Diferencia entre revisiones de «Guerra de la Triple Alianza»

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Existen varias teorías respecto de los detonantes de la guerra. En esencia, el [[revisionismo histórico en Argentina|revisionismo argentino]] y la visión tradicional paraguaya atribuyen un papel preponderante a los intereses del [[Imperio británico]].<ref>[http://www.paginadigital.com.ar/articulos/2005/2005prim/noticias/triple-alianza-020305.asp La guerra de la triple alianza contra el Paraguay aniquiló la única experiencia exitosa de desarrollo independiente] por [[Eduardo Galeano]], 03/03/2005.</ref><ref group="n.">En septiembre de 1864, el embajador Thornton envió a Londres un extenso informe confidencial, fechado en Asunción. Describía a Paraguay como Dante al infierno, pero ponía el acento donde correspondía: {{cita|«Los derechos de importación sobre casi todos los artículos son del 20 o 25 por ciento ''ad valorem''; pero como este valor se calcula sobre el precio corriente de los artículos, el derecho que se paga alcanza frecuentemente del 40 al 45 por ciento del precio de factura. Los derechos de exportación son del 10 al 20 por ciento sobre el valor...».}} En abril de 1865, el ''Standard'', diario inglés de Buenos Aires, celebraba ya la declaración de guerra de Argentina contra Paraguay, cuyo presidente «ha infringido todos los usos de las naciones civilizadas», y anunciaba que la espada del presidente argentino Mitre «llevará en su victoriosa carrera, además del peso de glorias pasadas, el impulso irresistible de la opinión pública en una causa justa». ''Pro Diversitas, La guerra contra el Paraguay'' por [[Eduardo Galeano]], 2005.</ref><ref group="n.">El cuadro histórico de la pre-guerra es complejo y fluido. Lo único claro está representado por la acción de los intereses británicos, coherentes y efectivos en todas partes, en una hora en que la crisis del mercado algodonero estadounidense hizo trabajar la inteligencia y la voluntad de Gran Bretaña.<br />La década de [[1860]] enmarca, llamativamente, en distintos centros productivos y en mercados de consumo del mundo la decidida presencia inglesa, no sólo diplomática, sino también bélica, sea en forma directa, sea por medio de instrumentos nativos.<br />El principio de la pluralidad de causas en la historia explica la mayoría de los hechos políticos y socio-económicos. Y en la pluralidad de causas de este proceso que nos ocupa —la guerra de la Triple Alianza— vamos a fijar nuestra atención sobre la guerra de [[Secesión estadounidense]]. Hacia 1840 las tierras de los Estados del Sur empiezan a perder fertilidad. El algodón agota pronto el suelo. Para conservarlo es necesario rotar los cultivos. Pero la mano de obra que allá lo trabaja es ignorante y los dueños de las plantaciones no ven mucho más allá que sus esclavos. Gran Bretaña y los Estados del Sur tienden estrechos lazos de colaboración. Aquélla brinda millones de libras para ayudar a los Estados algodoneros de Estados Unidos. A partir de 1850 la guerra de secesión parece inevitable. Cuando en 1860 Lincoln asume el poder y la emprende contra la esclavitud se abren las hostilidades. Inglaterra cuenta con la victoria de las tropas del Sur. Sus centros industriales quieren ver las plantaciones en manos amigas, como si fuera en sus propias manos. Los Estados algodoneros obtienen 165 millones de dólares de adelanto sobre el algodón. Pero las cosas no caminaron, pese a tanto dinero. En 1860 las plantaciones estadounidenses de algodón rendían 3.841.416 fardos (cada fardo equivalente a 226 [[kg]]). De ese total se exportaban a Europa 3.536.373 fardos.<br />Pero la guerra de Secesión será desastrosa para los algodoneros. En 1861 en Estados Unidos se recogieron 4 millones y medio de fardos. Y en 1864 la producción descendió a 300.000 fardos. En 1861 los Estados del Sur podían enviar 615.000 fardos a Lancaster —centro de los telares ingleses—; en 1864, solamente 23.000 fardos. La guerra comportó la ruina también para los distritos industriales ingleses. Consignemos que 250.000 obreros entraron en huelga, y otros 165.000 trabajaban sólo 4 horas por día. Hacia 1862 graves perturbaciones estallan en Europa: hay miseria en los centros algodoneros y las pérdidas en la bolsa resultan catastróficas. A Gran Bretaña sólo llegan 300.000 fardos de algodón, cuando Lancaster necesitaba 2 millones y medio; y Francia otro millón. Entonces Gran Bretaña entró a buscar mercados productores de algodón en cualquier parte del mundo. Desde luego, también en América del Sur. En ese crítico año de 1862, Inglaterra envió a la Confederación Argentina al Dr. Thomas J. Hutchinson, médico y geógrafo que debe hacerse cargo del consulado británico en Rosario. Pero no es éste, en verdad, el cargo fundamental: Hutchinson venía con la misión de buscar algodón salvaje en Santiago del Estero, y a canalizar el río Salado si fuera necesario, y plantar algodoneros en dicha región argentina. Efectivamente, el cónsul armó una expedición, con el apoyo del Banco Mauá de Rosario, instalado cinco años antes. El geógrafo británico estudió las posibilidades y redactó un informe. En él señalaba que la mano de obra resultaría barata; además los ingleses contarían con el entusiasta apoyo del caudillo y gobernador santiagueño, liberal, Antonino Taboada. Decía el informante: «Un novillo, zapallo, maíz y sandías, es mantención bastante para 50 hombres durante cinco días, y un animal vacuno no cuesta más que 10 pesos bolivianos, o sea 30 chelines», y esto otro: «El costo de los peones, como también los gastos y lentitud del transporte por carretas de bueyes, será por un largo tiempo un doble impedimento para que esta provincia sea una localidad algodonera». Se llegó a inaugurar el trabajo de la canalización del Salado, con la presencia de Taboada. Pero después, con el estudio de factibilidad, el proyecto se detuvo. El costo de la mano de obra santiagueña era muy alto comparado con los salarios de un obrero en Inglaterra. <br />El fracaso del proyecto santiagueño no desanimó al funcionario inglés. Los ingenieros británicos enviados para trabajar en la canalización no llegaron a ocuparse. Pero el Paraguay estaba cerca y ligado a la Confederación Argentina por los mismos ríos. Y ese país, por clima, suelo y áreas disponibles era una región óptima para el cultivo algodonero. Entonces, en 1863, los ojos de Inglaterra miraron al Paraguay. Claro que había una valla: el país hermano y vecino, gobernado a la sazón por el mariscal Francisco Solano López, no había abierto aún las puertas al liberalismo económico.<br />Este último estaba triunfante tanto en la Buenos Aires portuaria como en las provincias que respondían a Urquiza. El estanciero de San José y saladero de la costa uruguaya ya estaba enredado en la trama de los intereses comerciales y financieros, que iban del Barón de Mauá a la burguesía mercantil del Puerto, encabezada por José Gregorio Lezama, los Lezica, los Carranza, los Lanús, y los ricos caballeros británicos William Leslie y Tomás Armstrong. Urquiza vería sus productos pecuarios en el mercado de Londres, y estaba en esto dependiendo de los hombres del Puerto. El 2 de enero de 1863 don Justo iba a firmar un contrato con el Banco de Londres, Buenos Aires y Río de la Plata para la venta en mercado británico de lanas, cueros, sebo, ceniza y huesos. Dicho Banco le anticiparía a Urquiza, por la faena de 1863, la cantidad de 3.000 onzas de oro, equivalentes a 51.000 pesos fuertes. Don Justo vende sus productos al mercado inglés con la intermediación de portuarios eminentes. José Gregorio Lezama —futuro proveedor de los ejércitos mitristas de la Triple Alianza— es quien cubre al entrerriano las letras descubiertas en el Banco de Londres. Estos avales terminan dominándolo también políticamente en la hora de pronunciamientos. «La guerra de la Triple Alianza, sus causas» Por [[Fermín Chávez]].</ref> La visión alternativa pone el acento en la agresiva política del mariscal Solano López respecto de los asuntos rioplatenses.
Existen varias teorías respecto de los detonantes de la guerra. En esencia, el [[revisionismo histórico en Argentina|revisionismo argentino]] y la visión tradicional paraguaya atribuyen un papel preponderante a los intereses del [[Imperio británico]].<ref>[http://www.paginadigital.com.ar/articulos/2005/2005prim/noticias/triple-alianza-020305.asp La guerra de la triple alianza contra el Paraguay aniquiló la única experiencia exitosa de desarrollo independiente] por [[Eduardo Galeano]], 03/03/2005.</ref><ref group="n.">En septiembre de 1864, el embajador Thornton envió a Londres un extenso informe confidencial, fechado en Asunción. Describía a Paraguay como Dante al infierno, pero ponía el acento donde correspondía: {{cita|«Los derechos de importación sobre casi todos los artículos son del 20 o 25 por ciento ''ad valorem''; pero como este valor se calcula sobre el precio corriente de los artículos, el derecho que se paga alcanza frecuentemente del 40 al 45 por ciento del precio de factura. Los derechos de exportación son del 10 al 20 por ciento sobre el valor...».}} En abril de 1865, el ''Standard'', diario inglés de Buenos Aires, celebraba ya la declaración de guerra de Argentina contra Paraguay, cuyo presidente «ha infringido todos los usos de las naciones civilizadas», y anunciaba que la espada del presidente argentino Mitre «llevará en su victoriosa carrera, además del peso de glorias pasadas, el impulso irresistible de la opinión pública en una causa justa». ''Pro Diversitas, La guerra contra el Paraguay'' por [[Eduardo Galeano]], 2005.</ref><ref group="n.">El cuadro histórico de la pre-guerra es complejo y fluido. Lo único claro está representado por la acción de los intereses británicos, coherentes y efectivos en todas partes, en una hora en que la crisis del mercado algodonero estadounidense hizo trabajar la inteligencia y la voluntad de Gran Bretaña.<br />La década de [[1860]] enmarca, llamativamente, en distintos centros productivos y en mercados de consumo del mundo la decidida presencia inglesa, no sólo diplomática, sino también bélica, sea en forma directa, sea por medio de instrumentos nativos.<br />El principio de la pluralidad de causas en la historia explica la mayoría de los hechos políticos y socio-económicos. Y en la pluralidad de causas de este proceso que nos ocupa —la guerra de la Triple Alianza— vamos a fijar nuestra atención sobre la guerra de [[Secesión estadounidense]]. Hacia 1840 las tierras de los Estados del Sur empiezan a perder fertilidad. El algodón agota pronto el suelo. Para conservarlo es necesario rotar los cultivos. Pero la mano de obra que allá lo trabaja es ignorante y los dueños de las plantaciones no ven mucho más allá que sus esclavos. Gran Bretaña y los Estados del Sur tienden estrechos lazos de colaboración. Aquélla brinda millones de libras para ayudar a los Estados algodoneros de Estados Unidos. A partir de 1850 la guerra de secesión parece inevitable. Cuando en 1860 Lincoln asume el poder y la emprende contra la esclavitud se abren las hostilidades. Inglaterra cuenta con la victoria de las tropas del Sur. Sus centros industriales quieren ver las plantaciones en manos amigas, como si fuera en sus propias manos. Los Estados algodoneros obtienen 165 millones de dólares de adelanto sobre el algodón. Pero las cosas no caminaron, pese a tanto dinero. En 1860 las plantaciones estadounidenses de algodón rendían 3.841.416 fardos (cada fardo equivalente a 226 [[kg]]). De ese total se exportaban a Europa 3.536.373 fardos.<br />Pero la guerra de Secesión será desastrosa para los algodoneros. En 1861 en Estados Unidos se recogieron 4 millones y medio de fardos. Y en 1864 la producción descendió a 300.000 fardos. En 1861 los Estados del Sur podían enviar 615.000 fardos a Lancaster —centro de los telares ingleses—; en 1864, solamente 23.000 fardos. La guerra comportó la ruina también para los distritos industriales ingleses. Consignemos que 250.000 obreros entraron en huelga, y otros 165.000 trabajaban sólo 4 horas por día. Hacia 1862 graves perturbaciones estallan en Europa: hay miseria en los centros algodoneros y las pérdidas en la bolsa resultan catastróficas. A Gran Bretaña sólo llegan 300.000 fardos de algodón, cuando Lancaster necesitaba 2 millones y medio; y Francia otro millón. Entonces Gran Bretaña entró a buscar mercados productores de algodón en cualquier parte del mundo. Desde luego, también en América del Sur. En ese crítico año de 1862, Inglaterra envió a la Confederación Argentina al Dr. Thomas J. Hutchinson, médico y geógrafo que debe hacerse cargo del consulado británico en Rosario. Pero no es éste, en verdad, el cargo fundamental: Hutchinson venía con la misión de buscar algodón salvaje en Santiago del Estero, y a canalizar el río Salado si fuera necesario, y plantar algodoneros en dicha región argentina. Efectivamente, el cónsul armó una expedición, con el apoyo del Banco Mauá de Rosario, instalado cinco años antes. El geógrafo británico estudió las posibilidades y redactó un informe. En él señalaba que la mano de obra resultaría barata; además los ingleses contarían con el entusiasta apoyo del caudillo y gobernador santiagueño, liberal, Antonino Taboada. Decía el informante: «Un novillo, zapallo, maíz y sandías, es mantención bastante para 50 hombres durante cinco días, y un animal vacuno no cuesta más que 10 pesos bolivianos, o sea 30 chelines», y esto otro: «El costo de los peones, como también los gastos y lentitud del transporte por carretas de bueyes, será por un largo tiempo un doble impedimento para que esta provincia sea una localidad algodonera». Se llegó a inaugurar el trabajo de la canalización del Salado, con la presencia de Taboada. Pero después, con el estudio de factibilidad, el proyecto se detuvo. El costo de la mano de obra santiagueña era muy alto comparado con los salarios de un obrero en Inglaterra. <br />El fracaso del proyecto santiagueño no desanimó al funcionario inglés. Los ingenieros británicos enviados para trabajar en la canalización no llegaron a ocuparse. Pero el Paraguay estaba cerca y ligado a la Confederación Argentina por los mismos ríos. Y ese país, por clima, suelo y áreas disponibles era una región óptima para el cultivo algodonero. Entonces, en 1863, los ojos de Inglaterra miraron al Paraguay. Claro que había una valla: el país hermano y vecino, gobernado a la sazón por el mariscal Francisco Solano López, no había abierto aún las puertas al liberalismo económico.<br />Este último estaba triunfante tanto en la Buenos Aires portuaria como en las provincias que respondían a Urquiza. El estanciero de San José y saladero de la costa uruguaya ya estaba enredado en la trama de los intereses comerciales y financieros, que iban del Barón de Mauá a la burguesía mercantil del Puerto, encabezada por José Gregorio Lezama, los Lezica, los Carranza, los Lanús, y los ricos caballeros británicos William Leslie y Tomás Armstrong. Urquiza vería sus productos pecuarios en el mercado de Londres, y estaba en esto dependiendo de los hombres del Puerto. El 2 de enero de 1863 don Justo iba a firmar un contrato con el Banco de Londres, Buenos Aires y Río de la Plata para la venta en mercado británico de lanas, cueros, sebo, ceniza y huesos. Dicho Banco le anticiparía a Urquiza, por la faena de 1863, la cantidad de 3.000 onzas de oro, equivalentes a 51.000 pesos fuertes. Don Justo vende sus productos al mercado inglés con la intermediación de portuarios eminentes. José Gregorio Lezama —futuro proveedor de los ejércitos mitristas de la Triple Alianza— es quien cubre al entrerriano las letras descubiertas en el Banco de Londres. Estos avales terminan dominándolo también políticamente en la hora de pronunciamientos. «La guerra de la Triple Alianza, sus causas» Por [[Fermín Chávez]].</ref> La visión alternativa pone el acento en la agresiva política del mariscal Solano López respecto de los asuntos rioplatenses.


