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Antonio Zapata y Cisneros


Inquisidor general de España
1627-1632
Predecesor Andrés Pacheco
Sucesor Antonio de Sotomayor


Virrey de Nápoles
16 de diciembre de 1620-22 de diciembre de 1622
Predecesor Gaspar de Borja y Velasco
Sucesor Antonio Álvarez de Toledo,
duque de Alba


Arzobispo de Burgos
1600-1604
Predecesor Cristóbal Vela y Acuña
Sucesor Alfonso Manrique


Obispo de Pamplona
1596-1600
Predecesor Bernardo de Sandoval y Rojas
Sucesor Mateo de Burgos


Obispo de Cádiz
1587-1596
Predecesor Luis García Haro de Sotomayor
Sucesor Maximiliano de Austria
Información religiosa
Ordenación episcopal 1587
Proclamación cardenalicia 09 de junio de 1604
por Clemente VIII
Título cardenalicio Cardenal presbítero de San Mateo en Vía Merulana (1605-1606)
Cardenal presbítero de Santa Cruz de Jerusalén (1606-1616)
Cardenal presbítero de Santa Balbina (1616-1635)
Información personal
Nacimiento 8 de octubre de 1550 en Madrid
Fallecimiento 27 de abril de 1635 en Madrid
Alma máter Universidad de Salamanca

Antonio Zapata y Cisneros, también llamado Antonio Zapata y Mendoza,[1]​ (Madrid, 8 de octubre de 1550 - ib. 27 de abril de 1635) fue obispo de Cádiz y Pamplona, arzobispo de Burgos y cardenal, consejero de estado de Felipe III, virrey de Nápoles e inquisidor general del reino.

Carrera eclesiástica

Fue el primer hijo de Francisco Zapata de Cisneros, I conde de Barajas, y de María Clara de Mendoza; sobrino nieto del Cardenal Cisneros.

Estudió en Salamanca, graduándose en cánones; fue nombrado canónigo e inquisidor de Toledo y más tarde de Cuenca, donde su tío Gómez Zapata era obispo. En julio de 1587 renunció al título nobiliario que le correspondía por sus derechos de primogenitura en favor de su hermano Diego, y en noviembre del mismo año fue ordenado obispo de Cádiz a instancias de Felipe II, siendo consagrado por el cardenal Gaspar de Quiroga;[2]​ durante su obispado mandó levantar a su costa parte de la muralla de la ciudad.

En mayo de 1596 fue destinado a la diócesis de Pamplona.[3]​ En 1599 fue nombrado consejero de estado, y en septiembre del año siguiente Felipe III le concedió el arzobispado de Burgos, en cuyo cargo contribuyó a la ornamentación de la catedral de la ciudad.

En junio de 1604 Clemente VIII lo nombró cardenal con el título de San Mateo en Merulana,[4]​ tras lo cual renunció al arzobispado y marchó a Roma, donde residió los años siguientes; participó en el cónclave de 1605 en el que fue elegido papa Pablo V y fue inquisidor de la ciudad.[1]

En 1617 regresó a España, trayendo consigo los restos de San Francisco de Borja. Dos años después impuso el capelo cardenalicio al cardenal infante Fernando de Austria.[1]

Virrey de Nápoles

Palacio del Cardenal Zapata en Nápoles, erigido durante su virreinato.

En septiembre de 1620 Felipe III le dio el cargo de virrey de Nápoles, adonde llegó a finales de año.[5]​ A la muerte del papa Pablo V, ocurrida al mes siguiente, Zapata viajó a Roma, donde participó en el cónclave en el que fue elegido el nuevo papa Gregorio XV; durante su ausencia, de menos de un mes, Nápoles quedó bajo el gobierno de Pedro de Leiva, general de las galeras del reino.

Durante el virreinato de Zapata el país sufrió una grave carestía provocada por la sistemática falsificación de moneda; las inclemencias meteorológicas, que dejaron aislado el reino durante varios meses impidiendo el comercio, vinieron a sumarse a la precaria situación de los napolitanos, que protestaron airadamente contra su gobierno llegando en varias ocasiones a la agresión física contra el virrey. En diciembre de 1622 Zapata fue sucedido en el cargo por el V duque de Alba Antonio Álvarez de Toledo y Beaumont y regresó a España .[6]

Regreso a España

Tras su regreso a España, en 1625 se le encargó la administración del arzobispado de Toledo durante la minoría de edad del arzobispo titular, el cardenal infante Fernando de Austria. Mediante una bula otorgada en enero de 1627 por el papa Urbano VIII se le concedió el puesto de inquisidor general del reino. Cinco años después, ya octogenario, su avanzada edad le llevó a renunciar a todos sus cargos y a retirarse a Barajas; aquejado de una enfermedad que le impidió el habla, fue trasladado a Madrid, donde murió en abril de 1635. Sus restos fueron enterrados en el convento de Nuestra Señora de la Concepción de los franciscanos descalzos, fundado por su padre en Barajas.

Escribió un libro titulado Discurso de la obligación en conciencia y justicia que los prelados tienen en proveer las dignidades y beneficios eclesiásticos, dedicado al infante cardenal; fue publicado en Madrid en 1629.[7]

Referencias

  1. a b c Salvador Miranda: The Cardinals of the Holy Roman Church.
  2. José Antonio Álvarez Baena: Hijos de Madrid vol. I, págs. 130-133 (1789).
  3. Gregorio Fernández Pérez: Historia de la iglesia y obispos de Pamplona, vol. III, pp. 53-56.
  4. Gaetano Moroni: Dizionario di erudizione storico-ecclesiastica, vol. CIII, págs. 412-413.
  5. Juan Ramírez de Arellano, criado al servicio de Antonio Zapata, escribió el relato del viaje a finales de 1620 desde Madrid a Nápoles: Relazión de la jornada que desde Madrid a Nápoles hizo don Antonio Zapata.
  6. Virreyes de Nápoles, de José Raneo con anotaciones de Eustaquio Fernández Navarrete, págs. 408-417, incluido en la "Colección de documentos inéditos para la historia de España", vol. XXIII.
  7. Álvarez Baena, op. cit., vol. IV, pags. 394-395.

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