Diferencia entre revisiones de «Vida cotidiana de la Antigua Grecia»

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=== El ejército beocio ===
=== El ejército beocio ===
En realidad lo beocios eran una panda de julandrones sin verguenza alguna ke en vez de luchar en la guerra se daban por culo en las trincherasLos [[Beocia|beocios]] siempre tuvieron una de las mejores caballerías de Grecia. Sus hoplitas no llevaban el escudo redondo habitual, sino un escuo ligeramente ensanchado por ambos lados.<br />
Los [[Beocia|beocios]] siempre tuvieron una de las mejores caballerías de Grecia. Sus hoplitas no llevaban el escudo redondo habitual, sino un escuo ligeramente ensanchado por ambos lados.<br />
En el [[siglo IV a. C.|siglo IV&nbsp;a.&nbsp;C.]], Górgidas creó el famoso «[[Batallón Sagrado de Tebas|batallón sagrado]]» de Tebas, una tropa de élite de 300 hombres nada más, pero concebida como una «unidad de choque». Los hoplitas de este batallón eran parejas de amantes. En Tebas, cuando un joven llegaba a la edad de enrolarse, era su ''erasta'' quien le regalaba su equipo militar completo, la ''[[panoplia]]''.
En el [[siglo IV a. C.|siglo IV&nbsp;a.&nbsp;C.]], Górgidas creó el famoso «[[Batallón Sagrado de Tebas|batallón sagrado]]» de Tebas, una tropa de élite de 300 hombres nada más, pero concebida como una «unidad de choque». Los hoplitas de este batallón eran parejas de amantes. En Tebas, cuando un joven llegaba a la edad de enrolarse, era su ''erasta'' quien le regalaba su equipo militar completo, la ''[[panoplia]]''.



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Las costumbres de la Antigua Grecia son las rutinas diarias de los habitantes, las ciudades, los oficios, la economía, sus necesidades y sus beneficios.

Organización del Estado

Tras la desaparición de la civilización micénica los griegos formaron pequeñas comunidades, que evolucionaron en el siglo VIII a. C., y se convirtieron en ciudades. Estas ciudades se conocieron con el nombre de "ciudades-estado" o polis.

A diferencia de las ciudades de los grandes imperios (Mesopotamia, Egipto, Persia), que estaban organizadas alrededor del palacio real y del templo, el centro de la polis lo constituía el ágora, un espacio abierto donde los ciudadanos acudían para comerciar y para intercambiar ideas. En el ágora tiene lugar la vida política de la polis, y en ella surge también la filosofía griega.

El aspecto orográfico de Grecia hizo que las polis se situaran en su gran mayoría en territorios costeros de difícil acceso y en valles que estaban rodeados por montañas.

Las polis se constituyeron como una unidad política, social y económica de Grecia, pero si bien compartían una lengua, religión común, lazos culturales y una identidad racial e intelectual que exhibían con orgullo, los habitantes de estas ciudades no pudieron fundar un estado unificado. Existía una gran rivalidad entre las diferentes polis, consideraban que el reducido tamaño de cada una era lo más idóneo para practicar una adecuada política.

Religión

Estatua de Zeus(Museo del Prado)

Los griegos creían en un panteón de dioses y diosas que estaban asociados con los aspectos específicos de la vida. Por ejemplo, Afrodita era la diosa del deseo sexual, mientras Ares era el dios de la guerra y Hades el de los muertos. Algunas deidades como Apolo y Dioniso revelaban personalidades complejas y mezcolanza de funciones, mientras otros como Hestia (literalmente ‘hogar’, ‘chimenea’) y Helios (literalmente ‘sol’) eran poco más que personificaciones. Había también deidades específicas de un lugar: dioses de los ríos, ninfas de manantiales, cuevas y bosques. Héroes y heroínas locales también solían ser venerados en sus tumbas por habitantes de las zonas cercanas.

Muchos seres descritos en los mitos griegos podrían ser considerados «dioses» o «héroes». Algunos sólo eran reconocidos en el folclore o adorados localmente en ciertos lugares (por ejemplo Trofonio) o durante festivales concretos (por ejemplo Adonis). Los templos más impresionantes tendían a estar dedicados a un número limitado de dioses: los doce olímpicos, Heracles, Asclepio y ocasionalmente Helios. Estos dioses fueron el centro de grandes cultos panhelénicos. Era sin embargo común que muchas regiones y poblaciones dedicasen sus propios cultos a las ninfas, los dioses menores y los héroes locales. Muchas ciudades también honraban a los dioses más conocidos con ritos locales característicos y les asociaban extraños mitos desconocidos en los demás lugares.

