Batalla de Lepanto

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Esta es una versión antigua de esta página, editada a las 08:49 3 feb 2016 por Maragm (discusión · contribs.). La dirección URL es un enlace permanente a esta versión, que puede ser diferente de la versión actual.
Batalla de Lepanto
Invasión otomana en Europa
Parte de Guerras habsburgo-otomanas
Cuarta Guerra venecia-otomana

La batalla de Lepanto por Paolo Veronese
Fecha 7 de octubre de 1571
Lugar Golfo de Corinto, Mar Jónico
Coordenadas 38°12′N 21°18′E / 38.2, 21.3
Resultado Victoria decisiva de la Liga Santa
Consecuencias Reforzó la hegemonía cristiana en el Mediterráneo sobre el Imperio otomano y sus corsarios aliados
Beligerantes
Liga Santa:

Imperio español
República veneciana
Estados Pontificios

Rep. de Génova
Orden de Malta
Gr. Duc. de Toscana
Ducado de Saboya
Imperio otomano
Comandantes
Juan de Austria
Álvaro de Bazán
Alejandro Farnesio
Luis de Requesens
Sebastiano Venier
Agostino Barbarigo
Marco Antonio Colonna
Juan Andrea Doria
Alí Bajá
Mehmed Siroco
Uluj Alí
Fuerzas en combate
Armada de la Santa Liga
• 227 galeras
• 6 galeazas
• 76 fragatas o bergantines
• 98 000 hombres
Armada otomana
• 210 galeras
• 87 galeotas y fustas
• 120 000 hombres
Bajas
7600 bajas, 12 galeras 30 000 bajas, 190 naves, 12 000 cautivos cristianos liberados

La batalla de Lepanto (en italiano: Battaglia di Lepanto; en turco: İnebahtı deniz muharebesi 'batalla naval de İnebahtı') fue un combate naval que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571 cerca de la ciudad griega de Návpaktos (Lepanto en italiano y de ahí al español).[1]

Se enfrentaron en ella la armada del Imperio otomano contra la de una coalición católica, llamada Liga Santa, formada por el Reino de España, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya. A pesar de ser una alianza, de las 315 embarcaciones cristianas 164 eran españolas.[2]

Los católicos, liderados por Juan de Austria, resultaron vencedores, y se salvaron solo treinta galeras otomanas. Se frenó así el expansionismo otomano en el Mediterráneo oriental durante algunas décadas y se provocó que los corsarios aliados de los otomanos abandonaran sus ataques y expansiones hacia el Mediterráneo occidental.

En esta batalla participó Miguel de Cervantes, que resultó herido y perdió la movilidad de su mano izquierda, lo que le valió el sobrenombre de «manco de Lepanto». Este escritor, que estaba muy orgulloso de haber combatido allí, la calificó como «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros»[3]​ También introdujo la historia en el Quijote, a través de la narración del cautivo, que no deja de ser la típica obra de literatura de frontera.[4]

Contexto histórico

Durante el siglo XVI los otomanos habían conquistado los territorios que formaron en el pasado parte del Imperio romano de Oriente. La Europa protestante, en cierta forma, los consideraba un útil aliado contra la Reforma católica.[5]Francia, por su parte, estaba atrapada entre la dinastía Habsburgo que gobernaba en Austria y la que lo hacía en España y los Países Bajos. El Imperio otomano estaba aún en expansión gracias a la base de Tolón, ofrecida por el rey de Francia, e incluso estaba en condiciones de amenazar a España y a Malta.[6]

En el combate naval los otomanos aprendieron mucho de los bizantinos, sobre todo en lo que respecta a la navegación fluvial. El Imperio otomano no encontraba una barrera en las montañas sino en la navegabilidad de los ríos, siendo las bases principales Estambul (Constantinopla) y Edirne (Adrianápolis).[7]

Los diferentes estados de Italia se aliaron más a menudo con poderes extranjeros (incluidos los otomanos) que entre ellos mismos. Las deficientes comunicaciones terrestres que poseía la península Itálica contribuyeron a una fragmentación crónica.[8]​ Los venecianos definían como antemurale a Chipre y a sus otras posesiones isleñas frente a una amenaza otomana, en referencia a que se podían usar para mantener al enemigo a cierta distancia.[9]

El tratado de Cateau-Cambrésis de 1559 dio a Felipe II una libertad de acción en el Mediterráneo de la que no gozó su padre, Carlos I.[10]​ Además, los antemurale de Felipe II eran sus fortalezas norteafricanas en el sur y Apulia, Calabria y Sicilia en el Mediterráneo central.

