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I Samuel

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Primer Libro de Samuel
de Samuel, Natán y Gad Ver y modificar los datos en Wikidata

Samuel unge a David
Idioma Hebreo bíblico Ver y modificar los datos en Wikidata
Título original Primer Libro de Samuel
Texto en español Primer Libro de Samuel en Wikisource
Libros Históricos
Primer Libro de Samuel

I Samuel, también llamado Primer Libro de Samuel o 1 Samuel o I Libro de los Reyes, forma parte del Antiguo Testamento de la Biblia y del Tanaj. En la Biblia católica se encuentra ubicado entre Rut y II Samuel. El libro forma parte de la historia deuteronómica, una serie de libros (Josué, Jueces, Samuel y Reyes) que constituyen una historia teológica de los israelitas y que tienen como objetivo explicar la ley de Dios para Israel bajo la guía de los profetas.[1]

Según la tradición judía, el libro fue escrito por Samuel, con añadidos de los profetas Gad y Natán,[2]​ que juntos son tres profetas que aparecieron en 1 Crónicas en su relato del reinado de David. [3][4][5]​ El pensamiento académico moderno postula que toda la historia deuteronómica fue compuesta c. 630–540 BCE combinando una serie de textos independientes de diversas épocas. [6][7]

El libro comienza con el nacimiento de Samuel[8]​ y la llamada de Yahvé a él cuando era niño. A continuación, se narra la historia del Arca de la Alianza. Cuenta la opresión de Israel por parte de los filisteos, lo que llevó a Samuel a ungir a Saúl como primer rey de Israel. Pero Saúl demostró ser indigno, y la elección de Dios recayó en David, quien derrotó a los enemigos de Israel, compró la era[9]​ donde su hijo Salomón construiría el Primer Templo, y llevó el Arca de la Alianza a Jerusalén. Yahvé prometió entonces a David y a sus sucesores una dinastía eterna.[10]

En la Septuaginta, base de los cánones bíblicos cristianos, el texto se divide en dos libros, ahora llamados Primer y Segundo Libro de Samuel.

División del libro en varias partes

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Se cree que este libro formaba originalmente una sola obra con II Samuel y I y II Reyes. El enorme tamaño de este único rollo, compuesto seguramente por uno o dos autores, debe haber impulsado a su división arbitraria en cuatro partes de un tamaño más manejable. Tanto los LXX como la Vulgata latina llaman a I y II Samuel "I y II Reyes", respectivamente, y a I y II Reyes, "III y IV Reyes", reconociendo desde el origen la artificialidad de la división actual.

Algunos autores argumentan, por el contrario, que al dividir los dos libros de Samuel se los "juntó" con ambos Libros de los Reyes unificándolos y suavizando sus diferencias.

Argumento

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I Samuel cuenta la historia de Samuel, un importante profeta, y del reinado del rey Saúl hasta su muerte, incluyendo la guerra de los israelitas contra los filisteos y la gran hazaña del pastor David (más tarde rey de Israel) al derrotar al gigante Goliat.

Narrativa bíblica

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Ernst Josephson, «David y Saúl», 1878

La Biblia de Jerusalén divide los dos libros de Samuel en cinco secciones. Los subtítulos adicionales también se basan en las subdivisiones de esa versión:

  1. 1 Samuel 1:1–7:17. Samuel
  2. 1 Samuel 8:1–15:35. Samuel y Saúl
  3. 1 Samuel 16:1–2 Samuel 1:27. Saúl y David
  4. 2 Samuel 2:1–20:26. David
  5. 2 Samuel 21:1–24:25. Información complementaria

La Biblia de Navarra indica que los libros de Samuel desarrollan la narración siguiendo una secuencia en la que los personajes principales se van presentando de forma progresiva. Cada historia está estructurada de manera que el protagonista de un episodio sirve como introducción para el siguiente, creando una continuidad fluida entre los relatos. La trama gira en torno a tres figuras centrales: Samuel, Saúl y David. Primero se presenta la vida y misión de Samuel como profeta y juez, quien marca la transición de Israel hacia la monarquía. Luego surge Saúl, el primer rey, cuya trayectoria está entrelazada con la de Samuel y prepara el camino para la llegada de David. Finalmente, la figura de David domina la parte final, mostrando su ascenso desde pastor hasta rey de Israel. Así, el contenido de 1 y 2 Samuel se organiza de acuerdo con la sucesión de estos personajes, reflejando la evolución política y espiritual del pueblo de Israel y, por lo tanto, se puede dividir el libro de acuerdo a la aparición de los personajes citados de la siguiente forma:[11]

