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[[Archivo:Evidence of Forest Fire, Boat of Garten - geograph.org.uk - 227890.jpg|180px|thumb|right|El incendio que afectó a este bosque no fue fatal para los ejemplares que dominaban el dosel, los que se libraron de competidores del sotobosque.]]
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Una '''planta pirófila''' (del [[idioma griego|griego]] ''πυρός'' —''pyrós''—, que significa 'fuego' y ''philia'' que significa 'amistad') es una especie vegetal que tiene afinidad con el fuego, relación que puede manifestarse de diferentes modos.<ref>Bond, W. J. and van Wilgen, B. W. (1996). Fire and plants. Chapman and Hall, London</ref>
Una '''planta pirófila''' (del [[idioma griego|griego]] ''πυρός'' —''pyrós''—, que significa 'fuego' y ''philia'' que significa 'amistad') es una especie vegetal que tiene afinidad con el [[fuego]], relación que puede manifestarse de diferentes modos.<ref>Bond, W. J. and van Wilgen, B. W. (1996). Fire and plants. Chapman and Hall, London</ref>


== Generalidades ==
== Generalidades ==

Revisión del 12:02 16 dic 2018

Las palmeras son plantas que soportan bien los incendios, por lo que generan palmares densos en las áreas donde los fuegos son habituales por parte de los ganaderos.
El incendio de este bosque fue fatal para los ejemplares que dominaban el dosel, pero fue una oportunidad para las especies pirofilas.
El incendio que afectó a este bosque no fue fatal para los ejemplares que dominaban el dosel, los que se libraron de competidores del sotobosque.

Una planta pirófila (del griego πυρόςpyrós—, que significa 'fuego' y philia que significa 'amistad') es una especie vegetal que tiene afinidad con el fuego, relación que puede manifestarse de diferentes modos.[1]

Generalidades

Las plantas pirófilas podrían definirse también como pirófitas (del griego πυρόςpyrós—, que significa 'fuego' y phyton que significa 'planta').

Son muchas las afinidades con que una especie vegetal se puede relacionar de manera positiva con el fuego; la mayoría implica el poseer adaptaciones que le significan tener una ventaja frente a este acontecimiento, lo cual generalmente se relaciona a la destrucción de sus competidoras no adaptadas, con las cuales convive en su fitocenosis, con la consiguiente liberación del espacio ocupado por estas, las que convertidas en cenizas pasan a ser aprovechadas como nutrientes por las pirófilas. En los ecosistemas en donde se producen habitualmente incendios naturales en razón de sus características climáticas (mediterraneidad, continentalidad, fuertes vientos, tormentas eléctricas, etc.) buena parte de la vegetación posee características que las hacen pirófilas. En las regiones en donde originalmente no se presentaban incendios naturales, pero que por acción humana (accidentes, atentados, o como parte de un manejo agropecuario o forestal) los fuegos son habituales, las especies que no los soportan terminan desapareciendo, siendo su nicho ocupado por las pirófilas, tanto nativas como exóticas de ese ecosistema.

Algunos ecosistemas sólo son posibles de mantener bajo una frecuencia de incendios mediana a alta. Se trata de una de las seres (una sucesión secundaria) que forma parte de un ciclo sucesional, el que gracias a la periodicidad del fuego no logra evolucionar a las siguientes etapas.

Algunas plantas que soportan el fuego en pie son aprovechadas por los productores forestales para realizar con ellas “contrafuegos vivientes”, los que se crean sobre largas franjas de ancho variable plantando altas densidades de esas especies, lo cual produce el efecto de barrera en caso de incendios, impidiendo que el mismo se propague desde un lado de dicha franja hacia el otro, aislando así a los cultivos forestales, compuestos por especies de importante beneficio económico pero sensibles al fuego.

Algunos tipos de pirofilia

Ejemplares que soportan los fuegos sin grandes cambios

Muchas especies de palmeras y algunas especies arbóreas, pueden soportar fuegos —no catastróficos—, los que avanzan con relativamente baja temperatura y de manera rápida, liberando así a las pirófilas de la competencia.

