súbita y horrenda en 336, seguramente envenenado, cuando se dirigía a la ceremonia eclesiástica en que iba a ser readmitido en el seno de la Iglesia.[153]​ Atanasio, que recuperó el obispado de Alejandría tras la muerte de Constantino y de su hijo Constancio II (a quien Atanasio describió como el antecesor del Anticristo), extendió la doctrina trinitaria ortodoxa al Espíritu Santo (que también sería homooúsios con el Padre y el Hijo) y logró que se aprobara en el Concilio de Constantinopla de 381, lo quedó expresado en el nuevo símbolo niceno-constantinopolitano.[154]

Inicios del monacato (en Oriente)[editar]

En la segunda mitad del siglo III algunos cristianos decidieron retirarse al desierto, que siempre había figurado en el imaginario colectivo como un lugar de purificación. En un momento en que no se podía alcanzar el martirio porque las persecuciones habían cesado, era una forma de estar «muertos para el mundo». Se llamaban anacoretas (del griego anakhoréo, 'retirarse') o eremitas (de éremos, 'desierto') o ascetas (de áskesis, 'entrenamiento') o monjes (de monakhós, 'solitario'). Se retiraban a un lugar apartado, tras haber abandonado su casa, su familia y sus actividades, para vivir en la pobreza y el celibato, entregados a la penitencia y a la oración. Lo hacían individualmente aislados unos de otros.[155]

La tentación de San Antonio (c. 1475) de Martin Schongauer (1448-1491).

El primer anacoreta famoso fue Antonio (251-356), nacido en el seno de una rica familia de Egipto. Tras escuchar un sermón que hablaba del pasaje del Evangelio en que se aconseja desprenderse de las riquezas y entregarlas a los pobres decidió retirarse primero a un cementerio y luego al desierto de Tebaida (instalándose en un sepulcro). La fama de santidad de Antonio atrajo a muchos admiradores por lo que acabó fundando una comunidad en el monte Colzim.[156]Atanasio de Alejandría escribió Vida de Antonio, una obra muy leída en la que relató su lucha contra los demonios[nota 7]​ que le tentaban o le atacaban (un tema reiteradamente representado en la iconografía cristiana posterior). Así describió Atanasio uno de los ataques de los demonios:[157]

El diablo se transformó en formas malignas. Por la noche hizo tal ruido, que todo el lugar parecía temblar. Los diablos rompieron las cuatro paredes del sepulcro; se colaron a través de los muros, transformándose en bestias y en serpientes. El sepulcro se llenó de imágenes de leones, de osos, de leopardos, de serpientes, de toros, de áspides, de escorpiones y de lobos. Cada fiera se comportaba según su carácter. [...] Todas las fieras gritaban con ira, cada una con su ruido. [...] Antonio gemía a causa de los dolores del cuerpo, pero su mente permanecía despierta.
Un ángel entrega la Regla a Pacomio, fresco del siglo XIV en un monasterio bizantino de Doldeni (Macedonia del Norte).

A principios del siglo IV algunos anacoretas decidieron agruparse en cenobios (del griego koinóbion, de koinós bíos, 'vida en común). El primero fue fundado por Pacomio (292-346) en Tabennisi, una isla del Nilo en el Alto Egipto. Para regular la vida en común, intentando combinar el trabajo manual con la oración, Pacomio escribió (en copto, su lengua) una regla que sería seguida por otras comunidades de anacoretas, por lo que se le considera el fundador del movimiento cenobítico. Su regla fue el primer reglamento del monacato cristiano y el precedente de las reglas de Basilio de Cesarea en Oriente y de Benito de Nursia en Occidente. A Pacomio lo llamaban en los cenobios que fundó abba ('padre'), de donde deriva la palaba «abad» con la que se designará al superior de un monasterio.[158]

Notas[editar]

  1. El nombre arameo Yeshúa se traduce al griego como Iesoûs, pronunciado Yesús y castellanizado como Jesús (Mosterín, 2010, pág. 13).
  2. Según los Evangelios de Marcos, Mateo y Lucas el ministerio de Jesús duró un año; tres, según el de Juan.
  3. Los judíos más fervientes de la época esperaban la llegada de un «rey» enviado por Dios que los liberara de la ocupación romana y estableciera la paz y la armonía en el mundo (Mosterín, 2010, pág. 12).
  4. La Primera epístola a los tesalonicenses, escrita hacia el año 50, es el escrito cristiano más antiguo que se ha conservado.
  5. En 1859 se descubrió el Codex Sinaiticus y se publicó el Codex Vaticanus. Ambos datan de la época del emperador Constantino el Grande (306-337) y cada uno contiene el canon del Nuevo Testamento entero, en griego, además de gran parte del Antiguo Testamento. Son los manuscritos más antiguos y más completos del Nuevo Testamento. Se ha destacado que el Codex Sinaticus contiene la Epístola de Bernabé y El Pastor de Hermas, lo que indica que el canon bíblico no estaba consolidado.