Familia

Higiene y cuidado personal

A pesar de la modestia en la que vivían muchos griegos, estos tenían un especial cuidado por su higiene personal. Desde el periodo arcaico, desde niños aprendían a nadar y se bañaban en rios y en el mar. Durante la época clásica, las casas comenzaron a tener cuartos de aseo y pequeñas bañeras, hechas de barro, piedra o ladrillos. Estas se llenaban con agua caliente y se vaciaban a mano.

También surgieron los baños públicos, lugares de encuentro y discusión, solo para hombres, porque las mujeres no concurrían a ellos.

Las mujeres libres llevaban largas cabelleras (a diferencia de las esclavas, las cuales llevaban el cabello corto), a las que les solían dedicar diversos cuidados durante diversas horas del día. También podía requerir varias horas el embellecimiento con cosméticos y perfumes. Las mujeres libres se maquillaban para diferenciarse de las esclavas; solían prestarle especial atención a sus uñas y se rasuraban el vello corporal. La higiene corporal contrastaba con la suciedad y el desorden de las ciudades.

Indumentaria

El traje ordinario en la Antigua Grecia constaba de dos piezas:

  • la inferior, el quitón, era una túnica, por lo común, sin mangas que llegaba hasta las rodillas y se ceñía a la cintura.
  • La superior, el himatión, consistía en una especie de manto rectangular que se echaba sobre el hombro izquierdo y se recogía por el lado opuesto, dejando ordinariamente libre en sus movimientos el brazo de esta parte; y cuando se iba de viaje o de guerra se cambiaba el himatión por la clámide, capa rectangular en tres de sus lados y algo circular en la parte que rodeaba el cuello, más corta que el manto y abrochada con fíbula sobre el hombro derecho.

Alimentación

Salero de cerámica barnizado en negro, Siglo V a. C., Museo del Louvre.

Los antiguos griegos hacían tres comidas al día:

  • un desayuno (ἀκρατισμός / akratismós), compuesto de pan de cebada mojado en vino puro (ἄκρατος / ákratos); al que eventualmente se le agregaban higos o aceitunas;
  • un almuerzo (ἄριστον / ariston) somero, que se tomaba al mediodía o al principio de la tarde;
  • una cena (δεῖπνον / deĩpnon), la comida más importante del día, que tenía lugar generalmente a la caída de la noche;

Puede añadirse una merienda (ἑσπέρισμα / hespérisma), que se solía tomar al anochecer.

Comían sentados; el empleo de banquetas estaba reservado a los banquetes (de ahí su nombre). Las tortas de pan podían servir de plato, pero son más corrientes los recipientes de terracota o de metal. La vajilla se refina con el tiempo y, por ejemplo, encontramos platos de materiales preciosos o de vidrio a lo largo de la época romana. El tenedor es desconocido; se come con los dedos. Se ayudaban de un cuchillo para cortar la carne y de una cuchara semejante a las cucharas de hoy en día para comer sopas y caldos.

Economía

Los griegos eran principalmente campesinos dedicados a labores de producción agropecuarias. De hecho puede decirse que corresponden a sociedades de auto consumo; sin embargo el comercio entre ciudades era también muy importante. Estos contactos también se debieron a los continuos enfrentamientos bélicos entre estados.

Medicina

herramientas quirúrgicas del Griego antiguo. La medicina hipocrática hizo el buen uso de estas herramientas.

Antes de Hipócrates, existían los curanderos que trabajaban en los santuarios y había también médicos laicos que trataban de aplicar métodos experimentales y eran clasificados entre los llamados demiourgoi que eran profesionales que trabajaban para el pueblo con capacidad para crear o transformar y en cuyo colectivo se incluían adivinos, médicos, carpinteros y aedos.[1]

A partir de Hipócrates la medicina adquiere conocimientos autónomos, separándose completamente de la religión.

Se describe el cuerpo humano como una asociación de los cuatro humores: flema (agua), bilis amarilla (fuego), bilis negra (tierra), y sangre (aire). La enfermedad se desarrolla por una pérdida del equilibrio de estos humores. El mantenimiento de la salud se efectúa a través de la dieta y la higiene. Estas ideas persisten durante la Edad Media y el Renacimiento.

Dibujo de un Banco hipocrático del período Bizantino

A partir de entonces ya se daba importancia al diagnóstico basado tanto en los síntomas como en el historial de los pacientes. Se prepararon recetarios que incluían sedantes, purgantes, astringentes y diuréticos. Diversos instrumentos encontrados cerca de los santuarios de Asclepio, el dios de la medicina, prueban que se empleaba también cirugía.