  1. Historia de Samuel. El Arca. (1 S 1,1-7,17) Samuel se presenta primero como profeta y luego con rasgos similares a los jueces, combinando autoridad espiritual y liderazgo. Entre ambas descripciones se narra el recorrido del Arca de la Alianza y la primera victoria sobre los filisteos, episodio que conecta ambas etapas de su figura.
  2. Samuel y Saul. (1 S 8,1-15,35). Se narran dos versiones sobre la unción de Saúl: una en la que Samuel lo unge tras un encuentro casual, y otra en la que lo hace por petición del pueblo. Al inicio Saúl cuenta con apoyo divino y popular, pero finalmente es rechazado por dos motivos: ofrecer un sacrificio sin esperar a Samuel y perdonar al rey amalecita, quedándose con parte del botín.
  3. Saul y David. (1 S 16,1 - 2 S 1,27). En esta parte también se repiten relatos. Se presentan dos versiones del encuentro entre Saúl y David: una cuando David entra como músico al servicio del rey y otra tras vencer a Goliat. Saúl intenta matarlo en dos ocasiones, dos veces se menciona la popularidad de David y en dos momentos se le promete casarlo con la hija del rey. Además, es traicionado en dos oportunidades, perdona dos veces la vida a Saúl y en dos momentos se refugia en la casa de un príncipe filisteo de Gat.
  4. David, rey. (2 S 2,1-8,18). En esta parte el relato adopta un estilo más lineal, sin repeticiones. Se narra la consagración de David como rey de Judá en Hebrón y las luchas e intrigas que siguen hasta que finalmente es reconocido como rey por todas las tribus de Israel.
  5. Sucesión de David. (2 S 9,1-20,26). En esta sección tampoco aparecen repeticiones. En el contexto de las guerras contra los amalecitas se relata el adulterio y crimen de David, hecho que precede al nacimiento de Salomón. Antes de su acceso al trono surgen graves conflictos familiares: Amnón viola a Tamar y es asesinado por Absalón, quien luego se rebela contra su padre; David huye, y Absalón muere a manos de Joab al quedar atrapado en una encina. Finalmente, David regresa a Jerusalén y consolida su poder eliminando a los sediciosos.
  6. Epílogo. (2 S 21,1-24,25). El libro concluye con un apéndice que relata una época de hambre y peste usada para justificar la muerte de los descendientes de Saúl. Luego se mencionan nuevamente las victorias sobre los filisteos y se incluye un salmo de David. El último capítulo narra el pecado del censo y destaca el arrepentimiento del rey, quien decide construir un altar en la era de Arauná, lugar donde más tarde se levantará el Templo.[12]


1 Samuel

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Samuel (1:1–7:17)

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La infancia de Samuel (1:1–4:1a)

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Un hombre llamado Elcana, un efraimita de la ciudad de Ramataim-Zofim, tiene dos esposas, Penina e Ana, siendo esta última su esposa favorita. Entre ambas se desarrolla una rivalidad basada en el hecho de que Penina tiene hijos y Ana no. Ana, que no tiene hijos, promete a Yahvé, el señor de los ejércitos, que si tiene un hijo, lo dedicará a Dios. Eli, el sacerdote de Silo, donde se encuentra el Arca de la Alianza, cree que está borracha, pero cuando se da cuenta de que está rezando, la bendice. Nace un niño llamado Samuel, y Samuel es consagrado al Señor como nazareo – , el único además de Sansón que se identifica en la Biblia. Ana canta un cántico de alabanza al cumplir su promesa.

Los hijos de Elí, Hofni y Fineas, pecan contra las leyes de Dios y el pueblo, concretamente al exigir carne cruda en lugar de cocida para el sacrificio y al tener relaciones sexuales con las mujeres que sirven en el Tabernáculo. Sin embargo, Samuel crece «en presencia del Señor»: su familia lo visita cada año, llevándole un abrigo nuevo, y Ana tiene cinco hijos más. Elí intenta persuadir a sus hijos para que dejen de cometer maldades, pero fracasa. Como castigo por ello, llega un hombre santo que profetiza que la familia de Elí será exterminada y que ninguno de sus descendientes llegará a la vejez.