  6. Hipólito de Roma se enfrentó al obispo de Roma Calixto lo que se tradujo en la ruptura de la comunidad cristiana de Roma al ser proclamado también como obispo, por lo que durante un tiempo hubo dos en la ciudad. El motivo principal de la disputa fue el intento de Calixto de regular la situación de concubinato legal en que vivían muchas mujeres de la aristocracia senatorial, además de reconocer la facultad de las autoridades eclesiásticas de perdonar los pecados y readmitir a los pecadores en el seno de la comunidad, a lo que se opuso Hipólito (Teja, 1990, págs. 35-36).
  7. «En una época en la que la ciencia natural apenas existía y su influencia era mínima, la mayoría de las cosas que ocurrían se atribuían a la acción de los espíritus; las cosas buenas o agradables, como una curación o una victoria o una virtud, eran mediadas por espíritus buenos (los ángeles, para los cristianos); las malas o desagradables, como una enfermedad o una derrota o un pecado, se achacaban a los espíritus malos (los demonios, [para los cristianos]). [...] Los cristianos pensaban que los demonios son siempre malignos y constantemente asedian, seducen y atacan a los humanos, haciéndoles enfermar y pecar. [...] La teoría más extendida [entre los cristianos], procedente de la apocalíptica judía tardía, era que los demonios eran ángeles caídos. [...] Como escribe Lactancio, los demonios "producen enfermedades, sueños y locuras, para tener cada vez mas sujetos a los hombres mediante el terror"» (Mosterín, 2010, pág. 230; 233-235).

Referencias[editar]

  1. Teja, 1990, pp. 39-40. «La política de Constantino que no sólo privilegió a la Iglesia, sino que se apoyó en ella como instrumento para desarrollar sus proyectos políticos, determinó el futuro del cristianismo hasta nuestros días, hasta el punto de que se puede hablar de dos historias del cristianismo, antes y después de Constantino».
  2. a b Teja, 1990, p. 23.
  3. Mosterín, 2010, pp. 20-22. «Desde luego Jesús nunca pretendió salirse de la ortodoxia judía ni declarar abolida o caduca la Ley (la Torá), como más tarde haría Pablo de Tarso. [...] Dentro del judaísmo, Jesús predicaba en nombre de la gente humilde... y reclamaba una mayor atención al espíritu que a la letra de la Ley. [...] Denunciaba la arrogancia de los expertos intelectuales y letrados más preocupados de los detalles y los formalismos externos que de la bondad interior. En esto estaba básicamente de acuerdo con los fariseos, aunque Jesús no se tomaba tan en serio la casuística de la Ley... En lo que fundamentalmente Jesús se diferenciaba de los fariseos era en su mayor radicalismo, en sus connotaciones apocalípticas de raíz bautista y en su oposición a las autoridades y a las clases altas».
  4. Pérez Fernández, 2003, p. 71. «Jesús se entiende más plausiblemente en el contexto de los movimientos internos renovadores del judaísmo y sobre la base de la tradición bíblica profética, apocalíptica y sapiencial».
  5. Estrada, 2003, p. 126-127. «Jesús era un reformador judío, el profeta del reinado de Dios, tanto en sentido espacial (reino que se hace presente en Israel) como personal (señorío de Dios en la sociedad)... Jesús se inscribe dentro de un movimiento profético reformador, con tintes mesiánicos y apocalípticos, vinculado a Juan el Bautista y con una visión muy peculiar sobre el señorío de Dios sobre Israel. [...] Es decir, históricamente Jesús fue un reformador judío y no fundó ninguna nueva religión».
  6. Mosterín, 2010, pp. 28-30. «Cuando finalmente Jesús se decidió a subir a Jerusalén, su presencia y la de sus seguidores armados resultaban lo suficientemente conflictivas como para que las autoridades judías estuvieran asustadas, temiendo una alteración del orden público que provocara la represión romana. [...] Jesús había sido aclamado como rey davídico por sus seguidores en Jerusalén y había provocado altercados en el templo. Los romanos lo toleraban casi todo, excepto el desorden y la rebelión, que siempre reprimían con dureza».
  7. Teja, 1990, pp. 23-24. «La responsabilidad y las causas de la condena a muerte de Jesús no están claras por la deformación apologética del hecho que ofrecen las principales fuentes disponibles, los evangelios. Es evidente que la iniciativa de la acusación partió de las autoridades religiosas judías y que el trasfondo en que surgió ésta fue la agitada vida política de la Palestina de la época en que proliferaban los movimientos religiosos de tipo nacionalista y mesiánico. [...] En cualquier caso es evidente que la condena fue dictada por la autoridad romana, Poncio Pilato... No obstante, la tradición cristiana posterior intentará descargar de responsabilidad a Pilato y cargar las tintas en los judíos».