El vergonzoso Tratado de la Triple Alianza, que pacta la destrucción y repartija del Paraguay, se acuerda en Junio de 1864 en la Conferencia de Puntas del Rosario a instancias del diplomático británico Sir Edward Thornton. La suerte del Paraguay estaba echada casi un año antes de la firma “oficial” del Tratado y de que López “inicie” las hostilidades. El propio diplomático del Imperio del Brasil en ese entonces, José Antonio Saraiva, confesó en 1894 que la Triple Infamia: “no surgió después de la “agresión” paraguaya a la Argentina en abril del 65, sino en las Puntas del Rosario en Junio del 64”. Sus declaraciones dejan claro que “dichas alianzas empezaron el día en que el ministro argentino y el brasileño conferenciaron con Flores en las Puntas del Rosario (18 de Junio de 1864) y no el día en que Octaviano y yo, como Ministros del Estado, firmamos el pacto (1 de Mayo de 1865)"
El Tratado de la Triple Alianza, se acuerda en Junio de 1864 en la Conferencia de Puntas del Rosario a instancias del diplomático británico Sir Edward Thornton. La suerte del Paraguay estaba echada casi un año antes de la firma “oficial” del Tratado y de que López “inicie” las hostilidades. El propio diplomático del Imperio del Brasil en ese entonces, José Antonio Saraiva, confesó en 1894 que la Triple Infamia: “no surgió después de la “agresión” paraguaya a la Argentina en abril del 65, sino en las Puntas del Rosario en Junio del 64”. Sus declaraciones dejan claro que “dichas alianzas empezaron el día en que el ministro argentino y el brasileño conferenciaron con Flores en las Puntas del Rosario (18 de Junio de 1864) y no el día en que Octaviano y yo, como Ministros del Estado, firmamos el pacto (1 de Mayo de 1865)"


El conflicto se desencadenó a fines de [[1864]], cuando el mariscal [[Francisco Solano López]], presidente paraguayo, decidió acudir en ayuda del gobierno ejercido por el [[Partido Nacional (Uruguay)|Partido Blanco]] del [[Uruguay]], en guerra civil contra el [[Partido Colorado (Uruguay)|Partido Colorado]], apoyado éste militarmente por Brasil. López advirtió a los gobiernos de Brasil y la Argentina que consideraría cualquier agresión al Uruguay "como atentatorio del equilibrio de los Estados del Plata". No envió tropas directamente al Uruguay, pues se lo impedía la falta de fronteras comunes y la hostilidad de los gobiernos de Brasil y la Argentina. El gobierno oriental debió batirse solo contra las tropas de Flores, los 10.000 hombres de Mena Barreto, la escuadra de Tamandaré y el apoyo logístico del gobierno argentino, importante en municiones y explosivos, según probó Luis Alberto de Herrera en ''La culpa mitrista''.
El conflicto se desencadenó a fines de [[1864]], cuando el mariscal [[Francisco Solano López]], presidente paraguayo, decidió acudir en ayuda del gobierno ejercido por el [[Partido Nacional (Uruguay)|Partido Blanco]] del [[Uruguay]], en guerra civil contra el [[Partido Colorado (Uruguay)|Partido Colorado]], apoyado éste militarmente por Brasil. López advirtió a los gobiernos de Brasil y la Argentina que consideraría cualquier agresión al Uruguay "como atentatorio del equilibrio de los Estados del Plata". No envió tropas directamente al Uruguay, pues se lo impedía la falta de fronteras comunes y la hostilidad de los gobiernos de Brasil y la Argentina. El gobierno oriental debió batirse solo contra las tropas de Flores, los 10.000 hombres de Mena Barreto, la escuadra de Tamandaré y el apoyo logístico del gobierno argentino, importante en municiones y explosivos, según probó Luis Alberto de Herrera en ''La culpa mitrista''.

Revisión del 13:43 18 may 2011

Guerra de la Triple Alianza
Parte de Guerras Platinas

Mapa con fronteras actuales, que señala parte de los territorios en litigio y los sitios de las principales batallas.
Fecha 18641870
Lugar Territorio entre los ríos Paraná, Paraguay y Uruguay.[1]
Casus belli Invasión brasileña al Estado Oriental del Uruguay, bombardeo colorado y brasileño a Paysandú, captura paraguaya del buque brasileño Marquês de Olinda y toma de la ciudad argentina de Corrientes por parte de tropas paraguayas.
Conflicto Disputa hegemónica por la supremacía en la cuenca del Plata
Resultado Triunfo aliado (Argentina, Brasil y Uruguay) y tratados de paz y límites favorables al Brasil y a la Argentina. Derrota devastadora del Paraguay, que perdió gran parte de su población.
Beligerantes
Bandera de Paraguay República del Paraguay Imperio del Brasil
Bandera de Argentina República Argentina
Bandera de Uruguay Estado Oriental del Uruguay
Comandantes
Bandera de Paraguay Francisco Solano López Bandera de Argentina Bartolomé Mitre
Duque de Caxias
Bandera de Uruguay Venancio Flores
Fuerzas en combate
Ejército de Paraguay
Armada Paraguaya 150.000
Ejército Argentino
Armada Argentina 30.000

Ejército de Brasil
Marina de Brasil 200.000

Fuerzas Armadas del Uruguay 9.000
Bajas
aprox. 300.000-350.000
entre militares y civiles
50.000-200.000 aprox.
Bandera de Argentina 10.000-50.000 aprox.
Bandera de Uruguay 5.000-10.000 aprox.
entre militares y civiles

La Guerra de la Triple Alianza o Guerra del Paraguay (principalmente usado en el siglo XIX por los uruguayos y argentinos), llamada por los paraguayos Guerra Grande y por los brasileños Guerra do Paraguai, fue el conflicto militar en la cual la Triple Alianza —una coalición formada por Brasil, Uruguay[n. 1]​ y Argentina[n. 2]​— luchó militarmente contra el Paraguay.

Existen varias teorías respecto de los detonantes de la guerra. En esencia, el revisionismo argentino y la visión tradicional paraguaya atribuyen un papel preponderante a los intereses del Imperio británico.[2][n. 3][n. 4]​ La visión alternativa pone el acento en la agresiva política del mariscal Solano López respecto de los asuntos rioplatenses.

El Tratado de la Triple Alianza, se acuerda en Junio de 1864 en la Conferencia de Puntas del Rosario a instancias del diplomático británico Sir Edward Thornton. La suerte del Paraguay estaba echada casi un año antes de la firma “oficial” del Tratado y de que López “inicie” las hostilidades. El propio diplomático del Imperio del Brasil en ese entonces, José Antonio Saraiva, confesó en 1894 que la Triple Infamia: “no surgió después de la “agresión” paraguaya a la Argentina en abril del 65, sino en las Puntas del Rosario en Junio del 64”. Sus declaraciones dejan claro que “dichas alianzas empezaron el día en que el ministro argentino y el brasileño conferenciaron con Flores en las Puntas del Rosario (18 de Junio de 1864) y no el día en que Octaviano y yo, como Ministros del Estado, firmamos el pacto (1 de Mayo de 1865)"

El conflicto se desencadenó a fines de 1864, cuando el mariscal Francisco Solano López, presidente paraguayo, decidió acudir en ayuda del gobierno ejercido por el Partido Blanco del Uruguay, en guerra civil contra el Partido Colorado, apoyado éste militarmente por Brasil. López advirtió a los gobiernos de Brasil y la Argentina que consideraría cualquier agresión al Uruguay "como atentatorio del equilibrio de los Estados del Plata". No envió tropas directamente al Uruguay, pues se lo impedía la falta de fronteras comunes y la hostilidad de los gobiernos de Brasil y la Argentina. El gobierno oriental debió batirse solo contra las tropas de Flores, los 10.000 hombres de Mena Barreto, la escuadra de Tamandaré y el apoyo logístico del gobierno argentino, importante en municiones y explosivos, según probó Luis Alberto de Herrera en La culpa mitrista.

El 12 de noviembre de 1864, López se apoderó del buque mercante brasileño "Marqués de Olinda" en el puerto de Asunción y encarcelado el gobernador de la provincia brasileña de Mato Grosso, que se encontraba a bordo, en represalia a la penetracion de las tropas brasileñas al mando del General Mena Barreto en territorio uruguayo el 12 de octubre del mismo año.

La primera etapa de la guerra consistió en la exitosa invasión del Mato Grosso por fuerzas paraguayas en diciembre de 1864 donde tomó y saqueó la ciudad de Corumbá y tomó posesión de la provincia y sus minas de diamantes.

A continuación, Solano López solicitó autorización al presidente argentino Bartolomé Mitre para que sus tropas atravesaran la provincia de Corrientes rumbo al Uruguay. Mitre negó tal permiso, puesto que permitir que tropas beligerantes atravesaran por su territorio hubiese constituido un abandono de la posición hasta entonces públicamente neutral de la Argentina, y porque simpatizaba con el Partido Colorado del Uruguay. En respuesta, tropas paraguayas ocuparon la Ciudad de Corrientes, en abril de 1865, lo cual forzó a la Argentina a entrar en la guerra, aliada con Brasil. A partir de ese momento ya puede hablarse de «Guerra de la Triple Alianza».

Fuera de Buenos Aires, la entrada argentina en el conflicto fue impopular, hasta el punto de que gran parte de las tropas enviadas lo fueron forzadamente.

La financiación de la guerra se obtuvo mediante empréstitos de firmas británicas, que veían conveniente el conflicto contra Paraguay. Éste era uno de los pocos países que no había caído bajo su tutela económica, gracias al proteccionismo que había llevado al Paraguay a un desarrollo económico autónomo y de tendencia industrialista, que contrastaba con los demás estados sudamericanos.

La guerra terminó en 1870 con una derrota total del Paraguay, que conllevó también un desastre demográfico: la población del país, aproximadamente 1.525.000 personas antes de la guerra, fue reducida a unos 221.000 luego de ella (1871), de los que solamente unos 28.000 eran hombres.[n. 5]​ Otros historiadores ajustan estas cifras a 1.300.000 habitantes antes de la guerra, quedando reducida a 300.000 después de la misma, la mayoría sólo niños y mujeres.[3]

Paraguay perdió gran parte de su territorio (169.174 km²) y fue obligado a pagar una abultada indemnización de guerra: el préstamo de £ 200.000 recibido de Inglaterra debió saldarse con sucesivas refinanciaciones, llevando la suma a £ 3.220.000.

Antecedentes

Conflictos limítrofes del Paraguay

Voluntarios brasileños.

La instalación de los portugueses en el Brasil significó conflictos con España que no pudieron ser resueltos con los tratados entre los dos estados ibéricos (Tratado de Utrecht, Tratado de Madrid, Tratado de San Ildefonso o de Permuta, etc.). Si en el siglo XVI la provincia o gobernación del Paraguay tenía directa salida al océano Atlántico a través de los territorios de La Guayrá o La Pinería y de Ybiazá o La Vera, esto es, territorios que corresponden actualmente a los estados brasileños de Paraná y Santa Catarina, durante el período de unión dinástica aeque principaliter[4]​ de Portugal con los demás reinos españoles (1580-1640), no se redujo el conflicto en la región: los lusobrasileños, en complicidad con los encomenderos de Asunción, arreciaron con sus malocas esclavistas de bandeirantes y mamelucos al abrigo de la obligada pasividad de las autoridades españolas, que en algunos casos eran socias de los portugueses.

En esa época los bandeirantes destruyeron las poblaciones españolas de San Francisco de Ybiazá, Ontiveros, Villa Rica del Espíritu Santo, Ciudad Real del Guayrá y las reducciones jesuíticas de San Ignacio Miní I, Nuestra Señora de Loreto del Pirapó, Santa María del Iguazú, etc. La expansión lusobrasileña no se detuvo en el Guayrá y en La Vera sino que alcanzó al curso alto del río Paraguay tras la destrucción de la ciudad de Santiago de Jerez y las misiones del Itatín en el valle del río Mboteteý (llamado actualmente Miranda por los brasileños). Los tratados de límites entre las posesiones españolas y portuguesas fueron un intento para frenar el expansionismo del Brasil portugués pero los accidentes geográficos que los brasileños consideraban que los servirían de fronteras eran muy distintos de los considerados por los hispánicos. Un ejemplo de esto —y muy concerniente a Paraguay— era el río Ygurey: la opinión española —y luego la paraguaya— consideraba que el río Ygurey era el que los brasileños llamaban y llaman Vacaria en su curso superior e Ivinhema en su curso inferior; por el contrario, los brasileños llamaban y llaman Ygureý (o Igureí) al pequeño río que corre mucho más al sur y que los guaraníes e hispanos llamaron y llaman río Carapá.

De este modo, al producirse de hecho la independencia paraguaya en 1811, el Paraguay consideraba que sus límites con el Brasil eran: por el noroeste el Ygurey propiamente dicho (Ivinhema o Iviñemá), es decir el gran afluente del río Paraná; y al noreste el río Mbotetey[5]​ (también llamado en la cartografía de la época Corrientes o Mondego).[n. 6]​ Más aún, Paraguay mantenía, por motivos históricos y poblacionales, que su jurisdicción hacia el este abarcaba zonas del actual estado brasileño de Paraná. En cuanto a los límites paraguayo-brasileños en el Chaco Boreal, Paraguay reivindicaba la frontera del río Yaurú.

Prisioneros paraguayos.

Al inicio del período de la independencia respecto al Reino de España nuevamente arreciaron las incursiones brasileñas, aunque éstas se atenuaron durante el gobierno de José Gaspar Rodríguez de Francia por dos motivos principales: una política económica del Paraguay que era favorable al Brasil (apertura de zonas francas en Itapúa y en Fuerte Olimpo) y una alianza de hecho contra el afianzamiento de Juan Manuel de Rosas en la Confederación Argentina, tras la Guerra del Brasil. Sin embargo, al ser derrocado Rosas en 1852, las alianzas brasileñas se revirtieron y se acentuó la presión del Imperio de Brasil para que la república paraguaya aceptara los límites pretendidos por el estado brasileño, principalmente la cesión de las áreas de yerbales de Tacurupyta, ubicadas entre el Igurey/Ivinhema y Punta Porá.

En una actitud de intención conciliatoria con Brasil, el Paraguay redujo sus pretensiones en el Chaco al llamado río Negro, que afluye desde el noroeste al río Paraguay al norte de la Bahía Negra. Por el noroeste del Paraguay Occidental, retrajo sus reivindicaciones hasta el río Blanco (o Tenerý)[n. 7]​ que desemboca en el río Paraguay casi frente al Fuerte Olimpo. No obstante, el Imperio se negó a ceder en nada sus pretensiones.[6]

Ya en 1850 se había producido un conflicto por la fundación del fuerte de Fecho dos Morros en la zona reivindicada por ambos países, episodio que terminó con la expulsión de los brasileños por la fuerza. Otro fuerte fundado por el Imperio en las Salinas, al norte de Fuerte Olimpo, también fue evacuado ante un contraataque paraguayo en 1855.[7]

Un efímero intento de conciliación fue la declaración de una zona neutral, cuya delimitación debía hacerse por vías pacíficas. Empero, hacia inicios de los años 1860 las incursiones brasileñas volvieron a incrementarse y el pacto fue violado por Brasil al fundar la Colonia militar de Dourados al sur del río Ygurey/Ivinhema. Una exigencia de las fuerzas militares paraguayas para que estos establecimientos fueran evacuados fue protestada a su vez por el gobierno imperial, con la excusa de que no había sido antecedida por una reclamación diplomática.[7]​ El estado paraguayo presentó entonces una enérgica protesta, pero trató de evitar una reacción bélica.

La política exterior e interior del Paraguay

En el período inmediatamente posterior a la independencia de América, Paraguay fue gobernado por un duro régimen dictatorial de veintiséis años encabezado por Gaspar Rodríguez de Francia, intelectual paraguayo, considerado como una de las personas más ilustradas de América del Sur, pero a su vez conocido por su despotismo y tiranía.