El método hipocrático era muy acertado al tratar dolencias simples tales como las fracturas y luxaciones óseas. El banco hipocrático y otros dispositivos fueron utilizados con este fin.

Ejército

El ejército espartano

Ilustración de un Hoplita.

Este poder terrestre de Esparta se basaba en primer lugar en un sistema educativo desde la infancia totalmente orientado a la preparación para la guerra.
De los 16 a los 20 años el adolescente se convertía en irene de primer, segundo, tercer o cuarto año. El «irenado» corespondía a la efebía ática, con la diferencia de que ésta era más breve, dos años tan sólo.

A los 20 años todo espartano se incorporaba al ejército activo, pero su formación militar no había finalizado. La educación de los espartanos se prolongaba hasta la edad madura.
De los 20 a los 30 años, estos jóvenes guerreros, aunque estuvieran casados, seguían viviendo con sus «camaradas de tienda», y seguían comiendo todos juntos (sissitías).
Todavía no se les permitía el acceso al ágora, ni podían ejercer sus derechos políticos. Para ellos la vida familiar no podía empezar hasta después de los 30 años, pero laterada además por la costumbre de esas comidas en grupo.
A los 60 años el espartano quedaba al fin liberado del servicio militar, y podía formar parte del Senado (Gerousia). Pero seguía pasando mucho tiempo en los gimnasios vigilando los ejercicios de los niños y las luchas de los irenes.

El ejército espartano, mandado por uno de los dos reyes que vigilaban a menudo los éforos, estaba compuesto únicamente por los hoplitas, ciudadanos de pleno derecho o periecos.

Esta infantería pesada estaba dividida en 5 regimientos (mores o moras), mandados por los polemarcos, a cuya orden estaban los locagós, jefes de batallón, los pentecontarcas, comandantes de compañía y los enomotarcas, jefes de sección.

Las distintas unidades maniobraban con tal flexibilidad que provocaron la admiración del ateniense Jenofonte, sobre todo por pasar de la formación de marcha en columna a la formación en línea: un movimiento de conversión ponía al instante a todas las secciones a la altura de la sección de cabeza, que se había detenido; si en ese momento hubiera aparecido por detrás una tropa enemiga, cada fila habría llevado a cabo una sabia contramarcha para que los mejores soldados estuvieran siempre frente al enemigo en primera línea.

Los hoplitas de Esparta, se distinguían a simple vista de los de otras ciudades por el color de su túnica y por su cabellera. Sus túnicas eran de color escarlata para, según decían, «que la sangre no se notara», mientras que en el ejército ateniense, por ejemplo, sólo el traje de los oficiales estaba adornado con franjas púrpuras. LLevaban el pelo largo, lo que en la Atenas de Pericles era un arcaísmo.
Antes de la batalla limpiaban y cuidaban esa cabellera que por lo general debían llevar bastante descuidada. Antes de la batalla de las Termópilas un jinete persa enviado por Jerjes como observador al campo de Leónidas consiguió sorprender a los soldados espartanos «algunos de los cuales, nos dice Heródoto, se dedicaban a realizar ejercicios, mientras que otros se peinaban».

Esparta tenía plena confianza en sus hoplitas, decididos a morir antes que retroceder. Tenía una caballería muy exigua.

En el campo la disciplina era muy estricta, y la menor falta se castigaba con bastonazos. Las faltas graves suponían la muerte o la degradación militar y la pérdida de los derechos cívicos.

La única debilidad de Esparta desde el punto de vista militar (debilidad que a la larga fue mortal) era la falta de hombres, la oligantropía. Sus hoplitas eran admirables, pero escasos. La casta de los Iguales (homoioi), cuya existencia material estaba ligada a las propiedades rurales (cleroi) cultivadas en su provecho por las clases inferiores, era sumamente cerrada y, por egoísmo, limitaba el número de hijos, hasta el punto de que la pérdida en las batallas la redujeron sin cesar y terminaron por aniquilarla literalmente.
En Platea, en el 479 a. C., había 5.000 hoplitas espartanos (acompañados por 5.000 hoplitas periecos y por una multitud de 35.000 hilotas ligeramente armados); un siglo después, en Leuctra en el 371 a. C., habría ya tan sólo 700 hoplitas espartanos. (Jenofonte, Helénicas, vi, 4, 15)

Sin embargo, a pesar de su reducido número, los hoplitas de Esparta, a causa de su perfecto entrenamiento y de su sentido del honor y de la disciplina, siguieron siendo los dueños indiscutibles de los campos de batalla, hasta el momento preciso de la batalla de Leuctra, donde fueron vencidos por el ejército tebano de Epaminondas.