  8. Pérez Fernández, 2003, p. 110. «Sin duda ninguna en el proceso influyó la denuncia de la aristocracia jerosolimitana... En la instancia judía, antes de llegar a Pilato, a Jesús se le acusa de amenazar al templo, hacerse mesías y blasfemar. Los sacerdotes, y especialmente la aristocracia senatorial jerosolimitana, tenían que ser muy sensibles a toda actitud que pudiera entenderse como desacato a la santidad del templo... Las opiniones más radicales de Jesús ante la Ley podían caer también bajo la acusación de blasfemia».
  9. Mosterín, 2010, pp. 30-31. «Si Jesús hubiera sido acusado de un crimen religioso, habría sido entregado a la autoridad judía del Sanedrín. Si hubiera sido condenado a muerte por esta, habría sido ejecutado por lapidación (como Esteban o Jacobo luego) o ahorcado, o quemado, o decapitado. Pero los judíos no crucificaban. La crucifixión era la forma típica de ejecución infamante de los romanos. Que Jesús fuera crucificado es señal inequívoca de que sus jueces y ejecutores fueron romanos, y de que su crimen fue político: la rebelión. La acusación de proclamarse "rey de los judíos" era política no religiosa».
  10. Teja, 1990, pp. 23-24. «[La condena] fue ejecutada por soldados romanos y se realizó por el sistema de la crucifixión según práctica frecuente en la época para los acusados de sedición o alteración del orden público y que no tenían la condición de ciudadanos romanos».
  11. Pérez Fernández, 2003, p. 108; 110. «El poder romano intervino decisivamente, pues él tenía el ius gladii o la capacidad de ejecutar la pensa de muerte; además la crucifixión era castigo típico de Roma para los no ciudadanos romanos, summum supplicium en expresión de Cicerón... La ejecución ciertamente no fue llevada a cabo según la praxis judía, que preveía la lapidación. [...] El título de la cruz, "El Rey de los Judíos" indicaba la causa de su condena a ojos de los romanos y de algunos ambientes judíos... J. Fernández Ubiña ha mostrado convincentemente los indicios que podían mostrar a Jesús como un revolucionario peligroso y que, de hecho, decidieron la intervención expeditiva de la autoridad romana».
  12. Pérez Fernández, 2003, p. 98. «La enseñanza de Jesús estuvo centrada en el anuncio del reino (o reinado) de Dios. Esto es lo que dicen todas las fuentes evangélicas».
  13. Estrada, 2003, pp. 126-127. «El propósito de Jesús no era fundar una iglesia separada; por eso, su predicación se centró en Israel y tenía resistencia a trabajar con no hebreos. Buscaba reconstruir la sociedad para que Dios reinara en ella. [...] Pretendía renovar a Israel con el anuncio de la llegada cercana de Dios y respondía a las expectativas populares acerca de una restauración futura de Israel. Jesús y sus discípulos esperaban la pronta llegada de ese reinado de Dios. Es decir, defendían una "escatología" cercana y estaban convencidos de que ya se había iniciado la etapa final de la salvación, aunque ésta se prolongara en el futuro. Jesús era un profeta que anunciaba el final de los tiempos, la época mesiánica en que Dios cumpliría sus promesas».
  14. Mosterín, 2010, pp. 9-20.
  15. Pérez Fernández, 2003, p. 77. «Popularmente, sin duda, Jesús fue considerado como Mesías. Sin embargo, esto choca llamativamente con la actuación de Jesús, que en ningún momento se llama a sí mismo Mesías e incluso impone silencio a los que se lo llaman. [...] Cabe deducir, pues, que Jesús no se dejó arrastrar por el populismo mesiánico, aunque, trágicamente, tal populismo le llevó a la cruz».
  16. Estrada, 2003, pp. 126-127. «La comunidad inicial utilizaba el simbolismo de los doce apóstoles o discípulos. Éstos interesaban como número colectivo, no en cuanto a individuos concretos, cuyos nombres e identidad desconocemos. Entre ellos destacan algunos con mayor vinculación o cercanía a Jesús, como Simón (luego llamado Pedro) y Juan, Santiago y Andrés».
  17. Estrada, 2003, pp. 127; 129. «No se puede hablar en sentido estricto de una fundación de la Iglesia por parte de Jesús, mucho menos de un momento fundacional. Jesús no estableció un marco institucional para la futura Iglesia».
  18. Estrada, 2003, pp. 130-131. «Refleja la nueva interpretación que se hizo de Jesús y su obra a la luz de la resurrección. [...] Estos cambios produjeron una nueva religión, el cristianismo, diferente del monoteísmo judío...».