Una noche, Dios llama a Samuel y, pensando que es Elí quien lo llama tres veces, corre hacia él. Elí le informa de que Dios desea hablar con él, y Dios le comunica a Samuel que la profecía anterior sobre la familia de Elí es cierta. Al principio, Samuel tiene miedo de informar a Elí, pero este le dice que no tema, que Dios hará lo que le parezca bien. Con el tiempo, Samuel crece y es reconocido como profeta.

El arca en manos de los filisteos (4:1b-7:17)

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Los filisteos, a pesar de sus preocupaciones iniciales al enterarse del ritual israelita de la entrada del Arca de la Alianza, derrotan a los israelitas en la batalla de Afec, capturan el Arca y matan a Ofni y a Finees, cumpliendo así la profecía anterior. Cuando Elí se entera de estos dos acontecimientos, en particular de la captura del Arca, se cae de la silla y muere. Su nuera, a su vez, se pone de parto y llama a su hijo Ichabod («sin gloria») en conmemoración de la captura del Arca.

Mientras tanto, los filisteos llevan el Arca al templo de su dios Dagón, que reconoce la supremacía de Yahvé. Los filisteos son afligidos por plagas, no pueden llevar el Arca a ninguna ciudad debido al temor de las poblaciones de esas ciudades, y devuelven el Arca a los israelitas, pero al territorio de la tribu de Benjamín, a la ciudad de Beth Shemesh, en lugar de a Silo, desde donde se traslada a la ciudad de Quiriat-Jearim, y se nombra a un nuevo sacerdote, Eleazar, para que custodie el arca durante los veinte años que permanece allí. Los filisteos atacan a los israelitas reunidos en Mizpa, en Benjamín. Samuel recurre a Dios, los filisteos son derrotados de forma decisiva y los israelitas recuperan el territorio perdido. Samuel erige el Eben-Ezer (la piedra de la ayuda) en recuerdo de la batalla y ocupó su lugar como juez de Israel.

Samuel y Saúl (8:1–15:35)

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La institución de la monarquía (8:1–12:25)

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En su vejez, Samuel nombra jueces a sus hijos Joel y Abías pero, debido a su corrupción, el pueblo pide un rey que los gobierne. Dios ordenó a Samuel que conceda al pueblo su deseo a pesar de sus preocupaciones: Dios les da a Saúl de la tribu de Benjamín, a quien Samuel ungió durante un intento de Saúl por localizar los asnos perdidos de su padre. Más adelante invitó a Saúl a un banquete, donde le dio el mejor trozo de carne y hablaron toda la noche en la azotea de la casa de Samuel. Samuel le dijo a Saúl que regresase a casa diciéndole que han encontrado los asnos y que su padre está preocupado por él, y le describió una serie de señales que Saúl verá en el camino a casa. Saúl comenzó a profetizar cuando se encontraba con algunos profetas lo que confundió a sus vecinos. Finalmente, Samuel proclamó públicamente a Saúl como rey, aunque no sin controversia.

Poco después, Nahash de Amón sitió Jabes de Galaad y exigió que a todos los habitantes de la ciudad se les arrancase el ojo derecho como parte del tratado de paz. Los jabesitas enviaron mensajeros en busca de un salvador. Cuando Saúl se enteró de la situación, reunió un ejército de 330 000 hombres y lanzó un ataque sorpresa por la noche, lo que llevó a Israel a la victoria y a la salvación a Jabes, demostrando así que quienes dudaban de él estaban equivocados. La realeza de Saúl se renovó.

Samuel era consciente de que él era el juez definitivo y de que la era de los reyes estaba a punto de comenzar; habló a los israelitas, demostró su inocencia y recapituló la historia de Israel. Pidió al Señor que enviase truenos y lluvia y reprendió al pueblo por su deseo de tener un rey. No obstante, les dijo que mientras se abstengan de adorar ídolos, no perecerán, pero que si lo hacen, la calamidad caerá sobre el reino.