El ejército beocio

Los beocios siempre tuvieron una de las mejores caballerías de Grecia. Sus hoplitas no llevaban el escudo redondo habitual, sino un escuo ligeramente ensanchado por ambos lados.
En el siglo IV a. C., Górgidas creó el famoso «batallón sagrado» de Tebas, una tropa de élite de 300 hombres nada más, pero concebida como una «unidad de choque». Los hoplitas de este batallón eran parejas de amantes. En Tebas, cuando un joven llegaba a la edad de enrolarse, era su erasta quien le regalaba su equipo militar completo, la panoplia.

Epaminondas logró por fin dominar la táctica de los lacedemonios, mediante un nuevo sistema de combate: el ataque en orden oblicuo, y así es como pudo vencer a los guerreros de Esparta.

El ejército ateniense

En Atenas, la infancia y el comienzo de la adolescencia se desarrollaban con mayor libertad y en condiciones muy diferentes a Esparta.

El joven ateniense se ejercitaba con regularidad en la palestra, bajo la dirección del pedotriba, y la gimnasia era una preparación normal para el oficio de las armas: la lucha, la carrera, el salto y el lanzamiento del disco desarrollaban la fuerza física y la elasticidad. En cuanto a la quinta prueba del pentatlón, el lanzamiento de jabalina, se trataba ya de un ejercicio puramente militar.

Para los hombres adultos, que habían superado ya la edad de la efebía, la gimnasia constituía el mejor medio de mantenerse en forma y de entrenarse entre dos campañas. En el siglo V a. C., la mayoría de los atenienses de todas las edades proseguían con este entrenamiento que les mantenía preparados para soportar las fatigas militares.
A partir del siglo IV a. C., hubo cierto relajamiento en la práctica del deporte. En esa época fue precisamente cuando las ciudades griegas trataron de confiar a soldados mercenarios la tarea de defenderlos, a cambio de un sueldo, mientras que antes de la guerra del Peloponeso, los ejércitos griegos estaban compuestos casi exclusivamente por ciudadanos.

Todo ateniense tenía que servir a su polis de los 18 a los 60 años. De los 18 a los 20, era efebo. En este momento realizaba su aprendizaje militar.

De los 20 a los 50 años, como «hoplita del catalogo (lista de reclutamiento)» o como jinete, formaba parte del ejército activo, alguna de cuyas clases (y a veces todas) se movilizaban al comienzo de la campaña militar fuera del país (éxodos).

De los 50 a los 60 años pasaba a ser veterano, los presbytatoi, que con los efebos y los metecos de cualquier edad integraban una especie de ejército territorial encargado de defender las fronteras y las plazas fuertes del Ática.
En tiempos de paz el grueso del ejército solo era una milicia disponible, excepto los efebos, que durante dos años estaban ocupados por entero en sus ejercicios y, por esa misma razón, exentos de cualquier deber político o incluso de comparecer ante la justicia. Eran ciudadanos desde el momento de su ingreso en la efebía, pero no ejercían sus derechos hasta que habían transcurrido esos dos años.

El ateniense pasaba pues 42 años de servicio y cada una de estas 42 clases se designaban con el nombre de un héroe epónimo. Los ciudadanos que habían llegado a los 60 años quedaban liberados de toda obligación militar y se convertían en diaitetas, árbitros públicos, algo parecido a los «jueces de paz».

Al inicio de la guerra del Peloponeso en el 431 a. C., Atenas poseía un ejército activo de 13.000 hoplitas y 1.000 jinetes, y un ejército territorial de 1.400 efebos, 2.500 veteranos y 9.500 metecos, unos 27.400 hombres.

A pesar de una teoría de origen alemán que ha prevalecido durante largo tiempo, es cierto que en le siglo V a. C. existía la efebía. Los hoplitas de Maratón habían recibido seguramente una formación militar. Solo cabe preguntarse si a partir de ese momento todos los atenienses estaban obligados a pasar por la efebía, es decir, si la clase humilde, los tetes, que eran sobre todo remeros de la flota, estaban exentos de ella. Aristóteles nos describe con detalle la institución en el siglo IV a. C., que tal vez no había sufrido cambios importantes desde la época de Pericles.