  19. Mosterín, 2010, pp. 32-35.
  20. Teja, 1990, p. 24.
  21. Estrada, 2003, p. 129-130.
  22. Mosterín, 2010, pp. 37-38.
  23. a b c Teja, 1990, p. 25.
  24. a b Estrada, 2003, p. 134.
  25. Mosterín, 2010, pp. 40-42. «A la espera del reino de Dios, algunos cristianos no solo dejaron de trabajar, sino también de practicar sexo, adoptando la castidad absoluta, para purificarse ante la llegada del reino».
  26. Mosterín, 2010, pp. 38-39. «El judaísmo palestino aceptaba sin problemas la facción hebrea de la secta judía cristiana, que practicaba la Ley y aceptaba el templo, pero no toleraba las tendencias renovadoras y centrífugas de los cristianos helenizantes».
  27. Mosterín, 2010, p. 36.
  28. a b c Teja, 1990, p. 26.
  29. Mosterín, 2010, pp. 36-37.
  30. Teja, 1990, pp. 26-27. «Los judeo-cristianos no participaron en el levantamiento y huyeron en masa a Transjordania. Allí continuaron sumidos en un profundo aislamiento, rotos la mayoría de los lazos con otras comunidades... Los judeo-cristianos quedaron al margen de la evolución que experimentó el cristianismo helenístico, que comienza a considerar la segunda venida de Cristo como algo lejano en el tiempo y se apresta ideológicamente para convivir con la sociedad del entorno en el ámbito político del Imperio romano».
  31. Estrada, 2003, pp. 137-139. «Los fariseos y los rabinos, el poder laico, asumieron el control de Israel, que se constituyó en torno a la Torah, con la "Escritura" como base de su identidad. La tradición oral fue el instrumento de control y de creación de una tradición, cuyo mayor logro es la pervivencia de la identidad judía a lo largo de dos mil años. [...] El cambio de una religión del templo a otra sólo del Libro, del gobierno sacerdotal al de los laicos (fariseos y rabinos), del culto sacrificial al monopolio de la sinagoga, transformó la identidad judía. Hubo una auténtica re-fundación del judaísmo, gracia a la cual logró sobrevivir en el Imperio romano».
  32. Mosterín, 2010, p. 37. «Mientras la comunidad jerosolimitana persistió (hasta la destrucción de la ciudad en 70), esta constituyó el centro neurálgico del cristianismo primitivo y frenó las tendencias paulinistas y helenizantes».
  33. Mosterín, 2010, pp. 39; 46. «Estos cristianos paulinistas helenizados acabaron por romper todas las amarras con el judaísmo y constituyeron una nueva religión llamada cristianismo».
  34. Estrada, 2003, pp. 139-140. «La destrucción del templo fue vista como el final de una época salvífica. A partir de ella se iniciaba otra en la que el cuerpo resucitado de Jesús sustituía al templo y su vida marcaba un nuevo modelo de culto y sacerdocio. La muerte de Jesús era el nuevo sacrificio que anulaba a los otros, siendo Jesús el nuevo sacerdote, que con su vida inauguraba una nueva forma de relación con Dios».
  35. Mosterín, 2010, pp. 13; 36; 43.
  36. Mosterín, 2010, p. 44. «En el mundo helenístico y judaico, la creencia en todo tipo de prodigios, incluidas las curaciones y resurrecciones milagrosas estaba bastante extendida. Los jesusitas como los fariseos, ya creían en la resurrección de los muertos antes de creer en la del fundador de su secta. Y la nueva creencia en la mesianidad de Jesús se encuadraba en el contexto de la apocalíptica judía de la época y no escandalizaba gran cosa en la sinagoga».
  37. Teja, 1990, p. 25. «[En Antioquía] se desarrolló pronto una interpretación de la figura de Jesús profundamente helenizada».
  38. Mosterín, 2010, p. 45-46.
  39. Mosterín, 2010, pp. 47-49.
  40. Mosterín, 2010, pp. 50-51. «Pablo actuó con independencia de la comunidad jesusita de Jerusalén, con la estuvo en constante polémica. Él subrayaba que solo dependía directamente de Dios, y no de los cristianos jerosolimitanos».
  41. Estrada, 2003, pp. 134-135.
  42. Mosterín, 2010, p. 36; 51-52.
  43. Estrada, 2003, p. 135.
  44. Mosterín, 2010, pp. 52-53; 55.
  45. Estrada, 2003, pp. 135-137.
  46. Mosterín, 2010, p. 54; 60-61; 69. «Con ello se ganó la oposición no solo de los judíos ortodoxos (saduceos o fariseos, sino incluso de la mayor parte de la comunidad cristiana madre, la de los jesusitas de Palestina y Jerusalén. [...] [Estos últimos] eran judíos piadosos, y consideraban obvio que los paganos y temerosos de Dios que se convirtieran a la secta judeocristiana debían aceptar todo el peso de la Torá. Pablo pensaba lo contrario: los gentiles podían ser admitidos en la secta cristiana con tal de que aceptasen el mensaje paulino de la mesianidad divina de Cristo, sin necesidad de tener que someterse al yugo de la Ley. [...] El judaísmo nunca insistió en la fe, sino en la praxis, en la acción, en el cumplimiento de la Torá en la conducta».