A la muerte de Rodríguez de Francia, le sucedió Carlos Antonio López, que rompió décadas de aislacionismo e impulsó notablemente el desarrollo socioeconómico de Paraguay. Las fronteras con sus vecinos fueron reabiertas y las relaciones internacionales se desarrollaron con rapidez.[8]​ Los productos distintivos del Paraguay, tales como el tabaco guaraní, la yerba mate y el muy apreciado algodón paraguayo recorrían Europa y otras partes del mundo.

La segunda línea ferroviaria, los primeros telégrafos[n. 8]​ y la primera fundición de hierro de Sudamérica se instalaban en las ciudades de Asunción e Ybycuí, mientras que el primer buque metálico hecho en Latinoamérica y uno de los primeros del continente, el Yporã, con una fornida coraza de acero, era botado en los astilleros de Asunción.[8]​ En el momento de la muerte de Carlos Antonio López, el Paraguay era un país sin desempleados ni deuda externa. La educación era obligatoria y gratuita con casi 30.000 niños en las escuelas, resultado obtenido en menos de 15 años. Las industrias textiles, siderúrgicas, del papel, tinta, loza, pólvora y de la construcción empezaban a dar sus primeros pasos, favorecidas por las políticas proteccionistas implantadas. El Estado poseía grandes terrenos que arrendaba a los campesinos para que cultivara llamadas estancias de la patria.[9]

Carlos Antonio López redactó un pliego constitucional con el cual designaba a su hijo, el brigadier Francisco Solano López, presidente provisorio, siendo obligatoria la convocatoria de una Asamblea Constituyente para la formación de un nuevo gabinete. Moría el 10 de septiembre de 1862, y el 16 de octubre del mismo año, el Congreso designó por unanimidad Presidente de la República del Paraguay a Francisco Solano López.

Hasta 1864, el estado paraguayo intentó solamente incrementar su poderío militar y su influencia en el Cono Sur, lo cual sería a su vez uno de los motivos de fricción con el gobierno de Buenos Aires. Aún antes del fallecimiento de Carlos Antonio López, el gobierno paraguayo ya creía estar al borde de un conflicto, y entre febrero y abril de 1862 se inició el reclutamiento de toda la población masculina entre los 17 y los 40 años.[10]​ No obstante, el presidente aconsejó a su hijo y heredero, en su lecho de muerte:[8]

"Hay muchas cuestiones pendientes a ventilarse, pero no trate de resolverlas por la espada, sino con la pluma, principalmente con el Brasil."

La diplomacia británica

La historiografía revisionista y de izquierda en la Argentina y la mayor parte del Paraguay suele adjudicarle la responsabilidad de la guerra a las ambiciones imperialistas o mercantiles de Gran Bretaña.[11]​ No obstante, el revisionismo moderno pone en duda la exactitud de esa afirmación.[12]​ En efecto, si bien el comercio y las finanzas británicas se vieron beneficiadas con la guerra, Gran Bretaña se oponía por principio a la misma, ya que la visión generalizada era que toda guerra perjudica el comercio internacional.

No obstante, está claro que desde el principio el ministro inglés en Buenos Aires, Edgard Thornton, apoyó la Triple Alianza. Estuvo presente en la firma del Tratado de las Puntas del Rosario del 18 de junio de 1864, por la cual el Brasil y la Argentina se aliaron a Venancio Flores contra el gobierno legal uruguayo. De regreso del Uruguay, se entrevistó con el presidente argentino Mitre, para convencerlo de firmar sin protesta la alianza. Años más tarde, en una carta que ha sido publicada, el ministro brasileño José Antonio Saraiva declararía que[13]

"...la Triple Alianza “no surgió después de la “agresión” paraguaya a la Argentina en abril del 65, sino en las Puntas del Rosario en Junio del 64. ...dichas alianzas empezaron el día en que el ministro argentino y el brasileño conferenciaron con Flores en las Puntas del Rosario y no el día en que Octaviano y yo, como Ministros del estado, firmamos el pacto."

El ejemplo de autonomía económica e ideológica del Paraguay era considerado nefasto por los británicos. Por otro lado, Gran Bretaña estaba en ese momento atravesando una severa crisis económica, debida especialmente a la Guerra de Secesión en los Estados Unidos, que causaba una interrupción casi completa de la remisión de algodón desde el sur de ese país hacia su ex metrópoli. De modo que los ingleses buscaban por todo el mundo países capaces de producir algodón y venderlo a Gran Bretaña; a eso se debió una etapa particularmente agresiva de conquista de la India en esos años. Esta necesidad justificó también que la atención de los británicos se fijaran en el Paraguay como productor de algodón: Paraguay era el segundo productor y manufacturador de algodón en el mundo.[14]

Por último, Gran Bretaña obtuvo un enorme beneficio económico de la contienda: a la provisión de la mayor parte del armamento, municiones y embarcaciones utilizado por los aliados, se sumaron grandes empréstitos a las tres naciones aliadas y al mismo Paraguay después de la Guerra. En efecto, entre 1863 y 1865, los bancos británicos prestaron al Imperio más de diez millones de libras esterlinas y a la Argentina un total de 3,5 millones de libras.[7]

Pero, independientemente de los beneficios obtenidos por sus comerciantes y financistas y los que esperaban recibir de la guerra los industriales textiles, Gran Bretaña no azuzó la Guerra de la Triple Alianza.[12]​ Aparte de Thornton, ningún otro diplomático tuvo actuación en el comienzo de la misma, y éste fue desautorizado más tarde. El 2 de marzo de 1866, el Foreign Office decidió presionar para que la Guerra terminara cuanto antes, publicando el Tratado de la Triple Alianza, que había permanecido secreto. La maniobra fracasó por la resistencia personal del Emperador Pedro II de Brasil.[7]

La situación en Uruguay

El general Venancio Flores.

Pese a las diferencias políticas con sus vecinos, la situación se mantuvo estable hasta 1863, cuando el Imperio de Brasil facilitó la revolución del general Venancio Flores contra el legítimo presidente de Uruguay, Bernardo Prudencio Berro, y sus inmediatos sucesores.[n. 9]​ En efecto, bajo pretexto de abigeato, a inicios de 1864 el Imperio de Brasil conminó al presidente uruguayo Atanasio Cruz Aguirre (del partido nacional uruguayo) a que efectuara resarcimientos al Brasil. El gobierno uruguayo respondió que, durante una guerra civil, no se podía garantizar la seguridad de las propiedades de nadie, ni de brasileños ni de uruguayos; y menos aún, cuando muchos de los propietarios brasileños del norte del Uruguay habían tomado las armas a favor de la revolución.[15][n. 10]​ Ante esto, en abril de 1864 Francisco Solano López se ofreció como mediador, oferta que fue despreciada por el estado brasileño. En el mes de agosto, el presidente Aguirre solicitó formalmente al Paraguay la intervención del Paraguay a favor del gobierno legal del Uruguay, a lo que López respondió con declaraciones altisonantes, pero sin definición alguna al respecto.[16]​ El 4 de agosto de 1864, el ministro brasileño José António Saraiva envió un ultimátum al gobierno uruguayo de Atanasio Aguirre, amenazando con represalias por desatender las demandas planteadas anteriormente por el Brasil. El ultimátum fue rechazado.[17]

Por este motivo, el 30 de agosto de 1864 el gobierno paraguayo realizó una vigorosa protesta —conocida como Protesta del 30 de agosto— ante el ministro residente en Asunción, Cesar Sauvan Vianna de Lima, en donde afirmaba que el Brasil había actuado en contra de lo establecido en el Tratado del 25 de diciembre de 1850, y que consideraría "casus belli" la ocupación militar del Uruguay; mencionando también que dicha acción atentaría contra el equilibrio de los estados de la cuenca del Río de la Plata.[18]

El 12 de octubre, el general brasileño José Luis Mena Barreto, con 12.000 hombres, inició la invasión brasileña al Uruguay, y dos días más tarde se apoderó de la ciudad de Melo.[19]

Luego, entre el 9 y 10 de noviembre, López recibió la noticia de la efectiva ocupación militar del Uruguay y ordenó el 11 de noviembre de 1864 la captura del Marquês de Olinda, buque mercante brasileño que hacía regularmente el servicio de cargas y pasajeros entre Brasil y Corumbá. Al día siguiente el vapor paraguayo Tacuarí apresó al navío brasileño, que subía por el río Paraguay, luego de abastecerse en Asunción, llevando a bordo al coronel Frederico Carneiro de Campos, recientemente nombrado presidente de la provincia del Mato Grosso,[18]​ quien fue hecho prisionero y mantenido en esa condición hasta el final de la guerra junto a los oficiales que iban en el barco; la marinería fue deportada a Buenos Aires. El 14 de noviembre, López rompió relaciones con el Brasil.[20]

La guerra había comenzado.

Fuerzas disponibles

Paraguay

Ejército Paraguayo

Las fuerzas de tierra incorporadas al ejército del Paraguay fueron en constante aumento: Carlos Antonio López había dejado movilizados alrededor de 7.000 soldados, pero en mayo de 1864, el cónsul brasileño en Asunción informaba que el ejército paraguayo contaba con 16.680 hombres, más 7 u 8 mil reservistas. El gobierno paraguayo, por otro lado, informó al Congreso que disponía de 64.000 hombres en armas, cifra que seguramente incluía reclutas en adiestramiento y milicianos no incorporados al ejército.[21]

El armamento disponible en el Paraguay era numeroso, pero tecnológicamente muy inferior al de sus enemigos. Muchos de los infantes paraguayos lucharon con fusiles de chispa, frente a los de retrocarga con que contaban argentinos y brasileños. También los cañones paraguayos eran inferiores respecto de sus enemigos: casi no contaban con cañones “rayados”, los únicos que podían perforar las protecciones de los buques acorazados. El bloqueo del Río de la Plata por parte de la escuadra brasileña impidió la llegada al Paraguay de gran cantidad de armamento de superior calidad que ya había sido comprado en Europa.[22]​ La única ventaja en armamento que tenían los paraguayos era la fundición de Ybycui – posteriormente trasladada a Caacupé – en la que podían fabricar algunos miles de armas blancas y de fuego.[23]

Armada paraguaya

Durante la guerra el Paraguay contó con los siguientes barcos de guerra:

  • Tacuarí: 421 toneladas, 6 cañones
  • Paraguarí: 627 toneladas, 4 cañones
  • Ygurey: 548 toneladas, 5 cañones
  • Yporá: 205 toneladas, 4 cañones
  • Marqués de Olinda: 300 toneladas, 4 cañones (capturado al Brasil)
  • Jejuí: 120 toneladas, 2 cañones
  • Salto Oriental: 250 toneladas, 4 cañones (capturado a la Argentina)
  • Pirabebé: 120 toneladas, 1 cañón

Contó además con 6 lanchones artillados con un cañón cada uno y 14 unidades auxiliares de menor tonelaje, entre ellos el Yberá.[24]​ Contó además con los barcos capturados en Corrientes: 25 de Mayo y Gualeguay.

Argentina

Ejército Argentino

Oficialmente, al producirse la invasión paraguaya a Corrientes, el Ejército Argentino contaba con 63.391 hombres: 2.993 del arma de infantería, 2.858 de caballería y 540 de artillería.[25]

Dicho ejército se había formado por la unión del ejército del Estado de Buenos Aires que invadió muchas de las provincias interiores después de la Batalla de Pavón, y que incluía cierto número de mercenarios. A esas tropas se les habían agregado parte de las fuerzas de milicias de líderes provinciales aliados al presidente Mitre, como las de Santiago del Estero y Corrientes. No estaban contadas, en cambio, las milicias provinciales – especialmente numerosas en la provincia de Buenos Aires – que participaban en la lucha contra los indígenas, de las cuales una parte sería asignada al frente paraguayo.

Apenas iniciada la participación argentina en la guerra, una ley ordenó la formación de contingentes que debían ser reclutados por los gobiernos provinciales. En un parte del 15 de noviembre de 1865 se detalla las fuerzas con las que contribuyeron las provincias argentinas conformando la Guardia Nacional:[26]

  • Provincia de Buenos Aires: 10 batallones de infantería y 2 regimientos de caballería, 5.000 hombres
  • Santa Fe: 3 batallones de infantería y un regimiento de caballería, 1.025 hombres
  • Entre Ríos, 2 batallones, artillería y piquete, 751 hombres
  • Córdoba: 2 batallones, 459 hombres
  • La Rioja, 1 batallón, 360 hombres
  • San Juan, 1 batallón, 336 hombres
  • Tucumán: 1 batallón, 300 hombres
  • Salta, 1 batallón, 298 hombres
  • Catamarca, 1 batallón, 282 hombres
  • Mendoza, 1 batallón, 271 hombres
  • Corrientes, 1 batallón, 219 hombres
  • San Luis, 1 batallón, 195 hombres

A estas fuerzas se deben agregar 4.500 correntinos de caballería que formaron la primera resistencia al frente de los coroneles Hornos, Cáceres, Paiva, Regueral y otros. El gobierno solicitó también 1.150 soldados a las provincias del interior para remontar los cuerpos de línea, que a su vez darían lugar a nuevas sublevaciones.[23]

Las fuerzas de línea destinadas a la guerra en noviembre de 1865 eran: 12 batallones (incluso 3 cuerpos de extranjeros contratados en Europa), 2 brigadas de artillería de 4 escuadrones, 2 regimientos de caballería y la escolta del comandante en jefe. El parte señala que el ejército argentino completo destinado a la guerra en noviembre de 1865 tenía: 8 generales, 241 jefes, 2.059 oficiales, 5.402 suboficiales y 16.812 soldados, sin incluir las fuerzas dispersadas en Entre Ríos.

En abril de 1866, las fuerzas argentinas disponibles para iniciar la invasión al Paraguay eran 25.000.[27]​ En comparación con los demás beligerantes, en el caso argentino resulta llamativo que en total se movilizaron algo menos de 30 mil hombres, es decir que la gran mayoría de los mismos ya habían sido movilizados antes de cumplirse un año del comienzo de la guerra.[28]

En el momento de realizarse el censo argentino de 1869, se contaron 6.276 militares argentinos en el Paraguay.[29]

Armada Argentina

Un informe del Departamento de Marina de 1866 dice que la escuadra argentina contaba de los buques operativos siguientes:[30]

Decía además el informe que los buques en desarme: Hércules, General Pinto, Caaguazú, Constitución y goleta Concordia fueron vendidos por el Gobierno despues de constatar que eran casi del todo inservibles y que el importe de la compostura en otros, sería más elevado que su valor.

La mayoría actuaría básicamente como transportes. Sólo el Guardia Nacional tendría un papel destacado en combate durante el Combate de Paso de Cuevas. Aún en campaña, el ministro de Guerra y Marina del nuevo presidente Sarmiento, coronel Martín de Gainza, comunicaba en su memoria el estado de la armada afirmando: "Siento tener que cumplir con el penoso deber de dar cuenta a VVHH que carecemos absolutamente de escuadra. Algunos buques en mal estado y algunos jefes y oficiales, aunque muy dignos, no constituyen una escuadra". Las experiencias del conflicto y de la incapacidad argentina de asegurar el cumplimiento del Tratado por parte de Brasil impulsarían la modernización de la fuerza naval con la formación de la llamada Escuadra de Sarmiento.