A comienzos del año ático, en Hecatombeon, los jóvenes atenienses de 18 años se inscribían como demotas, es decir como miembros del demo de su padre. La asamblea del demo comprobaba su edad y decidía mediante votación si eran hijos legítimos y de condición libre. Cualquier impugnación suponía su remisión ante un tribunal de la Heliea y el joven convicto de impostura era vendido inmediatamente por el Estado como esclavo.
Más tarde la Bulé sometía a los efebos a un nuevo examen. Las aptitudes físicas de los jóvenes las valoraban, sin duda alguna, bien la asamblea del demo, bien la Bulé en un consejo de revisión e incluso un tribunal en caso de impugnación.

En el templo de la diosa Aglauro, al norte de la Acrópolis, los efebos prestaban más tarde este juramento, con la mano extendida sobre el altar:

No deshonraré las armas sagradas que llevo; no abandonaré a mi camarada de lucha; combatiré por la defensa de los santuarios del Estado, y transmitiré a la posteridad no una patria empequeñecida, sino más grande, más poderosa, en la medida de mis fuerzas y con la ayuda de todos. Obedeceré a los magistrados, a las leyes establecidas y las que se instituyan debidamente; si alguien intentara abolirlas se lo impediré con todas mis fuerzas y con la ayuda de todos. Honraré los cultos de mis padres. Tomo como testigos a las divinidades: Aglauro, Hestia, Enio, Enialio, Ares y Atenea, Areia, Zeus, Talo, Auxo, Hegemones, Heracles, los Limites de la patria, los Trigos, las Cebadas, las Viñas, los Olivos y las Higueras.

Esta lista de divinidades, sobre todo Aglauro, Talo, Auxo, y la inclusión de los límites y de los frutos del Ática tenían un carácter arcaico muy evidente: dicha fórmula de juramento es seguramente anterior al siglo V a. C.

Para dirigir a los efebos, el pueblo elegía a un sofronista (censor) por tribu, de una lista de tres nombres elegidos por los padres de los efebos, y un cosmeta (director), jefe de todo el cuerpo efébico. Él nombraba también a los instructores de los efebos (pedotribas) y a los maestros especiales que les enseñaban a luchar como hoplitas (hoplomaquia), a tirar el arco y lanzar la jabalina: en la época de Aristóteles se había añadido un instructor para maniobrar la catapulta, recientemente inventada. El traje distintivo de los efebos, la clámide, parece haber sido, en su caso, negra.

El año de servicio se iniciaba dos meses después del comienzo del año civil, boedromion. Cosmeta y sofronistas empezaban por llevar a sus efebos a visitar los santuarios del Ática (que deberán defender), luego acuden a El Pireo donde estaban acuartelados, unos en Muniquia, otros en la Acté.
El sofronista recibía dinero para los efebos de su tribu (cuatro óbolos por cabeza y día) y compraba lo necesario para la alimentación de todos, pues comían por tribus.

Tal vez se hacia ya entonces la división entre infantería y caballería, en esta escuela de efebía, pero no es seguro. El cosmeta debía preocuparse por convertir a los efebos en buenos jinetes y enseñarles a lanzar la saeta desde el caballo.

De este modo transcurría el primer año, al final del cual se celebraba en el teatro una asamblea del pueblo, donde se pasaba revista a los efebos en movimientos de orden cerrado. En ese momento el estado les daba un escudo y una lanza, hacían marchas militares por el Ática y estaban acuartelados en las fortalezas.
Durante ese segundo año los efebos se comportaban como peripoloi, esto es, como soldados patrulleros en torno a las fortalezas de Eléuteras, de Filé y de Ramnunte.

En Ramnunte, unas inscripciones del siglo IV a. C. permiten evocar la vida de los efebos y sus relaciones con la población local. Los ejercicios de los efebos requerían un elevado consumo de aceite y ciudadanos de Ramnunte contribuían con sus propios fondos, con una generosidad que les suponía agradecimiento y honores (coronas) otorgados por los efebos y sus jefes.

El pequeño teatro de Ramnunte tenía una animación especial gracias a la presencia de los efebos: Sentados en los lugares de honor (de la proedría) los magistrados del demo y los oficiales de la guardia participaban en los espectáculos que allí se celebraban, sobre todo concursos de comedias.

Deporte

Vasija con atletas griegos en una carrera

Desde los primeros tiempos, los ejercicios físicos del hombre, tenían como finalidad su supervivencia; se preparaban para cazar, pescar y defenderse. Pero en la Antigua Grecia los ejercicios físicos adquirieron una mayor importancia. Para los griegos, la belleza y la fuerza física perseguían un objetivo: la educación armónica y completa del cuerpo y del espíritu.

La principal manifestación deportiva de la Antigua Grecia fueron los Juegos olímpicos en la antigüedad.