  47. Mosterín, 2010, pp. 56-57; 65; 67. «En sus cartas, Pablo hace muchas reflexiones y dice muchas cosas sobre el Cristo glorioso y trascendente, pero apenas habla del Jesús histórico. [...] [Pablo] vivía en la esperanza enfebrecida en la inminente vuelta del Cristo».
  48. Mosterín, 2010, p. 69-70.
  49. Mosterín, 2010, pp. 72-74.
  50. García, 2007, p. 298.
  51. García, 2007, p. 301-303. «Es más, la relación estrecha entre Antioquía con la comunidad de Jerusalén obliga a concluir que en ella no se profesó un cristianismo diferente al de la comunidad palestiniense».
  52. Teja, 1990, pp. 25-26. «Terminó por desarrollar una interpretación de Jesús profundamente influida por las religiones mistéricas que entonces proliferaban en el ámbito helenístico».
  53. Pérez Fernández, 2003, p. 75.
  54. Mosterín, 2010, p. 75-76. «Para los cristianos ya no tenía ventaja alguna la permanencia en la sinagoga, sino más bien al revés, así que las comunidades cristianas fueron separándose definitivamente del tronco judío, lo que resultó tanto más fácil cuanto que los jesusitas o cristianos hebraizantes de la primera hornada, que podrían haberse opuesto, habían sido exterminados o al menos dispersados por la represión romana en Palestina».
  55. Mosterín, 2010, pp. 55-56.
  56. a b c Estrada, 2003, p. 157.
  57. Mosterín, 2010, pp. 55-56; 76-77.
  58. Mosterín, 2010, pp. 77-78. «La versión de los evangelios que ha llegado hasta nosotros es el resultado de un proceso de escritura, recopilación, edición, expurgación e interpolación, que tuvo lugar entre los años 70 y 135, aproximadamente, dependiendo de los intereses doctrinales de los autores, recopiladores y editores».
  59. Mosterín, 2010, p. 93.
  60. Mosterín, 2010, p. 80-81.
  61. Pérez Fernández, 2003, p. 76; 83; 86.
  62. Mosterín, 2010, pp. 91-92. «La infancia del Jesús histórico no le interesa nada a Juan. El humilde galileo crucificado por los romanos como subversivo no le llama la atención. Lo que le interesa de verdad es la abstracción de origen gnóstico o filoniano del Logos, la palabra de Dios, la sabiduría de Dios, personificada y divinizada, tan eterna como Dios y tan Dios como Dios».
  63. Pérez Fernández, 2003, p. 88.
  64. Mosterín, 2010, pp. 81-82.
  65. a b Teja, 1990, pp. 28-29.
  66. Mosterín, 2010, p. 102-104.
  67. Mosterín, 2010, p. 103.
  68. Mosterín, 2010, p. 104.
  69. Estrada, 2003, p. 151. «Jamás se utilizó el concepto para designar a la jerarquía o los ministros, en contra del sentido actual, en el que la parte, la jerarquía, se identifica y apropia del todo, la Iglesia».
  70. Mosterín, 2010, pp. 131-132.
  71. Estrada, 2003, pp. 140-141.
  72. Estrada, 2003, p. 140.
  73. Estrada, 2003, pp. 140-141. «En una línea convergente con el judaísmo de la posguerra [es decir, posterior a la destrucción del Segundo Templo en el año 70] en lo referente a la ausencia de poder sacerdotal».
  74. Estrada, 2003, pp. 141-143. «[El sacerdocio] ya no consistía en una consagración ritual como la tradición judía, que segregaba a una casta sacerdotal y la separaba del pueblo, sino en una forma de vida solidaria con los demás, desde la que se entendió el mismo sacerdocio de Jesús [un laico que murió sin consagración alguna]. [...] Lo que los cristianos plantearon fue un estilo de vida, al que denominaron sacerdotal, que no se basaba en una consagración aparte, ni en la pertenencia a una colectividad segregada».
  75. Estrada, 2003, p. 149.
  76. Estrada, 2003, p. 143.
  77. Estrada, 2003, pp. 151-152. «Un cristianismo plural. En él no hay homogeneidad ni uniformidad, ni siquiera en cuestiones esenciales como las de las Escrituras, los ministerios o los sacramentos. Sólo se llegó a un consenso después de mucho tiempo y de no pocas tensiones entre las iglesias».