Brasil

Ejército del Brasil

El Brasil disponía, a fines de 1864, solamente 18.000 soldados profesionales dispersos por todo el país; no obstante, por su población de más de 9 millones de habitantes, era el país de América Latina que más hombres podía reclutar con el paso del tiempo. Ese mismo año, el gobierno fue autorizado a aumentar sus fuerzas en tiempos de paz a 22.000 hombres.[31]

Desde el estallido de la guerra, el Imperio inició una campaña sistemática de reclutamiento de voluntarios. Al momento de iniciarse la invasión al Paraguay, estaban reunidos en Corrientes un total de 37.870 soldados.[27]​ Durante la guerra, entre los aliados sería el Imperio quien perdería más cantidad de soldados, por lo que se encomendó a las autoridades. Por otro lado, después de iniciada la campaña de Humaitá se frenó por completo el ingreso de voluntarios. El reclutamiento se volvió forzoso, y las autoridades provinciales y municipales fueron las encargadas de reunir los contingentes, formados mayoritariamente por hombres libres de raza negra o mulatos. A ellos se añadieron miles de esclavos que fueron puestos a disposición del gobierno por distintas razones, pero el total de esclavos en el ejército nunca pasó del 10%, aunque si se suman los esclavos que estuvieron en el frente en distintos momentos, la proporción debe haber sido mucho más alta.[32]

En total, a lo largo de la guerra, el Brasil reclutó y envió al frente – o quedaron en reserva, disponibles para su envío inmediato al frente – 123.418 hombres.[33][n. 11]

Escuadra brasileña del Paraná y el Paraguay

En el momento de la Batalla del Riachuelo, el Brasil había movilizado hacia el río Paraná los siguientes vapores, todos ellos acorazados:[34]

  • Belmonte
  • Jequitinhonha
  • Parnaíba
  • Amazonas
  • Beberibe
  • Iguatemíí
  • Mearim
  • Araguarí

El 21 de diciembre de 1867 se incorporaron los monitores:[35]

  • Pará
  • Alagoas
  • Río Grande do Norte

Poco antes se habían incorporado los acorazados:[36]

  • Barroso
  • Bahía
  • Majé
  • Tamandaré
  • Bahía
  • Majé

Uruguay

Según un estado de fuerzas del 15 de enero de 1865, la División Oriental al mando de Venancio Flores estaba compuesta de: 3 generales, 42 jefes, 234 oficiales y 2.887 suboficiales y soldados. La constituían los regimientos de caballería de guardias nacionales N° 1, 2 y 4, al mando del general Enrique Castro; la escolta del general Flores; la 1° brigada de infantería al mando del coronel León de Pallejas, compuesta de los batallones Florida y 24 de Abril; la 2° brigada de infantería al mando del coronel Marcelino Castro, compuesta de los batallones Libertad e Independencia; el 1° escuadrón de artillería ligera; y el parque al mando del capitán González. El estado mayor lo comandaba el general Gregorio Suárez.[37]

En los dos años siguiente, el Uruguay continuó enviando tropas a la guerra, llegando a unos 5.583 hombres.[27]

Uruguay no contribuyó con buques al esfuerzo bélico.

Desarrollo de las acciones bélicas

Frente del Mato Grosso

La guerra tuvo dos fases muy diferenciadas; la primera etapa fue la Campaña del Mato Grosso, que duró un año y estuvo caracterizada en su totalidad y exclusivamente por el enfrentamiento entre Paraguay y Brasil. López aprovechó la debilidad de las fuerzas brasileñas en el Mato Grosso,[38]​ lo que le permitió triunfar en ese frente, pero al iniciar esa acción pospuso su entrada en la guerra en el Uruguay, donde el presidente Aguirre y sus partidarios eran sus únicos aliados posibles.[n. 12]

Siguiendo las líneas del río Paraguay y del camino de Nioaque (o Nibolaque) y el Mbotetey (o río Miranda), las fuerzas paraguayas desalojaron a las brasileñas de las fortalezas y colonias militares de Coimbra, Albuquerque, Corumbá, Miranda, Dourados y, ya a inicios de 1865, la villa de Coxim. Si bien el plan elaborado por el alto mando paraguayo no lo especificaba, todo indica que el objetivo último era la ciudad de Cuyabá, capital del Mato Grosso. No obstante, el avance por tierra se detuvo poco más delante de Coxim, mientras el avance por el río Paraguay no pasó más allá de Sará, a casi 400 km. de Cuyabá.[39]

El fuerte de Coimbra fue atacado el 27 de diciembre de 1864 por cinco batallones de infantería y dos regimientos de caballería a pie, con un total de 3.200 hombres, armados con doce cañones rayados, una batería de treinta foguetes franceses de 24 mm, protegidos por diez embarcaciones de guerra (entre las cuales el Marquês de Olinda, adaptado) bajo el mando del coronel paraguayo Vicente Barrios, jefe de la División de Operaciones del Alto Paraguay. Dos días después, el teniente coronel Hermenegildo de Albuquerque Porto Carrero, comandante del Corpo de Artilharia de Mato Grosso, evacuó el fuerte a bordo de la cañonera Anhambaí.[40]

La Colonia Militar de Dorados fue tomada por una columna de asalto paraguaya de cerca de 300 hombres el 29 de diciembre, muriendo su comandante, el teniente de caballería Antônio João.[41]

Corumbá fue tomada el 3 de enero de 1865 y fortificada por los paraguayos con 6 piezas de artillería. Poco tiempo después, iniciada la ofensiva en el frente sur, López ordenaría al general Vicente Barrios, comandante del ejército en el Mato Grosso, retirar la mayor parte de las tropas hacia el sur.[42]

La reacción brasileña a la invasión sería muy lenta: una columna organizada en São Paulo en abril de 1865 recién llegó a Coxim a fines de ese año, ocupando sucesivamente las localidades evacuadas por los paraguayos. Hasta junio de 1867 no fue recuperada Corumbá, fecha en que las fuerzas paraguayas evacuaron también São Joaquim, Pirapitangas, Urucú y el presidio de Albuquerque, que en conjunto integraban el Distrito Militar brasileño del Alto Paraguay.[43][44]​ Corumbá fue abandonada por los brasileños a causa de la viruela el 23 de julio de 1867, regresando a manos paraguayas hasta que en abril de 1868 López ordenó la evacuación de esa población y del Fuerte de Coimbra, que fueron reocupados por los brasileños en agosto de 1868, casi cuatro años después de la invasión paraguaya.[42]

Declaración de guerra a la Argentina

Dada la enorme extensión del territorio brasileño, pese a sus victorias Paraguay no podía lograr una acción decisiva. Entonces López pidió autorización al presidente argentino — el general Bartolomé Mitre — para que las tropas paraguayas pudieran cruzar por territorio argentino hacia el territorio uruguayo. Liberando a Uruguay de la influencia brasileña, López esperaba encontrar un aliado y un lugar de gran importancia estratégica: una salida al mar. Mitre no accedió a lo demandado por López por dos motivos. Si la Argentina permitía el paso de tropas de un estado beligerante en esta guerra, quedaba involucrada directamente en ella; el otro motivo era la antigua relación de afinidades entre Mitre y el jefe del partido colorado uruguayo Venancio Flores, enemigo declarado de López.[45]

Sin embargo el gobierno de Mitre había ayudado en el financiamiento del golpe de estado de Uruguay, además de haber permitido a buques brasileños el paso por los ríos Paraguay, Uruguay y Paraná pasando por Corrientes y Entre Ríos.[46][47]

El ingreso de López en la guerra en el Uruguay era tardío: ya se había producido la caída de Paysandú y su consecuencia inmediata, la renuncia de Aguirre. No obstante, López creyó que todavía podía salvar al Partido Blanco, algo que no lograría: el 20 de febrero, Flores y el ejército brasileño ingresaban en Montevideo.[48]

López convocó a reunirse desde el 15 de febrero de 1865 al Congreso paraguayo, el cual aprobó lo hecho en contra del Brasil y le otorgó el grado de mariscal de los ejércitos patrios. Una comisión del congreso expresó que la guerra se producía por las las maquinaciones de los porteños... porque lejos está la mente de esta comisión al confundir al pueblo argentino con esa fracción demagógica de Buenos Aires. El 18 de marzo, el Congreso paraguayo sancionó una ley autorizando a López a declarar la guerra al actual gobierno de la República Argentina.[49]​ Ese día López promulgó la ley y declaró la guerra a la Argentina, lo cual fue publicado en El Semanario el 23 de marzo. El 29 de marzo notificó al gobierno argentino los motivos de la declaración de guerra:[50]

1º. La negativa del gobierno de Buenos Aires á conceder el tránsito inocente por su territorio de las tropas paraguayas que llevaban la guerra al Brasil.
2º. La protección prestada por el mismo gobierno á la revolución del general Flores en el Estado Oriental, para derrocar á su gobierno legítimo.
3º. Connivencia del gobierno argentino con el Imperio del Brasil para que éste se apoderara del Estado Oriental, hecho que perturbaba el equilibrio político del Río de la Plata.
4º. Tolerancia del presidente Mitre para la formación de una legión paraguaya en Buenos Aires, destinada a unirse al ejército brasileño.
5º. "Empero el gobierno de V.E. no juzgó todavía suficiente este proceder hostil é ilegal para realizar los fines de su política con el Paraguay: la calumnia y los insultos á la nación y gobierno paraguayo no le detuvieron, y los órganos oficiales de la prensa porteña abundan en producciones tan soeces é insultantes que en ningún tiempo la más desenfrenada licencia y abuso en ningún país supo producir".
6º. El pedido de explicaciones hecho al gobierno de la Asunción acerca de la reunión de fuerzas nacionales en la orilla izquierda del Paraná.
7º. Los insultos y las calumnias de la prensa oficial porteña al Paraguay y su gobierno.
Motivos de la declaración de guerra a la Argentina.

La noticia de la declaración de guerra llegó en pocos días a Buenos Aires, pero no fue dada a conocer por el gobierno.[51]​ No está comprobado que la misma haya sido oficialmente recibida por el gobierno de Mitre, aunque sí es seguro que la noticia había llegado al presidente y a sus ministros,[n. 13]​ y fue deliberadamente ocultada hasta el 9 de mayo.[52][23][53]

Campaña de Corrientes

El 13 de abril de 1865 se inició la campaña paraguaya contra la Argentina: las tropas paraguayas capturaron barcos argentinos en el río Paraná y ocuparon la ciudad argentina de Corrientes. Al mando de estas operaciones se encontraban los generales paraguayos Wenceslao Robles y Francisco Isidoro Resquín; el general Robles, embarcado en tres vapores y encabezando a 2.000 soldados, desembarcó en la ciudad de Corrientes el 15 de abril de 1865. Ese mismo día llegó a la misma ciudad argentina una columna de caballería paraguaya que había hecho su avance por tierra. Paraguay impuso un triunvirato de gobierno interino en la provincia de Corrientes: Teodoro Gauna, Víctor Silvero y Sinforoso Cáceres,[n. 14]​ todos ellos miembros del partido federal, y opositores al gobierno nacional, que era detentado por continuadores del partido unitario. Este gobierno provincial, teóricamente autónomo, estaba supervisado por tres comisionados paraguayos; uno de ellos era el canciller José Bergés.[54]

Batalla de Riachuelo, por Eduardo de Martino.
Rendición de Uruguayana (1865), por Victor Meirelles.

Tras la ocupación de Corrientes, al mando de una tropa de 25.000 soldados, Robles comenzó su avance sobre la costa del río Paraná, ocupando todas las poblaciones hasta el río Santa Lucía, en las inmediaciones de Goya.[55]

Simultáneamente, avanzó desde Encarnación una columna algo menor, con unos 12.000 hombres, al mando del teniente coronel Antonio de la Cruz Estigarribia. Tras ocupar Santo Tomé, una parte de la columna cruzó el río Uruguay, ocupó San Francisco de Borja el 12 de junio de 1865, y avanzó hasta ocupar el 5 de agosto Uruguayana, en territorio brasileño. Otros 3.000 hombres, al mando del mayor Pedro Duarte, ocuparon Paso de los Libres, en el lado correntino del mismo río. Allí debían recibir la ayuda de la columna de Robles.[18]

El 25 de mayo, la ciudad de Corrientes fue efímeramente recuperada por el general Wenceslao Paunero, que se vio obligado a evacuarla dos días después. El 11 de junio, la escuadra paraguaya fue destruida en un intento de sorprender a la brasileña en la batalla del Riachuelo.[56]​ Ambos hechos de armas provocaron la detención del avance de la columna de Robles, que comenzó a replegarse hacia el norte, y no pudieron prestar ayuda a las columnas del río Uruguay.

Niño soldado, "tambor" de la infantería argentina.

Mitre estableció en la ciudad entrerriana de Concordia el cuartel general del Ejército Aliado. Desde allí avanzó un ejército comandado por el presidente uruguayo Venancio Flores – con participación de las fuerzas de Paunero y de contingentes brasileños – en busca de la división de Duarte, que fue vencida en la batalla de Yatay.[18]

A continuación, el ejército de Flores y un gran contingente brasileño pusieron sitio a Estigarribia en Uruguayana, donde también estuvieron el emperador Pedro II y Mitre. Tras un largo asedio, durante el cual sus tropas se vieron muy disminuidas por el hambre – y durante el cual prometió resistir hasta la muerte – Estigarribia puso fin al sitio de Uruguayana el 16 de agosto, aceptando rendirse sin condiciones.[18]​ Tras la rendición, muchos soldados paraguayos fueron convertidos en esclavos en Brasil,[57]​ o incorporados a los ejércitos aliados, obligados a luchar contra su patria.[58]

Estos hechos señalaron un cambio radical del curso de la guerra: precipitadamente las tropas paraguayas debieron abandonar Corrientes y ponerse a la defensiva en la región paraguaya ubicada entre los ríos Paraná y Paraguay. Tras la retirada, las fuerzas paraguayas intentaron algunos contraataques al sur del río Paraná, durante los cuales obtuvieron la victoria en la Pehuajó. Su único resultado fue retrasar – pero no impedir – la invasión a territorio paraguayo.[18]

López esperaba que la población de las provincias de Corrientes y Entre Ríos se pronunciara a su favor. Cuando este pronunciamiento no se produjo, dejó en descubierto la errónea estrategia de operar con dos columnas tan separadas, que terminaron por ser tres formaciones y una escuadra, todas autónomas una de otra. Por otro lado, los comandantes acumularon errores tácticos muy graves. En esas condiciones, la derrota se volvió inevitable.[18]

El coronel Isidro Reguera avanzó sobre Misiones por orden de Mitre, batió al destacamento de Capón Paraguayo, cerca de Playadito, y el 3 de octubre de 1865 derrotó a la guarnición de Trinchera de los Paraguayos (hoy Posadas) y avanzó y ocupó Candelaria.[59]​ Con esas acciones Argentina recuperó los territorios misioneros al sur del Paraná, ocupados por Paraguay desde 1834.

El frente norte quedaba también prácticamente abandonado, lo que permitió cruentas razzias de los "guaycurúes"[n. 15]mbayás, en especial los caduveos (o kadigüegodís), aliados coyunturales de Brasil y armados entonces por ese país. Otros grupos indígenas, los terenas y los kinikinaos quizás por oportunismo (al presentir la derrota paraguaya) y sobre todo por ancestrales conflictos con los gauraníparlantes, participaron también a favor del Brasil, llevando adelante una guerra de guerrillas, proporcionando asistencia a las tropas y realizando tareas de inteligencia, los caduveo en 1865 realizaron una cruenta razzia que entre otros efectos tuvo la destrucción de la población paraguaya de San Salvador.[60]​ El sector noreste (los Campos de Vaquería, ricos en pasturas y donde se ubicaba la localidad de Tigre Manso) entre el río Ygurey y la baja cordillera de Iguatemí, fueron fácilmente ocupados por Brasil al tener que reconcentrarse las tropas paraguayas en el sur.

Tratado de la Triple Alianza

Bartolomé Mitre, presidente de la Argentina.

La declaración de guerra había sido ocultada por Mitre unas semanas,[61]​ a fin de alimentar la indignación por el ataque paraguayo "a traición”, y cohesionar a su alrededor a las provincias argentinas y a algunos caudillos — como Justo José de Urquiza — que consideraban que ello sería una guerra fratricida entre Argentina y Paraguay. Paralelamente, enardeció los ánimos argentinos la noticia de que algunas mujeres correntinas habían sido raptadas y llevadas a Paraguay.[62]

Al recibir el anuncio de la invasión paraguaya, Mitre pronunció una arenga, exigiendo la colaboración de toda la población a lo que presentaba como una agresión injustificada en plena paz. Su discurso terminó con una frase que se haría famosa por el optimismo exagerado que demostraba:[23]

"...en veinticuatro horas a los cuarteles, en quince días en Corrientes, ¡en tres meses en Asunción!"