En 1510, 16 000 soldados dirigidos por García de Toledo invaden la isla de Yerba, en Túnez, pero los musulmanes terminan derrotándolos. Diez años después Hugo de Moncada desembacará unos 15 000 soldados en Yerba provocando la sumisión del jeque local y marchándose posteriormente. Sin embargo, el corsario musulmán Dragut se instaló en la isla y atacó Italia, llegando incluso a apoderarse de los pueblos napolitanos de Pozzuoli y Castellammare. Luego Dragut tomó el pueblo africano de Mahdia, que fue recuperado por una expedición de Andrea Doria que logró también aislar al corsario en Yerba. Solimán tomó la expedición de Andrea Doria como una declaración de guerra y en 1551 mandó una flota que, junto con la de Dragut, recuperó Mahdia, atacó Malta y la isla de Gozo y arrebató Trípoli a los Caballeros de San Juan. Carlos I había mandado a estos caballeros defender Trípoli a cambio de establecerse en Malta en 1530, sin embargo, tras esto, Trípoli se convirtió en un principado corsario que fue subsumido por el Imperio otomano y la isla de Yerba continuó en manos de corsarios aliados del Imperio otomano pero con cierta autonomía.[11]

Los otomanos debían zarpar desde Grecia pero esto exponía sus vías de comunicación marítimas a los Caballeros de Malta. En las aguas situadas entre Zante y Cefalonia el caballero Mathurin d'Aux de Lescout Romegas capturará un barco mercante musulmán. Los turcos aprovecharán este incidente para intentar acabar con este enclave católico en un intento de asedio fallido a Malta en 1565.[12]

Los papas habían tenido cierto éxito en la organización de ligas santas en las cuales los intereses de las naciones coincidían. El término Liga Santa ya se había utilizado para dotar de dignidad a las coaliciones contra Francia de Alejandro VI y Julio II en 1495 y 1511 y contra Venecia en 1508.[13]​ Desde la última liga santa de finales de la década de 1530 la contribución anual (subssidio) proporcionado por el papa, de una décima parte de las rentas eclesiásticas, había servido para reforzar las defensas de la República de Venecia en el mar Adriático. El 27 de febrero de 1570 se aumentó la contribución en una décima parte más, a 100 000 ducados, aunque el papa condicionó las ayudas posteriores a la participación de Venecia en la próxima liga santa. La política veneciana fue encaminada a aprovechar al máximo los beneficios de una alianza, como obtener grano a un precio ventajoso para compensar las malas cosechas en Venecia y la pérdida de abastecimiento del grano egipcio.[14]​ La declaración de guerra de Venecia al Imperio otomano sirvió para obtener grano a buen precio de los Estados pontificios, Nápoles y Sicilia.[15]

El papa también ejercía gran influencia sobre España, ya que sus defensas marítimas también dependían del subssidio. Por ello Felipe II aceptó participar en la Liga Santa contra los otomanos, recibiendo gracias papales como la de la recaudación de las indulgencias de Cruzada y la del mayor contribuyente al diezmo eclesiástico general excusado. Esta situación económicamente ventajosa para España le permitió a la Corona obtener préstamos a interés muy bajo de los banqueros genoveses. Si bien Felipe II quedaba obligado a una expedición militar contra los otomanos cada año, debió de sentirse muy agradado cuando, en 1573, Venecia y el Imperio otomano firmaron la paz, puesto que siguió obteniendo gracias papales sin la obligación de participar en más batallas. En general se puede afirmar que Felipe II salió beneficiado económicamente de la Liga Santa.[16]

El papa San Pío V tenía entre sus objetivos combatir el protestantismo y el islam. Había participado en la victoria de los católicos franceses sobre los hugonotes en Moncontour en 1569.[17]

En lo que respecta a España, la Reconquista había desplazado a muchos moriscos y había repoblado las tierras, antes musulmanas, con cristianos. Sin embargo, España albergaba aún población musulmana. En el siglo XVII serían expulsados de España por Felipe III pero durante el siglo XVI protagonizaron tres revueltas: la primera en las Alpujarras en 1501, la segunda en Valencia en 1525 y la tercera fue en 1568. Farax ben-Farax inició una revuelta de moriscos en la ciudad de Granada el 26 de diciembre de 1568 pero la revuelta solamente se consolidaría en las Alpujarras, desde donde podían recibir suministros desde Argelia. Felipe II confió la represión de la revuelta a su hermano, Juan de Austria.[18]​ Sin embargo, los hechos pusieron de manifiesto que el islam era una amenaza para la corona española, tanto dentro como fuera de las fronteras.

Antecedentes

La conquista otomana de Chipre

Chipre, en manos venecianas, era el último de los estados cruzados que permanecía bajo manos latinas y el sultán Selim II, como rey de Jerusalén, reclamó su jurisdicción sobre la isla.[19]

Astorre Baglione, el nuevo gobernador de Chipre, había llegado el 1 de mayo de 1570 con 2000 hombres que habría reclutado en Perugia y se trasladó a defender la ciudad portuaria de Famagusta, que había hecho un esfuerzo en modernizar sus defensas, por considerar que Nicosia estaría condenada si todos los puertos caían en manos otomanas y dejó a Niccolò Dandolo para defender Nicosia.[20]

Entre 1567 y 1570 la capital de Chipre, Nicosia, había sido completamente fortificada siguiendo el modelo trace italienne, con once bastiones muy bien proyectados distribuidos de forma uniforme en un perímetro circular de 5 kilómetros. En el momento de su asedio por los otomanos la ciudad contaba con 56 550 personas, de las cuales solamente 12 000 resultaban aptas para combatir. Para resistir el ataque se requería un contingente de 20 000 hombres por lo que se esperaba el apoyo de los campesinos chipriotas, que finalmente no tuvo lugar, en parte por el mal liderazgo de Niccolò Dandolo.[21]