El comienzo del reinado de Saúl (13:1–15:35)

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A pesar de sus numerosas victorias militares, Saúl desobedeció las instrucciones de Yahvé. En primer lugar, tras una batalla contra los filisteos, no esperó a que llegase Samuel antes de ofrecer sacrificios. Mientras tanto los filisteos han estado matando y capturando a herreros para asegurarse que los israelitas no tengan armas por lo que estos fueron a la guerra básicamente con herramientas agrícolas afiladas. El hijo de Saúl, Jonatán, lanzó un ataque secreto trepando por un paso hacia el campamento filisteo y mató a veinte de ellos en el proceso. El pánico que esto provocó llevó a la victoria de los israelitas. Jonatán encontró miel y la comió a pesar de la orden real de no comer hasta la noche.

Jonatán comenzó a dudar de su padre, razonando que se podría haber logrado una victoria aún mayor si los hombres hubieran comido. La orden real tuvo otros efectos secundarios no deseados, concretamente que los hombres comenzaron a matar y comer animales sin drenarles la sangre. Para contrarrestar esto, Saúl levantó un altar para que se puedan observar las leyes adecuadas. Cuando un sacerdote sugirió consultar a Dios antes de lanzar otro ataque, Dios permaneció en silencio, lo que llevó a Saúl a poner en marcha un procedimiento pseudojurídico para determinar de quién era la culpa de que Dios los hubiera abandonado. La suerte recayó en Jonatán, pero los hombres se negaron ejecutarlo ya que él era la razón de su victoria.

Con el tiempo, Saúl luchó contra los moabitas, los ammonitas, los edomitas, los zobahitas, los filisteos y los amalecitas, y obtuvo la victoria sobre todos ellos. Su reino se encontraba en un estado constante de guerra por lo que reclutó continuamente nuevos héroes para su ejército. Sin embargo, desobedeció la orden de Dios de destruir a Amalec: Saúl perdonó la vida a Agag, el gobernante amalecita, y se quedó con la mejor parte de sus rebaños para ofrecerlos en sacrificio. Samuel reprendió a Saúl y le dijo que Dios eligió a otro hombre para que fuera rey de Israel. Samuel, enfurecido, mató a Agag.

Saúl y David (16:1–31:13)

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David en la corte (16:1–19:7)

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Samuel viajó a Belén para ungir a uno de los hijos de Jesé y, por indicación de Dios, eligió a David, el menor. David entró en la corte del rey Saúl como músico y escudero. Durante la guerra contra los filisteos derrotó a Goliat con una honda y obtuvo un gran prestigio. Jonatán, hijo de Saúl, se hizo su amigo, pero Saúl empezó a sentir celos de David y buscaba matarlo aunque sus planes fracasaron. Saúl intentó casarlo con sus hijas. David rechazó a Merab y finalmente se casó con Mical tras cumplir el reto de obtener los cien prepucios filisteos que se le pidió ya que había conseguido doscientos. Aun así, Saúl continuó tramando su muerte.

La huida de David (19:8–21:16)

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Saúl intentó matar otra vez a David pero este se escapó gracias a Mical y se refugió con Samuel. Los hombres de Saúl, e incluso él mismo, terminaron profetizando al intentar capturarlo. Posteriormente David se reunió con Jonatán y acordaron una señal secreta para confirmar si Saúl realmente quería matarlo; al comprobarse la hostilidad del rey, ambos se despidieron entre lágrimas. David huyó a Nob, donde el sacerdote Ahimélec le entregó «panes de la proposición» y la espada de Goliat tras la excusa de una misión real. Finalmente, buscó refugio en Gat, pero como temía a los filisteos se hizo pasar por loco ante el rey Aquis.

David, el forajido (22:1–26:25)

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David se refugió en Ádullam y aseguró a su familia en Moab. Doeg masacró a los sacerdotes de Nob por orden de Saúl; Abiatar escapó y se unió a David y este salvó a Keila, huyó al desierto y recibió el apoyo de Jonatán. Perdonó la vida de Saúl en una cueva de Ein Guedi, por lo que este lo reconoció como futuro rey. Tras la muerte de Samuel, estuvo a punto de matar a Nabal pero Abigail lo detuvo. Posteriormente se casó con ella y con Ahinoam, mientras Mical fue entregada a otro hombre. Más tarde, en Zif, David volvió a perdonar a Saúl al tomar solo su lanza y su jarra. A la vista de esto Saúl se arrepintió otra vez.