Pocos días después de conocida la invasión a Corrientes, el 1 de mayo de 1865 se firmaba en Buenos Aires el Tratado de la Triple Alianza, que se mantuvo secreto. Los historiadores revisionistas afirman[63]​ que el carácter secreto del tratado se debe a que, aunque la Alianza no era "contra el pueblo paraguayo sino contra su gobierno", en definitiva sería la nación paraguaya quien pagaría por la guerra.[64]​ En particular, el artículo 14 especificaba que los aliados exigirían al Paraguay

"el pago de los gastos de la guerra que se han visto obligados a aceptar, así como la reparación e indemnización de los daños y perjuicios causados a sus propiedades públicas y particulares y a las personas de sus ciudadanos."

Igualmente, el artículo 16 especificaba que se fijarían los límites del Paraguay de forma tal que tanto el Brasil como la Argentina incorporaran la totalidad de los territorios en disputa. Los artículos adicionales agregados en forma de protocolo especificaban también el reparto de botín de guerra y todas las armas del país, así como la destrucción de las fortificaciones paraguayas.[65]

Ninguno de los tres aliados estaba realmente preparado para la guerra, pero les era útil por razones internas. El Brasil estaba atravesando desde octubre de 1864 una seria crisis comercial y financiera, con quiebras de numerosos bancos; por otro lado, Gran Bretaña había roto relaciones por un incidente naval, y había humillado al gobierno liberal, obligándolo a firmar un tratado desventajoso. El gobierno brasileño, por consiguiente, necesitaba distraer de cualquier modo a la opinión pública de esas crisis.[66]

Por su parte, tanto el gobierno argentino como el uruguayo habían llegado recientemente al poder y no habían logrado unificar el sentimiento de autoridad en torno suyo, contando con repetidas insurrecciones en el interior – en el caso argentino – y en la capital – para el Uruguay. La guerra permitiría galvanizar el sentimiento de unidad nacional detrás de sus gobiernos.[23]​ El objetivo fue alcanzado en cierta medida, tanto en el Uruguay como en la Argentina: la guerra fue muy popular — al menos en un principio — en la ciudad de Buenos Aires y en zonas cercanas, como Rosario, en donde la prensa hacía fuerte propaganda a favor de Brasil.[n. 16]

Rechazo argentino a la guerra

Con todo, hubo en casi todo el resto de la Argentina una corriente generalizada de oposición a participar en esta guerra, hasta el punto que gran parte de los soldados enviados eran de raza negra, los cuales, a diferencia de los soldados brasileños, no eran esclavos pero formaban las capas más pobres de la sociedad. Tanto los brasileños como los argentinos fueron llamados "cambás" por la población paraguaya, nombre aplicado hasta entonces a los brasileños de raza negra.

Los ejemplos del rechazo argentino a luchar contra Paraguay abundan. Entre ellos se destacan el Desbande de Basualdo, ocurrido en julio de 1865, en la cual ocho mil soldados argentinos — en su inmensa mayoría entrerrianos — se negaron a luchar contra Paraguay. En esa ocasión, el gobierno central se abstuvo de represalias contra los sublevados, los cuales regresaron a sus hogares. A la precedente le siguió la Sublevación de Toledo, de noviembre de 1865, que fue duramente reprimida con el auxilio de tropas brasileñas y floristas.[67]​ Uno de los líderes de la oposición contra la guerra en Entre Ríos, el general Ricardo López Jordán, había escrito a Urquiza:[68]

"Usted nos llama para luchar contra el Paraguay. Nunca, general; él es nuestro amigo. Llámenos para luchar contra los porteños y brasileños. Estamos listos. Ésos son nuestros enemigos."

En noviembre de 1866 se produjo en la provincia de Mendoza la llamada Revolución de los Colorados y, el 10 de diciembre, el coronel Felipe Varela se unía a la misma, lanzando la siguiente Proclama:[23]

¡Argentinos! El pabellón de mayo que radiante de gloria flameó victorioso desde los Andes hasta Ayacucho, y que en la desgraciada jornada de Pavón cayó fatalmente en las ineptas y febrinas manos del caudillo Mitre, ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyutí, Curuzú y Curupaití (...) ¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre argentina y oriental!

Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas americanas.

¡Compatriotas nacionalistas! El campo de la lid nos mostrará el enemigo. Allí los invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y amigo.
Manifiesto de Felipe Varela.

La Revolución se extendió rápidamente a las provincias argentinas de San Luis, San Juan y La Rioja y las fuerzas nacionales tardaron más de un año en vencerla.[69]

Demorados en la represión de estas rebeliones, Mitre y sus subalternos recién pudieron regresar a la contienda en Paraguay hacia julio de 1867. Sin embargo, para ese entonces la impopularidad en Argentina de la guerra contra el Paraguay provocó una nueva rebelión, esta vez en la provincia de Santa Fe.[n. 17][70]​ En 1868 estalló en la provincia de Corrientes una revolución en apoyo de la política de Mitre, cuya impopularidad obligó a distraer fuerzas militares para asegurar el triunfo de los sediciosos.[71]

De ese modo, de los 25.000 combatientes argentinos de 1866, solo aproximadamente el 10% continuaba en 1869 en el frente, siendo en su mayoría los ex prisioneros paraguayos.[9]​ Durante el penúltimo y último año de la contienda, Argentina participó casi nominalmente de la misma. También se sabe de caso de grupos de soldados correntinos que desertaron y se cambiaron al bando paraguayo.[9][72]

Al concluir esta guerra, que alzó varias reconocidas voces argentinas en su contra,[n. 18][73]​ se produjo otra rebelión que tenía entre sus motivos el rechazo a la guerra del Paraguay: en abril de 1870 la población entrerriana se sumó mayoritariamente a la rebelión liderada por Ricardo López Jordán. La misma fue aplastada por las tropas que volvían de la Guerra del Paraguay.[74]

Campaña de Humaitá o del Cuadrilátero

Hasta Curupayty

Representación artística de la Batalla de Tuyutí (1876–1885, por Cándido López).

El 16 de abril de 1866, un ejército aliado de poco menos de 50.000 hombres empezó a cruzar el río Paraná, ingresando en territorio paraguayo.[75]​ El día 18, las fuerzas aliadas tomaron la Fortaleza de Itapirú en la margen derecha del río Paraná, reducida a escombros por los cañonazos de la flota brasileña.[76]

Las primeras líneas defensivas paraguayas ubicadas en el sur eran formidables,[n. 19]​ y estaban centradas en los fuertes de Curuzú, Curupayty, Humaitá – todos ellas sobre el río Paraguay, artilladas para dificultar el paso de buques enemigos – y el de Tuyú Cué, alejado de la costa. Junto al Fuerte Timbó,[n. 20]​ ubicado en la margen opuesta del río Paraguay (actual provincia del Chaco), el más completo cierre del paso hacia Asunción era el fuerte de Humaitá, núcleo de la defensa paraguaya.[18]

Mitre avanzó en línea recta hasta el dispositivo defensivo organizado por López, exponiendo en imprudentemente sus tropas. Pero, en lugar de esperar a los invasores en sus líneas defensivas, las fuerzas paraguayas atacaron a las aliadas en la Estero Bellaco, siendo derrotadas,[n. 21]​ aunque logrando que el avance se detuviera en el "potrero" de Tuyutí. Allí, las fuerzas invasoras se limitaron a esperar ser atacadas para defenderse. El 24 de mayo de 1866, un ataque frontal del ejército paraguayos fue destrozado en la Batalla de Tuyutí, perdiendo 6.000 muertos y casi la misma cantidad de heridos.[n. 22][77]​ Fue la batalla más grande y la más sangrienta de la historia de América del Sur.[18]

La batalla de Tuyutí, según la pintura de Cándido López.

Pese a la gran victoria obtenida, el general Mitre siguió limitándose a esperar, con lo que dio tiempo a López a reunir nuevos contingentes de soldados. No obstante, los nuevos reclutas eran en su mayoría adolescentes y ancianos, que no reemplazaban en cantidad ni en calidad las bajas sufridas. Meses más tarde, en el mismo sitio tuvieron lugar la Batalla de Boquerón, la de Yataytí Corá y las dos Batallas de Sauce.[78]

Las fuerzas brasileñas pasaron a la ofensiva sin participación argentina ni uruguaya, desembarcando cerca del Fuerte de Curuzú, que fue capturado el 3 de septiembre de 1866.[79]

El 12 de septiembre de 1866 el mariscal López se entrevistó en Yatayty Corá con el general Mitre en busca de un avenimiento pacífico, pero la entrevista fue infructuosa debido a la absoluta oposición de Brasil a hacer una paz con el Paraguay sin una total rendición del mismo.[80]​ Mitre, como el uruguayo Flores, que también concurrió a la entrevista, se hallaba comprometido con Brasil por el Tratado Secreto de la Triple Alianza, firmado el 1 de mayo de 1865, a no firmar por separado ningún tratado con Paraguay.

Tras el fracaso de las negociaciones, Mitre decidió imitar la victoria de Curuzú y atacar el Fuerte de Curupayty. El mal tiempo reinante dio a los paraguayos la oportunidad de reforzar las defensas, y obligó además a los atacantes a combatir a través de esteros inundados. La poderosa flota brasileña al mando del marqués de Tamandaré se había comprometido a "descangalhar" con su artillería desde el río Paraguay las fortificaciones paraguayas, pero el bombardeo se realizó muy ineficazmente.

El 22 de septiembre de 1866 tuvo lugar la Batalla de Curupayty (o Curupaytí), en la que el ataque de las tropas aliadas – en su mayoría argentinas – fue completamente frustrado por las tropas paraguayas al mando de José Eduvigis Díaz. Las tropas argentinas y brasileñas, creyendo ya desmantelada la artillería paraguaya, avanzaron resuelta y casi desprevenidamente a campo traviesa, siendo prácticamente barridas por esa misma artillería a la que consideraban desbaratada.[81][82][n. 23]​ Los argentinos tuvieron 983 muertos y 2.002 heridos; los brasileños, 408 muertos y 1.338 heridos. Por su parte, los paraguayos tuvieron 92 bajas en total.[18]

Desde Curupayty hasta la caída de Humaitá

Luís Alves de Lima e Silva, duque de Caxias.

La derrota de Curupayty detuvo por muchos meses las acciones de los aliados, más por parte de los argentinos que de las fuerzas del Brasil.[83]​ El general Flores regresó a Uruguay, dejando en el frente solamente a 700 soldados uruguayos al mando del general Gregorio Suárez,[84]​ que fue pronto reemplazado por Enrique Castro.[18]

Los generales brasileños discutieron entre ellos, y todos culparon a Mitre por la derrota. Pidieron al Emperador que exigiera a Mitre regresar a Buenos Aires, cosa que éste se negó a hacer. En diciembre, debido a la Revolución de los Colorados, se trasladó a Rosario, pero regresó al poco tiempo. Un intento de paz, mediado por los embajadores de los Estados Unidos en Asunción y Buenos Aires, fracasó por la doble negativa de López y Pedro II.[18]

En marzo de 1867, sin que se hubiera recomenzado la campaña, se desató una epidemia de cólera, traída por soldados brasileños. La misma se cobró la vida de 4.000 soldados brasileños, y se extendió por las ciudades y campos de la Argentina y el Paraguay.[85]​ También el ejército argentino sufrió muchas bajas, incluidos oficiales notables como el general Cesáreo Domínguez. La población civil paraguaya, que hasta entonces no había sufrido daños directos por la guerra, resultó terriblemente afectada por la peste.

Pese a que nominalmente conservaba el mando de todos los aliados, el general Caxias afirmaba que seguía sus indicaciones, al tiempo que agregaba dos graves acusaciones:

“El General Mitre está resignado plenamente y sin reservas a mis órdenes: él hace cuanto yo le indico, como está de acuerdo conmigo en todo, incluso en que los cadáveres coléricos se tiren al Paraná, ya de la escuadra como de Itapirú para llevar el contagio a las poblaciones ribereñas, principalmente las de Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe que le son opuestas (...) El general Mitre también está convencido que deben exterminarse los restos de las fuerzas argentinas que aún le quedan, pues de ellas solo ve peligro para su persona.”[86]

En los primeros meses de ese año, las fuerzas brasileñas intentaron invadir territorio paraguayo desde el Mato Grosso, que sólo había sido reconquistado en parte. Las epidemias y la efectiva acción de la caballería paraguaya hicieron fracasar el intento. La ciudad de Corumbá fue reconquistada, pero abandonada pocas semanas más tarde, ante una epidemia de viruela.[87]

A finales de julio, finalmente, las tropas brasileñas al mando de Caxias abandonaron Tuyutí hacia el fuerte de Tuyú Cué, que fue capturada sin combatir el último día de ese mes. Hasta fines de octubre ocurrieron otras seis batallas de menor importancia.[18]​ El 3 de noviembre se produjo la segunda batalla de Tuyutí, que resultó en una dura derrota para los paraguayos, pero que les permitió reaprovisionarse y hasta capturar muchos cañones.[88]

Mientras Mitre ocupaba nuevamente el mando, una escuadra brasileña superó los cañones de Curupayty, pero quedó anclada entre esta fortaleza y la de Humaitá durante meses, obligando a construir una línea férrea por el Chaco para aprovisionarla.[18]​ La defensa paraguaya quedó centrada en una línea defensiva conocida como "Cuadrilátero", formada por decenas de kilómetros de trincheras, que dificultaban al acceso terrestre a Humaitá.

El 2 de enero falleció en Buenos Aires el vicepresidente Marcos Paz, víctima del cólera, y Mitre abandonó definitivamente el frente. El mando supremo quedó en manos de Caxias, que pudo llevar adelante su estrategia sin problemas. El 19 de febrero, algunos buques brasileños pudieron cruzar por delante del fuerte de Humaitá, y tres días más tarde dos de ellos bombardearon brevemente Asunción.

Las fortalezas habían perdido su razón de ser: Curupaytí fue evacuada por sus defensores y López partió a través del Chaco hacia Asunción, dejando al Fuerte de Humaitá defendido solamente por 3.000 hombres. El general Caxias envió para su captura a la división al mando del general Osório, pero ésta fue rechazada el 16 de julio con más de mil bajas, contra menos de cien paraguayas. Dos días más tarde, las tropas del coronel argentino Miguel Martínez de Hoz fueron emboscadas en Acayuazá por los paraguayos, muriendo su jefe y 64 de sus hombres; su segundo, Gaspar Campos, junto con otros 30 prisioneros, murieron semanas después debido a la dureza de la prisión.[89]

El 24 de julio, la guarnición de Humaitá – unos 3.000 hombres – fue evacuada por sus defensores, mediante canoas. No obstante, la mayor parte de los mismos no alcanzaron a llegar a territorio en poder del presidente López. La mitad fue tomada prisionera el 5 de agosto y casi todo el resto murió por la artillería naval brasileña.[90]​ La campaña de Humaitá había durado casi tres años, desde octubre de 1865.[n. 24]

Campaña de Asunción o de Piquisiry

Ejército brasileño en el campamento de Curuzú, 20 de septiembre de 1866, por Cándido López.

Debido al avance naval brasileño, el presidente López – que se había instalado en San Fernando, a corta distancia al norte del río Tebicuary – renunció a defender la línea sobre ese río, instalando un frente defensivo mucho más cerca de Asunción, sobre el arroyo Piquisiry. El avance por el río Paraguay quedaba impedido por un nuevo núcleo de baterías costeras en Angostura.