El 26 de julio los otomanos ponen cerco a Nicosia y durante 46 días la fuerza de asedio fue aumentando con refuerzos de Asia Menor y Siria hasta llegar a los 100 000 hombres. El 9 de septiembre cae Nicosia. Posteriormente la mayoría de los jenízaros y siphalis otomanos se fueron y comenzaron a llegar voluntarios a Chipre con lo cual, aunque aumentó la cantidad de otomanos, disminuyó la calidad y dio posibilidades a Baglione en Famagusta. Para defender un perímetro tres veces menor que Nicosia Baglione contaba con 1000 italianos, 3000 chipriotas, 100 estradiotes y los estradiotes que lograron escapar de Nicosia.[22]​ El 19 de mayo de 1571 los otomanos iniciaron el cerco de Famagusa[23]​ y la ciudad tuvo que levantar la bandera blanca tras 64 días de bombardeos en los que se usaron unos 100 cañones.[24]

Los países católicos formarán una armada contra los otomanos que se reúne en el puerto de Suda, en la isla de Candia (Creta).

  • Por parte veneciana hay 136 galeras, 11 galeazas y 14 naves, al mando de Girolamo (Jerónimo) Zanne, Antonio de Canale y Jacobo Celsi.
  • Las fuerzas pontificias constan de 12 galeras al mando de Marco Antonio Colonna.
  • Felipe II aporta 50 galeras mandadas por Gian (Juan) Andrea Doria (sobrino del fallecido Andrea Doria), que debía ponerse a las órdenes de Colonna.

En total suman 198 galeras, 11 galeazas, un galeón, 7 naves más, con un total de 1300 cañones y 48 000 hombres, de los que solo 16 000 son gente de guerra.

La gran flota veneciana lanzada al mar al mando de Girolamo Zanne para impresionar a Selim II quedó mermada por el tifus en Zara y, para colmo, la propia Zara se encontraba en peligro por los corsarios otomanos y dejaron soldados allí. La flota terminó la campaña de 1570 desmoralizada y muy mermada y no hubiera estado en posición de ayudar a Chipre aunque lo hubiese intentado. Por ello Juan Andrea Doria, al ver que no hay acuerdo posible entre las fuerzas cristianas, decide volverse a Sicilia el 5 de octubre. En el regreso a sus bases, las fuerzas venecianas y pontificias sufren un temporal en el que se pierden 14 de las galeras venecianas. El papa y Venecia culparon al almirante español del fracaso de la operación. Los motivos de Juan Andrea Doria para no emprender un ataque contra fuerzas turcas superiores se basaban en el mal estado de las dotaciones y del armamento de las galeras de Venecia.

Lo que más trascendió de los trayectos y combates de las campañas de 1570 y 1571 en el Mediterráneo antes de la batalla de Lepanto fue la conquista de Chipre por los otomanos.

La Liga Santa

La armada aliada estuvo al mando de don Juan de Austria, secundado en la armada real por Álvaro de Bazán, Alejandro Farnesio, Luis de Requesens y Juan Andrea Doria; mientras que la veneciana iba capitaneada por Sebastián Veniero y la pontificia por Marco Antonio Colonna. Entre todos reunieron más de 200 galeras, 6 galeazas y otras naves auxiliares. La escuadra turca —al mando de Alí Bajá (señor de Argel y gran marino a las órdenes del sultán turco Selim II)— contaba con 260 galeras.

Ante el fracaso de esta expedición, Pío V reúne a plenipotenciarios reales y venecianos para tratar de tomar medidas efectivas contra la expansión turca por el Mediterráneo. Las discusiones se centraron en las misiones de la Liga y la duración de la concentración de las fuerzas, con posturas encontradas entre venecianos y españoles. Los primeros querían restringir su ámbito al Mediterráneo Oriental, mientras que los españoles deseaban incluir las costas del norte de África.

El acuerdo para la creación de la Liga Santa se anunció el 25 de mayo de 1571. El 20 de mayo había sido rubricado, en presencia de Pío V, por representantes del papa, de Felipe II, las repúblicas de Venecia y Génova, el gran duque Cosimo de Toscana, el duque Emanuele Filiberto de Saboya, el duque Francesco María (Della Rovere) de Urbino, el duque Ottavio (Farnese) de Parma y los caballeros de Malta. Estaba redactado en los siguientes términos:

  • Servirá tanto para atacar a Turquía como para atacar las plazas otomanas del norte de África y el objetivo primordial sería la toma de Chipre y Tierra Santa. Felipe II deseaba ser rey de Jerusalén y la conquista cristiana de Chipre, de haberse producido, hubiera generado un conflicto entre Saboya y Venecia. Las conquistas del norte de África quedarían en manos de España, aunque el botín de guerra sería dividido proporcionalmente entre los miembros de la Liga en función de su contribución.[25]
  • La armada estará formada por 200 galeras, 100 naves, 50 000 soldados de infantería españoles, alemanes e italianos y 4500 jinetes así como un número "adecuado" de cañones y otros suministros. La Santa Sede se comprometió a aportar 12 galeras, 3000 infantes, 270 soldados de caballería ligera y a pagar, con sus rentas, una sexta parte del total del coste de la Santa Liga.[25]
  • España sufragará tres sextos de los gastos (la mitad del total), Venecia dos sextos (un tercio) y la Santa Sede el sexto restante. Si, ya con la parte del papado, resultase insuficiente, el déficit sería cubierto por Venecia y España a partes iguales.[25]
  • Cada año, en abril a más tardar, debían reunirse en el Mediterráneo Oriental para llevar a cabo las operaciones que las partes hubieran acordado al final de la campaña anterior.[25]
  • El generalísimo de la Liga será Juan de Austria, y cada nación aportará un Capitán General. Estos tres capitanes generales, reunidos en consejo, acordarán el plan anual de operaciones.
  • Ninguna de las partes podrá ajustar tregua ni paz con el enemigo sin participación y acuerdo de las otras dos.
  • El generalísimo no llevará estandarte propio ni de su nación, sino el especial de la Liga.

Una vez aprobado el tratado, el papa intentó que se uniesen a él Portugal, Francia y Austria, sin conseguirlo. Francia incluso pactó con los turcos.

Mientras tanto, los turcos continuaron con su campaña de conquista de Chipre y formaron una escuadra de 250 velas y 80 000 hombres para devastar y saquear algunos de los puertos venecianos del Adriático. El 4 de agosto, por falta de vituallas, cayó Famagusta, con lo que se completó la conquista turca de Chipre.

Reunión de las escuadras

Una vez escogido el puerto de Mesina como punto de reunión, comenzaron a llegar a él las diferentes escuadras. Los primeros fueron los venecianos, que llegaron el 23 de julio y aportaron, en ese momento, 48 galeras y cinco galeazas. Poco después arribaron las 12 galeras del papa bajo el mando de Colonna. Juan de Austria y Sancho de Leiva partieron de Barcelona el 20 de julio con las galeras del rey. Recalaron en La Spezia para recoger tropas alemanas e italianas, y llegaron a Nápoles el 9 de agosto, donde el 14 recibió Juan de Austria el estandarte y las insignias de la Liga Santa, diseñados por el papa, y en el que figuraban los símbolos de los tres comandos. El 23 de agosto arribaron a Mesina. Entonces faltaban por llegar las escuadras de Álvaro de Bazán, Juan Andrea Doria, Juan de Cardona y 60 galeras venecianas. A primeros de septiembre ya estaba toda la flota reunida, siendo su composición:

Representación de la batalla.

España:

  • 90 galeras
  • 24 naves
  • 50 fragatas o bergantines.

Venecia:

  • 6 galeazas
  • 106 galeras
  • 14 naves
  • 20 fragatas.

Estados Pontificios:

  • 12 galeras
  • 6 fragatas.

Las galeazas eran los navíos más potentes gracias a su gran aportación artillera. Las galeras eran impulsadas por remeros profesionales o por «chusma»; gente que había sido condenada por cualquier delito a este duro trabajo. Las piezas artilleras de toda la escuadra eran 1.250. Pese a la gran cantidad de navíos reunidos, a Juan de Austria le preocupaba el mal estado de muchos de ellos, debido a que muchas de las galeras italianas se habían construido rápidamente y otras tenían los espolones desgastados o podridos a causa de sus largas esperas en los puertos de amarre. Pese a ello se decidió que podrían aguantar.

La Liga Santa logró reunir un total de 91 000 soldados, marineros y chusma. 34 000 soldados, 13 000 tripulantes y 45 000 galeotes. Por la parte real eran 20 231 los soldados, de los cuales solo 8160 eran nativos de la península ibérica, italianos 5000 y alemanes 4987. Además se unieron 1876 caballeros y aventureros. A causa de la escasez de gente en las galeras venecianas, Juan de Austria decide embarcar en ellas a 4000 infantes españoles,[26]​ para reforzar su guarnición. También embarca a 500 arcabuceros españoles en cada galeaza.

Salida a la mar de la flota cristiana

El 15 de septiembre salieron las naves de César Ávalos para esperar al resto de la flota en el golfo de Tarento. El 16 salió el resto de la flota cristiana. En vanguardia iban 8 galeras exploradoras, al mando de Juan de Cardona, general de la escuadra de Sicilia. Sus órdenes eran ir 8 millas por delante del grueso de la fuerza. El resto de la fuerza iba dividida en cuatro cuerpos. Su formación era la del águila, pero sin pico:

  • El primero, que será el cuerpo derecho en combate, lo mandaba Juan Andrea Doria, con 54 galeras. Llevan grímpolas verdes.
  • El segundo, que será el centro en combate, lo mandaba Juan de Austria, y lleva 64 galeras con grímpolas azules.
  • El tercero, cuerpo izquierdo en combate, lo mandaba Agustino Barbarigo y son 53 galeras con grímpolas amarillas.
  • Y el cuarto, que es la escuadra de socorro o de reserva en combate, lo mandaba Álvaro de Bazán. Está formado por 30 galeras con grímpolas blancas.

