Diferencia entre revisiones de «Batalla de Poitiers (1356)»

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[[Eduardo III]] pasaba asimismo a controlar [[Calais]], Guines, Ponthieu, [[Aquitania]], Lemosin, Périgord, Rourge, Quercy y Poitou, a pesar de que renunciaba oficialmente a la corona francesa. Los Valois habían salvado el reino a costa de unas enormes concesiones al enemigo.
[[Eduardo III]] pasaba asimismo a controlar [[Calais]], Guines, Ponthieu, [[Aquitania]], Lemosin, Périgord, Rourge, Quercy y Poitou, a pesar de que renunciaba oficialmente a la corona francesa. Los Valois habían salvado el reino a costa de unas enormes concesiones al enemigo.


La Segunda Batalla de Poitiers repitió en diversos aspectos la victoria inglesa de [[Batalla de Crécy|Crecy]], donde se volvió a demostrar que la táctica y la estrategia pueden lograr la victoria incluso en una severa inferioridad numérica.¡xuta! ¡Esta batalla dejo la embarrada!
La Segunda Batalla de Poitiers repitió en diversos aspectos la victoria inglesa de [[Batalla de Crécy|Crecy]], donde se volvió a demostrar que la táctica y la estrategia pueden lograr la victoria incluso en una severa inferioridad numérica.


== Véase también ==
== Véase también ==

Revisión del 21:58 3 dic 2009

Segunda Batalla de Poitiers
Fecha 19 de septiembre de 1356
Lugar Maupertuis, al sur de Poitiers, Francia
Conflicto Guerra de los Cien Años
Resultado Victoria inglesa decisiva
Combatientes
Inglaterra
Gascuña
Francia
Comandantes
El Príncipe Negro
y Jean de Grailly
Juan II de Francia
Fuerzas
9.000 hombres 12.000 a 20.000 hombres
Bajas
Despreciables 2.500 entre muertos y heridos

La Batalla de Poitiers, ocurrida el 3 de septiembre de 1356 enfrentó a Inglaterra y Francia y representa la segunda de las tres grandes victorias inglesas de la Guerra de los Cien Años (la primera fue Crecy). A veces se la llama también "Segunda Batalla de Poitiers", para diferenciarla de la primera (en el año 732) que enfrentó a los francos de Carlos Martel con un poderoso ejército sarraceno. Esta última se conoce también como Batalla de Tours.

Origen del conflicto

Habiendo sufrido ya dos graves derrotas (una naval en Sluys y otra terrestre en Crecy), las fuerzas francesas se enfrentaban, en los años de 1350, a las violentas y rápidas chevauchées inglesas, un tipo de incursión que castigaba especialmente a la población civil. Los ingleses desembarcaban, se internaban en los campos de la Francia septentrional, incendiaban las cosechas, mataban a los hombres de las aldeas y luego retrocedían rápidamente hacia sus bases en la costa, dejando a la población a merced del hambre y las enfermedades. Los ejércitos franceses, más pesados, lentos, torpes y difíciles de maniobrar, no podían ofrecer una resistencia adecuada a esta suerte de "guerra relámpago" de la Edad Media.

Esta estrategia inglesa estaba orientada a poner a la población francesa en contra de su propia corona más que a lograr resultados militares directos. Los campesinos, al no sentirse protegidos de las chevauchées, poco a poco gravitaban hacia los señores feudales locales solicitando ayuda, y esto dividía y sembraba el caos en las fuerzas galas, que necesitaban una gran cohesión y sentido nacional, especialmente para que la gente entregara a sus varones jóvenes para las frecuentes levas o reclutamientos que se hacían imprescindibles.