Caxias decidió lanzar un ataque masivo, que los historiadores brasileños llaman "dezembrada": abrió una picada a través del Chaco, por la cual trasladó 3.552 soldados para cruzar el río Paraguay aguas arriba de Angostura, operación en que participaron únicamente tropas brasileñas. Desde el punto de desembarco se trasladaron hacia el sur, hacia la posición del Piquisiry. En el trayecto fueron atacados por el general Bernardino Caballero en las Batalla de Itororó y de Abay, de los días 6 y 11 de diciembre, sangrientas victorias aliadas que costaron a los paraguayos más de 4.000 muertos y miles de prisioneros.[91]

El mariscal López se atrincheró en las Lomas Valentinas, justo al norte del Piquisiry, donde infligió una dura derrota a los brasileños en la primera Batalla de Itá-Ibaté el 21 de diciembre. Pero el día 27, los aliados lograron una sangrienta victoria en la segunda batalla de Itá Ibaté, también llamada Batalla de Lomas Valentinas. El 30 de diciembre, tras otro combate, la batería de Angostura cayó en manos de los invasores; allí los brasileños hallaron por primera vez mujeres, de lo que resultó la violación masiva de las mismas.[92]

El día 5 de enero de 1869, fuerzas brasileñas y algunos pocos contingentes uruguayos entraron en la ya indefensa Asunción, donde apenas encontraron alguna resistencia. La ciudad fue saqueada y arrasada.[n. 25]​ lo que no fue saqueado fue incendiado, no salvándose ni siquiera las iglesias ni las embajadas europeas. El general argentino Emilio Mitre se negó a ingresar a Asunción, para no[93]

"autorizar con la presencia de la bandera argentina en la ciudad de Asunción los escándalos inauditos y vergonzosos... que han tenido lugar."

Los restos del ejército paraguayo se vieron forzados a retirarse hacia el noreste, estableciéndose efímeramente la población de Luque como segunda capital paraguaya.

Los ocupantes no se preocuparon por formar un gobierno independiente para el Paraguay hasta el 15 de agosto de 1869, en que se formó en las ruinas de Asunción un "gobierno provisional" o Triunvirato, constituido por Cirilo Antonio Rivarola, Carlos Loizaga y José Antonio Bedoya. El Triunvirato, nominalmente electo por el pueblo paraguayo, lo fue de hecho por una reunión de 21 personas,[94]​ que representaban a las distintas facciones que respondían a las autoridades militares brasileñas y – en menor medida – al mando militar argentino.[95]​ Loizaga y Bedoya habían sido oficiales de la pequeña Legión Paraguaya, que había sido formada para dar un viso de apoyo paraguayo a la invasión extranjera, mientras que Rivarola había participado en conspiraciones contra los gobiernos de los López y había sido incorporado a la fuerza como sargento al ejército paraguayo, del cual había desertado. Poco después, Loizaga y Bedoya renunciaron y se retiraron a Buenos Aires, asumiendo Rivarola como presidente.[94]

Ejecuciones en el campo de López

Desde el principio de la guerra, López se mostró inclinado a arrestar y ejecutar a los oficiales que fracasaban en las misiones que les encomendaba. Eso ocurrió, por ejemplo, con el comodoro Pedro Ignacio Meza, el derrotado en la Batalla del Riachuelo, y el general Wenceslao Robles, el conquistador de Corrientes, aunque el primero murió como resultado de sus heridas.[96]​ El padre Fidel Maíz pasó varios meses arrestado al principio de su gobierno, como sospechoso de conspirar en su contra; liberado, ejercería como fiscal en los juicios y sumarios contra los acusados por López.[18]

Al avanzar la guerra y a la vista de las derrotas sufridas, López persiguió cada vez más cruelmente a sus oficiales, especialmente sus propios generales. En marzo de 1868 fue descubierta una conspiración contra el presidente, de la que formaban parte los propios hermanos y la madre del mismo, como así también varios oficiales y el ministro de relaciones exteriores José Berges, cuñado del presidente. Todos ellos fueron arrestados. Su madre fue perdonada tras varias semanas de prisión; sus hermanas fueron desterradas. Su hermano Venancio López murió durante el traslado del ejército al interior. En cambio, su otro hermano, Benigno López, junto con el ministro Berges, el obispo Manuel Antonio Palacios, el general Vicente Barrios – también cuñado de López – y muchos otros altos oficiales y funcionarios, fueron ejecutados a fines de 1869.[18]

En el camino hacia las Cordilleras ejecutadas otras centenares de personas, entre ellas las esposas de oficiales del ejército paraguayo. Víctima de una manía persecutoria o paranoia, López veía a cada paso nuevas conspiraciones en su contra, que llevaban a nuevas ejecuciones.[97]​ En total, a lo largo del año 1869, el gobieno de López ejecutó alrededor de 400 paraguayos, más muchos enjuiciados que murieron en prisión.[98]

Campaña de las Cordilleras

Soldado paraguayo ante el cadáver de su hijo, óleo de José Ignacio Garmendia (1841–1925).

El 8 de diciembre de 1868, López decretó el traslado de la capital paraguaya a Piribebuý. Allí marcharon el vicepresidente Sánchez y la legación del ministro plenipotenciario de los Estados Unidos de América, el general Martin McMahon. A medida que se producían los sucesos de Ita Ybaté y la reorganización del ejército paraguayo en Azcurra, la madre y hermanas de López, su esposa Elisa Lynch y los hijos del Mariscal se establecieron temporalmente en Piribebuý.

A fines de julio de 1869, el príncipe Gastón María de Orleáns, Conde D'Eu y yerno del Emperador Pedro II, emprendió la campaña de Las Cordilleras atacando Ybytymi, entrando el 4 de agosto de 1869 a Sapucay, luego a Valenzuela, llegando el 10 de agosto a Piribebuý. Se considera que el de Piribebuý fue uno de los pueblos que más padeció la guerra, ya que fue sometido a degüellos masivos y violaciones. Según las fuentes paraguayas, allí combatieron unos veinte mil aliados (casi en su totalidad brasileños) contra mil seiscientos defensores y un centenar de mujeres a las que se recuerda como "Las Heroínas de Piribebuý".

El pueblo fue cercado e intimada la rendición al comandante Pedro Caballero, quien contestó textualmente: "Estoy aquí para pelear y si es necesario morir, pero no para rendirme." Al amanecer del 12 de agosto, previo bombardeo, se inició el ataque. La batalla duró cinco horas, ya que las fuerzas aliadas fueron rechazadas por dos veces. El general brasileño Juan Manuel Mena Barreto, que iba a la cabeza de las fuerzas aliadas para envalentonar a sus huestes, fue herido de muerte a orillas del arroyo Mboreví por una bala de fusil en la ingle, disparada por el cabo Gervasio León por orden del capitán Manuel Solalinde. Mena Barreto expiró a orillas del arroyo.

El brasileño conde D’Eu, dominado por la ira, ordenó que se pasara a todos los prisioneros a degüello, sucediéndose en Piribebuý los actos más avergonzantes de la guerra.[99]​ El hospital de Piribebuý fue incendiado con 600 heridos, médicos y enfermeras dentro, luego de que se cerraran todas las puertas y ventanas.[100][n. 26]​ El pueblo fue sometido a degüellos masivos y violaciones, y el Archivo Nacional de la República fue sacado a la calle y con los documentos históricos se hicieron fogatas; los documentos que se salvaron fueron llevados a Río de Janeiro. Según la expresión de los testigos paraguayos, la sangre corría por las calles como agua de lluvia, cuando se degolló a 900 prisioneros.[101]​ Ante tales atrocidades, el de Piribebuý (o Peribebuý) fue el último combate con alguna participación argentina.[n. 27]

Días después, entre el 15 y 16 de agosto de 1869, se produce la batalla de Acosta Ñu: el pueblo de Acosta Ñu fue sitiado por fuerzas brasileñas, a las que sólo pudieron oponerse adolescentes y niños mal armados, casi exclusivamente con palos, hondas, lanzas y machetes. La batalla comenzó en el poblado y se extendió hasta los bosques que le rodean, que fueron incendiados por las tropas brasileñas muriendo así la mayor parte de los niños que se resistían. La iglesia y los edificios más importantes del pueblo fueron quemados, y también todos los documentos originales del establecimiento fundado el 8 de marzo de 1636.[102]​ Debido a la participación de los niños en esta batalla se conmemora en el Paraguay ese acto de heroísmo declarando al 16 de agosto como Día del Niño.[103]

Última foto del mariscal Francisco Solano López, tomada semanas antes de su muerte.

El general Correia da Câmara desembarcó en Concepción e inició la marcha hacia la Cordillera de Amambay. En respuesta, López se trasladó a Curuguaty, a orillas del Arroyo Tandey, pueblo que declaró como la cuarta capital del Paraguay; allí se instaló el vicepresidente Sánchez. Columnas secundarias del ejército paraguayo fueron derrotadas en dos combates en Itapytangua y Tacuaty. El 28 de octubre de 1869, Curuguaty fue asaltada, saqueada e incendiada por las tropas brasileñas.[104]

El pueblo paraguayo inició una sacrificada campaña a través de la cordillera de Amambay, siguiendo a Francisco Solano López. Poco después tuvieron lugar otros tres combates, en Lomas-Rugua, Itanarami y Río Verde. López continuó su retirada al frente de unos mil hombres, gran parte de ellos heridos, extenuados y pésimamente armados, muchos de ellos sólo con lanzas. Muchos de ellos, acuciados por el hambre, se desbandaron en el camino.[18]​ El 8 de febrero de 1870, la columna llegó a Cerro Corá, sobre la costa del río Aquidabán, en el actual límite impuesto por Brasil al Paraguay. Negándose a abandonar su país, López se dispuso a esperar a Correia da Câmara.[104]

Recién el 1 de marzo fue alcanzado por las tropas brasileñas: el Combate de Cerro Corá fue más una masacre que un combate, si se tiene en cuenta la enorme disparidad de tropas y recursos: 4.500 brasileños bien armados contra 409 defensores. López fue herido de un lanzazo en el bajo vientre y de un sablazo en la frente. Auxiliado, llegó a orillas de casi las nacientes del río Aquidabán, donde fue alcanzado por las tropas al mando de Correia da Câmara, quienes le intimaron a la rendición. El Mariscal López se batió sable en mano hasta el final. Negándose a entregar su espada, fue herido por otro soldado que lo ultimó de un tiro al corazón. Según cuenta la leyenda, el mariscal Francisco Solano López antes de morir, intentó tragarse la bandera paraguaya, para que los enemigos no se la llevasen como trofeo.[105][n. 28]

Consecuencias

Pérdidas territoriales del Paraguay

Archivo:Historia de la frontera Paraguaya.JPG
En naranja, territorios perdidos por Paraguay (según la historiografía paraguaya); en verde, territorios disputados que pudo retener.

Al finalizar la guerra, Brasil obtuvo todos los territorios que deseaba y Paraguay quedó transformado en un estado satélite del Brasil, hasta el punto que el ministro plenipotenciario brasileño, José Maria da Silva Paranhos Júnior, era llamado casi oficialmente en Brasil «virrey del Paraguay» (o Virrei do Paraguaí). La ocupación brasileña perduró hasta 1876, tras la firma del Tratado de Cotegipe, por el cual Brasil ocupaba territorios ancestralmente paraguayos y obtenía «reparaciones» y diversas concesiones económicas.

Ante las imposiciones brasileñas al Paraguay, el estado argentino expresó su protesta a través del ministro de relaciones exteriores (Mariano Varela) con una frase que buscaba limitar las pretensiones del Brasil mediante la mesura argentina:

"El Gobierno Argentino ha sostenido hace muy poco tiempo —en discusiones con el representante de su majestad el emperador del Brasil— que la victoria no da derecho a las naciones aliadas para declarar por sí límites suyos los que el tratado señala [el denunciado «Tratado secreto»]."

Si la paz no fue aún más costosa para el Paraguay en cuanto a territorio, fue porque los aliados no impusieron la paz de forma conjunta, sino que por separado, lo que dio la oportunidad al país derrotado a discutir derechos sobre los territorios en litigio. A los diplomáticos aliados les fue imposible imponer una paz conjunta, por los intereses contrapuestos de sus gobiernos, debiendo ceder en varias de sus ambiciones para no terminar en el cierre de las relaciones diplomáticas con sus aliados.[106]

En 1870, ante lo que parecía una anexión de Paraguay al Brasil, la Argentina reclamó todo el Chaco Boreal, desde el cruce del paralelo 22ºS con el río Pilcomayo hasta la Bahía Negra del río Paraguay (casi en los 20ºS). Aunque, poco tiempo después, las pretensiones argentinas sobre el Chaco Boreal se redujeron al territorio al sur del río Verde, territorio que tenía por capital a Villa Occidental (La antigua Nueva Burdeos, la actual Villa Hayes) ocupada por el hermano de Bartolomé Mitre, Emilio Mitre. Pero poco tiempo después, también renunció a este territorio al serle desfavorable el laudo arbitral solicitado al presidente de los Estados Unidos, Rutherford Hayes (por lo que la Argentina quedó fuera del Chaco Boreal).

En cambio, la Argentina confirmó su posesión sobre un territorio también hasta entonces litigado, el ubicado entre los ríos Pilcomayo y Bermejo, o Chaco Central, territorio sobre el cual tanto la Argentina como el Paraguay habían hecho reclamaciones, aunque ningún estado había ejercido soberanía efectiva allí hasta después de 1870. Ese territorio había estado en el control de los guaycurúes (según su nombre en guaraní), etnias sin estado, como las de los qomlek, pilagá, ashluslay y tapieté, casi todas ellas acérrimas enemigas de Paraguay. Recién con las campañas del comandante argentino Luis Jorge Fontana, posteriores a la Guerra de la Triple Alianza, el territorio fue controlado por la Argentina; actualmente corresponde a la Provincia de Formosa.

Por el este, Paraguay debió devolver a la Argentina la provincia de Misiones que, aprovechando la guerra civil en Argentina, el estado paraguayo regido por el doctor Francia había ocupado en 1838. En rigor, el control «efectivo» que Paraguay tuvo entre 1838 y 1865 sobre alguna parte de la Misiones mesopotámica se reducía a las adyacencias de la Trinchera de San José (actual ciudad de Posadas) y la ruta que desde la misma llevaba hasta el río Uruguay. La isla del Cerrito, en la confluencia de los ríos Paraná y Paraguay, permaneció ocupada por Brasil hasta 1873, fecha en que fue cedida a la República Argentina.

En cuanto a la República Oriental del Uruguay, el único beneficiario fue Venancio Flores y sus allegados del Partido Colorado uruguayo. No obstante, durante el tiempo que duró la guerra, la ciudad de Montevideo se vio muy beneficiada debido a que su puerto funcionó como centro de aprovisionamiento de las fuerzas aliadas, especialmente de las del Brasil. Por esos años, el comercio montevideano vivió un aumento inusitado, y también hubo una explosión de la actividad financiera. El final de la guerra inició una profunda crisis económica en el Uruguay.[107]

Desastre demográfico

El resultado más terrible de esta guerra fue la masiva mortandad de la población paraguaya, en especial de varones. Las cifras de población paraguaya muerta por causas directas (acciones bélicas) e indirectas (hambre, estrés, pestes como la del cólera) aún son variables, pero todos los autores aceptan que la mortandad fue enorme.

Existen, no obstante, profundas diferencias en la medición de la pérdida de población en el Paraguay. Estas se basan en las diferencias sobre la población que tenía el Paraguay antes de la guerra. En efecto, una de las bases posibles para este cálculo es un libro de Benigno Martínez, que afirmaba que se había realizado un censo en 1857, del que había resultado una población de 1.337.439 personas.[108]​ Aparentemente, la afirmación original sobre este censo proviene de un libro de Alfredo Marbais du Graty. El mismo Du Graty habría publicado en 1857 un texto de propaganda a favor de las inversiones públicas en el Paraguay, afirmando que ese país tenía en ese año una población de 800.000 habitantes. Y antes aún, en 1852, el mismo Du Graty había publicado su opinión de que el Paraguay tenía aproximadamente 300.000 habitantes.[109]​ La diferencia entre estas estimaciones en cuanto a la población original forma la mayor parte de las discusiones sobre la pérdida poblacional del Paraguay.