Cada uno de estos cuerpos lleva dos galeazas que, en caso de combate, se pondrían por delante de la formación principal. Los cuerpos estaban formados sin tener en cuenta la procedencia de los buques, intercalando buques venecianos, reales y pontificios. Encontraron un tiempo borrascoso y vientos contrarios, lo que les impidió pasar Otranto hasta el 24 de septiembre, y las galeras dejaron atrás a las naves de vela. Gil de Andrade, que lleva con sus galeras la exploración lejana, informó de que la flota turca se encontraba en el golfo de Lepanto, al resguardo de sus castillos. Juan de Austria decide dirigirse a Corfú, y convoca un consejo de guerra, ya que, al haber dejado atrás a las naves de vela, no disponían de medios de sitio para atacar los fuertes de Lepanto. Decidieron embarcar seis piezas gruesas de artillería de la defensa de Corfú y salieron a la mar el 30 de septiembre.

Se planteó un problema de competencias entre don Juan y los venecianos. El problema se originó en una galera veneciana, donde, por defender cada uno a su gente, se enfrentaron con las armas el capitán de la galera y el capitán de los soldados embarcados, con resultado del veneciano herido. El almirante veneciano, Veniero, hizo que ahorcaran al capitán de los soldados puestos por don Juan, por lo que éste convoca consejo de guerra del cual excluye a Veniero, y llama a Barbarigo en su lugar. Juan Andrea Doria se manifiesta partidario de volverse a España y dejar solos a los venecianos, a los que considera poco de fiar, dada su experiencia anterior. Los generales al servicio del rey que hablaron después de él defendieron esta postura, pero Álvaro de Bazán discrepaba, argumentando que el hecho de que Veniero hubiera hecho un disparate no era motivo para tirar por la borda todo el esfuerzo hecho hasta el momento. Los que hablan después de don Álvaro apoyan su postura. Cierra el consejo don Juan, diciendo «Adelante, sigamos el parecer del marqués», y decidieron salir a la mar muy temprano, formar una línea de combate a 15 millas de las bocas de Lepanto, esperar 2 horas, y, si el enemigo no saliese, disparar sus cañones y regresar.

La batalla

Preparativos de los cristianos

Los vencedores de Lepanto: desde la izquierda, don Juan de Austria, Marco Antonio Colonna y Sebastiano Venier.

Los preparativos constan en la orden general de navegación y combate dada por D. Juan de Austria, capitán general de la armada combinada de la Liga Santa o Santa Liga Cristiana, en el puerto de las Leguméniças el 9 de septiembre de 1571, que dice:

Deben tener mucho cuidado los que gobiernan la Armada de mantener vivo en sus gentes el espíritu religioso «á tal que Dios nuestro Señor nos ayude en la santa y justa empresa que llevamos».

También se ordenaba que la flota viajase con una avanzadilla 20 ó 30 millas delante de la Armada, a cargo de «Fray Pedro Justiniano, Prior de Mesina y Capitán General de las galeras de San Juan de Jerusalén, con seis galeras y dos galeotas».

En la misma orden de navegación se ordena que la 4ª escuadra, llamada "El Socorro", compuesta por 29 galeras y capitaneada por «Don Juan de Cardona, Capitán general de las galeras de Sicilia», debía ir en la retaguardia de toda la Armada, recogiendo las galeras que se queden retrasadas y evitando que ninguna se quedarse atrás. Las galeras de la escuadra El Socorro llevaban un «gallardete de tafetán blanco con un asta de pica, cuatro brazas encima del fanal».

Se ordenaba, asimismo, que toda la Armada proveyera de abundante agua «donde se hubiere de hacer aguada», que se esta se almacenase en las galeras y que no se gastase más que para lo necesario, ya que al ser tan grande la Armada, se temía tener dificultades para conseguirla en un único punto. Por lo tanto, se ordenaba que intentaran aprovisionarse con una distancia de cinco o seis millas entre cada escuadra y, en caso de tener por necesidad que hacerlo toda la Armada en el mismo punto, que lo hiciera toda la Armada al mismo tiempo. La orden indicaba que la escuadra de vanguardia debía retrasarse a los lugares ordenados y que las galeotas de fray Scipion Ursino y de Francisco de Mecina debían de acudir al marqués de Santa Cruz para recibir órdenes.

Las galeazas, según la citada orden, se distribuirían de la siguiente manera antes de la batalla: La galeaza Capitana y la de Andrea de Pessaro, con la escuadra de batalla para ser remolcadas por ésta, y en el momento preciso se colocarían delante de la escuadra «en derecho de la Real á tiro de cañón», esperando la orden para que se sacaran fuera de la batalla. Las dos del duque de Florencia, Capitana y Patrona irían al ritmo de la batalla y lucharían en la parte derecha (Capitana) e izquierda (Patrona) de la Real. Las galeazas de Ambrosio Bragadini y Jacobo Gozo irían con el cuerpo derecho de la Armada a cargo del marqués de Santa Cruz, posicionándose para la batalla delante a la misma distancia; el Marqués se tenía que hacer cargo de remolcarlas y pasarlas delante. Las dos galeazas de Antonio Ragadini y Vicencio Quirini irían en el cuerpo izquierdo a cargo del Proveedor Soranzo, quien se encargaría de remolcarlas y posicionarlas para la batalla.