  78. Mosterín, 2010, pp. 132-133.
  79. Estrada, 2003, pp. 143-144. «Cuanto más se sacerdotalizaba a la jerarquía, más laica se volvía la comunidad. El dualismo de consagrados y profanos comenzó a equipararse con el de clero y laicos, las ideas de consagración, segregación y superioridad configuraron una nueva teología de los ministerios».
  80. Teja, 1990, p. 27-28. «Se fue configurando así una nueva concepción del cristianismo que se puede denominar eclesiástico por el afán de buscar unas instituciones estables para regular la vida de las comunidades, unos principios de fe claramente definidos y aceptables por todos y una moral en la que privan las buenas obras sobre la libre inspiración individual por parte del Espíritu. Frente al carisma predomina la disciplina».
  81. Mosterín, 2010, p. 133. «Si cada obispo garantizaba la unidad y la ortodoxia doctrinal de su comunidad, todavía quedaba el peligro de que obispos distintos interpretaran de modo opuesto la doctrina tradicional. Había necesidad de coordinarse y de unificar posturas, sobre todo frente a la competencia de los gnósticos y de las diversas herejías cristianas».
  82. Mosterín, 2010, p. 133. «Ante el peligro de disgregación doctrinal y de herejía... la comunión de los fieles con su obispo era la mejor garantía de ortodoxia. De hecho, las comunidades cristianas se convirtieron en pequeñas dictaduras episcopales».
  83. a b c d Teja, 1990, p. 34.
  84. Estrada, 2003, p. 158-159.
  85. Estrada, 2003, p. 158. «Se caracterizan por el fuerte influjo oriental, sobre todo gnóstico. Tienen un fuerte acento doctrinal y esotérico y recogen gran diversidad de fuentes, tradiciones y lugares. Muestran un cristianismo helenista, no romano, y muy sincretista».
  86. Mosterín, 2010, pp. 93-94.
  87. Mosterín, 2010, pp. 94-96.
  88. Estrada, 2003, p. 158. «Son muy interesantes como complemento y contrapunto a los evangelios canónicos».
  89. Estrada, 2003, p. 157. «Desde el último cuarto del siglo  comenzaron a establecerse criterios y pautas de orientación, una de cuyas concreciones fue el canon oficial del Nuevo Testamento».
  90. Mosterín, 2010, p. 98. «En los primeros siglos hubo bastantes variaciones y vacilaciones respecto a los escritos que merecerían entrar en el canon cristiano».
  91. Mosterín, 2010, p. 98-99.
  92. Mosterín, 2010, p. 100-101.
  93. Mosterín, 2010, p. 98.
  94. a b Mosterín, 2010, p. 138.
  95. Mosterín, 2010, pp. 133-134.
  96. Teja, 1990, pp. 34-35. «Aspiraban a despertar a unas comunidades que habían renunciado a los ideales primitivos y se habían acomodado a una fácil convivencia con la sociedad pagana».
  97. Mosterín, 2010, p. 134.
  98. Mosterín, 2010, p. 129. «Se extendió por el Imperio Romano, sobre todo en su parte oriental, y por el persa durante los dos o tres primeros siglos de nuestra era, coincidiendo con la expansión del cristianismo, con el que tuvo puntos de contacto y frecuentes polémicas».
  99. Teja, 1990, pp. 31-32.
  100. Mosterín, 2010, p. 130. «Una consecuencia cristológica de la maldad del cuerpo es que Cristo, un ser divino secundario, no puede tener cuerpo. Por eso varios gnósticos cristianos sostenían que Cristo careció de cuerpo real; su presunto cuerpo era una mera ilusión o apariencia. Esta doctrina de los docetistas (doketai, del vergo griego dokéo, parecer) no fue aceptada por los cristianos de la gran iglesia (es decir, los proto-ortodoxos). Otros gnósticos consideraban que había dos Cristos, uno enviado por el demiurgo (identificado con el Dios judío) y otro, un ser humano con cuerpo material, a través del cual hablaba el anterior».
  101. Mosterín, 2010, p. 130.
  102. Mosterín, 2010, pp. 95-96.
  103. Mosterín, 2010, p. 131. «Inicialmente pretendía ser cristiano, aunque luego se fue alejando hacia una cosmología muy distinta. Dios es espiritual, perfecto y trascendente. La totalidad de lo divino constituye la plenitud (pléroma). La plenitud incluye o produce diversos aspectos o emanaciones, los eones (aiones, edades o épocas), que además se producen en parejas masculino-femeninas, capaces de engendrar generaciones sucesivas».