David entre los filisteos (27:1–31:13)

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David se unió a los filisteos y engañó al rey Aquis fingiendo atacar a israelitas mientras en realidad destruía otros pueblos. Al iniciar la guerra contra Israel, los filisteos lo rechazaron por desconfianza y lo enviaron de vuelta. Encontró Ziklag saqueada por amalecitas, entabló batalla contra ellos y los derroto recuperando todo el botín que repartió entre sus hombres y los ancianos de Judá.

Saúl, incapaz de recibir respuesta de Dios, consultó a la bruja de Endor, quien invocó a Samuel; este le anunció su derrota y muerte. En el monte Gilboa, los filisteos mataron a sus hijos y él mismo se suicidó tras ser herido. Los filisteos expusieron su cuerpo, pero los de Jabes de Galaad lo recuperaron y le dieon sepultura.

2 Samuel

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Saúl y David (continuación) (1:1–1:27)

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David entre los filisteos (continuación) (1:1–1:27)
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De vuelta en Siclag, tres días después de la muerte de Saúl, David recibe la noticia de que Saúl y sus hijos han muerto. Se descubre que el mensajero es un amalecita que, ante la insistencia de Saúl, lo había matado para acelerar su muerte y le había llevado la corona a David. David ordena su muerte por haber matado al ungido de Dios. En este momento, David pronuncia un majestuoso elogio fúnebre, en el que alaba la valentía y la magnificencia tanto de su amigo Jonatán como del rey Saúl.[13]

David (2:1–20:26)

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David, rey de Judá (2:1–4:12)
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David regresa a Hebrón y es ungido rey por Judá, recompensando a los de Jabes de Galaad por honrar a Saúl. En el norte, Isboset gobierna con el apoyo de Abner. Ambos bandos se enfrentan en la piscina de Gabaón, donde tras combates y batalla David prevalece; Abner mata a Asael, lo que provoca enemistad con Joab.

Más tarde, Abner rompe con Isboset y negocia con David a cambio de llevarle a Mical. Sin embargo, Joab lo asesina por venganza, y David lamenta su muerte con un funeral público. Poco después, Isboset es asesinado por Rechab y Baanah, quienes llevan su cabeza a David esperando recompensa; él los ejecuta y entierra la cabeza en la tumba de Abner.

David, rey de Judá y de Israel (5:1–8:18)
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David es ungido rey de todo Israel.

avid conquista Jerusalén, toma la fortaleza de Sión y la fortifica, mientras Hiram I de Tiro le envía artesanos para construir su palacio. Tras derrotar a los filisteos en Baal-perazim y en el Valle de Refaim, decide trasladar el Arca a Jerusalén. Durante la procesión, Uzzah muere al tocarla, por lo que David la deja en casa de Obed-Edom, hasta que, viendo las bendiciones recibidas, finalmente la lleva a Jerusalén con celebración. David danza ante el Arca, lo que disgusta a Mical, que queda estéril.

Desea construir un templo, pero el profeta Natán le comunica que será uno de sus hijos quien lo haga, mientras Dios promete consolidar su linaje. David agradece la promesa, continúa ampliando su reino con victorias militares contra filisteos, moabitas, edomitas, sirios y arameos, y establece un gabinete de gobierno.

La familia de David y las intrigas por la sucesión (9:1–20:26)
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Mefiboset (9:1–9:13)
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David muestra bondad a Mefiboset, quien pasa a vivir en su casa. Tras la muerte de Nahás, rey de Amón, David derrota a los amonitas y a sus aliados arameos en varias campañas, consolidando su poder. Mientras Joab está en la guerra, David comete adulterio con Betsabé y conspira para matar a su esposo Urias; después se casa con ella, pero su primer hijo muere como castigo divino, y más tarde nace Salomón. Finalmente, David toma personalmente la ciudad de Rabá, somete a los amonitas y se lleva un gran botín.

Absalón (13:1–20:26)
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David enfrenta conflictos familiares graves: Amnón viola a su hermana Tamar, y Absalón lo mata en venganza, refugiándose tres años en Gesur. Tras su regreso, Absalón gana popularidad en Jerusalén y conspira para proclamarse rey, contando con el apoyo de Ajitófel. David huye con sus esposas y generales, enviando a Hushai como espía para contrarrestar los consejos de Ahitofel.