Para el mes de agosto de 1356 estaba en curso una enorme chevauchée de largo alcance comandada por Eduardo, el Príncipe de Gales —llamado "El Príncipe Negro" por el color de la armadura que llevaba al combate—, que aunque en la fecha tenía 26 años de edad, era competente y experimentado. El Príncipe Negro era el hijo mayor del rey Eduardo III de Inglaterra, y en esta oportunidad había sido comisionado para devastar una gran área al norte de la ciudad de Burdeos. El Príncipe intentaba de este modo proteger su base avanzada, ubicada en Aquitania, y también brindar un poco de alivio a las guarniciones aliadas de la Francia central.

La chevauchée en progreso, como las anteriores, se ajustaba en forma estricta a la política de "tierra arrasada", destinada a privar al rey francés Juan el Bueno del apoyo de sus propios súbditos. Es por esto que Eduardo no encontró mucha resistencia. Su ejército, junto con tropas amigas provenientes de Gascuña, devastó y quemó numerosas ciudades y campos productivos, dejando al enemigo frente a la penuria de hombres y alimentos.

Llegados a la orilla del río Loira junto a la ciudad de Tours, no fueron empero capaces de tomar el fuerte castillo que la defendía, y un enorme aguacero impidió también que la ciudad fuese incendiada por sus sitiadores.

En determinado momento, y consciente de esta realidad, el rey francés se decidió a enfrentar al aguerrido y motivado ejército inglés para intentar darle una lección y arrojarlo al mar. Finalmente, una enorme fuerza francesa se encontró con los ingleses en las cercanías de Poitiers.

Diferencias entre ambos ejércitos

Tal como sería una constante en la Guerra de los Cien Años, la principal diferencia entre ambos bandos eran sus jefes: el rey Juan era un comandante irresoluto y débil, incapaz y muy al tanto de esa incapacidad, que confiaba en consecuencia en los ejércitos grandes, lentos, bien armados y apoyados principalmente en la caballería y en ingentes cantidades de ballesteros. Los hombres de armas llevaban pesadas armaduras al igual que sus caballos, lo que atentaba contra la movilidad de sus fuerzas.

El Príncipe Negro, por el contrario, apostaba todo a la velocidad y movilidad de sus tropas ligeramente armadas y desprovistas de armaduras. El arco largo inglés, si bien no tenía los efectos devastadores de las ballestas francesas, ostentaba una cadencia de fuego cinco o seis veces superior, lo que convertía a sus operadores en fuerzas capaces de entenebrecer el cielo con nubes de flechas que desmoralizaban a los hombres y espantaban a los caballos de las tropas enemigas.

Prolegómenos de la batalla

Alentado por los retrasos que los contratiempos habían provocado a los ingleses en Tours, el rey Juan decidió prescindir de un gran número de sus hombres de menor graduación para enviarlos en persecución de Eduardo.

Juan II consiguió reunir un ejército de 12.000 a 20.000 hombres y ordenó hacer frente a Eduardo en Poitiers. El Príncipe de Gales no estaba decidido a entablar una batalla franca, pues se sabía ampliamente superado en número y muy escaso en recursos y suministros, circunstancias estas que lo hacían desear retirarse hacia Burdeos.

Las tropas inglesas llegaron a la aldea de Nouaville donde había una abadía, y los monjes les pusieron sobre aviso de que si se acantonaban en el bosque vecino, sus posiciones serían casi inexpugnables.

Eduardo tomó entonces una decisión tácticamente impecable: colocó a sus tropas con la espalda contra el tupido bosque y una ensenada a su izquierda, de modo de precaverlas contra cualquier tipo de ataque por retaguardia. Algo similar haría más tarde Enrique V en Agincourt. Los carromatos con un gran botín permanecieron a lo largo del viejo camino romano, la ruta principal de Poitiers a Burdeos, asegurando la protección sobre su débil lado derecho.

Su ventaja era evidente, acrecentada por la ya mencionada superioridad del arco inglés. Además, llevaba como principal subordinado militar a Sir John Chandos, un soldado duro y experimentado que comandaría luego las fuerzas anglobretonas (con Juan de Monfort) en la Batalla de Auray, combate decisivo para la Guerra de Sucesión Bretona.

