Minerva

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Minerva con casco sosteniendo un pequeño búho. Mármol y ónice dorado, siglo II d. C. y restauraciones del siglo XVIII. El cuerpo de ónice es una copia del tipo de Hera Borghese; la estatua fue restaurada como Minerva mediante la adición de una cabeza y brazos de mármol.

En la mitología romana, Minerva (en latín: Minerva; en italiano: Minerva; en griego: Μινέρβα) es la diosa virgen de la sabiduría, la civilización, las ciencias, la navegación, la justicia, el estado, la educación, la medicina, el comercio, las artes, la habilidad, la industria, los inventos, el desarrollo, los oficios y la paz, además de ser la protectora de Roma y la patrona de los artesanos. Se corresponde con Atenea en la mitología griega, aunque la Minerva romana en nada se relaciona con la estrategia militar ni el valor de los héroes, rasgos que le eran atribuidos a Belona, la diosa romana de la guerra, que se corresponde a Enio en la mitología griega. No obstante este cambio no fue permanente ya que más adelante en la historia de Roma, Minerva sería renombrada como diosa de la guerra, defensiva y estratégica.

Títulos y roles[editar]

El nombre «Minerva» probablemente fuera importado de los etruscos, que la llamaban Menrva. Los romanos habrían confundido fácilmente su nombre extranjero con la palabra latina mens, ‘mente’, dado que uno de sus aspectos como diosa correspondía no solo a la guerra, sino también al intelecto.

Mito[editar]

Minerva era la hija de Júpiter, quien tras yacer con Metis, la Prudencia, fue víctima del terror, ya que se le había predicho que los hijos que engendrara con ésta le superarían en fuerza y sabiduría, por lo que decidió tragarse a Metis, para evitar dicha profecía, sin embargo Metis ya estaba embarazada y el feto siguió desarollándose en el interior del dios. Después de un tiempo, Júpiter comenzó a sentir un gran dolor de cabeza y recurrió a Vulcano, que le abrió la cabeza de un hachazo, de la cabeza abierta surgió Minerva, ya adulta y completamente armada, lanzando un grito de guerra tan fuerte que hizo que todos los dioses y el universo entero temblaran de pánico al oírlo.

Júpiter, maravillado y temeroso de la figura que había concebido, la hizo diosa de la sabiduría y de la guerra estratégica, ya que sabía que Minerva había heredado el intelecto de su madre y la fuerza de su padre. En unos años pudo ayudar a su padre en la Gigantomaquia (guerra contra los Gigantes), donde se distinguió por su valentía.

Una de las características más famosas de la historia de Minerva es su desacuerdo con Neptuno para bautizar con su nombre a la ciudad de Atenas. Doce grandes dioses, elegidos como árbitros, decidieron que quien produjera la cosa más útil para la ciudad otorgaría su nombre. Neptuno, de un golpe de tridente, hizo que la tierra produjese una inmensa fuente de agua salada. Minerva hizo que creciera un olivar, y eso fue lo que le dio la victoria. Como diosa patrona de Atenas, se le dedicaban grandes sacrificios; así, en las grandes Panateneas (una de las fiestas más importantes de la ciudad), cada tribu del Ática le dedicaba un buey, cuya carne se distribuía a continuación entre el pueblo.

A veces conduce a Ulises en sus viajes, a veces se digna enseñar a las hijas de Pandora el arte de destacar en los trabajos que convienen a las mujeres, a representar flores y combates en obras de tapicería, incluso es ella la que embellece de sus manos el abrigo de Juno. En una ocasión se enfrentó a Aracne para comprobar cuál de las dos tejía más rápido. Para demostrarlo, Minerva le propuso una labor: una tela magnífica. Cuando Minerva vio la superioridad de Aracne, fue víctima de tantos celos que decidió convertirla en una araña (según cuenta Ovidio en Las metamorfosis), hecho por el que se conoce a Minerva como una diosa malévola. Esta escena fue representada por Velázquez en su lienzo Las hilanderas, actualmente en el Museo del Prado (Madrid).

Finalmente, es Minerva quien hace que se construya la nave de los argonautas según su dibujo, y quien coloca en su proa la madera que habla, cortada en el bosque de Dódona, la cual dirigía su rumbo, les informaba de los peligros y les indicaba los medios de evitarlos. Bajo esta metáfora es fácil reconocer el timón de la nave.

Culto[editar]

Minerva armándose, Lavinia Fontana (1613), Galería Borghese, Roma.

Ovidio llamaba a Minerva la «diosa de las mil obras». Fue adorada por toda Italia, aunque solo en Roma adoptó un carácter belicoso.

Los romanos celebraban sus fiestas del 19 al 23 de marzo, durante el día que se llamaba, en plural neutro, Quinquatria, es el quinto día tras los idus de marzo, el decimonoveno, la fiesta de los artesanos. Una versión menor, las Minusculae Quinquatrus, se celebraba en los idus de junio, 13 de junio, por los flautistas, que eran particularmente útiles para la religión. Minerva era adorada en el monte Capitolino como parte de la Tríada Capitolina, junto con Juno y Júpiter. En la Roma actual puede visitarse la Piazza della Minerva cerca del Panteón.

En 207 a. C. se constituyó un gremio de poetas y actores para reunirse y hacer ofrendas votivas en el templo de Minerva en el monte Aventino. Entre sus miembros se contaba Livio Andrónico. El santuario de Minerva en el Aventino siguió siendo un importante centro para las artes durante la mayor parte de la República romana media.

En la Vida de Pericles de Plutarco, Minerva se aparece a Pericles en un sueño y le ordena un tratamiento concreto para un ciudadano de Atenas herido. El tratamiento curó al hombre y se erigió una estatua de latón en honor de la diosa.

También recibió culto en numerosas ciudades de Hispania.[1]

Representaciones[editar]

En sus estatuas e imágenes se le da una belleza simple, descuidada, modesta, de expresión grave e impresionante nobleza, fuerza y majestuosidad. Suele llevar un casco en la cabeza, una pica en una mano, un escudo en la otra y la égida sobre el pecho. Generalmente aparece sentada, pero cuando está de pie tiene la actitud resuelta de una guerrera, de aire meditativo y la mirada fija en altas concepciones.

Animales consagrados[editar]

Los animales consagrados a Minerva era el mochuelo, la abeja y el dragón.[2]​. En ocasiones, en referencia a su astucia y la sutileza de su belleza, también se vinculaba con la serpiente, debido a la sagacidad que este animal representa.

Templos[editar]

Véase también[editar]

Notas[editar]

  1. PASCUAL BAREA, Joaquín: el capítulo sobre Minerva del libro de Rodrigo Caro Veterum Hispaniae deorum manes sive reliquiae, edición, traducción y comentario”, Minerva, 29 (2016), 245-267.
  2. PAULA MELLADO, Francisco de (1854). Enciclopedia Moderna. Madrid. pp. xxvii.894. 

Enlaces externos[editar]