En la batalla del Bosque de Efraín, Absalón queda atrapado en un árbol y es asesinado por Joab. David llora profundamente, protege a los seguidores de su hijo y retorna a Jerusalén. Durante este tiempo también resuelve disputas internas, como la traición de Ziba frente a Mefiboset, la negativa de Barzilai a acompañarlo y la rebelión de Seba, que termina cuando una mujer sabia decapita a Sebá y entrega su cabeza a Joab.

David logra restaurar la estabilidad del reino y reafirmar su autoridad tras los conflictos familiares y las amenazas internas.

Aspectos históricos

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Las Doce Tribus se hallaban sumamente desorganizadas —por decisión propia—. En el período relatado por I Samuel, el peligro común las obligó a unirse. La conclusión lógica de este proceso político sería el establecimiento de una monarquía centralizada.

En consecuencia, Israel se hallaba un paso por detrás de sus vecinos —Moab, Edom y Amón— que ya se habían organizado en forma similar, incluso antes de que los judíos llegaran, liberados, de su largo periplo por el desierto tras el cautiverio en manos de los egipcios. El otro vecino de Israel, Siria tenía también un gobierno monárquico. Todas estas monarquías se diferenciaban así de las ciudades-estado como Canaán o de las tiranías lisas y llanas como los filisteos, constituyéndose en los primeros estados nacionales verdaderos de la región.

En eso se convertirán, ni más ni menos, los reyes de Israel retratados en estos libros: en cabezas legales y visibles de un estado nacional organizado.

Por supuesto, se comprende que la transición no fue abrupta, sino que se hizo en forma gradual. Luego de los jueces, Dios escoge un continuador a quien da el nombre de rey: Saúl. La transformación que Dios obra sobre este hebreo por lo lleva a alcanzar grandes realizaciones. La nueva institución real aparece luego de la victoria amonita que se relata en I Samuel.

En I Samuel, el reinado de Saúl recibe el reconocimiento como autoridad nacional luego de la victoria hebrea contra los amonitas (1 Sam. 11).

Aspectos religiosos

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Saúl, de la tribu de Benjamín

Como sucede con otros libros históricos de la Biblia, mediante la mera lectura se evidencia que I Samuel no ha sido escrito para el historiador, sino para el pueblo llano con interés en el aspecto religioso de los hechos narrados.

El objetivo de lograr la unidad para mayor gloria de Yahveh ha fracasado bajo Saúl pero tendrá éxito con David, monarca ideal desde el punto de vista del cronista bíblico. Salomón hará tambalearse este andamiaje y los reyes posteriores merecerán la reprobación de los autores de Crónicas y Reyes.

Como las demás naciones, Israel ha querido tener un rey, pero Dios les ha impuesto como condición que este no será un profano, sino también el líder religioso del pueblo. El rey será el ejecutor de la voluntad de Dios en medio de su pueblo, y se le exige para ello que sea fiel y piadoso. Para que no olvide sus deberes, el profeta del Señor estará siempre al lado del monarca para guiarlo y reconvenirlo.

Tras la reprobación de Saúl, llegará la fidelidad de David, el hombre elegido según el modelo de liderazgo que la divinidad pretende. No se conformará con nada inferior a él. De su simiente nacerá el Mesías, y este primer despertar de la esperanza mesiánica se extenderá por todos los tiempos hasta consolidarse en el cristianismo.

Véase también

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Libro anterior:
Libro de Rut
Primer Libro de Samuel
(Libros Históricos)
Libro siguiente:
II Samuel

Referencias

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  1. Gordon, 1986, p. 18.
  2. Hirsch, Emil G. (1906). «Samuel, Libros de». Enciclopedia judía. 
  3. Se les conoce generalmente como «Samuel el vidente, Natán el profeta y Gad el vidente».
  4. 1 Crónicas 29:29
  5. Mathys, H. P. (2001). «1 y 2 Crónicas». En Barton, J.; Muddiman, J., eds. The Oxford Bible Commentary. p. 283. 
  6. Knight, 1995, p. 62.
  7. Jones, 2001, p. 197.
  8. 1 Samuel 1:1–20
  9. HE
  10. Spieckerman, 2001, p. 348.
  11. Universidad de Navarra. Cátedra de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia. p. 3958. EUNSA Ediciones
  12. Universidad de Navarra. Cátedra de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia. pp. 3959-60. EUNSA Ediciones
  13. KJV

Enlaces externos

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