El 30 de septiembre partió la Armada de los molinos (cerca de Corfú) y llegó a Leguminici (Albania) llamado antiguamente Epiro, un puerto con abundantes suministros. Llegó una de las fragatas que había llevado Gil de Andrade, avisando que el turco se encontraba en el puerto de Lepanto, antiguo Naupacto y que había enviado 60 navíos de remo y dos naves a Corn con enfermos para dejarlos allí. Ordenó Don Juan de Austria a los que estaban retrasados en Corfú que se dieran prisa y que pusieran orden, pues el tiempo era de suma importancia. La Armada siguió en Leguminici, incluso después de llegar Antonio Colona (los retrasados en Corfú), por el mal tiempo reinante, salieron del puerto el miércoles 3 al amanecer, si bien llevaban preparándose para la batalla desde el día 1. Al llegar ese mismo día 3 a las 9 de la mañana al Cabo Blanco, cerca de Chafalonia, Juan de Austria ordenó prepararse para la batalla a toda la Armada. Don Juan personalmente fue por un lado de la Armada poniendo en orden de batalla y por la otra, el Comendador mayor de Castilla. Navegaron toda la noche hasta las 4 de la mañana y llegaron al puerto de Fiscardo en el canal de Chafalonia. Llegó ese mismo día un barco desde Candia y les contó que Famagusta había caído en manos del turco y que todos habían sido degollados.

Durante los siguientes días, hasta el de la batalla, fueron aproximándose al puerto de Lepanto, mientras Don Juan enviaba vigías por mar y tierra para descubrir la armada turca. El domingo, la guardia que estaba en los calces de la Real, avisó de que había descubierto una vela latina, y al poco toda la Armada turca. Don Juan ordenó subir vigías a los calces y que trataran de contar. Al poco llegaron los vigías de tierra confirmando que se trataba de la armada enemiga. Don Juan mandó disparar una pieza de artillería y otras señales, previstas para avisar de la batalla. Se embarcó en una fragata con don Luis Cardona, caballerizo mayor, y con su secretario, Juan Soto, y fue animando a sus soldados hablándoles de la victoria segura, pues iban a pelear por Dios, afirmando que lucharían hasta perder la vida, pues si la perdían, la ganarían.

Poco antes de la batalla, Don Juan se puso de rodillas y oró a Dios pidiéndole la victoria para los suyos. Lo mismo hicieron todos los de la galera Real y del resto de la Armada. Tras esto les fue dada la absolución por los padres jesuitas y capuchinos enviados por su Santidad con el jubileo. Don Juan cuenta que, en ese momento, «fue el mar aquietado de tanta bonanza, cuanta se pudo desear y forzó a la armada enemiga a plegar su velas y venir a remo», lo que permitió a la Armada cristiana ponerse en orden de batalla, especialmente el cuerpo izquierdo. Según lo acostumbrado, el «Balsâ» disparó una pieza para pedir batalla, que fue contestada por Don Juan con otra aceptando. Tras navegar una o dos millas en dirección al «Balsâ», «mandó Don Juan segundar otra vez significando que aseguraba la batalla». A la vista de la cantidad de velas, algunos propusieron reunión del consejo de guerra, a lo que don Juan respondió: «Señores, ya no es hora de deliberaciones, sino de combatir».

Preparativos de los turcos

Alí había llamado a todos sus almirantes para concentrar sus fuerzas en Lepanto. El último en llegar fue Mahomet, bey de Negroponte, con 60 galeras y 3000 soldados.

En total reunieron 210 galeras, 87 galeotas y 120 000 combatientes, de los cuales 50 000 eran soldados, 15 000 tripulaciones y 55 000 galeotes. La «chusma» estaba compuesta de prisioneros cristianos capturados en distintas batallas o asedios. Además, las piezas artilleras ascendían a 750, menos que las cristianas, aunque los arqueros llevaban flechas envenenadas y fueron muy útiles en los abordajes. Al igual que la flota cristiana, están divididos en cuatro cuerpos. Su formación era de media luna.

  • El primero, cuerpo derecho, al mando de Mahomet Siroco, gobernador de Alejandría, formado por 54 galeras y 2 galeotas.
  • El segundo, centro, mandado por Alí Bajá, general en jefe, con 87 galeras y 32 galeotas.
  • El tercero, cuerpo izquierdo, lo manda el corsario Cara Hodja (Kodja) con 61 galeras y 32 galeotas.
  • El cuarto, o escuadra de reserva o socorro, lo manda Murat Dragut, y tiene 8 galeras y 21 galeotas y fustas.

Las órdenes eran terminantes. El gran señor Selim II ordenó a Alí salir a la mar en busca de los cristianos y combatirlos donde los encontrara. Cuando avistan a la flota cristiana, Pentev y Uluj Alí recomiendan retroceder y ponerse bajo la protección de los castillos, pero Alí, cumpliendo órdenes, manda atacar.