  104. Mosterín, 2010, p. 131.
  105. Teja, 1990, p. 32.
  106. Mosterín, 2010, p. 96-97. «El Nuevo Testamento, así reducido al evangelio expurgado de Lucas y a las cartas de Pablo se constituiría en la nueva sagrada escritura de la secta cristiana marcionita».
  107. Mosterín, 2010, p. 97.
  108. a b Teja, 1990, pp. 32-33.
  109. Mosterín, 2010, p. 143.
  110. a b Teja, 1990, p. 33.
  111. Mosterín, 2010, p. 133.
  112. a b Teja, 1990, pp. 29-30.
  113. a b Teja, 1990, p. 30.
  114. Mosterín, 2010, p. 108. «De modo injustificado pero frecuente se les reprochaba que practicaban el canibalismo, que mataban a niños y se los comían en sus banquetes de iniciación, que veneraban la cabeza de un asno y que realizaban reuniones nocturnas promiscuas, que, tras apagar el candelero, se convertían en orgías sexuales a oscuras. (Acusaciones similares serían lanzadas por los cristianos contra los judíos en la Edad Media)».
  115. Mosterín, 2010, p. 107.
  116. a b Mosterín, 2010, p. 108.
  117. a b Mosterín, 2010, p. 109.
  118. Mosterín, 2010, pp. 134-135.
  119. Mosterín, 2010, p. 135.
  120. Mosterín, 2010, p. 135-137.
  121. Teja, 1990, pp. 34-35.
  122. a b Teja, 1990, p. 35.
  123. Mosterín, 2010, pp. 116-117.
  124. Teja, 1990, p. 29. «La historiografía tradicional ha tenido a presentar al cristianismo como una religión perseguida desde sus inicios por el poder político romano, haciendo de los primeros siglos la época de los mártires. Este planteamiento tiene pocos fundamentos históricos»
  125. Mosterín, 2010, p. 114. «En los tres siglos en que los cristianos vivieron bajo el Imperio pagano, sufrieron cuatro persecuciones generalizadas, que duraron dos años cada una: la de Decio en 250-252; la de Valeriano, en 258-260; la de Diocleciano, en 303-305, y la de Galerio, en 309-311. El resto del tiempo, gozaron de la pax romana».
  126. Mosterín, 2010, p. 106.
  127. Mosterín, 2010, p. 111.
  128. Teja, 1990, p. 33. «El número de mártires de esta época no fue tan grande como la tradición posterior quiso presentar».
  129. Mosterín, 2010, pp. 111-112.
  130. Mosterín, 2010, p. 113.
  131. Teja, 1990, p. 36.
  132. Mosterín, 2010, pp. 113-114.
  133. Mosterín, 2010, p. 114.
  134. Teja, 1990, pp. 37-38.
  135. Mosterín, 2010, p. 115-116.
  136. Mosterín, 2010, p. 116.
  137. Teja, 1990, p. 38-40. «El Concilio de Nicea [de 325] es el mejor símbolo del profundo cambio que en pocos años experimentó el cristianismo en el ámbito del Imperio Romano. De religión perseguida por el Estado hasta el 311, catorce años después se ve protegida y privilegiada por este mismo Estado, con un emperador que no duda en calificarse a sí mismo obispo y decimotercer apóstol. La política de Constantino que no sólo privilegió a la Iglesia, sino que se apoyó en ella como instrumento para desarrollar sus proyectos políticos, determinó el futuro del cristianismo hasta nuestros días, hasta el punto de que se puede hablar de dos historias del cristianismo, antes y después de Constantino».
  138. Mosterín, 2010, pp. 117-118; 124-126. «La presión desde arriba de Constantino y de sus sucesores [fue] la que condujo a la total y totalitaria expansión del cristianismo. [...] La persecución de los paganos y la imposición del cristianismo alcanzaron su punto culminante durante el reinado de Teodosio I, el último emperador conjunto de Oriente y Occidente».
  139. a b Mosterín, 2010, pp. 137-138; 143.
  140. Mosterín, 2010, p. 171. «Tertuliano y Orígenes fueron los principales precursores del trinitarismo, que cuajó definitivamente en la gran discusión entre Arrio y Atanasio, arrastrada más tarde a lo largo de los concilios».
  141. Mosterín, 2010, p. 154; 171. «La doctrina de la trinidad fue desde el principio objeto de escarnio, desprecio y rechazo por judíos, muslimes e incluso inicialmente por gran parte de los cristianos. De hecho, no tiene nada que ver con la tradición judía, ni con las enseñanzas de Jesús, ni con sentimiento religioso alguno. Es el resultado de la influencia mal digerida de las ideas filosóficas fantiasiosas que se habían extendido al amparo del gnosticismo y el neoplatonismo. [...] Los gnósticos egipcios, como Basílides y Valentín, desarrollaron las primeras ideas trinitarias, que influyeron en los teólogos alejandrinos cristianos, como Clemente y, sobre todo, Orígenes, a quien se deben las reflexiones más profundas y originales sobre el tema».