La mayor parte de los historiadores paraguayos o revisionistas se conforman con el censo de 1857, que consideran real. Los demás historiadores prefieren dejar de lado este censo – que consideran nunca se realizó – y basarse en el otro censo conocido, el de 1846, que contó 238.862 habitantes, aunque grandes partes del territorio no fueron incluidas en el censo; de lo que se desprendería que, basándose en una tasa de crecimiento normal de aquella época, en 1864 la población paraguaya habría sido de 420.000 a 450.000 personas.

Tras la guerra se realizó un censo (1870-71) en que se contaron 116.351 habitantes, aunque hubo varios de los territorios más aislados que no se incluyeron en él y en muchos casos a los niños, algo común en esa época. Por ello se estima población entre 150 y 160 mil habitantes, de los que 28.000 serían hombres adultos.[110]

Así, diversas fuentes afirman que la pérdida de la población paraguaya habría sido de 937.500.[111]​ 1.100.000, 1.200.000[112]​ o de 1.304.000 muertos,[97]​ lo que resulta en una mortalidad total de más del 60%, y una mortalidad masculina de quizás un 90%. Ese número es, también el que utilizó la edición de la Enciclopedia Britannica de 1911, que estimaba que la población paraguaya se redujo de 1.337.439 habitantes a 221.079 sobrevivientes, apenas un 17% de supervivencia.[113]​ Una opinión parecida es la ofrecida por Boris T. Urlanis, que afirma que la población paraguaya era de un millón de personas, y murieron un total de 300 mil personas, en su mayoría combatientes.[113]

Por el contrario, las fuentes que se basan en el censo de 1846, afirman que la mortalidad total de la población sería de alrededor de 440.000, tal como se desprende, por ejemplo, de un estudio de la historiadora norteamericana Bárbara Ganson de Rivas.[97]​ La historiografía clásica – o académica – argentina reconoce una reducción de la población de 500.000 a 116.000 sobrevivientes.[114]​ Este segundo punto de vista es el que utilizó la Enciclopedia Británica en 1992, en que redujo las cifras a una población inicial de 528.000 habitantes, que se habrían reducido a 221.000 (42% de supervivencia).[113]

Otros autores siguen este segundo punto de vista, como Eckhardt, que estima las muertes en 300.000 civiles y 310.000 soldados muertos; Scheina, que calcula las bajas en 300 mil paraguayos y 180.000 aliados, de los cuales 100 mil soldados brasileños, 20.000 argentinos y 1.400 uruguayos; Clodfelter, que estima 190.000 muertos aliados –30.000 uruguayos y argentinos – y 200.000 paraguayos.[113]​ También afirma cifras semejantes Kleinpenning, que estima 221.000 sobrevivientes, aceptando una cifra de muertos superior al 50%.[110]​ Según los estudios de Thomas Whigham, de las Universidades de Stanfod y Georgia (Estados Unidos), y Barbara Potthast, de la Universidad de Colonia (Alemania), basándose en el primer censo de post-guerra, la cifra de muertos fue de 300.000 personas, es decir, de un 50 a 70% de los paraguayos.[113]​ Fuentes modernas hablan de un 50% de muertos paraguayos, o sea, unos 250.000 fallecidos.[115]

Considerando la altísima mortandad de la población masculina, Whigham considera que gran parte de ésta murió en combate, mientras que muchos de los civiles de hambre y pestes. Al quedar sin hombres, bueyes o reservas de alimentos, la capacidad de los sobrevivientes de producir alimentos disminuyó sensiblemente, dejándolos débiles ante el embate de las enfermedades. También varios de los refugiados terminaron por huir al Mato Grosso.[116]

Otra fuente de pérdida de población para el Paraguay fue el destino de la mayor parte de los sobrevivientes del ejército paraguayo que caían en manos brasileñas – en su mayoría niños y adolescentes – que diversos autores creen que fueron vendidos como esclavos a los cafetales paulistas.[7][23]

Se debe también tener en cuenta que López fue despiadado con la oficialidad que intentó negociar o rendirse ante el enemigo, aún cuando la guerra estaba perdida, llegando a ejecutar hasta 500 oficiales de diversos rangos y miles de soldados y extranjeros.[113]​ Por último, una gran proporción de las tropas paraguayas murieron en los cuarteles y fortalezas, o en marcha, debido a su extrema debilidad, causada por la mala alimentación que se les ofrecía. En particular, los paraguayos, acostumbrados a una alimentación basada en productos vegetales como el maíz y la mandioca, se vieron obligados a alimentarse de carne o pescado, que les causó diversas complicaciones gástricas; en cualquier caso, la alimentación de los soldados paraguayos nunca fue abundante.[18]

Varios autores aceptan la cifra de 100.000 muertos brasileños,[117]​e incluso 150.000.[113]​ Por el lado argentino el calculo más bajo es de diez mil muertos.[113]​ Entre dichas versiones las bajas paraguayas alcanzan los 200 o 304 mil.[113]

Las consecuencias de mortandad indirecta debidas a esta guerra afectaron también a la población civil de gran parte de Argentina y Uruguay (sólo en la ciudad de Buenos Aires fallecieron más de 20.000 personas por la peste del cólera originada en Paraguay durante el conflicto), asimismo en la región riograndense se considera que fallecieron unos 60.000 civiles en su mayoría debido a la misma epidemia. También destaca el caso de los afro-argentinos, que según todos los historiadores de ese país sufrieron un gran número de bajas ya que eran reclutados de manera desproporcionada (muchos de manera forzosa, eran incluso enviados al frente engrillados),[9]​ lo que según la historiografía clásica llevó a su desaparición. Posturas más críticas acusan que el reclutamiento y masacre de ese grupo fue de manera intencional, ya que era parte del proceso de blanqueamiento de la Argentina.[118][119]​ El ejército brasileño también era formado en su mayoría por negros (esclavos y libertos) con un oficialidad blanca.[120]

El historiador argentino Felipe Pigna estima que murieron 50.000 de sus nacionales en el curso de la guerra.[75][121]​ Y hasta 168.000[106]​ a 200.000[121]​ brasileños y 5.000[121]​ a 10.000[106]​ uruguayos murieron en la guerra,[106][117]​ la mayoría ellos por las epidemias que afectaron la región en esa época.[106]

Consecuencias económicas

Más allá de las razones políticas que incitaron a Mitre a participar en la guerra, el general estaba convencido de que tenía la obligación moral de introducir en el Paraguay las instituciones económicas liberales. En 1869, en un discurso, afirmaba que

“Cuando nuestros guerreros vuelvan de su larga y gloriosa campaña…podrá el comercio ver inscritas en sus banderas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado para mayor gloria y felicidad de los hombres”
Arengas de Mitre, 1869.[86]

Al año del fin del conflicto, el gobierno paraguayo se vio obligado a contraer su primer empréstito de los bancos británicos, endeudándose en £ 1.438.500, de las cuales llegaron al país unas £ 200.000. El monto inicial fue disminuido posteriormente a alrededor de £ 1.000.000, a cambio de la entrega a los bancos de 300.000 hectáreas de tierra fiscal.[7]

El ferrocarril nacional y las nacientes industrias fueron destruidos o intervenidos por las compañías británicas correspondientes. El propio Conde D'Eu supervisó la destrucción pieza por pieza de la fundición de Ibicuy, que fue posteriormente incendiada e inundada.[7]​ La producción agrícola fue puesta bajo su control a través de empresarios brasileños y fuerzas militares brasileñas, financiadas por éstos y por los inversionistas ingleses. Esta guerra condicionó en forma permanente el desarrollo ulterior de Paraguay y lo signó, hasta la actualidad, bajo la égida de Gran Bretaña y Estados Unidos.[cita requerida]

El esfuerzo bélico fue muy costoso económicamente también para Brasil; el Imperio quedo muy endeudado con los británicos, y seguiría perdiendo dinero aún después de la guerra, por la ocupación. Algunos historiadores brasileños consideran aquella guerra el inicio de la deuda externa de ese país.

Para el gobierno argentino, aunque no pudo anexar todos los territorios que deseaba, la guerra fue beneficiosa en dos sentidos: en primer lugar, fortaleció la posición política del partido del presidente Mitre;[n. 29]​ por otro lado, la guerra cohesionó al Ejército Argentino, que dejó de ser un conglomerado de milicias provinciales y fuerzas de ocupación porteñas en el interior para iniciar el camino de su profesionalización y despolitización.[122]​ El puerto de Buenos Aires confirmó su posición como centro económico, cultural y político del país. No obstante, al igual que ocurrió con su aliado, la economía argentina fue muy afectada y no pudo recuperarse hasta fines de la década siguiente, impulsada por la masiva inmigración europea que la convertiría en una potencia regional.[97]

La deuda externa de Brasil creció hasta los 56 millones de libras esterlinas, la de Argentina hasta 9 millones y la uruguaya hasta 248.000.[106]

Devolución de los trofeos de guerra

Devolución de los Trofeos de Guerra tomados por el Uruguay a la República del Paraguay, realizada en mayo de 1885.

En 1885, durante la presidencia de Bernardino Caballero, la República Oriental del Uruguay, siendo presidente el general Máximo Santos, realizó la devolución de los trofeos de guerra al Paraguay y la condonación de su deuda de guerra. La delegación fue presidida por el Ministro de Guerra, general Máximo Tajes, y acompañada por la Banda de Músicos y una Sección del Batallón 5° de Cazadores. Por este gesto, la plaza San Francisco de la ciudad de Asunción cambió su nombre por el de Plaza Uruguaya.

El 16 de agosto de 1954, el presidente argentino teniente general Juan Domingo Perón, entregó en Asunción al presidente paraguayo general Alfredo Stroessner los trofeos de guerra que las fuerzas argentinas habían conquistado a las paraguayas. Los trofeos devueltos fueron trasladados en los rastreadores de la Armada Argentina: ARA King y ARA Murature.

"Vengo como un hombre que viene a rendir homenaje al Paraguay en el nombre de su querido mariscal Francisco Solano López y hago llegar el abrazo del pueblo argentino a esta Patria tan respetable y tan querida. En nombre de esa amistad y de esa devolución del pueblo argentino, pongo en manos del mandatario de este pueblo, como las reliquias, el testimonio de nuestra hermandad inquebrantable."[123]

En cuanto a los gastos de guerra que el Paraguay debía pagar como indemnización a los aliados de acuerdo al artículo 14 del tratado del 1 de mayo de 1865, la República Argentina liberó al Paraguay de la continuidad de los pagos el 12 de agosto de 1942 (presidencia de Ramón Castillo), mientras que Brasil lo hizo el 4 de mayo de 1943, cuando la deuda estaba saldada prácticamente en su totalidad (presidencia de Getulio Vargas).

Polémica actual

En 2007, cuando Cristina Fernández era primera dama argentina, elogió en un discurso público a Francisco Solano López, calificando a la Triple Alianza como una triple traición a los intereses de Latinoamérica frente a los imperialismos. A ello se sumó el 14 de septiembre de 2007 la imposición del nombre Mariscal Francisco Solano López a una unidad militar del Ejército Argentino, el Grupo de Artillería Blindado 2, con asiento en Rosario del Tala, Entre Ríos.[124]

Frente a esto, el diario La Nación respondió con una editorial, firmada por su director, tataranieto del general Bartolomé Mitre, fundador del mismo diario, en que comparaba a Solano López con Adolfo Hitler. Este editorial provocó una respuesta enérgica en la intelectualidad paraguaya y también entre intelectuales de izquierda en general.[125][126][127]

Al respecto, la presidenta Cristina Fernández expresó:[128]

«Algún medio de comunicación, fundado tal vez por uno de los que encabezó aquella triple traición, me criticó duramente. No importa, la verdad histórica no puede taparse con editoriales. Está escrita, desgraciadamente a sangre y fuego en el corazón del pueblo paraguayo».

El 25 de febrero de 2010, durante la innauguración de la represa Yacyretá, la presidenta mencionó la devolución por parte de Juan Domingo Perón de los trofeos de guerra. También lo contextualizó como una señal de amistad con el Paraguay.