Las adaptaciones para soportar el fuego más comunes son: gruesas cortezas con gran espesor de súber, potentes xilopodios, desarrollo de túnicas de catáfilas, brotación de yemas epicórmicas, yemas terminales de las ramas protegidas, etc. Estas adaptaciones son comunes en las especies que habitan formaciones vegetales que han evolucionado permanetemente bajo el factor moldeador de los incendios, por ejemplo la provincia fitogeográfica del cerrado.[2][3]

En algunos tipos de manejo de campos de establecimientos pecuarios, se trabaja las áreas de una manera sofisticada, generando perturbaciones pirogénicas de alta frecuencia y baja intensidad, manteniéndose estos fuegos prescriptos con llamas bajas, las que pasan rápido quemando sólo las partes secas de las gramíneas, y sin conseguir niveles térmicos demasiado elevados, lo que permite que el fuego no alcance a destruir las ramas de los árboles no pirófilos, ni siquiera sus troncos. Este manejo evita una gran acumulación de materia inflamante; impidiéndose de este modo que se produzcan eventos de incendios catastróficos, los que eliminarían a las leñosas nativas, las que brindan al ganado frutos y sombra estival. Si bien no son seriamente afectadas por las llamas, dichas especies arbóreas no deben ser clasificadas como pirófilas.

Algunos ejemplos de especies que soportan las llamas

Diversas anonáceas

Las anonáceas que habitan en sabanas tropicales suelen presentar adaptaciones pirofilas, especialmente en los casos de los géneros Annona y Duguetia.

Alcornoque

El alcornoque posee una gruesa capa de súber la cual lo protege del elevado calor de los incendios, los que le eliminan la competencia vegetal.

La palmera yatay es una típica planta pirófila, pues soporta muy bien los incendios, por lo que genera densos palmares en las áreas donde los fuegos son habituales.
Palma yatay

El yatay es una palmera de sabana, la cual crece en zonas donde la vegetación clímax es el bosque semixerófilo. Su consociación monoespecífica, el palmeral, sólo es posible desarrollarla generando fuegos suaves y repitiéndolos cada cierto periodo de tiempo. Lo que ocurre es que esta palmera es un vegetal arbóreo pionero, por lo que sólo pueden desarrollarse si tienen sol desde tu etapa juvenil. Cuando ocurre una destrucción de la natural masa forestal, los ejemplares más antiguos que allí se encuentran (es una especie que puede vivir más de 800 años y alcanzar cerca de 18 metros de altura) esparcen sus semillas, las que libres de la sombra perpetua que proyectaba el bosque comienzan a crecer, pero también lo hacen las chilcas (Baccharis sp. y Eupatorium bunifolium), arbustos que forman densas comunidades que terminarán ahogando a las lentas y aún pequeñas palmeras. Aquí pueden ocurrir dos escenarios. En el primero no se producen fuegos, por lo que la mayoría de las palmeritas muere, sobreviviendo sólo algunas, las que serán las que reemplazarán a las palmeras centenarias. El chilcal es lentamente colonizado por especies arbóreas del monte xerófilo, las que terminarán formando un dosel denso y oscuro, el cual impedirá que las yatay se desarrollen. En el segundo escenario los fuegos se continúan produciendo cada ciertos años, por lo cual el chilcal y las arbóreas xerófilas no logran colonizar el área. Las palmeritas, que soportan naturalmente el fuego, logran crecer sin competencia, generando en algunas décadas un denso palmar-pastizal, un paisaje posiblemente antrópico.[4][5][6][7][8]

Cuando adulto el pino Paraná es un árbol pirófilo, en razón de su corteza gruesa.
La araucaria o pehuén es un árbol pirófilo, en razón de su corteza notablemente gruesa.
Pino Paraná

El pino Paraná o curiy es una conífera característica de las mesetas del sudeste y sur brasileño, y del extremo nordeste argentino.

Puede vivir varios siglos y alcanzar cerca de 50 metros de altura. Crece en zonas donde la vegetación clímax es la pluviselva. En donde ese bioma se conserva, esta conífera se presenta con enormes ejemplares centenarios que sobrevivieron desperdigados, siendo un componente más del numeroso conjunto de especies arbóreas que allí habitan. No logra reproducirse con éxito en el sotobosque oscuro pues, como es una especie arbórea pionera, sólo puede desarrollarse si tiene sol desde tu etapa juvenil. Pero cada cierto tiempo (medido en siglos), un período de sequía extraordinario por su prolongada duración produce un evento anormal, un incendio catastrófico que destruye la mayor parte de la masa forestal de una región, la que sólo logra sobrevivir en hondonadas junto a los arroyos. Como los curiys centenarios poseen una corteza corchosa y gruesa, esta los protege del daño por los fuegos, por lo que logran sobrevivir, quedando como únicos elementos arbóreos de los que componían la comunidad. En el primer otoño, desperdigan sus semillas, las que sin la sombra perpetua que proyectaban los árboles de la selva, brotan y se desarrollan rápidamente, estimuladas por el colchón de cenizas en que se convirtió toda la vegetación que contenía la selva, y dado su rápido crecimiento en menos de dos décadas terminan formando una consociación monoespecífica: el curyal. Con los años, bajo el dosel de este van creciendo nuevamente ejemplares de la típica vegetación que componía la selva, la que sí puede desarrollarse sin inconvenientes bajo la sombra. Con el tiempo la formación forestal se presenta como una selva con cuirys en elevada proporción, la que irá bajando a medida que vayan muriendo, al no poder producir ningún reclutamiento, terminando en una selva con una baja representación de curiys, hasta que, siglos después, un nuevo incendio catastrófico vuelve a repetir el ciclo.