El combate

Fresco de la batalla en el museo del Vaticano
Formación de ambos contingentes en la batalla

La flota de la Liga Santa, en formación de combate, emergió por la brecha que dejaban las islas de Kouhtsilaris y Oxía, seguida del ala derecha, que daba al mar abierto, al mando de Gian Andrea Doria y el ala izquierda, más próxima a la costa, estaba al mando de Barbarigo. La división de reserva, dirigida por el marqués de Santa Cruz, aún no había alcanzado las islas y probablemente rebasó Oxia por el oeste. Al llegar el marqués felicitó a Juan de Austria por haber encontrado al enemigo pero Gian Andrea Doria no compartía su entusiasmo ya que creía que eran los otomanos los que los habían localizado a ellos primero.[27]

Cuando las fuerzas avanzaban se toparon con un cambio en la dirección del viento, que comenzó a venir desde el oeste, lo que beneficiaba a la flota católica. Los sacerdotes de las galeras cristianas, que eran jesuitas en el caso de los Habsburgo y franciscanos en las venecianas, creyeron que aquello se debió a una intervención divina.[28]

Pese a contar con un número similar de soldados, los galeotes de las galeras de los Habsburgo y del papa, desprotegidos y mal armados debieron ser de escasa utilidad. Sin embargo, en el caso de las venecianas, aunque insuficientemente preparadas, contaban con casi todos los remeros reclutados y bien equipados por lo que casi triplicaban el número de combatientes. Los hombres de las galeras de Creta, Dalmacia y las islas Jónicas estaban entre los mejor equipados.[29]

Según Rufo en La Austriada, los otomanos contaban con:

Bombas de fuego, máquinas terribles
de alquitrán, que en el agua más se enciende;
astas y flechas, llenas de empecibles;
yerbas, cuyo veneno presto ofende;
Arcabuzes, mosquetes insufribles,
cañones, de quien nadie se defiende;
Y mucha confianza en la batalla,
que es la mejor ventaja que se haya

Según el historiador de Cambridge Hugh Bicheno, el "arma secreta" de la Liga Santa fue la habilidad de los Tercios para usar picas a la hora de abordar las galeras.[30]

En un primer momento el contingente dirigido por Mehmed Srirocco y Caur Alí rodea por el flanco izquierdo a la flota cristiana. Barbarigo los interceptará y combatirá con las cuatro primeras galeras que fueron llegando y, posteriormente, se encargará de ellos el grupo napolitano-veneciano de Canal. Posteriormente se aproxima el grupo de diez galeras de Padilla.[31]

El grupo de galeras de Creta, Dalmacia y Cefalonia logrará derrotar a las galeras de Estambul que les tocaron en frente. El grupo de galeras del papa y de la República de Génova logrará introducirse en la brecha que había abierto en las líneas enemigas por la galeaza de Ambrosio Bragadino. De esta forma lograron rodear a los otomanos para rodar a las galeras de Rodas por la espalda. En ese mismo grupo de galeras estaba la Marquesa, donde iba Cervantes.[31]

La galeaza de Antonio Bragadino desordena las galeras de Siria y Anatolia propiciando que las galeras venecianas y de las islas, al mando de Giovanni Contarini, pudieran derrotarlas. Posteriormente, las galeras venecianas se dirigirán hacia el norte.[31]

El grupo de galeras de Nápoles y Venecia comandado por Marco Quirini logrará, junto con las naves del Papado y Génova, al mando de Orsino, derrotar al frente de Rodas. Posteriormente Marco Quirini pone rumbo hacia el norte con sus galeras y Orsino se dirige hacia el sur.[31]

Posteriormente las galeazas de Andrea di Pesaro y Francesco Duodo rompen la línea otomana. Tras esto las unidades más potentes se concentran en torno a las naves capitanas de ambas flotas. En el caso cristiano la capitana era la galera La Real, comandada por Juan de Austria, y en el caso otomano la galera La Sultana.[31]

En cuanto las atestadas galeras de fanal se agolparon en el centro no hubo espacio para elaboradas maniobras tácticas. La Sultana se estrelló contra el lado babor de La Real. Los jenízaros asaltaron la proa del barco pero fueron barridos por la artillería. Los cristianos aprovecharon aquello para ganar el primer envite y luego, durante una hora más o menos, se sucedieron los ataques y contraataques en la cubierta de la galera otomana. Durante todo ese tiempo las galeras de apoyo no dejaron de suministrar refuerzos a las dos grandes galeras a través de las escaleras situadas en ambas popas.[32]

El flanco izquierdo de la línea de batalla otomana se situará frente al flanco derecho de la flota cristiana, defendido por galeras maltesas. Los otomanos derrotarán ahí a las aisladas galeras de fanal de Saboya (Moreto) y Niccòlo Doria (Polidoro). El grupo de Cardona, aunque llega tarde, consigue cargar en la brecha entre la línea de batalla de la Liga Santa y el ala derecha. El escuadrón izquierdo de Venecia es atacado duramente por galeras de Anatolia y galeotas argelinas.[31]

El escuadrón exterior veneciano del lado derecho es casi aniquilado por las galeras que tuvieron en su frente: las de Estambul y Negroponte y las galeotas argelinas dirigidas por Uluch Alí y su hijo Kara Bey. Junto a esas galeras casi exterminadas, el grupo de galeras genovesas, sicilianas y napolitanas que se encontraba en el extremo derecho decide unirse al escuadrón de Juan Andrea Doria, que se encontraba tras ellos, y mientras lo hicieron controlaron a las galeras sirias que avanzaban.[31]