Véase también

Notas

  1. El gobierno uruguayo era ejercido por el general Venancio Flores, del Partido Colorado, que accedió al poder por una revolución contra el gobierno legal, ejercido por el Partido Blanco. Esta revolución había sido un antecedente crucial en la Guerra de la Triple Alianza. Los oficiales del ejército uruguayo que combatieron en el Paraguay eran todos partidarios de los Colorados.
  2. Desde la Batalla de Pavón, el gobierno argentino había sido ejercido por el partido del presidente Bartolomé Mitre, que había derrotado al Partido Federal. Varios líderes de éste terminaron adhiriendo al nuevo gobierno, y algunos participaron como oficiales en la Guerra del Paraguay. No obstante, la mayor parte de los oficiales del Ejército Argentino en campaña pertenecían al vencedor Partido Unitario. Cabe destacar que la misma guerra significó el comienzo de la profesionalización y nacionalización del Ejército.
  3. En septiembre de 1864, el embajador Thornton envió a Londres un extenso informe confidencial, fechado en Asunción. Describía a Paraguay como Dante al infierno, pero ponía el acento donde correspondía:
    «Los derechos de importación sobre casi todos los artículos son del 20 o 25 por ciento ad valorem; pero como este valor se calcula sobre el precio corriente de los artículos, el derecho que se paga alcanza frecuentemente del 40 al 45 por ciento del precio de factura. Los derechos de exportación son del 10 al 20 por ciento sobre el valor...».
    En abril de 1865, el Standard, diario inglés de Buenos Aires, celebraba ya la declaración de guerra de Argentina contra Paraguay, cuyo presidente «ha infringido todos los usos de las naciones civilizadas», y anunciaba que la espada del presidente argentino Mitre «llevará en su victoriosa carrera, además del peso de glorias pasadas, el impulso irresistible de la opinión pública en una causa justa». Pro Diversitas, La guerra contra el Paraguay por Eduardo Galeano, 2005.
  4. El cuadro histórico de la pre-guerra es complejo y fluido. Lo único claro está representado por la acción de los intereses británicos, coherentes y efectivos en todas partes, en una hora en que la crisis del mercado algodonero estadounidense hizo trabajar la inteligencia y la voluntad de Gran Bretaña.
    La década de 1860 enmarca, llamativamente, en distintos centros productivos y en mercados de consumo del mundo la decidida presencia inglesa, no sólo diplomática, sino también bélica, sea en forma directa, sea por medio de instrumentos nativos.
    El principio de la pluralidad de causas en la historia explica la mayoría de los hechos políticos y socio-económicos. Y en la pluralidad de causas de este proceso que nos ocupa —la guerra de la Triple Alianza— vamos a fijar nuestra atención sobre la guerra de Secesión estadounidense. Hacia 1840 las tierras de los Estados del Sur empiezan a perder fertilidad. El algodón agota pronto el suelo. Para conservarlo es necesario rotar los cultivos. Pero la mano de obra que allá lo trabaja es ignorante y los dueños de las plantaciones no ven mucho más allá que sus esclavos. Gran Bretaña y los Estados del Sur tienden estrechos lazos de colaboración. Aquélla brinda millones de libras para ayudar a los Estados algodoneros de Estados Unidos. A partir de 1850 la guerra de secesión parece inevitable. Cuando en 1860 Lincoln asume el poder y la emprende contra la esclavitud se abren las hostilidades. Inglaterra cuenta con la victoria de las tropas del Sur. Sus centros industriales quieren ver las plantaciones en manos amigas, como si fuera en sus propias manos. Los Estados algodoneros obtienen 165 millones de dólares de adelanto sobre el algodón. Pero las cosas no caminaron, pese a tanto dinero. En 1860 las plantaciones estadounidenses de algodón rendían 3.841.416 fardos (cada fardo equivalente a 226 kg). De ese total se exportaban a Europa 3.536.373 fardos.
    Pero la guerra de Secesión será desastrosa para los algodoneros. En 1861 en Estados Unidos se recogieron 4 millones y medio de fardos. Y en 1864 la producción descendió a 300.000 fardos. En 1861 los Estados del Sur podían enviar 615.000 fardos a Lancaster —centro de los telares ingleses—; en 1864, solamente 23.000 fardos. La guerra comportó la ruina también para los distritos industriales ingleses. Consignemos que 250.000 obreros entraron en huelga, y otros 165.000 trabajaban sólo 4 horas por día. Hacia 1862 graves perturbaciones estallan en Europa: hay miseria en los centros algodoneros y las pérdidas en la bolsa resultan catastróficas. A Gran Bretaña sólo llegan 300.000 fardos de algodón, cuando Lancaster necesitaba 2 millones y medio; y Francia otro millón. Entonces Gran Bretaña entró a buscar mercados productores de algodón en cualquier parte del mundo. Desde luego, también en América del Sur. En ese crítico año de 1862, Inglaterra envió a la Confederación Argentina al Dr. Thomas J. Hutchinson, médico y geógrafo que debe hacerse cargo del consulado británico en Rosario. Pero no es éste, en verdad, el cargo fundamental: Hutchinson venía con la misión de buscar algodón salvaje en Santiago del Estero, y a canalizar el río Salado si fuera necesario, y plantar algodoneros en dicha región argentina. Efectivamente, el cónsul armó una expedición, con el apoyo del Banco Mauá de Rosario, instalado cinco años antes. El geógrafo británico estudió las posibilidades y redactó un informe. En él señalaba que la mano de obra resultaría barata; además los ingleses contarían con el entusiasta apoyo del caudillo y gobernador santiagueño, liberal, Antonino Taboada. Decía el informante: «Un novillo, zapallo, maíz y sandías, es mantención bastante para 50 hombres durante cinco días, y un animal vacuno no cuesta más que 10 pesos bolivianos, o sea 30 chelines», y esto otro: «El costo de los peones, como también los gastos y lentitud del transporte por carretas de bueyes, será por un largo tiempo un doble impedimento para que esta provincia sea una localidad algodonera». Se llegó a inaugurar el trabajo de la canalización del Salado, con la presencia de Taboada. Pero después, con el estudio de factibilidad, el proyecto se detuvo. El costo de la mano de obra santiagueña era muy alto comparado con los salarios de un obrero en Inglaterra.
    El fracaso del proyecto santiagueño no desanimó al funcionario inglés. Los ingenieros británicos enviados para trabajar en la canalización no llegaron a ocuparse. Pero el Paraguay estaba cerca y ligado a la Confederación Argentina por los mismos ríos. Y ese país, por clima, suelo y áreas disponibles era una región óptima para el cultivo algodonero. Entonces, en 1863, los ojos de Inglaterra miraron al Paraguay. Claro que había una valla: el país hermano y vecino, gobernado a la sazón por el mariscal Francisco Solano López, no había abierto aún las puertas al liberalismo económico.
    Este último estaba triunfante tanto en la Buenos Aires portuaria como en las provincias que respondían a Urquiza. El estanciero de San José y saladero de la costa uruguaya ya estaba enredado en la trama de los intereses comerciales y financieros, que iban del Barón de Mauá a la burguesía mercantil del Puerto, encabezada por José Gregorio Lezama, los Lezica, los Carranza, los Lanús, y los ricos caballeros británicos William Leslie y Tomás Armstrong. Urquiza vería sus productos pecuarios en el mercado de Londres, y estaba en esto dependiendo de los hombres del Puerto. El 2 de enero de 1863 don Justo iba a firmar un contrato con el Banco de Londres, Buenos Aires y Río de la Plata para la venta en mercado británico de lanas, cueros, sebo, ceniza y huesos. Dicho Banco le anticiparía a Urquiza, por la faena de 1863, la cantidad de 3.000 onzas de oro, equivalentes a 51.000 pesos fuertes. Don Justo vende sus productos al mercado inglés con la intermediación de portuarios eminentes. José Gregorio Lezama —futuro proveedor de los ejércitos mitristas de la Triple Alianza— es quien cubre al entrerriano las letras descubiertas en el Banco de Londres. Estos avales terminan dominándolo también políticamente en la hora de pronunciamientos. «La guerra de la Triple Alianza, sus causas» Por Fermín Chávez.
  5. Según otras fuentes, murieron cinco sextas partes de su población.
  6. Aquí la denominación varía, ya que se llamaba según los lusobrasileños "Correntes" al Ipané o al Apa y según los hispanos el Corrientes era el Mbotetey, hoy los brasileños aceptan como nombre de un río llamado "Correntes" al que sirve de límite entre Mato Grosso del Sur y Mato Grosso).
  7. También aparece escrito como Terery, aunque Tereny o Terery en ciertos mapas refieren a un curso de menos caudal que discurre unas decenas de kilómetros al sur del río Blanco, desembocando al sur del Fuerte Borbón (hoy Fuerte Olimpo) y un poco al norte de las antiguas localidades de Toldano y San Ignacio, zonas actualmente en Brasil.
  8. El uso de la telegrafía eléctrica durante la Guerra del Paraguay no fue uniforme. Paraguay contaba ya desde 1864 con un enlace telegráfico entre las ciudades de Asunción y Villeta, que se extendió hasta Paso de la Patria en 1865, año en que estalló la guerra. La construcción y explotación de la telegrafía, al igual que el ferrocarril, dependía del Ministerio de Guerra y Marina del Paraguay. El ejército contaba con un cuerpo de telegrafistas militares que tuvieron destacada actuación en el sangriento conflicto. Brasil utilizó un "tren telegráfico" que acompañaba el desplazamiento de las tropas. Pero mientras que Brasil y Paraguay hicieron uso del telégrafo durante la contienda, tanto Argentina como Uruguay continuaron utilizando chasques para sus comunicaciones militares. Desde entonces, el valor militar del telégrafo fue comprendido por muchos oficiales argentinos que participaron de la guerra.
  9. En 1862 se produjo un cambio político en el Imperio del Brasil, con el ascenso del Partido Liberal, que desplazó al gobierno Conservador de Luis Alves de Lima e Silva, Marqués de Caxias (que más tarde sería comandante del ejército brasileño en el Paraguay). El gobierno liberal inició la escalada de agresiones al Uruguay y de provocaciones al Paraguay, que llevarían a la guerra. Una vez iniciada, tanto el gabinete liberal como el Emperador se negarían firmemente a negociar ninguna salida diplomática que no incluyera la rendición incondicional del Paraguay, el exilio de López, la fijación de los límites en las pretensiones del Imperio, y la indemnización al Brasil de parte del nuevo gobierno paraguayo. Véase Doratioto, Maldita guerra, pág. 41.
  10. Desde el final de la Guerra Grande, la gran mayoría de las estancias del norte del país habían pasado a manos de inversores brasileños. Éstos se beneficiaban del uso de mano de obra esclava, que ingresaban al Uruguay – donde la esclavitud estaba prohibida – amparados por supuestos contratos de trabajo a tiempo fijo. Por otro lado, los ganados producidos en esta zona no pagaban impuestos al salir hacia Río Grande. El presidente Berro había exigido la liberación de los esclavos y el pago de cánones de exportación, lo que puso a los estancieros brasileños en su contra. Éstos, residentes en su mayoría en Río Grande, amenazaron al Imperio con iniciar represalias en el Uruguay por su cuenta, lo que arrastraría al gobierno a apoyarlos, iniciando la invasión.
  11. El mismo autor afirma, una página antes, que el total de soldados enviados al frente fueron 139.000, basándose en otra fuente. Esta contradicción deja en evidencia la dificultad de establecer con precisión este tipo de cifras a lo largo del tiempo.
  12. Por otro lado, el momento y lugar elegido fue un error por otra razón: el bloqueo del Río de la Plata por parte de la escuadra brasileña impidió la llegada al Paraguay de gran cantidad de armamento que ya había sido comprado en Europa, incluyendo cuatro acorazados, fusiles de alta calidad y varios cañones "rayados". Véase Doratioto, Maldita guerra, pág. 87.
  13. El día 8 de abril, una semana antes del ataque a Corrientes, un decreto firmado por el presidente Mitre confiscaba todas las armas que pasaran por aguas argentinas con destino al Paraguay, afirmando que el Paraguay le había ya declarado "una guerra de hecho". Véase Doratioto, Maldita guerra, pág. 125.
  14. En los documentos presentes en el Archivo Histórico de Corrientes y en libros de historiadores de dicha provincia se los identifica simplemente como "triunvirato de traidores" en minúscula.
  15. El nombre de "guaycurúes" es el más generalizado para este grupo étnico, pero no es apropiado, ya que se trata de un nombre dado por los guaraníes, que significaría “salvaje”, aparentemente en sentido despectivo.
  16. El presidente Mitre era dueño de uno de los principales diarios, y había colaborado en otros dos.
  17. Aunque también tuvo otras causas, como la reforma llevada a cabo por el gobernador Nicasio Oroño, que afectaba privilegios tradicionales de la Iglesia Católica.
  18. Las expresiones más conocidas contra la guerra fueron las de Carlos Guido y Spano, José Hernández y Juan Bautista Alberdi; éste último escribió un extenso libro ad hoc titulado El crimen de la guerra.
  19. Oficiales e ingenieros brasileños habían colaborado en la construcción de las defensas del sur paraguayo en tiempos en que ambos países habían estado enfrentados con la Argentina, en términos generales entre 1825 y 1852. El conocimiento que esta colaboración otorgaba a los brasileños relativizó la efectividad de las defensas. Justamente, la radical reorganización de las defensas en Curupaytí daría la única victoria importante a los paraguayos.
  20. Los aliados habían identificado una fortaleza ubicada a corta distancia aguas arriba de Humaitá, que por referencias de prisioneros paraguayos llamaron "Reducto Cierva", y que creían que completaba la línea defensiva sobre el río Paraguay. El dato era confuso, ya que lo que los exploradores habían visto era un depósito de ganado conocido como "Establecimiento", ubicado a corta distancia de la Fortaleza, pero sobre la Laguna Cierva. La flota aliada no sabría de la existencia del Timbó hasta el día que superaron el paso de Humaitá. En cualquier caso, éste no sería efectivo para detener los buques brasileños.
  21. Las fuerzas enviadas a interceptar el avance invasor en Estero Bellaco tenían órdenes de limitarse a causar el daño que pudieran y retirarse. Pero, viéndose vencedoras, continuaron su avance, lo que dio tiempo a la reacción de las tropas argentinas.
  22. López diseñó una estrategia compleja de ataque sorpresivo, que podría haber tenido éxito en superioridad numérica, pero destinó a la misma poco más de la mitad que las fuerzas aliadas que debían enfrentar. Su error resultó en la destrucción de las tropas más veteranas y los oficiales más destacados.
  23. En esta acción murió Domingo Fidel Sarmiento, el hijo del futuro presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento, junto a millares de sus compatriotas.
  24. Al capitular Humaitá las tropas argentinas rindieron honores de héroes a los combatientes paraguayos.
  25. El general uruguayo Enrique Castro envió a Buenos Aires para su venta un buque lleno de mercadería obtenida en el saqueo.
  26. El historiador brasileño Francisco Doratioto, en su Maldita guerra, pág. 393, se limita a afirmar que
    ". ..parece que no es verdadera la versión que presentan distintos autores de que el príncipe había mandado incendiar el hospital, dentro del cual murieron carbonizados más de cien heridos".
    Teniendo en cuenta la gravedad de la acusación, y la diferencia marcada entre este pasaje y los relatos detallados en que su libro abunda, esta afirmación no parece ser otra cosa que una opinión para justificar el accionar del ejército brasileño, especialmente cuando no aporta testimonios que apoyen su aserto.
  27. El Museo Histórico "Comandante Pedro Caballero" expone objetos recuperados de la guerra contra la Triple Alianza y otros objetos antiguos de tiempos de la colonia.
  28. Su última frase sigue siendo hasta la fecha una materia de controversia. Algunos historiadores señalan que dijo: «¡Muero por la Patria!» y otros: «¡Muero con la Patria!». Los historiadores que sostienen que las últimas palabras del presidente paraguayo fueron «¡Muero con la Patria!» lo hacen basándose en la convicción de que éste pensaba que tras el término de la guerra las tierras del Paraguay iban a ser anexadas al Brasil.
  29. Sin embargo, el partido de Mitre terminó por dividirse en dos, y la facción que apoyaba el general fue derrotada en las elecciones nacionales de 1868, accediendo al gobierno su rival Sarmiento.

Fuentes

Referencias

  1. La guerra del Paraguay
  2. La guerra de la triple alianza contra el Paraguay aniquiló la única experiencia exitosa de desarrollo independiente por Eduardo Galeano, 03/03/2005.
  3. Opinión del historiador argentino Felipe Pigna, en El historiador.com.
  4. John Huxtable Elliott, España en Europa: Estudios de historia comparada: escritos seleccionados, Universitat de València, 2002, páginas 79-80.
  5. Mapa de Brasil hacia 1825. en el cual aparece el río Mbotetey – hoy llamado Miranda – como límite internacional con Paraguay.
  6. Doratioto, Francisco, Maldita Guerra. Nueva Historia de la Guerra del Paraguay, Ed. Emecé, Sao Paulo/Buenos Aires, 2008, pág. 30-35. ISBN 978-950-04-2574-2
  7. a b c d e f g León Pomer, La guerra del Paraguay, Ed. Leviatán, Bs. As., 2008. ISBN 978-897-514-141-4
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  10. Doratioto, Maldita Guerra, pág. 36.
  11. León Pomer, La guerra del Paraguay, gran negocio”, entrevista en ABC digital. Consultado el 25 de noviembre de 2010.]
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  15. Barrán, José Pedro, Apogeo y crisis del Uruguay pastoril y caudillesco, Historia Uruguaya, tomo 4, Ed. de la Banda Oriental, Montevideo, 2007, pág. 82-86. ISBN 978-9974-1-0457-0
  16. Doratioto, Maldita guerra, págs. 46 y 53-54.
  17. Barrán, Apogeo y crisis del Uruguay pastoril y caudillesco, pág. 92-94.
  18. a b c d e f g h i j k l m n ñ o p q Zenequelli, Lilia, Crónica de una guerra, La Triple Alianza, Ed. Dunken, Bs. As., 1997. ISBN 987-9123-36-0
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  20. Doratioto, Maldita guerra, pág. 62.
  21. Doratioto, Maldita guerra, págs. 59 y 86.
  22. Doratioto, Maldita guerra, pág. 87.
  23. a b c d e f g José María Rosa, La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas. Buenos Aires: Hyspamérica, 1986. ISBN 950-614-362-5
  24. La artillería paraguaya en la Guerra contra la Triple Alianza, en GeneralYegros.com.
  25. Doratioto, Maldita guerra, pág. 131.
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  27. a b c Doratioto, Maldita guerra, pág. 198.
  28. Doratioto, Maldita guerra, pág. 441.
  29. Vedoya, Juan Carlos, La magra cosecha. Memorial de la Patria, tomo XIII, Ed. La Bastilla, Bs. As., 1984.
  30. Garmendia, Campaña de Corrientes y de Río Grande, pág. 60.
  31. Doratioto, Maldita guerra, págs. 59 y 86.
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  121. a b c Categoría: Refugios y vivaques - Noticias al aire libre. La supervivencia, la economía y la reproducción - Cambios que inducen los desastres y catástrofes.
    "A estas cifras hay que agregar la muerte de casi doscientos mil brasileños, unos cincuenta mil argentinos y cinco mil uruguayos. Hay autores que citan diversas cifras debido a las variaciones provocadas por los irregulares censos en una región del mundo que permanece parcialmente inexplorada hasta la actualidad, pero todos los análisis son coincidentes en señalar la enormidad de las pérdidas humanas y materiales provocadas por lo que ahora la historia conoce como "La guerra de la triple alianza"; esta conflagración no produjo beneficio neto a ninguno de los contrincantes. "
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