  142. Mosterín, 2010, p. 139.
  143. Mosterín, 2010, pp. 139-140.
  144. Mosterín, 2010, pp. 141-142.
  145. Mosterín, 2010, p. 142.
  146. Mosterín, 2010, pp. 143-146.
  147. Mosterín, 2010, pp. 145-146.
  148. Mosterín, 2010, pp. 146-148.
  149. Mosterín, 2010, p. 149.
  150. Mosterín, 2010, p. 150. «Muchos [escritos de Orígenes] se habían perdido ya, al dejar de ser copiados, pero los que quedaban fueron buscados por todos los rincones de la cristiandad y quemados... Solo queda el texto griego original del libro Contra Celso, la traducción latina de Sobre los principios (Perì arkhón) y algunos fragmentos, además de comentarios bíblicos y referencia inseguras en otros autores».
  151. Mosterín, 2010, pp. 169-170. «Obviamente, Jesús era un mero hombre, pero ¿qué era Cristo redentor?... Aun aceptando que Cristo es Dios, los teólogos no se ponían de acuerdo sobre la relación del Cristo divino, redentos y celeste con el Jesús Nazareno humano y terrestre. ¿Son dos personas independientes? ¿Son la misma persona divina que meramente se presentó bajo la apariencia corporal? ¿Son el Cristo Dios y Jesús de Nazaret dos personajes distintos o uno y el mismo?».
  152. Mosterín, 2010, pp. 171-173.
  153. Mosterín, 2010, p. 174-175. «Los arrianos, condenados por los concilios de Nicea y Constantinopla, fueron sañudamente perseguidos durante el siglo IV hasta su práctica desaparición, aunque pervivieron entre los godos y otros germanos cristianizados, como los lombardos [y los vándalos], hasta el siglo VII. Sus ideas reaparecieron en la Europa del siglo XVI, bajo el nombre de unitarismo».
  154. Mosterín, 2010, pp. 217-218.
  155. Mosterín, 2010, pp. 218-219; 235.
  156. Mosterín, 2010, pp. 235-236. «De todos modos, Antonio sabía cómo tratar a los demonios. Ante el signo de la cruz siempre retrocedían. En realidad los diablos eran impotentes ante Dios, que después de los combates a veces se aparecía a Antonio y lo confortaba».
  157. Mosterín, 2010, p. 219.

Bibliografía[editar]

  • Estrada, Juan Antonio (2003). «Las primeras comunidades cristianas». En Manuel Sotomayor; José Fernández Ubiña, eds. Historia del cristianismo I. El Mundo Antiguo. Madrid: Editoria Trotta. Universidad de Granada. pp. 123-187. ISBN 84-8164-633-4. 
  • García, José Miguel (2007). Los orígenes históricos del critianismo. Madrid: Ediciones Encuentro. ISBN 978-84-7490-837-4. 
  • Mosterín, Jesús (2010). Los cristianos. Historia del pensamiento. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 978-84-206-4979-5. 
  • Pérez Fernández, Miguel (2003). «Jesús de Galilea». En Manuel Sotomayor; José Fernández Ubiña, eds. Historia del cristianismo I. El Mundo Antiguo. Madrid: Trotta - Universidad de Granada. pp. 69-121. ISBN 84-8164-633-4. 
  • Teja, Ramón (1990). El cristianismo primitivo en la sociedad romana. Col. La Historia en sus textos. Madrid: Istmo. ISBN 84-7090-230-X. 

Prueba 7[editar]

Corrientes del arrianismo (siglo IV d. C.)
Nombre Carácter Definición doctrinal Principales representantes
Homoiousianos (o homeusianos) Moderados El Dios Hijo (el Logos) es de una substancia semejante (homoioúsios) al Padre Basilio de Ancira, Jorge de Laodicea Acercamiento a la posición de los nicenos que defienden que el Padre y el Hijo son de la misma substancia (homooúsios)
Homeos Moderados El Hijo es semejante (homoíos) al Padre, pero no en la substancia. Acacio de Cesarea, Ursacio de Singidunum, Valente de Mursa Posición intermedia entre los homoiousianos y los anomeos (o heterousianos). Contaron con el apoyo decisivo del emperador Constancio II.
Anomeos o Heterousianos Radicales El Hijo, en cuanto a la esencia, es completamente desigual (anomoios) del Padre.
(Subordinacionismo radical: el Hijo en posición de inferioridad respecto del Padre)
Aecio de Antioquía, Eunomio (eumoneísmo), Marcelo de Ancira, Foción de Sirmio.
Eusebio de Nicomedia (Subordinacionismo)
Llevan a su extremo las tesis de Arrio