Esta sere natural fue alterada por acción antrópica, elevando la frecuencia de incendios, haciendo que por algunos siglos el bosque de curiys sea el paisaje dominante, el que fue finalmente eliminado en su mayor parte en virtud de su alto valor maderero, y para reconvertir el bosque en tierras agropecuarias.[9][10][11][12][13]

Araucaria araucana

El pehuén o araucaria araucana y el ñirre son dos especies pirófilas, las cuales los incendios las benefician en su competencia entre sí y con respecto a las otras especies.[14]

Ejemplares en los que muere su parte aérea pero rebrotan desde su base

Hay especies que no poseen en su parte aérea una estructura capaz de resistir las llamas, por lo que la misma es destruida, al igual que lo que ocurre con las plantas que no son pirófilas pero, a diferencia de estas últimas, sí tienen la adaptación de que sus raíces logran sobrevivir si el fuego no fue catastrófico, por lo que brotan desde ellas con inusitada fuerza a los pocos días del evento, y gracias a esta ventaja logran reconstruir el ecosistema, empleando de este modo al fuego como un aliado para librarse de sus competidoras. Técnicamente se las denomina «rebrotadoras obligadas»; ejemplos de este tipo de plantas pueden ser: el ñirre, brezos (como la bruguera), eucaliptos, chaparro, jara pringosa, carquesa, etc. Como todo, hay especies que el rebrote sólo se presenta si el incendio no ha sido intenso, por lo que son denominadas técnicamente «rebrotadoras facultativas», por ejemplo: la lavanda fina, el tomillo, etc.

Dentro de las plantas rebrotadoras hay un grupo de especies que poseen en sus estructuras resinas o aceites esenciales, lo que hace que ardan con más facilidad, favoreciendo de este modo el avance e intensidad de las llamas; dicho grupo de plantas es conocido técnicamente como «propagadoras de incendios».

Especies que no resisten el fuego pero sus frutos/semillas sí

Un grupo de especie no soporta el fuego, ni sus partes aéreas ni su sistema radicular, pero igualmente sacan provecho de los incendios, pues sus frutos o semillas sí tienen capacidad de sobrevivir a las llamas. Ejemplos de este tipo de plantas son las jaras, pino de Alepo, pino marítimo, romero, numerosas proteáceas, etc.[15]

La destrucción de la canopia permite una renovada entrada de la luz del sol al suelo forestal, la que estimula la germinación.[16]

Las adaptaciones se presentan de varias maneras: las hay que sus semillas continúan siendo viables luego del impacto megatérmico, en otros casos sus semillas se ven estimuladas por el mismo, y también se presentan especies en las que sus frutos lo precisan para poder abrirse. Un ejemplo de este último son numerosas especies de coníferas, como el Pinus contorta, el cual posee 2 tipos de conos femeninos, el tradicional y otro, serotino, que permanece cerrado largo tiempo y sólo se abre en presencia de mucho calor. De esta manera logró crear nuevos bosques luego del incendio catastrófico del parque nacional de Yellowstone.[17]

En todos los casos el suelo es rápidamente dominado por plántulas de estas especies, logrando al poco tiempo copar la formación vegetal. Al igual que ocurre con las rebrotadoras, también en este caso se presentan especies con estructuras resinosas para incentivar a las llamas, por lo que a estas también se les puede asignar el apelativo de «propagadoras de incendios».