Resultados de la batalla

En Petala los cristianos efectúan el recuento de bajas. Se contabiliza la pérdida de 12 galeras cristianas (aunque luego ascendieron a 40 por los graves daños sufridos) y de 7600 hombres, de los que 2000 eran españoles, 880 de la escuadra del papa y 4800 venecianos. Hubo 14 000 heridos. Se cuentan «170 galeras y 20 galeotas de 12 bancos arriba» apresadas a los turcos, de las que solo 130 estaban útiles; las otras 60 fueron quemadas. Se hicieron 5000 prisioneros y se liberó a 12 000 cautivos cristianos. Se estimaron entre 25 000 y 30 000 los muertos del bando turco. Cabe hacer algunas observaciones:

  • Aunque los turcos tenían más hombres y más naves que los cristianos, las galeotas no podían oponerse a las galeras.
  • En las galeras turcas, salvo en las 40 ó 50 galeras reales, había menos hombres de guerra que en las cristianas, gracias a la previsión de don Juan de embarcar tropas españolas en las galeras venecianas.
  • Los cristianos usaban arcabuces, mientras que los turcos preferían las flechas. Consideraban que en el tiempo de cargar un arcabuz un arquero podía disparar seis flechas. Pero ni los daños, ni el alcance, ni la puntería eran comparables.
  • En Mesina, don Juan había ordenado rebajar los espolones de las galeras y cerrar las esculturas de adorno de proa, con lo que los cañones tenían más campo de tiro.
  • Pese a la esperanza puesta en ellas, la potencia artillera de la galeazas no tuvo casi influencia en el combate, pero sirvieron para desbaratar la formación de combate turca, al adelantarse su cuerno derecho.
  • La victoria de la batalla fue atribuida a la Virgen del Rosario, por haberse celebrado el primer domingo de octubre, fecha en la que las cofradías del Rosario, fundadas por la Orden de Predicadores a la que pertenecía el papa San Pío V. Dicho papa, que organizó un rosario público el día de la batalla naval en la basílica de Santa María la Mayor, estableció la fiesta de la Virgen de las Victorias el primer domingo de octubre, que poco después, en 1573, Gregorio XIII la denominó fiesta de la Virgen del Rosario, y la trasladó al 7 de octubre.

Cabrera de Córdoba describe la batalla

Jamás se vio batalla más confusa; trabadas de galeras una por una y dos o tres, como les tocaba... El aspecto era terrible por los gritos de los turcos, por los tiros, fuego, humo; por los lamentos de los que morían. Espantosa era la confusión, el temor, la esperanza, el furor, la porfía, tesón, coraje, rabia, furia; el lastimoso morir de los amigos, animar, herir, prender, quemar, echar al agua las cabezas, brazos, piernas, cuerpos, hombres miserables, parte sin ánima, parte que exhalaban el espíritu, parte gravemente heridos, rematándolos con tiros los cristianos. A otros que nadando se arrimaban a las galeras para salvar la vida a costa de su libertad, y aferrando los remos, timones, cabos, con lastimosas voces pedían misericordia, de la furia de la victoria arrebatados les cortaban las manos sin piedad, sino pocos en quien tuvo fuerza la codicia, que salvó algunos turcos.

Referencias

Notas

  1. Redondo, Fernando. ¿Qué ocurrió en la batalla de Lepanto?. Muy Historia. 
  2. Vidal, op. cit., p. 74
  3. En palabras de Cervantes, Novelas Ejemplares, prólogo.
  4. Cervantes Saavedra, Miguel de (2004). «Capítulo XXXIX Donde el cautivo cuenta su vida y sucesos». En Real Academia de la Lengua, ed. El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, primera parte (en castellano). Madrid: Alfaguara. pp. 402-403. ISBN 9788420467283. 
  5. Bicheno, op. cit., p. 19
  6. Bicheno, op. cit., p. 20
  7. Bicheno, op. cit., p. 57
  8. Bicheno, op. cit., p. 59.
  9. Bicheno, op. cit., p. 123.
  10. Bicheno, op. cit., p. 63.
  11. Bicheno, op. cit., p. 165-166.
  12. Bicheno, op. cit., p. 51.
  13. Bicheno, op. cit., p. 127.
  14. Bicheno, op. cit., p. 195.
  15. Bicheno, op. cit., p. 196.
  16. Bicheno, op. cit., p. 195-196.
  17. Bicheno, op. cit., p. 180.
  18. Bicheno, op. cit., p. 184-185.
  19. Bicheno, op. cit., p. 191.
  20. Bicheno, op. cit., p. 198.
  21. Bicheno, op. cit., p. 197.
  22. Bicheno, op. cit., p. 197.
  23. Bicheno, op. cit., p. 213.
  24. Bicheno, op. cit., p. 217.
  25. a b c d Bicheno, op. cit., 220-222.
  26. Al decir infantes o arcabuceros españoles se quiere decir «al servicio de España», ya que parte de ellos eran italianos o alemanes.
  27. Bicheno, op. cit., p. 260.
  28. Bicheno, op. cit., p. 261.
  29. Bicheno, op. cit., p. 266.
  30. Bicheno, op. cit., p. 278.
  31. a b c d e f g Bicheno, op. cit., p. 273.
  32. Bicheno, op. cit., p. 278

Bibliografía

Enlaces externos