Los Juegos olímpicos en la antigüedad (llamados así por celebrarse en la ciudad de Olimpia) fueron fiestas religiosas, culturales y deportivas celebradas en la antigua Grecia (776 a. C. - 392 d. C.) en honor a los dioses mayores. En ellos participaban los atletas, que debían ser ciudadanos, sólo hombres, y se entrenaban durante años en los gimnasios.

Existen muchas leyendas acerca del origen de los antiguos Juegos Olímpicos. Una de ellas asocia los primeros Juegos con el concepto de la antigua Grecia de εκεχειρία (ekecheiria) o Tregua Olímpica. La fecha de comienzo de los mismos sirve como referencia al calendario helénico y se considera en el año 776 a. C., aunque las opiniones de académicos la sitúan en un intervalo entre el año 884 a. C. y el 704 a. C.

Los juegos ocuparon un lugar muy importante en la vida pública de las ciudades. Los organizaban y presidían sus magistrados que representaban en ellos al estado. La vida pública quedaba paralizada durante las fiestas ya que se suspendía toda actividad oficial. Durante ellas solamente se resolvían los asuntos de extrema urgencia. Ejercían una gran influencia en las relaciones de los estados, se acudía a ellos desde los sitios más remotos y se establecían treguas de carácter sagrado. Los juegos públicos eran una ocasión de acercamiento entre los Estados Griegos. Constituían el alma de las relaciones interhelénicas, puesto que equivalían a verdaderas asambleas generales del pueblo griego. Progresivamente además de las polis de la Grecia continental, aumentó la participación de las múltiples colonias griegas diseminadas por las costas del Mediterráneo. Olimpia se convirtió en una poderosa fuerza, que aglutinó, con la idea de un panhelenismo creciente, a todos los emigrantes griegos dispersos por el mundo helénico. La participación oficial de las ciudades griegas en las ofrendas y sacrificios y la colaboración de los particulares creaba una sensación de hermandad y surgía el sentimiento de la pertenencia a una estructura socio-política superior al de la polis. Paralelamente el espíritu de competencia, monopolizado tradicionalmente por la nobleza, se extendió al resto de la sociedad, que sin abandonar aun sus raíces religiosas, infundieron en el deporte características más democráticas.

Juegos cotidianos

Aquiles y Áyax jugando a los dados. Museo británico. Londres.

La información que existe en relación a este tema se ha obtenido fundamentalmente de tres clases de fuentes: representaciones en cerámica, juguetes hallados en los santuarios (donde eran ofrendados a los dioses al casarse o llegar a la mayoría de edad) y juguetes hallados en tumbas de niños formando parte de su ajuar.

Entre los juguetes de recién nacidos se encontraban campanillas y biberones con forma de animales. Para los niños más mayores existían peonzas, aros, cometas, carretes (usados como yo-yo) y muñecas realizadas con terracota o madera tallada entre las cuales se han hallado incluso con brazos articulables. También había juegos en grupo como la mosca ciega y el lanzamiento de nueces y huesecillos de animales.

Otro juego de grupo que muy popular era el ephedrismos: parece ser que consistía en tratar de golpear con un accesorio un objeto clavado en el suelo; el perdedor debía llevar sobre sus hombros al ganador y debía de tratar de llegar a una meta con los ojos tapados por el compañero que estaba sobre él y atendiendo a las instrucciones verbales de un tercero.

Los adultos jugaban a los dados y a la morra. También había juegos de mesa que se realizaban sobre tablillas y se usaban una especie de bolitas como peones, pero se desconocen las reglas de estos juegos.

Costumbres atenienses

Clases sociales

En Atenas del siglo V a.c, la progresiva ampliación de la participación política no alcanzó nunca a todas las clases sociales que eran:

Los ciudadanos

Eran los únicos que podían poseer tierras, y dedicarse a los asuntos de la Polis. Para los griegos, la verdadera ocupación del ciudadano era participar en la política de la ciudad. Sin embargo también se distinguían por las cualidades propias que tenían.

Los Metecos

Eran los extranjeros residentes en Atenas. Eran libres y podían participar de ceremonias cívicas y religiosas. Tenían en sus manos la mayor parte del comercio marítimo, la banca, y la producción mercantil. Pero carecían de derechos políticos y no podían tener una tierra, salvo que piedieran un permiso.

Los esclavos

Estaban en el último peldaño de la escala social, eran propiedad de otras personas, carecían de libertad. El esclavo no tenía derecho sobre su persona y estaba obligado a trabajar contra su voluntad. Pero el propietario no tenía sobre el esclavo derecho de vida o muerte.

