Juan de Padilla

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Retrato de Juan de Padilla del siglo XVI.

Juan de Padilla (Toledo, 1490 - Villalar, Valladolid, 24 de abril de 1521). Hidalgo y revolucionario castellano, conocido por su participación en la Guerra de las Comunidades de Castilla.

Nació en el seno de una familia hidalga toledana. Muy joven (10 de noviembre de 1510), se acuerdan sus esponsales con María Pacheco, de la noble familia de los Mendoza (de rango superior al suyo; más tarde fueron nombrados grandes de España). En la fecha de su boda en Granada, el 18 de agosto de 1511, él tenía veinte años y María quince.

Al morir su padre (1518), le sucede en el cargo de capitán de la milicia de Toledo, a donde se traslada el matrimonio. Probablemente enojado porque el rey no le concedió un cargo al que creía tener derecho hereditario, y tal vez instigado por su mujer, se unió a los descontentos y se opuso a la concesión del Servicio que el rey pedía a las Cortes para financiar sus campañas en Europa (1520).

Antecedentes

Hay que tener en cuenta que Carlos había prometido a las Cortes Castellanas no otorgar cargos públicos a extranjeros ni destinar dinero de Castilla a otros territorios. Cuando consigue 400.000 ducados que se lleva a Fráncfort consiguiéndolos por el voto de delegados a los que las ciudades se lo habían prohibido, y deja como regente del reino a un extranjero, Adriano de Utrecht (futuro Papa Adriano VI, junto al golpe de estado dado al coronarse rey cuando su madre Juana I de Castilla era Reina Propietaria, prende la mecha en las ciudades castellanas traicionadas.

En apenas dos meses, Carlos había perdido por las malas el respeto que el regente, el Cardenal Cisneros había mantenido para él. Para los ciudadanos esto fue una provocación y el ambiente se calentó, ya que la población se sentía estafada tanto por sus representantes locales como por su rey. Después de tres años de reinado, las cosas no habían mejorado y el monarca parecía mas preocupado por su nuevo gran imperio que por los problemas de Castilla.

La revuelta

En junio de 1520,el levantamiento de la ciudadanía de Segovia es seguido por revueltas en Toledo, Salamanca, León, Burgos, Guadalajara y Zamora. La violencia de los ciudadanos es dirigida contra los recaudadores de impuestos, contra las autoridades locales y el poder real. Los procuradores de Zamora huyen, no se atreven a volver a la ciudad y sus cuerpos se queman. El pueblo de Burgos rompe los recipientes que sirven para calcular el impuesto del vino, ocupa fortalezas y la casa de ciertos notables, y obliga a las autoridades locales a huir. En Guadalajara, los procuradores son expulsados y sus casas reducidas a ruinas, y en Toledo se ocupa el Alcázar se expulsa al corregidor. Una vez expulsados los procuradores, la ciudadanía nombra a sus propios delegados no a los que decide el rey.

Pendón comunero.

Informado de la rebelión castellana, Carlos ordenó a su lugarteniente, Adriano de Utrecht, que tomase las medidas pertinentes. Adriano pensó que lo mejor sería dar un castigo ejemplar a Segovia, para que el resto de conjurados lo pensasen dos veces antes de seguir adelante. Ese movimiento habría que combinarlo con el control de Tordesillas, ciudad en la que vivía prisionera la reina. La lógica impulsaba a creer que lo primero que harían los comuneros sería ofrecer el trono a Juana, y así fue. Como la artillería se encontraba en Medina del Campo, envió al general Fonseca a recogerla, pero los medinenses se negaron, lo que ocasionó que los soldados de Fonseca prendiesen fuego a la ciudad. La preciada artillería, eso sí, se quedó donde estaba.

El saco de Medina extendió la rebelión por todo el valle del Duero, y sus ecos resonaron a lo largo y ancho de Castilla.

Desde abril de 1520, Padilla formaba parte activa en el levantamiento de las Comunidades en Toledo. A continuación, acude con las milicias toledanas en auxilio de Segovia para, junto a las milicias mandadas por Juan Bravo, regidor de Segovia, los hermanos Maldonado de Salamanca, los Guzmán de León y el obispo Antonio de Acuña de Zamora, combatir las fuerzas realistas mandadas por Rodrigo Ronquillo. El 29 de julio de 1520 se constituye en Ávila la Junta de Comuneros, siendo nombrado capitán general de las tropas comuneras. Como tal, participó en las entrevistas con la reina Juana, recluida en Tordesillas, de la que no se consiguió un apoyo explícito a su causa, pero les dijo: "Avisadme de todo y castigad a los malos, que en verdad os tengo mucha obligación". Los malos eran los flamencos, se entiende.

Adriano, que era extremadamente hábil –por algo llegó a ser Papa–, cambió su estrategia. En lugar de enfrentarse a tumba abierta con todo el reino, guerra que tenía perdida de antemano, optó por dividirlo. Se atrajo a los aristócratas y a ciertos comerciantes de la lana, y procuró arrimar a su causa alguna ciudad. Pero para esto el monarca tenía que hacer concesiones. Aceptó alguna de las demandas comuneras y nombró dos nobles castellanos para ejercer de virreyes, junto a Adriano.

Sirvió de revulsivo inmediato: Burgos, cabeza de Castilla, y la nobleza, que se había mantenido indecisa, se desvincularon de la Junta. Había sido una estratagema perfecta, digna de un cardenal.

Más tarde, las rivalidades entre los comuneros provocaron la sustitución de Padilla por Pedro Girón, ante lo cual, aquél regresa a Toledo. Cuando Girón deserta en diciembre al bando realista, Padilla regresa a Valladolid con un nuevo ejército toledano (31 de diciembre de 1520). Sus tropas toman Ampudia y Torrelobatón. Los nobles, que habían eludido la lucha directa, contemplaron atónitos cómo los comuneros se entregaban a una orgía de destrucción de sus propiedades. El movimiento comunero se había mutado en una revuelta antiseñorial, algo bastante habitual en aquella época, y llevó a los Grandes de España al bando del rey.

La derrota

Los Comuneros Padilla, Bravo y Maldonado en el Patíbulo. (Antonio Gisbert)

Los realistas reunieron dos ejércitos, el de Burgos y el de Tordesillas, y se lanzaron contra Torrelobatón. Padilla abandonó el castillo para refugiarse en Toro, pero no le dio tiempo a llegar: el 23 de abril el ejército real le alcanzó junto a Villalar. Fue una derrota sin contemplaciones. A las pocas horas, bajo una inclemente lluvia, el conde de Haro proclamaba la victoria sobre un campo sembrado de miles de cadáveres.

Juan de Padilla fue hecho prisionero y conducido a Villalar, donde fue decapitado al día siguiente (24 de abril de 1521). Con él fueron ajusticiados Juan Bravo, y Francisco Maldonado, los tres que se habían entrevistado con la reina y conseguido su apoyo. Juan Bravo pidió morir primero para no ver la muerte de su admirado Padilla, que, mirándole a los ojos, le contestó: "Señor Bravo, ayer era día de pelear como caballero. Hoy es día de morir como cristiano".

A diferencia de los restos de Bravo y de Maldonado, que fueron trasladados a Segovia y Salamanca, respectivamente, donde fueron sepultados, los de Padilla fueron trasladados "provisionalmente" al monasterio de La Mejorada (Olmedo) y nunca volvieron a Toledo, probablemente como venganza del rey ante la persistencia de la rebelión en Toledo, de la mano de María Pacheco.

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