Especies a las que el fuego les facilita la colonización

Un grupo de especie no soporta el fuego, ni sus partes aéreas, ni su sistema radicular, ni sus frutos o semillas, pero igualmente sacan provecho de los incendios. Se trata de un amplio gremio de especies pioneras, las que son especialistas en recolonizar las áreas donde hubo algún disturbio importante, generalmente incendios. Sus semillas son trasportadas desde lugares a mucha distancia (generalmente por el viento) y necesitan para crecer y sobrevivir una buena disponibilidad de exposición solar. Para estas, los incendios representan una oportunidad para conquistar áreas donde otras especies no pirófilas presentan ventajas superiores. Algunas pueden ser «propagadoras de incendios», como Epilobium angustifolium, Aristida stricta, Populus tremuloides, etc.[18]

Véase también

Referencias

  1. Bond, W. J. and van Wilgen, B. W. (1996). Fire and plants. Chapman and Hall, London
  2. Cabrera, A. L. & Willink, W. (1980). Colección de Monografías Científicas de la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos, Programa Regional de Desarrollo Científico y Tecnológico. ed (en español). Biogeografía de América Latina (Segunda edición corregida edición). Washington D.C.
  3. Moreira A. G. (2000). Effects of fire protection on savanna structure in Central Brazil. J Biogeogr 27:1021–1029.
  4. Galíndez, G. (2008). Arbustización de las sabanas mesopotámicas: Estrategias de regeneración de los arbustos nativos y sus repuestas al fuego y a la herbivoría. Doctoral thesis. School of Agronomy, University of Buenos Aires, Argentina, pp 87.
  5. Galíndez G., Biganzoli F., Ortega-Baes P., and Scopel A. L. (2009). Fire responses of three co-occurring Asteraceae shrubs in a temperate savanna of South America. Plant Ecol 202:149–158.
  6. Galíndez, G., Ortega-Baes, P., Scopel, A. L., & Hutchings, M. J. (2013). The dynamics of three shrub species in a fire-prone temperate savanna: the interplay between the seed bank, seed rain and fire regime. Plant Ecology, 214(1), 75-86.
  7. Goveto L. (2005). Ocurrencia histórica de fuegos en la sabana del parque nacional el palmar: evidencias climáticas y florísticas. MSc thesis, School of Agronomy, University of Buenos Aires, Argentina, pp 116.
  8. Martínez Crovetto R. & Piccinini B. G. (1951). Los palmares de Butia yatay. Revista de Investigaciones Agrícolas 4:153–242.
  9. Behling, H. (1997). Late Quaternary vegetation, climate and fire history of the Araucaria forest and campos region from Serra Campos Gerais, ParanáState (South Brazil). Review of Palaeobotany and Palynology, 97(1), 109-121.
  10. Behling, H., Pillar, V. D., Orlóci, L., & Bauermann, S. G. (2004). Late Quaternary< i> Araucaria forest, grassland (Campos), fire and climate dynamics, studied by high-resolution pollen, charcoal and multivariate analysis of the Cambará do Sul core in southern Brazil. Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, 203(3), 277-297.
  11. Behling, H. (1993). Untersuchungen zur spätpleistozänen und holozänen Vegetations- und Klimageschichte der tropischen Küstenwälder und der Araukarienwälder in Santa Catarina (Südbrasilien). Dissertationes Botanicae 206. J. Cramer, Berlin. 149 S.
  12. Behling, H. (2002). Beiträge zur Geschichte der Araucarienwälder der Campos und der atlantischen Regenwälder Süd- und Südostbrasiliens im Spätquartär.- Ber. Reinh. Tüxen Ges. 14: 59-68.
  13. Soares, R. V. (1975). Possibilities of the use of fire in the forests of the State of Paraná. Floresta, 5(2), 46-56.
  14. Burns, B. R. (1993). Fire-induced dynamics of Araucaria araucana-Nothofagus antarctica forest in the southern Andes. Journal of Biogeography, 669-685.
  15. Barrón, E. (2003). Indicios de paleoincendios en el Terciario de la Península Ibérica. Nemus: revista de l'Ateneu de Natura, (1), 5-16.
  16. Jones, T.P. & Chaloner, W. G. (1991). Los incendios forestales del pasado. Mundo Científico, 119 (11): 1160-1168, Madrid.
  17. Franquesa, T. (1990). Los incendios forestales en Yelowstone. Quercus, 53 :18-19, Madrid.
  18. Cano Santana, Zenón., & Juárez Orozco, Sonia (2009). El cuarto elemento y los seres vivos. Ecología del fuego. Ciencias, (085).

Enlaces externos