El esclavismo

En la Atenas de Pericles la proporción esclavos/ciudadanos libres era quizá de 3 a 2. En otras polis (Quíos, Egina, Corinto) probablemente más. Aristóteles daba por supuesto la necesidad de esclavos en abundancia y Jenofonte proponía como proporción ideal 3 a 1. Lo verdaderamente importante es que por primera vez los esclavos fueron utilizados de forma habitual en la artesanía, la industria y la agricultura en escala superior a la utilización doméstica, propia de una concepción menos utilitaria y más de ostentación.

Al tiempo que la esclavitud se hacía general, la naturaleza de la esclavitud se hacía absoluta: ya no consistía en una forma relativa de servidumbre entre otras muchas, a lo largo de un continuo gradual, sino en una condición extrema de pérdida completa de libertad, que se yuxtaponía a una libertad nueva y sin trabas. La libertad y la esclavitud helénicas eran indivisibles: cada una de ellas era la condición estructural de la otra, en un sistema diádico que no tuvo precedente ni equivalente en las jerarquías sociales de los imperios del Oriente Próximo, que no conocieron ni la noción de ciudadanía libre ni la de propiedad.

Costumbres espartanas

Clases sociales

Los ciudadanos

Busto de un hoplita, quizás Leónidas (Museo arqueológico de Esparta)

Los únicos que poseían derechos políticos eran los espartanos descendientes de los conquistadores dorios, llamados “astoi” o “ciudadanos” (término más aristocrático que el de “polités”, habitual en otras ciudades griegas). También se les conocía como “Homoioi” (“Pares” o “Iguales”). Recibían educación militar desde los 7 a los 17 años y adquirían la mayoría de edad a los 30, cuando podían ser parte de la Asamblea de los Ciudadanos y tenían que casarse. Existía un cierto número de ciudadanos considerados cobardes en el combate, a los que los historiadores denominan con el término latino de “tresantes” (“los temblorosos”). Según Heródoto, Jenofonte, Plutarco y Tucídides, a los “temblorosos” se les sometía a toda clase de desprecios y vejaciones: obligación de pagar el impuesto de soltería, expulsión de los equipos de pelota, de los coros, de las comidas en común, etc. Su estado de marginación era casi tan absoluto como el de los ilotas, con la excepción de que ellos sí podían acceder a los lugares públicos (siempre en los últimos puestos) y que les estaba permitido redimir su deshonra mediante actos de valor en la guerra.

Un auténtico espartano debía ser hijo de padres espartanos, haber recibido la educación espartana, hacer sus comidas junto a los demás ciudadanos en los comedores públicos y poseer una propiedad suficiente como para permitirle sufragar los gastos de su ciudadanía.

El nombre de “Homoioi” (“Iguales”) es testimonio, según Tucídides, del hecho de que en Esparta “se ha instaurado la máxima igualdad entre el estilo de vida de los acomodados y el de la masa” (I, 6, 4): todos llevan una vida en común y austera.

Los periecos

Los periecos eran descendientes de los miembros de las comunidades campesinas que no opusieron resistencia a los invasores Dorios y, por lo tanto, no fueron sometidos por la fuerza. Los periecos podían vivir en libertad en sus tierras, pero carecían de derechos políticos. Se ocupaban de las actividades artesanales y comerciales. Debían pagar al Estado altos tributos y podían ser obligados a incorporarse al ejército.

Los Ilotas

Los Ilotas eran descendientes de los miembros de las comunidades campesinas que opusieron resistencia a los invasores Dorios. Estaban obligados a servir a los ciudadanos; el Estado los distribuía ente los iguales para que trabajaran sus tierras. Los ciudadanos se quedaban con casi todo lo producido, mientras que sólo una pequeña parte les correspondía a los ilotas. No tenían ningún tipo de derechos y carecían de protección de las leyes. No eran esclavos sino siervos públicos y como pertenecían al Estado, no podían ser comprados ni vendidos.

La educación espartana

La educación espartana (“agogé”), sistema educativo introducido a partir de Licurgo, se caracteriza por ser obligatoria, colectiva, pública y destinada en principio a los hijos de los ciudadanos, aunque parece que en ocasiones se debió admitir a ilotas o periecos, y los hijos de un ateniense como Jenofonte se educaron en Esparta. La educación espartana estaba enfocada principalmente a la guerra y el honor, hasta tal punto que las madres espartanas decían a sus hijos al partir hacia la guerra: "vuelve con el escudo o encima de él", en referencia a que mantuviesen el honor y no se rindiesen nunca aunque con ello perdieran la vida.