Eduardo y Chandos se apoyaban, a su vez, en sus inteligentes capitanes, los condes de Salisbury y Warwick, quienes dieron a los hombres la orden de apearse y los organizaron en dos —o quizás en tres— unidades, con los arqueros galeses colocados en formación en cuña a ambos flancos. El Príncipe Negro mantuvo como reserva una pequeña unidad de caballería, liderada por Jean de Grailly, que se ocultaba en los bosques de la retaguardia.

Las fuerzas atacantes fueron divididas en cuatro partes. Al frente estaban alrededor de 300 caballeros de la elite mandados por el general Clermont y acompañados por mercenarios alemanes armados de picas. El objetivo de este grupo era cargar sobre los arqueros ingleses y eliminar la amenaza que planteaban. Estos irían seguidos de tres grupos de infantería (se desmontaría a la caballería, en este caso) comandados por el delfín (más tarde Carlos V de Francia), el Duque de Orleans y el Rey Juan.

La batalla

Apenas comenzada la batalla, los ingleses simularon una huida sobre el lado izquierdo. Esto provocó una carga precipitada de los caballeros franceses contra los arqueros. Sin embargo, los ingleses esperaban esto y rápidamente contraatacaron, lanzando una lluvia de flechas sobre los caballos. Jean Froissart escribe que la armadura de los caballeros franceses era invulnerable a las flechas inglesas, porque las puntas de estas resbalaban en las placas o se rompían con el impacto. Las armaduras de los caballos, sin embargo, eran débiles sobre los lados y atrás. Sabiendo esto, los arqueros ingleses y galeses se movieron hacia los flancos de la caballería enemiga y acribillaron a los animales.

Los resultados fueron devastadores. El delfín Carlos intentó defender a los caballos efectuando un ataque de infantería, enzarzándose en una lucha encarnizada hasta ser obligado a retroceder para reagruparse. La siguiente oleada de infantería bajo el duque de Orleans, viendo que los hombres del delfín no atacaban de nuevo, volvió la espalda al enemigo y se dio a la fuga.

A la vista de los resultados de los dos ataques de sus subordinados, el rey de Francia decidió tomar el mando él mismo y ordenó que la retaguardia trajera nuevos caballos para proseguir la lucha. Mientras los arqueros ingleses se quedaban sin flechas y recorrían el campo de batalla buscando más, el Príncipe de Gales también ordenó el reemplazo de sus animales.

El momento definitorio del combate llegó cuando el Príncipe Negro hizo entrar en acción a la reserva móvil que había ocultado en los bosques. Estas tropas fueron capaces de rodear y atacar a los franceses por los flancos y la retaguardia, formando una bolsa. Los franceses, aterrorizados al verse rodeados, intentaron huir, y el rey Juan fue capturado de inmediato con su séquito.

Consecuencias

El resultado fue una derrota decisiva para Francia, no sólo en términos militares, sino también económicos: tras la firma de la Paz de Bretigio en 1360, se exigió a Francia el pago de tres millones de coronas de oro por el rescate de su rey (equivalente al doble del producto bruto interno del país). La suma era imposible de reunir, y Juan, sin lograr regresar a Francia, falleció en Londres en 1364. Su cuerpo luego fue repatriado.

Eduardo III pasaba asimismo a controlar Calais, Guines, Ponthieu, Aquitania, Lemosin, Périgord, Rourge, Quercy y Poitou, a pesar de que renunciaba oficialmente a la corona francesa. Los Valois habían salvado el reino a costa de unas enormes concesiones al enemigo.

La Segunda Batalla de Poitiers repitió en diversos aspectos la victoria inglesa de Crecy, donde se volvió a demostrar que la táctica y la estrategia pueden lograr la victoria incluso en una severa inferioridad numérica.

Véase también