Esparta practicaba una rígida eugenesia. Nada más nacer, el niño espartano era examinado por una comisión de ancianos en el "Lesjé" (“Pórtico”), para determinar si era hermoso y bien formado. En caso contrario se le consideraba una boca inútil y una carga para la ciudad. En consecuencia, se le conducía al "Apótetas" (lugar de abandono), al pie del monte Taigeto, donde se le arrojaba a un barranco. De ser aprobado, le asignaban uno de los 9.000 lotes de tierra disponibles para los ciudadanos y lo confiaban a su familia para que lo criara, siempre con miras a endurecerlo y prepararlo para su futura vida de soldado.

A los siete años (o a los cinco, según Plutarco) se arrancaba a los niños de su entorno familiar y pasaban a vivir en grupo, bajo el control de un magistrado especial, en condiciones paramilitares. A partir de entonces, y hasta los veinte años, la educación se caracterizaba por su extrema dureza, encaminada a crear soldados obedientes, eficaces y apegados al bien de la ciudad, más que a su propio bienestar o a su gloria personal (ésta última, el ideal de los tiempos homéricos). Los muchachos deben ir descalzos, sólo se les proporciona una túnica al año y ningún manto y, sometidos a una subalimentación crónica, se les fuerza a buscarse su propio sustento mediante el robo. Las disciplinas académicas se centran en los ejercicios físicos y el atletismo (los espartanos sobresalieron regularmente en los Juegos Olímpicos), la música, la danza y los rudimentos de la lectura y escritura.

Por lo que a la educación de las niñas se refiere, se encaminaba a crear madres fuertes y sanas, aptas para engendrar hijos vigorosos. Por ello, insistía igualmente en la educación física, así como en la represión sistemática de los sentimientos personales en aras del bien de la ciudad.

La Vivienda

Ciudad griega

La ciudad-estado griega, la polis, tenía un plano ortogonal, más regular cuanto más organizada estuviese la ciudad. Tenían edificios y lugares públicos donde se reunía el pueblo, y donde se organizó la democracia y surgió la filosofía. Estos lugares son los templos, el ágora, el mercado que a veces estaba cubierto con soportales (la stoa). También fue necesario construir edificios de administración y de ocio, como los teatros y los estadios. El plano tópico es el que aplicó en Mileto Hipodamos, al que Aristóteles atribuye el habernos legado la doctrina de la distribución lógica de la ciudad. Este plano se basa en la disposición ortogonal de las calles y las manzanas. Todas las calles debían de tener la misma anchura, y la distribución de oficios debería hacerse con criterios lógicos. Los griegos construyeron colonias en diferentes partes del Mediterráneo, y para la construcción de nueva planta de una ciudad este tipo de plano es muy útil. Ciudades como Mileto, Atenas, Esparta, Antioquía, etc., tienen esta tipología, modificada sólo por la topografía. Siempre que se puede, el plano está orientado en dirección norte-sur, con lo que todas las viviendas tenían una fachada con vistas al sur.

La casa griega

La casa griega se organiza en torno a un patio central. Solían ser de adobe, y no especialmente de buena calidad: en Grecia se daba más importancia a la vida pública que a la privada. Las casas ordinarias se componían de un piso bajo con dos piezas muy pequeñas, y de un piso alto, al que se subía ordinariamente por una escalera exterior. La parte inferior estaba abierta en la roca y las paredes eran de madera, de ladrillos o de argamasa. En el interior de las viviendas, las paredes estaban blanqueadas con cal; no había chimeneas. Las casas ricas se parecían a los palacios homéricos, y comprendían tres partes:

  • Una entrada que guardaba un portero,
  • El departamento de hombres, cuyas salas y cámaras daban a un patio rodeado de un pórtico
  • Y por último, el departamento de mujeres, que daba a un jardín

Durante el periodo helenístico este tipo de ciudad se extiende por todo el mundo ya que se crean muchas urbes nuevas, varias con el nombre de Alejandría en la antigua Persia. Sin embargo, en parte, los lugares tradicionales, como el ágora, habían perdido su función.

Bibliografía

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  • López Merlo, Raquel (1994). Así vivían en la Grecia antigua. Madrid: Anaya. 
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  • Ruiz de Elvira, A. (2000). Mitología clásica. 2ª edición corregida, 4ª reimpresión (Primera edición 1975). Madrid: Editorial Gredos. ISBN 84-249-0204-1. 
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  • VV.AA. (2002). La Antigua Grecia. Sheena Coupe. 
Notas
  1. Homero.Odisea, xvii,383

Véase también

Enlaces externos